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Atsushi Kaneko, Señor del Caos: buscar y destruir

Creo que todavía no he escrito en SOnC sobre Atsushi Kaneko. Mea culpa. Y aprovechando que Panini está publicando en España su última obra, Evol (2020), todavía abierta y en curso, la entrada de hoy la dedicaremos justo a su manga anterior, Search and Destroy (2018), que buscó su inspiración en el clásico de fantasía oscura Dororo (1967) de Tezuka.

Además, siguiendo la estela punkarra del último artículo dedicado a To-y (1987), qué mejor que acudir a Kaneko-sensei, un mangaka que es poder crudo. Me gustaría pensar que el título del tebeo que hoy nos atañe homenajea en cierta forma la canción Search and destroy (1973) de los Stooges, pero me temo que es mi cabecita europea la que atribuye referencias que no existen. O quizás sea así, Kaneko no ha ocultado nunca su amor por Occidente. Mientras reflexionamos sobre ello, disfrutemos de unos revitalizantes minutos musicales.

Search and Destroy ha sido publicado en Francia, Alemania e Italia, por estos lares no hemos tenido esa suerte. Todavía. Consta de 18 capítulos repartidos en 3 tankôbon, editados para las páginas de TezuComi, revista que nació para celebrar el 90 aniversario del nacimiento de Osamu Tezuka en 2019. Fueron 18 números en los que desfiló maravillosa gentuza como Ken Niimura, Mathieu Bablet, Kenny Ruiz, Belén Ortega y, por supuesto, Atsushi Kaneko. Todos rindieron su vasallaje a Manga no Kamisama, Kaneko con una mutación de Dororo.

Porque del período Sengoku (1467-1568) nos trasladamos a un futuro distópico, porque de luchar contra demonios ahora surgen robots y seres humanos despreciables. Sin embargo, la raíz de la historia se mantiene: ¡venganza!

Tras una feroz guerra civil donde decenas de miles de robots fueron la mano de obra que soportó toda su crudeza, la ciudad de Hachisuka, donde siempre es invierno, intenta absorber todo ese nuevo exceso de población artificial, procurando evitar conflictos. Esfuerzos que son en vano, pues la urbe ya de por sí es un pozo sin fondo de depravación y corruptelas del más alto nivel. Las mafias dominan las calles y la población vive entre una profunda desigualdad: los ricos son muy ricos y los pobres odian a los robots o creech, ya que temen que les quiten los trabajos. En realidad los creech no dejan de ser un espejo de la humanidad porque, simplemente, son sus hijos.

También existen humanos o hyu que poseen elementos artificiales, entre ellos la protagonista de Search and Destroy: Hyaku. Ella es una joven a la que, siendo un bebé, arrebataron 48 partes de su cuerpo y la abandonaron para morir como si fuera un trozo de carne. Esos 48 fragmentos están en poder de 48 creech, lo que es considerado un sacrilegio.

Hyaku fue rescatada y reconstruida por un viejo científico llamado Tsukomo, que la cuidó y crio en los bosques, cerca de su búnker y laboratorio secreto, llevando una vida tipo cazador-recolector. Ella no sabe gran cosa de nada salvo cazar y vivir junto a Tsukomo, y aunque en su niñez mostraba cierta curiosidad por la ciudad, más adelante, intuyendo el abismo, evitó todo contacto. Ha crecido salvaje, impulsiva y rendida a sus instintos, que además no le suelen fallar. Pero un día Tsukomo es asesinado y descubre la verdad. Entonces comienza a arder dentro de ella una terrible ira, una cólera ciega que la empuja a recuperar lo que es suyo, que la impele a vengarse de los que la descuartizaron siendo una recién nacida, que la arroja a la búsqueda de sí misma.

Así que, muy a su pesar, deja su tranquila vida alejada de la humanidad para sumergirse en el agujero de mierda que es Hachisuka, una urbe glacial que la recibe vomitando horror e inmundicia. Hyaku, sin embargo, no juzga, ejecuta. Busca y destruye, es una juggernaut. Pedazo a pedazo va rehaciendo su cuerpo y mente. Y cuanto más humana se vuelve, más vulnerable también. Mientras tanto, en su brutal cacería, topa con un ladronzuelo, Doro, que otorgará al manga el necesario alivio entre tanta casquería y tensión narrativa. Se convertirá en el compañero de Hyaku, aunque él también alberga sus propios secretos.

La sociedad de Hachisuka se encuentra fracturada, y el horizonte no tiene nada de halagüeño. Es un infierno hibernal donde tanto hyu como creech retozan en la putrefacción; todos buscando su propio beneficio, y los más desfavorecidos explorando su revancha. Los hyu desprecian a los creech, la mayoría considerados simples cosas, esclavos de facto; y los políticos hablan de igualdad de derechos, mientras entre bambalinas robots son conducidos a campos de exterminio. Pero no es tan fácil destruir a un creech, quizá ese odio y temor que generan entre los hyu es porque son, en la práctica, seres inmortales.

Si hay algo que define la personalidad de Hyaku es la rabia, la furia, el enojo que siente por haber sido ultrajada de una manera tan injusta y sin motivo. ¿Quién es capaz de permitir que le hagan algo así a un bebé? Y que Kaneko cambiara el género del protagonista original, Hyakkimaru, para hacerlo mujer tiene su sentido, que él mismo explica:

Creo que un cuerpo femenino es mucho más adecuado para representar algo que es explotado, consumido y tratado como un objeto.

Y los enemigos con los que se va enfrentando Hyaku no dejan de ser criaturas extravagantes, parodias de seres humanos que anhelan algo que ya tenían desde su nacimiento. Y ella no muestra ni piedad ni remordimiento, solo quiere lo que es suyo. Y lo consigue como la fuerza de la naturaleza que es, aunque a un precio inesperado.

La historia se desarrolla con una cadencia más propia del cine, del cine de acción. Invoca el espíritu de Sin City (1991) de Frank Miller, tanto cómic como película, pero también observamos la teatralidad del expresionismo alemán de Las Manos de Orlac (1924) de Wiene. De hecho, de esta última película también acoge una idea inquietante: ¿las partes del cuerpo que Hyaku va recuperando mantendrán en sus células las características de sus anteriores dueños? ¿Cambiará su personalidad? ¿Seguirá siendo ella misma? Por supuesto que será una persona distinta, pero no por lo que ella cree. Su búsqueda personal de identidad en realidad es una deconstrucción. Sangrienta, muy sangrienta.

Por otro lado, el rastro de Blade Runner (1982) es como una baba pegajosa y elástica, sobre todo en los clones de Sean Young que van apareciendo por la alta sociedad. No obstante, ¿qué obra de ciencia ficción urbana no tiene algo de esta película? Search and destroy plantea dilemas similares al film de Scott, pero incrustados en una historia de Osamu Tezuka. ¿Son los creech humanos? ¿Tienen sentimientos y corazón? ¿Son los creech conscientes de su propia naturaleza? Algunos de ellos, los más afortunados que se codean con la élite, desean humanidad, quieren sentir; y creen que poseer un órgano humano los acercará un poco más a la vida. Sin embargo, han sido humanos desde el principio, pero humanos sintéticos. Y, a partir de ahí, podrían lanzarse a la transhumanidad. Es algo que los creech de apariencia más mecánica han descubierto, poco a poco, por ellos mismos. Sus pensamientos, emociones y voluntad de vivir no son simplemente productos de un algoritmo. Y la injusticia social a la que se ven sometidos hace que crezca en ellos, ¡sorpresa! la ira.

Respecto al arte, de gran vigor, se encuentra al completo servicio de la acción: es puro movimiento. Esta agilidad es algo de esperar, ya que se trata de un tebeo donde la violencia manda. Sin embargo, es mucho más que dinamismo cinematográfico. Kaneko es un ferviente admirador del arte occidental, sea de la época que sea, y adorna sus viñetas con ese amor: ahí aparece la sobrecogedora Mater Dolorosa (1470-75) de Dieric Bouts, o para acicalar la gélida Hachisuka, recurre a los colosales monumentos de la Madre Patria (1967) de Volgogrado o al obelisco de titanio de los Conquistadores del espacio (1964) en Moscú. Su ciudad resplandece en una noche eterna de nieve y frío, su horizonte refleja una austeridad soviética que se nutre también de la sordidez de los bajos fondos del noir estadounidense. Todo salpicado de una ligera aspersión nacionalsocialista. En resumen: la atmósfera urbana es la de los años 40-50 en Occidente, muy distinta de la vida a lo Dersú Uzalá en la que se cría Hyaku.

Es imposible no percatarse del influjo que Charles Burns o Paul Pope han tenido en Kaneko, su trabajo en unas luces y sombras tan duras así lo demuestran. Pero, asimismo, las reminiscencias Shôwa lo vinculan a Suehiro Maruo, sobre todo a causa del gusto por lo grotesco y el espectáculo de sangre, muy cercano al muzan-e. El dibujo es de línea casi clara, y muy rica en detalles, su trazo vehemente no deja nada al azar.

Search and destroy es un estupendo homenaje a Tezuka porque, aunque mantiene su esencia, como la crítica al abuso de poder por parte de las autoridades y su corrupción e hipocresía, moderniza su mensaje con problemas como el de la desigualdad social, el racismo o el creciente desapego y falta de empatía entre seres humanos. Este manga trata muchos temas, sería largo enumerarlos todos, lo que está claro es que Kaneko no da puntada sin hilo. Quiso trabajar la obra de Manga no Kamisama no solo como mero agasajo, sino para hacerla suya también. Y su conquista fue absoluta.

¿Recomiendo Search and destroy? Sí. Los que conozcan el Dororo original de Tezuka disfrutarán del mismo cuento pero con una vuelta de tuerca contemporánea que los sorprenderá; quienes no hayan leído el tebeo original descubrirán una distopía ya algo familiar pero fascinante, plena de sadismo y desolación. Es un manga «hijo de», pero que ha logrado la independencia por méritos propios.

Abril de ciencia ficción, manga

Abril de ciencia ficción: Prime Rose de Osamu Tezuka

El colofón perfecto al Abril de ciencia ficción de este 2023 va a estar dedicado, como no podía ser de otra forma, a Osamu Tezuka. Siempre habrá un espacio para este caballero en SOnC, resulta inevitable. Manga no Kamisama escribió muuuuuucha ciencia ficción de la buena, y perteneciente a su última etapa creativa tenemos Prime Rose (1983), que para desmarcarse un poquito de la entrada anterior del blog, su protagonista, o más bien tendríamos que decir su eje central, pertenece al género femenino.

En español ha sido publicado por Planeta, en un tomaco integral que recopila los cuatro tankôbon originales. Es el que se encuentra en las zarpas de Hermes. Ya sabéis que el gigante editorial anda publicando (y reeditando) las inabarcables obras de Tezuka desde hace un tiempo, quizás compensando atrocidades pasadas. Pero, antes de nada, quería comentaros que sus casi 900 páginas han sido muy entretenidas, aunque me han resultado difíciles de manejar. Volúmenes así de gruesos son algo incómodos para la lectura, aunque ya una se ha ido acostumbrando con el tiempo (qué remedio). No es un caso excepcional el de Prime Rose, Panini también está publicando mamotretos (me estoy deshaciendo de casi toda la grapa) y mejor no hablo de mi Little Nemo in Slumberland...

Aun así, Planeta está realizando un excelente trabajo con la obra de Tezuka, otorgándole ediciones respetuosas y dignas. Y ese es el caso de Prime Rose, aunque mis delgadas manitas sufran un poco. Ha contado con la siempre maravillosa traducción de Marc Bernabé (creo que se está haciendo cargo de Manga no Kamisama en Planeta, si me equivoco pegadme un toque en los comentarios) y sigue el formato del resto de tebeos de este autor, con una línea sobria y robusta.

En los años 80 del s.XX se vivió una auténtica locura por el género espada y brujería, sobre todo a nivel audiovisual. Las obras de Robert E. Howard, Clark Ashton Smith o el John Carter de Edgar Rice Burroughs eran fuente de inspiración para cientos de obras que plasmaban sin rubor unos mundos de adorable fantasía kitsch; cuanto más bajo fuera su presupuesto, más sonrojante era el resultado. Ejemplos de este homenaje alucinante al pulp y Weird Tales fueron las archiconocidas películas de Conan con Arnold Schwarzenegger a la espada, los largometrajes animados Heavy Metal de Gerald Potterton (1981) y Fire And Ice (1983) de Bakshi, Roy Thomas y Frazetta, la franquicia de Mattel de Masters del Universo o engendros entrañables como Krull (1983). Algunos de ellos se atrevían a cruzar la frontera de la fantasía para incursionar en el territorio de la ciencia ficción (science fantasy), y ahí es donde podemos ubicar el Prime Rose de Tezuka. Más o menos.

¿Por qué digo más o menos? Porque los que conozcáis a Manga no Kamisama ya sabréis que, aunque sabía sumergirse en las novedades del momento y bucear en ellas con facilidad, hacía lo que le daba la gana, metabolizando influencias y creando su cosmos personal. También es muy evidente que Tezuka conocía los cómics de los años 70 de Conan the Barbarian de Marvel (hola de nuevo, Roy Thomas), donde Red Sonja empezó a destacar y tener colección propia. Y ahí tenemos a nuestra protagonista de hoy, la clásica guerrera en bikini repartiendo acero a quien se le acercase: la princesa Emiya o Prime Rose.

No obstante, como antes os comentaba, Prime Rose es mucho más que un híbrido de ciencia ficción y fantasía: es Tezuka. Y aunque contiene todos los ingredientes que se suelen encontrar en esta clase de guisos, en manos de Manga no Kamisama logra sabores distintos a los esperables. Ciertamente Tezuka se supo empapar bien de cultura occidental, sin embargo no podía evitar ser un genio muy japonés. Porque todo esto comentado no deja de ser una pátina, un barniz, dentro de Prime Rose borbota un kokoro que pertenece a Shin’ichi Hoshi, Unno Juza o al mismo Tezuka, que no era ningún imberbe a la hora de escribir sci-fi precisamente.

Tal como el propio autor indica en el epílogo que Planeta adjunta al final del tomo, Prime Rose está planteada como una historia río, y en inicio no tenía muchas intenciones de prestar atención a los elementos de ciencia ficción, sino dejarse llevar, permitiendo que la narración fluyera y creciera; por lo que, citándole a él mismo, este manga es «una historia de tipo monumental».

