Abril de ciencia ficción, cómic occidental

Abril de ciencia ficción: Yoko Tsuno

En abril aguas mil y ciencia ficción en SOnC. Después de tanto tiempo sin escribir en la sección, quería regresar con algo que fuese realmente especial, de modo que decidí que era el turno de Yoko Tsuno. No, no es manga; sí, es cómic europeo, de hecho es línea clara, franco-belga (bande dessinée, BD). Pero la prota es de origén japonés y encima mujer, cosa extraña en los años 60, por lo que tenía entrada asegurada en la bitácora.

La publicación de las historietas de Yoko Tsuno en España ha sido caótica, desorganizada y se encuentra incompleta; la edición en inglés tampoco es mucho mejor, por lo que hay que acudir a la francesa y neerlandesa para leer la colección completa, que consta, hasta ahora, de 30 álbumes. Pero hoy me voy a centrar en uno en concreto, escribir sobre todos ellos, aparte de arduo, resultaría muy, muy extenso. Y no sé si la gente ahora en internet pierde el tiempo leyendo más de cinco minutos seguidos un texto. Tengo la sensación cada vez más terrorífica de que no lo hace, que somos cuatro amantes de la lectura los que proseguimos con los blogs, creando un tipo de contenido que no es ni publicidad ni gilipolleces narcisistas. Pero probablemente sea una percepción errónea por mi parte. O eso espero, hay que mantener la esperanza en la humanidad un poco, camaradas otacos.

Pero, ¿quién es Yoko Tsuno? Tsuno es una ingeniera electrónica japonesa que, con su gran inteligencia y habilidades, resuelve conflictos, misterios y vive numerosas aventuras por todo el planeta ¡y fuera de él! Sus viajes a través del espacio y el tiempo ya forman parte de la historia del cómic. Durante sus hazañas suele estar acompañada por otros personajes como Vic Vidéo, Pol Pitron (álter ego del autor, Roger Leloup) o la alienígena vineana Khany entre otros, haciendo de sus gestas una narración coral, aunque la estrella indiscutible sea Yoko.

El creador de Yoko Tsuno, Roger Leloup, nació cerca de Lieja en 1933. Es curioso, porque su carrera como autor se basa casi en exclusiva en la creación y desarrollo de un solo personaje: nuestra protagonista de hoy. Pero su trayectoria empezó bastante antes del nacimiento de esta trotamundos.

Desde que era pequeño siempre sintió mucha curiosidad por la mecánica y la tecnología, junto a su padre disfrutaba de los trenes eléctricos en miniatura, y era aficionado al modelismo y a la entomología. Leloup era muy minucioso, algo que más adelante sus lectores podrían percibir en sus dibujos. Ligado a su pasión por la ingeniería estaba su amor a los tebeos y la ciencia ficción de Julio Verne o H. G. Wells, de modo que, aunque él todavía no lo supiese, su senda profesional era ya muy evidente.

Se matriculó en la Escuela superior de artes Saint-Luc, pero como muchos otros antes que él en el mundo del cómic, la abandonó. Leloup estaba más interesado en el dibujo técnico, para el que tenía una aptitud innata; la educación formal no cumplía con sus expectativas, constreñía sus ideas. Así que al conocer al historietista Jacques Martin, que había estudiado ingeniería y trabajaba en la revista Tintin con su serie la famosa Alix, no dudó en trabajar como su ayudante en cuanto se lo propuso. En unos años pasó a los estudios de Hergé, donde realizaría ilustraciones técnicas sobre aviación y automoción con diseños propios muy interesantes. Más adelante, también trabajaría para Peyo (exacto, el de los Pitufos) en la revista Spirou, que lo animó a contribuir con algo de su cosecha en la serie Jacky et Célestin. Y eso es lo que hizo Leloup: en 1969 convirtió al dúo en trío introduciendo a una joven oriental experta en electrónica.

Esta señorita que veis aquí es la actriz franco-japonesa Yoko Tani (1928-1999), muy célebre en los años 60, y que protagonizó películas de ciencia ficción, entre otros géneros, como Destino espacial: Venus (1960) o Invasion (1966). Leloup era muy fan de esta dama, y escogió su nombre para bautizar a su nueva creación. El apellido vino por parte de Maurice Tillieux, que guionizó las 3 primeras historietas cortas de Yoko Tsuno ya en solitario, en 1970. Pero cuando Spirou se convenció de que un personaje femenino, asiático e independiente podía tener salida comercial en una serie larga, Leloup se hizo cargo tanto del guion como del dibujo. Al fin y al cabo, el proyecto era suyo.

¿Fue Yoko Tsuno la primera serie en Europa con protagonista femenina? Mis conocimientos no llegan a tanto, pero se me ocurre alguna anterior como Valentina o Barbarella; pero sí diría que es de las iniciales, y dada la sociedad de aquel entonces, fue un riesgo que les salió bastante bien: Yoko Tsuno tuvo una aceptación estupenda. Porque Yoko-san, además, no representaba el rol tradicionalmente asignado a las mujeres en los cómics: no era el interés romántico de nadie, no era una femme fatale o una criatura hipersexualizada. Yoko Tsuno es una heroína con iniciativa, inteligente, activa y valerosa. Un personaje femenino moderno que se adelantó a su tiempo mostrando un perfil natural, de ser humano adulto, no de muñeca sexy.

Da mucha pereza que a las figuras femeninas casi siempre se les tenga que atribuir sensualidad y erotismo. Mucha pereza. No fue el caso para nada de este tebeo, toda una novedad. Y ojo, Yoko Tsuno no era cómic para chicas, sino que iba/va dirigido a todos los públicos. ¡Toma patadón al androcentrismo!

Y así llegamos al primer álbum de Yoko Tsuno, publicado entre los números 1726 y 1742 de Spirou: El trío de lo extraño (1972) o Le trio de l’étrange. También es el tebeo de la entrada de hoy. No es el que tiene ni mejor dibujo ni mejor historia de los 30 publicados, pero sí resulta la introducción perfecta en su universo. Si El trío de lo extraño os llega a gustar, el resto solo os puede encantar. Además, aquí se presentan personajes que luego iremos viendo aparecer en álbumes posteriores porque, aunque son relatos autoconclusivos, poseen cierta continuidad.

El trío de lo extraño todavía tiene mucho de las influencias de los maestros de Leloup, que se encuadra en la llamada línea clara, con el habitual «efecto máscara» (en Tezuka también aparece, por cierto), regularidad en las tiras, continuidad de los planos, subordinación del dibujo a la historia (mucho, mucho texto), gran realismo y prolijidad en los decorados y fondos, enfoque en la acción más que en la psicología de los personajes, etc.

Este es el primer movimiento de Leloup en solitario, las obras posteriores evolucionarían mostrando más de la personalidad e ideas del autor; sin embargo, se trata de un cómic que ha soportado con bastante dignidad el paso del tiempo. Quizá no sea a lo que está acostumbrado el lector de manga actual, es otro tipo de lenguaje gráfico, pero siempre es recomendable conocer otras perspectivas para ampliar la mente, camaradas otacos.

Vic y Pol son un regidor y cámara respectivamente de televisión. Están cansados de trabajar en programas aburridos, y sueñan con crear su propia productora independiente y realizar proyectos más interesantes. Una noche, al salir de los estudios, Vic observa que una grúa en una obra está moviéndose sola, y una misteriosa figura parece deslizarse por ella con intenciones maliciosas. La siguen y creen haberla atrapado cuando descubren que se trata de Yoko Tsuno, una ingeniera electrónica que ha sido contratada para probar el sistema de seguridad de la edificación. Impresionados por la pericia de la joven, deciden proponerle que colabore con ellos en un documental de espeleología que requeriría de sus especiales habilidades como ingeniera de sonido. Yoko, que parece tener dificultades para encontrar un empleo estable, acepta encantada.

Ya en el interior de la cueva, descubren un gran sifón que, en vez de amedrentarlos, los anima a continuar con una serie de grabaciones submarinas. Sin embargo, al tirar un colorante en el agua para averiguar su movimiento, el nivel comienza a subir y son absorbidos y arrastrados hasta el interior de una gigantesca cueva que alberga tecnología muy avanzada. Ahí conocerán a Khany y a la pequeña Poky, supervivientes de una civilización que procede del planeta Vinéa (nombre inspirado en la famosa crema Nivea, quizá por eso los vineanos también sean azules). Su hogar, a más de 2 millones de años luz, fue destruido en un cataclismo cósmico, viéndose obligados a migrar a un mundo que pudiera albergarlos.

El viaje fue muy, muy largo y en hibernación, todo controlado por una IA que los condujo hasta la Tierra. El ser humano recién había aparecido, por lo que decidieron vivir bajo tierra. De esta manera da comienzo una aventura donde Yoko Tsuno se revelará como la líder indiscutible por su audacia, buen hacer y perspicacia.

Vic, que representa la sensatez, y Pol, cuya función básica es la cómica, pronto se manifiestan como los escoltas de Yoko; el séquito necesario de todo héroe (en este caso heroína) que asiste y acompaña a la prima donna. No son ninguno de los personajes especialmente complejos ni trabajados a nivel psicológico, algo particular también de la ligne claire, y Yoko en ocasiones puede resultar irritante en su excelencia. Sin embargo, este trío, que da título al álbum, se acopla y ensambla a la perfección, brindando a esta historia de aventuras y misterio el dinamismo necesario.

Leloup, asimismo, nos presenta a otra mujer fuerte, Khany, que aunque secundaria, se convertirá en amiga de Yoko y su presencia será habitual en los siguientes álbumes, e irá ganando peso en el mundo de Tsuno. La amistad intergaláctica entre las dos dará bastante jugo, muchas y colosales epopeyas aguardan en el futuro. Porque uno de los valores principales que difunden los tebeos de Yoko Tsuno es el humanismo, o más bien deberíamos decir el respeto y la colaboración humanos e interespecies en el universo.

El dibujo retiene todavía mucho de sus maestros, resulta un tanto indeciso y, siguiendo el consejo de Tillieux a regañadientes, Leloup aplicó un estilo bufo en los personajes. No estaba acostumbrado a diseñar y trazar rostros humanos, de modo que, por ejemplo, el semblante de Yoko parece de continuo enfado o Poky tiene la cara, directamente, de un pitufo. Sin embargo, en los siguientes álbumes esto cambiaría por completo, y Leloup afinaría sus diseños y expresividad.

¿Hay maniqueísmo? Sí. Los malos son malos sin fisuras; el argumento, muy rico y ágil, puede pecar de infantil y algo simplista en ocasiones. Sin embargo, se trabajan conceptos como el arrepentimiento, la justicia y la clemencia, no tan habituales. Por otro lado, los amantes de la ciencia ficción dura disfrutarán muchísimo por la minuciosidad y realismo de Leloup en sus descripciones. Porque la SF de Yoko Tsuno es hard, otaquería, esto no es Star Wars y sus viajes translumínicos de 10 minutos. Recordemos que Leloup es entusiasta de todo saber científico dedicado a la tecnología, por tanto encontraremos multitud de viñetas con meticulosas explicaciones e ilustraciones al respecto.

¿Recomiendo El trío de lo extraño? Sí, en especial si luego se va a continuar leyendo el resto de los álbumes de Yoko Tsuno. Es una historia con vueltas de tuerca oportunas, mucha energía y un final convencional pero abierto a enigmas que Leloup irá desvelando en las posteriores aventuras de la japonesa. Este álbum solo es un esbozo de las maravillas que proseguirán. De hecho, en sus trabajos posteriores el autor añadirá más ímpetu detectivesco a sus relatos junto a esa hard SF que es marca de la casa.

¿Volveré a escribir de Yoko Tsuno? Es bastante probable que, más adelante, dedique un par de entradillas a algún álbum suyo más. Todo sea por dar a conocer este magnífico tebeo que este pasado 2022 llegó a su número 30 con el título Les Gémeaux de Saturne. ¿Cuándo verá este la luz en español? Pues me temo que aún tardará un ratico.

¡Larga vida a Yoko Tsuno! Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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¡Yo no soy Starfire!

Mi existencia parece un telefilme chungo de esos donde solo suceden dramones familiares, me gustaría que la racha se detuviera un ratico, porque estoy ya hasta el toto de hospitales y movidas médicas. Me gustaría recuperar una miaja de mi vida, y poder hacer algo más que joderme la espalda durmiendo en butacas de mierda o perseguir a los de radiología para que dejen de ignorar el volante que les han bajado hace una semana. Sería un detalle que la providencia, Lucifer, Odín, Avalokitesvara o lo que sea que esté al mando (si es que hay algo por ahí, porque lo dudo) se olvidara de mi culo una temporada.

Sí, necesito desahogarme.

Y ahora que he encontrado unas horas de solaz para mí misma, pues me he puesto a leer un tebeo que creo merece una reseña en SOnC. No porque lo considere bueno o malo, sino porque es intrascendente, ligero y completamente previsible. Ah, y con dibujitos de muchos colorines que alegran la vista. Y necesito mucha alegría estos días, camaradas otacos, pero mucha.

Se trata del cómic I am not Starfire (2021), publicado por DC Ink, la apuesta juvenil de DC. Un sello editorial cuyas obras van dirigidas, como bien imaginaréis, a un público más tierno que busque introducirse en el universo de Batman, Wonder Woman, Zatanna y compañía. I am not Starfire o Yo no soy Starfire verá la luz en España gracias a ECC a finales de este mes de abril, por lo que si tras leer la entrada os interesa haceros con un ejemplar en castellano, no habrá problemas.

