literatura

Cuentos de lluvia de primavera de Ueda Akinari

Ya tenemos aquí el día del libro, 23 de abril. Y no puedo dejar pasar la ocasión para apremiaros, alentaros, conminaros incluso coaccionaros a que, si vuestra economía así os lo permite, adquiráis algún libro y hagáis felices a un librero, a una editorial, a un autor… y a vuestra mente. Por supuesto, si os hacéis con mi bebé Ángeles Caídos mi agradecimiento será incalculable; sin embargo la entrada de hoy es una recomendación muy distinta. Esto es literatura de verdad, no mis balbuceos, y es una obra además que ha vivido a la sombra de otra considerada más grande, y desde Sin Orden ni Concierto queremos que eso cambie. Que le dé un poquito más el sol, ya sabéis que sentimos simpatía por el cachorro débil de la camada.

En primer lugar, ha sido (no podía ser de otra forma) Satori la que ha publicado en español este volumen, Cuentos de lluvia de primavera (1808), pero ya lo hizo en 2013 la primera vez y luego en 2021, por lo que no es una novedad editorial. Ni falta que hace. Por supuesto, tiene un prólogo estupendo de Carlos Rubio y contó con la excelente traducción de Yoshifumi Kawasaki.

Y aquí tenéis las dos portadas de las que pudo (y puede) presumir esta compilación de 10 cuentos. La primera es de la artista Shôen Uemura (1875-1949), y se titula Una larga noche (1907); la segunda pertenece a la edición actual, y es de Tsukioka Yoshitoshi (1839-1892), su título es La iluminación de la cortesana del infierno (1890), y forma parte de la serie «Nuevas formas de 36 fantasmas».

¿Y por qué digo que este Harusame Monogatari (春雨物语) permanece a la sombra de otra obra? Pues porque es así, mucho más célebre es Ugetsu Monogatari (1776) o Cuentos de lluvia y de luna (en español lo tenéis aquí), que es considerada una de las obras más importantes de la literatura fantástica y de terror de Japón. Curiosamente, Akinari la escribió cuando la narrativa gótica estaba naciendo en Inglaterra.

Si os interesa saber un poco más sobre el hermano mayor de nuestro protagonista de hoy, os dejo por aquí el link del pequeño artículo que dediqué a su magnífica adaptación cinematográfica, dirigida por Kenji Mizoguchi, Ugetsu Monogatari (1953). Todo lo que pueda deciros sobre esa película es poco, si no la habéis visto, ya tardáis, otaquería.

Regresando de nuevo a nuestra estrella de hoy, Cuentos de lluvia de primavera, quería escribir un poquito (solo un pocoooo, de verdaaaad) sobre el autor, Ueda Akinari (1734-1809). Aquí en Occidente, a no ser que uno sea estudioso/admirador de la cultura asiática, no resulta muy conocido; sin embargo, en Japón es considerado uno de sus escritores imprescindibles. Tuvo una vida bastante azarosa, y eso se plasmó en su obra, con toda lógica. Nació en un burdel de Osaka, hijo ilegítimo que fue abandonado por su madre a los tres años, y con esa tierna edad tuvo la fortuna de ser adoptado por un comerciante de papel y aceite, que lo cuidó y crio con esmero. Con cuatro años enfermó de viruela, lo que le dejó una deformidad permanente en su mano derecha. Su vida corrió peligro seriamente, pero su nueva familia lo asistió con amor y no escatimó en medios, incluso espirituales, para sacarlo adelante. A partir de entonces, Akinari siempre tendría especial devoción por el dios Inari, al que sus padres habían acudido con rezos y ofrendas a su santuario de Kashima; y también sentiría mucho cariño por los asistentes de este dios, los zorros.

Esta malformación no supuso ningún impedimento en su carrera literaria, en realidad Akinari firmó muchos de sus trabajos tempranos bajo el pseudónimo de «el Cangrejo», manifestando así un peculiar sentido del humor, cáustico, que solo fue el reflejo de una existencia compleja. Akinari no fue solo escritor, sino también filólogo, erudito, pionero del yomihon, maestro de ceremonia del té, poeta haiku, ceramista, médico, comerciante… de modo que resulta difícil de clasificar. Pero enfocándonos en su faceta literaria, podemos aseverar sin lugar a dudas que es una de las figuras más brillantes de las letras japonesas. Y siempre fue a contracorriente.

Este Cuentos de lluvia de primavera fue escrito un año antes de su fallecimiento, y tiene mucho de la autoconsciencia de Akinari de su propia mortalidad, pero un discernimiento sereno y paciente: «como ya no me queda nada por hacer, me limitaré a tomar té y a esperar la muerte». En esos últimos tiempos, durante los cuales vivió en el templo budista Nanzen-ji de Kioto, Akinari estaba medio ciego, sumido en «una pobreza honrada» (así la describe él) y, como diríamos ahora vulgarmente, con el culo pelao ya de todo, por lo que arremetió a su vez contra todo y contra todos. Con sarcasmo impasible y elegancia corrosiva, a su estilo.

Si Cuentos de lluvia y de luna son una delicada oda a la fantasmagoría, Cuentos de lluvia de primavera es una labor de diferentes retales que narra muy distintos asuntos. Se trata de una obra heterogénea donde Akinari no se preocupó demasiado en otorgarle una cohesión interna, son ensayos históricos y comentarios personales también, poesía y cuentos satíricos; especialistas como Carlos Rubio lo relacionan con el zuihitsu. Quizá resulte en su forma y contenido menos accesible que su predecesor, y por ello menos popular. Aunque en esto también tuvo responsabilidad su publicación tardía, ya en 1907, y no fue hasta mediados del s. XX que se editó además de manera completa.

Harusame no Kei o Escena de lluvia de primavera (c. 1827) de Utagawa Kunisada

Cuentos de lluvia de primavera puede distribuirse en 5 bloques temáticos, aunque en una primera lectura me costó darme cuenta. Tenemos tres relatos históricos: «La tela ensangrentada», «Las doncellas celestiales» y «El pirata». Dos relatos satíricos: «El dios de un solo ojo» y «El lazo de las dos vidas». Tres relatos idealistas: «La sonrisa de la muerta», «Suteishi Maru» y «La tumba de Miyagi». Un ensayo poético: «Enaltecimiento de la poesía». Y, para terminar, un relato picaresco, que es el más extenso de todos: «Hankai».

Las comparaciones son odiosas, pero en ocasiones inevitables. Si ya habéis catado su Cuentos de lluvia y de luna, este Cuentos de lluvia de primavera es otro planeta: más espontáneo, más cerebral. Dislocado en su estructura, el elemento sobrenatural solo aparece de manera puntual para centrarse en lo que se podrían estimar las últimas reflexiones de Akinari, enredadas en historias de diverso pelaje, con excepción del ensayo poético. En los de tinte idealista podemos atisbar además una dicotomía clara entre dos conceptos, el naoki kokoro como valor positivo, que es como el corazón de un niño, sin intención de engaño, la inocencia, la pureza; y el urami como valor negativo, que es el rencor y la violencia emocional que sienten los espíritus descarnados.

¿Podríamos hablar entonces de una síntesis del pensamiento del autor? Quizás. También de una nota de despedida en la que manda al cuerno al mundo. Muy poco japonés eso, por cierto. Pero, ¿cuáles serían los relatos más destacables? No soy orientalista, no obstante sí puedo comentar sobre los que más me han gustado: «El lazo de las dos vidas», por su sarcasmo casi blasfemo y reflexiones epicúreas, de gran escepticismo pero que conducen a una felicidad plácida; «El dios de un solo ojo», que contiene la molécula de lo maravilloso (como en Ugetsu monogatari) y, mediante una deidad cíclope, Akinari medita, con mucho humor y mala baba, sobre el arte de la poesía, procurando que sus pensamientos se conviertan en enseñanzas útiles para el joven protagonista de la historia; y, finalmente, «La sonrisa de la muerta», basado en un evento real que sucedió en 1767, el «Incidente de Genta», donde el autor, a través de una cruel historia de amor, no se corta ni un pelo en criticar el modelo confuciano de piedad filial, en su época intocable.

Para finalizar, ya sabéis que las curiosidades y rarezas son mi debilidad, y naufragando en los piélagos de zarrios que salpican las inmensidades de internet, me topé con el afamado compositor y cantante de trágica vida Ken Yabuki (1945-2015) el cual, inspirándose en la obra de Akinari (o no), publicó en 1974 este single titulado «Cuento de lluvia de primavera» que, además, contó en la portada con el arte de, nada más y nada menos, ¡Kazuo Uemura! Lo podéis escuchar en todo su esplendor aquí.

Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, os dejo por aquí también trabajos de Kyonosuke Takayasu, unas ilustraciones sencillas, elegantes, tenebrosas, dedicadas a los relatos de Akinari. Habrá que seguir de cerca a este artista, me temo. Su talento así nos compele a hacerlo.

Hasta aquí llega la entrada de hoy, espero que paséis un buen día dedicado a la lectura y que invirtáis lo que os podáis conceder en un libro interesante. Cuentos de lluvia de primavera es una excelente opción para aquellos osados que no teman adentrarse en el combativo y aseado intelecto de Akinari Ueda. Esta es su vertiente más mordaz, pero muy suculenta también. ¿Recomiendo esta obra? ¡Pues claro! Pero, camaradas otacos, esto no es material peso pluma, ni mucho menos… Quedáis avisados.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

:3, literatura, MUAHAHAHA

Ya está aquí, ya llegó… ¡mi primer libro!: «Ángeles Caídos»

Después de combatir enfermedad y demás sufrimientos, he salido a la luz del día. Y como hacían los egipcios del Reino Nuevo, lo he hecho con la ayuda de un libro y de la mejor manera posible: escribiendo. Y aquí está, mi fillo, mi bebé, mi primer libro Ángeles Caídos (2024, Luciérnaga).

Se trata de una obra bastante heterogénea e intensita en algunos tramos, pero creo que bastante accesible. No meto demasiados rollos patateros. Creo. Y además no es largo, por lo que se lee muy requetebién. Son once capítulos autoconclusivos y cada uno de una madre, así que al que le guste la variedad, la va a encontrar. Se me olvidaba: es ensayo, ensayo divulgativo, que es más o menos lo que hago por esta bitácora, de modo que los habituales ya sabréis que encontrar.

¿Hay espacio para Japón y Asia Oriental en Ángeles Caídos? Pues sí, un capítulo, el resto trabaja temáticas que abarcan tanto la antropología como la música popular, la mitología, la literatura, el cine o los comics.

Hermes está tan emocionado como yo, por supuesto (mentira, no entiende nada), por lo que os dejo un par de fotitos de él con el libro en plan doméstico. Que no vea esto mi editora (es una gran mujer con una gran paciencia) porque se dará cuenta de que estoy saboteando todas mis posibilidades de venta con este tipo de comentarios pero es que… ¡me siento feliz!

El 8 de mayo a las 19 horas haré su presentación en La Casa del Libro de Gran Vía de Madrid, estaré acompañada por David Cuevas y Minerva, así que estáis más que invitados. Os iré recordando la fecha, todavía queda un mes, pueden pasar muchas cosas.

Si os animáis a haceros con un ejemplar, ¡espero que os guste y lo disfrutéis! Lo escribí en unos momentos complicados pero con todas las ganas de salir adelante y con un objetivo en mente: entretener.

Un abrazo. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

manga

Atsushi Kaneko, Señor del Caos: buscar y destruir

Creo que todavía no he escrito en SOnC sobre Atsushi Kaneko. Mea culpa. Y aprovechando que Panini está publicando en España su última obra, Evol (2020), todavía abierta y en curso, la entrada de hoy la dedicaremos justo a su manga anterior, Search and Destroy (2018), que buscó su inspiración en el clásico de fantasía oscura Dororo (1967) de Tezuka.

Además, siguiendo la estela punkarra del último artículo dedicado a To-y (1987), qué mejor que acudir a Kaneko-sensei, un mangaka que es poder crudo. Me gustaría pensar que el título del tebeo que hoy nos atañe homenajea en cierta forma la canción Search and destroy (1973) de los Stooges, pero me temo que es mi cabecita europea la que atribuye referencias que no existen. O quizás sea así, Kaneko no ha ocultado nunca su amor por Occidente. Mientras reflexionamos sobre ello, disfrutemos de unos revitalizantes minutos musicales.

Search and Destroy ha sido publicado en Francia, Alemania e Italia, por estos lares no hemos tenido esa suerte. Todavía. Consta de 18 capítulos repartidos en 3 tankôbon, editados para las páginas de TezuComi, revista que nació para celebrar el 90 aniversario del nacimiento de Osamu Tezuka en 2019. Fueron 18 números en los que desfiló maravillosa gentuza como Ken Niimura, Mathieu Bablet, Kenny Ruiz, Belén Ortega y, por supuesto, Atsushi Kaneko. Todos rindieron su vasallaje a Manga no Kamisama, Kaneko con una mutación de Dororo.

Porque del período Sengoku (1467-1568) nos trasladamos a un futuro distópico, porque de luchar contra demonios ahora surgen robots y seres humanos despreciables. Sin embargo, la raíz de la historia se mantiene: ¡venganza!

Tras una feroz guerra civil donde decenas de miles de robots fueron la mano de obra que soportó toda su crudeza, la ciudad de Hachisuka, donde siempre es invierno, intenta absorber todo ese nuevo exceso de población artificial, procurando evitar conflictos. Esfuerzos que son en vano, pues la urbe ya de por sí es un pozo sin fondo de depravación y corruptelas del más alto nivel. Las mafias dominan las calles y la población vive entre una profunda desigualdad: los ricos son muy ricos y los pobres odian a los robots o creech, ya que temen que les quiten los trabajos. En realidad los creech no dejan de ser un espejo de la humanidad porque, simplemente, son sus hijos.