Se publicó entre julio de 1982 y junio de 1983 en Weekly Shônen Champion, y tuvo su adaptación animada en agosto de 1983 como Time Slip Ichimannen: Prime Rose. Parece que en la película, algo diferente del manga, Tezuka introdujo ciertos cambios con los que se sintió más satisfecho, aunque tengo la alegría de anunciar que el capitán Nimoy continuó en su puesto en ambas obras. No puedo opinar más al respecto ya que no la he visionado, pero tarde o temprano caerá en mis garras. Sin embargo, sí puedo deciros que es recomendable leer antes el tebeo, ya que la película puede reventaros ciertas cosillas.

Dos países separados por el océano, Groman y Kukrit, dos pueblos en guerra. Para sustentar la paz, las casas reales de cada nación intercambian a su tercer príncipe y a su tercera princesa, sin embargo es un esfuerzo vano, ya que los gromaneses terminan dominando al pueblo kukritense. La sumisión es casi total, va desde la misma educación hasta una dura opresión social que, por supuesto, las clases privilegiadas de Kukrit notan muy poco. Emiya es la princesa gromanesa que, ajena a su herencia, ha sido educada en ese ambiente favorecido con una familia noble de Kukrit. Pero ella es una rebelde, no le gustan las maneras de la corte ni desea convertirse en la esposa de su alteza real Piral. No es muy buena estudiante, pero le gusta la lucha con espada y se entrena con fervor. Y así sucede que, inscribiéndose en contra de la voluntad de sus padres adoptivos en una competición, pierde estrepitosamente el combate frente a una noble gromanesa. A partir de ahí su vida da un vuelco. De niña consentida y de carácter insoportable, criada en la opulencia y con una existencia de adolescente trivial, pasa a descubrir la realidad brutal e inclemente del país donde reside.

Su talante no mejora mucho, a lo largo de gran parte del manga se mantiene como el arquetipo de niña terca e infantil, aunque lo que al principio se perfilan como defectos se van convirtiendo en virtudes conforme sus circunstancias van cambiando. ¡Y vaya si cambian! En Prime Rose vamos a toparnos con muy diferentes tipos de escenarios, que van desde palacios decimonónicos y sus intrigas, ciudades futuristas hipertecnificadas, máquinas del tiempo atravesando singularidades, páramos desolados habitados por criaturas monstruosas o presidios como campos de exterminio. Solo son reflejo del propio desarrollo de la narración. Por supuesto, vamos a encontrar el usual monomito o «viaje del héroe» de Campbell, pero con unas variaciones que harán de la historia de este manga lo prometido: un río con unos cuantos afluentes.

Prime Rose es un relato complejo y extenso, donde la supuesta protagonista, Emiya, funciona al inicio como tal pero pronto troca en nudo donde distintas miradas convergen. Y esas miradas pertenecen a otros personajes que toman el relevo de la narración, y con sus propias experiencias amplían el colosal tapiz que es este tebeo. Estas figuras van y vienen, al igual que sus tramas, que se retoman casi siempre para ofrecer unas vueltas de tuerca que no cesarán de girar hasta el mismísimo final. Para llevarlas a cabo, Tezuka recurre a su genial talento en unas viñetas plenas de agilidad. Es un manga que se lee con mucha facilidad gracias a su admirable dinamismo, resulta muy ameno y variado, es imposible que aburra. Y no solo eso, sino que el autor además se encargó de plasmar los dilemas sociales y las inquietudes filosóficas con los que trabajó durante toda su carrera, hay más cera de la que arde en las andanzas de Prime Rose.

Recopilemos: tenemos romance (un triángulo amoroso bastante escaleno, por cierto), aventuras, fantasía, acción, ciencia ficción y… DRAMA. Mucho drama. La tensión dramática, aderezada con momentos de feroz violencia es, en algunos momentos, angustiante; pero Tezuka sabe dosificar muy bien sus recursos, e intercala episodios más livianos, dando rienda suelta a sus peculiares bufonadas. Incluso se permite guiños y homenajes a pequeños hitos de la cultura pop, como ese maravilloso encuentro entre Bambi y Godzilla. De hecho, el humor que introduce, a ratos con pinceladas eróticas, contrasta, como es lógico, con esas escenas tan cruentas, haciendo de Prime Rose una enorme montaña rusa de 882 páginas.

En conjunto, Prime Rose es una obra bastante armoniosa dada su amplitud, tanto a nivel narrativo como visual, donde el arte engañosamente simple de Tezuka se encuentra en una de sus cimas. ¿Hay cosas que puedan no gustar? Pues claro, sobre todo desde una perspectiva contemporánea hallamos ciertos elementos difíciles de digerir, como el recalcitrante machismo o la hipersexualización ridícula de algún personaje que otro.

A mí, de manera personal, me ha costado mucho aguantar al pesao de Bunretsu, las ganas de asfixiarlo han sido terribles desde el primer panel en el que hizo acto de presencia. Pero sabiendo cómo se desempeña Manga no Kamisama y la época en la que fue concebido este tebeo, solo resta aceptarlo. En esos aspectos quizá no haya aguantado bien el paso del tiempo, sin embargo son detalles que no minan su calidad general y esa, sin duda, es innegable. Quizá no sea el mejor manga de Tezuka, pero del ocho y medio tampoco baja.

¿Recomiendo Prime Rose? Pues para el que se lo pueda permitir, sí. El precio de este señor tomo es elevado, estamos hablando de más de 40 euracos, de modo que no lo sugeriría como compra casual. Pero es lo que vale, ojo. No obstante, si eres fan de Tezuka y deseas disfrutar de una obra algo atípica dentro de su repertorio, este manga cumplirá su cometido a la perfección. Se trata de un tebeo que resume muy bien el estilo y las preocupaciones de Manga no Kamisama, de una madurez propia de la etapa que le corresponde pero no por eso menos fresco y divertido. De hecho, y creo que me estoy repitiendo un poco ya, engancha, engancha mucho, por lo que se lee con sorprendente rapidez.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Abril de ciencia ficción, anime

Abril de ciencia ficción: la Leyenda de los Héroes de la Galaxia

¿Cómo ignorar semejante obra en nuestro Abril de ciencia ficción? Y no es fácil hablar de ella, pues se trata de una saga laberíntica y llena de precuelas, refritos, historias paralelas, películas… y eso solo en animación, porque tiene también su propia adaptación de Takarazuka Revue. Pero, si queremos empezar por algún sitio, hay que aclarar que el arco original son novelas. 10 volúmenes publicados entre 1982 y 1987, que se complementarían con 4 más (1984-1989) y pueden encontrarse en inglés. Esto la convierte en una de las narraciones más extensas de Cipango.

Pero, ¿quién es el cerebro detrás de Ginga Eiyû Densetsu o la Leyenda de los Héroes de la Galaxia? Pues el doctor en lengua y literatura japonesas Yoshiki Tanaka, autor de otras famosas obras como Arslan Senki (1986-2017) o Sohryuden (1987), todas ellas con diversas adaptaciones al anime. Y del anime de Ginga Eiyû Densetsu (1988-1997) trata el artículo de hoy, de las OVAs originales que, china chana, llegaron hasta los 110 capítulos.

Aunque unos pocos meses antes del nacimiento de esta monstruosa serie, salió a la luz la película Ginga Eiyû Densetsu Waga Yuku wa Hoshi no Taikai (1988) así como el videojuego para Famicom de Nintendo, que sirvieron de preludio a la epopeya que se desplegó en ese centenar de episodios que ya son míticos. Tantos capítulos dan un poco de miedo a la hora de visionarlos, son todo un desafío, pero en su momento se realizaron con bastante naturalidad. Como antes he comentado, china chana. Estas OVAs se vendían por suscripción a los fans de las novelas, que pagaban su cuota e iban recibiendo por correo los vídeos. Otros tiempos. En realidad fueron los admiradores de la obra literaria los que hicieron posible que se llegara hasta las cuatro temporadas, 47 horas de batallas espaciales, intrigas políticas y conspiraciones; un culebrón cósmico inspirado en la historia de la humanidad, donde fueron cristalizadas su economía, psicología incluso antropología social con gran agudeza.

Pero, ¿esto no es un anime de ciencia ficción? Pues sí, pero también es un espejo donde la naturaleza humana se ve reflejada. La Leyenda de los Héroes de la Galaxia no es una serie cualquiera, tanto por su amplitud como por los temas que toca, que sobrepasan los límites de una space opera convencional. Es una obra exigente que demanda atención, una disposición activa por parte del espectador. Pero eso es adelantarnos un poco a los contenidos de la entrada, vayamos en orden.

Sí, hay gatos, y ahí lo tenéis, en SOnC no pueden faltar estos pequeños felinos. ¡Vivan los gatos! Tras este inciso, comentábamos que la Leyenda de los Héroes de la Galaxia tiene cuatro temporadas. La primera, que abarca los dos primeros volúmenes de la novela, constó de 26 episodios y se difundió entre diciembre de 1988 y junio de 1989. La segunda, que adaptó los volúmenes del 3 al 5, entre julio de 1991 y febrero de 1992, con 28 capítulos. La tercera, de 32 episodios, comprende los volúmenes del 6 al 8 y se publicó entre julio de 1994 y febrero de 1995. Finalmente, la cuarta temporada, con 27 capítulos, cubre el resto de volúmenes y fue lanzada entre septiembre de 1996 y marzo de 1997.

A los mandos de tamaña gesta animesca estuvo Noboru Ishiguro, un profesional ya curtido en otras lides como Uchû Senkan Yamato (1975), el Tetsuwan Atom de 1980 o Macross (1983). Casi nada, así que pocas bromas. También se haría cargo, más adelante, de la adaptación al anime de otra novela de Tanaka, Tytania (2009). Y es que no se le podía confiar este proyecto a alguien menos experimentado, ya que la intrincada arquitectura del universo del escritor es avasalladora.

Leyenda de los Héroes de la Galaxia comienza a bocajarro, sumergiéndonos sin rodeos en un conflicto armado, en una batalla estelar donde dos facciones enemigas se enfrentan: el Imperio y la Federación de Planetas Libres. Es toda una declaración de principios, pues a lo largo de la serie estas contiendas van a ser constantes. Sin embargo, no se trata de una obra de acción, sino de política y estrategia militar en una guerra que cubre casi dos siglos, donde las infinitas batallas no deciden en realidad nada. Por lo que no, esto no es Star Wars, que además resulta un tanto infantil en comparación. Aquí todos son humanos, no hay razas alienígenas ni peluches a los que se les ve la cremallera. Es una pugna fratricida donde el ser humano hace lo que mejor se le da: autodestruirse. Este anime juega en otra liga, camaradas otacos.

La serie presenta una simetría evidente entre dos mundos de filosofía opuesta, con dos personajes fuertes que medrarán gracias a su inteligencia y con problemas políticos muy distintos, pero de raíces comunes. Sin embargo, para entender el presente hay que conocer el pasado, y Leyenda de los Héroes de la Galaxia no se arredra a la hora de explicar con minuciosidad los orígenes de la guerra.

En el 2801 d.C, la humanidad ha partido de la Tierra y ha establecido en una galaxia cercana la Confederación Galáctica. Es el año 1 estelar, se vive una edad de oro. En el año estelar 296, Rudolf von Goldenbaum, joven héroe de la Confederación, se introduce en el mundo de la política. Con gran habilidad, va ascendiendo en la escala de poder y su influencia en el Parlamento es grande. En el año 310, ya como Primer Ministro, da un golpe de Estado, funda el Imperio Galáctico y se proclama Káiser. El año estelar es abolido y comienza el año 1 imperial. Rudolf instaura la Dinastía Goldenbaum, la suya propia, bajo el amparo de un sistema autocrático hereditario que remite al Antiguo Régimen, una monarquía absolutista de tintes feudales, con una nobleza fuerte e influyente. Se decretan leyes de eugenesia, se eliminan sistemáticamente a inconformistas.

En el año imperial 164 Arle Heinessen se rebela, convirtiéndose en el líder del grupo de los Republicanos. Cruzando una peligrosa zona del espacio, funda la Federación de Planetas Libres y recupera los años estelares. Junto a él, en un enorme éxodo, millones de personas deciden huir de la tiranía del Imperio para poder vivir sus existencias en un sistema democrático.

En el año estelar 640, 331 imperial, la Federación y el Imperio entran en guerra. Una guerra que está durando ya 150 años.

Con estos precedentes, la Leyenda de los Héroes de la Galaxia nos presenta a Reinhard von Lohengramm, perteneciente a la pequeña nobleza del Imperio, y a Yang Wen Li, estudiante de Historia de la Federación. Ambos son unos genios en tácticas militares, ambos están en el ejército por motivos personales más que por vocación, ambos son enemigos mortales aunque se admiran mutuamente. Los dos también, a pesar de sus orígenes humildes, progresan por méritos propios. Sin embargo, Reinhard es ambicioso y ansía el poder; Yang Wen Li, que es modesto y de talante relajado, solo desea que la guerra acabe con el menor número de bajas posible, finalizar sus estudios y llevar una vida tranquila.

Hay muchos más personajes, un auténtico carrusel de cientos de rostros que van desde generales, granjeros, urbanitas, políticos hasta pilotos o sirvientes. Todos ofrecen su visión de una realidad espinosa y desgarrada, algunos son víctimas, otros verdugos, los que más solo procuran no naufragar. Es aconsejable no encariñarse con ninguno, porque… eso, mejor que no. No obstante, sus retratos son poliédricos y llenos de matices, evolucionan y la profundidad psicológica de algunos es portentosa. Los numerosos flashbacks, además de relatar eventos de la historia, sirven para articular las diferentes personalidades, brindarles un trasfondo coherente y distintivo que hace comprensibles sus pensamientos y decisiones. Son sus voces las que construyen el relato de la Leyenda de los Héroes de la Galaxia, aunque haya otra en off narrando.