Sus autoras no son unas desconocidas en SOnC, sobre todo en el caso de la guionista, Mariko Tamaki, de la que ya he hablado en varias ocasiones e hice reseña de su maravilloso This One Summer (2015), que podéis leer aquí. La dibujanta es la maravillosa Yoshi Yoshitani, a la que adoro por sus radiantes joyas multicolor. Ambas son norteamericanas (canadiense y estadounidense respectivamente) de origen japonés, y no son novatas en estas lides. De hecho, Tamaki ya lleva a sus espaldas dos Eisner, y ambas son bastante respetadas en su trabajo.

Y juntas realizaron este proyecto que, por otro lado, levantó ciclópeos tsunamis de odio, furia y abominación sin motivo real para tamaña inquina. La bilis segregada por las hordas de ultraofendidos y demás criaturas rabiosas fue bestial, solo como en estos tiempos de hipercomunicación y polarización se puede excretar. Resultó bastante ridículo, y movería a risa si no fuese también aterrador. No sé cómo se encuentra actualmente el debate sobre Yo no soy Starfire ni me interesa demasiado, pero la mayor parte de las críticas iniciales no destilaban más que veneno ad hominem, misoginia, homofobia y otros prodigios neuronales en la línea antiprogre. Con poca sensatez me he topado, la verdad. Así que, como bien comprenderéis, tenía que meterme en este berenjenal y sacar mis propias conclusiones.

Me gusta mucho Tamaki, soy lectora de cómics de superhéroes desde hace décadas (no solo de manga vive este cuerpo serrano, amiguis) y como fan de los Jóvenes Titanes de Marv Wolfman y mi muy querido George Pérez, no podía dejar escapar esta lectura. Por lo que, en cuanto he podido, la he devorado. Y sabiendo lo que es y a qué demografía va dirigida, tengo listo mi veredicto. Sin necesidad de forzar ni hígado ni vesícula biliar, por cierto.

Yo no soy Starfire parte de una premisa muy simple: nuestra idolatrada diosa tamareana, la princesa Koriand’r, tuvo una hija hace 17 años. Una preciosa niñita que se ha convertido en la típica adolescente rebeldona y majadera, que vive a la sombra de una madre superheroína, superpoderosa, supersimpática, superhermosa y que luce miniropa. Y ella es gordita, pecosa, se tiñe el pelo de negro, viste con ropajes oscuros y es una borde.

Para los que andéis un poco despistados, Koriand’r es Starfire, miembro del grupo de superhéroes Jóvenes Titanes, la cual apareció por primera vez en noviembre de 1980 en la colección de Los Nuevos Jóvenes Titanes, creada por Wolfman y Pérez. No quiero liar más la cosa, pero Starfire es un personaje muy estimado por los fans tanto por su chispeante y optimista personalidad como por su gran energía y belleza. Servidora también la aprecia mucho, aunque mi favorita de los Titanes siempre será por los siglos de los siglos Raven.

No es la primera vez que le adjudican hijos a Starfire, en universos alternativos andan por ahí realizando heroicidades Nightstar y Jake Grayson, vástagos de su relación con Nightwing, líder del grupo. Pero Mandy, el retoño de Yo no soy Starfire, es diferente. No sabemos quién es su papá, tampoco se dedica a salvar el mundo y resulta gruñona y repelente. Mandy es una gotiquilla quejumbrosa que se siente incomprendida.

Y con esta base se edifica el tebeo de Yo no soy Starfire, desde el punto de vista de una adolescente desubicada entre el rutilante mundo de su madre y el aburrido de un instituto de clase media estadounidense, donde sufre acoso desde varios frentes. No es una historia de superhéroes, es el diario de Mandy, sus experiencias y crecimiento personal.

Es un tebeo fuera de continuidad, independiente, que solo narra un cuento que ya hemos leído y visto en la tele y el cine billones de veces. Vamos, que si molesta, solo se tiene que ignorar porque no aporta nada nuevo en ningún aspecto ni para bien ni para mal. De hecho, para quienes estamos curtidos en temas de shôjo escolar, reconoceremos muchas de sus características tanto en el plano artístico (flores, estrellitas, la distribución de paneles, etc) como de guion (romance no correspondido, padres casi ausentes, foco en la vida estudiantil, etc). Quizá sea ese uno de los problemas con los que el lector de cómic de superhéroes se ha encontrado, un híbrido entre shôjo y tebeo occidental. Quizá, no lo sé, aunque no comprendería que pudiese resultar un escollo tan enorme.

Mandy lucha por encontrar su propia identidad, y en los torbellinos egocéntricos de sufrimiento adolescente está acompañada por Lincoln, su mejor amigo y que cumple su papel de apoyo moral no matter what. Y luego está su amor platónico, la rubia y popular Claire, adicta a las redes sociales. Los demás son el enemigo. Bueno, no tanto, pero la fuerte postura defensiva de Mandy convierte a todo aquel que desee acercarse a ella en un ente hostil (la mayoría de las veces con razón). Incluida su madre. Sobre todo su madre.

El contraste entre Starfire y Mandy es evidente, tanto en físico como talante, y esa oposición la trabaja con ahínco nuestra protagonista. Se esfuerza por resultar odiosa. Ella no es Starfire, ser su hija resulta sofocante por las lógicas expectativas que despierta, así que decide convertirse en una decepción antes de siquiera intentar nada. ¿Os suena? Sí, hay miles de obras que plasman este tipo de desazones entre la chavalería. Y las seguirá habiendo.

Mientras leía el tebeo, me preguntaba por qué Koriand’r hallaba tantos problemas a la hora de conectar con su hija, cuando ya tuvo que lidiar con dificultades de índole similar, aunque mucho más graves, con su mejor amiga Raven. Starfire aparece difuminada, aunque con su personalidad ingenua y feliz bien marcada. También el resto de cofrades titánicos se presentan de manera anecdótica pero, recordemos, esta es la historia de Mandy, Mandy la adolescente airada y triste, donde solo su ombligo es lo que importa. ¿Es este un relato tipo madre-hija? Aunque la intención pueda ser esa, la realidad es que en ese aspecto se encuentra bastante a medio cocer, la dinámica entre ellas resulta desmañada. Y escasa.

También es curioso que nos muestren a una Mandy ajena a su herencia tamareana, Koriand’r parece que se ha concentrado en procurar a su hija una vida y educación humanas, todo lo más normal y corriente posible. Starfire quiere, como toda madre, proteger a su hija de un legado feroz y belicoso, el de su planeta natal Tamaran; no quiere que Mandy sufra lo que ella ha padecido. Pero esto traerá a su vez sus propios problemas, aunque también supondrán el catalizador de cierta nada inesperada metamorfosis.

Yo no soy Starfire es un tebeo que comienza con parsimonia y va cogiendo velocidad hasta un final que intenta alcanzar un clímax que no llega nunca, porque ya conocemos su desenlace. De sobra. No hay sorpresas, no hay emoción, aunque sí un poquito de humor. Se trata de un cómic bastante normalito, aunque para nada la bazofia que otros han querido ver en él.

No todo lo que escriba Tamaki tiene que ser Skim (2008), del que toma algunos ingredientes, o Laura Dean keeps breaking up with me (2019), esta señora también tiene derecho a realizar proyectos menos relevantes incluso vulgares, como es el caso, y no pasa absolutamente nada. Yo no soy Starfire es la calma que otorga la medianía, sin sobresaltos pero que tampoco llega a aburrir. Se nota que ha intentado caminar de puntillas sobre un terreno que muchos fanáticos consideran sagrado, y ha querido ofrecer una obrita competente y estupenda para lectores jóvenes. Aunque para mí lo mejor de este tebeo ha sido, sin duda, el arte de Yoshi Yoshitani.

Los Titanes siempre han sido una explosión de movimiento y color, y es algo que Yoshitani ha respetado a rajatabla, y que además encaja con su propio estilo también. Pero si de algo encontramos influencia clara es de las series animadas Teen Titans (2003) y Teen Titans Go! (2013), que a su vez tomaron elementos del mundo animanga (no en vano estaba Glen Murakami detrás de los dos proyectos). Hay mucho de su desenfado y agilidad en Yo no soy Starfire, así como de su paleta eléctrica y vivaz.

Pero Yo no soy Starfire no es un tebeo de superhéroes, de ahí que las viñetas sean más estáticas y se centren en la narración de los sentimientos y decisiones de Mandy, no en cazar villanos a través del espacio. Quien busque eso no lo va a encontrar, ¿puede ser esa otra de las razones por las que haya decepcionado tanto a algunos este cómic? No lo sé, pero ni los avances que se hicieron del tebeo ni las ilustraciones previas daban a entender algo diferente de lo que es, no hubo engaño.

¿Recomiendo Yo no soy Starfire? Es una lectura amena aunque predecible, agradable pero con una protagonista, Mandy, en una etapa de la adolescencia complicada, por lo que puede ser difícil empatizar con ella. No fue mi caso, yo también fui una zagala gilipollas y malencarada allá por el Paleolítico superior, qué tiempos.

No es una obra maestra ni tampoco el mojón diarreico que otros se empeñan en señalar, es solo la historia de la típica mozeta desorientada que encima tiene la mala suerte de tener una familia famosa e hijoputesca. ¿Merece la pena? En mi opinión es una curiosidad que gustará a los seguidores de Tamaki, donde encontrarán reverberaciones de otros trabajos suyos; y teniendo en cuenta su público objetivo, no está nada mal.

Para los que conozcan el universo clásico de DC, les va a ofrecer otra perspectiva, completamente inofensiva y algo insípida, todo hay que decirlo, pero también con su punto de diversión y malicia. Nada del otro mundo, pero Yo no soy Starfire es un cómic bien ejecutado y chuli, lo que no se puede decir de la gran mayoría de tebeos que pululan actualmente por las librerías.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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Isao Takahata, el gabacho de mirada diagonal

Hace un mes y dos días que nos dejó el grandísimo Isao Takahata. Entre los camaradas otacos creo que no son necesarias las presentaciones, todo el mundo sabe quién fue. Me enteré de su fallecimiento cuando estaba charlando con mi compi de las Otakus Treintañeras Magrat Ajostiernos, y la noticia me cayó encima como un cubo de agua helada. La primera reacción fue de incredulidad, y después emergió la sensación del enorme vacío que había dejado, no solo en Studio Ghibli, sino en el panorama de la animación mundial.

Cierto que ya adelantó que El Cuento de la Princesa Kaguya (2013) iba a ser su última obra como director, verdad que tenía una edad respetable, incuestionable que se había ganado de sobras ya un puesto como uno de los grandes en el mundo de los dibujos animados. Pero una nunca se hace a la idea de que artistas así deban desaparecer. Jamás. El consuelo, que no es poco, es el de poder disfrutar de su enorme legado. Takahata ya es leyenda.

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Isao Takahata en el Festival Internacional de Cine de Locarno (Suiza) en 2009

En el Somos Series de este pasado jueves 3 de mayo hice un pequeño repaso a los cinco trabajos que, desde mi punto de vista, me parecen más interesantes de Takahata; así como también una buena forma de introducirse en su filmografía si no se conoce demasiado bien. Y es que esa fue una de sus «peculiaridades», mantenerse a la sombra, casi eclipsado ante el gran público por el fuego de su gran amigo y rival Hayao Miyazaki. Ambos representaron dos maneras distintas y complementarias de entender y trabajar la animación; ambos hicieron historia con sus obras y merecen el mismo respeto y reconocimiento. Personalmente, admito que soy más team Takahata, a pesar de que la fantasía exuberante de Miyazaki me entusiasma y mi película favorita de los estudios sea El viaje de Chihiro (2001). Sin embargo, mi espíritu vibra más en armonía con la forma de sentir y hacer de Takahata.

Y en el blog también quería rendirle un homenaje, no podía ser de otra forma, aunque he preferido dejar reposar un poco el tema. Creo que los que deseen saber sobre su vida y obras van a tener (tienen ya) a su disposición multitud de información al respecto. Es lo más común, hacer un resumen de su trayectoria vital y trabajos principales. Sin embargo, para SOnC he querido aproximarme a su figura brindándole un vasallaje distinto, contando qué trabajos, qué historias le gustaron, le influyeron o significaron algo en su vida. Otra forma de conocer a Takahata: a través de las obras que admiraba.

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Isao Takahata (con gakuran negro) celebrando su vigésimo cumpleaños con su padre y dos hermanos mayores (1955).

Como muchos sabréis ya, Isao Takahata no enfocó en un principio su futuro profesional en la animación. A pesar de que comenzó en la Escuela de Bellas Artes de la capital japonesa, la abandonó para especializarse en la Universidad de Tokio en filología y literatura francesas. Fue un amigo el que lo animó a presentarse, más adelante, a las pruebas de selección de Toei para trabajar allí. ¿Por qué ese interés por los dibujos animados en ese momento de su vida? ¿Qué sucedió? Lo que ocurrió forma parte de esta entrada, donde he seleccionado cinco obras galas que tuvieron especial relevancia en la vida artística de Isao Takahata. Unas por su impacto personal, otras por su influencia, otras porque, simplemente, le gustaban. No es casual que todas provengan del país europeo pues, antes de su flechazo por la animación, Takahata amaba Francia profundamente. Y ese amor no desapareció, de hecho lo acompañó a lo largo de la vida. Su fiel francofilia era bastante conocida, hasta le valió que fuese elevado al rango de Oficial de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministerio de Cultura de Francia, en 2015.

¿De qué era forofo nuestro protagonista de hoy, entonces? Pues, entre otras muchas cosas que desconocemos, era fan de las siguientes cinco películas. Seguramente conozcas todas, o quizá no. De todas formas, no deja de ser una ocasión excelente para revisarlas o descubrirlas. Si a Takahata-sensei le llamaron la atención, por algo sería.


