Abril de ciencia ficción, manga

Abril de ciencia ficción: Prime Rose de Osamu Tezuka

El colofón perfecto al Abril de ciencia ficción de este 2023 va a estar dedicado, como no podía ser de otra forma, a Osamu Tezuka. Siempre habrá un espacio para este caballero en SOnC, resulta inevitable. Manga no Kamisama escribió muuuuuucha ciencia ficción de la buena, y perteneciente a su última etapa creativa tenemos Prime Rose (1983), que para desmarcarse un poquito de la entrada anterior del blog, su protagonista, o más bien tendríamos que decir su eje central, pertenece al género femenino.

En español ha sido publicado por Planeta, en un tomaco integral que recopila los cuatro tankôbon originales. Es el que se encuentra en las zarpas de Hermes. Ya sabéis que el gigante editorial anda publicando (y reeditando) las inabarcables obras de Tezuka desde hace un tiempo, quizás compensando atrocidades pasadas. Pero, antes de nada, quería comentaros que sus casi 900 páginas han sido muy entretenidas, aunque me han resultado difíciles de manejar. Volúmenes así de gruesos son algo incómodos para la lectura, aunque ya una se ha ido acostumbrando con el tiempo (qué remedio). No es un caso excepcional el de Prime Rose, Panini también está publicando mamotretos (me estoy deshaciendo de casi toda la grapa) y mejor no hablo de mi Little Nemo in Slumberland...

Aun así, Planeta está realizando un excelente trabajo con la obra de Tezuka, otorgándole ediciones respetuosas y dignas. Y ese es el caso de Prime Rose, aunque mis delgadas manitas sufran un poco. Ha contado con la siempre maravillosa traducción de Marc Bernabé (creo que se está haciendo cargo de Manga no Kamisama en Planeta, si me equivoco pegadme un toque en los comentarios) y sigue el formato del resto de tebeos de este autor, con una línea sobria y robusta.

En los años 80 del s.XX se vivió una auténtica locura por el género espada y brujería, sobre todo a nivel audiovisual. Las obras de Robert E. Howard, Clark Ashton Smith o el John Carter de Edgar Rice Burroughs eran fuente de inspiración para cientos de obras que plasmaban sin rubor unos mundos de adorable fantasía kitsch; cuanto más bajo fuera su presupuesto, más sonrojante era el resultado. Ejemplos de este homenaje alucinante al pulp y Weird Tales fueron las archiconocidas películas de Conan con Arnold Schwarzenegger a la espada, los largometrajes animados Heavy Metal de Gerald Potterton (1981) y Fire And Ice (1983) de Bakshi, Roy Thomas y Frazetta, la franquicia de Mattel de Masters del Universo o engendros entrañables como Krull (1983). Algunos de ellos se atrevían a cruzar la frontera de la fantasía para incursionar en el territorio de la ciencia ficción (science fantasy), y ahí es donde podemos ubicar el Prime Rose de Tezuka. Más o menos.

¿Por qué digo más o menos? Porque los que conozcáis a Manga no Kamisama ya sabréis que, aunque sabía sumergirse en las novedades del momento y bucear en ellas con facilidad, hacía lo que le daba la gana, metabolizando influencias y creando su cosmos personal. También es muy evidente que Tezuka conocía los cómics de los años 70 de Conan the Barbarian de Marvel (hola de nuevo, Roy Thomas), donde Red Sonja empezó a destacar y tener colección propia. Y ahí tenemos a nuestra protagonista de hoy, la clásica guerrera en bikini repartiendo acero a quien se le acercase: la princesa Emiya o Prime Rose.

No obstante, como antes os comentaba, Prime Rose es mucho más que un híbrido de ciencia ficción y fantasía: es Tezuka. Y aunque contiene todos los ingredientes que se suelen encontrar en esta clase de guisos, en manos de Manga no Kamisama logra sabores distintos a los esperables. Ciertamente Tezuka se supo empapar bien de cultura occidental, sin embargo no podía evitar ser un genio muy japonés. Porque todo esto comentado no deja de ser una pátina, un barniz, dentro de Prime Rose borbota un kokoro que pertenece a Shin’ichi Hoshi, Unno Juza o al mismo Tezuka, que no era ningún imberbe a la hora de escribir sci-fi precisamente.

Tal como el propio autor indica en el epílogo que Planeta adjunta al final del tomo, Prime Rose está planteada como una historia río, y en inicio no tenía muchas intenciones de prestar atención a los elementos de ciencia ficción, sino dejarse llevar, permitiendo que la narración fluyera y creciera; por lo que, citándole a él mismo, este manga es «una historia de tipo monumental».

Se publicó entre julio de 1982 y junio de 1983 en Weekly Shônen Champion, y tuvo su adaptación animada en agosto de 1983 como Time Slip Ichimannen: Prime Rose. Parece que en la película, algo diferente del manga, Tezuka introdujo ciertos cambios con los que se sintió más satisfecho, aunque tengo la alegría de anunciar que el capitán Nimoy continuó en su puesto en ambas obras. No puedo opinar más al respecto ya que no la he visionado, pero tarde o temprano caerá en mis garras. Sin embargo, sí puedo deciros que es recomendable leer antes el tebeo, ya que la película puede reventaros ciertas cosillas.

Dos países separados por el océano, Groman y Kukrit, dos pueblos en guerra. Para sustentar la paz, las casas reales de cada nación intercambian a su tercer príncipe y a su tercera princesa, sin embargo es un esfuerzo vano, ya que los gromaneses terminan dominando al pueblo kukritense. La sumisión es casi total, va desde la misma educación hasta una dura opresión social que, por supuesto, las clases privilegiadas de Kukrit notan muy poco. Emiya es la princesa gromanesa que, ajena a su herencia, ha sido educada en ese ambiente favorecido con una familia noble de Kukrit. Pero ella es una rebelde, no le gustan las maneras de la corte ni desea convertirse en la esposa de su alteza real Piral. No es muy buena estudiante, pero le gusta la lucha con espada y se entrena con fervor. Y así sucede que, inscribiéndose en contra de la voluntad de sus padres adoptivos en una competición, pierde estrepitosamente el combate frente a una noble gromanesa. A partir de ahí su vida da un vuelco. De niña consentida y de carácter insoportable, criada en la opulencia y con una existencia de adolescente trivial, pasa a descubrir la realidad brutal e inclemente del país donde reside.

Su talante no mejora mucho, a lo largo de gran parte del manga se mantiene como el arquetipo de niña terca e infantil, aunque lo que al principio se perfilan como defectos se van convirtiendo en virtudes conforme sus circunstancias van cambiando. ¡Y vaya si cambian! En Prime Rose vamos a toparnos con muy diferentes tipos de escenarios, que van desde palacios decimonónicos y sus intrigas, ciudades futuristas hipertecnificadas, máquinas del tiempo atravesando singularidades, páramos desolados habitados por criaturas monstruosas o presidios como campos de exterminio. Solo son reflejo del propio desarrollo de la narración. Por supuesto, vamos a encontrar el usual monomito o «viaje del héroe» de Campbell, pero con unas variaciones que harán de la historia de este manga lo prometido: un río con unos cuantos afluentes.

Prime Rose es un relato complejo y extenso, donde la supuesta protagonista, Emiya, funciona al inicio como tal pero pronto troca en nudo donde distintas miradas convergen. Y esas miradas pertenecen a otros personajes que toman el relevo de la narración, y con sus propias experiencias amplían el colosal tapiz que es este tebeo. Estas figuras van y vienen, al igual que sus tramas, que se retoman casi siempre para ofrecer unas vueltas de tuerca que no cesarán de girar hasta el mismísimo final. Para llevarlas a cabo, Tezuka recurre a su genial talento en unas viñetas plenas de agilidad. Es un manga que se lee con mucha facilidad gracias a su admirable dinamismo, resulta muy ameno y variado, es imposible que aburra. Y no solo eso, sino que el autor además se encargó de plasmar los dilemas sociales y las inquietudes filosóficas con los que trabajó durante toda su carrera, hay más cera de la que arde en las andanzas de Prime Rose.

Recopilemos: tenemos romance (un triángulo amoroso bastante escaleno, por cierto), aventuras, fantasía, acción, ciencia ficción y… DRAMA. Mucho drama. La tensión dramática, aderezada con momentos de feroz violencia es, en algunos momentos, angustiante; pero Tezuka sabe dosificar muy bien sus recursos, e intercala episodios más livianos, dando rienda suelta a sus peculiares bufonadas. Incluso se permite guiños y homenajes a pequeños hitos de la cultura pop, como ese maravilloso encuentro entre Bambi y Godzilla. De hecho, el humor que introduce, a ratos con pinceladas eróticas, contrasta, como es lógico, con esas escenas tan cruentas, haciendo de Prime Rose una enorme montaña rusa de 882 páginas.

En conjunto, Prime Rose es una obra bastante armoniosa dada su amplitud, tanto a nivel narrativo como visual, donde el arte engañosamente simple de Tezuka se encuentra en una de sus cimas. ¿Hay cosas que puedan no gustar? Pues claro, sobre todo desde una perspectiva contemporánea hallamos ciertos elementos difíciles de digerir, como el recalcitrante machismo o la hipersexualización ridícula de algún personaje que otro.

A mí, de manera personal, me ha costado mucho aguantar al pesao de Bunretsu, las ganas de asfixiarlo han sido terribles desde el primer panel en el que hizo acto de presencia. Pero sabiendo cómo se desempeña Manga no Kamisama y la época en la que fue concebido este tebeo, solo resta aceptarlo. En esos aspectos quizá no haya aguantado bien el paso del tiempo, sin embargo son detalles que no minan su calidad general y esa, sin duda, es innegable. Quizá no sea el mejor manga de Tezuka, pero del ocho y medio tampoco baja.

¿Recomiendo Prime Rose? Pues para el que se lo pueda permitir, sí. El precio de este señor tomo es elevado, estamos hablando de más de 40 euracos, de modo que no lo sugeriría como compra casual. Pero es lo que vale, ojo. No obstante, si eres fan de Tezuka y deseas disfrutar de una obra algo atípica dentro de su repertorio, este manga cumplirá su cometido a la perfección. Se trata de un tebeo que resume muy bien el estilo y las preocupaciones de Manga no Kamisama, de una madurez propia de la etapa que le corresponde pero no por eso menos fresco y divertido. De hecho, y creo que me estoy repitiendo un poco ya, engancha, engancha mucho, por lo que se lee con sorprendente rapidez.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Abril de ciencia ficción, anime

Abril de ciencia ficción: la Leyenda de los Héroes de la Galaxia

¿Cómo ignorar semejante obra en nuestro Abril de ciencia ficción? Y no es fácil hablar de ella, pues se trata de una saga laberíntica y llena de precuelas, refritos, historias paralelas, películas… y eso solo en animación, porque tiene también su propia adaptación de Takarazuka Revue. Pero, si queremos empezar por algún sitio, hay que aclarar que el arco original son novelas. 10 volúmenes publicados entre 1982 y 1987, que se complementarían con 4 más (1984-1989) y pueden encontrarse en inglés. Esto la convierte en una de las narraciones más extensas de Cipango.

Pero, ¿quién es el cerebro detrás de Ginga Eiyû Densetsu o la Leyenda de los Héroes de la Galaxia? Pues el doctor en lengua y literatura japonesas Yoshiki Tanaka, autor de otras famosas obras como Arslan Senki (1986-2017) o Sohryuden (1987), todas ellas con diversas adaptaciones al anime. Y del anime de Ginga Eiyû Densetsu (1988-1997) trata el artículo de hoy, de las OVAs originales que, china chana, llegaron hasta los 110 capítulos.

Aunque unos pocos meses antes del nacimiento de esta monstruosa serie, salió a la luz la película Ginga Eiyû Densetsu Waga Yuku wa Hoshi no Taikai (1988) así como el videojuego para Famicom de Nintendo, que sirvieron de preludio a la epopeya que se desplegó en ese centenar de episodios que ya son míticos. Tantos capítulos dan un poco de miedo a la hora de visionarlos, son todo un desafío, pero en su momento se realizaron con bastante naturalidad. Como antes he comentado, china chana. Estas OVAs se vendían por suscripción a los fans de las novelas, que pagaban su cuota e iban recibiendo por correo los vídeos. Otros tiempos. En realidad fueron los admiradores de la obra literaria los que hicieron posible que se llegara hasta las cuatro temporadas, 47 horas de batallas espaciales, intrigas políticas y conspiraciones; un culebrón cósmico inspirado en la historia de la humanidad, donde fueron cristalizadas su economía, psicología incluso antropología social con gran agudeza.

Pero, ¿esto no es un anime de ciencia ficción? Pues sí, pero también es un espejo donde la naturaleza humana se ve reflejada. La Leyenda de los Héroes de la Galaxia no es una serie cualquiera, tanto por su amplitud como por los temas que toca, que sobrepasan los límites de una space opera convencional. Es una obra exigente que demanda atención, una disposición activa por parte del espectador. Pero eso es adelantarnos un poco a los contenidos de la entrada, vayamos en orden.

Sí, hay gatos, y ahí lo tenéis, en SOnC no pueden faltar estos pequeños felinos. ¡Vivan los gatos! Tras este inciso, comentábamos que la Leyenda de los Héroes de la Galaxia tiene cuatro temporadas. La primera, que abarca los dos primeros volúmenes de la novela, constó de 26 episodios y se difundió entre diciembre de 1988 y junio de 1989. La segunda, que adaptó los volúmenes del 3 al 5, entre julio de 1991 y febrero de 1992, con 28 capítulos. La tercera, de 32 episodios, comprende los volúmenes del 6 al 8 y se publicó entre julio de 1994 y febrero de 1995. Finalmente, la cuarta temporada, con 27 capítulos, cubre el resto de volúmenes y fue lanzada entre septiembre de 1996 y marzo de 1997.

A los mandos de tamaña gesta animesca estuvo Noboru Ishiguro, un profesional ya curtido en otras lides como Uchû Senkan Yamato (1975), el Tetsuwan Atom de 1980 o Macross (1983). Casi nada, así que pocas bromas. También se haría cargo, más adelante, de la adaptación al anime de otra novela de Tanaka, Tytania (2009). Y es que no se le podía confiar este proyecto a alguien menos experimentado, ya que la intrincada arquitectura del universo del escritor es avasalladora.

Leyenda de los Héroes de la Galaxia comienza a bocajarro, sumergiéndonos sin rodeos en un conflicto armado, en una batalla estelar donde dos facciones enemigas se enfrentan: el Imperio y la Federación de Planetas Libres. Es toda una declaración de principios, pues a lo largo de la serie estas contiendas van a ser constantes. Sin embargo, no se trata de una obra de acción, sino de política y estrategia militar en una guerra que cubre casi dos siglos, donde las infinitas batallas no deciden en realidad nada. Por lo que no, esto no es Star Wars, que además resulta un tanto infantil en comparación. Aquí todos son humanos, no hay razas alienígenas ni peluches a los que se les ve la cremallera. Es una pugna fratricida donde el ser humano hace lo que mejor se le da: autodestruirse. Este anime juega en otra liga, camaradas otacos.

La serie presenta una simetría evidente entre dos mundos de filosofía opuesta, con dos personajes fuertes que medrarán gracias a su inteligencia y con problemas políticos muy distintos, pero de raíces comunes. Sin embargo, para entender el presente hay que conocer el pasado, y Leyenda de los Héroes de la Galaxia no se arredra a la hora de explicar con minuciosidad los orígenes de la guerra.