Sin embargo, debo reconocer que hay una cosa que no me ha gustado, y es la escasa presencia femenina. En un mundo donde la mitad de la población se supone que es mujer, casi no aparece su figura. Y si lo hace, es como interés romántico/sexual de alguien, en el ámbito doméstico o como la consabida pitufina. Esto le otorga cierta ranciedad anticuada que desluce un poco la serie, una pena. Es evidente que Tanaka representó en sus novelas, en un futuro muy lejano, la clásica sociedad patriarcal donde la posición de la mujer resulta casi idéntica a la que tenía en los años 80 del s. XX. Natural por otro lado, la Leyenda de los Héroes de la Galaxia es hija de su época y el autor tenía derecho, faltaba más, a escribir lo que le saliera del nabo. Yo también tengo derecho a escribir sobre lo que no me hace gracia, de modo que todos contentos. Sin embargo, este particular no me ha impedido en absoluto disfrutar de este anime, por no hablar de que soy consciente del valor trascendental que posee en la historia de la ciencia ficción.

Hay una clara dicotomía en la humanidad, representada por el Imperio, inspirado en el Reino de Prusia (1701-1918) y la mitología nórdica; y la Federación de Planetas Libres, una república democrática de apariencia más o menos contemporánea. El Imperio es una autocracia cuyo gobernante, Friedrich IV, también llamado «el Káiser de las Cenizas», es consciente de la decadencia de su dinastía y se ha abandonado a una vida de placeres, en la que la hermana de Reinhard, Annerose, es su concubina. Es un estado feudal de facto donde los nobles luchan por hacerse con el trono, son pequeños tiranos cuyo orgullo, soberbia y vanidad son la fuente de su incompetencia e insondable estupidez. Conciben la guerra desde la distancia con una noción de grandilocuencia épica totalmente insensible a la realidad de los desastres que provoca, pues no les afecta de forma directa, como casta privilegiada no sufren ni conocen esos horrores. Por otro lado, sus intrigas palaciegas y ceguera resultan la perfecta escalera para el ascenso de Reinhard, que aprovecha todos estos defectos a su favor. Sabe que el Imperio es un gigante con los pies de barro.

¿La situación de la Federación de Planetas Libres es mejor? Las democracias también tienen sus sombras, y en la Leyenda de los Héroes de la Galaxia se plasman de una manera que todos podemos reconocer demasiado bien: populismo, ultranacionalismo y la perversión de la palabra «libertad». Su cabeza más visible es el Secretario de Defensa, Job Trunicht, un oportunista que aprovecha la guerra a su favor, hace uso del miedo para manipular a la población y dirige en secreto el Cuerpo de los Caballeros Patrióticos, que lleva a cabo purgas entre los ciudadanos «molestos». Se trata de una democracia corrupta, y aunque existe un partido político antibelicista, que representa el descontento de una parte de la gente, harta de que sus familiares mueran en un conflicto estéril, su influencia siempre resulta estrangulada.

La guerra está esquilmando los recursos naturales de ambos estados, está destruyendo sus economías y devastando a la propia población. ¿A quién beneficia? Solo a particulares y, desde luego, al dominio autónomo de Phezzan, que aunque pertenece al Imperio, mantiene su independencia y se considera territorio neutral. Gobernado por el señor feudal Adrian Rubinsky, no duda en espiar a ambos bandos, venderles información y beneficiarse de la contienda mediante artimañas y zancadillas. Es un lugar de tránsito y residencia de refugiados, pero con Rubinsky nadie puede estar seguro.

¿Qué ingredientes le faltan a este potaje para convertirse en una olla explosiva? A lo largo de estos ciento y pico episodios muchas cosas estallan. Sin embargo, al guisado se le añade la molécula del fanatismo religioso, encarnado en el Culto de la Tierra, una especie de secta vinculada a la extrema derecha. Esta considera el conflicto una guerra santa, y desea por encima de todas las cosas que la humanidad regrese a la Tierra, ya que la honran como sagrada, y se la conquiste en una cruzada,

Y las batallas van desfilando, como en una danza al son de Wagner, Mozart, Dvořák… Una danza de destrucción y muerte donde brillan en todo su esplendor los estrategas Reinhard y Yang Wen Li. Son, de hecho, los diálogos y no la acción los que conducen la serie a través de un argumento denso como una estrella de neutrones, que además siempre sorprende por sus giros inesperados. Con un lenguaje en ocasiones florido, se reflexiona sobre la condición humana, la existencia del universo o el porqué de las guerras. ¿Es mejor una buena dictadura que una democracia podrida? La Leyenda de los Héroes de la Galaxia es una serie para pensar.

¿Qué más se puede comentar sobre esta serie de OVAs? Pues que la animación es gloriosa, llena de pormenores y expresividad, y que conforme avanzan las temporadas mejora muchísimo. Para los que somos fans de lo analógico y deploramos esa impresión a silicona rutilante de la informática, es un auténtico placer y descanso para los ojos ver anime así. Y los diseños de las naves espaciales… ¡ay, madre mía! esa atención al detalle es maravillosa.

La Leyenda de los Héroes de la Galaxia es una serie parsimoniosa que se toma su tiempo para narrar, pero que en cada episodio sucede algo de importancia. Sin prisa pero sin pausa. No hay apenas episodios de relleno o recapitulaciones, va sembrando semillas que más adelante germinan y abren las puertas a otros espacios. No es una obra para gente impaciente o ávida de trompazos, casi podríamos decir que tiene cierto olor a documental, como una crónica histórica que todavía no ha sucedido, pero que resuena en nuestro cerebro porque es una reverberación de lo que somos como especie. Y la guerra, la guerra que lo cambia todo.

¿Recomiendo la Leyenda de los Héroes de la Galaxia? ¡Pues claro! No obstante, como se desprende de esta reseña, es una serie que requiere un tiempo de digestión, quizá por eso no sea demasiado popular ni conocida… aún. Pero los otacos que nacimos en el mesozoico sí que sabíamos de ella, y creo que ya era hora de que le escribiera una entradilla en el blog. La tiene merecida de sobras.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Abril de ciencia ficción, cómic occidental

Abril de ciencia ficción: Yoko Tsuno

En abril aguas mil y ciencia ficción en SOnC. Después de tanto tiempo sin escribir en la sección, quería regresar con algo que fuese realmente especial, de modo que decidí que era el turno de Yoko Tsuno. No, no es manga; sí, es cómic europeo, de hecho es línea clara, franco-belga (bande dessinée, BD). Pero la prota es de origén japonés y encima mujer, cosa extraña en los años 60, por lo que tenía entrada asegurada en la bitácora.

La publicación de las historietas de Yoko Tsuno en España ha sido caótica, desorganizada y se encuentra incompleta; la edición en inglés tampoco es mucho mejor, por lo que hay que acudir a la francesa y neerlandesa para leer la colección completa, que consta, hasta ahora, de 30 álbumes. Pero hoy me voy a centrar en uno en concreto, escribir sobre todos ellos, aparte de arduo, resultaría muy, muy extenso. Y no sé si la gente ahora en internet pierde el tiempo leyendo más de cinco minutos seguidos un texto. Tengo la sensación cada vez más terrorífica de que no lo hace, que somos cuatro amantes de la lectura los que proseguimos con los blogs, creando un tipo de contenido que no es ni publicidad ni gilipolleces narcisistas. Pero probablemente sea una percepción errónea por mi parte. O eso espero, hay que mantener la esperanza en la humanidad un poco, camaradas otacos.

Pero, ¿quién es Yoko Tsuno? Tsuno es una ingeniera electrónica japonesa que, con su gran inteligencia y habilidades, resuelve conflictos, misterios y vive numerosas aventuras por todo el planeta ¡y fuera de él! Sus viajes a través del espacio y el tiempo ya forman parte de la historia del cómic. Durante sus hazañas suele estar acompañada por otros personajes como Vic Vidéo, Pol Pitron (álter ego del autor, Roger Leloup) o la alienígena vineana Khany entre otros, haciendo de sus gestas una narración coral, aunque la estrella indiscutible sea Yoko.

El creador de Yoko Tsuno, Roger Leloup, nació cerca de Lieja en 1933. Es curioso, porque su carrera como autor se basa casi en exclusiva en la creación y desarrollo de un solo personaje: nuestra protagonista de hoy. Pero su trayectoria empezó bastante antes del nacimiento de esta trotamundos.

Desde que era pequeño siempre sintió mucha curiosidad por la mecánica y la tecnología, junto a su padre disfrutaba de los trenes eléctricos en miniatura, y era aficionado al modelismo y a la entomología. Leloup era muy minucioso, algo que más adelante sus lectores podrían percibir en sus dibujos. Ligado a su pasión por la ingeniería estaba su amor a los tebeos y la ciencia ficción de Julio Verne o H. G. Wells, de modo que, aunque él todavía no lo supiese, su senda profesional era ya muy evidente.

Se matriculó en la Escuela superior de artes Saint-Luc, pero como muchos otros antes que él en el mundo del cómic, la abandonó. Leloup estaba más interesado en el dibujo técnico, para el que tenía una aptitud innata; la educación formal no cumplía con sus expectativas, constreñía sus ideas. Así que al conocer al historietista Jacques Martin, que había estudiado ingeniería y trabajaba en la revista Tintin con su serie la famosa Alix, no dudó en trabajar como su ayudante en cuanto se lo propuso. En unos años pasó a los estudios de Hergé, donde realizaría ilustraciones técnicas sobre aviación y automoción con diseños propios muy interesantes. Más adelante, también trabajaría para Peyo (exacto, el de los Pitufos) en la revista Spirou, que lo animó a contribuir con algo de su cosecha en la serie Jacky et Célestin. Y eso es lo que hizo Leloup: en 1969 convirtió al dúo en trío introduciendo a una joven oriental experta en electrónica.

Esta señorita que veis aquí es la actriz franco-japonesa Yoko Tani (1928-1999), muy célebre en los años 60, y que protagonizó películas de ciencia ficción, entre otros géneros, como Destino espacial: Venus (1960) o Invasion (1966). Leloup era muy fan de esta dama, y escogió su nombre para bautizar a su nueva creación. El apellido vino por parte de Maurice Tillieux, que guionizó las 3 primeras historietas cortas de Yoko Tsuno ya en solitario, en 1970. Pero cuando Spirou se convenció de que un personaje femenino, asiático e independiente podía tener salida comercial en una serie larga, Leloup se hizo cargo tanto del guion como del dibujo. Al fin y al cabo, el proyecto era suyo.

¿Fue Yoko Tsuno la primera serie en Europa con protagonista femenina? Mis conocimientos no llegan a tanto, pero se me ocurre alguna anterior como Valentina o Barbarella; pero sí diría que es de las iniciales, y dada la sociedad de aquel entonces, fue un riesgo que les salió bastante bien: Yoko Tsuno tuvo una aceptación estupenda. Porque Yoko-san, además, no representaba el rol tradicionalmente asignado a las mujeres en los cómics: no era el interés romántico de nadie, no era una femme fatale o una criatura hipersexualizada. Yoko Tsuno es una heroína con iniciativa, inteligente, activa y valerosa. Un personaje femenino moderno que se adelantó a su tiempo mostrando un perfil natural, de ser humano adulto, no de muñeca sexy.

Da mucha pereza que a las figuras femeninas casi siempre se les tenga que atribuir sensualidad y erotismo. Mucha pereza. No fue el caso para nada de este tebeo, toda una novedad. Y ojo, Yoko Tsuno no era cómic para chicas, sino que iba/va dirigido a todos los públicos. ¡Toma patadón al androcentrismo!

Y así llegamos al primer álbum de Yoko Tsuno, publicado entre los números 1726 y 1742 de Spirou: El trío de lo extraño (1972) o Le trio de l’étrange. También es el tebeo de la entrada de hoy. No es el que tiene ni mejor dibujo ni mejor historia de los 30 publicados, pero sí resulta la introducción perfecta en su universo. Si El trío de lo extraño os llega a gustar, el resto solo os puede encantar. Además, aquí se presentan personajes que luego iremos viendo aparecer en álbumes posteriores porque, aunque son relatos autoconclusivos, poseen cierta continuidad.

El trío de lo extraño todavía tiene mucho de las influencias de los maestros de Leloup, que se encuadra en la llamada línea clara, con el habitual «efecto máscara» (en Tezuka también aparece, por cierto), regularidad en las tiras, continuidad de los planos, subordinación del dibujo a la historia (mucho, mucho texto), gran realismo y prolijidad en los decorados y fondos, enfoque en la acción más que en la psicología de los personajes, etc.

Este es el primer movimiento de Leloup en solitario, las obras posteriores evolucionarían mostrando más de la personalidad e ideas del autor; sin embargo, se trata de un cómic que ha soportado con bastante dignidad el paso del tiempo. Quizá no sea a lo que está acostumbrado el lector de manga actual, es otro tipo de lenguaje gráfico, pero siempre es recomendable conocer otras perspectivas para ampliar la mente, camaradas otacos.

Vic y Pol son un regidor y cámara respectivamente de televisión. Están cansados de trabajar en programas aburridos, y sueñan con crear su propia productora independiente y realizar proyectos más interesantes. Una noche, al salir de los estudios, Vic observa que una grúa en una obra está moviéndose sola, y una misteriosa figura parece deslizarse por ella con intenciones maliciosas. La siguen y creen haberla atrapado cuando descubren que se trata de Yoko Tsuno, una ingeniera electrónica que ha sido contratada para probar el sistema de seguridad de la edificación. Impresionados por la pericia de la joven, deciden proponerle que colabore con ellos en un documental de espeleología que requeriría de sus especiales habilidades como ingeniera de sonido. Yoko, que parece tener dificultades para encontrar un empleo estable, acepta encantada.

Ya en el interior de la cueva, descubren un gran sifón que, en vez de amedrentarlos, los anima a continuar con una serie de grabaciones submarinas. Sin embargo, al tirar un colorante en el agua para averiguar su movimiento, el nivel comienza a subir y son absorbidos y arrastrados hasta el interior de una gigantesca cueva que alberga tecnología muy avanzada. Ahí conocerán a Khany y a la pequeña Poky, supervivientes de una civilización que procede del planeta Vinéa (nombre inspirado en la famosa crema Nivea, quizá por eso los vineanos también sean azules). Su hogar, a más de 2 millones de años luz, fue destruido en un cataclismo cósmico, viéndose obligados a migrar a un mundo que pudiera albergarlos.

El viaje fue muy, muy largo y en hibernación, todo controlado por una IA que los condujo hasta la Tierra. El ser humano recién había aparecido, por lo que decidieron vivir bajo tierra. De esta manera da comienzo una aventura donde Yoko Tsuno se revelará como la líder indiscutible por su audacia, buen hacer y perspicacia.