5 – Les Triplettes de Belleville de Sylvain Chomet (2003)

Isao Takahata no fue un animador per se, se dedicó principalmente a labores de producción, dirección, guionización e incluso composición musical. Entendía la disciplina de una forma bastante especial, y en su visión también se incluían el apoyo y la difusión de obras de animación que considerara relevantes, independientemente de su país de origen. Su última producción fue La Tortue Rouge (2016), de la que podéis leer una pequeña reseña aquí, y que fue dirigida por el neerlandés Michael Dudok de Wit.

Les triplettes de Belleville o Las trillizas de Belleville es una de esas películas que despertaron el interés de Takahata y por la que decidió apostar, distribuyéndola en Japón. Fue la puesta de largo de su director, el francés Sylvain Chamot, y logró para su sorpresa dos nominaciones para los premios Óscar en las categorías de mejor canción original  y mejor largometraje animado. Por supuesto, Disney lo derrotó con su Finding Nemo (2003), aunque el galardón que sí se llevó fue el César.

Bienvenido a Belleville es una comedia deliciosa donde lo grotesco y la ternura retozan por doquier. El argumento es una locura surrealista y desternillante, como una fiesta de fuegos artificiales, plena de ironía y súbitos estallidos de ingenio. Bebe de las fuentes de la historieta franco-belga, se trata de una película para amantes del cómic europeo. Todos y cada uno de los personajes son caricaturas, y se ríen a mandíbula batiente de estereotipos culturales tanto parisinos como neoyorquinos (Belleville es una especie de metrópoli que fusiona ambas). La ambientación retrofuturista, así como su sentido del humor absurdo (a ratos negronegrísimo como un tizón), evocan los trabajos en cine del tándem Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro. Por no hablar de esos diminutos y preciosos homenajes a Josephine Baker, Django Reinhardt o Fred Astaire. Los Roaring Twenties aparecen como ese pasado idealizado que todavía no ha logrado empañar una realidad de posguerra bastante más cruenta y gris, en la que Glenn Gould o Astor Piazzolla imponen sus melodías.

4- Les Quatre Cents Coups de François Truffaut (1959)

Isao Takahata fue un gran admirador del cine francés, especialmente de la Nouvelle Vague. Conocía a la perfección el mítico ensayo Qu’est-ce que le cinéma? de André Bazin, uno de los responsables teóricos de la aparición de este movimiento cinematográfico que revolucionó el séptimo arte a nivel mundial; y, por supuesto, Les Quatre Cents coups o Los Cuatrocientos golpes, que su director François Truffaut dedicó, por cierto, a la memoria de André Bazin, fue una de las películas de cabecera del japonés.

Con Les Quatre Cents coups se puede decir que quedó inaugurada la Nueva Ola, así como también el cine de autor. Fue toda una declaración de principios, una obra maestra que contó con un presupuesto bastante exiguo y que se enfocó en mostrar, sin adornos ni embellecimiento, la vida de un muchacho en el París de los años 50. Una suerte de realismo parco, casi telegráfico, ausente por completo de melodrama pero que no duda en golpear con dureza. El título, precisamente, juega con la noción de «hacer las mil y una» (esa sería la traducción de «faire les quatre cents coups») y recibir a su vez, los golpes de la vida.

Los Cuatrocientos golpes es un paseo por el París  de su época, con su fealdad y su extraordinaria belleza urbana también. Un marco que abraza, con brutal indiferencia, la existencia de un chico que oscila entre una completa aridez afectiva y el deseo de buscar un horizonte mejor. Antoine Doinel es un hijo no deseado e ilegítimo que siente que no encaja en ningún sitio, es una criatura desarraigada. Sus únicos refugios son los libros, el cine y su amistad con René. El día a día lo va continuamente enredando en pequeños problemas, a veces casuales, otras veces buscados, que lo conducen, finalmente, a un reformatorio. Antoine no es un delincuente en realidad, la mala suerte y sus ansias de libertad lo han dirigido a tomar decisiones poco acertadas. La ausencia total de amor por parte de sus progenitores, y la flagrante incompetencia del sistema educativo no lo ayudan tampoco demasiado.

Este film tiene mucho de autobiográfico, y Truffaut, recurriendo al mismo actor a lo largo de los años, Jean-Pierre Léaud, continuaría a través de su alter ego Antoine Doinel plasmando sus experiencias en cinco trabajos más. Isao Takahata, por su parte, tomaría buena nota de este magnífico Les Quatre Cents coups, sobre todo de la idea de un protagonista infantil que lucha contra múltiples adversidades en una realidad poco amable, procurando siempre abrirse camino. Así lo reflejaría más adelante, por ejemplo, en Marco, de los Apeninos a los Andes (1976) o Jarinko Chie (1981).

3 – Kirikou et la Sorcière de Michel Ocelot (1998)

La admiración que sentían el uno por el otro Isao Takahata y Michel Ocelot, director de Kirikou et la sorcière o Kirikú y la bruja, no es ningún secreto. «Se atreve a hacer cosas que no nos atrevemos a hacer, liberándose de las reglas», dijo Ocelot de Takahata para el periódico La Croix. Takahata, por su parte, quedó tan impresionado con Kirikú que se encargó de supervisar personalmente su adaptación y doblaje al japonés. Este fue el primer largometraje del animador galo, y no fue tarea sencilla lograr financiarlo, costó cuatro años. Pero después de superar todas las dificultades que se presentaron, su esfuerzo resultó recompensado con un éxito absoluto. Kirikou et la sorcière volvió a poner en el mapa la animación europea; y consiguió además dos continuaciones adicionales: Kirikou et les bêtes sauvages (2005) y Kirikou et les Hommes et les Femmes (2012).

Michel Ocelot pasó gran parte de su niñez en Conakri, capital de Guinea, así que sintió que le debía algo a esa parte de su infancia que siempre consideró negra. Quiso honrarla, y dedicarle una obra que, además, consiguiera dignificar la diversísima cultura de un continente que todavía permanece olvidado e infravalorado por un Occidente que lo devoró (y sigue devorando) con parsimonia feroz. Para ello, recurrió en parte a los trabajos del folclorista François-Victor Équilbecq, especializado en cuentos del África Occidental, la Epopeya de Mwindo del pueblo Nyanga, y su propia imaginación. La música, que tiene gran protagonismo, fue compuesta por el artista senegalés Youssou N’Dour. Ocelot puso mucho cuidado en los detalles, incluida una obvia reverencia al Nations nègres et culture (1955) del grandísimo antropólogo e historiador Cheikh Anta Diop. 

El cuadro de la imagen fue pintado por Henri Rousseau en 1906, y se titula Joeux Farceurs. El influjo de su exuberante vegetación de tintes casi radiactivos sobrevuela por toda la película, así como el estilo primitivista y naïf de sus diseños. Lo cual no tiene nada de particular, ya que estos movimientos artísticos se nutrieron del arte africano, incluido el egipcio, entre otros. Kirikou et la sorcière no es una historia al uso, y Ocelot procuró desmarcarse de las rutinas que Disney perfila(ba) por estos lares. Tanto a nivel argumental, en la que la historia no sigue una senda tradicional; como artístico, donde el director se negó a que mutilaran su obra porque las audiencias anglosajonas pudiesen considerar obscena la representación de los personajes.

Kirikú y la bruja es un cuento de hadas y aventuras que no solo expresa la añoranza por un África prácticamente desaparecida y fagocitada por los poderes coloniales (y neocoloniales); sino que también presume de cierto aroma occidental. Resulta una mixtura única para asombrar a niños y grandes, que no se inhibe además a la hora de trabajar ciertas temáticas poco habituales en el cine comercial, y con una línea clara pedagógica.

2 – Une partie de campagne de Jean Renoir (1935)

¿Alguna vez os he contado lo mucho que me entusiasma el escritor Guy de Maupassant? Bueno, pues os lo vuelvo a comunicar con gran ánimo y fervor: amo a Maupassant. A Isao Takahata también le gustaba, no sé si tanto como a mí, y disfrutó asimismo del mediometraje que dirigió Jean Renoir (1894-1979) en 1935, basado en el pequeño cuento Une partie de campagne (1881) o Un paseo por el campo del escritor francés. Si os interesa haceros con él, Alianza Editorial lo publicó hace ya unos añitos junto a otros relatos cortos del autor bajo el nombre de Un día de campo y otros cuentos galantes. Muy recomendable.

El padre de Jean Renoir, el pintor Pierre-Auguste Renoir, era gran amigo de Guy de Maupassant, y en honor a esa amistad decidió adaptar su relato costumbrista a cine. Y el resultado fue una auténtica obra maestra. Los estudios, sin embargo, deseaban que su metraje fuera más extenso, a lo que Jean Renoir se negó. La película era así, no necesitaba más. Y el director tenía razón. De ahí que se rumoreara que Une partie de campagne estuviese incompleta, y no se estrenara hasta bien entrados los años 40. Aunque la II Guerra Mundial influyó también bastante en ese debut tardío en salas. Solo fueron añadidos unos intertítulos, los productores mantuvieron inalterable el contenido de la cinta.

El cuadro de la imagen se titula La balançoire (1876), y fue pintado por el padre de Jean. Es un clásico del Impresionismo, y el director se inspiró en él para crear los instantes más icónicos de la película. Y fue también una fuente de inspiración clave para Isao Takahata, que introdujo su vaivén alegre y desenfadado en varias de sus obras, como Heidi o Ana de las Tejas Verdes. Pero la influencia de Une partie de campagne no quedó solo ahí, Takahata se impregnó con sumo placer de su amor por la naturaleza y metáforas sutiles; su gusto por los retratos de lo cotidiano y la riqueza de matices. Pero era algo de esperar, los impresionistas tomaron mucho a su vez del arte tradicional japonés y su filosofía, que en Un paseo por el campo brilla suavemente. Una retroalimentación maravillosa. ¿Cómo no iba a fijarse Takahata en semejante obra de luz y melancolía? El mono no aware rebosa, lo inunda todo.

Une partie de campagne es la estampa de la pequeña burguesía parisina que busca salir de su rutina, escapar mediante una excursión campestre o un romance fuera de los márgenes de lo convencional. Es un cuento nostálgico y a la vez cómico, con toda la acidez y mala leche de Maupassant sublimadas en una narración de corte realista. Un bizcochito envenenado que, a pesar de todo, se digiere sin dificultad. Es una obra elegante y viva, que influyó en el ánimo de Isao Takahata y su predilección por las historias minuciosas y delicadas.

1 – Le Roi et l’Oiseau de Paul Grimault (1952-1980)

Le Roi et l’oiseau, dirigida por Paul Grimault con guion del poeta Jacques Prévert, fue un punto de inflexión en la vida profesional de Isao Takahata. En sus propias palabras: «Lo que hizo que me decidiera a convertirme en dibujante fue comprender un día, al ver las películas de Paul Grimault, que no estaba limitado a representaciones irreales. Estaba buscando una forma de realismo en el dibujo«. Y aún hay más: «Realmente disfruté los primeros largometrajes de Disney (Blancanieves, Pinocho, Fantasía, etc.), pero me alejé de él, mientras que mi admiración por la obra maestra de Grimault y el texto de Prévert permanece intacta» expresó Takahata en una entrevista para el magacín Citazine. «Sin duda, Grimault ha logrado, más que cualquier otro, casarse con la literatura y la animación. Me despertó a la cultura francesa y a la sensibilidad europea, de las cuales hay rastros en mis películas.» Nada más que añadir, señorías.

Bueno, sí, hay bastante más que agregar, sobre todo respecto a la propia obra en sí, El rey y el pájaro. La obra que logró ver Takahata (también Miyazaki) no contó ni con el beneplácito de Grimault ni con el de Prévert. Su producción comenzó en 1946 bajo el nombre de La Bergère et le Ramoneur o La pastora y el deshollinador, inspirándose en el cuento clásico de Hans Christian Andersen. Pero André Sarrut, su socio en los estudios Les Gémeaux, estrenó la obra en 1952, que estaba sin finalizar por problemas financieros. Esto provocó su ruptura profesional, y Grimault no logró hacerse con los derechos del film hasta finales de los 60. Y no fue tampoco hasta 1980 que no pudo estrenarse Le Roi et l’oiseau tal como la habían concebido Prévert y Grimault, con todo el material previo y nuevo también. Sin embargo, Prévert no consiguió verla terminada, pues murió en 1977.

El rey y el pájaro es una verdadera maravilla, un espectáculo visual al servicio de un cuento infantil que no da puntada sin hilo en su argumento. En este film desfilan la arquitectura alucinante de Escher, la elegancia austera de reminiscencias industriales del art déco, los vacíos metafísicos de de Chirico o el Fantômas surrealista de Magritte; así como los inquietantes Vampiros (1915) de Louis Feuillade o el turbador Ubu Roi (1896). Y todo ello rociado con una purpurina inequívocamente steampunk. No es de extrañar que la cabeza le explotara a Takahata, Le Roi et l’oiseau es una obra maestra de la animación francesa y europea que todo el mundo debería ver alguna vez.

Ghibli acometió la tarea de su distribución en Japón; e Isao Takahata, cómo no, dirigió su adaptación y doblaje. No era la primera vez, de todas formas, que el maestro se hacía cargo de una obra de Jacques Prévert, a quien estimaba y había traducido ya con anterioridad. Un último apunte: la banda sonora de El Rey y el pájaro fue compuesta, nada más y nada menos, que por Wojciech Kilar. Canelita en rama, camaradas otacos.

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Paul Grimault haciendo de las suyas.


Evidentemente, a Isao Takahata le gustaban muchísimas cosas más allende las fronteras francesas, como el cine neorrealista italiano o el expresionismo alemán; pero en esta entrada hemos querido acercaros su faceta francófila, que era bastante importante en su vida. Cinco obras que de por sí valen su peso en oro, y que con la recomendación del sensei deberían cobrar nuevos bríos ante los ojos de la otaquería. ¿O no? Yo no me las perdería, les daría su oportunidad. Y si ya las conociese, un revisionado vendría que ni pintado. Lo merecen. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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¡Peligro! ¡Demonios en la lavadora!

