1968. Paul McCartney andaba con la mosca detrás de la oreja: «¿Así que I can see for miles es una barbaridad de canción, con un tipo de sonido nunca escuchado antes, eh?» Y decidió investigar esos nuevos derroteros sónicos que The Who habían comenzado a transitar. «Os vais a cagar», debió de pensar. Lo que surgió tras ese pique artístico es ya historia: la salvajada de Helter Skelter. Una tormenta de furia, caos y ruido que superó en brutalidad a I can see for miles. Pablito se debió de quedar bien descansado, harto además de que acusaran a los Beatles de que solo sabían componer moñadas. ZASCA.

Este tema es un clásico del rock imprescindible que se adelantó a su tiempo y presagió la llegada del hard rock, el punk y el noise. Pero también es conocido, desgraciadamente, por servir de inspiración a Charles Manson y su Familia para perpetrar una cadena de asesinatos entre la beautiful people del momento en Hollywood. Esas muertes, junto al desastroso festival de Altamont, marcaron el principio del fin de esa idílica fase hippie de los 60’s. Kyôko Okazaki siempre tuvo inclinación por todo lo relacionado con serial killers como Ted Bundy, así que no fue una extravagancia frívola el titular uno de sus mangas más importantes así, como esa feroz canción de los Beatles que espoleó la imaginación del líder de una secta asesina.

Lamento mucho tener que usar el perfecto simple con Okazaki porque, a pesar de que sigue viva, sufrió un accidente en 1996 que la dejó con unas secuelas tan severas que no ha podido volver a coger un lápiz. Tenía 33 años y el responsable fue un conductor borracho que se dio a la fuga. Acababa de finalizar su manga Helter Skelter, que publicaba Feel Young. Estuvo en coma profundo un tiempo, y su última aparición pública fue en 2010, durante un concierto de Kenji Ozawa, en silla de ruedas. A partir de entonces, silencio.

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Kyôko Okazaki

Aunque no ha podido desarrollar una carrera extensa, sí ha resultado lo bastante trascendental e impactante para que se la considere una de las mangakas más importantes del mundo del josei. Asentó bases y abrió puertas; pero sin duda también el trabajo previo del Grupo del 24 ayudó muchísimo a Okazaki. Se puede decir que es heredera de ese espíritu inconformista que deseaba romper las barreras del género (y de su género) para introducir nuevas temáticas. No todo tenían que ser historias de adolescentes enamoradas en el instituto; no todo tenían que ser aventuras de mujeres jóvenes en busca del amor y un marido. Las demografías shôjojosei merecían un tratamiento mejor, sus lectores merecían un trato mejor. La realidad es compleja, los intereses de cada individuo son distintos, generalizar en exceso crea estereotipos que arraigan todavía más los constructos sociales obsoletos. Quizá en Occidente lo tenemos un poco más claro, pero en Japón no tanto. Por eso la aparición de creadoras así fue, y es, algo tan importante.

Okazaki además plasmó de manera objetiva las inquietudes de su generación, que se había criado en un Japón entregado al consumismo enloquecido, al hedonismo, la avaricia, el culto al cuerpo, etc. Un boom de hiperabundancia, los happy eighties, que escondían tras de sí un gran vacío interior, soledad y melancolía. Okazaki supo canalizarlo todo con dolorosa precisión. Introdujo en sus obras temáticas consideradas impensables hasta entonces para el público femenino: drogas, prostitución, violaciones, asesinatos… Vertió sobre el papel un mundo que estaba ahí (y lo sigue estando), sin paños calientes, lo que le hizo ganarse el apoyo y admiración de miles de personas. Okazaki ya no pensaba en el género de su público, sus mangas brotaban de una honestidad feroz y se dirigían a todos. Hasta en la actualidad su influencia es patente (reconocida además) en artistas como Inio Asano o Asumiko Nakamura, porque su arte y mensaje siguen muy vigentes. Se adelantó a su tiempo, como la canción.