En el 2801 d.C, la humanidad ha partido de la Tierra y ha establecido en una galaxia cercana la Confederación Galáctica. Es el año 1 estelar, se vive una edad de oro. En el año estelar 296, Rudolf von Goldenbaum, joven héroe de la Confederación, se introduce en el mundo de la política. Con gran habilidad, va ascendiendo en la escala de poder y su influencia en el Parlamento es grande. En el año 310, ya como Primer Ministro, da un golpe de Estado, funda el Imperio Galáctico y se proclama Káiser. El año estelar es abolido y comienza el año 1 imperial. Rudolf instaura la Dinastía Goldenbaum, la suya propia, bajo el amparo de un sistema autocrático hereditario que remite al Antiguo Régimen, una monarquía absolutista de tintes feudales, con una nobleza fuerte e influyente. Se decretan leyes de eugenesia, se eliminan sistemáticamente a inconformistas.

En el año imperial 164 Arle Heinessen se rebela, convirtiéndose en el líder del grupo de los Republicanos. Cruzando una peligrosa zona del espacio, funda la Federación de Planetas Libres y recupera los años estelares. Junto a él, en un enorme éxodo, millones de personas deciden huir de la tiranía del Imperio para poder vivir sus existencias en un sistema democrático.

En el año estelar 640, 331 imperial, la Federación y el Imperio entran en guerra. Una guerra que está durando ya 150 años.

Con estos precedentes, la Leyenda de los Héroes de la Galaxia nos presenta a Reinhard von Lohengramm, perteneciente a la pequeña nobleza del Imperio, y a Yang Wen Li, estudiante de Historia de la Federación. Ambos son unos genios en tácticas militares, ambos están en el ejército por motivos personales más que por vocación, ambos son enemigos mortales aunque se admiran mutuamente. Los dos también, a pesar de sus orígenes humildes, progresan por méritos propios. Sin embargo, Reinhard es ambicioso y ansía el poder; Yang Wen Li, que es modesto y de talante relajado, solo desea que la guerra acabe con el menor número de bajas posible, finalizar sus estudios y llevar una vida tranquila.

Hay muchos más personajes, un auténtico carrusel de cientos de rostros que van desde generales, granjeros, urbanitas, políticos hasta pilotos o sirvientes. Todos ofrecen su visión de una realidad espinosa y desgarrada, algunos son víctimas, otros verdugos, los que más solo procuran no naufragar. Es aconsejable no encariñarse con ninguno, porque… eso, mejor que no. No obstante, sus retratos son poliédricos y llenos de matices, evolucionan y la profundidad psicológica de algunos es portentosa. Los numerosos flashbacks, además de relatar eventos de la historia, sirven para articular las diferentes personalidades, brindarles un trasfondo coherente y distintivo que hace comprensibles sus pensamientos y decisiones. Son sus voces las que construyen el relato de la Leyenda de los Héroes de la Galaxia, aunque haya otra en off narrando.

Sin embargo, debo reconocer que hay una cosa que no me ha gustado, y es la escasa presencia femenina. En un mundo donde la mitad de la población se supone que es mujer, casi no aparece su figura. Y si lo hace, es como interés romántico/sexual de alguien, en el ámbito doméstico o como la consabida pitufina. Esto le otorga cierta ranciedad anticuada que desluce un poco la serie, una pena. Es evidente que Tanaka representó en sus novelas, en un futuro muy lejano, la clásica sociedad patriarcal donde la posición de la mujer resulta casi idéntica a la que tenía en los años 80 del s. XX. Natural por otro lado, la Leyenda de los Héroes de la Galaxia es hija de su época y el autor tenía derecho, faltaba más, a escribir lo que le saliera del nabo. Yo también tengo derecho a escribir sobre lo que no me hace gracia, de modo que todos contentos. Sin embargo, este particular no me ha impedido en absoluto disfrutar de este anime, por no hablar de que soy consciente del valor trascendental que posee en la historia de la ciencia ficción.

Hay una clara dicotomía en la humanidad, representada por el Imperio, inspirado en el Reino de Prusia (1701-1918) y la mitología nórdica; y la Federación de Planetas Libres, una república democrática de apariencia más o menos contemporánea. El Imperio es una autocracia cuyo gobernante, Friedrich IV, también llamado «el Káiser de las Cenizas», es consciente de la decadencia de su dinastía y se ha abandonado a una vida de placeres, en la que la hermana de Reinhard, Annerose, es su concubina. Es un estado feudal de facto donde los nobles luchan por hacerse con el trono, son pequeños tiranos cuyo orgullo, soberbia y vanidad son la fuente de su incompetencia e insondable estupidez. Conciben la guerra desde la distancia con una noción de grandilocuencia épica totalmente insensible a la realidad de los desastres que provoca, pues no les afecta de forma directa, como casta privilegiada no sufren ni conocen esos horrores. Por otro lado, sus intrigas palaciegas y ceguera resultan la perfecta escalera para el ascenso de Reinhard, que aprovecha todos estos defectos a su favor. Sabe que el Imperio es un gigante con los pies de barro.

¿La situación de la Federación de Planetas Libres es mejor? Las democracias también tienen sus sombras, y en la Leyenda de los Héroes de la Galaxia se plasman de una manera que todos podemos reconocer demasiado bien: populismo, ultranacionalismo y la perversión de la palabra «libertad». Su cabeza más visible es el Secretario de Defensa, Job Trunicht, un oportunista que aprovecha la guerra a su favor, hace uso del miedo para manipular a la población y dirige en secreto el Cuerpo de los Caballeros Patrióticos, que lleva a cabo purgas entre los ciudadanos «molestos». Se trata de una democracia corrupta, y aunque existe un partido político antibelicista, que representa el descontento de una parte de la gente, harta de que sus familiares mueran en un conflicto estéril, su influencia siempre resulta estrangulada.

La guerra está esquilmando los recursos naturales de ambos estados, está destruyendo sus economías y devastando a la propia población. ¿A quién beneficia? Solo a particulares y, desde luego, al dominio autónomo de Phezzan, que aunque pertenece al Imperio, mantiene su independencia y se considera territorio neutral. Gobernado por el señor feudal Adrian Rubinsky, no duda en espiar a ambos bandos, venderles información y beneficiarse de la contienda mediante artimañas y zancadillas. Es un lugar de tránsito y residencia de refugiados, pero con Rubinsky nadie puede estar seguro.

¿Qué ingredientes le faltan a este potaje para convertirse en una olla explosiva? A lo largo de estos ciento y pico episodios muchas cosas estallan. Sin embargo, al guisado se le añade la molécula del fanatismo religioso, encarnado en el Culto de la Tierra, una especie de secta vinculada a la extrema derecha. Esta considera el conflicto una guerra santa, y desea por encima de todas las cosas que la humanidad regrese a la Tierra, ya que la honran como sagrada, y se la conquiste en una cruzada,

Y las batallas van desfilando, como en una danza al son de Wagner, Mozart, Dvořák… Una danza de destrucción y muerte donde brillan en todo su esplendor los estrategas Reinhard y Yang Wen Li. Son, de hecho, los diálogos y no la acción los que conducen la serie a través de un argumento denso como una estrella de neutrones, que además siempre sorprende por sus giros inesperados. Con un lenguaje en ocasiones florido, se reflexiona sobre la condición humana, la existencia del universo o el porqué de las guerras. ¿Es mejor una buena dictadura que una democracia podrida? La Leyenda de los Héroes de la Galaxia es una serie para pensar.

¿Qué más se puede comentar sobre esta serie de OVAs? Pues que la animación es gloriosa, llena de pormenores y expresividad, y que conforme avanzan las temporadas mejora muchísimo. Para los que somos fans de lo analógico y deploramos esa impresión a silicona rutilante de la informática, es un auténtico placer y descanso para los ojos ver anime así. Y los diseños de las naves espaciales… ¡ay, madre mía! esa atención al detalle es maravillosa.

La Leyenda de los Héroes de la Galaxia es una serie parsimoniosa que se toma su tiempo para narrar, pero que en cada episodio sucede algo de importancia. Sin prisa pero sin pausa. No hay apenas episodios de relleno o recapitulaciones, va sembrando semillas que más adelante germinan y abren las puertas a otros espacios. No es una obra para gente impaciente o ávida de trompazos, casi podríamos decir que tiene cierto olor a documental, como una crónica histórica que todavía no ha sucedido, pero que resuena en nuestro cerebro porque es una reverberación de lo que somos como especie. Y la guerra, la guerra que lo cambia todo.

¿Recomiendo la Leyenda de los Héroes de la Galaxia? ¡Pues claro! No obstante, como se desprende de esta reseña, es una serie que requiere un tiempo de digestión, quizá por eso no sea demasiado popular ni conocida… aún. Pero los otacos que nacimos en el mesozoico sí que sabíamos de ella, y creo que ya era hora de que le escribiera una entradilla en el blog. La tiene merecida de sobras.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

literatura, ZhongGuo

Recuerdos de Hulan He de Xiao Hong

Ya lo comenté hace unas semanas, Gallo Nero está publicando, así como quien no quiere la cosa, material muy jugoso, sobre todo para los aficionados a lo oriental. Su colección de gekiga es de verdad emocionante, y lo mismo sucede con sus libros ilustrados. Uno de ellos, Recuerdos de Hulan He de la maravillosa escritora Xiao Hong (1911-1942), ha sido uno de los últimos en caer sobre mis zarpas, y lo he devorado con calculada lentitud.

Originalmente publicado en 1942, el mismo año en que Xiao Hong fallecería, la edición de Gallo Nero (2021) es una adaptación que goza con un prefacio imprescindible de Shao Baoqing, profesor de literatura china de la Universidad de Burdeos, y las mágicas ilustraciones de Hou Guoliang (1946). Se trata de la publicación en español de la que apareció en 2007 en China gracias a la editorial Jilin Meishu Chubanhe (吉林美术出版社). No es muy largo, como tampoco lo es la obra en la que se basa, pero sí se trata de un libro de especial intensidad y belleza, tanto por su arte como su literatura. En él Xiao Hong plasmó los ecos de su niñez en el noreste de China, en la gélida provincia de HeilongJiang, en la región histórica de Manchuria. Y quizás sería conveniente hacer una pequeña presentación de la autora, su tortuosa vida y experiencias para poder comprender y disfrutar mejor de este Recuerdos de Hulan He.

Porque aunque Xiao Hong no sea todavía demasiado conocida en Occidente, ella es una de las escritoras más importantes de la literatura contemporánea del País del Medio; y tampoco es sorprendente que no fuera profeta en su propia tierra hasta los años 80, que se empezó a recuperar su trabajo y valorarse como merecía. Fue una adelantada a su tiempo, su estilo no se ajustaba al canon realista requerido… y además era feminista. Uy, lo que he dicho. Todo lo que rodea a Xiao Hong despliega un halo de melancolía y ferocidad que encoge el alma, si continuáis leyendo averiguaréis por qué.

Estas tres fotografías nos muestran tres etapas distintas de la vida de Xiao Hong, que a pesar de que fue breve porque solo vivió hasta los 31 años, tuvo bastantes más fases de las que se muestran en este trío. La primera, la niñez, ahí aparece con su madre, de la que apenas tuvo recuerdos porque falleció cuando era pequeña; la segunda, cuando conoció a Lu Xun (1881-1936) y bajo su ala floreció; y la tercera, cuando buscaba una existencia convencional, tranquila y segura con el escritor Duanmu Hongliang.

Xiao Hong vivió en 11 provincias distintas de China y también en Tokio, recorrió miles de kilómetros durante su corta existencia, aunque su tierra natal siempre sería el lugar de la nostalgia y la añoranza, y en sus últimos días expresó el deseo de regresar a la aldea donde nació, en Hulan, un 1 de junio de 1911. Pero no pudo ser. También quiso que sus cenizas reposaran junto a las de su querido mentor Lu Xun, sin embargo murió sola y abandonada en un hospital de campaña del St. Stephen’s Girls’ College en Hong Kong. Pero eso es adelantarnos a nuestra historia, vayamos al principio.

¿A que está muy elegante Xiao Hong con su pipa? El hombre que la acompaña es Xiao Jun, prominente escritor con el que vivió más de seis años. No fue una relación dichosa, así como tampoco lo fue su infancia. Con 9 años perdió a su madre, y el padre era el polo opuesto de la hija. La nueva esposa, la consabida madrastra malvada, era bastante ruda, de modo que nunca se sintió querida por su familia excepto por su abuelo. Su abuelo fue su refugio, en él halló la figura amorosa y protectora que la sostuvo hasta que murió y la enviaron a un colegio femenino en Harbin. Allí, lejos del ambiente rancio de su pueblo, descubrió la literatura moderna y progresista de su época, y también al que sería su escritor predilecto: Lu Xun. Sin embargo, esa etapa no duró demasiado, pues fue expulsada y al regresar de nuevo a casa, su padre le había preparado una sorpresa: un matrimonio concertado.

Los datos biográficos de Xiao Hong son en ocasiones confusos y algo oscuros, así que ciertos detalles y motivaciones nos resultan desconocidos. Lo que sí sabemos es que, horrorizada ante la perspectiva de un matrimonio de conveniencia, huyó con una prima a Pekín y llevó una vida de vagabunda. El hambre la hizo volver al hogar, y su padre la encerró en casa. Volvió a escapar pero esta vez a Harbin y ahí, no sabemos si porque fue tras ella o por casualidad, se encontró con el que habían planeado que fuese su marido. Lo aceptó finalmente y se fueron a vivir juntos. Pero el tipo demostraría ser todo un canalla, pues resultó que ya se había casado con otra. La abandonó embarazada y con unas tremendas deudas. Estos problemas económicos y su situación vulnerable la condujeron a un estado de semiesclavitud y pobreza muy, muy duro. Se encontraba desnutrida y vivía en un cuchitril sucio y diminuto, el único lugar donde su acreedor le permitía subsistir. Desesperada, escribió a un periódico su situación y el editor, asombrado, envió a un reportero a verificar la historia. Este periodista sería Xiao Jun, que tras conocerla ya no se separaría de ella en mucho tiempo. Fue un amor a primera vista. Un cambio en la vida de ambos radical.

Xiao Hong tuvo a su niñita, pero la entregó en adopción, incapaz de alimentarla y mantenerla. Nunca volvió a saber de ella. Mientras tanto, su relación con Xiao Jun crecía también a nivel intelectual, pues él descubrió en ella una mujer de extraordinario talento, y ambos comenzaron a escribir y publicar obras propias, incluso en conjunto. Eran trabajos abiertamente contrarios a la dinastía Qing y la ocupación japonesa, por lo que pronto fueron hostigados y tuvieron que huir primero a Qingdao y después a Shanghai. Fue entonces que Xiao Hong cumplió el sueño de conocer a Lu Xun, y a partir de ese momento alimentaron una amistad tierna y honesta. Xiao Hong encontró en él el añorado amor de su abuelo, así como también a un guía espiritual en su carrera literaria. Escribió su clásico El campo de la vida y la muerte (生死场, 1935), al que Lu Xun hizo el prólogo, y éste proclamó que Xiao Hong era «la escritora más prometedora de China». La novela, a pesar de que fue censurada, produjo un gran impacto, despertó conciencias en el país y estimuló el espíritu de lucha contra el invasor japonés. Con solo 24 años, Xiao Hong logró plasmar con una precisión asombrosa la miseria del mundo rural y la horrible vida bajo el yugo nipón en Manchukuo. Pero la novedad era que lo hacía desde una perspectiva femenina, y con un estilo inédito hasta entonces.