También existen humanos o hyu que poseen elementos artificiales, entre ellos la protagonista de Search and Destroy: Hyaku. Ella es una joven a la que, siendo un bebé, arrebataron 48 partes de su cuerpo y la abandonaron para morir como si fuera un trozo de carne. Esos 48 fragmentos están en poder de 48 creech, lo que es considerado un sacrilegio.

Hyaku fue rescatada y reconstruida por un viejo científico llamado Tsukomo, que la cuidó y crio en los bosques, cerca de su búnker y laboratorio secreto, llevando una vida tipo cazador-recolector. Ella no sabe gran cosa de nada salvo cazar y vivir junto a Tsukomo, y aunque en su niñez mostraba cierta curiosidad por la ciudad, más adelante, intuyendo el abismo, evitó todo contacto. Ha crecido salvaje, impulsiva y rendida a sus instintos, que además no le suelen fallar. Pero un día Tsukomo es asesinado y descubre la verdad. Entonces comienza a arder dentro de ella una terrible ira, una cólera ciega que la empuja a recuperar lo que es suyo, que la impele a vengarse de los que la descuartizaron siendo una recién nacida, que la arroja a la búsqueda de sí misma.

Así que, muy a su pesar, deja su tranquila vida alejada de la humanidad para sumergirse en el agujero de mierda que es Hachisuka, una urbe glacial que la recibe vomitando horror e inmundicia. Hyaku, sin embargo, no juzga, ejecuta. Busca y destruye, es una juggernaut. Pedazo a pedazo va rehaciendo su cuerpo y mente. Y cuanto más humana se vuelve, más vulnerable también. Mientras tanto, en su brutal cacería, topa con un ladronzuelo, Doro, que otorgará al manga el necesario alivio entre tanta casquería y tensión narrativa. Se convertirá en el compañero de Hyaku, aunque él también alberga sus propios secretos.

La sociedad de Hachisuka se encuentra fracturada, y el horizonte no tiene nada de halagüeño. Es un infierno hibernal donde tanto hyu como creech retozan en la putrefacción; todos buscando su propio beneficio, y los más desfavorecidos explorando su revancha. Los hyu desprecian a los creech, la mayoría considerados simples cosas, esclavos de facto; y los políticos hablan de igualdad de derechos, mientras entre bambalinas robots son conducidos a campos de exterminio. Pero no es tan fácil destruir a un creech, quizá ese odio y temor que generan entre los hyu es porque son, en la práctica, seres inmortales.

Si hay algo que define la personalidad de Hyaku es la rabia, la furia, el enojo que siente por haber sido ultrajada de una manera tan injusta y sin motivo. ¿Quién es capaz de permitir que le hagan algo así a un bebé? Y que Kaneko cambiara el género del protagonista original, Hyakkimaru, para hacerlo mujer tiene su sentido, que él mismo explica:

Creo que un cuerpo femenino es mucho más adecuado para representar algo que es explotado, consumido y tratado como un objeto.

Y los enemigos con los que se va enfrentando Hyaku no dejan de ser criaturas extravagantes, parodias de seres humanos que anhelan algo que ya tenían desde su nacimiento. Y ella no muestra ni piedad ni remordimiento, solo quiere lo que es suyo. Y lo consigue como la fuerza de la naturaleza que es, aunque a un precio inesperado.

La historia se desarrolla con una cadencia más propia del cine, del cine de acción. Invoca el espíritu de Sin City (1991) de Frank Miller, tanto cómic como película, pero también observamos la teatralidad del expresionismo alemán de Las Manos de Orlac (1924) de Wiene. De hecho, de esta última película también acoge una idea inquietante: ¿las partes del cuerpo que Hyaku va recuperando mantendrán en sus células las características de sus anteriores dueños? ¿Cambiará su personalidad? ¿Seguirá siendo ella misma? Por supuesto que será una persona distinta, pero no por lo que ella cree. Su búsqueda personal de identidad en realidad es una deconstrucción. Sangrienta, muy sangrienta.

Por otro lado, el rastro de Blade Runner (1982) es como una baba pegajosa y elástica, sobre todo en los clones de Sean Young que van apareciendo por la alta sociedad. No obstante, ¿qué obra de ciencia ficción urbana no tiene algo de esta película? Search and destroy plantea dilemas similares al film de Scott, pero incrustados en una historia de Osamu Tezuka. ¿Son los creech humanos? ¿Tienen sentimientos y corazón? ¿Son los creech conscientes de su propia naturaleza? Algunos de ellos, los más afortunados que se codean con la élite, desean humanidad, quieren sentir; y creen que poseer un órgano humano los acercará un poco más a la vida. Sin embargo, han sido humanos desde el principio, pero humanos sintéticos. Y, a partir de ahí, podrían lanzarse a la transhumanidad. Es algo que los creech de apariencia más mecánica han descubierto, poco a poco, por ellos mismos. Sus pensamientos, emociones y voluntad de vivir no son simplemente productos de un algoritmo. Y la injusticia social a la que se ven sometidos hace que crezca en ellos, ¡sorpresa! la ira.

Respecto al arte, de gran vigor, se encuentra al completo servicio de la acción: es puro movimiento. Esta agilidad es algo de esperar, ya que se trata de un tebeo donde la violencia manda. Sin embargo, es mucho más que dinamismo cinematográfico. Kaneko es un ferviente admirador del arte occidental, sea de la época que sea, y adorna sus viñetas con ese amor: ahí aparece la sobrecogedora Mater Dolorosa (1470-75) de Dieric Bouts, o para acicalar la gélida Hachisuka, recurre a los colosales monumentos de la Madre Patria (1967) de Volgogrado o al obelisco de titanio de los Conquistadores del espacio (1964) en Moscú. Su ciudad resplandece en una noche eterna de nieve y frío, su horizonte refleja una austeridad soviética que se nutre también de la sordidez de los bajos fondos del noir estadounidense. Todo salpicado de una ligera aspersión nacionalsocialista. En resumen: la atmósfera urbana es la de los años 40-50 en Occidente, muy distinta de la vida a lo Dersú Uzalá en la que se cría Hyaku.

Es imposible no percatarse del influjo que Charles Burns o Paul Pope han tenido en Kaneko, su trabajo en unas luces y sombras tan duras así lo demuestran. Pero, asimismo, las reminiscencias Shôwa lo vinculan a Suehiro Maruo, sobre todo a causa del gusto por lo grotesco y el espectáculo de sangre, muy cercano al muzan-e. El dibujo es de línea casi clara, y muy rica en detalles, su trazo vehemente no deja nada al azar.

Search and destroy es un estupendo homenaje a Tezuka porque, aunque mantiene su esencia, como la crítica al abuso de poder por parte de las autoridades y su corrupción e hipocresía, moderniza su mensaje con problemas como el de la desigualdad social, el racismo o el creciente desapego y falta de empatía entre seres humanos. Este manga trata muchos temas, sería largo enumerarlos todos, lo que está claro es que Kaneko no da puntada sin hilo. Quiso trabajar la obra de Manga no Kamisama no solo como mero agasajo, sino para hacerla suya también. Y su conquista fue absoluta.

¿Recomiendo Search and destroy? Sí. Los que conozcan el Dororo original de Tezuka disfrutarán del mismo cuento pero con una vuelta de tuerca contemporánea que los sorprenderá; quienes no hayan leído el tebeo original descubrirán una distopía ya algo familiar pero fascinante, plena de sadismo y desolación. Es un manga «hijo de», pero que ha logrado la independencia por méritos propios.

anime, largometraje

To-y

Aquí estamos de nuevo, dispuestos a pringarnos hasta las orejas otra vez en el lodazal de una de las etapas más horteras de la humanidad: los 80s. Cierto que Japón vivió su momento de mayor gloria a nivel internacional, no había país más próspero, moderno, futurista y, a la vez, exótico y atractivo que Cipango. Fueron la segunda potencia mundial solo detrás de Estados Unidos, nación de la que era aliado. Era un país que estaba en boga, un milagro económico que alcanzó su cenit y que, de manera abrupta, se despeñó a principios de los 90. Estalló la burbuja inmobiliaria, la economía se estancó y las inacabables Décadas Perdidas fueron desangrando, lentamente, el país. Tomó el relevo en popularidad entonces Corea del Sur y, poco a poco, también lo está haciendo China. Las modas tienen bastante de clasista, apreciada otaquería.

No es que ahora Japón sea un estado menesteroso, ni muchísimo menos, pero las continuas crisis económicas le han quitado un poco el lustre de cara al exterior. Sin embargo, a los japonófilos nos la trae bastante al pairo todo eso, y hallamos interés en el país hasta en horas bajas monetarias, porque tampoco reflejan debacle cultural alguna, más bien al revés. Excelentes artistas y obras han surgido durante estos últimos decenios, es algo que todos sabemos.

Sin embargo, en la entrada de hoy regresamos al apogeo de Japón. Con una obra, además, muy querida entre un pequeño grupo de yayos y muy desconocida por una mayoría. Quizás tú, otaco imberbe, sí que conozcas To-y (1985-1987): pues que sepas que no sois muchos, enhorabuena.

La entrada de hoy está dedicada a la película de To-y (1987), porque como ocurre a menudo en el universo manganime, esta obra fue originalmente un tebeo que se adaptó al formato de vídeo doméstico. No es una OVA larga, apenas roza la hora de duración, de ahí que si no se han leído, aunque sea por encima, los primeros capítulos del manga, pueda despistar un poco. De momento el tebeo no está editado fuera de Japón y los scans solo alcanzan el primer volumen de la obra, que consta de 10 en total. Fue publicado entre 1985 y 1987 en Weekly Shônen Sunday, y en su 30 aniversario fue compilado en una edición especial de cinco tankôbon. Es un manga con cierto reconocimiento en Japón, así como el anime que nos atañe hoy, pero fuera de sus fronteras apenas tuvo repercusión. Y es una pena, porque su influencia es muy obvia en otras obras que sí conocemos muy bien en Occidente como Beck (2000), Nana (2006) e incluso Cowboy Bebop (no, no es broma).

El autor es Atsushi Kamijô, del cual sí que tuvimos publicado en España, gracias a Glénat, su obra Sex (1988-1992), que se adaptó también en una OVA (2018) precuela de la historia. Kamijô hizo su debut en 1983 y, como muchos mangaka de su generación, sufrió la influencia del enamorado de la cultura pop Hisashi Eguchi y el monstruo de Katsuhiro Ôtomo. Y To-y tiene tanto de uno como de otro, un influjo que Kamijô no ocultó en ningún instante y domesticó a su voluntad para crear una historia efervescente sobre una banda de punk y la industria musical nipona de los 80. De modo que, con estos precedentes, no estaría mal que alguna editorial se animara a publicar el tebeo. Yo lo dejo caer por aquí, quizá suene la flauta.

To-y tiene de protagonista a un adolescente del mismo nombre, el joven líder de una banda de punk llamada GASP y que tiene bastante prestigio en la escena underground. Sus seguidores, aunque no demasiados, son muy fieles y su número cada día aumenta un poco más. Entre sus fans se encuentra Niya Yamada y su inseparable gato Nya, una chica solo un año menor que Fuiji To-y pero que por su aspecto andrógino y comportamiento imprevisible aparenta bastantes menos. Niya sigue a todos lados a To-y, y tiene una fe sólida e ingenua en el futuro de GASP. Podría considerársela una especie de groupie, pero sin un componente sexual manifiesto. O eso parece.

Sin embargo, es To-y quien destaca sobre los demás, y la mánager Kashiko Katô, una ejecutiva agresiva de gran astucia, no dudará en utilizar malas artes para lograr ser su representante. Solo lo quiere a él, no le interesa el resto del grupo. Katô además tiene en su cartera al famoso idol Yoji Aikawa, rival de To-y y con el que ha tenido algún que otro encontronazo. To-y desprecia todo lo que encarna Katô, el poder de la industria musical que destruye la creatividad, engendrando productos comerciales como Aikawa, dirigidos solo a generar beneficios económicos. Él no quiere que se le utilice como a un juguete (toy), sino ser él mismo. Su prima, Hidero Koishikawa, que es una célebre cantante de pop cursi, desea que To-y halle la fama y, creyendo así ayudarle, conduce a Katô hasta él. Hidero, además, está enamorada de su primo (japoneses e incesto: ese horror) y no soporta la continua presencia de Niya.

Esta podría ser una introducción bastante simple de un argumento que, como imaginaréis, está repleto de las complejidades de las relaciones personales y profesionales que se dan en una banda de rock. La historia tira del tradicional tema del cantante con extraordinario talento unido a una banda quizá no tan brillante, y cómo la malvada industria musical aprovecha una posible brecha para acometer su misión: hacer dinero. Hacer dinero a costa del amor, la amistad, la libertad y, por supuesto, el propio arte. ¿Es algo exagerado? Cualquiera que haya metido un mínimo el hocico en el mundillo musical sabe que no, ni en los 80 ni ahora.

To-y es un chico apasionado en el escenario, capaz de darlo todo, pero en la vida real resulta distante, introspectivo y algo taciturno. Incluso es acusado de no estar realmente comprometido con la banda por Isami, bajista de GASP; o de no ser un auténtico punk por Momo, el batería. Sin embargo, To-y está sumido en sus propias batallas internas, resulta un poquito emo el chaval, aunque es totalmente comprensible. ¿Caerá al final en las garras de Katô?