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Las obras de Okazaki en Occidente no han tenido ni una publicación ni difusión a la altura de su relevancia y calidad; aunque en Francia se han preocupado un poquitito más. Nada nuevo bajo el sol. Este año tenemos la enorme suerte de que Tomodomo nos traiga a Môto Hagio; y son precisamente estas pequeñas editoriales las que se están arriesgando más al publicar mangas de contenidos y autores que (gracias a Luzbel) no son solo los superventas entre adolescentes. Este Helter Skelter es su obra más célebre y un buen comienzo para hincarle los colmillos a su estilo. Como ya habréis deducido, está dirigido a un público adulto y es un tebeo muy crudo. No fue hasta el 2003 que la familia permitió su edición en un tankôbon; y al año siguiente recibió el Grand Prize del Premio Cultural Osamu Tezuka.

Helter Skelter se lee en un periquete, son únicamente 9 capítulos. Pero conforme avanza, es perfectamente comprensible tener la sensación de estar leyendo una historia de terror. No hace falta que pululen yûrei en las páginas de un manga para que se pongan los pelos como escarpias. La misma realidad, si se quiere mirar, puede ser horrible. MUY. El título tiene la coletilla de fashion unfriendly, indicando en qué mundo va a desarrollarse la acción: el de la moda.

Celebrities are often found to be extremely fascinating…

because celebrity is like cancer; a type of deformity.

Ririko es una supermodelo que copa todas las portadas, hace sus pinitos como actriz incluso le da al j-pop, porque está en la cresta de la ola. Nadie es más hermosa que ella, nadie genera más interés en la prensa rosa. Es la reina. Detrás de ella está su representante, a la que llama «mamá», que controla y dirige todo aspecto de su vida. Ha sido realmente «mamá» la que hizo de ella el perfecto frankenstein de la belleza, acudiendo a una exclusiva clínica de cirugía estética cuyos métodos consiguen resultados asombrosos. Muy pocas clientas pueden permitirse sus carísimos tratamientos, que requieren además de cierto mantenimiento posterior.lilico5

Lo que nadie sabe es que Ririko es en realidad una adicta a esa clínica, y que su existencia es un torbellino de trabajo duro y frivolidades sin fin que la están volviendo loca. Es un falso ídolo, en lucha paranoica por continuar en la cima y sobrevivir a sí misma. Por eso la llegada de una nueva modelo a su agencia, Kozue Yoshikawa, más joven, natural e independiente, son el escarnio que marca su declive profesional y personal. De manera casi paralela, el investigador y abogado Asada comienza a atar cabos respecto a esa clínica tan misteriosa y los suicidios de unas mujeres jóvenes. Su gran intuición, muy al estilo del agente Dale Cooper (también su personalidad y gusto por el café), lo llevan a relacionarla con Ririko, por la que siente una extraña atracción.

El retrato de Ririko que hace Okazaki es admirable, penetrante, lúcido. Una mujer sin moral, egoísta y profundamente infantil. Un juguete roto que se sabe consciente de su triste papel y aun así, patalea. Hada, por otro lado, es la representación de la fémina gris y discreta. La clásica asistente de superestrella que ve cómo su vida entera es engullida y triturada por Ririko. Aparecen paulatinamente más personajes, todos ellos interesantes y que aportan su granito de arena indispensable para componer un cosmos siniestro y retorcido. No es sorprendente entonces que Okazaki buscara su inspiración en artistas como Helmut Newton (1920-2004), que de forma tan extraordinaria había sabido plasmar el glamour del mundo de la farándula y la moda; o reflejara con descaro en sus trazos a iconos femeninos como Edie Sedgwick o Twiggy. Las referencias cinéfilas, como esa alusión a la maravillosa Sunset Boulevard (1950) que os recomiendo YA a todos, y que trata la decadencia de una gran estrella del cine mudo (mi adorada Gloria Swanson), son muy oportunas y ayudan a perfilar la atmósfera de un mundillo putrefacto.