Vic, que representa la sensatez, y Pol, cuya función básica es la cómica, pronto se manifiestan como los escoltas de Yoko; el séquito necesario de todo héroe (en este caso heroína) que asiste y acompaña a la prima donna. No son ninguno de los personajes especialmente complejos ni trabajados a nivel psicológico, algo particular también de la ligne claire, y Yoko en ocasiones puede resultar irritante en su excelencia. Sin embargo, este trío, que da título al álbum, se acopla y ensambla a la perfección, brindando a esta historia de aventuras y misterio el dinamismo necesario.

Leloup, asimismo, nos presenta a otra mujer fuerte, Khany, que aunque secundaria, se convertirá en amiga de Yoko y su presencia será habitual en los siguientes álbumes, e irá ganando peso en el mundo de Tsuno. La amistad intergaláctica entre las dos dará bastante jugo, muchas y colosales epopeyas aguardan en el futuro. Porque uno de los valores principales que difunden los tebeos de Yoko Tsuno es el humanismo, o más bien deberíamos decir el respeto y la colaboración humanos e interespecies en el universo.

El dibujo retiene todavía mucho de sus maestros, resulta un tanto indeciso y, siguiendo el consejo de Tillieux a regañadientes, Leloup aplicó un estilo bufo en los personajes. No estaba acostumbrado a diseñar y trazar rostros humanos, de modo que, por ejemplo, el semblante de Yoko parece de continuo enfado o Poky tiene la cara, directamente, de un pitufo. Sin embargo, en los siguientes álbumes esto cambiaría por completo, y Leloup afinaría sus diseños y expresividad.

¿Hay maniqueísmo? Sí. Los malos son malos sin fisuras; el argumento, muy rico y ágil, puede pecar de infantil y algo simplista en ocasiones. Sin embargo, se trabajan conceptos como el arrepentimiento, la justicia y la clemencia, no tan habituales. Por otro lado, los amantes de la ciencia ficción dura disfrutarán muchísimo por la minuciosidad y realismo de Leloup en sus descripciones. Porque la SF de Yoko Tsuno es hard, otaquería, esto no es Star Wars y sus viajes translumínicos de 10 minutos. Recordemos que Leloup es entusiasta de todo saber científico dedicado a la tecnología, por tanto encontraremos multitud de viñetas con meticulosas explicaciones e ilustraciones al respecto.

¿Recomiendo El trío de lo extraño? Sí, en especial si luego se va a continuar leyendo el resto de los álbumes de Yoko Tsuno. Es una historia con vueltas de tuerca oportunas, mucha energía y un final convencional pero abierto a enigmas que Leloup irá desvelando en las posteriores aventuras de la japonesa. Este álbum solo es un esbozo de las maravillas que proseguirán. De hecho, en sus trabajos posteriores el autor añadirá más ímpetu detectivesco a sus relatos junto a esa hard SF que es marca de la casa.

¿Volveré a escribir de Yoko Tsuno? Es bastante probable que, más adelante, dedique un par de entradillas a algún álbum suyo más. Todo sea por dar a conocer este magnífico tebeo que este pasado 2022 llegó a su número 30 con el título Les Gémeaux de Saturne. ¿Cuándo verá este la luz en español? Pues me temo que aún tardará un ratico.

¡Larga vida a Yoko Tsuno! Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

cómic occidental

¡Yo no soy Starfire!

Mi existencia parece un telefilme chungo de esos donde solo suceden dramones familiares, me gustaría que la racha se detuviera un ratico, porque estoy ya hasta el toto de hospitales y movidas médicas. Me gustaría recuperar una miaja de mi vida, y poder hacer algo más que joderme la espalda durmiendo en butacas de mierda o perseguir a los de radiología para que dejen de ignorar el volante que les han bajado hace una semana. Sería un detalle que la providencia, Lucifer, Odín, Avalokitesvara o lo que sea que esté al mando (si es que hay algo por ahí, porque lo dudo) se olvidara de mi culo una temporada.

Sí, necesito desahogarme.

Y ahora que he encontrado unas horas de solaz para mí misma, pues me he puesto a leer un tebeo que creo merece una reseña en SOnC. No porque lo considere bueno o malo, sino porque es intrascendente, ligero y completamente previsible. Ah, y con dibujitos de muchos colorines que alegran la vista. Y necesito mucha alegría estos días, camaradas otacos, pero mucha.

Se trata del cómic I am not Starfire (2021), publicado por DC Ink, la apuesta juvenil de DC. Un sello editorial cuyas obras van dirigidas, como bien imaginaréis, a un público más tierno que busque introducirse en el universo de Batman, Wonder Woman, Zatanna y compañía. I am not Starfire o Yo no soy Starfire verá la luz en España gracias a ECC a finales de este mes de abril, por lo que si tras leer la entrada os interesa haceros con un ejemplar en castellano, no habrá problemas.

Sus autoras no son unas desconocidas en SOnC, sobre todo en el caso de la guionista, Mariko Tamaki, de la que ya he hablado en varias ocasiones e hice reseña de su maravilloso This One Summer (2015), que podéis leer aquí. La dibujanta es la maravillosa Yoshi Yoshitani, a la que adoro por sus radiantes joyas multicolor. Ambas son norteamericanas (canadiense y estadounidense respectivamente) de origen japonés, y no son novatas en estas lides. De hecho, Tamaki ya lleva a sus espaldas dos Eisner, y ambas son bastante respetadas en su trabajo.

Y juntas realizaron este proyecto que, por otro lado, levantó ciclópeos tsunamis de odio, furia y abominación sin motivo real para tamaña inquina. La bilis segregada por las hordas de ultraofendidos y demás criaturas rabiosas fue bestial, solo como en estos tiempos de hipercomunicación y polarización se puede excretar. Resultó bastante ridículo, y movería a risa si no fuese también aterrador. No sé cómo se encuentra actualmente el debate sobre Yo no soy Starfire ni me interesa demasiado, pero la mayor parte de las críticas iniciales no destilaban más que veneno ad hominem, misoginia, homofobia y otros prodigios neuronales en la línea antiprogre. Con poca sensatez me he topado, la verdad. Así que, como bien comprenderéis, tenía que meterme en este berenjenal y sacar mis propias conclusiones.

Me gusta mucho Tamaki, soy lectora de cómics de superhéroes desde hace décadas (no solo de manga vive este cuerpo serrano, amiguis) y como fan de los Jóvenes Titanes de Marv Wolfman y mi muy querido George Pérez, no podía dejar escapar esta lectura. Por lo que, en cuanto he podido, la he devorado. Y sabiendo lo que es y a qué demografía va dirigida, tengo listo mi veredicto. Sin necesidad de forzar ni hígado ni vesícula biliar, por cierto.

Yo no soy Starfire parte de una premisa muy simple: nuestra idolatrada diosa tamareana, la princesa Koriand’r, tuvo una hija hace 17 años. Una preciosa niñita que se ha convertido en la típica adolescente rebeldona y majadera, que vive a la sombra de una madre superheroína, superpoderosa, supersimpática, superhermosa y que luce miniropa. Y ella es gordita, pecosa, se tiñe el pelo de negro, viste con ropajes oscuros y es una borde.

Para los que andéis un poco despistados, Koriand’r es Starfire, miembro del grupo de superhéroes Jóvenes Titanes, la cual apareció por primera vez en noviembre de 1980 en la colección de Los Nuevos Jóvenes Titanes, creada por Wolfman y Pérez. No quiero liar más la cosa, pero Starfire es un personaje muy estimado por los fans tanto por su chispeante y optimista personalidad como por su gran energía y belleza. Servidora también la aprecia mucho, aunque mi favorita de los Titanes siempre será por los siglos de los siglos Raven.

No es la primera vez que le adjudican hijos a Starfire, en universos alternativos andan por ahí realizando heroicidades Nightstar y Jake Grayson, vástagos de su relación con Nightwing, líder del grupo. Pero Mandy, el retoño de Yo no soy Starfire, es diferente. No sabemos quién es su papá, tampoco se dedica a salvar el mundo y resulta gruñona y repelente. Mandy es una gotiquilla quejumbrosa que se siente incomprendida.

Y con esta base se edifica el tebeo de Yo no soy Starfire, desde el punto de vista de una adolescente desubicada entre el rutilante mundo de su madre y el aburrido de un instituto de clase media estadounidense, donde sufre acoso desde varios frentes. No es una historia de superhéroes, es el diario de Mandy, sus experiencias y crecimiento personal.

Es un tebeo fuera de continuidad, independiente, que solo narra un cuento que ya hemos leído y visto en la tele y el cine billones de veces. Vamos, que si molesta, solo se tiene que ignorar porque no aporta nada nuevo en ningún aspecto ni para bien ni para mal. De hecho, para quienes estamos curtidos en temas de shôjo escolar, reconoceremos muchas de sus características tanto en el plano artístico (flores, estrellitas, la distribución de paneles, etc) como de guion (romance no correspondido, padres casi ausentes, foco en la vida estudiantil, etc). Quizá sea ese uno de los problemas con los que el lector de cómic de superhéroes se ha encontrado, un híbrido entre shôjo y tebeo occidental. Quizá, no lo sé, aunque no comprendería que pudiese resultar un escollo tan enorme.

Mandy lucha por encontrar su propia identidad, y en los torbellinos egocéntricos de sufrimiento adolescente está acompañada por Lincoln, su mejor amigo y que cumple su papel de apoyo moral no matter what. Y luego está su amor platónico, la rubia y popular Claire, adicta a las redes sociales. Los demás son el enemigo. Bueno, no tanto, pero la fuerte postura defensiva de Mandy convierte a todo aquel que desee acercarse a ella en un ente hostil (la mayoría de las veces con razón). Incluida su madre. Sobre todo su madre.

El contraste entre Starfire y Mandy es evidente, tanto en físico como talante, y esa oposición la trabaja con ahínco nuestra protagonista. Se esfuerza por resultar odiosa. Ella no es Starfire, ser su hija resulta sofocante por las lógicas expectativas que despierta, así que decide convertirse en una decepción antes de siquiera intentar nada. ¿Os suena? Sí, hay miles de obras que plasman este tipo de desazones entre la chavalería. Y las seguirá habiendo.

Mientras leía el tebeo, me preguntaba por qué Koriand’r hallaba tantos problemas a la hora de conectar con su hija, cuando ya tuvo que lidiar con dificultades de índole similar, aunque mucho más graves, con su mejor amiga Raven. Starfire aparece difuminada, aunque con su personalidad ingenua y feliz bien marcada. También el resto de cofrades titánicos se presentan de manera anecdótica pero, recordemos, esta es la historia de Mandy, Mandy la adolescente airada y triste, donde solo su ombligo es lo que importa. ¿Es este un relato tipo madre-hija? Aunque la intención pueda ser esa, la realidad es que en ese aspecto se encuentra bastante a medio cocer, la dinámica entre ellas resulta desmañada. Y escasa.

También es curioso que nos muestren a una Mandy ajena a su herencia tamareana, Koriand’r parece que se ha concentrado en procurar a su hija una vida y educación humanas, todo lo más normal y corriente posible. Starfire quiere, como toda madre, proteger a su hija de un legado feroz y belicoso, el de su planeta natal Tamaran; no quiere que Mandy sufra lo que ella ha padecido. Pero esto traerá a su vez sus propios problemas, aunque también supondrán el catalizador de cierta nada inesperada metamorfosis.

Yo no soy Starfire es un tebeo que comienza con parsimonia y va cogiendo velocidad hasta un final que intenta alcanzar un clímax que no llega nunca, porque ya conocemos su desenlace. De sobra. No hay sorpresas, no hay emoción, aunque sí un poquito de humor. Se trata de un cómic bastante normalito, aunque para nada la bazofia que otros han querido ver en él.

No todo lo que escriba Tamaki tiene que ser Skim (2008), del que toma algunos ingredientes, o Laura Dean keeps breaking up with me (2019), esta señora también tiene derecho a realizar proyectos menos relevantes incluso vulgares, como es el caso, y no pasa absolutamente nada. Yo no soy Starfire es la calma que otorga la medianía, sin sobresaltos pero que tampoco llega a aburrir. Se nota que ha intentado caminar de puntillas sobre un terreno que muchos fanáticos consideran sagrado, y ha querido ofrecer una obrita competente y estupenda para lectores jóvenes. Aunque para mí lo mejor de este tebeo ha sido, sin duda, el arte de Yoshi Yoshitani.

Los Titanes siempre han sido una explosión de movimiento y color, y es algo que Yoshitani ha respetado a rajatabla, y que además encaja con su propio estilo también. Pero si de algo encontramos influencia clara es de las series animadas Teen Titans (2003) y Teen Titans Go! (2013), que a su vez tomaron elementos del mundo animanga (no en vano estaba Glen Murakami detrás de los dos proyectos). Hay mucho de su desenfado y agilidad en Yo no soy Starfire, así como de su paleta eléctrica y vivaz.

Pero Yo no soy Starfire no es un tebeo de superhéroes, de ahí que las viñetas sean más estáticas y se centren en la narración de los sentimientos y decisiones de Mandy, no en cazar villanos a través del espacio. Quien busque eso no lo va a encontrar, ¿puede ser esa otra de las razones por las que haya decepcionado tanto a algunos este cómic? No lo sé, pero ni los avances que se hicieron del tebeo ni las ilustraciones previas daban a entender algo diferente de lo que es, no hubo engaño.

¿Recomiendo Yo no soy Starfire? Es una lectura amena aunque predecible, agradable pero con una protagonista, Mandy, en una etapa de la adolescencia complicada, por lo que puede ser difícil empatizar con ella. No fue mi caso, yo también fui una zagala gilipollas y malencarada allá por el Paleolítico superior, qué tiempos.

No es una obra maestra ni tampoco el mojón diarreico que otros se empeñan en señalar, es solo la historia de la típica mozeta desorientada que encima tiene la mala suerte de tener una familia famosa e hijoputesca. ¿Merece la pena? En mi opinión es una curiosidad que gustará a los seguidores de Tamaki, donde encontrarán reverberaciones de otros trabajos suyos; y teniendo en cuenta su público objetivo, no está nada mal.