Mi personaje favorito es, sin duda, Niya. Es alegre, inocente, poseedora de una naturalidad innata… resulta toda luz y espontaneidad. Como un gato. Y que esté acompañada del felinillo callejero Nya me terminó de encandilar. En el manga su faceta escolar tiene más presencia, siendo en el anime casi inexistente. Sin embargo, hay momentos algo turbadores entre ella y To-y. No obstante, habiendo leído un par de capítulos del manga, no parece (pero a saber) que la sangre llegara al río. No he podido evitar pensar que mi querida Ed de Cowboy Bebop absorbió muchas de las características personales de Niya. Asimismo, la insoportable Merle de Tenkû no Escaflowne (1996) también ha aprendido un par de cositas de ella.

Por otro lado, me ha llamado la atención el macarra del bajista, Isami, y el propio To-y, que tiene un ramalazo Bowie potente. Aparecen unas cuantas referencias musicales en el anime y es curioso, porque a pesar de ser una película centrada en el mundo de la música, no escuchamos ni una sola canción de los artistas en cuestión. El fondo es como una sucesión de composiciones inconexas que manan y se ajustan al enorme flujo de imágenes en movimiento que es este film, pero no suena ni un solo tema de GASP. Nos dicen que es un grupo de punk, pero realmente no lo sabemos, porque además el soundtrack es más bien pop y refrito de new wave.

De hecho, observando la facha de sus fans y de los propios componentes del grupo, yo juraría que el rollo de GASP tiene más relación con el post-punk o el rock gótico. Los seguidores de Yoji Aikawa miran con recelo incluso temor a los forofos de GASP, los consideran «raros», de otra tribu. Y eso es lo que este anime refleja también, un mundo que ya no existe en la actualidad, salvo de forma muy residual: el de las tribus urbanas relacionadas con la música. Los rockers, los mods, los metaleros, los punks, los indies, los góticos, los raperos… subculturas con sus propios códigos estéticos y que, casi siempre, se miraban por encima del hombro las unas a las otras, incluso podían llegar a agredirse físicamente.

Kaie es, por ejemplo, uno de los secundarios que reafirma mi idea de que el asunto trasciende el punk hasta alcanzar incluso el visual kei. Se trata del líder de la banda Penicillin Shock, telonera en ocasiones de GASP, y aunque el personaje está oficialmente inspirado en el artista japonés Katsuhiko Nakagawa (1962-1994), cuando lo vi tanto en el cómic como en el anime mi cerebro solo pudo pensar en Siouxsie Sioux y Muerte de Neil Gaiman, aunque esta última nació unos añitos más tarde. Así de loquita estoy ahora, camaradas otacos. Por cierto, que Kaie es un personaje bastante, bastante turbio. Desconozco que habrá sido de él en el tebeo, pero olisqueo contorsiones obsesivas. Eso me gusta.

En resumen, To-y plasma el inmortal conflicto majors vs. indies; la gran fábrica de música pop contra las bandas pequeñas de medios limitados pero autónomas. Todos quieren ganarse el pan con sus trabajos, ninguno lo tiene fácil del todo y ambas posiciones exigen grandes sacrificios de diferente índole. ¿Es posible compatibilizar la rentabilidad económica con la producción artística? El arte al servicio del dinero acaba pervirtiéndose tarde o temprano; pero la libertad creativa no suele dar de comer mucho tal como está planteado el mundo. Ay, dilemas, dilemas sin solución a la vista.

La película abarca el primer tankôbon y avanza un poco en el segundo, dejando la miel en los labios, aunque ofrece un final más o menos cerrado. La historia de GASP, To-y y el resto de la cuadrilla es evidente que prosigue, pero sobre el papel. ¿Resulta decepcionante por ello? Para nada. To-y no está concebido como un absoluto, sino como una promoción del manga, de modo que rinde vasallaje a la nueva cultura del videoclip tan de moda en los 80 y 90. La MTV era la emperatriz omnímoda del single y la música vinculada a la imagen, de la propaganda de las discográficas a través de un formato que atraía e hipnotizaba al público juvenil. Y To-y utilizó de manera magistral su lenguaje audiovisual. Tanto es así que el peso argumental no recae en los diálogos, que son muy justos, sino en las imágenes.

Se trata de un anime de gran dinamismo, colmado de planos audaces y gran imaginación; con recursos visuales ricos y variados, pero muy distintivos de la década de los 80. Y es que To-y es muy, muy PERO QUE MUY ochentero… y la sombra de Akira es muy alargada también. Ahí tenemos el consabido culto al cuerpo, la locura por la moda y el maquillaje o el capitalismo desaforado como única forma de existencia válida. Y Duran Duran, por supuesto, solo hay que ver la portada de su disco Rio (1982) y el cartel publicitario de la OVA.

Vale, vale, solo era una excusa para mencionar a Simon LeBon y sus secuaces, pero las similitudes están ahí. Y la propia animación es una de las mejores muestras del dibujo limpio y prolijo de esa década. Esos cuerpos estilizados y lozanos de hombros infinitos y piernas interminables, qué maravilla. Ese manierismo resulta todavía fascinante. La verdad es que To-y está realizado con gran atención al detalle, puede presumir de cientos de sutilidades que expresan con pureza las emociones de sus protagonistas. Sin necesidad de palabras. Su calidad es indudable, una joyita escondida de tiempos menos informáticos.

Por si no había quedado claro, To-y es un anime para adultos, no solo porque en menos de una hora trabaje temáticas tan arduas como la prostitución de las artes y su conversión en meros bienes de consumo. Tiene algunas escenas subidas de tono, aunque gracias al nervio cómico que Niya aporta quedan suavizadas; y los asuntos de una posible pederastia y el incesto tampoco es que sean raros en el manganime. Pero ahí están en To-y, de incógnito o no. Avisados quedáis.

¿Recomiendo To-y? Solo por la estupenda experiencia visual que resulta, la sentencia es un sí rotundo. Pero por sí mismo es un anime al que le falta algo de contexto. No es que se haga incomprensible, pero se notan los huecos. Creo que es una excelente carnada para luego sucumbir al manga, donde me gustaría que To-y hiciera el memo, abandonase a GASP y se convirtiera en un trebejo. Esa sería una lectura muy interesante, pero ignoro si la historia continúa de esa manera o si tendré posibilidades de catarla algún día. De momento, esta OVA para mí ha sido y es un buen consuelo.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

cine, largometraje

¡Morir…, dormir! ¡Dormir!… ¡Tal vez soñar!

No, esta entrada no está dedicada a Shakespeare ni a Hamlet (1603). Los lectores más avezados seguro que habréis reconocido la cabecera como parte del archiconocido monólogo que el príncipe danés mantuvo consigo mismo, taladrando sus profundas dudas existenciales. Sin embargo, esta frase es lo primero que me vino a la mente cuando vi esta película. No porque fuera un film basado en obra alguna del Bardo, sino por su título: Yumemiru yôni nemuritai (1986), que se podría traducir algo así como «quiero dormir como si estuviera soñando» o «enterrado en el ensueño», y que los anglosajones le otorgaron el nombre de To sleep so as to dream.

Pero antes de entrar en harina, creo necesario hacer un mini-preámbulo sobre la película en sí. Sobre todo teniendo en cuenta que el público occidental no está familiarizado con ciertas nociones que solo se pueden adquirir ora viviendo en Japón bastantes años, ora siendo un entendido en cultura japonesa. Tranquilos, no es nada profundo o sesudo, solo un par de pinceladas básicas sin más. Recordad que esto sigue siendo un blog, no una publicación especializada, camaradas otacos.

Esta película, que fue el debut como director y guionista de Kaizô Hayashi, tiene mucho de onírico, de quimera y alucinación. Se trata de una obra inclasificable creada y ejecutada por un novato que acababa de abandonar sus estudios universitarios de economía. Quizá por eso fue capaz de sacar adelante semejante prodigio con un presupuesto bastante magro. Como muchas cintas raras pero maravillosas, Yumemiru yôni nemuritai pasó desapercibida en Occidente. Hasta hace unos años, claro. Su restauración digital y reedición en Blu-ray por parte de Arrow Video le ha brindado una nueva vida, incluso en 2020 se reestrenó en los cines nipones, obteniendo el merecido reconocimiento que la posicionó como una de las obras cinematográficas más interesantes del finales del s. XX de Japón. Visionaria, extraña, nostálgica. Todavía muchos se preguntan cómo fue posible que un principiante diera a luz a una joya así, y la respuesta es simple: porque además de poseer talento, no estuvo solo. Hayashi se hizo acompañar muy bien.

Esta compañía no fue azarosa, sino que Hayashi la escogió a conciencia. Para empezar, tenemos a Takeo Kimura (1918-2010), que como director artístico ya había trabajado con el gran Seijun Suzuki (1923-2017) en Nikkatsu, otorgando a los espacios minimalistas del film un aire inequívoco de noir hollywoodiense e, incluso, la severidad del expresionismo alemán. Su colaboración fue todo un lujo para ser una producción independiente. También resultó muy acertado contar con Yûichi Nagata como director de fotografía, pues con su dilatada experiencia logró que el bajo presupuesto de la película no se viera reflejado en la pantalla, compensando carencias con elegancia y un excelente trabajo de la luz.

Kaizô Hayashi eligió asimismo a su elenco de actores con sumo cuidado, entre ellos recuperó el esplendor de viejas glorias que, a pesar de una respetable edad y cierto sigilo cinematográfico, todavía podían dar mucho guerra, como así demostraron. Fue el caso de, por ejemplo, Shunsui Matsuda (1925-1987), del que hablo un poco aquí, en una entrada dedicada al cine silente japonés. Él fue el último benshi, y él fue quien consiguió rescatar las 70 películas supervivientes al Gran Terremoto de Kantô (1923) y la II Guerra Mundial. 70 películas entre miles que desaparecieron. Junto a él aparece la que fue su discípula y benshi en activo actualmente, Midori Sawato.

También contó con Fujiko Fukamizu (1916-2011), actriz muy célebre en los años 30 y que recibió su nombre artístico del pintor de ukiyo-e Sinshui Itô (1898-1972). Desarrolló su carrera sobre todo trabajando en jidaigeki, y vivió la transición entre el cine mudo y el sonoro. Sin embargo, decidió retirarse con tan solo 26 años. Yoshio Yoshida (1911-1986), muy conocido por sus cientos de películas y apariciones en franquicias clásicas como Godzilla, Gamera o Zatôichi, también tuvo su lugar en Yumemiru yôni nemuritai.

Hay más cameos, como el del músico Kenji Endô (1947-2017) que a la otaquería le debería sonar por el 20th Century Boys de Urasawa; también hace acto de presencia el veterano actor Kô (Akira) Ôizumi (1925-1998) y seguro que unos cuantos más que se me escapan porque, simplemente, no soy japonesa, y es imposible que conozca todas las sinuosidades de la cultura popular nipona que aparecen en la película. Yumemiru yôni nemuritai es, para empezar, un homenaje al cine de Japón, hecho con gran amor y esmero. Va dirigida al público de las islas, sin ninguna duda, que sabrá apreciar miles de detalles más que una baka gaijin como yo. Sin embargo, todo esto no impide que se pueda disfrutar siendo extranjero. Para nada.

No obstante, sí puedo añadir a un actor más: Morio Agata. Es un artista bien conocido en Japón, muy versátil, y que se ha dedicado sobre todo a la música folk-rock, aunque tampoco le ha hecho ascos a la dirección cinematográfica y al arte dramático, como muestra en Yumemiru yôni nemuritai. Me permitiréis que añada un poquito más sobre él: su debut musical, el popular single Akairo Elegy (1972), está inspirado en el manga Elegía Roja (1970) de mi siempre amado Seiichi Hayashi y del que tenéis reseña aquí. También este mangaka escribió el guion para la película que dirigió Morio Agata en 1977, Biku wa Tenshi ja naiyo. De modo que podréis deducir que son amiguetes. Junto a la actriz Moe Kamura, que interpretó a la esquiva Kikyô en la película que hoy nos compete, compuso el espectral tema principal de la película, del que podéis escuchar un fragmento en el trailer.

Yumemiru yôni nemuritai es una película difícil de catalogar, aunque no sería la última dedicada a pesquisas detectivescas que dirigiría Kaizô Hayashi, materia que le lleva entusiasmando décadas. De hecho, es propietario de un bar temático sobre detectives en su ciudad natal, Kioto. Pero regresando a este film, una de las referencias que me viene a la cabeza con la que podría compartir algunos fundamentos es David Lynch, asimismo también huele a Buñuel; no obstante, Yumemiru yôni nemuritai es una obra única que, aunque la podamos relacionar de manera tangencial con trabajos populares en nuestro contexto cultural occidental, sigue siendo netamente japonesa.

1919, séptimo año de la era Taishô. En el cine japonés reinan los onnagata, la presencia femenina en las artes escénicas se considera inmoral e impúdica. Sin embargo, este lastre, proveniente de la tradición teatral nipona, no gusta a todos los cineastas, que desean un séptimo arte libre y moderno. Así se filma la primera película con una actriz femenina: Eternal Mystery. Por desgracia, antes de finalizarse su grabación es requisada por la Policía Metropolitana de Tokio y censurada.