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Newton vs. Okazaki

Es un crítica cruel, también una exposición sin ambages, de lo que es una parte de esa trampa del mundo femenino: la búsqueda y mantenimiento de la belleza eterna. La belleza como única forma de poder tolerada socialmente. Tolerada y alentada, porque no es una amenaza dada su naturaleza pasajera. Y encima es la virtud más apreciada. La obsesión por el físico es absorbida hasta por estudiantes de secundaria, que respiran esas exigencias sobre la apariencia y contribuyen a su conservación. Pues es todo el sistema el que la ampara y se nutre de ella también, ya que el volumen de dinero que mueve es importante. Y son, para más inri, las propias mujeres las que se convierten en severas guardianas de esa trampa, de esa cárcel. Es perfecto.

Ririko, como suma sacerdotisa de ese culto, es un verdadero monumento al vacío envuelto de artificios. Poco en ella es ya real, la protagonista va dejando de ser persona para difuminarse en un ideal informe e inalcanzable para el público (que la olvidará); y por dentro desintegrarse en cientos de retales conformados por el grave deterioro psicológico y el abuso de drogas y cirugía. Ririko es una cosa, una quimera. En realidad un monstruo que se desmorona. Y extiende su liturgia como un virus, infectando y destruyendo a cualquiera que se acerque. No puede evitarlo.

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A Okazaki no le gustaba Twin Peaks.

La estructura narrativa, como buena obra posmoderna, es alterada de su disposición básica lineal cuando las emociones lo requieren. Okazaki dosifica la información, juega con ella para mantener el suspense de forma sabia y algo sádica también. No teme usar recursos más arriesgados procedentes del simbolismo o el surrealismo, lo que hace la lectura bastante atractiva. Y todo ese universo turbio está reflejado mediante un arte muy peculiar. Tiene un falso aire amateur, una simplicidad engañosa de líneas limpias, que expresa con habilidad toda la complejidad de Helter Skelter. El dibujo parece que fluya como una serpiente, y bebe de los años 60. Un estilo que luego he visto emulado en otras mangakas como Rikako Iketani, pero sin alcanzar ese dislocamiento tan poco comercial (pero fascinante) de Okazaki.

Admito que los dos últimos capítulos no están tan bien hilvanados como el resto, pero su estupendo desenlace disculpa ese traspiés. Helter Skelter huele a noir, pero también a serie B, en algunos momentos es inevitable preguntarse si lo que se está leyendo es plausible o no. Porque la enajenación alcanza niveles alucinantes… pero lo peor (o lo mejor) es que sí que es real. Lo que Okazaki cuenta lo hemos leído y visto con otros nombres y en otros países por la televisión, la crónica de sucesos, las revistas del corazón o incluso en los periódicos. No nos es ajeno, sabemos que existe. Es un mundo del que solo atisbamos la superficie, pulida y sonriente, que en ocasiones deja entrever algún diente podrido, pero cuyos entresijos son un auténtico cenagal.

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¿Recomiendo este manga? No es que lo recomiende, pienso que es imprescindible. Esta autora, como escribo en el título, apartó lo kawaii y otorgó al josei una serie de valores que eran ya necesarios. No lo hizo ella sola, claro, pero fue, y es, una de las cabecillas principales de ese proceso de madurez en esta demografía. Y una de las autoras menos accesibles, porque las temáticas que tocaba no eran precisamente comerciales. A pesar de todo, triunfó.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

3 comentarios en “De cómo Kyôko Okazaki desterró lo kawaii y recauchutó el josei: Helter Skelter

  1. Sí es imprescindible para la lista que va. Hay una autora que tiene un estilo de dibujo parecido… o eso creo. Se llama George Asakura, aunque es algo más violenta, eso sí. Porque sí, es una tía a pesar de ese nombre, alias o lo que sea. Gracias por la recomendación. Besos ^^

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