Casi que con esta tercera entrega de Lacónicos voy a inaugurar nuevo apartado en el blog. No tenía ninguna intención de hacer algo semejante, pero como preveo que aparecerán más entradas del estilo, pues nada: Los Lacónicos, sección dedicada a cortometrajes. En principio animados, ya veremos si la cosa se amplía más.

Hoy el protagonista va a ser el proyecto multimedia Short Peace (2013) coordinado por Katsuhiro Ôtomo para Sunrise. Ahí es nada. Se trata de una recopilación de 4 cortometrajes, independientes entre sí, pero que tienen como nexo común el representar el espíritu de Japón en diferentes momentos del tiempo. Para el presente Short Peace ofrece un videojuego, del que no voy a hablar porque no procede. Como esta nueva sección indica en su nombre, solo me centraré en los cortometrajes animados que se incluyen. Varios de ellos son antiguas ideas de Ôtomo a las que decidió darles nueva forma, actualizando su esencia. El reciclaje en esta ocasión ha sido para bien. Es el caso de Adiós a las armas y Combustible. Todos ellos aspiran, además, a combinar esa noción de tradición con modernidad de la que están tan satisfechos (y con razón) los japoneses, por lo que encontraremos un empleo de las últimas técnicas en animación y CGI a mansalvashortpeace3¿Es la primera vez que Ôtomo aborda una antología de este tipo? Pues no, tiene más obras de este pelaje (Memories, Robot Carnival, etc) y probablemente rendiré cuenta sobre ellas en el futuro. Pero regresando a Short Peace, tenemos nombres importantes entre los que han trabajado en estos cortos aparte del de Ôtomo. Profesionales con grandes obras a sus espaldas y que no han dudado en aportar su destreza para seguir experimentando y trabajando en los nuevos límites de la animación. ¿De quiénes estamos hablando? Pues de Hideki Nakamura, que hizo lo suyo en el arte de obras como Berserk o Shingeki no Bahamut: Genesis; Hidekazu Ohara, que participó en la animación de Nausicaä, Akira o Sherlock Hound; Kôichi Arai, al pie del cañón en Perfect Blue, Ghost in the Shell o Summer Warsy sangre nueva como Hiroaki Andô entre muchos otros. Algunos son viejos conocidos y colaboradores de Ôtomo, son un círculo abierto que siempre ha estado en contacto.

Para hacer una declaración de principios, Kôji Morimoto, que trabajó en Mind Game o Tekkon Kinkreetdirige el prólogo de Short Peace. Un corto de apenas 3 minutos donde una especie de Alicia y su conejo nos transportan al mundo que podremos encontrar en los próximos instantes. El que sea alérgico al 3D y otras moderneces lo pasará mal.

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Tsukumo

Posesiones

Shuhei Morita

Los tsukumogami son bien conocidos dentro del folclore japonés, una clase de yôkai muy peculiar. Son objetos que al cumplir los cien años cobran vida y conciencia. Los hay de muchos tipos: sombrillas, espejos, instrumentos musicales, sandalias, relojes… no suelen ser malintencionados, pero sí les gusta enredar. Y este corto va de eso un poco, es una historia de fantasmas o kaidan simpática, que tira del sentido del humor para dar sus pequeños golpes de efecto.

En una noche de tormenta, un hombre camina solitario por el bosque. El azar lo dirige hacia un refugio: un destartalado templete. Parece abandonado y tiene bastantes zarrios en su interior, pero al caminante no le importa y, tras pedir permiso educadamente, decide dormir acurrucado dentro. Y entonces comienzan las sorpresas.

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Desde mi punto de vista es el más endeble de los cuatro cortos por bastantes motivos. Y eso que fue seleccionado para los Premios Óscar. El argumento es bastante sencillo, lo que no tiene nada de malo, pero agota su ingenio enseguida, y es un defecto importante porque se trata de una comedia. Pero sobre todo es en su animación donde tropieza más. Ese intento de unir 2D con 3D merece un respeto ya solo porque no suele resultar una combinación agradecida. Es muy fácil acabar haciendo una deformidad animada, y en este Tsukumo, a pesar del esmero y afán que se le ha puesto (porque se nota el esfuerzo), no ha cuajado.