Década de los años 50, era Shôwa tras la ocupación estadounidense. El detective Uozuka (primer papel de Shirô Sano) y su ayudante reciben la misteriosa visita de un hombre mayor, que de parte de su señora, la dama Sakura Tsukishima (Flor de cerezo), desea contratar sus servicios para que encuentren a su hija Kikyô (Flor de campanilla), que ha sido secuestrada por una organización criminal. Parece un trabajo simple, pero pronto se complicará. Los secuestradores no están por la labor de liberar a su presa con tanta facilidad, de modo que exigen más dinero y, a través de distintas pistas, conducen a Uozuka y su compañero a través de rincones pintorescos de la ciudad. Cuentacuentos y magos callejeros de sonrisas torcidas; parques de atracciones solitarios o un circo anticuado son los sujetos y lugares con los que se irán topando mientras recopilan una serie de vestigios que conformarán un sospechoso rompecabezas.

Uozuka, devorador compulsivo de huevos cocidos, irá desentrañando las charadas a través de sueños e inspiraciones súbitas; y su asistente, que resulta la inevitable presencia cómica, logrará mediante unas inesperadas habilidades en artes marciales ir despejando el camino de ciertos personajes bastante turbios.

Hasta aquí casi podríamos considerar Yumemiru yôni nemuritai una película convencional, con un guion que no promete demasiadas sorpresas dentro del género noir y que incluso se permite momentos de comedia prudente para aliviar los momentos de tensión. Mas no tarda mucho en enseñar sus auténticas cartas. El detective Uozuka, con su hieratismo de esencia mística, y su ayudante, de claro histrionismo bufo, son la pareja que se compensa y equilibra la una a la otra. Un Quijote y un Sancho Panza inmersos en una búsqueda donde realidad e ilusión se diluyen para imaginar un estado de lucidez vital para encontrar a Dulcinea. Pero no van más allá las comparaciones con la obra de Cervantes, Yumemiru yôni nemuritai no es ni parodia ni sátira ni comedia, es un poema que anhela una conclusión, un cierre para alcanzar la paz.

Yumemiru yôni nemuritai a pesar de que sigue los códigos del cine silente, no pertenece a él. Es un mundo mudo el representado, cierto, pero no exento de sonido, que aflora de las maneras más triviales e inesperadas: una llamada telefónica, la canción desde una radio, unos nudillos llamando a la puerta, el cacareo de una gallina… o su banda sonora minimalista. La riqueza simbólica del film y sus inteligentes alegorías la convierten en una obra afín al surrealismo pero, por otro lado, Hayashi retrata muy bien el Japón de la posguerra, donde todavía pervivían oficios tradicionales, gentes bebiendo y comiendo en izakaya crepusculares, limpiabotas abrillantando calzado, niños jugando por las calles y otras estampas cotidianas del Tokio de los años 50. Llama la atención, por supuesto, la figura del kamishibai, emparentado con el cine y los benshi, así como otros agentes ambulantes que guían a nuestros protagonistas por un intrincado laberinto de acertijos.

Hayashi incluso se permite un ejercicio de metacine, ofreciéndonos imágenes del antiguo arte de la proyección cinematográfica en Japón, con su orquesta en directo y, por supuesto, su benshi. Pero el vasallaje no queda ahí, los secuestradores realizan sus villanías bajo el nombre de Pathé, como la histórica Société Pathé Frères (1896) dedicada al cine, o durante la odisea brotan espacios misteriosos como «la casa eléctrica», nombre del primer cine de Japón, Denkikan, y que también podría remitir al corto del mismo nombre de Buster Keaton o incluso al Hotel eléctrico (1905) del aragonés Segundo de Chomón. Yumemiru yôni nemuritai esconde a plena vista una alfaguara de sabiduría cinéfila para aquellos que sepan descubrirla; sin embargo, no es una simple declaración de amor, la obra posee su propia solidez y nobleza. Por sí misma es una película de belleza formal insólita y gran profundidad emocional. Es su final, además, el que describe su enigmático título, y a pesar de toda su extrañeza, no deja de ser una película conmovedora.

¿Es posible que Nolan viera esta película y tomara ciertas moléculas de ella para su Inception (2010)? ¿Que el agente Dale Cooper de Twin Peaks (1991) heredara del detective Uozuka sus métodos heterodoxos y profunda intuición? ¿Podría ser que Satoshi Kon cosechara ideas de este film para construir su espléndida Millennium Actress (2001)? Pues claro que es factible, los elementos en común están ahí, aunque pueden resultar también solo meras casualidades. La cuestión es que Yumemiru yôni nemuritai resuena en el cerebro con principios bastante familiares.

¿Recomiendo Yumemiru yôni nemuritai? Voy a ser muy directa: es una película maravillosa. Y ya.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Abril de ciencia ficción, manga

Abril de ciencia ficción: Prime Rose de Osamu Tezuka

El colofón perfecto al Abril de ciencia ficción de este 2023 va a estar dedicado, como no podía ser de otra forma, a Osamu Tezuka. Siempre habrá un espacio para este caballero en SOnC, resulta inevitable. Manga no Kamisama escribió muuuuuucha ciencia ficción de la buena, y perteneciente a su última etapa creativa tenemos Prime Rose (1983), que para desmarcarse un poquito de la entrada anterior del blog, su protagonista, o más bien tendríamos que decir su eje central, pertenece al género femenino.

En español ha sido publicado por Planeta, en un tomaco integral que recopila los cuatro tankôbon originales. Es el que se encuentra en las zarpas de Hermes. Ya sabéis que el gigante editorial anda publicando (y reeditando) las inabarcables obras de Tezuka desde hace un tiempo, quizás compensando atrocidades pasadas. Pero, antes de nada, quería comentaros que sus casi 900 páginas han sido muy entretenidas, aunque me han resultado difíciles de manejar. Volúmenes así de gruesos son algo incómodos para la lectura, aunque ya una se ha ido acostumbrando con el tiempo (qué remedio). No es un caso excepcional el de Prime Rose, Panini también está publicando mamotretos (me estoy deshaciendo de casi toda la grapa) y mejor no hablo de mi Little Nemo in Slumberland...

Aun así, Planeta está realizando un excelente trabajo con la obra de Tezuka, otorgándole ediciones respetuosas y dignas. Y ese es el caso de Prime Rose, aunque mis delgadas manitas sufran un poco. Ha contado con la siempre maravillosa traducción de Marc Bernabé (creo que se está haciendo cargo de Manga no Kamisama en Planeta, si me equivoco pegadme un toque en los comentarios) y sigue el formato del resto de tebeos de este autor, con una línea sobria y robusta.

En los años 80 del s.XX se vivió una auténtica locura por el género espada y brujería, sobre todo a nivel audiovisual. Las obras de Robert E. Howard, Clark Ashton Smith o el John Carter de Edgar Rice Burroughs eran fuente de inspiración para cientos de obras que plasmaban sin rubor unos mundos de adorable fantasía kitsch; cuanto más bajo fuera su presupuesto, más sonrojante era el resultado. Ejemplos de este homenaje alucinante al pulp y Weird Tales fueron las archiconocidas películas de Conan con Arnold Schwarzenegger a la espada, los largometrajes animados Heavy Metal de Gerald Potterton (1981) y Fire And Ice (1983) de Bakshi, Roy Thomas y Frazetta, la franquicia de Mattel de Masters del Universo o engendros entrañables como Krull (1983). Algunos de ellos se atrevían a cruzar la frontera de la fantasía para incursionar en el territorio de la ciencia ficción (science fantasy), y ahí es donde podemos ubicar el Prime Rose de Tezuka. Más o menos.

¿Por qué digo más o menos? Porque los que conozcáis a Manga no Kamisama ya sabréis que, aunque sabía sumergirse en las novedades del momento y bucear en ellas con facilidad, hacía lo que le daba la gana, metabolizando influencias y creando su cosmos personal. También es muy evidente que Tezuka conocía los cómics de los años 70 de Conan the Barbarian de Marvel (hola de nuevo, Roy Thomas), donde Red Sonja empezó a destacar y tener colección propia. Y ahí tenemos a nuestra protagonista de hoy, la clásica guerrera en bikini repartiendo acero a quien se le acercase: la princesa Emiya o Prime Rose.

No obstante, como antes os comentaba, Prime Rose es mucho más que un híbrido de ciencia ficción y fantasía: es Tezuka. Y aunque contiene todos los ingredientes que se suelen encontrar en esta clase de guisos, en manos de Manga no Kamisama logra sabores distintos a los esperables. Ciertamente Tezuka se supo empapar bien de cultura occidental, sin embargo no podía evitar ser un genio muy japonés. Porque todo esto comentado no deja de ser una pátina, un barniz, dentro de Prime Rose borbota un kokoro que pertenece a Shin’ichi Hoshi, Unno Juza o al mismo Tezuka, que no era ningún imberbe a la hora de escribir sci-fi precisamente.

Tal como el propio autor indica en el epílogo que Planeta adjunta al final del tomo, Prime Rose está planteada como una historia río, y en inicio no tenía muchas intenciones de prestar atención a los elementos de ciencia ficción, sino dejarse llevar, permitiendo que la narración fluyera y creciera; por lo que, citándole a él mismo, este manga es «una historia de tipo monumental».

Se publicó entre julio de 1982 y junio de 1983 en Weekly Shônen Champion, y tuvo su adaptación animada en agosto de 1983 como Time Slip Ichimannen: Prime Rose. Parece que en la película, algo diferente del manga, Tezuka introdujo ciertos cambios con los que se sintió más satisfecho, aunque tengo la alegría de anunciar que el capitán Nimoy continuó en su puesto en ambas obras. No puedo opinar más al respecto ya que no la he visionado, pero tarde o temprano caerá en mis garras. Sin embargo, sí puedo deciros que es recomendable leer antes el tebeo, ya que la película puede reventaros ciertas cosillas.

Dos países separados por el océano, Groman y Kukrit, dos pueblos en guerra. Para sustentar la paz, las casas reales de cada nación intercambian a su tercer príncipe y a su tercera princesa, sin embargo es un esfuerzo vano, ya que los gromaneses terminan dominando al pueblo kukritense. La sumisión es casi total, va desde la misma educación hasta una dura opresión social que, por supuesto, las clases privilegiadas de Kukrit notan muy poco. Emiya es la princesa gromanesa que, ajena a su herencia, ha sido educada en ese ambiente favorecido con una familia noble de Kukrit. Pero ella es una rebelde, no le gustan las maneras de la corte ni desea convertirse en la esposa de su alteza real Piral. No es muy buena estudiante, pero le gusta la lucha con espada y se entrena con fervor. Y así sucede que, inscribiéndose en contra de la voluntad de sus padres adoptivos en una competición, pierde estrepitosamente el combate frente a una noble gromanesa. A partir de ahí su vida da un vuelco. De niña consentida y de carácter insoportable, criada en la opulencia y con una existencia de adolescente trivial, pasa a descubrir la realidad brutal e inclemente del país donde reside.

Su talante no mejora mucho, a lo largo de gran parte del manga se mantiene como el arquetipo de niña terca e infantil, aunque lo que al principio se perfilan como defectos se van convirtiendo en virtudes conforme sus circunstancias van cambiando. ¡Y vaya si cambian! En Prime Rose vamos a toparnos con muy diferentes tipos de escenarios, que van desde palacios decimonónicos y sus intrigas, ciudades futuristas hipertecnificadas, máquinas del tiempo atravesando singularidades, páramos desolados habitados por criaturas monstruosas o presidios como campos de exterminio. Solo son reflejo del propio desarrollo de la narración. Por supuesto, vamos a encontrar el usual monomito o «viaje del héroe» de Campbell, pero con unas variaciones que harán de la historia de este manga lo prometido: un río con unos cuantos afluentes.

Prime Rose es un relato complejo y extenso, donde la supuesta protagonista, Emiya, funciona al inicio como tal pero pronto troca en nudo donde distintas miradas convergen. Y esas miradas pertenecen a otros personajes que toman el relevo de la narración, y con sus propias experiencias amplían el colosal tapiz que es este tebeo. Estas figuras van y vienen, al igual que sus tramas, que se retoman casi siempre para ofrecer unas vueltas de tuerca que no cesarán de girar hasta el mismísimo final. Para llevarlas a cabo, Tezuka recurre a su genial talento en unas viñetas plenas de agilidad. Es un manga que se lee con mucha facilidad gracias a su admirable dinamismo, resulta muy ameno y variado, es imposible que aburra. Y no solo eso, sino que el autor además se encargó de plasmar los dilemas sociales y las inquietudes filosóficas con los que trabajó durante toda su carrera, hay más cera de la que arde en las andanzas de Prime Rose.

Recopilemos: tenemos romance (un triángulo amoroso bastante escaleno, por cierto), aventuras, fantasía, acción, ciencia ficción y… DRAMA. Mucho drama. La tensión dramática, aderezada con momentos de feroz violencia es, en algunos momentos, angustiante; pero Tezuka sabe dosificar muy bien sus recursos, e intercala episodios más livianos, dando rienda suelta a sus peculiares bufonadas. Incluso se permite guiños y homenajes a pequeños hitos de la cultura pop, como ese maravilloso encuentro entre Bambi y Godzilla. De hecho, el humor que introduce, a ratos con pinceladas eróticas, contrasta, como es lógico, con esas escenas tan cruentas, haciendo de Prime Rose una enorme montaña rusa de 882 páginas.

En conjunto, Prime Rose es una obra bastante armoniosa dada su amplitud, tanto a nivel narrativo como visual, donde el arte engañosamente simple de Tezuka se encuentra en una de sus cimas. ¿Hay cosas que puedan no gustar? Pues claro, sobre todo desde una perspectiva contemporánea hallamos ciertos elementos difíciles de digerir, como el recalcitrante machismo o la hipersexualización ridícula de algún personaje que otro.