Estos fueron tiempos de estabilidad y contento para Xiao Hong. Visitaba a diario a Lu Xun, en su casa sintió un calor familiar sin precedentes en su vida. Y en ese círculo social, gracias al patrocinio de su protector, conoció a periodistas como la grandísima Agnes Smedley (1892-1950) y otros estudiosos extranjeros que dieron a conocer su obra fuera de China. Pero lo más importante fue, sin duda, la felicidad que supuso para ella el afecto del anciano escritor: un padre de familia, buen esposo y amante de su hijo, pero también amable y generoso con los jóvenes autores que deseaban salir adelante en unos momentos históricos tan complicados.

La risa de Lu Xun es clara y alegre desde el corazón. Si alguien dice algo graciosoo, se ríe tan fuerte que ni siquiera puede sostener un cigarrillo y, a menudo, se ríe tanto que tose.

Conforme su relación con Lu Xun era cada día más cordial, la que mantenía con Xiao Jun se degradaba. Jun bebía y golpeaba a Xiao Hong, abusaba de ella gravemente además de serle infiel, por lo que la escritora decidió irse a Tokio. Y mientras se encontraba fuera, Lu Xun falleció. Fue un golpe muy doloroso para ella, y a los pocos meses, en 1937, regresó a China. Embarazada de Jun, se casó con Duanmu Hongliang de manera precipitada, buscando un equilibrio que apenas sabía reconocer. Muchas de sus amistades le dieron la espalda por este paso y, para más inri, tras un parto difícil, su bebé murió a los dos días de nacer.

Aquí tenéis a Xiao Hong en la sepultura de su admirado Lu Xun, y en la imagen de al lado está con el que sería su última pareja, Duanmu Hongliang. Apenas hay un año de diferencia entre ambas fotografías, pero la vida de nuestra protagonista ya había dado un vuelco. Wuhan, Chongqing, Kowloon, Hong Kong… la segunda guerra sino-japonesa (1937-1945) hizo que el joven matrimonio tuviera que huir de un lugar a otro, buscando algo de seguridad. Sin embargo, la salud de Xiao Hong estaba muy deteriorada: años de hambre y frío, angustia, guerras y dos partos complicados debilitaron su cuerpo, y enfermó de tuberculosis. Sin embargo, durante esos últimos meses de su vida, tan llenos de fragilidad y toses interminables, escribió varias obras, entre ellas el que es considerado uno de sus mejores trabajos: Recuerdos de Hulan He.

Despreciada y abandonada por su marido, Xiao Hong murió de enfermedad y terror un 22 de enero de 1942. Diagnosticada erróneamente con un tumor en la garganta, la intervención quirúrgica a la que fue sometida la dejó muda. Pero la negligencia médica no quedó ahí, sino que Xiao Hong fue desatendida y las complicaciones postoperatorias derivaron en una neumonía que la mataría en menos de un mes. Solo su amigo, el también escritor Luo Bijin, fue su compañía en sus últimos días.

Este es el resumen de una vida intrincada e infeliz, necesaria para entender la obra literaria de Xiao Hong. Si os interesa conocer más sobre sus experiencias, la película The Golden Era (黄金时代, 2014) puede resultaros útil. En el cartel la frase clave es: «Ella reconoció la tempestad» (她认出风暴), o así la traduciría yo en mi mandarín macarrónico. También aparece una cita suya que dice: «Las personas y los animales son iguales, están ocupados en vivir, están ocupados en morir» (人和动物一样, 忙着生, 忙着死).

Xiao Hong fue una criatura de su tiempo, representó el dolor y desarraigo de una época no ya solo turbulenta, sino extremadamente brutal. Y su propia existencia fue así, llena de desengaños, frialdad y caos. Xiao Hong renunció al viaje consuetudinario y abrazó el abismo, porque en el abismo hay libertad. Fueron sus intensas vivencias las que alimentaron su singular escritura, aunque pagó un precio muy alto.

El mayor dolor (y desgracia) de mi vida es todo porque soy mujer.

Xiao Hong fue muy crítica con «las guardianas del patriarcado» del medio rural y su pensamiento feudal. Ella sabía que lo único que podían hacer esas señoras era llevar una existencia entumecida, tediosa y, sin darse cuenta siquiera, convertirse en cómplices del canibalismo moral de ese entorno subdesarrollado y anclado todavía en la Edad Media. Pero también supo prestar atención a la vida de las mujeres del campo y su destino en una sociedad que las quería sumisas, dóciles y siempre hermosas; e intentó despertarlas, hacerlas reaccionar ante la continua humillación a la que estaban sometidas. Nadie hasta entonces lo había hecho. ¿Aparece todo esto en Recuerdos de Hulan He? Por supuesto.

Recuerdos de Hulan He es como las nubes que se ven pasar en un día de brisa: suaves, informes y evocadoras. Quiere parecer inocente por usar los ojos de una niña, pero son los pensamientos de una mujer adulta los que nos muestran con nostalgia los paisajes rurales del noreste de China. Una nostalgia no exenta de fina ironía, y que descubre un mundo esclavo de la superstición y la ignorancia. ¿Llegaría a superar algún día el medio agrario chino ese confucianismo fermentado en la olla de un taoísmo adulterado con hechicerías? Ignoro incluso si ha sucedido ya. Hay un proverbio chino que dice: «Al pájaro que asoma la cabeza lo matarán a tiros» (枪打出头鸟), que podría ser un equivalente al japonés: «El martillo siempre golpea el clavo que sobresale» y su noción de wa. Una persona que destaque por el motivo que sea puede romper la armonía social, por lo que es susceptible de ser atacada. De hecho es deseable que lo sea: al redil o destrucción. Y eso, entre otras muchas cosas, es lo que observamos en Recuerdos de Hulan He.

Comienza con la sencilla descripción de su pueblo, sus calles, sus casas, sus negocios y transeúntes… pero pronto ese retrato en apariencia realista se agrieta y la fractura entre objetividad y subjetividad es evidente. Recuerdos de Hulan He no son solo retazos de memoria que plasman un mundo sino que, como toda memoria, es imperfecta y repleta de ausencias que Xiao Hong rellenó con poesía, creando así un nuevo universo personal no menos real que el que existió en su infancia, sino incluso más rico. Un santuario en el que refugiarse de la tragedia que era su existencia.

Xiao Hong eligió con celo sus recuerdos, no los dejó al azar, aunque la narración fluye libremente sin un orden concreto, como la corriente del río Hulan. La autora puso suma atención solo en lo que le apetecía, y pasó por alto lo que no deseaba, sin más, dando al texto el aire de espontaneidad y ligereza propio de la infancia. Porque son los sentidos de una niña, sus ojos, nariz, oídos los que nos describen de manera tan sensorial pequeños detalles de su aldea o las historias que suceden. Nos lleva de la mano correteando por huertos, patios, plazas y, por supuesto, a la orilla del Hulan, señalando no solo las risas, la música o los juegos, sino también la miseria, la crueldad y la tristeza. La estampa que puso ante nuestros ojos es muy vívida.

Con cierto pinchazo de amargura en momentos puntuales, Xiao Hong nos obsequió con un relato sereno y dulce a pesar de su violencia disfrazada. Sin duda, los momentos más gratos son los que describe junto su abuelo, al que quería tanto; y no es solo hasta al final del libro que aparecen historias articuladas con personajes obvios. Estas historias, la de Feng Bocatorcida y sobre todo la de «la pequeña nuera», resultan estremecedoras. Una siempre se sorprende de lo lejos que puede llegar la maldad humana, da la sensación de que no tenga límites.

Por otro lado, las ilustraciones de Hou Guoliang son maravillosas. Se trata de un artista, además, de Heilongjiang, de la tierra de Xiao Hong, de modo que, pese a que ha transcurrido casi un siglo, seguro que muchas de las imágenes que aparecen en la novela le resultarían familiares. O no. La cuestión es que su delicado arte capta muy bien la esencia lírica del texto de Xiao Hong. Son dibujos llenos de hermosos pormenores; y su trazo, fino y claro, expresa de manera sutil tanto escenas de gran intimidad como asesinatos. A pesar de los brillantes colores que se exhiben en algunos cuadros, hay una suave nebulosa, muy leve, que otorga a las ilustraciones una cualidad etérea que remite, cómo no, al mundo de los recuerdos. Es un estilo que bebe de la pintura clásica china, y quizás sean esas reminiscencias añejas tan exquisitas las que hacen tan agradable disfrutar de las láminas una y otra vez.

¿Recomiendo Recuerdos de Hulan He? Desde luego, es una edición preciosa. La adaptación del texto original es bastante decente (aunque la traducción no sea del mandarín sino del francés, por Miguel Marqués Muñoz) y es una buena forma de introducirse en la literatura de Xiao Hong. Pero, ante todo, aconsejo leer la novela. Como lectura complementaria esta obrita de Gallo Nero es una maravilla… pero la novela. Por favor. Leedla.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

anime, largometraje

La leyenda de Sirius

Sanrio es el imperio de la todopoderosa zarina de lo kawaii Hello Kitty, eso nadie lo duda. Sin embargo, esta empresa japonesa es mucho más; de hecho, hace un tiempo muy, muy lejano incluso comenzó a realizar animación con pretensiones internacionales. Eran los años 70 del s. XX y Sanrio quería picar más alto. En 1977, con la creatividad del poeta e ilustrador Takashi Yanase (¡viva Anpanman!), vio la luz el cortometraje animado Bara no Hara to Joe, comenzando una etapa audiovisual bastante interesante, sobre todo para los husmeadores como yo que gustamos de entretenernos escarbando entre material antiguo. Sanrio continuaría luego con Chiisana Jumbo (1977) junto a Yanase-sensei de nuevo y, tomando ya una buena carrerilla con Yanase otra vez, llegaría la bestialidad de Chirin no Suzu o Ringing Bell (1978).

Ninguno de los dos cortometrajes, tampoco el mediometraje Chirin no Suzu, a pesar de ir dirigidos al público infantil, pueden considerarse obras almibaradas e inofensivas. Estamos hablando de Japón, camaradas otacos, y la crueldad junto a la tristeza se reparten sin distinción de edad como peladillas en boda gitana. El caso de Ringing Bell resulta especialmente siniestro, pero de ese anime ya escribiré otro día.

Sanrio no se iba a quedar ahí, por supuesto, y envidó también sin miedo con largometrajes audaces, buscando hacerse un hueco en Occidente. Primero probó con una coproducción con Estados Unidos, The mouse and his child (1977), bastante convencional y que no entusiasmó demasiado; Hoshi no Orpheus (1979) llegó después, adaptando cinco mitos clásicos recogidos en Las Metamorfosis de Ovidio, pero otorgándoles un giro funkilorro y discotequero muy del momento. Luego, siguiendo la estela de la mitología grecorromana, Sanrio trabajó con Madhouse y el mismísimo Osamu Tezuka en la adaptación de Unico (1981), aunque el manga ya había tenido un amago anterior de serialización en TV, que quedó en OVA de borrajas. Y después, en ese mismo año, Sanrio parió nuestra estrella de hoy: Sirius no Densetsu (1981) o La leyenda de Sirius. Sin duda la obra más llamativa de la compañía en esa época.

Irían detrás de ella otras películas, claro, como la segunda parte de Unico (1983), el exitoso drama histórico Oshin (1984), basado en la que sería la primera asadora exportada fuera de Japón; o el que me parece su trabajo más valiente, Yôsei Florence (1985). De hecho, Sirius no Densetsu y Yôsei Florence pueden considerarse películas hermanas, comparten muchas cosas sobre todo a nivel artístico, y ambas poseen un espíritu desobediente que las hace especiales incluso después de tantos años. Pero tampoco es de extrañar, ya que fueron dirigidas por el mismo director, Masami Hata, y gozaron de las historias del propio Shintarô Tsuji, el jefazo de Sanrio. Sin embargo, es La leyenda de Sirius la protagonista del SOnC de hoy. No obstante, os dejo por aquí Fairy Florence por si queréis echarle un vistazo, merece muchísimo la pena, es mi favorita de las dos.

También es cierto que ambas han sido comparadas hasta la náusea con Disney, y han salido perdiendo, por supuesto. Como si se tratase de un esfuerzo extraordinario por lograr la excelencia de la maquinaria estadounidense y se fallara porque, ¿cómo se puede conseguir algo así? La tecnología de Disney es inalcanzable. Pero todos sabemos que esto no es cierto, al menos ahora, en nuestro presente. Con todo, debemos reconocer que en los 70 y 80 el panorama era distinto, y sí, Sirius no Densetsu le debe muchísimo a Disney, aunque detenerse en la epidermis resultaría injusto, porque hay mucho más que disfrutar y valorar de este largometraje.

La leyenda de Sirius fue concebida a lo grande, creada para ir más allá de las fronteras de Japón, saltar a Occidente y demostrar que la animación de calidad en grandes salas y para toda la familia no era el coto privado de nadie. No es que no se hubiera intentado antes, pero Sirius no Densetsu lo hizo en el mismo lenguaje comercial que los norteamericanos facturaban al planeta entero. Este film fue planteado de tal manera que hasta la banda sonora, compuesta por Koichi Sugiyama, fue interpretada por la orquesta sinfónica NHK de Tokio: suntuosidad y alto presupuesto. No fueron, ni mucho menos, tacaños. ¿Les salió bien? En el plano artístico un sí rotundo; en el comercial, ¿alguien la recuerda o la conoce? Pues ahí tenéis la respuesta.

Pero comencemos por el principio, ¿qué nos narra La leyenda de Sirius? Shintarô Tsuji nos relata un cuento repleto de elementos que se alimentan de lo legendario, una historia de amor imposible donde el villano hace tiempo que fue derrotado, esparcidos sus huesos y tomado su globo ocular como reliquia y símbolo de poder. El malo está muerto, los malandrines que restan son solo mezquindad. Sin embargo, las semillas que sembró brotaron y crecieron con vigor, convirtiéndose en la divergencia que conformaría un abismo infranqueable. O casi.

Themis, diosa del fuego y Glaucos, dios del agua, son hermanos y vivían como uno solo, en completo amor y alegría. Pero su felicidad era envidiada por el dios del viento, Argon, y decidió diseminar mentiras llenas de odio entre los dos. Donde antes hubo un profundo afecto, surgió un rencor inmenso que condujo a un violento enfrentamiento entre Themis y Glaucos. La guerra fue tan devastadora que el dios superior se vio forzado a intervenir, neutralizar a Argon y arrancarle su fuente de poder, su ojo, para entregárselo a Glaucos. Pero esta paz forzada apenas puede ocultar el resentimiento y aversión que siguen sintiendo los hermanos; y, cada uno en su reino, el Océano y la Tierra junto al mar, continúan aborreciéndose en la distancia.

Tanto Themis y Glaucos han tenido descendencia, y como herederos de los reinos de sus padres, tienen responsabilidades. La hija de Themis, Malta, es la guardiana de la Llama Sagrada y debe cuidar de que nunca se apague, pues asegura la calma en las aguas del Océano y la prosperidad del reino del Fuego. Malta siempre se encuentra escoltada por la pipiola hada ígnea Pialé, que siente un intenso amor por ella. El hijo de Glaucos es Sirius, que llegada su mayoría de edad recibe el ojo de Argon como atributo de futuro gobernante del Océano. Su compañero de travesuras es el pequeño sireno Teak, la voz de la sensatez. Ambos príncipes son muy jóvenes y tienen la cabeza un poco en las nubes, sobre todo Sirius, que en una de sus escapadas, atravesando las Regiones Tabú donde hay extrañas criaturas y yacen los despojos del antiguo dios del viento, alcanza la orilla del mar y llega hasta el reino del Fuego. Allí descubre a Malta, pronto ambos se enamoran y viven su inocente idilio en un jardín secreto.