Si todo va según lo previsto, mientras lees estas letras me encontraré meneando mi culo estofado por las calles de Yazd. Espero no estar sufriendo demasiado calor y tampoco haberme quemado. Al menos no mucho, surtida de crema solar voy a ir. Bueno, al turrón, chobenalla. El presente post está dedicado a un cómic europeo por lugar de nacimiento, pero con espíritu mestizo por naturaleza. Y como no podía ser de otra forma, uno de sus ascendientes es japonés, muy japonés. Se trata de El Nao de Brown (2012), escrito y dibujado por Glyn Dillon. ¿Te suena de algo? No sería de extrañar. Por una vez no voy a escribir sobre un cómic de l’any de la picor. Nada de eso. El Nao de Brown ganó en 2014 el Premio del Jurado en el Festival de Angulema, y ha sido considerado por muchos críticos como una obra maestra de nuestro tiempo. Yo no iría tan lejos, pero desde luego sí me parece un buen tebeo que merece se le eche un vistazo atento (si no se ha hecho todavía).naodebrown

Los que no se muevan mucho fuera de los márgenes del manga japonés o el cómic asiático, es probable que no tengan interés en asomar el hociquillo fuera de su zona de confort. Pero aquí está SOnC para despertar la curiosidad e intentar que vuestros horizontes de malvados otacos asociales se amplíen un poquito más. El Nao de Brown tiene una evidente influencia del mundo del manga, creo que hasta se podría incluir en la nouvelle manga. No es que se haya adscrito de manera oficial a ese movimiento que iniciaron Frédéric Boilet y Kiyoshi Kusumi, pero quizá de manera involuntaria respalda su esencia transcultural. Se trata de un tebeo dirigido al público adulto, enfocado en el slice of life y que expresa gran sutileza psicológica. Puede alardear de potencial para atraer tanto público occidental como nipón. Además por estos lares Glyn Dillon ya es conocido, sobre todo por sus trabajos con Peter Milligan en Shade, el hombre cambiante (¡lo amo, lo amo!) o en Las Benévolas (Sandman) de Neil Gaiman. En Japón ya no estoy tan segura, porque además los lectores de manga nipones suelen ser menos permeables a las influencias exteriores.

Pero me da que Dillon no pensaba en paja mental semejante cuando creaba esta obra (¿o sí?); y no se debe olvidar que, a pesar de las semejanzas compartidas con la nouvelle manga, sigue siendo cómic europeo. No obstante, el hecho de que exhiba con desparpajo esa noción de que todo tebeo es tebeo venga de donde venga porque en el fondo es el mismo medio, seguro que alegró a Boilet. Y a los que participamos de la misma filosofía también.

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Nao y mi querido Steve compartiendo momentos otacos en la tienda

El argumento se centra en el día a día de Nao Brown, una joven residente en Londres y que se dedica a la ilustración. Nao es hâfu, de madre inglesa y padre japonés, quien acabó abandonándolas y regresando a su país. Nunca he comprendido del todo el término hâfu, que deriva del inglés half, porque siempre he pensado que las personas con progenitores de nacionalidades distintas en realidad no son mitad, sino dobles. Disfrutan de las ventajas de dos culturas, no de una fracción de ellas. Es el caso de Nao, aunque ella se siente completamente inglesa. De hecho, acaba de regresar de visitar a su padre en Tokio para cerrar una etapa de su vida. Porque Nao necesita llevar una disciplina mental férrea, padece TOC (Trastorno obsesivo-compulsivo) y su enfermedad la embiste con pensamientos realmente angustiantes y muy violentos. Para ello se sirve de ciertos mecanismos mentales o «deberes» que la auxilian en su ejercicio de autocontrol; y el estudio del budismo la ayuda a mitigar los accesos de ofuscación. Nao se siente muy culpable por su dolencia, porque las ideas que la asaltan son verdaderamente atroces, y se considera incapaz de dominar sus brotes. Cree que es una mala persona.

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Nao comienza a trabajar en el bazar de juguetes de un antiguo compañero de la Facultad de Bellas Artes, Steve Meek, con el que comparte aficiones: ambos son dos asquerosos otacos, ambos son fans acérrimos del anime de ciencia-ficción Ichi. Aunque como pronto deja claro Nao, es mejor el manga. Un día, por casualidad, conoce en la tienda a un reparador de lavadoras que, a sus ojos, es idéntico a La Nada, su  personaje favorito de Ichi. Se enamora y decide entablar una relación con él. Como imaginaréis, las cosas no transitarán por una senda recta, porque si Nao tiene graves problemas con su TOC, Gregory, que aparte de arreglar electrodomésticos también resulta un hombre cultivado capaz de componer haikus, también lleva lo suyo a sus espaldas con la bebida. Pero que estas circunstancias, tan manidas en los dramones, no os lleven a engaño. Son simplemente eso, circunstancias, que no se apoderan del tebeo para sobredimensionar la emotividad. Este cómic no es un melodrama televisivo sobre la lucha contra la locura. Ni por asomo. Dillon es bastante higiénico en ese aspecto, y aprovecha la dolencia de Nao para mostrarnos el mundo a través de sus ojos. Sin hipérboles o lágrima fácil; aunque los latigazos de la enfermedad tampoco los oculta, plasmándolos en toda su confusión y dolor.

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Como excelente slice of life que es, El Nao de Brown posee un interesante elenco de secundarios que da forma a la realidad de nuestra protagonista con gran precisión. Su compañera de piso, Tara, que es enfermera y comprende bien su dolencia; el adorable e inteligente Steve ❤ ; sus compañeros del centro budista; Pam, la madre de Gregory, etc. La profundidad psicológica de Nao además es extraordinaria, la arquitectura del personaje, robusta. Resulta un personaje inolvidable y tierno, que no permite que la fuerza de su enfermedad la devore.

El Nao de Brown se alza además como una lectura estratificada, de poderosas y continuas metáforas que van desentrañando las capas de la psique con delicadeza. No es casual que incluyera dentro del argumento un cuento paralelo donde el mundo fantástico del manga Ichi resulta el hilo conector que hilvana la mente de Nao. Allí Dillon da rienda suelta al lenguaje visual más surrealista, de una riqueza lírica conmovedora.

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Me han llamado la atención mucho las referencias musicales que Dillon introduce (Magazine, P.J. Harvey,  The Shangri-Las, The Pixies, The Velvet Underground, Chuck Berry, Yoko Ono, Roxy Music, The Breeders, Kate Bush, The Buzzcoks… ¡qué sé yo!) porque ¡ME GUSTAN TODAS, DIOS MÍO! El tebeo se encuentra repleto de cientos de detalles a todos los niveles, construyendo unos escenarios complejos y verosímiles. Desde luego, las espléndidas acuarelas del autor, con ese minucioso arte heredero de Moebius y Miyazaki, muy versátil en su expresividad (los colores, maravillosos), solo acaban de pulimentar un cómic que, si no fuera por ese final, resultaría redondo. Porque El Nao de Brown no es perfecto, y su mácula principal es un cierre que se precipita a gran velocidad, desembocando en un epílogo… sosito. Aunque me consuela ver a Steve sonreír.

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¡Qué cinta más maja le grabó en sus años mozos Steve a Nao!

¿Pueden los sucios otacos como nosotros disfrutar de un tebeo como este? No es que puedan, es que es inevitable gozar con él. Desde una perspectiva bastante equilibrada y compasiva sobre los trastornos mentales, Glyn Dillon utiliza el de Nao como coartada para así presentar una mirada a la vida bastante original. Y con moraleja. Se lee del tirón sin dificultad y, lo mejor de todo, es que te deja con ganas de volver para recorrer su páginas de nuevo y saborear nuevos matices. ¡Dadle una oportunidad! Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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El paraíso en la tierra de Guy Delisle

Y con esta entrada cerramos las votaciones twitteras de vuesas mercedes, privilegiados lectores de SOnC. Al cómic occidental lo condenasteis a un desdichado último lugar (shame on you, infelices otacos!), pero no por ello era una propuesta menos significativa. El post de hoy está dedicado a una obra con una relevancia que nadie debería poner en duda. Trabaja una temática que importaba cuando fue escrita en 2003, y que ahora también preocupa bastante. Escribir una reseña sobre la materia que trata además con un mínimo de objetividad no resulta nada sencillo, porque hay una intoxicación propagandística bidireccional tremebunda. Y tomar una posición equidistante tampoco es sinónimo de imparcialidad y rigor. Ni mucho menos. Exacto, doy tanto rodeo porque hablar sobre esos vecinos tan especiales que tiene Cipango al otro lado del Mar de Japón, sí, esos que aman con todo su kokoro al Gran Camarada Líder Supremo y que de vez en cuando montan fiestas con misiles y submarinos nucleares, no es tarea fácil. Corea del Norte continúa siendo un enigma. Feo.

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Ya comenté algo por encima sobre «el reino ermitaño» en la entrada que dediqué al documental de Megumi Yokota aquí, y casi prefiero no añadir más. Me centraré en el tebeo protagonista de hoy, que merece al menos una lectura por toda mente curiosa con ganas de saber algo más del país, aunque sea a través del filtro personal de su autor. Se titula Pyongyang (2003) y su creador es el quebequés Guy Delisle. Fue publicado por Astiberri en 2005. Y sí, es un cómic muy célebre. A no ser que te hayas pasado los últimos diez años con la cabeza enterrada en un volcán de mangas, anime y videojuegos, comunicándote con el resto del planeta mediante papelitos filtrados bajo la puerta de una celda acolchada, debería sonarte. Lo que quiero decir con tamaña gilipollez es que Pyongyang de Guy Delisle es una historieta famosa. Y si no la conoces de nada, deberías ponerle remedio. En serio. Continuar leyendo esta reseña ya es un comienzo.

pyongyang3En el momento en el que Delisle realizó el tebeo apenas llegaban datos de primera mano al gran público sobre Corea del Norte. No es que en la actualidad podamos presumir de un flujo de información abundante y fidedigno, pero hace catorce años el panorama era todavía más exiguo. En realidad, esta severa apertura no fue en absoluto voluntaria. Se debió a la terrible crisis humanitaria que sufrió el país entre 1994 y 2001, una hambruna sin precedentes causada por la deforestación, las continuas inundaciones y la interrupción de la ayuda de sus hasta entonces benefactores, China y la Unión Soviética. La incapacidad además de gestionar adecuadamente la situación por parte del nuevo líder, Kim Jong-il (1941-2011), condenó a morir de inanición a entre medio millón y tres millones de personas. Debido a las características especiales de la República Democrática Popular de Corea, no se conoce la cifra exacta, solo aproximaciones que varían según la fuente. El nuevo Querido Líder llamó a esta catástrofe «La Ardua Marcha». Era necesario el auxilio internacional si no se quería diezmar la población aún más. El ideal de autarquía no podía continuarse así. Y esta horrible desgracia fue la grieta por la que empezó a colarse el resto del planeta.

Guy Delisle cuenta lo que fue su vida durante dos meses en Pyongyang. Es un tebeo autobiográfico, repleto de anécdotas, curiosidades y descubrimientos bizarros. No sigue un hilo argumental, es un diario. Su diario. Llega a Corea en un momento en el que todavía están terminando de superar la grave crisis, y necesitan no solo la ayuda de las ONGs, que son las únicas que gozan de cierta libertad de movimiento y autonomía, sino la entrada de tecnología y divisas del extranjero para dinamizar la infraestructura estatal y su economía. Él ha sido contratado para trabajar en los estudios de animación SEK (Scientifical Educational Korea) y asesorar a su personal en un proyecto didáctico para niños. Como todos los extranjeros, que residen aislados de la población en hoteles mantenidos exclusivamente para ellos, Guy forma parte de una pequeña comunidad internacional que es vigilada escrupulosamente y escoltada a diario por un guía personal. Tiene prohibido hablar con cualquier ciudadano norcoreano, tampoco puede dar un paseo por su cuenta y menos solo; todo lo que quiera visitar en sus ratos de ocio debe ser informado sin falta y supervisado. De hecho, nada más entrar a Corea le confiscan el teléfono móvil y revisan todas sus pertenencias, por si lleva consigo material subversivo.

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La Corea del Norte que experimentó Delisle en sus carnes no es la misma que la presente. Algunas cosas continúan igual: el totalitarismo, la represión, el adoctrinamiento, la censura, el miedo. Otras han avanzado. Con timidez, pero algo es algo. El actual Líder Supremo Kim Jong-un ha transigido un poco más que su padre en el aspecto económico, permitiendo que el dinero acceda en el sistema mediante las divisas que los norcoreanos emigrados a Japón envían, o con los sobornos a los oficiales del Ejército y altos funcionarios, que dominan los negocios. Una élite al estilo de la antigua nomenklatura soviética comienza a pasearse por las calles de Pyongyang con sus Audis y Mercedes. También se observan más vehículos en circulación, de la marca nacional Pyeonghwa, por supuesto; ya se permite el uso de la telefonía móvil, existen unas pocas hamburgueserías y se vende incluso Coca-Cola. Empieza a llegar turismo, muy restringido, pero acude, con todo lo que ello implica. Sin embargo, fuera de la capital prosigue una precariedad agrícola medieval, con la electricidad solo disponible un par de horas al día. Si este panorama resulta desalentador mirado desde nuestro punto de vista, cuando lo visitó el canadiense era infinitamente peor. Por eso su Pyongyang, aparte de ser un cómic, muta en el documento histórico que refleja un momento muy concreto e importante del país del Juche.