A mí, de manera personal, me ha costado mucho aguantar al pesao de Bunretsu, las ganas de asfixiarlo han sido terribles desde el primer panel en el que hizo acto de presencia. Pero sabiendo cómo se desempeña Manga no Kamisama y la época en la que fue concebido este tebeo, solo resta aceptarlo. En esos aspectos quizá no haya aguantado bien el paso del tiempo, sin embargo son detalles que no minan su calidad general y esa, sin duda, es innegable. Quizá no sea el mejor manga de Tezuka, pero del ocho y medio tampoco baja.

¿Recomiendo Prime Rose? Pues para el que se lo pueda permitir, sí. El precio de este señor tomo es elevado, estamos hablando de más de 40 euracos, de modo que no lo sugeriría como compra casual. Pero es lo que vale, ojo. No obstante, si eres fan de Tezuka y deseas disfrutar de una obra algo atípica dentro de su repertorio, este manga cumplirá su cometido a la perfección. Se trata de un tebeo que resume muy bien el estilo y las preocupaciones de Manga no Kamisama, de una madurez propia de la etapa que le corresponde pero no por eso menos fresco y divertido. De hecho, y creo que me estoy repitiendo un poco ya, engancha, engancha mucho, por lo que se lee con sorprendente rapidez.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Abril de ciencia ficción, anime

Abril de ciencia ficción: la Leyenda de los Héroes de la Galaxia

¿Cómo ignorar semejante obra en nuestro Abril de ciencia ficción? Y no es fácil hablar de ella, pues se trata de una saga laberíntica y llena de precuelas, refritos, historias paralelas, películas… y eso solo en animación, porque tiene también su propia adaptación de Takarazuka Revue. Pero, si queremos empezar por algún sitio, hay que aclarar que el arco original son novelas. 10 volúmenes publicados entre 1982 y 1987, que se complementarían con 4 más (1984-1989) y pueden encontrarse en inglés. Esto la convierte en una de las narraciones más extensas de Cipango.

Pero, ¿quién es el cerebro detrás de Ginga Eiyû Densetsu o la Leyenda de los Héroes de la Galaxia? Pues el doctor en lengua y literatura japonesas Yoshiki Tanaka, autor de otras famosas obras como Arslan Senki (1986-2017) o Sohryuden (1987), todas ellas con diversas adaptaciones al anime. Y del anime de Ginga Eiyû Densetsu (1988-1997) trata el artículo de hoy, de las OVAs originales que, china chana, llegaron hasta los 110 capítulos.

Aunque unos pocos meses antes del nacimiento de esta monstruosa serie, salió a la luz la película Ginga Eiyû Densetsu Waga Yuku wa Hoshi no Taikai (1988) así como el videojuego para Famicom de Nintendo, que sirvieron de preludio a la epopeya que se desplegó en ese centenar de episodios que ya son míticos. Tantos capítulos dan un poco de miedo a la hora de visionarlos, son todo un desafío, pero en su momento se realizaron con bastante naturalidad. Como antes he comentado, china chana. Estas OVAs se vendían por suscripción a los fans de las novelas, que pagaban su cuota e iban recibiendo por correo los vídeos. Otros tiempos. En realidad fueron los admiradores de la obra literaria los que hicieron posible que se llegara hasta las cuatro temporadas, 47 horas de batallas espaciales, intrigas políticas y conspiraciones; un culebrón cósmico inspirado en la historia de la humanidad, donde fueron cristalizadas su economía, psicología incluso antropología social con gran agudeza.

Pero, ¿esto no es un anime de ciencia ficción? Pues sí, pero también es un espejo donde la naturaleza humana se ve reflejada. La Leyenda de los Héroes de la Galaxia no es una serie cualquiera, tanto por su amplitud como por los temas que toca, que sobrepasan los límites de una space opera convencional. Es una obra exigente que demanda atención, una disposición activa por parte del espectador. Pero eso es adelantarnos un poco a los contenidos de la entrada, vayamos en orden.

Sí, hay gatos, y ahí lo tenéis, en SOnC no pueden faltar estos pequeños felinos. ¡Vivan los gatos! Tras este inciso, comentábamos que la Leyenda de los Héroes de la Galaxia tiene cuatro temporadas. La primera, que abarca los dos primeros volúmenes de la novela, constó de 26 episodios y se difundió entre diciembre de 1988 y junio de 1989. La segunda, que adaptó los volúmenes del 3 al 5, entre julio de 1991 y febrero de 1992, con 28 capítulos. La tercera, de 32 episodios, comprende los volúmenes del 6 al 8 y se publicó entre julio de 1994 y febrero de 1995. Finalmente, la cuarta temporada, con 27 capítulos, cubre el resto de volúmenes y fue lanzada entre septiembre de 1996 y marzo de 1997.

A los mandos de tamaña gesta animesca estuvo Noboru Ishiguro, un profesional ya curtido en otras lides como Uchû Senkan Yamato (1975), el Tetsuwan Atom de 1980 o Macross (1983). Casi nada, así que pocas bromas. También se haría cargo, más adelante, de la adaptación al anime de otra novela de Tanaka, Tytania (2009). Y es que no se le podía confiar este proyecto a alguien menos experimentado, ya que la intrincada arquitectura del universo del escritor es avasalladora.

Leyenda de los Héroes de la Galaxia comienza a bocajarro, sumergiéndonos sin rodeos en un conflicto armado, en una batalla estelar donde dos facciones enemigas se enfrentan: el Imperio y la Federación de Planetas Libres. Es toda una declaración de principios, pues a lo largo de la serie estas contiendas van a ser constantes. Sin embargo, no se trata de una obra de acción, sino de política y estrategia militar en una guerra que cubre casi dos siglos, donde las infinitas batallas no deciden en realidad nada. Por lo que no, esto no es Star Wars, que además resulta un tanto infantil en comparación. Aquí todos son humanos, no hay razas alienígenas ni peluches a los que se les ve la cremallera. Es una pugna fratricida donde el ser humano hace lo que mejor se le da: autodestruirse. Este anime juega en otra liga, camaradas otacos.

La serie presenta una simetría evidente entre dos mundos de filosofía opuesta, con dos personajes fuertes que medrarán gracias a su inteligencia y con problemas políticos muy distintos, pero de raíces comunes. Sin embargo, para entender el presente hay que conocer el pasado, y Leyenda de los Héroes de la Galaxia no se arredra a la hora de explicar con minuciosidad los orígenes de la guerra.

En el 2801 d.C, la humanidad ha partido de la Tierra y ha establecido en una galaxia cercana la Confederación Galáctica. Es el año 1 estelar, se vive una edad de oro. En el año estelar 296, Rudolf von Goldenbaum, joven héroe de la Confederación, se introduce en el mundo de la política. Con gran habilidad, va ascendiendo en la escala de poder y su influencia en el Parlamento es grande. En el año 310, ya como Primer Ministro, da un golpe de Estado, funda el Imperio Galáctico y se proclama Káiser. El año estelar es abolido y comienza el año 1 imperial. Rudolf instaura la Dinastía Goldenbaum, la suya propia, bajo el amparo de un sistema autocrático hereditario que remite al Antiguo Régimen, una monarquía absolutista de tintes feudales, con una nobleza fuerte e influyente. Se decretan leyes de eugenesia, se eliminan sistemáticamente a inconformistas.

En el año imperial 164 Arle Heinessen se rebela, convirtiéndose en el líder del grupo de los Republicanos. Cruzando una peligrosa zona del espacio, funda la Federación de Planetas Libres y recupera los años estelares. Junto a él, en un enorme éxodo, millones de personas deciden huir de la tiranía del Imperio para poder vivir sus existencias en un sistema democrático.

En el año estelar 640, 331 imperial, la Federación y el Imperio entran en guerra. Una guerra que está durando ya 150 años.

Con estos precedentes, la Leyenda de los Héroes de la Galaxia nos presenta a Reinhard von Lohengramm, perteneciente a la pequeña nobleza del Imperio, y a Yang Wen Li, estudiante de Historia de la Federación. Ambos son unos genios en tácticas militares, ambos están en el ejército por motivos personales más que por vocación, ambos son enemigos mortales aunque se admiran mutuamente. Los dos también, a pesar de sus orígenes humildes, progresan por méritos propios. Sin embargo, Reinhard es ambicioso y ansía el poder; Yang Wen Li, que es modesto y de talante relajado, solo desea que la guerra acabe con el menor número de bajas posible, finalizar sus estudios y llevar una vida tranquila.

Hay muchos más personajes, un auténtico carrusel de cientos de rostros que van desde generales, granjeros, urbanitas, políticos hasta pilotos o sirvientes. Todos ofrecen su visión de una realidad espinosa y desgarrada, algunos son víctimas, otros verdugos, los que más solo procuran no naufragar. Es aconsejable no encariñarse con ninguno, porque… eso, mejor que no. No obstante, sus retratos son poliédricos y llenos de matices, evolucionan y la profundidad psicológica de algunos es portentosa. Los numerosos flashbacks, además de relatar eventos de la historia, sirven para articular las diferentes personalidades, brindarles un trasfondo coherente y distintivo que hace comprensibles sus pensamientos y decisiones. Son sus voces las que construyen el relato de la Leyenda de los Héroes de la Galaxia, aunque haya otra en off narrando.

Sin embargo, debo reconocer que hay una cosa que no me ha gustado, y es la escasa presencia femenina. En un mundo donde la mitad de la población se supone que es mujer, casi no aparece su figura. Y si lo hace, es como interés romántico/sexual de alguien, en el ámbito doméstico o como la consabida pitufina. Esto le otorga cierta ranciedad anticuada que desluce un poco la serie, una pena. Es evidente que Tanaka representó en sus novelas, en un futuro muy lejano, la clásica sociedad patriarcal donde la posición de la mujer resulta casi idéntica a la que tenía en los años 80 del s. XX. Natural por otro lado, la Leyenda de los Héroes de la Galaxia es hija de su época y el autor tenía derecho, faltaba más, a escribir lo que le saliera del nabo. Yo también tengo derecho a escribir sobre lo que no me hace gracia, de modo que todos contentos. Sin embargo, este particular no me ha impedido en absoluto disfrutar de este anime, por no hablar de que soy consciente del valor trascendental que posee en la historia de la ciencia ficción.

Hay una clara dicotomía en la humanidad, representada por el Imperio, inspirado en el Reino de Prusia (1701-1918) y la mitología nórdica; y la Federación de Planetas Libres, una república democrática de apariencia más o menos contemporánea. El Imperio es una autocracia cuyo gobernante, Friedrich IV, también llamado «el Káiser de las Cenizas», es consciente de la decadencia de su dinastía y se ha abandonado a una vida de placeres, en la que la hermana de Reinhard, Annerose, es su concubina. Es un estado feudal de facto donde los nobles luchan por hacerse con el trono, son pequeños tiranos cuyo orgullo, soberbia y vanidad son la fuente de su incompetencia e insondable estupidez. Conciben la guerra desde la distancia con una noción de grandilocuencia épica totalmente insensible a la realidad de los desastres que provoca, pues no les afecta de forma directa, como casta privilegiada no sufren ni conocen esos horrores. Por otro lado, sus intrigas palaciegas y ceguera resultan la perfecta escalera para el ascenso de Reinhard, que aprovecha todos estos defectos a su favor. Sabe que el Imperio es un gigante con los pies de barro.

¿La situación de la Federación de Planetas Libres es mejor? Las democracias también tienen sus sombras, y en la Leyenda de los Héroes de la Galaxia se plasman de una manera que todos podemos reconocer demasiado bien: populismo, ultranacionalismo y la perversión de la palabra «libertad». Su cabeza más visible es el Secretario de Defensa, Job Trunicht, un oportunista que aprovecha la guerra a su favor, hace uso del miedo para manipular a la población y dirige en secreto el Cuerpo de los Caballeros Patrióticos, que lleva a cabo purgas entre los ciudadanos «molestos». Se trata de una democracia corrupta, y aunque existe un partido político antibelicista, que representa el descontento de una parte de la gente, harta de que sus familiares mueran en un conflicto estéril, su influencia siempre resulta estrangulada.

La guerra está esquilmando los recursos naturales de ambos estados, está destruyendo sus economías y devastando a la propia población. ¿A quién beneficia? Solo a particulares y, desde luego, al dominio autónomo de Phezzan, que aunque pertenece al Imperio, mantiene su independencia y se considera territorio neutral. Gobernado por el señor feudal Adrian Rubinsky, no duda en espiar a ambos bandos, venderles información y beneficiarse de la contienda mediante artimañas y zancadillas. Es un lugar de tránsito y residencia de refugiados, pero con Rubinsky nadie puede estar seguro.

¿Qué ingredientes le faltan a este potaje para convertirse en una olla explosiva? A lo largo de estos ciento y pico episodios muchas cosas estallan. Sin embargo, al guisado se le añade la molécula del fanatismo religioso, encarnado en el Culto de la Tierra, una especie de secta vinculada a la extrema derecha. Esta considera el conflicto una guerra santa, y desea por encima de todas las cosas que la humanidad regrese a la Tierra, ya que la honran como sagrada, y se la conquiste en una cruzada,

Y las batallas van desfilando, como en una danza al son de Wagner, Mozart, Dvořák… Una danza de destrucción y muerte donde brillan en todo su esplendor los estrategas Reinhard y Yang Wen Li. Son, de hecho, los diálogos y no la acción los que conducen la serie a través de un argumento denso como una estrella de neutrones, que además siempre sorprende por sus giros inesperados. Con un lenguaje en ocasiones florido, se reflexiona sobre la condición humana, la existencia del universo o el porqué de las guerras. ¿Es mejor una buena dictadura que una democracia podrida? La Leyenda de los Héroes de la Galaxia es una serie para pensar.