Sin embargo, su amor está condenado desde el principio: no solo porque pertenezcan a clanes enemigos (que sean primos hermanos ya pues da igual), sino porque los dos son herederos al trono de sus respectivos territorios. Malta, en unos días también, alcanzará la mayoría de edad y relevará a su madre de su cargo con la llegada de un eclipse solar mágico. Pero la sabia tortuga Moelle les brinda una diminuta esperanza: durante el eclipse, en la colina de Mobius, unas raras flores brotan, liberando unas esporas que, flotando, se dirigen a una lejana estrella donde fuego y agua todavía coexisten en armonía. Solo tendrían que seguirlas. Y los muchachos se aferran a esa perspectiva con optimismo.

Como bien imaginaréis, la historia se complica. Y debo añadir que La leyenda de Sirius es una tragedia, por lo que el final no es feliz como se acostumbra a ver en las producciones Disney. Aquí hay muertos, otaquería, y los japoneses son además especialistas en espachurrar nuestros kokoros y hacernos llorar si es posible. Se trata de un cuento de hadas que se inspira en los cientos de leyendas que existen de amor imposible (Tristán e Isolda, los amantes de Teruel, Romeo y Julieta, Niu Lang y Zhi Un, etc) para crear su propio y descarnado drama. Los personajes en sí no nos van a sorprender, pues representan arquetipos bien conocidos por todos que simplemente están al servicio del relato. Pero resulta muy bonito observar el abanico de emociones que se despliegan ante nosotros: la curiosidad por el sexo opuesto, la ingenua adoración del enamorado o la ansiedad ciega de la pasión. Todo con mucho esmero.

Sirius no Densetsu en ese aspecto es peculiar, ya que permite una doble lectura. Va dirigido a un público infantil, y ahí tenemos los ingredientes habituales de la fórmula, como los recursos cómicos, bellas danzas visuales de gran cromatismo o los típicos personajes graciosos; pero también encontramos moléculas bastante más oscuras que solo una persona adulta puede comprender en toda su dimensión. Es una auténtica película para toda la familia, de la que tanto mayores como pequeños pueden disfrutar.

En el terreno artístico es imposible no aludir a Fantasía (1940) o Peter Pan (1953) y su compañera Campanilla, las influencias están ahí bien presentes. Pero también tenemos al bishônen de Tezuka y sus malvados burlescos (Mabuse es una maravillosa salamandra gigante japonesa), no hay que olvidar que el director, Masami Hata, trabajó en Mushi Pro. Sirius no Densetsu aspiraba a ser un largometraje con lo mejor de Occidente y Japón, uniendo la ciencia de ambos mundos para ofrecer al espectador un producto bueno y accesible. De hecho, decidieron utilizar los 24 fps acostumbrados en el cine estadounidense (son el estándar), incluso en algunos momentos llegaron a los 80 fps, otorgándole una fluidez extraordinaria a escenas donde el fuego o el agua son los protagonistas.

Los paisajes que se nos muestran en Sirius no Densetsu, en especial los submarinos, son de una belleza e imaginación incomparables. Mucho más ricos y misteriosos que los que Disney más tarde elaboraría para su Sirenita (1989). Son muy evidentes los coletazos de un Yôji Kuri comedido, de una psicodelia vibrante en sus criaturas surrealistas. Además recordemos que se trata de animación tradicional, hecha a mano, nada de ordenadores y CGI, lo que concede mucho más mérito a ese laborioso esfuerzo que obtuvo una obra tan espectacular. Es una película sugerente y poética, y muchos de sus recursos visuales luego los hemos podido observar en trabajos posteriores, como por ejemplo Sailor Moon.

La leyenda de Sirius es una película grandilocuente y compleja, realizada con sumo gusto y que, por desgracia, no logró lo que tanto ambicionaba. Una lástima que se encuentre así de olvidada, pues no lo merece. Quizá es que por su crueldad intrínseca no llegó a conectar con el público general, no lo sé, sin embargo se trata de una obra conmovedora que nos susurra que, en realidad, el amor no lo puede todo; y que la lealtad y la candidez no son un escudo que nos proteja del mal. Lecciones valiosas.

¿La recomiendo? Por supuesto. Sirius no Densetsu es capaz de transmitir con eficacia sentimientos que muchas películas de acción real no pueden ni rozar. Aunque haya cargado con el sambenito de Disney-wannabe y por ello desdeñada, La leyenda de Sirius es una obra única y preciosa en su rareza, que no se avergonzó de sus ascendentes pero que tampoco tuvo miedo de arriesgar. Su influjo todavía se puede percibir, aunque no sea muy conocida (aún) entre los otacos. Veamos si con esta entradilla podemos cambiar un poco eso.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Shôjo en primavera

Shôjo en primavera: el cuento del valle de Tonkara

Como ya comentaba en la entrada anterior, hallar en Occidente shôjo primigenio es bastante complicado, aunque no del todo imposible. Por algo SOnC tiene esta sección anual, ya que leeeeeeeeentamenteeee se va publicando material antiguo de esta demografía, tanto por scans como de manera legal. Pero la cosa a grandes rasgos continúa siendo muy poco asequible. Quizá el shônen lo tiene algo más fácil, ya que despierta más interés por ser bastante mejor valorado que el shôjo; y es una cuestión que resulta injusta, porque la calidad es la misma. Un shônen merdoso es tan hediondo como el más repelente de los shôjo, sin embargo se suele tolerar mejor el primero.

Siguiendo la estela de la querida Mî-kun, hoy continuamos con un shôjo de animalitos también, al menos lo es el relato principal y más largo que da título a la recopilación. Se trata de Tonkaradani Monogatari o El cuento del valle de Tonkara (1953-1959) de Osamu Tezuka. Exacto, un manga de los años 50. Y sí, con Tezuka tomando el relevo de Leiji Matsumoto en el blog (hay que mantener el nivel).

El cuento del valle de Tonkara consta de 11 relatos que fueron impresos entre 1953 y 1959, y finalmente recopilados en el último tomo, el 382, de la Tezuka Osamu Manga Zenshû u Osamu Tezuka Complete Manga Works que Kôndansha empezó a publicar en 1977, cerrando la colección en 1997.

Todas son historias independientes y autoconclusivas, pero con el nexo común de pertenecer al mismo mangaka y a una misma demografía, la de las niñas. La narración principal y más larga es la que da nombre al propio volumen: Tonkaradani Monogatari. Si quisiéramos hacer una traducción más precisa, deberíamos indicar que tonkara es una palabra que designa a un tipo de avecilla, como un herrerillo o carbonero, así que sería algo así como «el cuento del valle del herrerillo».

Se trata de una historia compleja pero lineal, que cuenta las vicisitudes de una pequeña ardilla llamada Jiro, la cual vive con sus padres y hermanos en el valle de Tonkara. Muy pronto su apacible vida cambia con la llegada de una ardilla con hipertrofia muscular, que en una pelea vence al padre de Jiro, obligando a su familia al exilio y al hambre. La nueva ardilla fisioculturista se hace la jefa absoluta de Tonkara, por supuesto. En su huida, Jiro se separa de su familia y, completamente desamparado en las fauces de un zorro, una niña llamada Sanae lo encuentra y acoge en su hogar, no sin antes ser atacada por un águila (!!!) que la deja ciega.

Este es el comienzo, muy resumido por cierto, de un relato rocambolesco lleno de desgracias y aventuras excéntricas donde Tezuka exprimió toda su imaginación, aunque el resultado fuera bastante folletinesco. Todo se resume en la búsqueda del hogar, del regreso al valle de Tonkara a través de un laberinto repleto de obstáculos, algunos de ellos bastante inesperados. Y la venganza, por supuesto. ¿Puede llegar a recordar un poco a su Jungle Tatei (1950), a Kimba? Pues sí, por aquel entonces lo estaba dibujando también, de modo que no resulta una sorpresa, aunque El cuento del valle de Tonkara es infinitamente más descabellado. También encontramos en sus viñetas personajes arquetípicos del universo Tezuka como Hige Oyaji, Ham Egg o Acetylene Lamp, estos dos últimos cumpliendo con el que es su deber: hacer el mal.

No obstante, hay un trasfondo de cierto aroma ecologista en todo el cuento, de amor por la naturaleza. Un amor que se cristaliza mediante la nostalgia por el paraíso perdido, y expresa cómo el progreso humano es enemigo de los bosques, los animales, los ríos y los valles; y aunque se asume como un mal necesario, la crítica por la pérdida de los espacios silvestres está ahí por parte del autor. ¿Podemos vislumbrar ahí la silueta de Kenji Miyazawa? Yo pienso que sí, así como también es indudable que Miyazaki y sus compañeros de Ghibli aprendieron unas cuantas cosas de Tezuka. Y Tezuka, a su vez, aprendió otras tantas de Disney, ya que en este primer cuento la influencia de Blancanieves y los siete enanitos (1937) o Bambi (1942) es tan flagrante que arden las retinas. Pero se lo disculpamos por completo, ya que él nunca negó su ascendencia artística, cosa que la industria Disney todavía no ha reconocido con El Rey León (1994).

Los diez cuentos restantes son: «Canta, Penny», «La historia del sombrero de copa de seda», «La princesa caballero: Tink y el huevo de oro», «El pato de cuello blanco», «La escama dorada», «Por qué madre perdió su pierna», «El diablo se invita a sí mismo al baile», «Por qué madre perdió sus ojos», «Mignon» y «El manantial de la grulla». Todos son invención de Tezuka, salvo los que se señalan como adaptación de otras obras previas, como cuentos rusos, otomanos e incluso una ópera. Unos son muy escuetos, otros se extienden un poco más, pero en general son relatos cortos que beben de las mismas fuentes estéticas que su hermano mayor. Algunos incluso guardan una pequeña moraleja, por lo que podríamos emparentarlos con las fábulas tradicionales. Por supuesto, hay crueldades y melodrama a cascoporro como sucede en los cuentos infantiles, y los animalitos tienen, en conjunto, un protagonismo especial en la mayoría de ellos.

Hay historias que me han gustado más que otras, porque la calidad es algo desigual. Quizás han llamado más mi atención aquellas de tufillo más clasicote, aunque no se puede decir que sean las joyas de la corona de Tezuka. Sí que resultan muy interesantes para evaluar las características del shôjo más temprano, y saber valorar su evolución posterior con otros autores que vendrían después a revolucionar la demografía. Manga no Kamisama plantó la semilla de una secuoya gigante, y supo también abonarla con obras de gran talento. ¿Es esta compilación una de ellas? La respuesta es que tan solo por tratarse de trabajos iniciales suyos merecen ya una lectura atenta.

Me ha llamado la atención que gran parte de estos cuentos, incluido el principal, se encuentran «sombreados», como si hubieran sido publicados originalmente en color. Los scans ya sabemos que no son la fuente más fidedigna para elucubrar en cuanto a un tema así, pero da la sensación de que algo de cierto hay en ello, pues he encontrado un par de páginas que parecen corroborar la sospecha. Os las dejo un poco más abajo.

El arte de estos relatos es tan hermoso y elemental como se puede esperar de una obra de Tezuka de principios de los años 50. Vigoroso, firme, claro y expresivo; con esos ojazos tan característicos y su pasión por el movimiento, aunque los paneles todavía resulten muy estáticos. Sin embargo, su audacia visual y maestría están ahí, ofreciendo nuevas emociones a sus jóvenes lectoras. Que sí, que mucho Disney, pero también mucho Tezuka creciendo a ojos vistas.

¿Qué relatos recomiendo en particular? Pues los que comento a continuación han sido los que más han despertado mi interés:

«El diablo se invita a sí mismo al baile» es un caramelito para todos aquellos que amemos La Princesa caballero (1953) y, sobre todo, vástagos suyos como Versailles no Bara (1972) o Shôjo Kakumei Utena (1997). Es el convencional cuento de princesa en palacio dieciochesco, con ligeras emanaciones revolucionarias, que esconde misterios, intento de asesinato y final agridulce. La protagonista es tan inane como víctima de las envidias, bella y abandonada entre los lujos de la corte; sin embargo, la noche del baile real se convertirá en un desafío para ella, también en un descubrimiento maravilloso.

Vale, es cierto que «Tink y el huevo de oro» es en realidad la referencia directa a La Princesa caballero en esta compilación, pues hace acto de presencia Tink e incluso la misma Zafiro; pero se trata de un cuento muy breve y algo insulso, nada que ver con la suntuosidad de chocolate y nata que es «El diablo se invita a sí mismo al baile». Un tipo de shôjo que se convertiría en canónico, pero que aquí sigue siendo todavía una novedad, además conducida de una manera lúcida y divertida.

«La historia del sombrero de copa de seda» en realidad son varias historias cuyo engarce es, naturalmente, un sombrero; aunque el protagonista principal es un pajarillo que busca un nido mejor y más cálido para su familia. Por error queda atrapado dentro de él y va pasando de mano en mano, de aventura en aventura, ¡hasta un espectáculo de la compañía Takarazuka Revue brota de repente en su periplo! Se trata de un cuento enérgico, lleno de humor y payasadas; una carrera enloquecida donde la meta parece que nunca se alcanza. Un poco como en El cuento del valle de Tonkara, pero mejor estructurado, siguiendo la dinámica de dibujos animados clásicos como los Merrie Melodies de Warner.

Mi última selección en realidad son dos, y las he unido porque ambas pertenecen al universo del folclore japonés y su corazón es el de un hengeyôkai. En este caso concreto una serpiente y una grulla. Esta clase de cuentos son muy habituales en la mitología de las islas, mujeres que en realidad son yôkai con capacidad de metamorfosis. Casi siempre en agradecimiento a una persona, toman aspecto de mujer, conviven con su benefactor e incluso tienen hijos. Pero como todo versado en Cipango sabe, yôkai y ser humano son como el aceite y el agua, su unión solo provoca amargura. Y es lo que dibuja Tezuka, todo narrado con delicada melancolía en algún lugar impreciso del tiempo durante la era Edo, donde además son los humanos quienes contienen el germen de la incomprensión y la maldad.

Las historias son «Por qué madre perdió sus ojos» y «El manantial de la grulla». Los lectores curtidos de manga hemos leído cientos de veces cuentos similares, pero no debemos olvidar que estamos ante los pasos incipientes del shôjo, quizá se trate de hecho de los primeros tebeos que estampen en sus viñetas este tipo de narraciones tan propias de la tradición cultural nipona.

¿Y el resto de relatos no merecen la pena? Claro que sí, de hecho también he disfrutado con «La escama de oro», basado en un cuento clásico turco; y «Mignon», que aunque inspirado en la novela de Goethe Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1795) y su adaptación operística Mignon (1866), tiene todos los ingredientes que Tezuka gusta de añadir a sus shôjo: intriga, enredos, niñas vestidas de niños, algo de comedia y un final insospechado. «Por qué madre perdió su pierna» me dio mucha penita, por ejemplo; y a pesar de ser cortito, tiene unos fallos de coherencia algo obesos. No hay demasiados personajes grises tampoco, la verdad, pero es algo de esperar en esta clase de trabajos.