Por un lado están esos maravillosos fondos, sobre todo los del bosque, excelente labor la de Hideki Nakamura. Y por otro esa inclusión del 3D en la animación que produce verdaderas cagarrinas. Todos los elementos en movimiento tienen una textura como de videojuego, y a pesar de que los detalles están cuidados al máximo, el conjunto es artificioso. Se nota muchísimo más en las escenas exteriores, donde el pobre hombre parece que esté flotando en vez de caminar. Su incorporación en los escenarios no es buena, parece un monigote troquelado.

¿Merece la pena visionarlo? Sí, no está nunca de más observar cómo van y por dónde avanzan las habilidades en este segmento de la animación. Y que son solo 10 minutos, señores.

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Hi no Yôjin

Combustible

Katsuhiro Ôtomo

El Gran Incendio de Meireki (1657) fue una de las mayores catástrofes de la historia Japón. En él perdieron la vida más de 100.000 personas y dejó Edo (la futura Tokio) prácticamente en ruinas. También fue llamado el Incendio del Furisode, y es precisamente un furisode el elemento protagonista de Hi no Yôjin. Para recrear ese lejano s. XVII, Kôichi y Ôtomo se sirven del arte visual recién nacido de la época, el ukiyo-e; y utiliza recursos como los planos generales largos y cenitales de movimiento horizontal para introducir al espectador todavía más en esa Era. Desde luego, Hi no Yôjin es una experiencia estética fabulosa, exquisita y de gran belleza. Muy bien acoplada con la informática, donde su presencia apenas se advierte para no romper esa magia vintage que adorna todo el corto. Justo al contrario de lo que le sucede a Tsukumo.

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Aparte de que la ambientación sea fascinante, con una selección musical imponente, Combustible cuenta un relato también muy tradicional. Amor imposible, honor, atavismo y tragedia. Owaka y Matsuchiki han sido amigos desde la infancia y se sienten muy unidos. Pero la sociedad espera de ellos que procedan según su clase, y es algo que Matsuchiki no puede tolerar. Desde niño ha querido ser hikeshi o bombero, una nueva profesión que no tiene lugar en las familias decentes. Así que cuando en su casa descubren que se ha unido a las patrullas, lo repudian y expulsan por haberlos deshonrado. A partir de entonces la vida de Owaka, que albergaba esperanzas de contraer matrimonio con Matsuchiki, se hace melancólica y gris. Conforme se va acercando su matrimonio concertado, la resignación torna en desesperación; y sus decisiones y actos la conducirán a un camino sin retorno. La evolución del guion sigue las pautas de lo que podría ser un incendio: nada al principio, suave, inofensivo, que va creciendo y, de repente, se precipita y convierte en un incontrolable infierno. Muy acertado.

¿Merece la pena su visionado? Rotundamente sí. Es mi corto favorito de los cuatro, añado además. Todo en él ha sido cuidadosamente meditado: la narración, el estilo y arte, la cadencia. Y el resultado no ha podido ser más impresionante.

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Gambo

Hiroaki Andô

Otoño, así lo pregonan las llamativas higanbana en los campos. Unas flores relacionadas con la muerte, los demonios y el Más Allá… Y eso es lo que encontramos en Gambo: muerte y un brutal oni. Pero también una frágil y valiente niña junto a su paladín, un oso enorme de corazón leal.

Kao es la última niña que queda en una aldea perdida en las montañas. La razón: un monstruoso oni, noche tras noche, llega hasta ahí tomando, destruyendo y matando a placer. La pequeña población no puede hacer nada, pues hasta el propio señor feudal les ha instado a servir al oni en todo lo que les exija, prometiendo que enviará hombres para defenderlos. Pero la situación ya es desesperada. En las cercanías, vive también un majestuoso oso blanco, que ha perdonado la vida a un par de samuráis renegados. Uno de ellos, cristiano para más señas, se ofrece a matar al oni, pero será la intervención de Kao la que llevará a una conclusión la tragedia: rogará al oso, al cual llama Gambo, que acabe con el oni.