Para los que conozcan el universo clásico de DC, les va a ofrecer otra perspectiva, completamente inofensiva y algo insípida, todo hay que decirlo, pero también con su punto de diversión y malicia. Nada del otro mundo, pero Yo no soy Starfire es un cómic bien ejecutado y chuli, lo que no se puede decir de la gran mayoría de tebeos que pululan actualmente por las librerías.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

manga, Regreso

Breve historia del Robo sapiens

Amo la ciencia-ficción, no es ningún secreto. Y me apetecía escribir sobre un manga del género que acabo de leer. Un tebeo que me ha complacido, por otro lado. En realidad me ha gustado muchísimo. Por las historias que narra, por el arte, y también por la serenidad y fatalidad que emana al mismo tiempo. No conocía al autor, y teniendo en cuenta que he permanecido unos cuantos años desconectada del mundo, es natural. La salud manda, camaradas otacos, y todavía no estoy segura de que esta reaparición signifique algo en realidad. SOnC fue, y seguirá siendo siempre, un pequeño solaz en mi vida; le tengo mucho respeto porque además estáis vosotros ahí. Sin embargo, la enfermedad y la pérdida de seres queridos me han cambiado. Ya no soy la misma, y a ratos no me veo capaz de escribir. Al menos como el blog merecería.

Pero hoy me he levantado alegre, porque Breve historia del Robo sapiens (2018) de Toranosuke Shimada me ha entusiasmado de verdad y quiero que tenga su propia entrada en SOnC.

Como antes he mencionado, no me sonaba de nada este mangaka, Shimada-sensei. Así que debo admitir que la compra de este cómic fue totalmente compulsiva. Me gustó la portada, lo ojeé rápidamente y al creer ver asomar a Tezuka en sus líneas, me dije: «¡A la saca! Y encima sci-fi de androides y robotitos, uf, este se viene a la cueva conmigo.» La cantidad de excrementos gráficos que he llegado a adquirir actuando de esta forma ya os imaginaréis que ha sido colosal, pero esta vez no fue así. Nanay. El instinto por una vez no me falló.

Breve historia del Robo sapiens o Robo sapiensu zenshi se publicó entre 2018 y 2019 en el magazine Monthly Morning Two (por desgracia desaparecido este pasado verano) de Kôdansha, no en una modesta editorial indie, que es lo que una podría esperar observando las trazas del tebeo. Quizás por eso no ha tardado «tanto» en publicarse en España, aunque, como siempre, mis primos franceses tomaron la delantera (también los anglos). O quizá también puede deberse al enorme prestigio que ha ido acumulando en poco tiempo, con premios, galardones varios, nominaciones y puestos excelentes en listas, encuestas y demás pajas mentales de críticos sesudos. Cuando lo compré no tenía ni idea de lo que tenía en las manos, fue una sorpresa hallar todos estos fuegos artificiales. Y después de leerlo, me alegré muchísimo por el autor. Un triunfo merecido. No sé casi nada de él, salvo que nació en Tokio en 1961 y que esta no es precisamente su primera obra. Su andadura profesional comenzó en el 2000. Ojalá podamos pronto disfrutar de sus trabajos pasados y futuros, sobre todo me interesa Träumerei (2005). También descubrí que en 2021 Marc Bernabé le hizo una entrevista, sin embargo no hay manera de acceder al vídeo de esta. Cachislamar.

Estimada otaquería, este que ven aquí es Shimada-sensei. O al menos así se ve a sí mismo. Es un pacifista él. Y le gustan los gatos.

Pero regresando a lo que interesa, ha sido en este año de nuestro Señor de 2022 que la editorial Héroes de Papel, bendita sea ella, ha publicado los dos tankôbon originales en un único tomo de 300 páginas con sobrecubierta reversible para nuestro gozo y deleite. Con traducción de Gabriel Álvarez Martínez. Una edición cuidada y estilosa, me ha encantado ❤

Así que tenemos un cómic con muy buena fama, con una publicación estupenda en español y que además no se ha hecho tardar demasiado. Es un manga contemporáneo. No está nada mal, porque ya sabemos de sobra que en ocasiones hay tebeos interesantes que no ven la luz entre hispanohablantes hasta pasados unos cuantos añitos. Por lo que solo resta contaros una miqueta de qué va, cuáles han sido mis impresiones, por qué me ha satisfecho tanto y animaros a que le echéis un ojo.

Breve historia del Robo Sapiens consta de 13 capítulos autoconclusivos pero interconectados. Como preciosas teselas, forman un mosaico donde se nos muestra la evolución de un mundo a lo largo de varios miles de años. Una larga historia conformada por pequeños relatos donde el silencio tiene una valiente y maravillosa presencia.

Comienza de una manera bastante familiar, cualquiera que haya leído ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) de Philip K. Dick o haya visto Blade Runner (1982) de Ridley Scott advertirá el fuerte aroma a tabaco del neo-noir de la detective que es contratada para encontrar un androide desaparecido. Los paisajes urbanos futuristas con la sordidez de los bajos fondos y la abigarrada frivolidad de la clase alta son solo el punto de partida de una sociedad donde el conflicto no reside en la adaptación de los robots a esta, sino viceversa, cómo afronta esta sociedad la inclusión de una nueva especie inteligente no biológica en ella. Este primer capítulo, de hecho, es clave para comprender la transformación paulatina de la IA y como, en cierta forma, suplanta a la humanidad. Aunque más bien podríamos considerarlo una síntesis de lo que llegará a ser la evolución del ser humano. De cómo la humanidad se trascenderá a sí misma.

La traducción literal del título de este manga, Robosapiensu zenshi (ロボ・サピエンス前史), sería más bien «Prehistoria del Robo sapiens», y no hace falta estrujarse demasiado las meninges para saber por dónde van los tiros. Del Homo sapiens al Robo sapiens: este tebeo es el origen, el principio de una nueva forma de vida, hija del Homo sapiens, y su evolución. Para ello, Shimada-sensei se valdrá de varios personajes que protagonizarán su narración desde una perspectiva multifocal: Aomina Midori, Ito Sachio, Toby, Chloe y María, a la que llamarán Onda Kaloko. Todos ellos son androides. ¿No hay ningún protagonista humano? Aparecen humanos, claro que sí, pero son presencias que van y vienen, algunos como pura utilería, ya que sus vidas son cortas; sin embargo, es la Doctora, creadora de María, Toby y Chloe, la que supondrá para sus hijos una mutación importante.

En los primeros capítulos del manga la relación entre humanos y robots es como la que podría existir con un electrodoméstico, y vemos cómo eso, paulatinamente, cambia. Se van introduciendo con naturalidad en las vidas de la gente, formando parte activa de la sociedad, pasando de ser sirvientes a ser reconocidos como personas (¿ciberpersonas?) con plenos derechos y libertades. Van apareciendo robots con aspecto completamente humano, y habrá alguno que incluso se crea humano porque, en realidad, lo será. Aunque, ¿es imprescindible tener una fisonomía humana para serlo? Y voy más allá: ¿es realmente necesario un cuerpo físico para ser humano?

Efectivamente, Breve historia del Robo sapiens examina el eterno y siempre actual dilema de qué es lo que nos hace humanos, cuáles son los limites del concepto de «humanidad». Y la noción de memoria jugará un papel importante. Nada nuevo bajo el sol, sobre todo si echamos un vistazo atrás a, por ejemplo, Asimov, del que encontramos, sin duda, reminiscencias en este manga; no obstante, Shimada-sensei contribuye con su propia visión, desde una perspectiva no demasiado optimista para la sociedad de carne, pero sí más flemática y cabal para la sociedad transhumana robótica. También podríamos decir que este cómic es una historia sobre la decadencia humana, de ahí ese aire melancólico que lo colma. La carne se debilita con el miedo, y el miedo conduce a la autodestrucción, quedando finalmente todo en manos de los hijos sintéticos de la humanidad, que serán los que alcanzarán las estrellas y se unirán a ellas. Fin.

Pero, ¿cómo son los robots en Breve historia del Robo sapiens? Los hay de todo tipo de pelaje, y conforme van transcurriendo los miles y miles y miles de años, algunos evolucionan, unos pocos permanecen inalterados y otros, sin el mantenimiento adecuado, mueren.

Respecto a los robots protagonistas de este manga, todos poseen su propia personalidad, características y funciones específicas. Los llamados crononautas, María, Toby y Chloe, son androides ultralongevos creados por la Doctora para perdurar durante millones de años si así fuese preciso. María es la guardiana de un silo de almacenaje geológico profundo de residuos radiactivos; Toby y Chloe son unos astronautas enviados a explorar el espacio exterior. Aonuma Midori es una miembro de la alta sociedad que ha desaparecido misteriosamente; e Ito Sachio es un freedroid, un robot libre, que trabaja alrededor del mundo realizando todo tipo de tareas. Es a través de sus experiencias y memorias que Breve historia del Robo sapiens crece y florece.

Personalmente, me han gustado mucho María y, sobre todo, Ito Sachio. Este último es el que nos muestra de manera más estrecha su relación con la humanidad y el planeta Tierra. Cómo sus recuerdos influyen en sus pensamientos y decisiones, más allá de la mera programación. Ha sido muy bonito verlo bailar y recitar poesía, por lo que aprovecho para colgaros este vídeo de una canción clásica japonesa que trata sobre la nostalgia y la belleza del mar, y que a Ito le gusta. Se llama Hamabe no Uta y fue compuesta en 1918 por Tamezô Narita y Kokei Hayashi.

Los robots en este manga son como niños, inocentes, puros; al principio son esclavos de su programación inicial, pero más adelante ellos mismos superan esa sujeción, crecen como haría cualquier otro ser humano y vencen la dependencia de sus «padres». Y como marca la propia naturaleza, los superan: son más inteligentes, son más fuertes, son casi inmortales. More human than human. Según su programación innata poseen una serie de destrezas, pero aprenden y son capaces de pensar por sí mismos. Aun así, se enfrentan a los mismos problemas y obstáculos que sus «padres», y deben sobreponerse si quieren progresar. Unos lo consiguen y otros no. ¿Tienen sentimientos? Por supuesto que sí, aunque no son emocionales. Irradian una serenidad y compasión envidiables, auténticos bodhisattvas en su camino hacia el nirvana. Su relación con su entorno es armoniosa y pacífica, de manera que se deduce que toda la devastación que aparece en el cómic es debida casi en exclusiva a la acción de la carne.

Hay varias cosillas que me han llamado la atención sobre los androides en general y que me han agradado bastante. Por ejemplo, que consideren a lo que podríamos estimar como sus hospitales (edificios donde son creados, se autorreparan, mejoran y actualizan), su casa. «Bienvenido a casa», se saludan sonriendo al caminar en su interior. Por supuesto, el género y la orientación sexual no es algo que importune mucho, es solo un tema de programación que se puede alterar si así se desea. Y se acepta y es aceptado por todos sin más. Otro detalle que me ha encantado es la manera personal que tienen de comunicarse entre sí. Al más puro estilo vulcaniano con su célebre fusión mental, se tocan el rostro con la mano e intercambian datos. Con tranquilidad y confianza, realizan un acto bastante íntimo en el que abren su mente a otro; y resulta todavía más chocante teniendo en cuenta la sociedad japonesa del autor, donde el contacto físico es muy limitado.

Si los planteamientos filosóficos de Breve historia del Robo sapiens son de cierto calado como, por ejemplo, qué es la felicidad, su manifestación no puede ser más sencilla. Es un manga que propone ideas complejas pero que no enreda con el lector. De hecho, deja abierta la puerta a una interpretación libre, no ofrece respuestas. Pero obliga a reflexionar. Y está tan repleto de matices que una segunda o tercera lectura pueden sorprender todavía más.

La simplicidad de su narración y planteamientos se amolda a la perfección con su arte. Es la primera cosa que llamó mi atención. Una línea clara y minimalista que roza la abstracción, la belleza geométrica de sus vacíos, perspectivas y siluetas, trabajadas con sabiduría. ¿A qué me recordó? Por supuesto a Tezuka. Pero esos ecos de los 60’s y 70’s señalan, todavía más, y con gran sutileza, a los trabajos de Seiichi Hayashi y, en especial, a los de Maki Sasaki para la fenomenal Garo. Y para muestra, un botón.

Breve historia del Robo sapiens es de una elegancia sinuosa y evoca las arquitecturas futuristas de Kubrick. Shimada-sensei es amo y señor del espacio y el silencio. No es la estética del manga estándar, sino que bebe del avant-garde y el clasicismo a la vez. ¿Es eso posible? Pues claro, ¡aquí lo tenemos! Sin embargo, es una obra accesible y conmovedora; con gran delicadeza y sin sentimentalismos (¡gracias, gracias, gracias!) arrulla el kokoro. Resulta muy fácil de leer y la vista solo tiene que pasear con calma por esos paisajes de cualidad onírica que nos apremian a pensar, pensar y pensar. Así que los gandules que no rocen ni con un palo este tebeo. Sin embargo, quienes saben que meditar no es incompatible con pasar un buen rato, o los que no temen enfrentarse a lo insólito tienen en este manga una alfaguara de dicha y satisfacción seguras.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Abril de ciencia ficción, literatura

Abril de ciencia ficción: creadoras a desvelar, autoras por descubrir

Mientras echaba un vistazo a todas esas obras de ciencia ficción japonesas que me encantan para escribir la siguiente reseña, me di cuenta de que casi todas ellas estaban escritas y/o dirigidas por hombres. Que no pasa absolutamente nada, conste en acta. Sin embargo, me hizo preguntarme: ¿dónde carajo están las mujeres en la SF nipona? Y me puse a investigar.

Y el resultado de mi pesquisas es este. La entrada de hoy es más un pequeño ensayo con mis descubrimientos personales, que han sido interesantes, pero que, por desgracia, no puedo disfrutarlos como debería. ¿El motivo? No hay demasiadas obras disponibles de escritoras sci-fi provenientes de Japón, por no hablar de que buscar información sobre ellas en un idioma inteligible ha sido tarea ardua. Así que he decidido compartir con vosotros mis indagaciones, y si encima hay suerte y el presente post logra atrapar la mirada de alguna editorial indulgente que se atreva a publicar algo de ellas, pues mejor que mejor (¡hola, Satori!). Hala. Ya lo he dicho.