¿Recomiendo Tonkaradani Monogatari? Sin ninguna duda, es un pedazo (bueno, pedacitos) de historia del manga. Y, además, siempre es un placer contemplar la esbelta línea de Tezuka, leer esos disparatados relatos colmados de ingenio y fantasía. No es lo mejor de su repertorio, pero tampoco hay que olvidar que se trata de obras muy tempranas, contemporáneas de Astroboy (1951), y que son sus primeros escarceos en el shôjo. El cuento del valle de Tonkara no posee las pretensiones de Metropolis (1949) o Faust (1950), es material ligero de típicos cuentos infantiles pero, ojito, que quien los narra no es un artista cualquiera,

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

anime

Auge y caída de los Heike

Como llevo tanto tiempo desconectada, se me han pasado por alto muchos tebeos, películas y series, pero ya estoy poniéndole remedio. Del año 2021, que en un primer vistazo paréceme un pavo relleno de muchas cositas deliciosas, Heike Monogatari es lo que más me ha llamado la atención. ¿Anime histórico y encima de la era Heian? ¿Adaptación de la obra épica del mismo nombre? ¿Pero cómo voy a ignorar esta extravagancia en el océano uniforme de soporíferos slice of life, babosadas moe o shônen encabritados? ¡Esto hay que verlo pero ya!

La verdad es que no se prodigan demasiado los anime del periodo Heian, y mucho menos dedicados a la literatura, así que este Heike Monogatari lo podríamos emparentar con trabajos anteriores como Genji Monogatari Sennenki (2009) o Chouyaku Hyakunin Isshu: Uta Koi (2012), de los que he escrito en alguna ocasión ya en el blog. Así que se puede intuir qué acento va a predominar en la serie, muy alejado de las obras comerciales de quemar y olvidar que suelen saturar las diferentes temporadas animescas. Y como sus dos predecesoras, exigirá del espectador gaijin unos mínimos de cultura japonesa, así como un profundo respeto hacia ella, lo que extrae de la ecuación a 3/4 partes del otaco promedio. Y aun teniendo unas nociones básicas, Heike Monogatari no será un plato de gusto popular, porque está enfocado ante todo hacia el público japonés. Quizá me estoy adelantando un poco en la reseña, pero tampoco está de más advertir desde un principio lo que nos vamos a encontrar. Como gatos, vamos a encontrar gaticos

Porque también es cierto que podrían haber orientado este anime a la acción, los desmembramientos y las cruentas batallas que se relatan en la obra literaria, pero no. La dirección de Heike Monogatari cayó en manos de Naoko Yamada, una mujer que se hizo todo un señor nombre gracias a su trabajo y esfuerzo en la trágicamente desaparecida KyoAni. Se puede considerar este su primer trabajo después de la hecatombe, y de momento parece bastante comprometida con Science SARU. Ojo, que hayan sido estos estudios los responsables de Heike Monogatari también es un aviso de que el producto no va a seguir el camino más transitado.

Yamada otorgará a este anime una mirada especial, diferente, aunque completamente respetuosa con el alma de la época. Pero debemos aclarar que Heike Monogatari es una adaptación de otra adaptación a su vez, la novela de Hideo Furukawa, que procuró trasladar al japonés moderno este cantar de gesta. Los que conozcáis la obra literaria original no hace falta que os diga que se trata de una creación grandiosa que difícilmente va a poder condensarse en 11 capítulos de animación. Pero, oigan, que lo han intentado, y el resultado no les ha quedado nada mal.

Yoritomo del clan Minamoto, vencedor de las Guerras Genpei (1180-1185) y primer shôgun de la historia, fundador del shogunato Kamakura.

Si os interesa la obra original en castellano, Satori (benditos sean) publicó una edición monumental que merece mucho la pena. Se trata de un imprescindible de la literatura japonesa, equivalente al Cantar del mío Cid, Beowulf, la Ilíada o el Cantar de Rolando, todos clásicos occidentales. El Cantar de Heike es un poema épico del s. XIII que nació para ser recitado, y así fue creciendo y sobreviviendo en la boca de los monjes ciegos que con su biwa iban recorriendo el país cantando y narrando el auge y la caída del clan Heike. El Cantar de Heike, de hecho, es la fuente documental más importante que tenemos de las Guerras Genpei, donde los Heike y sus seguidores fueron exterminados.

La obra literaria no tiene un autor; como la mayoría de este tipo de literatura, es anónima. Es el resultado de una larga tradición oral, un aglutinado de diferentes versiones que muestran en realidad una autoría colectiva. La compilación más antigua pertenece al monje Kakuichi, y es de 1371. El Cantar de Heike es una obra que permea, desde su aparición, la cultura japonesa al completo, empapándola de sus historias, conflictos, personajes, moral y filosofía. Sus decenas de protagonistas extienden sus tentáculos en las artes, desde los dramas delhasta novelas, fábulas, kabuki, bunraku, películas u obras pictóricas. ¡Y series de animación! No es la primera vez que aparece en los «dibujitos chinos» ni será la última. De hecho, Masaaki Yuasa, fundador de los estudios Science SARU, este pasado mayo de 2022 estrenó la película Inu-Ô, que sigue la estela de los Heike. No he tenido todavía la oportunidad de verla, pero ganas no me faltan.

Heike Monogatari la serie nos narra el auge y caída del clan Heike o Taira, enfrentados a muerte al clan Minamoto o Genji. Se centra más en los Heike, dejando a los Minamoto un poco de lado, pero el carrusel de personajes históricos es continuo, puede dejar sin respiración si no se pone interés. Cierto que, en general, los Minamoto tienen más de caricatura que de nobles (pobre Yoritomo, jojo) sin embargo, en once capítulos tampoco se puede exigir una gran profundidad psicológica dada la obra que es.

El anime tiene el mismo hilo conductor que el cantar de gesta: el instrumento musical que sirvió para su difusión, la biwa. En este caso, se personifica en una niña, hija de un músico que muere injustamente a manos de unos esbirros del clan Heike. A partir de ese suceso, toma el nombre de Biwa y decide seguir los pasos de su padre. Shigemori, hijo mayor de Kiyomori, patriarca de los Heike, se entera de lo ocurrido, y decide acogerla en su casa. Allí Biwa se negará a asumir el tradicional rol femenino y vestirá como un chico; asimismo, se dedicará a narrar con su música la historia de los Heike, ya que ha percibido su final. Biwa y Shigemori comparten un don, que se expresa en forma de heterocromía del iris. Con su ojo «maldito» son capaces de ver, en el caso de Biwa, el futuro; en el caso de Shigemori, los espíritus de los muertos. Y así, a través de los ojos de Biwa, unos ojos infantiles pero inteligentes, capaces de ver más allá de lo evidente y condenados a una impotencia suma, los acontecimientos se irán desgranando. Biwa no podrá hacer nada, salvo observar, registrar y cantar sobre lo inevitable.

Este destino es inexorable, pero no conducido por fuerzas externas; son las decisiones humanas las que lo hacen fatal. Es el ímpetu, la irreflexión y soberbia del líder Kiyomori los que precipitan las circunstancias en el anime, los primeros guijarros de una avalancha que arrastrará a su clan a la destrucción. Y es que en Heike Monogatari, a pesar de que sus protagonistas son personajes históricos tan solemnes que casi podrían cagar mármol, son plasmados con total humanidad. Son solo personas atrapadas en las redes de poder que ellos mismos han tejido y de las que no pueden escapar. Atados por decisiones debidas al honor y el orgullo, al miedo o la ira. Combates, intrigas políticas y luchas por el dominio de Japón son una parte fundamental de este anime, pero Yamada también elige mostrar otra realidad, oculta entre las bambalinas del drama masculino: la posición de la mujer en la era Heian (el personaje de Tokuko es de los más logrados).

Y no es una elección gratuita, pues en este el último periodo clásico de la historia japonesa, las mujeres en la corte comenzaron, a pesar de sus amarraduras, a brillar. Damas como Izumi Shikibu (976-1030), Murasaki Shikibu (978-1014) y la dama Sarashina (1008-c.1059), empezaron a escribir, a dar forma a la lengua japonesa y enriquecerla con el hiragana. Fueron precursoras de la literatura japonesa moderna con sus diarios, poesías, cartas y… la que es considerada su primera novela: Genji Monogatari. Fueron indispensables para esa auténtica revolución cultural cortesana que acaeció durante la era Heian.

Las mujeres de las clases altas podían acceder a una mínima educación y cierto patrimonio, pero se hallaban en una posición bastante singular: muy cerca del poder, incluso algunas de ellas eran sus marionetas directas (emperatrices, concubinas, damas de honor…). Sin embargo, no poseían la capacidad de ejercerlo. Otras tenían incluso independencia económica, pero vivían aun así subordinadas a causa de su género. Esta proximidad al poder político les permitió conocerlo y analizarlo con gran perspicacia, y actuar según sus posibilidades, aunque fueran exiguas. Así es mostrado en Heike Monogatari, donde las únicas mujeres que pueden considerarse relativamente libres son las que escogen la vida monacal.

Yamada se hizo rodear de asesores históricos como Yoshihiko Sata o el supervisor musical Yukihiro Gotô para estampar con la mayor fidelidad posible esa atmósfera Heian de sofisticación y excelencia, de cortesía exquisita y etiqueta exigente cuyos valores morales y estéticos eran el mono no aware y el miyabi. El mono no aware es un sentimiento donde se unen melancolía y serenidad. Combina dos nociones, una extranjera (budista) y otra autóctona (sintoísta); una que reflexiona sobre la inestabilidad y caducidad del cosmos, y otra que reverencia y sacraliza la naturaleza. El mono no aware es la comunión con la naturaleza para experimentar su impermanencia (mujô kan), fragilidad, imperfección y, precisamente por eso, su gran belleza (wabi-sabi). El miyabi es el sibaritismo, el gusto por la elegancia refinada y la distinción. 

Así tenemos entonces una serie plena de la sensibilidad estética de la era Heian pero con una perspectiva más contemporánea, donde Yamada decide dar espacio también a las relaciones interpersonales y los sentimientos de los personajes. Todo encaja como en un puzle, y el rico simbolismo que fluye en cada episodio dispensa a la serie de un corazón puro, pero taciturno. Heike Monogatari es un tsunami audiovisual que apabulla por la belleza de sus colores, sus detalles, su dinámica, su música.

En el aspecto formal nada se ha dejado al azar, Heike Monogatari es un prodigio de anime diseñado para fascinar con sosiego. Solo puedo decir que algunos recursos utilizados me han recordado a la maravilla de Kaguya-hime no monogatari (2013) del siempre añorado Isao Takahata, y eso es decir mucho de mi parte, porque amo esa película sobre todas las cosas. En resumen, se trata de un trabajo único y especial, que se nota que está realizado con mucho cariño y sutileza, con una profunda admiración hacia la obra original. Pero. Todo tiene un pero, por supuesto, nada es perfecto, de ahí también proviene su valor.

Heike Monogatari no es una obra accesible. Y aunque Biwa es el insuperable conector entre personajes y espectador, aunque existen ciertos momentos de humor o de simple contemplación de la naturaleza que pueden ayudar a relajar densidad y ritmo, Heike Monogatari exige paciencia y calma en su visionado, al menos si se desea disfrutar en plenitud. Son muchos los nombres que desfilan en la pantalla, numerosos personajes de gran calado histórico que apenas aparecen minutos, pero que sin ellos y sus decisiones no se podría seguir el argumento principal. En resumen: hay que echar un vistazo general a las historias del cantar de gesta para saber quién es quién y por qué sucede lo que sucede.

Ver Heike Monogatari es como observar a cámara lenta el descarrilamiento de una enorme locomotora de vapor, sabemos qué va a suceder, cómo va a ocurrir y cuál va a ser el resultado final. Pero no por ello es menos interesante, más bien al contrario. Siempre hay algo de hipnótico en presenciar la desgracia ajena. Así es el ser humano. Y este anime es muy humano.

¿Lo recomiendo? Por supuesto, creo que es una buena manera de adentrarse además en la obra original. Si se consigue superar la confusión natural de los tres primeros episodios, Heike Monogatari abre las puertas a un mundo ya extinto de esplendor y crueldad a partes iguales. También es verdad que para los familiarizados con el cantar de gesta esta serie puede resultar una vorágine donde se pierden muchas, muchas cosas importantes, y que no sea más que un reflejo nuboso de la complejidad real de la obra literaria. Y es que tan pocos episodios dan para poco más, sin embargo, la experiencia puede resultar muy satisfactoria si no se es demasiado jeremías.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Manhwa

Hierba

Nadie presta atención a la hierba. Humilde, sencilla, está por todas partes. Pero es resistente, es fuerte y, a pesar de que se la pisotea y menosprecia, sobrevive. Esta preciosa metáfora es la que nos presenta, con gran delicadeza, el último manhwa que he leído: Hierba (2017) de la autora Keum Suk Gendry-Kim. En España ha sido publicado en febrero de este 2022 por Reservoir Books de Penguin, con traducción de Joo Hasun.

Pero antes de nada, os recomiendo muchomuchomucho la entrada que Serial Experiments Lab. ha realizado dedicada a esta obra. Es muy especial y seguro que os brindará una nueva perspectiva sensorial a la hora de conocer Hierba. Podéis disfrutarla AQUÍ.

Sí, lo sé, llego una miaja tarde, ha sido un cómic muy celebrado desde casi su aparición, con muchos premios, muchas nominaciones a cositas importantes y del que se ha hecho eco hasta la prensa generalista. A bombo y platillo. Y, ¿sabéis qué? Que lo merece, carallo. Además, que ya se haya escrito sobre Hierba por activa y por pasiva no es óbice para que en SOnC tenga también su espacio. Porque es un manhwa que me ha gustado mucho, y que también se me ha atragantado y me ha hecho sufrir.

No voy a contar nada que otros ya no hayan hecho pero así, de paso, os presento a Hermes Trismegistos Djehuty, Hermesito para los amigos. Para mi gran desgracia, Isis cruzó el arcoíris el 28 de diciembre de 2020. Lo pasé muy mal. Al cabo de un año, desde la gélida Siberia, Hermesito apareció en mi vida. Y estoy muy agradecida de su presencia y amistad, aunque Isis siempre estará conmigo. Siempre.

Siguiendo la estela de la entrada anterior, donde Nagisa Ôshima a través de su película La presa (1961) exponía la hipocresía e irresponsabilidad endémicas de la sociedad japonesa, sobre todo tras la Guerra del Pacífico (1937-1945), Hierba presenta el testimonio gráfico de esa negligencia vergonzosa en un contexto muy concreto, y cuyas consecuencias todavía se están sufriendo. Me refiero a la cuestión de la esclavitud sexual durante la ocupación japonesa de Asia Oriental y parte de Oceanía, una red institucionalizada de prostitución forzosa a la que, obscenamente, se denominaba «estaciones de consuelo» y a sus trabajadoras ianfu o «mujeres de solaz». Un negocio de trata de blancas establecido por el Ejército Imperial Japonés para entretenimiento y disfrute de sus soldados por Filipinas, Indonesia, Tailandia, la isla de Nueva Guinea, Myanmar, la entonces Indochina francesa, Malasia, China, Taiwán… y, por supuesto, Corea.

En resumen, para evitar que los pícaros soldados nipones fueran violando por doquier a las mujeres de los territorios que iban ocupando, pensaron que sería mejor idea atraerlas con falsas ofertas de trabajo o, directamente, secuestrarlas cuando iban al colegio, caminaban por el campo o estaban en sus casas, y encerrarlas en tugurios (perdón, «estaciones de consuelo») donde la milicia podría acudir y abusar de ellas con mayor comodidad. Ni comparado con hacerlo bajo un arbusto o detrás de la tapia de un corral, un poco de orden y disciplina, por favor.