¿Qué más se puede comentar sobre esta serie de OVAs? Pues que la animación es gloriosa, llena de pormenores y expresividad, y que conforme avanzan las temporadas mejora muchísimo. Para los que somos fans de lo analógico y deploramos esa impresión a silicona rutilante de la informática, es un auténtico placer y descanso para los ojos ver anime así. Y los diseños de las naves espaciales… ¡ay, madre mía! esa atención al detalle es maravillosa.

La Leyenda de los Héroes de la Galaxia es una serie parsimoniosa que se toma su tiempo para narrar, pero que en cada episodio sucede algo de importancia. Sin prisa pero sin pausa. No hay apenas episodios de relleno o recapitulaciones, va sembrando semillas que más adelante germinan y abren las puertas a otros espacios. No es una obra para gente impaciente o ávida de trompazos, casi podríamos decir que tiene cierto olor a documental, como una crónica histórica que todavía no ha sucedido, pero que resuena en nuestro cerebro porque es una reverberación de lo que somos como especie. Y la guerra, la guerra que lo cambia todo.

¿Recomiendo la Leyenda de los Héroes de la Galaxia? ¡Pues claro! No obstante, como se desprende de esta reseña, es una serie que requiere un tiempo de digestión, quizá por eso no sea demasiado popular ni conocida… aún. Pero los otacos que nacimos en el mesozoico sí que sabíamos de ella, y creo que ya era hora de que le escribiera una entradilla en el blog. La tiene merecida de sobras.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Abril de ciencia ficción, cómic occidental

Abril de ciencia ficción: Yoko Tsuno

En abril aguas mil y ciencia ficción en SOnC. Después de tanto tiempo sin escribir en la sección, quería regresar con algo que fuese realmente especial, de modo que decidí que era el turno de Yoko Tsuno. No, no es manga; sí, es cómic europeo, de hecho es línea clara, franco-belga (bande dessinée, BD). Pero la prota es de origén japonés y encima mujer, cosa extraña en los años 60, por lo que tenía entrada asegurada en la bitácora.

La publicación de las historietas de Yoko Tsuno en España ha sido caótica, desorganizada y se encuentra incompleta; la edición en inglés tampoco es mucho mejor, por lo que hay que acudir a la francesa y neerlandesa para leer la colección completa, que consta, hasta ahora, de 30 álbumes. Pero hoy me voy a centrar en uno en concreto, escribir sobre todos ellos, aparte de arduo, resultaría muy, muy extenso. Y no sé si la gente ahora en internet pierde el tiempo leyendo más de cinco minutos seguidos un texto. Tengo la sensación cada vez más terrorífica de que no lo hace, que somos cuatro amantes de la lectura los que proseguimos con los blogs, creando un tipo de contenido que no es ni publicidad ni gilipolleces narcisistas. Pero probablemente sea una percepción errónea por mi parte. O eso espero, hay que mantener la esperanza en la humanidad un poco, camaradas otacos.

Pero, ¿quién es Yoko Tsuno? Tsuno es una ingeniera electrónica japonesa que, con su gran inteligencia y habilidades, resuelve conflictos, misterios y vive numerosas aventuras por todo el planeta ¡y fuera de él! Sus viajes a través del espacio y el tiempo ya forman parte de la historia del cómic. Durante sus hazañas suele estar acompañada por otros personajes como Vic Vidéo, Pol Pitron (álter ego del autor, Roger Leloup) o la alienígena vineana Khany entre otros, haciendo de sus gestas una narración coral, aunque la estrella indiscutible sea Yoko.

El creador de Yoko Tsuno, Roger Leloup, nació cerca de Lieja en 1933. Es curioso, porque su carrera como autor se basa casi en exclusiva en la creación y desarrollo de un solo personaje: nuestra protagonista de hoy. Pero su trayectoria empezó bastante antes del nacimiento de esta trotamundos.

Desde que era pequeño siempre sintió mucha curiosidad por la mecánica y la tecnología, junto a su padre disfrutaba de los trenes eléctricos en miniatura, y era aficionado al modelismo y a la entomología. Leloup era muy minucioso, algo que más adelante sus lectores podrían percibir en sus dibujos. Ligado a su pasión por la ingeniería estaba su amor a los tebeos y la ciencia ficción de Julio Verne o H. G. Wells, de modo que, aunque él todavía no lo supiese, su senda profesional era ya muy evidente.

Se matriculó en la Escuela superior de artes Saint-Luc, pero como muchos otros antes que él en el mundo del cómic, la abandonó. Leloup estaba más interesado en el dibujo técnico, para el que tenía una aptitud innata; la educación formal no cumplía con sus expectativas, constreñía sus ideas. Así que al conocer al historietista Jacques Martin, que había estudiado ingeniería y trabajaba en la revista Tintin con su serie la famosa Alix, no dudó en trabajar como su ayudante en cuanto se lo propuso. En unos años pasó a los estudios de Hergé, donde realizaría ilustraciones técnicas sobre aviación y automoción con diseños propios muy interesantes. Más adelante, también trabajaría para Peyo (exacto, el de los Pitufos) en la revista Spirou, que lo animó a contribuir con algo de su cosecha en la serie Jacky et Célestin. Y eso es lo que hizo Leloup: en 1969 convirtió al dúo en trío introduciendo a una joven oriental experta en electrónica.

Esta señorita que veis aquí es la actriz franco-japonesa Yoko Tani (1928-1999), muy célebre en los años 60, y que protagonizó películas de ciencia ficción, entre otros géneros, como Destino espacial: Venus (1960) o Invasion (1966). Leloup era muy fan de esta dama, y escogió su nombre para bautizar a su nueva creación. El apellido vino por parte de Maurice Tillieux, que guionizó las 3 primeras historietas cortas de Yoko Tsuno ya en solitario, en 1970. Pero cuando Spirou se convenció de que un personaje femenino, asiático e independiente podía tener salida comercial en una serie larga, Leloup se hizo cargo tanto del guion como del dibujo. Al fin y al cabo, el proyecto era suyo.

¿Fue Yoko Tsuno la primera serie en Europa con protagonista femenina? Mis conocimientos no llegan a tanto, pero se me ocurre alguna anterior como Valentina o Barbarella; pero sí diría que es de las iniciales, y dada la sociedad de aquel entonces, fue un riesgo que les salió bastante bien: Yoko Tsuno tuvo una aceptación estupenda. Porque Yoko-san, además, no representaba el rol tradicionalmente asignado a las mujeres en los cómics: no era el interés romántico de nadie, no era una femme fatale o una criatura hipersexualizada. Yoko Tsuno es una heroína con iniciativa, inteligente, activa y valerosa. Un personaje femenino moderno que se adelantó a su tiempo mostrando un perfil natural, de ser humano adulto, no de muñeca sexy.

Da mucha pereza que a las figuras femeninas casi siempre se les tenga que atribuir sensualidad y erotismo. Mucha pereza. No fue el caso para nada de este tebeo, toda una novedad. Y ojo, Yoko Tsuno no era cómic para chicas, sino que iba/va dirigido a todos los públicos. ¡Toma patadón al androcentrismo!

Y así llegamos al primer álbum de Yoko Tsuno, publicado entre los números 1726 y 1742 de Spirou: El trío de lo extraño (1972) o Le trio de l’étrange. También es el tebeo de la entrada de hoy. No es el que tiene ni mejor dibujo ni mejor historia de los 30 publicados, pero sí resulta la introducción perfecta en su universo. Si El trío de lo extraño os llega a gustar, el resto solo os puede encantar. Además, aquí se presentan personajes que luego iremos viendo aparecer en álbumes posteriores porque, aunque son relatos autoconclusivos, poseen cierta continuidad.

El trío de lo extraño todavía tiene mucho de las influencias de los maestros de Leloup, que se encuadra en la llamada línea clara, con el habitual «efecto máscara» (en Tezuka también aparece, por cierto), regularidad en las tiras, continuidad de los planos, subordinación del dibujo a la historia (mucho, mucho texto), gran realismo y prolijidad en los decorados y fondos, enfoque en la acción más que en la psicología de los personajes, etc.

Este es el primer movimiento de Leloup en solitario, las obras posteriores evolucionarían mostrando más de la personalidad e ideas del autor; sin embargo, se trata de un cómic que ha soportado con bastante dignidad el paso del tiempo. Quizá no sea a lo que está acostumbrado el lector de manga actual, es otro tipo de lenguaje gráfico, pero siempre es recomendable conocer otras perspectivas para ampliar la mente, camaradas otacos.

Vic y Pol son un regidor y cámara respectivamente de televisión. Están cansados de trabajar en programas aburridos, y sueñan con crear su propia productora independiente y realizar proyectos más interesantes. Una noche, al salir de los estudios, Vic observa que una grúa en una obra está moviéndose sola, y una misteriosa figura parece deslizarse por ella con intenciones maliciosas. La siguen y creen haberla atrapado cuando descubren que se trata de Yoko Tsuno, una ingeniera electrónica que ha sido contratada para probar el sistema de seguridad de la edificación. Impresionados por la pericia de la joven, deciden proponerle que colabore con ellos en un documental de espeleología que requeriría de sus especiales habilidades como ingeniera de sonido. Yoko, que parece tener dificultades para encontrar un empleo estable, acepta encantada.

Ya en el interior de la cueva, descubren un gran sifón que, en vez de amedrentarlos, los anima a continuar con una serie de grabaciones submarinas. Sin embargo, al tirar un colorante en el agua para averiguar su movimiento, el nivel comienza a subir y son absorbidos y arrastrados hasta el interior de una gigantesca cueva que alberga tecnología muy avanzada. Ahí conocerán a Khany y a la pequeña Poky, supervivientes de una civilización que procede del planeta Vinéa (nombre inspirado en la famosa crema Nivea, quizá por eso los vineanos también sean azules). Su hogar, a más de 2 millones de años luz, fue destruido en un cataclismo cósmico, viéndose obligados a migrar a un mundo que pudiera albergarlos.

El viaje fue muy, muy largo y en hibernación, todo controlado por una IA que los condujo hasta la Tierra. El ser humano recién había aparecido, por lo que decidieron vivir bajo tierra. De esta manera da comienzo una aventura donde Yoko Tsuno se revelará como la líder indiscutible por su audacia, buen hacer y perspicacia.

Vic, que representa la sensatez, y Pol, cuya función básica es la cómica, pronto se manifiestan como los escoltas de Yoko; el séquito necesario de todo héroe (en este caso heroína) que asiste y acompaña a la prima donna. No son ninguno de los personajes especialmente complejos ni trabajados a nivel psicológico, algo particular también de la ligne claire, y Yoko en ocasiones puede resultar irritante en su excelencia. Sin embargo, este trío, que da título al álbum, se acopla y ensambla a la perfección, brindando a esta historia de aventuras y misterio el dinamismo necesario.

Leloup, asimismo, nos presenta a otra mujer fuerte, Khany, que aunque secundaria, se convertirá en amiga de Yoko y su presencia será habitual en los siguientes álbumes, e irá ganando peso en el mundo de Tsuno. La amistad intergaláctica entre las dos dará bastante jugo, muchas y colosales epopeyas aguardan en el futuro. Porque uno de los valores principales que difunden los tebeos de Yoko Tsuno es el humanismo, o más bien deberíamos decir el respeto y la colaboración humanos e interespecies en el universo.

El dibujo retiene todavía mucho de sus maestros, resulta un tanto indeciso y, siguiendo el consejo de Tillieux a regañadientes, Leloup aplicó un estilo bufo en los personajes. No estaba acostumbrado a diseñar y trazar rostros humanos, de modo que, por ejemplo, el semblante de Yoko parece de continuo enfado o Poky tiene la cara, directamente, de un pitufo. Sin embargo, en los siguientes álbumes esto cambiaría por completo, y Leloup afinaría sus diseños y expresividad.

¿Hay maniqueísmo? Sí. Los malos son malos sin fisuras; el argumento, muy rico y ágil, puede pecar de infantil y algo simplista en ocasiones. Sin embargo, se trabajan conceptos como el arrepentimiento, la justicia y la clemencia, no tan habituales. Por otro lado, los amantes de la ciencia ficción dura disfrutarán muchísimo por la minuciosidad y realismo de Leloup en sus descripciones. Porque la SF de Yoko Tsuno es hard, otaquería, esto no es Star Wars y sus viajes translumínicos de 10 minutos. Recordemos que Leloup es entusiasta de todo saber científico dedicado a la tecnología, por tanto encontraremos multitud de viñetas con meticulosas explicaciones e ilustraciones al respecto.

¿Recomiendo El trío de lo extraño? Sí, en especial si luego se va a continuar leyendo el resto de los álbumes de Yoko Tsuno. Es una historia con vueltas de tuerca oportunas, mucha energía y un final convencional pero abierto a enigmas que Leloup irá desvelando en las posteriores aventuras de la japonesa. Este álbum solo es un esbozo de las maravillas que proseguirán. De hecho, en sus trabajos posteriores el autor añadirá más ímpetu detectivesco a sus relatos junto a esa hard SF que es marca de la casa.

¿Volveré a escribir de Yoko Tsuno? Es bastante probable que, más adelante, dedique un par de entradillas a algún álbum suyo más. Todo sea por dar a conocer este magnífico tebeo que este pasado 2022 llegó a su número 30 con el título Les Gémeaux de Saturne. ¿Cuándo verá este la luz en español? Pues me temo que aún tardará un ratico.