He leído alguna cosilla suelta de las escritoras protagonistas de hoy, pero no os voy a engañar: de otras no he podido degustar nadanaditanada. Y de ahí mis grandes deseos de leerlas, mi súplica por que lleguen hasta nosotros, la necesidad de reivindicarlas. Todavía las mujeres se encuentran en cierta desventaja dentro de ciertos géneros literarios, y creo que merecen un empujoncito por nuestra parte, sobre todo siendo en su Japón natal ya novelistas reconocidas.

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¡Un aplauso para las Spacewomen, defensoras de la Tierra!

Hasta donde he podido rastrear en mi periplo internetero, la SF nipona escrita por mujeres florece en los años 70. Coincide con el auge que se vivió a nivel general en este tipo de literatura, con la asimilación de la Corriente Contracultural de finales de los 60, el movimiento de Liberación de la mujer, y el advenimiento de la Segunda Ola del Feminismo. ¿Quiere decir esto que fue una mera importación de lo que estaba sucediendo en el resto planeta? Como bien sabréis a estas alturas, camaradas otacos, Japón es otro mundo. A pesar de que confluyeron en el tiempo la SF feminista occidental y la SF creada por japonesas, en las islas la ciencia ficción femenina no siguió ninguna agenda política y se proclamó, por cierto, antifeminista.

¿Cómo puede ser esto así? Por varias razones. Japón es uno de los países desarrollados más androcéntricos y con una estructura patriarcal más rígida. En los años 60 y 70 todavía más. Los otacos sabemos esto de sobra, percibimos continuamente su disposición social a través de sus tebeos, juegos, anime. En las islas siempre se ha difundido una imagen desfigurada del feminismo, como una ideología extranjera e inmoral, cuyos defensores se distinguen más por su falta de control sobre las emociones que por su inteligencia. Esto no quiere decir que no existiera preocupación por la situación de la mujer en la sociedad japonesa; sin embargo, era la palabra feminismo la que generaba multitud de prejuicios.

Y se dio el hecho curioso de que muchas escritoras expresaban su repulsa hacia el feminismo y, no obstante, articularon en sus obras un vehemente discurso feminista. Con un panorama semejante, ya podréis imaginar que la ciencia-ficción escrita por mujeres en Cipango desarrolló características muy diferentes del resto. Y peculiares.

El espacio literario para escritoras de sci-fi en Japón no era demasiado amplio en los 70, pero algunas autoras lo fueron ampliando poco a poco, utilizando incluso la esfera existente del shôjo (manga, shôsetsu), ya afianzada desde hacía décadas, para seguir creciendo. Tomaron sus recursos y clichés sobre la femineidad, propios del patriarcado nipón y donde la presencia masculina era casi nula, y jugaron con ellos para crear una visión nueva. La suya.

En noviembre de 1975 la revista S-F Magazine dedicó sus páginas exclusivamente a obras escritas por féminas. Zenna Henderson, Marion Zimmer Bradley o Ursula K. Le Guin se codearon con dos autoras japonesas que estaban dando mucho que hablar: Yûko Yamao e Izumi Suzuki. Ambas estaban siendo importantes en el desarrollo de la ciencia-ficción nipona, ambas acabaron haciendo historia. Aunque por Occidente no se conozcan todavía demasiado. Sobre todo Suzuki, por la que siento verdadera fascinación. Así que, con vuestro permiso, voy a detenerme un poquito con ella. Creo que merece la pena. Y es una de esas escritoras que resulta imprescindible que tenga voz en lengua castellana (¿por favor?).

Izumi Suzuki (1949-1986) fue un ser humano excepcional, y como dijo el fotógrafo Nobuyoshi Araki, responsable de las fotos que veis arriba, «una mujer de su tiempo». Con ella empezó la ciencia-ficción japonesa creada por mujeres, donde la feminidad se deconstruyó y recreó de nuevo bajo sus propias reglas. Tuvo una existencia bastante agitada, de adolescente abandonó el instituto y huyó de casa para dirigirse a Tokio, donde trabajó de actriz en películas eróticas, modelo de desnudos y hostess en clubes. Pero fue una mención especial en la revista Shôsetsu Gendai de una historia suya la que le animó a buscarse la vida, y volcarse más adelante en la escritura. Sin embargo, para ella fue completamente inesperado que SF Magazine seleccionara su Majo Minarai (1975) para el especial de mujeres, y a partir de entonces fue publicando regularmente relatos. No se consideraba a ella misma una autora de ciencia-ficción, la catalogaron así.

Se casó con el saxo-alto Kaoru Abe, un músico de importancia capital dentro del jazz y el avant-garde en Japón; y fue a través de la película El Vals Eterno (1995), que vi hace tres  millones de años por lo menos, que oí por primera vez su nombre. En el film se centran sobre todo en la figura de Abe, muerto en 1977 de una sobredosis de Brovarin, y pasan un poco por alto la significativa actividad literaria de Suzuki. Es una película más bien sobre la relación tormentosa, tóxica que mantuvieron, inmersos en una espiral de autodestrucción. Pero sirve para enmarcar en cierta forma la intensidad con la que sentía el mundo la escritora. Su estilo de vida fue bastante inusual y errático, lo que no le impidió ser consciente del gran maelstrom que representaba la sociedad de consumo japonesa de los 80, que lo engullía todo en su vacío. Y así lo plasmó en sus obras, con gran realismo. Izumi Suzuki quizá sea, junto a Yukio Mishima, una de las creadoras que más controversia generaron en su época; y como el propio Mishima, también decidió suicidarse.

Los trabajos de Suzuki son hijos de su época, toman mucho del espíritu antiautoritario de la Contracultura y posee ingredientes claramente feministas y de la ficción transgresiva. Una de sus obras más representativas, Onna to onna no Yononaka (1977), plasma muchas de estas ideas, explorando la viabilidad del feminismo separatista y los límites del amor heterosexual. La conclusión a la que llega es ambigua, aunque la desconexión entre el mundo masculino y el femenino no la considera positiva. El quid sería cómo lograr una coexistencia que no supusiese opresión para las mujeres. Y en ese tema Suzuki no fue muy optimista.

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Yûko Yamao

Si Izumi Suzuki fue clave en el desarrollo de la SF escrita por mujeres en Japón, su contemporánea Yûko Yamao (Okoyama, 1955) no le fue tampoco a la zaga. Una de las características más evidentes de la SF nipona es que es experta en recrear atmósferas y estados de ánimo más que enfocarse en la acción. Y en los trabajos de Yamao es, precisamente, lo que encontramos. Estuvo varios años, desde 1985 hasta 1999, sin escribir porque decidió dedicarse a la crianza de sus hijos; pero, afortunadamente, regresó a la actividad literaria. Por lo que he podido indagar, se trata de una autora a la que le gusta introducir elementos surrealistas y del mundo de la fantasía, con una tendencia marcada a la meditación y el buceo en los mares de gamas de grises. Sus trabajos más destacables son Kamen Butôkai (1973), que quedó finalista en los galardones Hayakawa de SF, Yume no sumu Machi (1976), Lapis Lazuli (2000) y Perspective (2010). Ha tratado de manera bastante singular el tópico recurrente en el género de «lo femenino como monstruoso», y de su combate como una manera de dominar la sexualidad femenina y delimitar la feminidad. No deja de ser una metáfora. La mujer que se convierte en monstruo es la que desafía el orden social y expresa su inconformismo. Pero Yamao, como otras escritoras también, no pelea contra el monstruo: lo acepta como es e, incluso, justifica su supervivencia.

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Mariko Ôhara

Y desde el punto de vista femenino, el monstruo puede adquirir muchos rostros, incluido el de la madre. Y Mariko Ôhara (1959) resulta una autora que es obligatorio mentar por muchísimos motivos. Tanto por sus contribuciones al concepto de «lo femenino como monstruoso» en su Moshimo to iu Jikkenba de: Josei Sakka ni totte no haha: 2777-nen no Jo-ô (1995), donde elabora la idea del «fascismo maternal», como en su monumental Hybrid Child (1990), que se llevó dos veces el premio Seiun (1990, 1991) y es uno de sus trabajos más destacados, ¡y traducido al inglés, otaquería! Ojalá llegue pronto al español. Aunque, gracias a Satori (siempre GRACIAS) en su recopilatorio Japón Especulativo podéis disfrutar de uno de sus relatos más conocidos en Occidente: Chica (1984). Ôhara es una de las grandes de la SF nipona, y es versátil como ella sola porque escribe guiones para manga, ensayos, novelas, videojuegos, radiodramas, reseñas… Y ha destacado por tratar temáticas transgénero y feministas con franqueza. En sus obras la mujer posmoderna japonesa, incrustada en un medio capitalista hipertecnificado, se enfrenta constantemente a la imagen tradicional femenina.

Otra escritoria esencial es Motoko Arai (Tokio, 1960), que eligió adherirse a esas escritoras SF que aprovecharon la esfera del shôjo (manga, shôsetsu) para desarrollar sus carreras. Y con bastante acierto. Es toda una celebridad. El shôjo es una noción que pertenece al universo femenino tal como lo plantea la sociedad patriarcal japonesa, y representa un momento en la existencia de la mujer que no se corresponde ni a la infancia ni a la adultez. Un intervalo reducido de tiempo donde la mujer todavía puede disfrutar de ciertas libertades y privilegios, pues no existen las restricciones que los roles de esposa y madre le exigen. Este intervalo de tiempo, además, está restringido a ciertos espacios donde lo masculino apenas tiene presencia.

Arai hizo suyos los procederes del shôjo para subvertirlos y usarlos de medio para transmitir un feminismo muy personal. Pero su objetivo no fue proselitista sino simplemente narrar historias de ciencia-ficción donde, además, destacaba un uso del lenguaje natural, reflejo del que las propias adolescentes utilizaban. De hecho, Arai fue la responsable de la popularización del término otaku. En su momento se trató de toda una revolución que no fue bien recibida por todos, sin embargo su influencia se ha dejado notar hasta en autoras contemporáneas como Yoshimoto Banana (1964).

Motoko Arai fue una escritora precoz, con 16 años ya empezó a hacer sus primeros pinitos en competiciones literarias, y con 18 su novela Atashi no naka no… (1978) fue muy elogiada y obtuvo una mención especial por parte del autor de microrrelatos Shinichi Hoshi (que era muy amigo de Osamu Tezuka, por cierto). Mientras estudiaba en la Universidad de Rikkyô literatura alemana, ganó dos premios Seiun con sus novelas Grîn Rekuiemu (1981) y Nepchûn (1981). Cuando se graduó ya había escrito 8 libros en total, y vinieron muchos más, de entre ellos a destacar Chigurisu to Yûfuratesu (1999), que se llevó el Gran Premio de ciencia-ficción de Japón.

Estas tres señoras que veis son Yumi Matsuo (Kanazawa, 1960), Hiromi Kawakami (1958) y Motoko Arai. Sobre Matsuo-sensei, su primer trabajo, Ijigen kafe terasu (1989), fue publicado cuando todavía trabajaba de OL (office lady), que es el empleo administrativo que las grandes empresas asignan al personal femenino, sin perspectivas de ascenso profesional ya que se da por hecho que cuando se casen dejarán su puesto para dedicarse al hogar. Se graduó en literatura inglesa en la Universidad de Ochanomizu, donde era miembro del grupo de investigación de ciencia ficción. Matsuo suele incorporar ingredientes de otros géneros a sus obras, como la fantasía o el romance. También suele parodiar los recursos de autores conocidos, como Arthur Conan Doyle, Ray Bradbury, Agatha Christie o Frederick Brown, ya que los conoce muy bien. Desde muy niña tuvo acceso a la literatura SF porque su padre era un auténtico fanático; pero precisamente por tenerla a su alcance, no le prestó la atención debida hasta que llegó a la universidad.

Y en 1994 publicó el que es su relato más conocido: Barûn taun no satsujin. En él, desde una postura próxima al postfeminismo, Matsuo ayudó a evidenciar la invisibilización existente hacia la mujer embarazada en la sociedad japonesa, deconstruyendo a su vez estereotipos. El relato se desarrolla en un sector de Tokio aislado del resto del mundo, y habitado únicamente por embarazadas. Son mujeres que eligen tener sus hijos de manera tradicional, a pesar de la existencia de úteros artificiales. Y en esa especie de región autónoma, con sus propias instituciones y recursos, una serie de crímenes tienen lugar. Asesinatos cometidos por una mujer embarazada. Y es otra señora preñada la que debe resolver los misterios, claro.

Como en la sociedad japonesa, donde los espacios femeninos ocupan los márgenes y se encuentran estrictamente acotados, Barûn taun no satsujin plasma una realidad donde el cuerpo femenino en transformación también es segregado y circunscrito en su ghetto. Pero al contrario que en la vida real, donde un organismo gestante no es admisible por los cánones de belleza establecidos, en la narración cobra protagonismo y es aceptado como propio de la naturaleza humana. Y como seres humanos, las embarazadas pueden cometer crímenes, resolverlos o simplemente salir a la calle y hacer lo que les venga en gana. Desconozco si los hermanos Coen leyeron esta narración, pero su película Fargo (1996) comparte algunos rasgos en común. Y donde su influencia resulta todavía más patente es en el maravilloso manga Wombs (2016) de Yumiko Shirai, cuya reseña podéis leer aquí.

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Haruna Kawaguchi e Issey Takahashi, protagonistas de la adaptación fílmica de la novela de Yumi Matsuo «Kugatsu no Koi to Deau Made» (2007), que se estrenó en marzo de 2019.

Sobre Hiromi Kawakami, por ejemplo, creo que no hay mucho que decir, porque es una autora bastante conocida en Occidente. Ha sido galardonada con sendos premios Tanizaki y Akutagawa, y unos cuántos más no menos importantes. Y, por supuesto, también ha contribuido con su granito de arena a la SF japonesa. De manera similar a Yûko Yamao, a mediados de los 80 decidió retirarse de su trabajo como profesora de instituto para casarse; sin embargo, regresó en los 90 para beneficio de todo el universo. Incluida ella misma. El recopilatorio Japón Especulativo de Satori (gracias, gracias, gracias hasta el infinito) contiene un relato corto suyo, Mogera Wogura (2002), muy recomendable.