Lee Ok-Sun

No hay un consenso sobre cuántas mujeres y niñas fueron esclavizadas en burdeles militares japoneses, pero se calcula que entre 300.000 y 400.000. La mayoría procedían de Corea y China. No quedan ya muchas, y se las llama, con cariño, halmoni (할머니 ), «abuela» en coreano. Y Hierba nos narra la vida de una de ellas, desde su niñez hasta el presente; nos cuenta sobre la tenaz voluntad de vivir de Lee Ok-Sun.

Porque la tragedia de estas personas no debería olvidarse jamás, y mucho menos ningunearse como ha hecho el Gobierno japonés durante décadas. A pesar de que se compensó económicamente a Corea por los estragos de la ocupación y en 2015 se llegó a un acuerdo definitivo para indemnizar a las esclavas sexuales, las disculpas fueron tibias; y en ese acuerdo no estuvieron representadas en ningún momento ni de ninguna forma las afectadas. Fue un pacto entre señoros: unos ávidos por recibir y robar gestionar la compensación económica; y los otros ansiosos por pasar página de un trance molesto como un mosquito. Y no es de extrañar, ya que una gran parte de los altos cargos políticos actuales de Japón son descendientes de los que administraron recursos e ingenio durante la Guerra del Pacífico, entre ellos también los prostíbulos.

Estados Unidos, al ocupar Cipango tras las bombas, no deseaba soliviantar demasiado los ánimos del país, y permitió que criminales de guerra, oficiales imperiales y otros personajes de abolengo fueran rehabilitados y recuperaran sus antiguas posiciones. Necesitaban a Japón además como aliado en la Guerra Fría, su reconstrucción era indispensable. Todo esto unido a que la sociedad japonesa no sanó sus heridas como debiera, y eligió permanecer indiferente a la carga de responsabilidad bélica (como muy bien supo expresar Nagisa Ôshima en sus obras), hace que siga siendo imprescindible que las calamidades de estas mujeres se hagan públicas. Las veces que sean necesarias. Es hacerles justicia. Porque, además, si el agresor no sana, la víctima tampoco.

No hay evidencia de que las personas denominadas como «mujeres de consuelo» fueran llevadas mediante amenaza o violencia por la milicia japonesa.

Tôru Hashimoto, alcalde de Osaka en 2012

Este bellaco, porque no hay otra manera de calificarlo, no es una excepción entre los populistas del Nippon Ishin no Kai y otros políticos nacionalistas y conservadores. Aunque se retractó de su declaración, tuvo la desfachatez de justificar la existencia de esclavas sexuales porque «los soldados necesitaban darse un respiro». Y así está el potaje, camaradas otacos. Tras el fallecimiento de Shinzô Abe, la situación continúa estancada, y las pobres halmoni siguen esperando en vano unas disculpas dignas.

Lee Ok-Sun y Keum Suk Gendry-Kim

Por mucho que teclee contextualizando el tema de las esclavas sexuales durante la ocupación japonesa, por más que presente cifras o afirmaciones deplorables por parte de politicuchos, nada va a ser tan revelador y brutal como el manhwa de Keum Suk Gendry-Kim. De hecho, me voy a quedar corta con esta reseña, lo que expresa y transmite esta obra es demoledor. No hay muchos tebeos tan escalofriantes como este, por eso también lo he etiquetado en «horror». Y, sin embargo, también es un cómic tierno y hermoso; muy triste y sutil, difícil de describir. Por eso lo adecuado es, simplemente, leerlo.

La autora, que ya había tocado esta temática en el mini-tebeo Sister Mija (2013), recopiló, a través de diversas entrevistas personales a Lee Ok-Sun, la historia de su vida. Poco a poco. La visitó durante varios meses en la residencia que el gobierno coreano tiene especialmente habilitada para las halmoni. Y no tuvo que ser nada fácil, porque preguntarle, mirándola a los ojos, por todas las desdichas y monstruosidades que sufrió, debió de ser chungo de narices. Y escucharlo todavía más. Aun así, Gendry-Kim supo plasmarlo todo sin caer en el exhibicionismo emocional o lo morboso, con un respeto y miramiento admirables.

La narración no es lineal, se abre como un abanico y se sirve de flashbacks para contarnos una historia sobre las miserias que traen las guerras. Es de lectura fluida, y engancha con inmediatez. Eso sí, hace falta tener un estómago forrado en acero inoxidable para acabarlo de una sentada, porque leer Hierba duele.

Comienza con el regreso de Lee Ok-Sun a su Corea natal en 1996. Gracias a un programa de televisión, ha conseguido contactar con su familia tras haber permanecido 55 años en la provincia de Jilin, China. En Corea la habían dado por muerta, pero no, no lo estaba. Tras esa pequeña obertura, viajamos a la niñez de Lee, en Corea. Una infancia penosa, de hambre, ignorancia y pobreza, pero en la que brilla también la esperanza. La pequeña Lee Ok-Sun sueña con ir al colegio, y mientras cuida de sus hermanos menores, se aferra a ese deseo que sus padres no le van a poder conceder. En vez de eso, la venden a una familia con la promesa de que con ellos sí podrá aprender a leer y escribir. Pero no va a ser así, su nueva «familia» la tendrá trabajando como una mula, y más adelante la venderá a otra distinta que también la explotará hasta que, a los quince años, la secuestren y la lleven a Manchukuo. Considerada un mero trozo de carne, tratada como esclava sexual.

No voy a entrar en las atrocidades que se describen ni en los avernos de crudo salvajismo a los que puede descender el ser humano. Solo decir que Keum Suk Gendry-Kim, con lucidez y calma, sin dramas, destrozará tu corazón. Es indescriptible. Pedofilia, violaciones, palizas, asesinatos, destrucción de la identidad personal… sin necesidad de ser explícita en su dibujo, consigue transferir al lector el dolor y la pena de su protagonista. Y bueno, no solo los suyos.

Lee Ok-Sun, tras haber sido contagiada de sífilis, quedará estéril a causa de un tratamiento bestial a base de mercurio. Esa desgracia y muchas más las presenciaremos, pero la autora es sabia, muy sabia. Entretejidos en la adversidad aparecen momentos hermosos donde podemos ver el indomable deseo de sobrevivir de Lee, su fortaleza, su compasión. Es también la nostalgia por regresar al hogar la que la mantiene cuerda entre tanta locura caníbal.

Gendry-Kim también aprovecha para narrar brevemente los sucesos históricos que rodean las vivencias de Lee Ok-Sun, como la masacre de Nankín, los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki o también cómo nadie se molestó en contarles a ella y a sus compañeras que la guerra había terminado. Y la autora siempre tendrá un momento para calmar la angustia a través de bellas estampas de paisajes con una naturaleza indómita, libre. Reflejando el alma de Lee.

Porque el arte de Gendry-Kim es otra de las maravillas de este manhwa. Escoge la austera tinta negra, y la usa como si estuviera realizando caligrafía. Los espacios son casi infinitos, en los cielos, en la nieve, en el viento, en los árboles; y muestran toda su inclemencia en los momentos más críticos, con brochazos salvajes y angulares llenos de ira. Es un dibujo bello y poderoso, que no solo plasma circunstancias formidables, sino que también cuenta la verdad de Lee Ok-Sun, que es la verdad de cientos de miles de mujeres.

¿Recomiendo Hierba? Mucho, porque se trata además de un testimonio histórico de gran valor que nos obliga a mirar, a sentir, a reflexionar. Se trata de un clásico instantáneo y no es casual que haya logrado tanta fama. Es merecida. También espero que despierte conciencias, sobre todo entre japoneses. Una historia como esta es un puñetazo en el estómago, resulta imposible que pase desapercibida. Su honestidad es una supernova.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Tránsitos

Tránsito XV: Bloodthirsty

Bueno, ya estamos definitivamente de regreso, y no se me ocurre una manera mejor que reengancharme con mi sección favorita de SOnC: mis amados Tránsitos. Porque el terror, el misterio y la truculencia son pura vida, camaradas otacos. Y después de unos meses bastante durillos, no puedo imaginar un retorno al hogar más estimulante que con una banda sonora de gritos desgarrados, tétricos clavicordios y carcajadas malvadas.  Porque eso es lo que vais a encontrar a continuación.

Ha sido reconfortante sumergirme en las cenagosas aguas de esta trilogía clásica del terror de Tôhô: Bloodthirsty. Completamente desfasada, esa es una de sus numerosas virtudes, sobre todo para aquellos que seáis fans del terror gótico más kitsch de la británica Hammer. Esta trilogía abominable está conformada por The Vampire Doll (1970), Lake of Dracula (1971) y Evil of Dracula (1974), las tres dirigidas por Michio Yamamoto con guion de Ei Ogawa. Y no, no tienen nada que ver entre sí, salvo por la temática vampírica y una macabra ambientación occidental.

Cuando los japoneses hacen suyo el legado cultural occidental, suelen suceder cosas bastante curiosas. Y si se trata ya del universo del terror, los resultados pueden parecer chocantes como poco. Al menos desde la perspectiva de esta parte del mundo. Y es que en Cipango han metabolizado nuestro pop para crear algo con vida y personalidad propias, nada que ver con nuestros amagos de turista a la hora de abordar Oriente, que suelen cebarse en un exotismo que roza la parodia. Japón nos ha asimilado bastante mejor, y los hijos de esa tremebunda digestión poseen ADN tanto oriental como occidental. Y una de esos innumerables vástagos es la trilogía que hoy nos compete: se trata de una quimera, un monstruo de Frakenstein donde las piezas del horror clásico gótico y del folclore japonés se han ensamblado con toda la ingenuidad que emana de una criatura recién nacida.

Así que lo primero que se debe tener en cuenta a la hora de visionar las obras que conforman Bloodthirsty es que son retoños de su tiempo, y que poseen todos sus encantadores defectos. Son el esfuerzo que realizó Tôhô por responder a la desbandada que se estaba produciendo en las salas de cine: la televisión drenaba sus espectadores. Daiei Films se declaró en bancarrota en 1971, así que Tôhô dio un paso adelante intentando ocupar su espacio en el terror. El enorme éxito taquillero de la Hammer era indudable, y otros países como España, Italia, México o Francia también se habían lanzado a crear sus propios films del mismo pelaje, por lo que Japón no iba a ser menos.  Y Bloodthirsty fue la visión del tándem Yamamoto-Ogawa del relato clásico de terror europeo. Toda una rareza, pues el experimento no se volvería a repetir hasta bastantes años después; aun así, su influencia es notoria en el posterior estallido del J-horror de los 90-2000s. Por eso debemos recordar que Bloodthirsty no es Netflix ni HBO, amiguitos, es otra cosa. Pertenece a otros tiempos, y su simplicidad forma parte de su fortaleza.

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¿Por qué despiertan, no obstante, cierto interés entre cinéfilos estas tres películas? Por la figura del vampiro. Japón es un país con un rico folclore en monstruos y demonios, fantasmas y espíritus vengativos. Los yôkai, yûrei y demás criaturas sobrenaturales se pasean con tranquilidad por las historias y vivencias de Cipango, con una carga de realidad que no poseemos en Occidente. Sin embargo, carecen del clásico vampiro o kyûketsuki, como lo llaman ahí. Lo han adoptado. Cierto que en su mitología existen criaturas con algunas características de los chupasangres, pero no son vampiros. Para Japón el vampiro es un fenómeno netamente extranjero, y es algo que, por cierto, queda una y otra vez recalcado en los tres films. Bloodthirsty es una especie de anomalía que despierta curiosidad no por su calidad, que es mediana, sino por su original forma de acondicionar el mito del nosferatu.

¿Fue esta la primera vez que se llevó a las pantallas de cine niponas al demonio hematófago por excelencia? Por supuesto que no, ese honor le pertenece a Onna kyûketsuki o Lady Vampire (1959), de Nobuo Nakagawa; aunque otros opinan que fue Kyûketsuga o Vampire moth (1956), del mismo director. Después se produjo un enorme vacío hasta la llegada de nuestros protagonistas de hoy; y de nuevo silencio absoluto hasta los años 90 (sin contar obras de animación como Vampire Hunter D, claro). De ahí la singularidad de Bloodthirsty en la historia del cine nipón aunque, por supuesto, su interés va mucho más allá.

Se trata de un trío de films que tienen lugar en un escenario contemporáneo, donde la modernidad y el terror decimonónico colisionan, en el que lo urbano y lo rural se enfrentan, donde superstición y racionalidad se encuentran y hacen las paces. Así que no solo las influencias de Terence Fisher o Roger Corman son evidentes con su regusto gótico; sino que hallamos con inusitada fuerza al Conde Yorga, vampiro (1970) de Bob Kelljan, incluso a nuestro entrañable Paul Naschy, al lujurioso Jean Rollin o Mario Bava. ¿Percibís cierto aroma a serie B? Es que Bloodthirsty es pura serie B. A pesar de Tôhô. Ya sabéis lo que hay.

The Vampire Doll (1970), también conocida como The night of the vampire, The Legacy of Dracula o Yûreiyashiki no Kyôfu: Chi o suu ningyô (algo así como «la muñeca sedienta de sangre de la casa encantada del terror»), es desde mi punto de vista, la más extraña y mejor construida de la trilogía. También la más sencilla, con una atmósfera onírica inquietante, hipnótica. Y no aparecen vampiros. Al menos no desde una perspectiva tradicional. Entonces, ¿a qué vienen esos títulos? Lo desconozco. Desde luego, el que más se ajusta a la obra es, como no podía ser de otra forma, el original japonés. The Vampire Doll tiene mucho de Edgar Allan Poe, de la claustrofobia de Psicosis (1960) y los recursos del horror occidental; sin embargo, cuenta una historia muy del gusto nipón. Impredecible pero trágica, con el melodrama a flor de piel.

Kazuhiko Sagawa hace bastante que no ve a su prometida por cuestiones de trabajo, por lo que decide ir a visitarla a su casa, una antigua mansión victoriana entre los bosques, apartada del mundo. Pero cuando llega ahí, descubre con estupor que ha fallecido en un accidente. Su madre, la señora Nonomura, una mujer taciturna y de mirada perdida, no le da demasiados detalles, pero lo invita a pasar la noche en la casa. Pasada una semana, la hermana de Kazuhiko, Keiko, está preocupada porque no tiene noticias de él. Convencida de que le ha pasado algo, decide acudir a la ominosa mansión acompañada de su novio, Hiroshi. Lo que en un principio parece un enigma sobre personas desaparecidas va creciendo hasta convertirse en algo inimaginable.

The Vampire Doll es una película corta, de apenas 70 minutos. Y sorprende que en tan poco tiempo sea capaz de narrar una historia tan sencilla pero con un desarrollo tan inesperado. Y aunque los medios no son espectaculares, la dirección de Yamamoto es rotunda y valiente. Por supuesto, el papel de los actores es esencial, y pese a que los personajes no son de gran complejidad, destaca la fabulosa interpretación de Kayo Matsuo como Keiko. Tanto en The Vampire Doll como en Lake of Dracula son mujeres las que llevan la mayor parte del peso de la película, y eso es de agradecer entre las habituales scream queens de la época, cuya iniciativa podría compararse al de un saco de patatas.