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Es posible que Guy Delisle no se diera cuenta de que, mientras escribía el tebeo sobre sus vivencias en Corea del Norte, este fuera a alcanzar la trascendencia que consiguió. Pero así fue. No era la primera vez que acometía una empresa similar, en Shenzhen (2000) ya había afilado los lápices para contar sus avatares en la susodicha ciudad del sur de China. Y tras Pyongyang haría lo mismo con Burma Chronicles (2008) y Jerusalem (2010). Antes de encarar nuestro cómic protagonista, hay que tener muy presente que se trata de una visión completamente personal y subjetiva; aunque se describen hechos y escenas que resultan incontestables, todos se hallan teñidos de cierto retintín occidental. Quizá haya sido ese prejuicio, ese escepticismo cargado de causticidad y aire paternalista, lo que me ha terminado irritando un pelín. La eterna posición eurocentrista, en este caso hasta algo insolente, que los occidentales portamos allá donde vamos. No estoy defendiendo la dictadura norcoreana (Luzbel me libre), sino señalando una actitud de superioridad moral que he observado (y presenciado) en bastantes ocasiones cuando he viajado: la del turista petulante. Tampoco estoy criticando a Delisle, como ya he advertido, este tebeo es como su diario personal. En él ha sabido plasmar con gran minuciosidad lo que le permitieron captar del país. Pero somos humanos, y él, como ser humano también, lo imbuyó, con todo el derecho del mundo que para eso era (y es) su obra, de una compasión e ironía simultáneas que me acabaron cansando.

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No obstante, ¿de qué otra manera habría podido afrontar Delisle la estancia en un lugar así? El sarcasmo y el humor fueron su escudo ante la tristeza y estupor que debió de sentir cada día. Y no hay duda de que suele resultar un procedimiento excelente para transmitir asuntos peliagudos. Sobre todo si además se pretende entretener. ¿Y qué presenció Guy Delisle? Pues toda posible situación extraña y disparatada que un país sumido en una alienación casi absoluta es capaz de ofrecer a su visitante. Resumiendo: de todo. Pyongyang no solo es una crítica mordaz e hiriente a la nación asiática, sino también  al propio Occidente, al que siempre le ha convenido alargar y preservar el régimen norcoreano en su actual estado. Delisle fue de los primeros que hicieron visible la situación, y logró encima llegar al gran público. Es un relato accesible y homogéneo, a veces puede hacerse algo monótono porque su ritmo es muy, muy constante, aunque no llega a aburrir en ninguno de sus tramos. El dibujo es sencillo pero eficaz, expresa de manera contundente el vacío, la soledad y el orgullo de un país confinado en su propia paradoja del absurdo.

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Pyongyang es un tebeo que recomiendo fuertefuertefuerte. No lo considero la obra maestra que muchos braman a los cuatro vientos que es, pero creo que Guy Delisle vierte un par de cosas trascendentales en ella. Es muy buen cómic, y ayuda a comprender un poco más las circunstancias de esa nación. Como curiosidad, comentar que estuvo a punto de tener una adaptación cinematográfica en 2014, pero tras serias amenazas de terrorismo por parte del grupo GPO (Guardians of Peace), que hackeó además la base de datos personal de Sony Pictures, los estudios Regency se negaron a continuar con el proyecto. GPO se valió del chantaje y la intimidación para impedir que Sony estrenara la comedia The Interview (2014) en cines, una sátira política sobre el régimen norcoreano. Temiendo una reacción similar con Pyongyang, cancelaron la producción al completo. Todo normal, todo bien.

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Y para finalizar, aquí os dejo un caramelito para los que hayáis leído el tebeo ya. Una forma divertida e instructiva de conocer los lugares por los que Guy Delisle transitó, de poder masticar en la distancia esa realidad amorfa que es la República Popular Democrática de Corea del Norte. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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El monstruo que habita en ella

Hacía ya un tiempo que no dedicaba una entrada al cómic occidental. Los habituales ya sabréis que, de vez en cuando, escribo sobre tebeos europeos o americanos con algún tipo de vínculo japonés. Por lo que aquí tenemos Monstress de Marjorie Liu y Sana Takeda, una joyita que no se puede dejar escapar. Ya tardaba en asomar la nariz en SOnC, por cierto.

Veamos cómo podemos abordar el tema: ¿Te gusta la fantasía épica? ¿Steven Erikson, Patrick Rothfuss o Andrzej Sapkowski son tus autores contemporáneos de cabecera? Además de todo esto, ¿eres un mugriento otaco? Si tus respuestas han sido afirmativas, entonces Monstress es tu cómic. No lo dudes. Quizá incluso ya lo conozcas, porque hay un hype enorme rodeándolo. Y con razón.

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En realidad no es necesario que conozcas a esos ilustres escritores ni que seas fanático de la alta fantasía; si disfrutas con una buena historia y un puñado de figuras pintorescas, es más que suficiente. Añadiendo también un poquito de sangre. Y violencia a saco. Sí es verdad que los acostumbrados al género encontraremos familiares muchos rasgos del tebeo, e incluso podamos predecir algunos de sus pasos; pero Monstress, a pesar de no ser revolucionario, ofrece una perspectiva fresca y, de momento, es requetentretenido. Solo llevo 9 números leídos, pero estoy entusiasmada. Aunque comencemos por el principio: una presentación conveniente.

Monstress es una obra escrita por Marjorie Liu y dibujada por Sana Takeda para Image Comics. Ninguna de las dos es novata, y han realizado trabajos para Marvel, DC e Image. Ambas coincidieron en X-23 de Marvel, y como el feeling fue muy bueno, un poco más adelante Liu propuso a Takeda un nuevo proyecto: Monstress. Y eso es algo que se nota conforme el tebeo avanza, existe una gran compenetración entre las dos. Para ellas este cómic iba a ser algo completamente distinto, una temática y un género que ninguna había tocado todavía, por lo que suponía un reto emocionante. También una oportunidad para replantear sus propios estilos, crecer y arriesgar ofreciendo algo diferente. Así que en noviembre del 2015 publicaron su primer número y… ¡KA-BOOOOOOM!

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Nadie sabe lo que ocurrió en realidad, pero lo sucedido en Constantine acabó con la guerra de cuajo… y con la vida de millones de personas en cuestión de segundos. Muy pocos sobrevivieron y ninguno de ellos guardó una memoria clara sobre qué tipo de arma provocó semejante devastación. La Federación de Humanos creyó que los arcánicos habían sido los responsables, así que levantaron un muro y vigilaron la frontera. Pero los años pasaron, y la poderosa orden religiosa militar de las Cumaea rumia inquieta en una tensa Guerra Fría. El enorme poder político que ostenta dentro de la Federación necesita seguir legitimándose, y para ello requiere de huesos y cuerpos arcánicos, de los que extrae el precioso lilium, elixir de juventud y vida eterna. El tráfico de esclavos, sobre todo de niños secuestrados al otro lado del muro, sustenta sus experimentos y producción de lilium. Pero la maquinaria de la guerra comienza de nuevo a rodar cuando Maika, una adolescente arcánica superviviente de Constantine, decide buscar respuestas en la ciudad de Zamora, en la Federación.

Maika vive una existencia errante junto a su amiga Tuya; juntas consiguieron sobrevivir a un campo de concentración humano. Se mueven entre las tierras que hay entre la Corte del Amanecer y la Corte del Ocaso, libres del peligro humano pero… Maika ha desarrollado repentinamente unos poderes mortíferos. En su interior hay un monstruo sin nombre que, cuando el hambre lo apremia, emerge violentamente de su brazo izquierdo devorando la vida de todo lo que se cruce en su camino. Maika no puede controlarlo y no puede controlarse a sí misma. El monstruo usa su propio cuerpo para alimentarse, poniendo en grave peligro a los que la rodean. A causa de ello, decide buscar soluciones en el único lugar donde puede encontrarlas: entre las Cumaea que traicionaron y asesinaron a su madre. ¿Por qué la mataron? ¿Qué le está sucediendo? Maika quiere también vengarse, por lo que dejará que la capturen y la vendan a la orden de las monjas-brujas.

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Ya imaginaréis que Maika no solo no encuentra respuestas, sino más interrogantes; y se ve envuelta en una conspiración que precede su nacimiento. En su odisea será acompañada por la niña arcánica Kippa (sí, a mí también me recuerda a Shippô) y el nekomante Ren Mormorian, un gato tortilla de dos colas y actitud ambigua. Porque los mininos tienen especial importancia en este universo. Una tierra polarizada entre las sangrientas trifulcas de humanos vs. dioses y arcánicos, también otorga su lugar a los gatos, raza de poetas y hechiceros que siguen su propia senda. Es además el sabio Profesor Tam Tam,  que vive en el templo Is’hami, el que, al final de cada número, nos brinda lecciones sobre este lindo mundo de caníbales y asesinos.

Liu y Takeda nos presentan un universo repleto de atrocidades, pero también de amistad y búsqueda de conocimiento. La protagonista es oscura, imperfecta y con mal carácter; no sabe si será capaz de contener la bestia de su interior, y eso la atormenta. Es como una especie de Mary Sue invertida, pero con una personalidad creíble y bien construida. El resto del elenco, que va perfilándose poco a poco, es atractivo y, aunque amarrado a algún que otro estereotipo, va creciendo y ganando profundidad. Hay que tener en cuenta además que solo tenemos 9 números de momento. Hasta ahora Liu y Takeda han sabido cimentar y levantar un mundo verosímil y atrayente, con un bildungsroman feroz de telón de fondo y personajes más que decentes. A algunos les llama la atención que casi todas sean figuras femeninas y las masculinas solo dos o tres. Este mundo es un matriarcado, por lo que es lógico encontrar una representación así. La gran mayoría de las obras clásicas de fantasía épica tienen una proporción de mujeres muy baja porque plasman sociedades patriarcales; no tiene nada de particular crear algo a la inversa. Incluso puede resultar revelador para ciertas personas.

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Kippa quiere mucho a Ren

Una de las primeras cosas que se perciben es que Monstress resulta el híbrido perfecto entre manga y cómic americano; entre Oriente y Occidente. A todos los niveles. Un argumento que superficialmente sigue los parámetros de la fantasía heroica, con un aire inequívocamente grimdark; pero que no duda en recurrir al folclore japonés (jelou, Inuyasha!) y a la arquitectura asiática para construir una fantasmagoría delicada y agresiva a la vez. Monstress aumenta en complejidad a cada episodio, solo para que, lentamente, seamos capaces de vislumbrar la rica ficción de un tapiz en el que todos los hilos acaban entrelazados. Nada parece casual, ¿o sí? Su urdimbre es fascinante.

¿Y qué encontramos en este tebeo? Kaijû con el hálito de Miyazaki y la naturaleza de los Primigenios de Lovecraft, cuyos cadáveres deambulan en una dimensión desconocida; otros acechan en el vacío exterior. Brujas que descuartizan, matan y se comen de verdad a los niños. Odio basado en un tenebroso racismo que se justifica y disfraza hasta límites inimaginables. Kami, yôkai, han’yô, humanos y gatos traicionados por su propio egoísmo y ambiciones. El profundo horror de la guerra. La búsqueda del yo, de la propia identidad y solo encontrar en su lugar monstruos, monstruos reales. Caos y destrucción.

Monstress es la recreación de un cuento clásico pero mil veces más deslumbrante y terrorífico, porque da un paso fuera del marco y nos agarra por el pescuezo: estamos aquí, en el maldito mundo adulto. Por eso sus concesiones al gore son coherentes, y las crueldades que aparecen sin descanso forman parte del entramado de su universo. No se pueden ni deben evitar. El arte refleja todo esto con muchísimo vigor. Takeda está soberbia, su dibujo impresiona, eyacula magnificencia. Tiene la gran fuerza expresiva del manga y el minucioso detalle del Art Déco. No es complicado distinguir cierto ramalazo steampunk, ver revolotear apuntes de Stargate (1994) o Metropolis (1927); o las siempre escalofriantes tinieblas barrocas de H.R.Giger. Y Hokusai, que no falten ni Hiroshige ni Hokusai en el festival, porque también están bien presentes.

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Monstress podría haber sido perfectamente una novela, porque tiene su estructura y el argumento pertenece sin duda a la fantasía contemporánea. Pero, por fortuna, Liu decidió expresar su historia mediante las maravillosas imágenes de Takeda. Y aquí estamos, en pleno viaje. No tengo ni idea de si el barco llegará a buen puerto, pero por ahora me parece de lo más interesante que se está publicando en cómic mainstream americano. Que Monstress de americana (al menos en la noción trumpiana) tiene la editorial y poco más, ya que Liu aprovecha su ascendencia taiwanesa para inspirarse y Takeda es japonesa residente en Tokio. Es un tebeo que podría haberse gestado en Hong Kong u Osaka, su peso oriental es notorio. Sin embargo, tampoco podemos negar sus particularidades occidentales, porque resultan ser los rieles de la obra. En resumen: estoy siguiendo este tebeo con muchísima atención. Además no voy a ser yo la que contradiga al gran Neil Gaiman, que también lo está disfrutando bastante. ¿Lo recomiendo? Mucho. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

 

cómic occidental, manga, paja mental

Héroes y villanos japoneses que se odian, retuercen y lo pasan bien

Creo que todavía no he hecho ninguna reseña sobre dôjinshi o fanzines comiqueros japoneses. Quizá se deba a que viviendo en Europa y siendo la afortunada dueña de una cabeza de chorlito como la mía, no he tenido ni he aprovechado las oportunidades de agenciarme alguno. Y tampoco es que se escaneen y traduzcan muchos que digamos… pocos hay, pero ahí están. Como además llevo unas cuantas entradas seguidas un poco más añejas de lo que me gustaría, escribir sobre una obra del 2015 me viene de perlas. Y calma mi conciencia culpable por estar atiborrándoos de material antediluviano. Que no tiene nada de malo si posee interés, pero en la variedad está el gusto. O eso dicen.