¡Larga vida a Yoko Tsuno! Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

literatura, ZhongGuo

Recuerdos de Hulan He de Xiao Hong

Ya lo comenté hace unas semanas, Gallo Nero está publicando, así como quien no quiere la cosa, material muy jugoso, sobre todo para los aficionados a lo oriental. Su colección de gekiga es de verdad emocionante, y lo mismo sucede con sus libros ilustrados. Uno de ellos, Recuerdos de Hulan He de la maravillosa escritora Xiao Hong (1911-1942), ha sido uno de los últimos en caer sobre mis zarpas, y lo he devorado con calculada lentitud.

Originalmente publicado en 1942, el mismo año en que Xiao Hong fallecería, la edición de Gallo Nero (2021) es una adaptación que goza con un prefacio imprescindible de Shao Baoqing, profesor de literatura china de la Universidad de Burdeos, y las mágicas ilustraciones de Hou Guoliang (1946). Se trata de la publicación en español de la que apareció en 2007 en China gracias a la editorial Jilin Meishu Chubanhe (吉林美术出版社). No es muy largo, como tampoco lo es la obra en la que se basa, pero sí se trata de un libro de especial intensidad y belleza, tanto por su arte como su literatura. En él Xiao Hong plasmó los ecos de su niñez en el noreste de China, en la gélida provincia de HeilongJiang, en la región histórica de Manchuria. Y quizás sería conveniente hacer una pequeña presentación de la autora, su tortuosa vida y experiencias para poder comprender y disfrutar mejor de este Recuerdos de Hulan He.

Porque aunque Xiao Hong no sea todavía demasiado conocida en Occidente, ella es una de las escritoras más importantes de la literatura contemporánea del País del Medio; y tampoco es sorprendente que no fuera profeta en su propia tierra hasta los años 80, que se empezó a recuperar su trabajo y valorarse como merecía. Fue una adelantada a su tiempo, su estilo no se ajustaba al canon realista requerido… y además era feminista. Uy, lo que he dicho. Todo lo que rodea a Xiao Hong despliega un halo de melancolía y ferocidad que encoge el alma, si continuáis leyendo averiguaréis por qué.

Estas tres fotografías nos muestran tres etapas distintas de la vida de Xiao Hong, que a pesar de que fue breve porque solo vivió hasta los 31 años, tuvo bastantes más fases de las que se muestran en este trío. La primera, la niñez, ahí aparece con su madre, de la que apenas tuvo recuerdos porque falleció cuando era pequeña; la segunda, cuando conoció a Lu Xun (1881-1936) y bajo su ala floreció; y la tercera, cuando buscaba una existencia convencional, tranquila y segura con el escritor Duanmu Hongliang.

Xiao Hong vivió en 11 provincias distintas de China y también en Tokio, recorrió miles de kilómetros durante su corta existencia, aunque su tierra natal siempre sería el lugar de la nostalgia y la añoranza, y en sus últimos días expresó el deseo de regresar a la aldea donde nació, en Hulan, un 1 de junio de 1911. Pero no pudo ser. También quiso que sus cenizas reposaran junto a las de su querido mentor Lu Xun, sin embargo murió sola y abandonada en un hospital de campaña del St. Stephen’s Girls’ College en Hong Kong. Pero eso es adelantarnos a nuestra historia, vayamos al principio.

¿A que está muy elegante Xiao Hong con su pipa? El hombre que la acompaña es Xiao Jun, prominente escritor con el que vivió más de seis años. No fue una relación dichosa, así como tampoco lo fue su infancia. Con 9 años perdió a su madre, y el padre era el polo opuesto de la hija. La nueva esposa, la consabida madrastra malvada, era bastante ruda, de modo que nunca se sintió querida por su familia excepto por su abuelo. Su abuelo fue su refugio, en él halló la figura amorosa y protectora que la sostuvo hasta que murió y la enviaron a un colegio femenino en Harbin. Allí, lejos del ambiente rancio de su pueblo, descubrió la literatura moderna y progresista de su época, y también al que sería su escritor predilecto: Lu Xun. Sin embargo, esa etapa no duró demasiado, pues fue expulsada y al regresar de nuevo a casa, su padre le había preparado una sorpresa: un matrimonio concertado.

Los datos biográficos de Xiao Hong son en ocasiones confusos y algo oscuros, así que ciertos detalles y motivaciones nos resultan desconocidos. Lo que sí sabemos es que, horrorizada ante la perspectiva de un matrimonio de conveniencia, huyó con una prima a Pekín y llevó una vida de vagabunda. El hambre la hizo volver al hogar, y su padre la encerró en casa. Volvió a escapar pero esta vez a Harbin y ahí, no sabemos si porque fue tras ella o por casualidad, se encontró con el que habían planeado que fuese su marido. Lo aceptó finalmente y se fueron a vivir juntos. Pero el tipo demostraría ser todo un canalla, pues resultó que ya se había casado con otra. La abandonó embarazada y con unas tremendas deudas. Estos problemas económicos y su situación vulnerable la condujeron a un estado de semiesclavitud y pobreza muy, muy duro. Se encontraba desnutrida y vivía en un cuchitril sucio y diminuto, el único lugar donde su acreedor le permitía subsistir. Desesperada, escribió a un periódico su situación y el editor, asombrado, envió a un reportero a verificar la historia. Este periodista sería Xiao Jun, que tras conocerla ya no se separaría de ella en mucho tiempo. Fue un amor a primera vista. Un cambio en la vida de ambos radical.

Xiao Hong tuvo a su niñita, pero la entregó en adopción, incapaz de alimentarla y mantenerla. Nunca volvió a saber de ella. Mientras tanto, su relación con Xiao Jun crecía también a nivel intelectual, pues él descubrió en ella una mujer de extraordinario talento, y ambos comenzaron a escribir y publicar obras propias, incluso en conjunto. Eran trabajos abiertamente contrarios a la dinastía Qing y la ocupación japonesa, por lo que pronto fueron hostigados y tuvieron que huir primero a Qingdao y después a Shanghai. Fue entonces que Xiao Hong cumplió el sueño de conocer a Lu Xun, y a partir de ese momento alimentaron una amistad tierna y honesta. Xiao Hong encontró en él el añorado amor de su abuelo, así como también a un guía espiritual en su carrera literaria. Escribió su clásico El campo de la vida y la muerte (生死场, 1935), al que Lu Xun hizo el prólogo, y éste proclamó que Xiao Hong era «la escritora más prometedora de China». La novela, a pesar de que fue censurada, produjo un gran impacto, despertó conciencias en el país y estimuló el espíritu de lucha contra el invasor japonés. Con solo 24 años, Xiao Hong logró plasmar con una precisión asombrosa la miseria del mundo rural y la horrible vida bajo el yugo nipón en Manchukuo. Pero la novedad era que lo hacía desde una perspectiva femenina, y con un estilo inédito hasta entonces.

Estos fueron tiempos de estabilidad y contento para Xiao Hong. Visitaba a diario a Lu Xun, en su casa sintió un calor familiar sin precedentes en su vida. Y en ese círculo social, gracias al patrocinio de su protector, conoció a periodistas como la grandísima Agnes Smedley (1892-1950) y otros estudiosos extranjeros que dieron a conocer su obra fuera de China. Pero lo más importante fue, sin duda, la felicidad que supuso para ella el afecto del anciano escritor: un padre de familia, buen esposo y amante de su hijo, pero también amable y generoso con los jóvenes autores que deseaban salir adelante en unos momentos históricos tan complicados.

La risa de Lu Xun es clara y alegre desde el corazón. Si alguien dice algo graciosoo, se ríe tan fuerte que ni siquiera puede sostener un cigarrillo y, a menudo, se ríe tanto que tose.

Conforme su relación con Lu Xun era cada día más cordial, la que mantenía con Xiao Jun se degradaba. Jun bebía y golpeaba a Xiao Hong, abusaba de ella gravemente además de serle infiel, por lo que la escritora decidió irse a Tokio. Y mientras se encontraba fuera, Lu Xun falleció. Fue un golpe muy doloroso para ella, y a los pocos meses, en 1937, regresó a China. Embarazada de Jun, se casó con Duanmu Hongliang de manera precipitada, buscando un equilibrio que apenas sabía reconocer. Muchas de sus amistades le dieron la espalda por este paso y, para más inri, tras un parto difícil, su bebé murió a los dos días de nacer.

Aquí tenéis a Xiao Hong en la sepultura de su admirado Lu Xun, y en la imagen de al lado está con el que sería su última pareja, Duanmu Hongliang. Apenas hay un año de diferencia entre ambas fotografías, pero la vida de nuestra protagonista ya había dado un vuelco. Wuhan, Chongqing, Kowloon, Hong Kong… la segunda guerra sino-japonesa (1937-1945) hizo que el joven matrimonio tuviera que huir de un lugar a otro, buscando algo de seguridad. Sin embargo, la salud de Xiao Hong estaba muy deteriorada: años de hambre y frío, angustia, guerras y dos partos complicados debilitaron su cuerpo, y enfermó de tuberculosis. Sin embargo, durante esos últimos meses de su vida, tan llenos de fragilidad y toses interminables, escribió varias obras, entre ellas el que es considerado uno de sus mejores trabajos: Recuerdos de Hulan He.

Despreciada y abandonada por su marido, Xiao Hong murió de enfermedad y terror un 22 de enero de 1942. Diagnosticada erróneamente con un tumor en la garganta, la intervención quirúrgica a la que fue sometida la dejó muda. Pero la negligencia médica no quedó ahí, sino que Xiao Hong fue desatendida y las complicaciones postoperatorias derivaron en una neumonía que la mataría en menos de un mes. Solo su amigo, el también escritor Luo Bijin, fue su compañía en sus últimos días.

Este es el resumen de una vida intrincada e infeliz, necesaria para entender la obra literaria de Xiao Hong. Si os interesa conocer más sobre sus experiencias, la película The Golden Era (黄金时代, 2014) puede resultaros útil. En el cartel la frase clave es: «Ella reconoció la tempestad» (她认出风暴), o así la traduciría yo en mi mandarín macarrónico. También aparece una cita suya que dice: «Las personas y los animales son iguales, están ocupados en vivir, están ocupados en morir» (人和动物一样, 忙着生, 忙着死).

Xiao Hong fue una criatura de su tiempo, representó el dolor y desarraigo de una época no ya solo turbulenta, sino extremadamente brutal. Y su propia existencia fue así, llena de desengaños, frialdad y caos. Xiao Hong renunció al viaje consuetudinario y abrazó el abismo, porque en el abismo hay libertad. Fueron sus intensas vivencias las que alimentaron su singular escritura, aunque pagó un precio muy alto.

El mayor dolor (y desgracia) de mi vida es todo porque soy mujer.

Xiao Hong fue muy crítica con «las guardianas del patriarcado» del medio rural y su pensamiento feudal. Ella sabía que lo único que podían hacer esas señoras era llevar una existencia entumecida, tediosa y, sin darse cuenta siquiera, convertirse en cómplices del canibalismo moral de ese entorno subdesarrollado y anclado todavía en la Edad Media. Pero también supo prestar atención a la vida de las mujeres del campo y su destino en una sociedad que las quería sumisas, dóciles y siempre hermosas; e intentó despertarlas, hacerlas reaccionar ante la continua humillación a la que estaban sometidas. Nadie hasta entonces lo había hecho. ¿Aparece todo esto en Recuerdos de Hulan He? Por supuesto.

Recuerdos de Hulan He es como las nubes que se ven pasar en un día de brisa: suaves, informes y evocadoras. Quiere parecer inocente por usar los ojos de una niña, pero son los pensamientos de una mujer adulta los que nos muestran con nostalgia los paisajes rurales del noreste de China. Una nostalgia no exenta de fina ironía, y que descubre un mundo esclavo de la superstición y la ignorancia. ¿Llegaría a superar algún día el medio agrario chino ese confucianismo fermentado en la olla de un taoísmo adulterado con hechicerías? Ignoro incluso si ha sucedido ya. Hay un proverbio chino que dice: «Al pájaro que asoma la cabeza lo matarán a tiros» (枪打出头鸟), que podría ser un equivalente al japonés: «El martillo siempre golpea el clavo que sobresale» y su noción de wa. Una persona que destaque por el motivo que sea puede romper la armonía social, por lo que es susceptible de ser atacada. De hecho es deseable que lo sea: al redil o destrucción. Y eso, entre otras muchas cosas, es lo que observamos en Recuerdos de Hulan He.

Comienza con la sencilla descripción de su pueblo, sus calles, sus casas, sus negocios y transeúntes… pero pronto ese retrato en apariencia realista se agrieta y la fractura entre objetividad y subjetividad es evidente. Recuerdos de Hulan He no son solo retazos de memoria que plasman un mundo sino que, como toda memoria, es imperfecta y repleta de ausencias que Xiao Hong rellenó con poesía, creando así un nuevo universo personal no menos real que el que existió en su infancia, sino incluso más rico. Un santuario en el que refugiarse de la tragedia que era su existencia.

Xiao Hong eligió con celo sus recuerdos, no los dejó al azar, aunque la narración fluye libremente sin un orden concreto, como la corriente del río Hulan. La autora puso suma atención solo en lo que le apetecía, y pasó por alto lo que no deseaba, sin más, dando al texto el aire de espontaneidad y ligereza propio de la infancia. Porque son los sentidos de una niña, sus ojos, nariz, oídos los que nos describen de manera tan sensorial pequeños detalles de su aldea o las historias que suceden. Nos lleva de la mano correteando por huertos, patios, plazas y, por supuesto, a la orilla del Hulan, señalando no solo las risas, la música o los juegos, sino también la miseria, la crueldad y la tristeza. La estampa que puso ante nuestros ojos es muy vívida.