¿Y podría realizar un artículo dedicado a autoras japonesas sin mentar a Kaoru Kurimoto (1953-2009)? Es algo impensable pero, de todas formas, ya escribí sobre ella cuando realicé la reseña del anime inspirado en su saga literaria de Guin. Es una bestia parda de la literatura japonesa, insuperable en muchos aspectos. Y como me está quedando una entrada de un tamaño bastante respetable, voy a ir terminando. Creo que es importante citar a gente como Reiko Hiwaka (1958), la laureada Setsuko Shinoda (1955), Aki Satô (1960), la reina del steampunk Fumio Takano (Ibaraki, 1966) o Yoriko Shôno (1956).

Hace unos días que he terminado de leer, por cierto, dos cuentos estupendos: Real Boys de la escritora Clara Kumagai, y Notes from Liminal Spaces de Hiromi Goto. Me han encantado. Ambos se hallan incluidos en la compilación Sunspot Jungle Vol. 1 (2018), que también os recomiendo por su enorme variedad. Por lo que, como podéis comprobar, el panorama en la ciencia ficción japonesa escrita por mujeres es fértil y de calidad, pero necesita más difusión. Servidora solo ha arañado la superficie.

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Con todos ustedes, la bestia parda Kaoru Kurimoto. On your knees. YA.

Si os habéis quedado con ganas de más, os recomiendo la lectura del magnífico ensayo El espacio, los cuerpos y los aliens en la ciencia-ficción femenina japonesa (2002) de la crítica literaria Mari Kotani (1958), y que podéis leer íntegramente aquí (francés). Muchas ideas de la entrada las he encontrado en sus páginas, he aprendido mucho. También el ya mencionado volumen Japón Especulativo de Satori Ediciones me ha brindado información valiosa. El resto ha sido ir recogiendo miguitas por un lado y por otro en internet. Espero que muy pronto tengamos entre manos más información disponible sobre estas autoras (¡y otras muchas más!). Lo merecen. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Abril de ciencia ficción, anime

Abril de ciencia ficción: Akira

Inauguramos a lo grande la nueva sección de Abril de ciencia ficción. ¿Para qué andarse con tonterías? Quizá se trate de la obra sci-fi más trascendental de Japón, y una de las que más impacto mundial han conseguido. Si todavía eres un otaco principiante, es posible que no hayas leído/visto el manga/la película protagonista de hoy, pero seguro que has oído hablar de ella billones de veces. Y con motivo.

Como ya os comenté, no tengo una hoja de ruta fijada para las obras que voy a ir reseñando durante este mes. Podéis hacerme sugerencias, y es lo que ha decidido hacer Coremi, autora del fantabuloso blog Saltos en el viento. Me ha pedido que escriba sobre Akira. Tela. En mi opinión, ya se ha dicho casi todo lo que tenía que decirse respecto a este monstruo de la cultura nipona. Lleva diseccionándose con meticulosidad décadas, y por cabezas bastante mejor amuebladas que la mía. El que sea una de las piedras angulares de mi universo personal otaco también me produce bastante incertidumbre a la hora de enfrentar una reseña que le haga justicia. Le tengo muchísimo respeto y admiración a este trabajo de Katsuhiro Ôtomo, por eso en casi cinco años de blog todavía no le he dedicado ninguna review. Tampoco a Shôjo Kakumei Utena (1997), por ejemplo, y es por motivos similares.

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Sin embargo, he decidido que este tipo de inseguridades se deben más bien a esa irracional mitomanía que sufrimos a menudo los fans de la cultura pop, y, ¡qué carallo!, ya es hora de que escriba algo sobre una de mis obras favoritas de todos los tiempos. Así que, ¡gracias, Coremi, por la sugerencia! No va a resultar una tarea fácil porque es una creación colosal, y tengo muchos sentimientos vinculados desde niña a ella. Ser objetiva va a ser complicado, pero también resultará un desafío. Y, como quiero hacer las cosas un poquito bien, lo primero de todo es separar el cómic de la película. Un Manga vs. Anime no procede con un producto de semejante magnitud. Al menos desde mi punto de vista. Cada uno de ellos merece una reseña individual, porque ambos son trabajos espectaculares con repercusiones históricas en sus propias disciplinas.

La reseña de hoy va a estar dedicada a la película de 1988. Creo que es la manera más sencilla de acceder al universo de Akira, aunque desde ahora os adelanto que, a pesar de su incuestionable trascendencia, el tebeo es extraordinario. No se comprende ver la película y no leer el manga, que estaba sin finalizar cuando la película vio la luz. De hecho Ôtomo no lo acabó hasta 1990, y contó con el asesoramiento de Alejandro Jodorowsky para su desenlace. 8 años, 6 tankôbon y 120 capítulos. ¿Cómo comprimir en poco más de 2 horas toda la enorme complejidad y amplitud de uno de los comics más revolucionarios de la historia? En mi opinión, plasmar con fidelidad el cosmos de Akira habría exigido más de un film. O más de dos. Sin embargo, ¿qué mejores manos que las de su propio creador para llevar a cabo semejante proeza? Y así se hizo, y la película fue un antes y un después en la animación mundial. A pesar de que no abarca ni trabaja todas las temáticas y dilemas que el tebeo plantea, a pesar de que bastantes personajes desaparecen o quedan reducidos a su mínima expresión, aunque no profundiza tanto ni su conclusión es la misma que la del manga, pese a todo esto, el film resulta fundamental.  Tebeo y película son obras complementarias.

Del cómic escribiré más adelante, no tardaré demasiado. Por cierto, ¡notición del que me enteré hace unos días! Parece que Leo DiCaprio por fin sacará adelante su adaptación de Akira en imagen real, por la que llevaba varios años regateando. El director será el neozelandés Taika Waititi (Boy, Thor: Ragnarok), que se declara fan acérrimo del manga (¡bien!) y que piensa evitar a toda costa el white-washing. Aunque la acción transcurrirá en Neo-Manhattan, no Neo-Tokio, lo que no deja de ser una incongruencia bastante gorda. De momento se habla de dos películas, veremos cómo se va desarrollando el proyecto.

Afortunadamente, el Japón de 2019 que concibió Ôtomo no tiene nada que ver con el actual. Sin embargo, como obra de ficción que es, produce un placer peculiar leer/ver una historia que tiene lugar justo en nuestro presente año. Si todavía no habéis catado esta creación, ahora podría ser un buen momento. Akira tiene lugar en una megaciudad futurista surgida de las cenizas de un Tokio que sucumbió a una catástrofe nuclear en 1988. Este horrible suceso fue el detonante, además, de una reacción en cadena que desembocó en otro espantoso acontecimiento: la III Guerra Mundial. Neo-Tokio es el escenario de la distopía perfecta, y sus habitantes intentan subsistir en un entorno volátil y anárquico, controlado a duras penas por unos políticos y fuerzas de la seguridad sin moral ni escrúpulos. Se trata de una sociedad todavía perpleja y desestructurada, cuya ley de facto es la violencia.

No hace falta ser un genio para darse cuenta de que este panorama post-apocalíptico no es más que una alegoría del Japón arrasado de la Guerra del Pacífico, golpeado por las bombas atómicas, ocupado por los estadounidenses. Y zambullido en la corriente de un crecimiento imparable, que alcanzó su cúspide en el baburu keiki. Ôtomo plasmó sus propias experiencias juveniles, que tuvieron lugar en unos agitados años 60. El país afrontaba un progreso económico y tecnológico fulgurante, los estudiantes (Zengakuren) se manifestaban contra la presencia norteamericana, los sindicatos de la minería exigían mejores condiciones laborales y salariales, etc. En ese contexto donde la identidad nipona parecía diluirse cada vez más y el conflicto tradición/modernidad se profundizaba, aparecieron los primeros bôsôzoku. Y esta subcultura urbana, que amalgamaba todo el descontento y frustración de la juventud japonesa de la época, fue primordial para la creación de Akira.

Los bôsôzoku todavía son (aunque cada vez quedan menos) bandas callejeras cuyos ideales giran en torno a las motos, seña de su individualidad, rebeldía y anhelo de libertad. Y no es poco decir esto en una sociedad como la nipona, ojo. Los adolescentes que conforma(ba)n estas cuadrillas desafia(ba)n la autoridad y la tradición, tuneaban sus motocicletas para hacerlas más ruidosas, más veloces, más llamativas; y daban rienda suelta a su agresividad con facilidad. La analogía occidental que casi de manera inconsciente brota en la mente es la de Quadrophenia, que a su vez se inspira en los disturbios que tuvieron lugar en la ciudad de Brighton en 1964. Sin embargo, los bôsôzoku son un fenómeno puramente japonés, como lo es la propia obra de Akira. Y sus protagonistas principales, Shôtarô Kaneda y Tetsuo Shima, son precisamente miembros de una de estas bandas de moteros, los Cápsulas. Ôtomo tomó prestado mucho de su estética y filosofía vital para engendrar a su hijo, en realidad sin los bôsôzoku no habría podido existir Akira.

Kaneda es el arrogante jefe de su banda, donde se encuentran también otros chicos como Yamagata, Kaisuke, Takeyama, Kuwata, Watanabe o Tetsuo. Sus enemigos son otra pandilla llamada los Clowns que, como ellos, andan metidos en trapicheos con drogas, vandalizan todo lo que encuentran a su paso y aman la velocidad. Los Cápsulas son como una familia, y Kaneda su hermano mayor. En una ciudad (que se asemeja más a un tanque lleno de tiburones) donde las instituciones son incapaces de garantizar una mínima seguridad, y que no se preocupan en absoluto de sus habitantes más vulnerables, los jóvenes solo confían en la protección que brinda la tribu. El ambiente está muy caldeado: fanáticos religiosos por las calles, manifestaciones violentas y atentados terroristas, trifulcas entre bandas… algo está a punto de explotar. Y Tetsuo será su catalizador. Se cruza en su camino un enigmático niño con cara de anciano, y acabará secuestrado por el gobierno.

Kaneda, por supuesto, no se resignará a perder a un hermano y amigo, por lo que intentará rescatarlo por sus propios medios. En su búsqueda de Tetsuo se verá involucrado con una organización subversiva antigubernamental (la Resistencia) en la que milita Kei, de la que se enamora. Pronto se dará cuenta de que lo que parecía simplemente un plan de rescate es algo mucho más grande. De su mundo, el de las calles, sube a un nuevo nivel de intrigas políticas, conspiraciones e, incluso, misticismo sobrehumano, pero que continúa poseyendo un mismo leitmotiv: el poder. Tetsuo ha sido sujeto de diferentes experimentos científicos que le han hecho desarrollar una serie de capacidades de potencia inimaginable, y por ello mismo muy difíciles de controlar. El muchacho escapará, y consciente de ser dueño de facultades casi divinas, querrá buscar respuestas, enfrentarse a la figura que parece estar detrás de todo lo que le ha sucedido: Akira.

Y hasta ahí puedo contar, aunque la historia es muchísimo más intrincada. Y del manga ya mejor ni hablamos. Akira es atípica incluso en la actualidad, y tras la habitual narración sobre la amistad, encontramos también un señor guantazo a la estrictamente jerarquizada y entusiasta de la disciplina sociedad japonesa. Es un cuento de caos y violencia con anti-héroes sumidos en una espiral de furia nihilista, que plasma con nitidez angustias muy actuales: miedo a sucumbir ante fuerzas liberadas por la ciencia, la disolución del yo en la gran ciudad, desconfianza y alarma tanto hacia el Estado como el fenómeno terrorista global, etc. En verdad puede verse la sombra de la complejidad argumental de Akira en trabajos muy posteriores, incluso contemporáneos.

La sociedad de Akira no deja de ser una distorsión de la nipona, pero bastante oportuna para la época en que fue concebida la obra. No hay estrato ni segmento social que se libre de la mirada ácida y pesimista de Ôtomo. La crueldad, la incompetencia, la ambición y el egoísmo; el hedonismo ciego, la depravación o la pasividad ante la sinrazón son expresadas con aspereza. ¿Y qué juventud puede brotar de semejante sustrato? Pues su perfecto reflejo, lleno de confusión y rabia, que lucha por sobrevivir. Kaneda y Tetsuo son sus rostros principales; y el desarrollo de su relación resulta uno de los puntos importantes del film.

Tetsuo representa la corrupción del poder, la maldición que conlleva su exceso y falta de control. Un chico enclenque y del que casi todo el mundo abusa, de repente es señor de habilidades propias de un dios. Su descenso a los abismos de la locura no se deja esperar, y Kaneda será testigo de ello, ¿qué podrá hacer para ayudar a su camarada? Su amistad se hallará en una terrible encrucijada.

Pero Akira, como antes comentábamos, es mucho más. Ôtomo, a pesar de la extensión de su obra todavía por entonces inacabada, supo condensarla con precisión y sabiduría. Ahí está su vibrante cyberpunk, el thriller escalofriante y esa aterradora belleza que en color y movimiento alcanzó cotas que no han vuelto a ser superadas, salvo en alguna contadísima excepción. Su calidad estética y técnica es casi insuperable incluso en la actualidad. Y no exagero ni un pelo.

El manga de Akira estaba siendo un éxito de ventas, y Ôtomo consideró que llevarlo al cine en toda su magnificencia sería una buena manera de coronar su obra. Por supuesto, no podía volcarse de cualquier forma, Akira se merecía lo mejor y mucho más. Así que puso toda la carne en el asador, y el proyecto quedó finalmente presupuestado en aproximadamente 10 millones de dólares (mil millones de yenes)… de la época. La película de animación más cara de la historia. Para sacarla adelante y no perder por el camino el control creativo, formó un consorcio en el que participaron 8 de los monstruos empresariales del momento: Tôhô, Mainichi Broadcasting System, Hakuhodo Incorporated, Laserdisc Corporation, Sumitomo, TMS Entertainment, Bandai y Kôdansha. El ya histórico Comité Akira.

En cifras, el film de Akira contó con 70 animadores que trabajaron con más de 2200 escenas, 160.000 fotogramas, con una velocidad de 25 frames por segundo y una paleta de 327 colores, la mayoría de ellos matices del azul por la abundancia de escenas nocturnas, llegando a crear 50 nuevas tonalidades. Algo completamente insólito incluso para los parámetros del presente. También fue una de las primeras producciones en utilizar CGI, y la primera película japonesa en utilizar el prescoring, otorgando mayor concisión y naturalidad a los diálogos. Toda esta prodigalidad en medios se tradujo, con toda lógica, en una obra visualmente apabullante. Como nunca antes se había visto.