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Esta portadaca la ha dibujado my friendly neighbourhood David López, y es la presentación perfecta de lo que podemos encontrar en las páginas de Alenzyas (2015). Se trata de un tebeo coordinado por Ken Niimura, donde han participado 6 mangakas más: Takeshi Miyazawa, Est Em, Takehito Moriizumi, Tabao Obata, Murai y Mopuko. Todos sangre fresca. Y a todos ellos Niimura-sensei propuso la creación de un superhéroe y un villano, para luego inventar una historieta en la que el antagonista fuese el concebido por otro artista del mismo proyecto. Un desafío interesante para los autores, desde luego, y que para los lectores tampoco carece de atractivo.

Como soy una desgraciada, no he podido hacerme con ninguna copia física de Alenzyas. Me habría gustado, pero las tiradas de los dôjinshi no suelen ser grandes, y por lo que pude husmear en twitter por mi cuenta, se vendieron casi todos los ejemplares en el propio Japón. Unos pocos fueron enviados al extranjero, pero a conocidos y amigos del círculo de los dibujantes. Meeeeeeh. Sin embargo, un alma bienhechora tuvo la idea de subirlo a varias plataformas on-line (y traducirlo, claro). En junio me topé muy felizmente con él. Pero, ¡ay!, no estaba completo, faltaban dos capítulos: el 5 y el 6. ¡¿POR QUÉ?! He pasado unos meses esperando a que alguien subiera lo que faltaba, pero estamos a mediados de septiembre y la cosa sigue incompleta. Aun así pensé que mejor son cinco one-shots que ninguno, teniendo en cuenta que de otra forma me hubiera resultado muy difícil poder leerlos. En realidad tarde o temprano habría caído (el agua de Aragón no es buena, hace que crezca la cabeza), pero de esta manera piratona total pude disfrutar de Alenzyas sin apenas esfuerzo y ahora tú, amado lector, también puedes leer esta magnífica reseña. Todo bien, ¿no? Pues eso. Dudo que los creadores lleguen a leer esto, así que puedo respirar tranquila, que no enviarán sicarios a mi chamizo por utilizar mangafox. Creo.

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«Nighthawk vs. Yukawa» de Murai

Alenzyas son historias muy breves, cada una de una madre y con el estilo propio de cada autor. Es una obra heterogénea y variada, pero con un nexo común: ¿cómo serían unos superhéroes à la japonaise? He sido desde niña lectora de cómics y lleva circulando por mi sistema cardiovascular el virus Marvel/DC muchísimos años, por lo que sé de sobras qué es un tebeo de superhéroes. Sin duda es el género rey dentro de la historieta occidental, el que más pasta genera, el más popular… y el que más detractores furiosos posee también, sobre todo cierto desprecio sordo hacia el norteamericano. La verdad es que el cómic de superhéroes tiene sus luces y sus sombras, como ocurre con todo; y suelen ser los tebeos que se alejan de los patrones más comerciales, buscando nuevas sendas y perspectivas, los que han brillado sobre el resto.

Alenzyas es como una especie de experimento, pero es la prueba de que el material más atractivo es precisamente ese, el que busca su propio camino. Un camino libre sin las exigencias de una línea editorial, un manual de estilo, etc. No es malo que existan, de hecho son necesarias, pero en un dôjinshi es el artista el que marca sus límites y eso siempre, SIEMPRE, es más interesante. No por obligación mejor, pero sí más seductor. Y es lo que encontramos en Alenzyas, una brisa refrescante y agradable gracias a los ventiladores artísticos de gente que está creciendo en el panorama del tebeo. ¿Qué nos pueden contar unos mangakas sobre superhéroes que no hayamos leído ya? Pues su visión. Alenzyas es la combinación de un género ultrapopular con una perspectiva diferente, tanto en forma como en contenido; pero con sencillez, de forma muy inmediata. No es nouvelle manga, pero recoge en cierta forma su legado sincrético.

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«Life is one-two punch» de Est Em

Algunos de los creadores ya están más que familiarizados con este tipo de cómic: Takeshi Miyazawa, por ejemplo, está trabajando ahora con Kamala Khan, la nueva Ms. Marvel; aunque en el pasado se prodigó en X-men Unlimited, Runaways o Generation Hope. Javier Pina, que ha hecho la contraportada, ha dibujado la Cosa del Pantano, Aves de Presa o Escuadrón Suicida; David López… en fin, si no conoces a David López, you know nothing (y tienes que ponerle remedio). Ken Niimura se está haciendo hueco realizando trabajos para Marvel y pequeñas maravillas en el Yearbook de Gotham Academy para DCPero tampoco esto tiene una importancia capital, los demás autores no me suena que hayan realizado nada para cómic norteamericano (me puedo estar columpiando perfectamente, conste) y eso es lo bonito también, observar a creadores esforzándose en un registro ajeno y haciéndolo suyo.

Por eso Alenzyas es un manga bastante curioso, que mezcla Oriente y Occidente con un resultado natural y eficaz. No se trata de un híbrido, o al menos yo no lo considero así. Es muy japonés, un buen shôyu ramen al que se le han añadido unos cuantos ingredientes foranos y, oigan, que ha quedado sabrosote. No tiene vocación comercial, pero posee todo para que un fan de los tebeos lo disfrute con tranquilidad.

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Contraportada de Javier Pina.

Por supuesto, no conocía a todos los autores propuestos y espero tener pronto la oportunidad de poder leer algo de ellos. Es el caso de Takehito Moriizumi, Mopuko y Tabao Obata. Precisamente, son los one-shots de Moriizumi y Obata los que no están subidos todavía; y por el primero siento una curiosidad inmensa. Así que a joderse. Habrá que esperar y estar ojo avizor a cualquier oportunidad.

Life is one-two punch de Est Em es una buena representación de las exigencias del ámbito laboral japonés, mediante una historia veloz pero impactante. El ¿desenlace? resulta como la vida misma. Catty rival de Miyazawa tiene de protagonista a un gato con ansias de dominación mundial (como tiene que ser) que topa con un rival humano imbatible. Muy divertido este cuento. Nighthawk vs. Yukawa de Murai es mi favorito, más clásico en su planteamiento pero tierno también. Sword Hilda vs. Zombies de Mopuko está repleto de acción y violencia, donde las adorables mascotas deportivas se han convertido en unos muertos vivientes, que la espadachina Hilda tratará de destruir con su terrible katana. Incluye moraleja. Y, finalmente, Test de Niimura no defrauda. Los que somos fans de su elegancia, tenemos un relato de gran dinamismo y escenas espectaculares. Genial.

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No, no son The Avengers pero resultan unos superhéroes peculiares y muy cercanos. Alenzyas es una obra coral que no cambiará vuestras vidas, pero que funciona, no ya solo como carta de presentación de autores menos conocidos por estos lares, sino como entretenimiento sano. Una alternativa estupenda para los que se suelan mover en lecturas más estándar y quieran descubrir nuevos pinceles japoneses.

Y que me he quedado sin leer Dengeki Drop de Obata y How far are the depths of love de Moriizumi. Cachis. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

cómic occidental

17 miradas a Japón

Aquí seguimos, con fiebre pertinaz y asfixiándome cada vez que intento hacer algún tipo de esfuerzo, por lo que continuaré disertando aleatoriamente hasta que desfallezca cianótica perdida. Estoy de coña. Este fin de semana tengo tantas obligaciones acumuladas que, aunque sufra una combustión espontánea o acabe escupiendo los pulmones a cachos, tengo que mover el culo. No hay remedio. Ains. Ya moriré el domingo a la tarde, si eso.

Una de mis últimas adquisiciones (de segunda mano, añado) y que me ha dejado, en general, satisfecha, es el manga del que voy a escribir a continuación. Se trata de un volumen recopilatorio que aúna los trabajos de muy diversos creadores. Tanto es así que más o menos la mitad son occidentales (francófonos) y la otra mitad, japoneses. Se trata de Japan as viewed by 17 authors (2006), y fue un proyecto bastante curioso.

El artista Frédéric Boilet, uno de los primeros occidentales que logró cierto prestigio en el mercado del manga en el mismo Japón (todo un pionero), fue el propulsor de esta iniciativa. Pero creo que antes debería ir un poco más atrás en el tiempo y explicar algunas cosillas, como La Nouvelle Manga. El contexto, en este caso, es importante. Sobre todo para conseguir apreciar en plenitud el esfuerzo y trabajo que supuso este tebeo.

La Espinaca de Yukiko
La Espinaca de Yukiko es deliciosa. Os la recomiendo.

L’Épinard de Yukiko (2001) de Boilet comenzó algo que todavía no sabemos si ha llegado a algún sitio. Plantó una semilla, asentó una intención. Y plasmó una noción que muchos artistas y lectores teníamos en la cabeza desde hace mucho tiempo: que el cómic, tebeo, manga, novela gráfica o como demonios queráis denominarlo, es en realidad un mismo medio, una misma expresión artística que no debería cerrar sus puertas a ninguna influencia que potencialmente enriquezca su panorama. No es la primera vez, ni será la última, que repita esta idea en Sin Orden ni Concierto (tú ya lo sabes, Khalil). La Nouvelle Manga fue y es el empeño por integrar y reconciliar dos mundos aparentemente ajenos; el de la BD (Bande dessinée) y el de la manga. Occidente con Oriente. Aprovechar las carencias y virtudes de uno y otro, realzar sus similitudes (que son más de las que nos pensamos) para crear algo más fuerte e interesante. ¿Tentador? No ya solo eso: es lógica pura.

Boilet, que junto a Kiyoshi Kusumi parió el término inspirado claramente en la Nouvelle Vague cinematográfica, hizo hincapié en la feminización del término manga. La manga para él no es el manga. La manga es aquel cómic japonés que se centra, para entendernos, en el slice of lifeun tebeo dirigido a adultos y alejado de los productos consumidos masivamente por adolescentes, que son los que han invadido prácticamente Occidente (el gran Moebius no tenía una opinión especialmente buena de él, btw). Casi hasta el punto de que se identifica, erróneamente, la superindustria otaku con la totalidad del manga, que engloba muchísimos géneros y demografías. Esta manga, con sus historias de gran sutileza y complejidad psicológica, desprovista de los clichés y sobrecarga dramática del manga superventas, es el complemento perfecto para la BD que, a pesar de su tremenda riqueza visual, se halla(ba) perdida en contenidos sci-fi y fantásticos de guion vacío. El objetivo de Boilet era (¿y es?) una combinación de:

  • Lograr que el público general occidental se deshaga del prejuicio de que el tebeo japonés es exclusivamente para niños y adolescentes.
  • Mezclar lo mejor de ambos continentes para ofrecer obras atractivas, capaces de atraer tanto al público casual japonés como europeo. No es necesaria una especialización previa.

Lo de atraer al público nipón, en concreto, lo veo crudo, ya que tanto la industria como los lectores japoneses son muy poco permeables (cada vez menos, no obstante) a la influencia o inclusión de autores extranjeros en su cultura. Pero ese ya sería otro tema. La Nouvelle Manga es transcultural y de espíritu universal (como lo es, en realidad, casi toda expresión artística); muy ambiciosa. Quizá evidencia cierto elitismo por parte de Boilet, pero no deja de poseer su punto de razón.

Y en este marco se halla Japan as viewed by 17 authors. Con la colaboración de la Embajada, el Instituto Francés y algunos centros educativos en Japón, se llevó a cabo un proyecto que culminó en la creación de un álbum recopilatorio heterogéneo de pequeñas historias cotidianas. Algunas íntimas y dulces; otras surrealistas y descaradas. Dependiendo del creador, claro. No todos ellos se adscriben al movimiento de la Nouvelle Manga, pero sí apoyan, a su manera, la filosofía que defiende.

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Así que esta aventura comiquera arrancó con esa invitación a 16 autores para que escribieran sobre nuestro amado Cipango. De 10 a 16 páginas como máximo. Los mangakas nipones acudirían a sus lugares de nacimiento; los europeos a otras localizaciones de las islas. De sur a norte, así Japan as viewed by 17 authors atraviesa el país, como una especie de guía turística, pero muy particular.

Sintiéndolo mucho por mis paisanos franceses, en conjunto sus contribuciones son mucho más descoloridas que las de sus colegas japoneses. Se han apalancado demasiado en el rol de turista y sus distintas versiones (unas más estúpidas que otras); por lo que las perspectivas que han ofrecido del país rozan a veces el típicotópico aburrido. Pero hay excepciones, claro. En una obra coral donde confluyen estilos y autores tan diferentes, es complicado que guste todo; aunque hay un mínimo nivel de calidad.

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«At the seaside»

Me han gustado especialmente:

At the seaside de Kan Takahama. En las islas Amakusa… nostalgia, el agridulce pesar del amor que se sabe perdido y gatitos. ¿Qué más puedo pedir? Un bonito dibujo. Pues mira, también lo tiene.

Summer Sky de Jirô Taniguchi. Una sencilla y tranquila historia de amor inconclusa, que deja una profunda sensación de melancolía. Tiene lugar en Tottori. Preciosa.

Now I can die! de Aurélia Aurita. Una cuenta atrás personal de su viaje a Japón, comenzando por su destino, la isla de Tokushima, en unos baños termales. Enfocado como experiencia vital. Muy divertido y dinámico, con un sentido del humor fresco y limpio. El dibujo, de corte infantil y a ratos esquemático, me ha encantado por su certera expresividad.