Con cierto pinchazo de amargura en momentos puntuales, Xiao Hong nos obsequió con un relato sereno y dulce a pesar de su violencia disfrazada. Sin duda, los momentos más gratos son los que describe junto su abuelo, al que quería tanto; y no es solo hasta al final del libro que aparecen historias articuladas con personajes obvios. Estas historias, la de Feng Bocatorcida y sobre todo la de «la pequeña nuera», resultan estremecedoras. Una siempre se sorprende de lo lejos que puede llegar la maldad humana, da la sensación de que no tenga límites.

Por otro lado, las ilustraciones de Hou Guoliang son maravillosas. Se trata de un artista, además, de Heilongjiang, de la tierra de Xiao Hong, de modo que, pese a que ha transcurrido casi un siglo, seguro que muchas de las imágenes que aparecen en la novela le resultarían familiares. O no. La cuestión es que su delicado arte capta muy bien la esencia lírica del texto de Xiao Hong. Son dibujos llenos de hermosos pormenores; y su trazo, fino y claro, expresa de manera sutil tanto escenas de gran intimidad como asesinatos. A pesar de los brillantes colores que se exhiben en algunos cuadros, hay una suave nebulosa, muy leve, que otorga a las ilustraciones una cualidad etérea que remite, cómo no, al mundo de los recuerdos. Es un estilo que bebe de la pintura clásica china, y quizás sean esas reminiscencias añejas tan exquisitas las que hacen tan agradable disfrutar de las láminas una y otra vez.

¿Recomiendo Recuerdos de Hulan He? Desde luego, es una edición preciosa. La adaptación del texto original es bastante decente (aunque la traducción no sea del mandarín sino del francés, por Miguel Marqués Muñoz) y es una buena forma de introducirse en la literatura de Xiao Hong. Pero, ante todo, aconsejo leer la novela. Como lectura complementaria esta obrita de Gallo Nero es una maravilla… pero la novela. Por favor. Leedla.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

anime, largometraje

La leyenda de Sirius

Sanrio es el imperio de la todopoderosa zarina de lo kawaii Hello Kitty, eso nadie lo duda. Sin embargo, esta empresa japonesa es mucho más; de hecho, hace un tiempo muy, muy lejano incluso comenzó a realizar animación con pretensiones internacionales. Eran los años 70 del s. XX y Sanrio quería picar más alto. En 1977, con la creatividad del poeta e ilustrador Takashi Yanase (¡viva Anpanman!), vio la luz el cortometraje animado Bara no Hara to Joe, comenzando una etapa audiovisual bastante interesante, sobre todo para los husmeadores como yo que gustamos de entretenernos escarbando entre material antiguo. Sanrio continuaría luego con Chiisana Jumbo (1977) junto a Yanase-sensei de nuevo y, tomando ya una buena carrerilla con Yanase otra vez, llegaría la bestialidad de Chirin no Suzu o Ringing Bell (1978).

Ninguno de los dos cortometrajes, tampoco el mediometraje Chirin no Suzu, a pesar de ir dirigidos al público infantil, pueden considerarse obras almibaradas e inofensivas. Estamos hablando de Japón, camaradas otacos, y la crueldad junto a la tristeza se reparten sin distinción de edad como peladillas en boda gitana. El caso de Ringing Bell resulta especialmente siniestro, pero de ese anime ya escribiré otro día.

Sanrio no se iba a quedar ahí, por supuesto, y envidó también sin miedo con largometrajes audaces, buscando hacerse un hueco en Occidente. Primero probó con una coproducción con Estados Unidos, The mouse and his child (1977), bastante convencional y que no entusiasmó demasiado; Hoshi no Orpheus (1979) llegó después, adaptando cinco mitos clásicos recogidos en Las Metamorfosis de Ovidio, pero otorgándoles un giro funkilorro y discotequero muy del momento. Luego, siguiendo la estela de la mitología grecorromana, Sanrio trabajó con Madhouse y el mismísimo Osamu Tezuka en la adaptación de Unico (1981), aunque el manga ya había tenido un amago anterior de serialización en TV, que quedó en OVA de borrajas. Y después, en ese mismo año, Sanrio parió nuestra estrella de hoy: Sirius no Densetsu (1981) o La leyenda de Sirius. Sin duda la obra más llamativa de la compañía en esa época.

Irían detrás de ella otras películas, claro, como la segunda parte de Unico (1983), el exitoso drama histórico Oshin (1984), basado en la que sería la primera asadora exportada fuera de Japón; o el que me parece su trabajo más valiente, Yôsei Florence (1985). De hecho, Sirius no Densetsu y Yôsei Florence pueden considerarse películas hermanas, comparten muchas cosas sobre todo a nivel artístico, y ambas poseen un espíritu desobediente que las hace especiales incluso después de tantos años. Pero tampoco es de extrañar, ya que fueron dirigidas por el mismo director, Masami Hata, y gozaron de las historias del propio Shintarô Tsuji, el jefazo de Sanrio. Sin embargo, es La leyenda de Sirius la protagonista del SOnC de hoy. No obstante, os dejo por aquí Fairy Florence por si queréis echarle un vistazo, merece muchísimo la pena, es mi favorita de las dos.

También es cierto que ambas han sido comparadas hasta la náusea con Disney, y han salido perdiendo, por supuesto. Como si se tratase de un esfuerzo extraordinario por lograr la excelencia de la maquinaria estadounidense y se fallara porque, ¿cómo se puede conseguir algo así? La tecnología de Disney es inalcanzable. Pero todos sabemos que esto no es cierto, al menos ahora, en nuestro presente. Con todo, debemos reconocer que en los 70 y 80 el panorama era distinto, y sí, Sirius no Densetsu le debe muchísimo a Disney, aunque detenerse en la epidermis resultaría injusto, porque hay mucho más que disfrutar y valorar de este largometraje.

La leyenda de Sirius fue concebida a lo grande, creada para ir más allá de las fronteras de Japón, saltar a Occidente y demostrar que la animación de calidad en grandes salas y para toda la familia no era el coto privado de nadie. No es que no se hubiera intentado antes, pero Sirius no Densetsu lo hizo en el mismo lenguaje comercial que los norteamericanos facturaban al planeta entero. Este film fue planteado de tal manera que hasta la banda sonora, compuesta por Koichi Sugiyama, fue interpretada por la orquesta sinfónica NHK de Tokio: suntuosidad y alto presupuesto. No fueron, ni mucho menos, tacaños. ¿Les salió bien? En el plano artístico un sí rotundo; en el comercial, ¿alguien la recuerda o la conoce? Pues ahí tenéis la respuesta.

Pero comencemos por el principio, ¿qué nos narra La leyenda de Sirius? Shintarô Tsuji nos relata un cuento repleto de elementos que se alimentan de lo legendario, una historia de amor imposible donde el villano hace tiempo que fue derrotado, esparcidos sus huesos y tomado su globo ocular como reliquia y símbolo de poder. El malo está muerto, los malandrines que restan son solo mezquindad. Sin embargo, las semillas que sembró brotaron y crecieron con vigor, convirtiéndose en la divergencia que conformaría un abismo infranqueable. O casi.

Themis, diosa del fuego y Glaucos, dios del agua, son hermanos y vivían como uno solo, en completo amor y alegría. Pero su felicidad era envidiada por el dios del viento, Argon, y decidió diseminar mentiras llenas de odio entre los dos. Donde antes hubo un profundo afecto, surgió un rencor inmenso que condujo a un violento enfrentamiento entre Themis y Glaucos. La guerra fue tan devastadora que el dios superior se vio forzado a intervenir, neutralizar a Argon y arrancarle su fuente de poder, su ojo, para entregárselo a Glaucos. Pero esta paz forzada apenas puede ocultar el resentimiento y aversión que siguen sintiendo los hermanos; y, cada uno en su reino, el Océano y la Tierra junto al mar, continúan aborreciéndose en la distancia.

Tanto Themis y Glaucos han tenido descendencia, y como herederos de los reinos de sus padres, tienen responsabilidades. La hija de Themis, Malta, es la guardiana de la Llama Sagrada y debe cuidar de que nunca se apague, pues asegura la calma en las aguas del Océano y la prosperidad del reino del Fuego. Malta siempre se encuentra escoltada por la pipiola hada ígnea Pialé, que siente un intenso amor por ella. El hijo de Glaucos es Sirius, que llegada su mayoría de edad recibe el ojo de Argon como atributo de futuro gobernante del Océano. Su compañero de travesuras es el pequeño sireno Teak, la voz de la sensatez. Ambos príncipes son muy jóvenes y tienen la cabeza un poco en las nubes, sobre todo Sirius, que en una de sus escapadas, atravesando las Regiones Tabú donde hay extrañas criaturas y yacen los despojos del antiguo dios del viento, alcanza la orilla del mar y llega hasta el reino del Fuego. Allí descubre a Malta, pronto ambos se enamoran y viven su inocente idilio en un jardín secreto.

Sin embargo, su amor está condenado desde el principio: no solo porque pertenezcan a clanes enemigos (que sean primos hermanos ya pues da igual), sino porque los dos son herederos al trono de sus respectivos territorios. Malta, en unos días también, alcanzará la mayoría de edad y relevará a su madre de su cargo con la llegada de un eclipse solar mágico. Pero la sabia tortuga Moelle les brinda una diminuta esperanza: durante el eclipse, en la colina de Mobius, unas raras flores brotan, liberando unas esporas que, flotando, se dirigen a una lejana estrella donde fuego y agua todavía coexisten en armonía. Solo tendrían que seguirlas. Y los muchachos se aferran a esa perspectiva con optimismo.

Como bien imaginaréis, la historia se complica. Y debo añadir que La leyenda de Sirius es una tragedia, por lo que el final no es feliz como se acostumbra a ver en las producciones Disney. Aquí hay muertos, otaquería, y los japoneses son además especialistas en espachurrar nuestros kokoros y hacernos llorar si es posible. Se trata de un cuento de hadas que se inspira en los cientos de leyendas que existen de amor imposible (Tristán e Isolda, los amantes de Teruel, Romeo y Julieta, Niu Lang y Zhi Un, etc) para crear su propio y descarnado drama. Los personajes en sí no nos van a sorprender, pues representan arquetipos bien conocidos por todos que simplemente están al servicio del relato. Pero resulta muy bonito observar el abanico de emociones que se despliegan ante nosotros: la curiosidad por el sexo opuesto, la ingenua adoración del enamorado o la ansiedad ciega de la pasión. Todo con mucho esmero.

Sirius no Densetsu en ese aspecto es peculiar, ya que permite una doble lectura. Va dirigido a un público infantil, y ahí tenemos los ingredientes habituales de la fórmula, como los recursos cómicos, bellas danzas visuales de gran cromatismo o los típicos personajes graciosos; pero también encontramos moléculas bastante más oscuras que solo una persona adulta puede comprender en toda su dimensión. Es una auténtica película para toda la familia, de la que tanto mayores como pequeños pueden disfrutar.

En el terreno artístico es imposible no aludir a Fantasía (1940) o Peter Pan (1953) y su compañera Campanilla, las influencias están ahí bien presentes. Pero también tenemos al bishônen de Tezuka y sus malvados burlescos (Mabuse es una maravillosa salamandra gigante japonesa), no hay que olvidar que el director, Masami Hata, trabajó en Mushi Pro. Sirius no Densetsu aspiraba a ser un largometraje con lo mejor de Occidente y Japón, uniendo la ciencia de ambos mundos para ofrecer al espectador un producto bueno y accesible. De hecho, decidieron utilizar los 24 fps acostumbrados en el cine estadounidense (son el estándar), incluso en algunos momentos llegaron a los 80 fps, otorgándole una fluidez extraordinaria a escenas donde el fuego o el agua son los protagonistas.

Los paisajes que se nos muestran en Sirius no Densetsu, en especial los submarinos, son de una belleza e imaginación incomparables. Mucho más ricos y misteriosos que los que Disney más tarde elaboraría para su Sirenita (1989). Son muy evidentes los coletazos de un Yôji Kuri comedido, de una psicodelia vibrante en sus criaturas surrealistas. Además recordemos que se trata de animación tradicional, hecha a mano, nada de ordenadores y CGI, lo que concede mucho más mérito a ese laborioso esfuerzo que obtuvo una obra tan espectacular. Es una película sugerente y poética, y muchos de sus recursos visuales luego los hemos podido observar en trabajos posteriores, como por ejemplo Sailor Moon.

La leyenda de Sirius es una película grandilocuente y compleja, realizada con sumo gusto y que, por desgracia, no logró lo que tanto ambicionaba. Una lástima que se encuentre así de olvidada, pues no lo merece. Quizá es que por su crueldad intrínseca no llegó a conectar con el público general, no lo sé, sin embargo se trata de una obra conmovedora que nos susurra que, en realidad, el amor no lo puede todo; y que la lealtad y la candidez no son un escudo que nos proteja del mal. Lecciones valiosas.

¿La recomiendo? Por supuesto. Sirius no Densetsu es capaz de transmitir con eficacia sentimientos que muchas películas de acción real no pueden ni rozar. Aunque haya cargado con el sambenito de Disney-wannabe y por ello desdeñada, La leyenda de Sirius es una obra única y preciosa en su rareza, que no se avergonzó de sus ascendentes pero que tampoco tuvo miedo de arriesgar. Su influjo todavía se puede percibir, aunque no sea muy conocida (aún) entre los otacos. Veamos si con esta entradilla podemos cambiar un poco eso.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.