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Gambo está repleta de signos ominosos: la pólvora que cruza el cielo como un cometa, la flor de higanbana, etc. La escalada de violencia llega un momento en el que es verdaderamente cruenta. Y para nada gratuita, tiene su sentido. Sin embargo la historia de Gambo es algo inconexa, y no tiene muy claras cuáles son sus prioridades. Aunque tiene de gancho a la niña, que además es la que ayuda a hilvanar el argumento, resulta un tanto dispersa. Y pretenciosa. Su corazón es, no obstante, la feroz pelea entre el oni y el oso; y os aseguro que estremece. Está ejecutada a la perfección.

Técnicamente, gracias a los filtros que utilizan sobre un dibujo 100% informático, se consigue emular la sensación de estar viendo una animación analógica bastante bien. También me pregunto si no sería más consecuente realizarla directamente al modo tradicional sin tanta hostia, pero comprendo que Short Peace quiera poner a prueba medios y recursos. El resultado, aun así, es excelente y muy natural, y se adapta como un guante a la narración. Es un cuento cruel sobre el orden y el caos, la civilización y la barbarie; con buenas ideas pero que no se han logrado desarrollar con coherencia.

¿Merece la pena visionarlo? Desde luego, pero hay que saber lo que uno va a encontrar, y la furia es un ingrediente fundamental.

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Buki yo Saraba

Adiós a las armas

Hajime Katoki

Buki yo Saraba o Adiós a las armas es el corto más largo de la recopilación. Y el más espectacular. Es una adaptación de un manga que Ôtomo realizó en 1981 y que fue incluido en la antología Kanojo no Omoide (1982). Es un viaje alucinante a un mundo post-apocalíptico y solitario, muy solitario.

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El argumento se centra en una misión de las que suele realizar una brigada de exploración y control de armamento en las ciudades del que parece un Japón arrasado por la guerra. Todo el equipo, los medios de transportes, los droides, los trajes, las armas junto a los escenarios, están meticulosamente esbozados, con un nivel de detalle admirable. Y si uno echa un vistazo al manga original, se da cuenta de que es prácticamente un facsímil. Nada que objetar, sobre todo porque su conversión a la animación es espléndida, ha ganado muchísimo. Técnicamente Adiós a las armas es una delicia para los amantes de la acción. Porque es justo lo que tenemos: un corto donde el movimiento de cámara, el ritmo trepidante y las vueltas de tuerca llevan la batuta con muchísima fuerza. La historia en sí está al servicio de los efectos y el exhibicionismo visual. ¿Es eso malo? Para nada, aunque los que busquen un guion profundo o con un desarrollo más amplio en su media hora, quizá queden decepcionados. Sin embargo, es junto a Tsukumo el que aporta la chispa de humor a esta compilación, con un final bastante socarrón.

¿Merece la pena su visionado? La verdad es que sí, son 30 minutos que no dan tregua y con un envoltorio impecable. El 3D y 2D se fusionan perfectamente, ofreciendo un producto dinámico y uniforme. Gran trabajo.

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Como les sucede a muchas antologías, la valoración conjunta es complicada ya que cada obra es de una madre. En Short Peace el tema no se encuentra en exceso descompensado y ofrece un producto más o menos homogéneo, aunque haya cortos que destaquen sobre otros. Es lógico. Resumiendo, Short Peace  es un magnífico ejemplo de lo que puede dar de sí la animación, sobre todo en manos de gente experimentada que no tiene miedo de ponerse a prueba.

Y como guinda, os dejo con la portada del manga original de Ôtomo, que sirvió de inspiración al proyecto. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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3 comentarios en “Más lacónicos: Short Peace

  1. Te recomiendo una obra muy particular: «Tori no Uta» de Yoshitaka Amano. Es una OVA experimental del 2007 con un apartado artístico impecable basado en el folclore japonés. En su momento captó mucho mi atención, tal vez por su temática romántica o pasajes en los que me sentía identificado.

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    1. ¡Hola, Gabriel! 😀
      Sí, conozco bien a Yoshitaka Amano y he visto la OVA de la que hablas 🙂 Tenía pensado escribir sobre ella más adelante, como ya hice con 1001 Nights o Tenshi no Tamago en este mismo blog 😉
      Amano es AMOR, un artista increíble ❤
      ¡Saludetes, gracias por comentar! 😀

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