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«Now I can Die»

The New Gods de Nicolas de Crécy. Relato ácido y turbio. Una crítica despiadada a todo lo que le rodea, incluido él mismo. El dibujo resalta la atmósfera densa y angustiosa que sufre el protagonista en una Nagoya vulgar y agotadora. Pero tiene su puntito kawaii también.

Kankichi de Taiyô Matsumoto. Tiene lugar en Kanagawa y es mi favorito de todos los que aparecen. Y no porque sea fan a muerte de este señor, que conste, es que es la mejor historia de todas de largo. Mágica y sorprendentemente simple, con ese inconfundible y maravilloso arte de Matsumoto. Una diminuta gema.

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«Kankichi»

The sunflower de Little Fish. Elegante como él solo, muy cinematográfico. No tiene diálogos pero es tremendamente elocuente. Uno de mis preferidos. Enérgico y de gran pureza visual. Tiene lugar en Tokio.

The festival of the Bell-horses de Daisuke Igarashi. En la indómita región de Tôhoku, concretamente en Iwate, tiene lugar el festival Chagu Chagu Umakko. En él se rinde homenaje a los caballos, en agradecimiento por su duro trabajo en los campos de arroz. ¿Sueño o realidad? La aventura en la que se ve inmerso el niño de esta historia es, aunque conocida, bastante simpática y reconfortante. Muy Miyazaki, por cierto.

Sapporo Fiction de Étienne Davodeau. Es un alivio leer el consabido paseo turístico, pero desde una perspectiva diferente y mediante una historia entretenida. Mucha ternura en ella, sin babosería y para nada pretenciosa. Genial.

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«The festival of the Bell-horses»

Japan as viewed by 17 authors es irregular aunque era de esperar. A pesar de ello, merece un vistazo atento porque esconde sorpresas agradables y la intención además del artífice general, Frédéric Boilet, la respeto y comparto. Me habría gustado leer un viceversa: autores japoneses meditando y escribiendo sobre Francia. Para hacer el intercambio cultural completo, digo. A lo mejor se ha hecho ya, lo desconozco (si sabéis algo, podéis dejarlo en comentarios). No obstante, lo que sí hubo fue una secuela pero centrada en CoreaKorea as Viewed by 12 Creators (2009), que no ha caído todavía en mis manos. Ntsch. Todo llegará, todo llegará.

¿Lo recomiendo? Sin reservas. A todo enfermo de japonofilia le tendría que interesar aprender lo máximo posible sobre el país, y con este tebeo se consigue. Y eso, calidades y gustos aparte, también hay que tenerlo (muy) en cuenta.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

 

cómic occidental

Aquel verano

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Lo habéis adivinado: toca entrada de esas que os importan un pito (en general). Hoy además que anda el planeta enloquecido con Digimon, voy a cortaros el rollo a base bien, Sin Orden ni Concierto ya sabéis que es así (ignoradme, por favor).

Tengo pendientes las primeras impresiones (que ya serán impresiones finales, jojo) de los anime de esta temporada, pero estoy realmente vaga. He dejado la mayoría de las series que seguía en barbecho porque no me han terminado de enganchar. Aunque me estén gustando, las he descuidado. Solo estoy siguiendo fielmente Kagewani (es corta), Muco (me relaja un montón y también es corta) y Dance with devils (compromiso animierder). Pero dadme tiempo, que me recuperaré y haré reseña al final. Bueno, al lío.

Este pasado fin de semana tuvo lugar el Kaigai Manga Festa y, husmeando cómo fue el evento por internet, encontré en el twitter de Ken Niimura una foto que había hecho a su ejemplar de This One Summer (2014). Firmado. Porque Jillian Tamaki, la ilustradora, estaba ahí como parte del Toronto Comic Arts Festival. Agh. Empecé a comerme las uñas hasta convertir mis manos en muñones de la maldita envidia. ¡Yo también quiero mi Summer firmado! Pero lo admito: solo soy una mísera plebeya con un blog cutre por estandarte y tampoco puedo aspirar a que las autoras visiten esta zona del planeta en muuuucho tiempo. Por lo que ya puedo esperar sentada, que esa rúbrica nunca tendrá lugar, salvo milagro. Aun así, decidí que desahogarme un poquillo en el blog, haciendo una reseña de este tebeo, tampoco me vendría nada mal.

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Los que seguís esta bitácora ya sabéis que consumo todo tipo de cómic. Me da igual su origen: Japón, Corea, Estados Unidos, Canadá, Francia, España, Argentina o Vanuatu. También hace unos meses comenté con Khalil por aquí que considero el tebeo, cómic, novela gráfica, manga o historieta, en esencia, lo mismo. Y que el nombre que se le dé me importa tres mierdas. Es mi punto de vista como lectora gañana. Claro que hay diferencias y características propias tanto de la BD, el manga o el cómic americano, pero siempre he abogado por una mayor permeabilidad entre ellos… y no termino de comprender que sean los mismos lectores los que se dediquen a segregar, en ocasiones de manera feroz, cuando estamos hablando del mismo medio. Aunque esa no es la cuestión. Con toda esta pejiguera, lo que quiero decir es que voy a escribir sobre un tebeo que no es manga. Sí tiene influencia del manga y sus creadoras son de ascendencia japonesa, pero es un cómic norteamericano. No es la primera vez que me permito estas licencias (El vástago de Thor, El reverso tenebroso) ni será la última; de todas formas, este This One Summer es un poco como I Kill Giants (2008) en el aspecto de que se está ganando, por méritos propios, un lugar relevante dentro del cómic internacional. Más allá de etiquetas o países. Son obras a las que se debe prestar atención, e imagino que Summer no os será completamente desconocida… ¿o sí? No problemo, tiene solución. A leer.

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En España ha sido editado por La Cúpula, como también lo fue la obra anterior de estas dos damiselas, Skim (2008). Hago las presentaciones oportunas: ellas son Jillian Tamaki (ilustradora) y Mariko Tamaki (escritora). Canadienses. Primas hermanas. Esto ha quedado un poco raro, lo admito. Pero no tengo ganas de reescribir, se queda así.
Como creo que ya os he dicho antes, soy una mísera plebeya (pobre, coñio) y me busqué la vida para encontrar un ejemplar bastante más baratito: Amazon. No obstante, prefiero un millón de veces ir a una librería o acudir a la segunda mano, tengo que decirlo. Pero a veces las ventajas de la selva son imbatibles, en este caso por precio y lengua original. Os cuento mis peripecias por si ocurre el prodigio de que esta reseña os abra el apetito y decidáis adquirirlo. Cúpula, 25 ECUS; Amazon, 11 pavos shipping incluido. La vida es dura, señores.

Pero regresando a lo que realmente importa, This one summer ha sido bastante celebrado; de hecho ha recibido varios galardones importantes dentro del mundo de la novela gráfica, entre ellos un Eisner este 2015. Casi , chavalada. Así que no se trata de uno de esos tebeos rarunos o del año de la polka a los que os tengo acostumbrados (los que os dejáis, claro). This one summer es famoso y premiado. Para que luego me llamen hipster, hala.

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Awago es un pueblecito costero de Canadá donde Rose y sus padres han ido a veranear desde siempre. Allí también acude de vacaciones su amiga Windy, un año menor que ella. Pero este año es diferente, Rose y Windy están cambiando. Actividades que antes realizaban juntas y disfrutaban, resultan ahora un poco insulsas… así que deciden hacerse más intrépidas y buscar retos nuevos. Comienzan a ver películas de terror, restringidas para su edad, como Tiburón (1975), La Matanza de Texas (1974) o Pesadilla en Elm Street (1984), que alquilan en una tiendecita donde trabajan unos adolescentes mayores que ellas. Rose y Windy observan a esa cuadrilla de hormonas desbocadas, los escuchan y comentan entre ellas lo que van descubriendo. Pero, sobre todo, se fijan en un dependiente (feo como un demonio) y sus andanzas con una moza. Rose, aunque lo niega, siente atracción por este chico; y Windy a veces bromea a su costa. Su curiosidad natural por el sexo y lo que va acaeciendo, es la trama principal del tebeo, pero no la única. Los padres de Rose están pasando por un mal momento, aunque sería más preciso decir que es la madre de Rose la que está atravesando por una fuerte depresión, que repercute en el resto de los miembros de la familia. La aparente indolencia del padre y la parcial incomprensión de lo que sucede por parte de Rose, hacen la convivencia muy extraña. Rose está empezando a despertar, y siente frustración e ira hacia su madre.

Windy, por el contrario, todavía no ha madurado tanto en ciertos aspectos como Rose; y a pesar de saber que es adoptada, se siente querida y aceptada en su entorno familiar, que es bastante peculiar. Tiene una personalidad mucho más equilibrada que la de Rose, todo hay que decirlo. Su madre es una hippy vegana lesbiana; y su abuela una fan de la coctelería y las largas siestas. Ronca como un rinoceronte. Windy me ha encantado, es un personaje radiante y sincero. Mi preferido.

El resto del elenco está más difuminado, unos más que otros, pero es que no se trata de una obra coral. Los otros personajes aportan la información pertinente y cumplen su función de enmarcar con eficacia; porque el corazón de This one summer es Rose.

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El arte de Jillian Tamaki es espontáneo, dinámico. No es difícil hallar influencias del manga en él; para empezar, por elegir no usar color. El uso del índigo (en vez de negro) en el entintado me parece muy acertado, pues dota a todo el tebeo de un aire melancólico, del pasado, que se ajusta perfectamente a la historia. Me gusta cómo adapta el dibujo la emoción que se quiere transmitir; puede pasar del estatismo prolijo a una agilidad casi esquemática con una naturalidad pasmosa. El trazo, algo grueso y ligeramente desaliñado, brinda una ingenuidad dulce que realza los personajes principales, Rose y Windy, destacando su todavía poso infantil. La impresión general es la de estar delante de un cómic fresco, muy vivo; a pesar de que estructuralmente pueda ser un poco conservador. Pero, a pesar de esta última aseveración, me rindo incondicionalmente ante esas ilustraciones a doble página tan maravillosas, donde hasta los vacíos poseen fuerte energía. Y algunas viñetas son verdaderamente brillantes.

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This one summer es un slice of life de tomo y lomo. Se centra en un momento muy concreto de la vida humana: el paso de la niñez a la adolescencia. No cuenta nada de particular, las experiencias de esa etapa vital se han descrito por activa y por pasiva muchísimas veces; pero es la manera de tratarlas lo que convierte este tebeo en algo especial. Argumento y arte se compenetran maravillosamente para ofrecer una historia cálida, audaz; muy tierna y a ratos dramática. Pero el dramatismo está llevado con sobriedad. Su peso recae en el dibujo, que lo plasma de forma inteligente y clara. This one summer está repleto de detalles evocadores que llenan los silencios de afecto y añoranza. Es un tebeo realizado con cariño y se nota.

El sexo, por supuesto, tiene un papel fundamental, pero desde una perspectiva realista y femenina. Es algo lógico, ya que las autoras son ambas mujeres y las protagonistas de la historia lo son también; pero que esto no os confunda. Voy a tratar de explicarme. Hemos estado acostumbrados durante siglos a que la visión masculina sea considerada la neutral, dirigida a todos. Cuando ha aparecido una artista femenina expresándose desde su punto de vista, de manera automática, se ha valorado que su obra iba dirigida únicamente a mujeres. A veces la intención de la autora ha podido ser esa, otras no. This one summer es un cómic hecho por mujeres para todo el mundo. Me duele tener que hacer este tipo de aclaraciones, pero todavía, aunque cada vez menos, existen ciertos prejuicios de los que no somos ni conscientes. Sobre todo en según qué géneros. Este tebeo es abierto, humano; y plasma muy bien convencionalismos y aprensiones sociales arraigados sobre la sexualidad. Uno importantísimo: el sentimiento de culpa. Las Tamaki no han querido hacer ningún tipo de denuncia sobre el machismo o la sociedad patriarcal, su intención no es esa. Han expresado, con naturalidad y delicadeza, lo que hay. Un tapiz rico y complejo, la vida misma, donde se encuentran entretejidas fibras que nos muestran cómo la responsabilidad de la actividad reproductora humana recae casi exclusivamente en la hembra. Embarazo o no embarazo. Las consecuencias negativas son absorbidas, poco más o menos, de inmediato por la parte femenina, un arreglo injusto aceptado por todos, incluidas las mujeres.

Pero la mayoría de las hebras del tapiz nos hablan de ese momento en el que dejamos atrás la infancia. Una especie de nostalgia, y a la vez conmoción, que golpea al ser conscientes del paso del tiempo. De que el mundo cambia, de que la visión del mundo cambia, de que ocupamos un lugar en ese mundo y nuestra mera presencia tiene consecuencias. Sin vuelta atrás. Y nada mejor para reflejar ese interludio de la pubertad, que el hiato que supone el verano. Un momento donde ese cambio irreversible es más palpable. Los meses en los que la vida cotidiana queda en suspenso bajo unas nuevas leyes más laxas: las vacaciones. Entonces afloran todos esos problemas y cuestiones vitales que se han mantenido enterrados bajo la rutina el resto del año. Y no se pueden eludir, porque miran directamente a los ojos. Hay una mezcla de pasado, presente y futuro, en la que diferentes emociones construyen una realidad incierta que a veces es estupenda… y otras, amarga. La paleta de sentimientos que manejan las autoras es rica y profunda, pero saben conducirlo todo de forma muy liviana.

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Tengo la sensación de que no estoy escribiendo nada, y es que me da miedo ahondar ya que supondría reventar el argumento a spoilerazo limpio. Y no quiero, creo que no es necesario explicar más. Es un tebeo sencillo pero de gran hondura; que tiene todas las papeletas para llegar al kokoro de cualquiera porque lo que narra es cercano, probablemente muchos lo hayamos experimentado también. A los que el slice of life no les guste, que ni se acerquen. Y a los que les guste, deben saber que This one summer tiene una orientación adulta. Con esto quiero decir que a veces es algo cruda. Muy sutil, pero no está adulterada ni con el idealismo del romance ni la comedia. Es realista.