The Vampire Doll tiene cierta cualidad etérea que puede despistar al espectador occidental, porque entre la imaginería propia de la británica Hammer y sus clichés, se desliza un cuento de terror japonés, un clásico kaidan. Y para amenizar la historia, nada mejor que la banda sonora minimalista-gótico-yeyé de Riichirô Manabe, que tiene la virtud tanto de irritar hasta el infinito como de poner los pelos de punta. Esos clavicordios medio desafinados, que suenan como si los hubieran arrojado por unas escaleras abajo, son para no olvidarlos jamás; y brotan por doquier en cualquiera de las tres películas de Bloodthirsty, pues Manabe fue el compositor principal de todas ellas.

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Y tras el éxito que supuso The Vampire Doll, Yamamoto dirigió al año siguiente The lake of Dracula (1971), también conocida como Lake of Death, Japula, Dracula’s lust for blood o Noroi no yakata – Chi o suu me (algo así como «la mansión maldita: ojos sedientos de sangre»). Para ello contó con el elenco de secundarios de la película anterior y con Ei Ogawa al guion.  Y aquí, ¡por fin!, aparece un vampiro con toda la parafernalia: capa, ataúd, estacas de madera, colmillos, ojos inyectados en sangre, etc. Eso sí, sin acudir en ningún instante a elementos religiosos. Es Shin Kishida el que interpretará a un monstruo brutal, de poderes mesmerizantes y mirada salvaje que no articulará palabra hasta el final de la película. De nuevo la que impulsa la narración es el personaje femenino de Akiko, interpretado por Midori Fujita.

Akiko tuvo a los cinco años una vívida pesadilla que la ha perseguido hasta la edad adulta. Por eso, ya establecida en una casita junto al lago Fujimi con su hermana pequeña, decide exorcizar sus demonios pintando cuadros. Allí trabaja como la maestra del pueblo con tranquilidad, aunque la llegada de un extraño cargamento a la aldea empezará a viciar la atmósfera. Akiko, muy aprensiva, decide comentar sus inquietudes a su novio, Saeki, médico de un hospital cercano. Al principio intenta consolarla quitándole hierro al asunto, pero la llegada de una muchacha de la villa medio desangrada y catatónica a la clínica le hará cambiar de opinión.

Lake of Dracula tiene de provecho ese interés por el psicoanálisis que le otorga a la protagonista un fondo más redondo de lo esperado (aunque tampoco es para lanzar cohetes, ojo). La protagonista femenina representa el inconsciente, el pasado, las emociones; su novio, la racionalidad, el presente y la lógica. Un binomio bastante común en las películas de terror, pero que en este film se solventa de una forma fluida, sin conflicto. De hecho, la presencia de gore es prácticamente inexistente. Resulta meridiana la influencia del Dracula (1897) de Stoker, así como del culebrón gótico televisivo Dark Shadows, que ese mismo año finalizaría su emisión tras seis años en la ABC.

Resumiendo, Lake of Dracula es la historia de un trauma infantil que necesita solventarse al llegar la adultez. Pero, como todo producto típico japonés, hay más cera de la que arde y el melodrama desorbitado hará acto de presencia para explicar, en un desenlace que se precipita como un tobogán, una historia de demonios extranjeros y maldiciones familiares. Vale, tenéis razón, las peleas son ridículas, el recurso de los pájaros es más una caricatura que otra cosa y las caídas… ¡ay, esas caídas!  Es difícil reprimir la risa. Pero nadie dijo que esta trilogía no fuese de una candidez absurda.

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Evil of Dracula (1974) o Chi o suu bara (algo así como «la rosa sedienta de sangre») es el film que cierra la trilogía de Bloodthirsty. Es la más ambiciosa de las tres, la más compleja argumentalmente y que más personajes incorpora. Sin embargo, resulta la más floja también. Aquí además los personajes femeninos ceden su espacio a los masculinos, convirtiéndose en meros satélites sin ningún tipo de dinamismo ni capacidad de decisión. Sus preocupaciones se restringirán a los asuntos sentimentales, el amor y la belleza. Son el recurso sexual de una película cuyo pulso erótico es notable, sobre todo si lo comparamos con sus predecesoras.

El profesor Shiraki llega a un prestigioso internado femenino a impartir clases de psicología, donde el director, rápidamente, le informa de que pronto tomará su puesto, ya que su salud es frágil y la muerte de su esposa, en un accidente de tráfico, le impiden una dedicación plena. Shiraki se sorprende mucho de este ascenso forzado, pero su asombro irá a más tras sufrir una excepcional pesadilla, y todavía muchísimo más cuando conozca al médico del establecimiento, que lo instruirá sobre una serie de leyendas locales macabras que apuntan a unas misteriosas desapariciones entre las alumnas.

Evil of Dracula remite directamente a Lust for a Vampire (1971) de Jimmy Sangster. Sin más. Su dominio es diáfano. Y la que podría haber sido, por recursos y versatilidad, la mejor de la trilogía, se quedó en una amalgama grotesca en la que profesores recitan a Baudelaire como sonámbulos (concretamente El vampiro y La metamorfosis del vampiro), se realizan transplantes de cara al estilo troglodita y el argumento se embarra en un cieno incomprensible tratando de resultar sofisticado. Y es una pena, porque entre pezón y pezón, la digna interpretación de Toshio Kurosawa pierde su lustre. No obstante, sería injusto proclamar que Evil of Dracula es una bosta, porque la excentricidad japonesa siempre brinda sublimes momentos de poesía y bizarrismo, que en SOnC son bienvenidos con auténtico fervor.

Bloodthirsty es una trilogía solo apta para amantes de Japón y del terror clásico europeo. Una combinación que no se da en demasiadas ocasiones, por lo que su público objetivo es escaso. Si os atrevéis a catarlo, hacedlo con benevolencia. Es un producto entrañable a la vez que toda una rareza en la historia del cine nipón. No esperéis «pasar miedo» porque os sentiréis defraudados; Bloodthirsty es inocencia y chaladura, una trilogía donde los vampiros no son lo que parecen. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

anime, Galería de los Corazones Rotos

La balada del viento y los árboles: OVA

¡Feliz año nuevo, próspero día de resaca! ¿Todo bien? Servidora va a continuar todavía un poco con su amiga la sidra. Es broma (no, no lo es, ¡viva la sidra! ❤ ). Vamos a dar la bienvenida a este 2019 con una sección que tenía olvidadísima, cubierta de líquenes, musgo, polvo, telarañas y montones de cajas viejas: Galería de los Corazones Rotos. Hace dos años que la inauguré, y aquí la tenemos de nuevo. Os refresco la memoria, camaradas otacos: se trata de un pequeño espacio en SOnC dedicado a todas esas obras de manganime que, por un motivo u otro, han llegado hasta nosotros inconclusas. O rematadas de manera chapucera. Es una sección un pelín amarga, un rincón para los lamentos, las quejas y cientos de lagrimones. Ay. Pero hoy seré buena. No voy a permitir empezar el nuevo año con mal sabor de boca. Así que, aunque se trata de una obra que nos dejó con la miel en los labios, su mal tiene remedio. Y del bueno.

Kaze to Ki no Uta (1976-1984) o La balada del viento y los árboles es uno de los mangas primigenios del yaoi. Aunque no es el primero, creo recordar que ese honor lo ostenta otra obra, un one-shot de la misma autora, Keiko Takemiya: Sunroom ni Te (1970). En España hemos tenido la inmensa fortuna de que Milky Way Ediciones se haya lanzado a publicarlo. Nunca antes se había editado fuera de Japón, a pesar de tratarse de un clasicazo que se llevó el premio Shôgakukan al mejor shôjo en 1979. Es todo un privilegio poder acceder a este trabajo en castellano, y además de forma tan esmerada como lo hace esta editorial asturiana.

Por eso este Corazón Roto de la Galería no lo es tanto. La reseña de hoy está dedicada a Kaze To Ki No Uta Sanctus: Sei Ni Naru Ka Na (1987), la OVA que adaptó el manga. Pero, como bien imaginaréis, un anime de apenas una hora no le puede hacer justicia a un señor tebeo de 139 capítulos y 17 tankôbon. Tenía pensado escribir un Manga vs. Anime como ya hice, por cierto, con otro trabajo de Keiko Takemiya, Terra e… (reseña aquí), una joya de la ciencia-ficción nipona; sin embargo, esta OVA, aunque no abarca todo lo que debiera, en sí misma es una pequeña maravilla que no sería justo comparar con el manga. Tiene su propia esencia, sus propias virtudes. Se trata de un anime que puede disfrutarse tanto si se ha leído el cómic como si no; y al dejar, inevitablemente, el kokoro triturado (y con ganas de mucho más), ahí cabalga Milky Way al rescate, para aliviar nuestra desazón. ¿No es estupendo?

Sin título

Kaze to Ki no Uta fue una obra bastante incomprendida a pesar de haber logrado un reconocimiento casi unánime. A Takemiya le costó una década conseguir que la publicaran como ella deseaba, sin censurar; y al final fue Shôcomi la revista que se atrevió a dar el paso. Este fue el comienzo del fin, camaradas otacos, el Apocalipsis del BL llegó a nuestras vidas: las fujoshi empezaron a brotar como champiñones e iniciaron, con sigilo, su plan de dominación del universo manga. Ya nadie puede escapar a su influjo, que es omnímodo, omnipresente y omnipotente. La balada del viento y los árboles y Thomas no Shinzô (1974) de Môto Hagio cimentaron el actual yaoi, aunque en su momento no existía tal denominación. El Grupo del 24 estaba cambiándolo todo no solo en la demografía shôjo, a la que insufló frescura y originalidad, sino que gestó nuevos géneros, como el yuri y el BL.

En Japón, la homosexualidad masculina se reservaba al ámbito estrictamente privado, se consideraba impensable hacer de ella algo público, y mucho menos una seña identitaria; pero estas mangaka no se iban a dejar amedrentar por algo semejante. Ellas buscaban superar la configuración del manga comercial de su época, y para ello debían dejar atrás convencionalismos y prejuicios. No dudaron en ilustrarse acudiendo a publicaciones como Barazoku, leyendo obras como Le ville dont le prince est un enfant (1951), o viendo películas como Les amitiés particulières (1964), que les abrieron las puertas a toda una galaxia oculta. No dudaron en inspirarse en el material que les ofrecía ese nuevo mundo para crear algo completamente transgresor. Sus hallazgos se convirtieron en auténticas revelaciones, que inocularon en sus tebeos para niñas y chicas jóvenes. Y eso es algo que no debemos perder de vista: las relaciones amorosas que se plasman en el BL van dirigidas a un público femenino heterosexual, no plasman la homosexualidad de manera realista, sino que expresan una heteronormatividad idealizada bajo las máscaras de un seme y un uke.

Por supuesto, el BL ha ido evolucionando a lo largo de las décadas, y el shônen-ai primigenio de los 70, con su rocambolesca tragedia y melodrama exaltado, ha ido perdiendo florecillas, estrellitas y ambientaciones decimonónicas. Kaze to Ki no Uta no deja de ser un shôjo muy old school, por lo que no se le pueden exigir según qué cosas. No obstante, La balada del viento y los árboles rompe con algunos esterotipos que luego se asentarían en el género; y no deja de resultar curioso teniendo en cuenta que esta obra fue su principal germen.

Kaze To Ki No Uta Sanctus: Sei Ni Naru Ka Na tuvo de director al veterano Yoshikazu Yasuhiko, mangaka también; y la dirección artística corrió a cargo de Yamako Ishikawa, una señora que hizo lo propio en obras como Tenkû no Shiro Laputa (1986), Arete Hime (2001) o Tekkon Kinkreet (2006). Así que pocas bromas, estamos ante un equipo que, a nivel técnico y artístico, era de primera división. No escatimaron medios. ¿Está lo demás en consonancia? Veamos.

La balada del viento y los árboles cuenta la historia de amor entre dos adolescentes que son como el yin y el yang, los eternos opuestos complementarios, ¡incluso físicamente! Serge Battour, hijo del vizconde de Battour y una bella gitana, huérfano y prodigioso pianista; y Gilbert Cocteau, nacido en el seno de una familia adinerada pero rechazado por sus padres. Su tío es quien se hizo cargo de su cuidado, maltratándolo y abusando de él desde muy pequeño. Battour y Cocteau se conocerán en 1880, en el prestigioso internado Lacombrade, a las afueras de la ciudad provenzal de Arles.

Nadie en el colegio quiere compartir la habitación con Gilbert por su tendencia a seducir a sus compañeros y las continuas visitas de sus amantes. Todos sienten atracción y repulsión hacia él, no lo consideran uno de los suyos. Vende sus favores sexuales con facilidad, y disfruta provocando a los demás. Carl Meiser, estudiante responsable de su edificio, cree que el recién llegado, Serge Battour, puede ejercer una influencia positiva en Gilbert, pues parece un muchacho honesto y afable. Y así es, Serge es un chico de buen carácter y gran sentido de la justicia, que sufre también lo suyo a causa del racismo, pero dispuesto a luchar por salir adelante. Como era de esperar, choca frontalmente con el carácter del atormentado Gilbert, una criatura andrógina y bello como un ángel, pero caprichoso y cruel.

Serge es un alma cándida, y horrorizado descubre cómo su compañero de dormitorio subasta sus encantos, mediante grandes alardes de rebeldía y frivolidad. Battour no está dispuesto a tolerar semejante conducta autodestructiva, y decide ayudarlo con firmeza. Al principio, Gilbert lo desdeña pero, poco a poco, comienza a apreciar su integridad y modestia, que para él resultan toda una novedad. Sin embargo, el horror que ha sufrido Cocteau desde niño lo ha dañado de manera permanente, y Serge desconoce todavía muchas cosas. ¿Será capaz de brindarle el apoyo que precisa? La atracción entre los dos va aumentando, pese a que Battour resiste sus impulsos, reprime lo que cree que es un sentimiento antinatural.

Es importante destacar en Kaze To Ki No Uta Sanctus: Sei Ni Naru Ka Na la fuerte presencia del cristianismo, que siempre ha condenado con energía la homosexualidad. Lacombre es un colegio religioso, que aunque predica compasión y piedad universales, se torna completamente hostil e implacable hacia aquellos que viven fuera de sus márgenes. Por más que se encuentren necesitados, niega misericordia y ayuda. Es la desolación absoluta, el vacío y la ausencia total de amor en la vida de Gilbert, que lo persigue allá donde va. Ese desamparo también lo siente de otra forma Serge, y forma entre ellos un lazo, una reverberación que los une para consolarse mutuamente. Reluctantes, pero al final cayendo uno en los brazos del otro.

Porque La balada del viento y los árboles trabaja temas muy, muy sórdidos. Y tenebrosos, que van desde la prostitución infantil, la pedofilia, el sadomasoquismo, el maltrato físico y psicológico, violaciones, etc. Y, al contrario de lo que sucede en el yaoi moderno, que inyecta romanticismo a las agresiones sexuales y relaciones tóxicas, Kaze To Ki No Uta Sanctus: Sei Ni Naru Ka Na es terrible y directa. Sin ambages. La homofobia se retrata con crudeza, y la dinámica seme/uke es prácticamente inexistente, porque Takemiya nos está contando otro tipo de historia. Como buen shôjo, tiene romance, rebosa de sentimentalismo y abundante melodrama; pero la intrincada psicología de los personajes no nos permite idealizar según que acciones y actitudes. Resulta imposible edulcorar continuos abusos cuando estos luego son los responsables de la destrucción de una persona. Y hasta ahí puedo contar.