¿Me ha gustado? Sí, bastante, y pienso que un amante del seinen o jôsei lo disfrutará también. No me ha entusiasmado, eso lo tengo que reconocer, de hecho Skim me gustó más; pero también admito que es mucho mejor cómic que Skim. Y no, no me estoy contradiciendo.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

 

cómic occidental, paja mental

El reverso tenebroso: tebeos occidentales con aroma japonés

Suele ocurrir que el lector medio de manga ignora casi por completo el cómic occidental (el norteamericano y la BD europea). Y viceversa también. Es una generalización, claro, de colegas bloggers deduzco (puedo equivocarme) que Khalil, Vannert o Magrat los leen, alguno más habrá seguro; pero son mundos que tienden a olvidarse uno del otro… afortunadamente cada vez menos. Por eso quería hacer una entradilla dedicada a aquellos que no estén metidos en el cómic occidental utilizando un cebo. Un señuelo atractivo, como el de tebeos que posean un guiño, o directamente influencia, de Japón. Y así, al que se deje arrastrarlo al reverso tenebroso.

Hay un montón, así que he seleccionado los que me gustan más. No son los mejores ni tampoco una birria, pero sí interesantes cada uno en su estilo. He confeccionado una lista de 5 bastante heterogénea (tampoco quería eternizarme), algunos son verdaderos clásicos, otros no tan conocidos. Espero os incentiven a buscar más por vuestra cuenta o, en el caso de que los conozcáis ya, no aburriros mucho.

Aviso: si el tema te importa tres pepinos, puedes ahorrarte la lectura porque suelto un buen rollo macabeo.

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Corto Maltés: La juventud

Hugo Pratt

(1981)

¿Cómo presentar a Corto Maltés a alguien que no lo conozca? Buf, no sé, aunque para comenzar estas palabras de su propio creador, el veneciano Hugo Pratt, no están mal:

En un mundo donde todo es electrónico, donde todo se encuentra calculado e industrializado, no hay lugar para un tipo como Corto Maltés.

Corto Maltés es un pirata, un aventurero, un guerrero, un vagabundo, un romántico. Es el arquetipo del individualismo puro, que busca su camino de manera errática y se refugia en la ironía. Este señor merecería, no una entrada para él solo, sino un libro bien grueso para acercarse a todas las facetas que posee. Me he topado con hombres como él en los libros, por eso considero los doce volúmenes en los que aparece obras literarias de verdad. Corto Maltés son palabras mayores. 

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Este caballero tan peculiar nació en la isla de Malta, hijo de una gitana de Sevilla y un marinero de Cornualles, un 7 de julio de 1887. Aunque súbdito británico, Corto Maltés es ciudadano del mundo, sin banderas, pero que no se achantará a la hora de batallar por las de otros, por muy absurdas que parezcan. Aunque en realidad él siempre combatirá por sus propios intereses y los de nadie más, ya que se considera el dueño absoluto de su destino. Poliédrico e intenso, Corto forjará su personalidad a lo largo y ancho del planeta; desde las islas del Pacífico, Egipto, Rusia, Argentina, Etiopía, Afganistán, el Caribe, hasta China o Japón. Y es allí donde nos lleva este noveno volumen de sus correrías, que cronológicamente sería el primero: 1905, Guerra ruso-japonesa.

En este Juventud, Corto Maltés conocerá a su eterna némesis y amigo irreemplazable, Rasputín, habiendo recién desertado del ejército ruso. Y es que en esta obra concreta es más Rasputín el protagonista que Corto. Si os gusta la historia en general, sobre todo la que abarque las primeras décadas del s. XX, con Corto Maltés vais a gozarla, porque Hugo Pratt detalla, no ya solo los eventos históricos, sino el ambiente y sus actores con gran esmero y belleza. Corto se tropieza con celebridades como el futuro Stalin, James Joyce o, en este Juventud, Jack London. Las aventuras de Corto son crueles y llenas de desatinos, como todo lo que sucede en la vida, donde no siempre hay un final feliz o una conclusión definitiva.

2

Tako

Tomo I

Michetz & Yann

(1990)

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Podría haber elegido Kogaratsu (1991), donde Michetz también está a los lápices, pero he preferido dejar la temática del guerrero japonés para otro cómic posterior. De todas maneras, Kogaratsu debería ser lectura obligatoria para todo fan de ShamoVagabond. Que sea BD no debería resultar óbice, una buena historia siempre es una buena historia.

Tras esta pequeña aclaración, os presento Tako. Otro cómic europeo, sí. Son dos tomos, pero me voy a centrar en el primero porque el segundo ni lo tengo ni he podido leerlo. Movidas por haber nacido demasiado tarde para según qué cosas.

Tako significa pulpo y es el blasón del clan Inamura. Un animal frágil, pero que se aferra fuertemente a las rocas y a la vida a pesar de los ataques de las gaviotas. Estamos en el s. XVI al noroeste de Japón, y las tres hijas del anciano señor están esperando la llegada de sus maridos, que hace tiempo han partido al continente para guerrear. Están preocupadas porque una concubina, que calienta el lecho de su padre en el castillo, puede proveer al clan, por fin, de un heredero varón… y convertirse en la nueva señora. Conspiran, murmuran en torno al ciego daimyô, tejiendo una tela de araña sofocante. Estos son los ingredientes que Yann utiliza para crear una tragedia shakesperiana pero de tintes fatalistas claramente japoneses y naturaleza circular.

En este cómic nada es casual ni obvio, y con increíble sutileza Yann va edificando un castillo, un microcosmos desterrado del mundo y unido a este mediante únicamente un desvencijado puente de madera. Blindado a la influencia externa, los estrictos códigos y normas que gobiernan el lugar crean un ambiente angustioso y rígido. Este cómic tiene distintos niveles de lectura, y todos ellos encajan a la perfección con el arte de Michetz, que sabe expresar hábilmente las atmósferas y metáforas. Tako es hermoso y terrible, una obra compleja pero fascinante.

 3

 The teacup tree

Angie Wang

(2012)

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The Teacup Tree, que podéis leerlo online si pulsáis en el link, es un one-shot que la artista canadiense Angie Wang realizó para la publicacion SP7, dedicada íntegramente a homenajear a la legendaria revista Garo.

Angie Wang todavía no es muy conocida, pero creo tiene una sensibilidad bastante curiosa, que cabalga entre el refinamiento del pasado y cierta demencia futurista. Por supuesto, son apreciaciones personales, aunque ha conseguido llamar mi atención en el buen sentido. Este The Teacup Tree es un bonito tributo al gekiga más poético y surrealista. Simple y rebosante de dulzura, no está exento tampoco de melancolía y crudeza. Merece la pena le echéis un vistazo, sobre todo aquellos que hayáis disfrutado, por ejemplo, con el Red Elegy de Hayashi. Es una lectura mucho más ligera pero sin carecer de hondura. The Teacup Tree es eminentemente contemporáneo, aunque utiliza la caligrafía de antaño; y nos cuenta una bella historia sobre los sueños de la infancia, sus anhelos y la muerte inesperada de todos ellos al crecer.

 4

Elektra: Assassin

Frank Miller & Bill Sienkiewicz

(1986-1987)

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Hablar de cómic norteamericano y Japón es aludir a Frank Miller. Este señor (¡de rodillas, todos, YA!) es la cabeza más visible de lo que podríamos considerar como la niponofilia en el tebeo occidental. Me ha resultado difícil seleccionar una obra, porque todas las relacionadas con Cipango que ha creado este hombre me entusiasman. Destacaría la imprescindible Rônin (1984), influida enormemente por uno de mis mangas favoritos: Lone Wolf and Cub (1970-1976) de Koike y Kojima; no en vano Miller realizó sus portadas para la edición americana. También la mítica serie Lobezno: Honor (1982) con Chris Claremont (qué grande, TODO, joder), pero he escogido, quizá, la menos japonesa. La relación es más bien tangencial, pero es que no puedo evitar derretirme como chocolate pisoteado al sol cuando pienso en Elektra: Asesina.

Elektra Natchios fue un personaje creado por Frank Miller a principios de los 80 en la serie de Daredevil. Es importante recalcar que Miller sacó del fango esta serie y dotó a su protagonista (Matt Murdock) de la personalidad que todos ahora conocemos. Introdujo elementos característicos de los bajos fondos tokiotas y la yakuza a través de La Mano, entidad japonesa de naturaleza mística y mafiosa; inyectó su devoción por el bushidô en las historias y, por supuesto, nos regaló a la maravillosa Elektra. Es de las mujeres más especiales dentro del universo Marvel, para mí mil veces más compleja y fascinante que la Viuda Negra, por poner un ejemplo; y que ha sufrido una intrincada y profunda evolución a lo largo de su historia. Esta dama recibió desde la niñez entrenamiento en artes marciales, pero encasillarla como simplemente guerrera ninja es amputar chapuceramente su personaje. Elektra es gris, una anti-heroína, un personaje trágico como bien proclama su nombre, invocando las obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides. Las ha pasado muy putas.

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Este cómic nos presenta a una Elektra en sus horas más bajas, recluida en un manicomio con el cerebro totalmente frito. Y su estabilidad mental no mejora a lo largo del cómic, que es lo realmente interesante: el adalid que lucha contra el mal es una asesina ninja de habilidades físicas-psíquicas portentosas que está como unas maracas. La locura de Elektra, sus mecanismos mentales y percepción del mundo están genialmente plasmados además a través de los pinceles de Bill Sienkiewicz. ¿Quién es Sienkiewicz? Fácil: DIOS. Si el argumento de esta obra y su desarrollo son ya de por sí formidables, con esa crítica feroz a la hipocresía social norteamericana y la política de Ronald Reagan, el dibujo y color de Bill son espeluznantes. Pero espeluznantes de lo maravillosos que resultan, cada una de las viñetas es una maldita obra de arte. No estoy exagerando, os lo prometo, el trabajo de Sienkiewicz es magistral. Se atrevió a experimentar con acuarelas, collage, etc, fundiendo multitud de estilos y corrientes artísticas para crear algo único. ¿Cómo fue posible que surgiera una criatura así en Marvel? Pues porque Elektra era (y es) un personaje secundario con una colección poco importante, lo que proporcionó bastante manga ancha a nivel creativo. Por no hablar ya de que fue publicada sorteando el CCA mediante una filial de Marvel, Epic ComicsElektra Asesina es un antes y después, no ya solo para sus propios artífices, sino para la historia del cómic… y no habríamos podido disfrutar de ella sin el amor de Miller hacia Japón.

 5

Scott Pilgrim

Bryan Lee O’Malley

(2004-2010)

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Why so serious? Ya vale de tanto cómic solemne y vamos cerrar esta lista amorfa con una comedia. Vamos a finiquitar el repertorio con Scott Pilgrim. Esta obra, que consta de seis volúmenes, es un slice of life lleno de chifladuras. Se podría resumir como los intentos de un pringao, Scott Pilgrim, por conseguir el afecto de una distante moza llamada Ramona Flowers. Vamos, una comedia romántica con el estereotipado argumento chico-gusta-chica y poco más, ¿eh? Pues no.

Cierto que Scott es un memo y un completo inútil por el que no se puede evitar sentir cierta compasión, pero Lee O’Malley consigue despertar el interés del lector usando un contexto poco habitual en los cómics: el de los videojuegos. La vida de Scott y la de los demás personajes es como si fuera eso, un enoooorme videojuego; y el autor usa sus recursos de manera brillante. La obra en sí es un híbrido entre manga y cómic, posee elementos de ambos y está presentada de manera fresca y accesible. Es muy fácil entender los pensamientos y emociones de los que por allí pululan y, conforme la historia avanza, los problemas que se plantean ganan en profundidad. Los lastres que cada uno porta, las relaciones pasadas, las heridas mal cerradas. Son dilemas reconocibles que, probablemente, habremos padecido en nuestras propias carnes alguna vez. Real como la vida misma. Pero no se centra solamente en las cuestiones sentimentales aunque sean la raíz; también de cómo el mundo se transforma cuando nosotros cambiamos. Y esa permuta a veces viene acompañada de amargura. Y, por supuesto, se examina la concepción de la amistad a través de un elenco de secundarios maravilloso. Su interacción durante toda la historia es la sal y pimienta del cómic.

Scott Pilgrim es divertido y dinámico; con patadas voladoras y combates alucinógenos; repleto de referencias y guiños a la cultura popular. Es una obra generacional, como lo fue Hate de Peter Bagge, aunque menos descarnada y corrosiva que esta última. Admito que Hate me gusta más que Scott Pilgrim, pero que eso no os desanime a la hora de leer este. Es solo una opinión personal y ni por asomo pienso que sea mal tebeo.

Tiene adaptación cinematográfica que, por supuesto, plasma solo de manera fragmentaria lo que se puede encontrar en los seis volúmenes. No es para nada mala película, pero resulta opaca respecto al cómic, así que quedáis advertidos.

¿Has llegado hasta aquí sin emitir ronquidos? Genial, gracias por tu atención. Deseo que mi admiración desaforada por Elektra Asesina u otros de los tebeos que he mencionado no haya sido molesta. No solo de anime y manga vive el hombre, el universo es muy amplio y, si se tienen ganas y tiempo, nunca está de más atisbar más allá de las fronteras que solemos imponernos.

P.D.: Si te has quedado con ganas de más marcha, una última sugerencia: Yoko Tsuno. Una joyita pop de la ciencia-ficción.