Kaze To Ki No Uta Sanctus: Sei Ni Naru Ka Na es un cuento inacabado de dolor, amistad y melancolía. Es un flashback, una colección de recuerdos de juventud y del primer amor; un preludio que deja tantos cabos sueltos que solo el manga puede atarlos. Y, como las memorias, posee una atmósfera onírica que muta en pesadilla con asombrosa fluidez. Su cadencia es solemne, grandilocuente, con una yuxtaposición de sucesos y sentimientos brillante. La preciosa ambientación gótica, la consabida falacia patética, la fascinante presencia de Chopin en su música, los magníficos fondos pintados a mano, el contraste de colores y las bellas alegorías visuales hacen de esta OVA una pequeña gema que brilla a pesar de tratarse de un mero hors d’oeuvre. Todo ello para adornar con pasión (y sincronización escrupulosa) las emociones que manan de los pechos sangrantes de dos efebos de vidas trágicas.

En cierta forma, La balada del viento y los árboles me da un poquitín de rabia. ¿Solo una hora? ¿Tanto talento y derroche visual para una simple introducción? Personajes interesantes como Pascal Biquet, Aryon Rosmarine o el infausto Auguste Beau quedan relegados a meros bocetos; los temas del racismo y las motivaciones de Gilbert apenas se rozan (todo el sentimiento de culpabilidad de la víctima, la búsqueda desesperada de amor, etc), por no hablar de la influencia maquiavélica de Beau en todo el internado. Pero, aun así, Kaze To Ki No Uta Sanctus: Sei Ni Naru Ka Na sigue siendo un anime que vale su peso en oro. En él, dos personajes, al inicio antagonistas, van gravitando uno en torno al otro, hipnotizados, hasta colisionar. Bum.

El Grupo del 24 no se andaba con paños calientes, y Keiko Takemiya no fue una excepción. La balada del viento y los árboles es dura. A pesar de los excesos lacrimógenos, sus contenidos son para un público adulto. El lenguaje visual y recursos principales son los propios del shôjo; sin embargo, su contenido no va dirigido a niños. Si esto es cierto en la OVA, mucho más en el manga. ¿Disfrutáis echándoos unos lloros de vez cuando? ¿Queréis empezar con inmejorable pie uno de los culebrones más emblemáticos del BL? Entonces Kaze To Ki No Uta Sanctus: Sei Ni Naru Ka Na es vuestro anime.

Más tarde, en vuestro lugar, yo le hincaría el diente al tebeo, aprovechando que Milky Way lo ha traído por estos parajes. Miel sobre hojuelas, camaradas otacos. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

anime

¿Y ahora qué toca? Primavera 2018

Otra temporada animesca está llegando a su fin, y la nueva primaveral asoma ya el hociquillo. Por lo que aquí estamos de nuevo, haciendo un repaso de lo que va a ser mi cartelera los próximos meses. Siempre lo comento, pero es la purita verdad: me resulta muy tedioso hacer este tipo de entradas, además de que no suelen ser para nada representativas de lo que finalmente acabo viendo. Estos son tiros a ciegas en los que solo se plasman intenciones. Y las intenciones chocan contra una realidad compacta y terca, donde un anime puede florecer como un cardo borriquero a pesar de las ilusiones que nos hayamos hecho.

Este pasado invierno la lista que tenía preparada quedó reducida a cuatro series, solo una de las que consideré de alto interés logró sobrevivir (Pop Team Epic), lo demás ha sido una carnicería brutal en la que no he tenido ningún tipo de compasión. Lo que no me convenció (y entretuvo) unos mínimos, lo envié a extirpar garrapatas a las ovejas de la taiga siberiana. Y esta disposición poco transigente hacia ciertas memeces me ha hecho abandonar series que han tenido bastante repercusión entre la otaquería. Los que me leáis habitualmente ya sabéis que SOnC es uno de esos turbios antros a rebosar de opiniones y artículos impopulares, por lo que no ha tenido nada de particular. Todo ha ido como siempre.

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«Mujer admirando las flores del ciruelo por la noche» (circa 1769) de Suzuki Harunobu

¿Y esta primavera? ¿Cómo se presenta? Para mí personalmente solo existe una única luz que ilumina mis trémulos pasos durante las próximas semanas: Golden Kamuy. Lo demás no capta mi interés ni una décima parte; no obstante, siempre hay sorpresas y mantendré el radar alerta por si se me ha escapado algo o me sugerís alguna cosilla. Aviso: en este repaso no incluyo ni continuaciones ni remakes, solo estrenos puros. Porsiaca.

lagrimaslluvia

En esta categoría incluyo los anime que voy a comenzar, pero en los que menos fe tengo; esos anime que a la mínima duda que me surja los mandaré a escaparrar y se diluirán en la cartelera de SOnC como lágrimas en la lluvia. Anime que me dan un poco de repelús pero en los que atisbo también un poco de luz. Veamos cuáles son.

Wotaku ni Koi wa Muzukashii

Wotaku ni Koi wa Muzukashii promete ser un josei cargadito de estereotipos y clichés a tutiplén: los flirteos entre dos adultos jóvenes con alma frikaza, y los consabidos encuentros-desencuentros que se pueden esperar de una comedia romántica a la japonesa. Es más habitual encontrar estos productos de carácter ligero en el mundo del manga, no obstante, así que será bienvenido semanalmente en mi pantalla si logra no aburrirme mucho. ¿Es pedir demasiado? En mi caso solo exijo simple entretenimiento sin empalagar, y en este tipo de obras eso no resulta fácil. Veremos qué encontramos.

Tada-kun wa Koi wo Shinai

Tengo que ser honesta: este anime voy a comenzar a verlo porque sale un precioso gato gordo deambulando entre humanos enamoriscados. Porque sí, se trata de otra comedia romántica, pero esta vez entre adolescentes. Lo nunca visto, oigan. Ah, el primer amor, la juventud, la inocencia… todos esos tópicos a los que nos tienen acostumbrados los anime aparecerán seguro en Tada-kun wa Koi wo Shinai pero, ¿sería mucho pedir que tirara más hacia Gekkan Shôjo Nozaki-kun que hacia la pastelada? Deseo fuertefuertefuerte que el elenco de secundarios sea jugoso, porque la parejita protagonista en esta clase de series casi siempre resulta algo sosita. ¿Ocurrirá lo mismo aquí? Habrá que esperar todavía unos días para dilucidarlo.

Kakuriyo no Yadomeshi

Kakuriyo no Yadomeshi, creo que todos estaremos de acuerdo, apesta a Kamisama Hajimemashita. Y lo siento: Kamisama solo hay uno. No obstante, este anime comienza bastante peor, con exigencias matrimoniales de por medio a causa de las habituales deudas de honor, y una moza protagonista bastante estándar (buena cocinera, por supuesto). Vayaquésorpresanomeloesperaba. Meh. Sin embargo, el tema del folclore japonés y su maravillosa mitología sintoísta y budista me entusiasma; por lo que, sin esperar demasiado de esta serie, comenzaré a verla. ¿Me acabará dando vergüenza ajena? Tiene toda la pinta, sí, para qué engañarnos.

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NifúNifá es la Tierra de Nadie, donde todo puede ocurrir. Son series que percibo con un potencial importante, aunque también con ciertas posibilidades de irse al cuerno. Eso puede ocurrir con casi todas, podéis pensar. Y es cierto, pero en NifúNifá mi intuición atrofiada, ese olfato que tengo de Perdiguero de Burgos acatarrado, incorpora aquellos anime que me dan un poquito igual pero a los que doy más manga ancha que a los que pueden desaparecer como lágrimas en la lluvia.

Hisone to Maso-tan

Un poquito de acción nunca viene mal, ¿verdad? Y si viene de manos de una mozuela y no la habitual manada de chicarrones dispuestos a demostrar lo valientes y aguerridos que son, mucho mejor. ¡Aire fresco! Un planteamiento distinto en el género de fantasía, eso nos propone Hisone to Maso-tan. Servidora se va a dejar engatusar, una historia de amistad entre un dragón y una humana en un contexto militar es, como poco, bastante curiosa. Así que deseo que no nos decepcione y, ¡ojo!, es un seinen. Por si las moscas.

Hinamatsuri

De Hinamatsuri solo espero una cosa: que me haga reír. Punto. Y os aseguro que eso no es sencillo, pero por lo que he observado en su trailer y en el manga, tiene muchas posibilidades de conseguirlo. De hecho, tengo la loca esperanza de que este anime se convierta en una de mis tablas de salvación de la temporada. Pero soy extremadamente rara con el género cómico, es una de mis desgracias personales. ¿Me brindará la dosis adecuada de humor absurdo y cotidiano que necesito? ¿Será la comedia perfecta primaveral para evadirnos y olvidarnos un ratito de nosotros mismos? Por favor, por favor, por favor, ¡decidme que sí!

Piano no Mori

¿Merecía Piano no Mori una adaptación televisiva? ¿Era suficiente para el manga de Makoto Isshiki solo la película de Madhouse? Piano no Mori claro que merece una serie de animación, es una historia bien contada y bonita, de la que se puede aprender un montón de cosas en multitud de aspectos. Además, ya sabéis, MÚÚÚSIIIICAAAAAAA!! Yes! La base para que sea un excelente drama está ahí, por lo que en principio Fukushima Gainax no lo tiene demasiado difícil. Pero quién sabe, también se trata de material bastante delicado, que en manos groseras puede convertirse en un bodrio lacrimógeno. Y ese es uno de mis temores, la tendencia schmaltzy que últimamente lo está invadiendo todo. Sería una pena que Piano no Mori cayera en las garras de los excesos emocionales. Veremos qué nos depara el destino, tachán-tachán.

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Ñam, ñam, ñam. Luego puede haber indigestiones, pero en principio todo lo incluido en este apartado se engulle sin masticar.

Golden Kamuy

Hace ya un par de años (Luzbel, ¡cómo pasa el tiempo!) que le escribí una reseña al manga de Satoru Noda Golden Kamuy que podéis leer aquí. Ha llovido mucho desde entonces, y el tebeo ha seguido su camino, hasta lo premiaron con un Taishô. En España Milky Way está, afortunadamente, publicándolo, y solo me resta deciros que no os lo podéis perder. Es un cómic de aventuras de los de siempre, pero con elementos muy marcados de la gold rush. Una maravilla, de verdad de la buena. Y encima en mi ansiado Hokkaido, ains, ¡algún día visitaré la isla, que no os quepa duda! Todo lo concerniente al pueblo Ainu me fascina.  Por lo que del anime no espero menos, tiene el listón muy alto. Y no tengo nada más que añadir, todo lo que considero pertinente respecto a esta obra lo tenéis ya en la entrada que le dediqué. Golden Kamuy es uno de los estrenos estrella de mi cartelera, esperemos que no me defraude.

Wakaokami wa Shôgakusei!

Y aquí tenemos el slice of life de suave tinte sobrenatural que Madhouse nos tiene reservado para esta primavera. A los mandos va a estar Masuhara Mitsuyuki, que en Shirokuma Cafe me gustó mucho su trabajo. Wakaokami wa Shôgakusei! huele a serie tranquilota con los pequeños y grandes dramas de la vida, pero pasados por el tamiz de una protagonista infantil que todo lo dulcifica un poco. No barrunto grandes sorpresas ni en los personajes ni en el argumento, pero sí unos buenos cimientos y una historia tejida e hilvanada con esmero. Un anime con el que disfrutar la faceta tradicional de Japón de manera inofensiva, con los altibajos de la cotidianeidad y mucha frescura. Eso espero de Wakaokami wa Shôgakusei, ni más ni menos. Y lo hago con ilusión, por cierto.

animierder

Amai Chôbatsu: Watashi wa Kanshû Senyô Pet

Parece que estamos llevando el asunto este de los josei ecchi a un nuevo nivel: el BDSM. No sé si bajo la influencia del incomprensible éxito de las inmundas sombras desatadas del señorito Grey o qué narices. Aun así, no hay que olvidar que los japoneses tienen un ramalazo sádico inaudito, y en este animierder creo que nos lo van a dejar muy clarito. El BDSM se practica de manera consensuada, pero en esta serie no se atisba nada parecido. Toman su iconografía para contarnos la, ejem, historia de una oficinista que ha sido encarcelada injustamente; y en la penitenciaría, que parece más bien la mansión de The Rocky Horror Picture Show, la espera un carcelero con pintas de oficial de las SS que abusará sexualmente de ella sin compasión. Hay más personajes, todos masculinos, por supuesto, que imagino irán asumiendo los roles acostumbrados: el protector, el infantil, el calculador, etc.

Ha sido Gensox del blog Unlimited Sky (¡gracias!) el que me ha puesto sobre la pista de esta cosa, pero aún no he decidido si perderé tiempo (porque es perderlo) en verlo y reseñarlo. Lo tengo que pensar, pero si me pongo a ello será hasta el final, ¡y con la versión extendida, nada de la censurada! Aunque me invada el cuerpo entero una urticaria fulminante. Todo sacrificio sería pequeño por vosotros, camaradas otacos. Pero ya veremos.


Habría añadido también Comic Girls y Nil Admirari no Tenbin: Teito Genwaku Kitan a Como lágrimas en la lluvia, pero al final me he contenido. De Comic Girls me atrae el argumento, pero las pintas de lolis de las protagonistas y el fanservice que se otea me han echado para atrás bastante. Nil Admirari no Tenbin: Teito Genwaku Kitan tiene unas premisas que a priori me gustan mucho (su contexto histórico, la magia, el misterio), pero también se vislumbra en el horizonte que sea un melodramón con mucha cursilada estorbando. Y el trailer me ha dado grima, los reverse harem no suelen agradarme en general. De hecho, tiene un aspecto de animierder preocupante, tendré que permanecer atenta.

Rokuhôdô Yotsuiro Biyori lo tengo en la cuerda floja, pero el tema de la gastronomía no es lo mío aunque me lo aderecen con chicos monos. He dudado bastante con este anime porque el té me encanta, es mi bebida favorita y todo lo que pueda tener relación con la cultura de esta infusión atrapa mi atención con facilidad (además sale un gato tortilla :3 ); sin embargo, ha sido el echar un vistazo al manga lo que ha determinado mi decisión de apacarlo: menuda siesta, colegas. De 3D Kanojo: Real Girl leí parte del manga hace ya bastante tiempo, y al inicio me pareció un shôjo escolar bastante mono y sin pretensiones… hasta que se precipitó en los abismos hediondos del melodrama. Lo abandoné, por eso su anime he preferido dejarlo en barbecho, aunque lo tengo en mente. Tengo en la retaguardia también un par de series dedicadas a la parodia que, si voy bien de tiempo, comenzaré a ver. Pero no creo que las llegue a mentar ni siquiera en twitter, a no ser que me tope con algo remarcable en ellas. De todas formas, no me cierro en banda y conforme vayan cayendo de mi cartelera los que he seleccionado, puedo ir añadiendo otros como los mencionados. Y vuestras sugerencias también las tendré en cuenta, of course.

Os recuerdo que no he incluido ni continuaciones ni remakes, que los hay y voy a seguir unos cuantos, pero me da una pereza inmensa escribir sobre ellos. En general este tipo de entradas me aburre bastante confeccionarlas, pero también comprendo que pueden considerarse una especie de guía para que los lectores comparen opiniones con otras bitácoras y se hagan una idea general de la temporada. También son de las entradas que más leéis, lo que me resulta personalmente un poquillo deprimente, pero asumo que la actualidad manda. Es lo que hay. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.