Porque si hay algo que fascina de Akira es su inmensurable riqueza de detalles, la fluidez casi hipnótica de su animación, su vigoroso colorido, abundante en contrastes; y esa inusitada prolijidad en el movimiento, impredecible, que lo aproxima dramáticamente al cine. Es como si cada escena estuviera viva, fuese real. Y es que Ôtomo no dudó en inspirarse en el cine y aplicar algunos de sus recursos en su película animada. De ahí su tremendo dinamismo o ese desarrollo de la narrativa que prácticamente no da tregua. No sorprende encontrar retazos de la Metropolis (1927) de Fritz Lang, La Naranja Mecánica (1971) de Kubrick o el Blade Runner (1982) de Ridley Scott. Es lo normal. Sin embargo, Akira es un producto netamente japonés, y Ôtomo no dudó en rendir vasallaje también a obras como el clásico Tetsujin 28-gô. 

Si alguien lo dudaba, el film de Akira fue un éxito absoluto en Japón, que pronto dio el salto a Occidente. Marvel compró los derechos del tebeo para su publicación el mismo año del estreno de la película, convirtiéndose en uno de los primeros mangas en ser editados por esta zona del planeta. Y llevarse mucho más adelante un Eisner. Toma ya. Fue una verdadera conmoción. La moto de Kaneda es ya todo un icono pop mundial, y junto a la labor de Ghibli (ese mismo 1988 estrenaron Mi vecino Totoro y La Tumba de las Luciérnagas, por cierto), Akira fue la demostración incuestionable de que una animación de calidad para adultos era posible (con permiso de Ralph Bakshi o Heavy Metal).

No quiero finalizar esta reseña sin dejar de mentar la fantástica banda sonora, que incorpora desde canciones clásicas japonesas como el Tokyo Shoe Shine (1951) de Teruko Atasuki, hasta la inquietante orquesta gamelán (me encanta, he tenido la oportunidad de escuchar su música en directo en varias ocasiones y AMO LA MÚSICA INDONESIA, CAMARADAS OTACOS) del padre del sonido hipersónico Shoji Yamashiro. Es la guinda de ese suculento pastel que es la película de Akira. Juega un papel esencial para subrayar esos contrastes mordaces con los que Ôtomo nos embiste a lo largo del film.

Y hasta aquí llega la reseña. No se me ocurre qué escribir más, aunque seguro que he dejado olvidadas cosas importantísimas en el tintero. Sin embargo, prefiero no dilatar demasiado el post (que bastante chorizo ha quedado ya). Akira es mucho Akira. Espero haber estado a la altura de las circunstancias. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Abril de ciencia ficción, paja mental

Abril de ciencia ficción: un pequeño prefacio

Este mes de abril, tal como hemos anunciado en nuestras redes sociales (twitter, facebook, instagram), SOnC lo va a dedicar a la ciencia ficción. Se trata de uno de mis géneros predilectos, junto a la narrativa de terror y la literatura fantástica. De hecho, en no pocas ocasiones se entremezclan, haciendo que algunas obras sean híbridos perfectos de sobrecogedora presciencia e insondable horror. MUAHAHAHA. En la presente bitácora podéis encontrar abundantes entradas dedicadas a la SF (tag sci-fi), así que para los habituales no habrá resultado ninguna sorpresa esta iniciativa. Si en octubre Sin Orden ni Concierto venera el terror y en noviembre se viste de noir, en abril escudriñamos las boiras del futuro. Y julio lo consagraremos a la fantasía, claro, aunque me temo que eso también es adelantarme demasiado. Quién sabe lo que puede suceder de aquí al verano.

Pero regresando a lo que nos atañe, en esta nueva sección anual (y van…) Abril de ciencia ficción, escribiré, haciendo honor al nombre del blog, de lo que me vaya apeteciendo. No he seleccionado los trabajos a reseñar todavía, por lo que hay espacio para vuestras sugerencias; aunque sí tengo claro que abarcarán diversas disciplinas: cine, manga, anime, literatura o whatever. Y no todas serán obras maestras, habrá de todo un poco, ya que prefiero dejar abierta la puerta a la improvisación. Un poquito de caos en la vida siempre viene fenomenal.

SONCscifi

¿Es abril una elección arbitraria por mi parte? En absoluto. Abril es un mes importante en el mundillo de la ciencia ficción. En abril de 1908 nació la primera revista de la historia dedicada a tecnología: Modern Electrics. En abril también, pero de 1911, en ese mismo magazín se fue publicando por entregas la visionaria novela de anticipación Ralph 124C 41+: A Romance of the Year 2660, cuya calidad literaria podríamos considerar… vacilante (ejem). Y, finalmente, en abril de 1926, vería la luz la trascendental Amazing Stories, publicación cuya devoción a la SF fue exclusiva, ¡y que todavía permanece en activo!

¿Quiénes fueron los artífices de tamaña gesta? Pues solo una persona: Hugo Gernsback. Este luxemburgués nacionalizado estadounidense fue el fundador y director de Modern Electrics y Amazing Stories. Y el autor de Ralph 124C 41+: A Romance of the Year 2660. No se prodigó demasiado como escritor, porque sus talentos eran otros, y fue el principal impulsor del género. Hasta registró legalmente el término sciencefiction, y estableció sus cimientos básicos: narrativa, información científica y predicción. Por supuesto, el paisaje se fue ampliando, abarcando temáticas como la invasión de fuerzas externas a la humanidad (otros planetas, otras dimensiones, otros tiempos), cambios en la sociedad producidos por la ciencia y el desarrollo tecnológico, o la modificación tecnológica del ser humano, incluyendo la creación de inteligencia artificial.

Junto a Julio Verne y H.G. Wells, Gernsback es considerado «el padre de la ciencia ficción». Aunque también H.P. Lovecraft o Clark Ashton Smith lo bautizaron como «Hugo the rat«, por su costumbre de pagar muy poco (o nada) a sus autores. A estas alturas imagino que habréis deducido muy sagazmente (o lo sabíais de sobra) que Mr. Gernsback es el responsable de que los galardones más importantes de sci-fi lleven su nombre: los premios Hugo.

Sí, este señor es Hugo Gernsback con unas gafas para ver la televisión (1963) y con su Aislador o Isolator, que como el nombre indica, servía para eliminar todo ruido exterior y estimular la concentración (1926). Mr. Gernsback fue un hombre ingenioso y con la mirada dirigida siempre hacia el futuro. Sin él la ciencia ficción no sería tal como la conocemos. Al menos en Occidente. Porque, efectivamente, en Japón la senda de este género discurrió por otros parajes. Muy cercanos, incluso llegando a confluir con la de los baka gaijin pero, como era de esperar, con sus propias particularidades. Japan is different, camaradas otacos.

Siendo SOnC un blog enfocado en Japón y a raticos también en otros países de la Asia Oriental, era obligatorio que os ofreciera una pequeña introducción al fascinante mundo de la ciencia ficción nipona. Si os interesa mucho el tema, os recomiendo desde ya el volumen Destellos de luna. Pioneros de la ciencia ficción japonesa de Daniel Aguilar, que Satori (amor, amor infinito) publicó en 2016. Es una jodida maravilla, palabra de otaca demente. Por supuesto, de la misma editorial, no podéis perderos tampoco Japón Especulativo, una compilación bastante curiosa de 15 relatos de fantasía y ciencia ficción.

Este señor del bigote que sonríe levemente es Shunrô Oshikawa (1876-1914) y la bonita ilustración del zepelín corresponde a una de sus obras: Competitive Lunar Exploration (1907). Se trata de uno de los pioneros absolutos de la literatura de ciencia ficción en Japón, así como de la de detectives (suiri shôsetsu). ¿Podríamos considerar inaugurada la sci-fi en las islas con su Kaitô bôken kitan: Kaitei gunkan (1900)? Desde mi punto de vista esa sería una afirmación bastante arriesgada, sobre todo teniendo en cuenta que muchas características del género brotan con naturalidad en su propia mitología y folclore, apareciendo en cuentos clásicos como el de Urashima Tarô, recopilado por primera vez en el pretérito Nihongi (720); o el ya bien conocido en Occidente Taketori monogatari o Kaguya-hime monogatari, del s. X. Sin embargo, el título de «padre de la ciencia ficción japonesa» le corresponde a Unno Jûzô (1897-1949), cuyo nom de plume era Sano Shôichi.

La ciencia ficción aterrizó en Japón durante la era Meiji, la apertura del país al exterior hizo que se inundara de un nuevo mundo cultural, científico y tecnológico que los japoneses absorbieron con avidez. La actualización del Estado era un imperativo, y en ese ambiente de progreso e industrialización la sci-fi medró muy rápido. Los trabajos de Julio Verne fueron aceptados con entusiasmo; y muchos de los dilemas morales que planteaba expresaban con nitidez algunas de las inquietudes que los japoneses estaban afrontando: la disputa del clásico binomio tradición vs. modernización, miedo a la pérdida de la identidad nacional,  etc. Este tipo de ansiedades, por otro lado lógicas, fueron canalizadas con naturalidad por la ciencia ficción. Y el género enraizó con fuerza. Sin embargo, hay que matizar que no fue hasta la II Guerra Mundial que empezó a ser tomado verdaderamente en serio. Hasta entonces se consideró más bien pseudoliteratura dirigida al público joven.

Las ilustraciones que veis pertenecen al primer superhéroe comiquero de la historia, que no fue Superman, sino este Ôgon Bat o Murciélago Dorado. Creado en 1930 por Suzuki Ichiro y Takeo Nagamatsu, Ôgon Bat fue protagonista indiscutible de todos los kamishibai del país. Superpoderoso y con una gran capa roja, este valeroso paladín nacido en el extinto mundo de la Atlántida (viajó en el tiempo hacia el futuro) combate a los villanos del Japón de la era Shôwa. Vive en una fortaleza en los Alpes Japoneses y sabe volar, por supuesto. Se trata de un personaje clásico de la cultura popular nipona, que décadas más tarde fue honrado como merecía a través de varias películas, una serie de anime (Khalil seguro que la conoce bien) y diversos mangas.

Estas primigenias historietas empezaban a incluir la ciencia-ficción en sus contenidos, pero fue en el terreno literario y a través de magazines especializados (como ocurría en Occidente también, por cierto) donde el género extendía sus tentáculos. Hasta que la Guerra del Pacífico puso el país patas arriba. Mientras tanto, en 1920 apareció la publicación Shinseinen, dedicada a la tantei shosetsu (relatos de detectives), que en su vertiente henkaku (con fenómenos desconocidos y misteriosos) jugueteaba con la sci-fi. Uno de los autores más relevantes de ese periodo fue el celebérrimo Edogawa Ranpo (1894-1965). Todo lo que pueda decir sobre esta bestia parda de la literatura nipona es poco.

El señor tirado en la alfombra junto a su gato es Sakyô Komatsu (1931-2011); el del cigarrillo con cara de circunstancias, Kôbô Abe (1924-1993); el calvo que empuña una pistola, Edogawa Ranpo (1894-1965); y el último de corbata es Shigeru Kayama (1904-1975). Todos ellos son adorable gentuza que a su manera colaboraron para hacer colosal la ciencia ficción japonesa. Y no fueron los únicos (mi amado Yasutaka Tsutsui no puedo dejar de mentarlo), pero uno de ellos (adivinad cuál) resulta que es el amo y señor de Gôjira (1954). Y Godzilla lo cambió todo. En realidad fueron las bombas atómicas y la ocupación estadounidense las que supusieron un auténtico tsunami en numerosos aspectos (no solo culturales), y aportaron nuevos bríos a la sci-fi. Revistas como Uchujin (1957) o SF Magajin (1959), por ejemplo, fueron las que dieron voz a estos escritores. Pero la cosa no quedó ahí.

El género alcanzó su madurez, aunque debemos aclarar que el reconocimiento unánime no llegó hasta bien entrados los años 60. Sin embargo, logró permear otras disciplinas como el cine, el cómic o el anime. La SF era ya imparable. Osamu Tezuka (1928-1989) y su trilogía Mundo perdido (1948), Metropolis (1949) y Next World (1951) fueron ya un aviso; pero fue su Tetsuwan Atomu o Astroboy (1952) el que hizo historia, tanto en tebeo como animación. Fue un antes y un después, había nacido el mecha. Lo mismo podemos decir de Gôjira y todo ese fascinante rosario de films tokusatsu y kaijû eiga que invadieron las salas de cine y, sin tardar demasiado, las pantallas de televisión de los hogares nipones con series míticas como Gekkô Kamen (1958) o Urutoraman o Ultraman (1966).

Japón tenía (¡tiene aún!) su propia visión característica de la ciencia ficción, distinta de la occidental aunque se hubiera nutrido de ella. Resultó tal fenómeno además que traspasó fronteras. Leiji Matsumoto y sus deslumbrantes space operas, Kidô Senshi Gandamu o el Mazinger Z de Gô Nagai son clásicos también en Occidente. Por no hablar de Môto Hagio, Keiko Takemiya y otras miembros del Grupo del 24, que incrustaron la sci-fi en sus mangas transformando profundamente la demografía shôjo.

Sin embargo, los 80 para la literatura del género no resultaron especialmente brillantes, aunque las light novels crecieron bastante, ya que fue el formato elegido por la mayoría de autores. El medio audiovisual fue el gran afortunado con el auge paulatino del cyberpunk, que todavía perdura. Si Hayao Miyazaki y su steampunk ecologista en Nausicaä del valle del Viento (1984) ofrecían una faceta de la sci-fi más humanizada, la revolución llegó con Akira (1982-1990) de Katsuhiro Ôtomo. Otra vuelta de tuerca al nivel del Astroboy de Tezuka. Durante esa década Japón fue el epítome de la modernidad y el progreso tecnológico desmedido, y los mangaka así lo plasmaron.

En los 90 la fiebre continuaba, y la literatura, para variar, se recuperó gracias a las contribuciones de grandes como Kenzaburô Ôe o Haruki Murakami (este ya en los dosmiles).  Y en la actualidad goza de muy buena salud, con escritores como Yûsuke Miyauchi o Tô Enjô. No obstante, si se debe recordar la última década del s. XX es por Kôkaku Kidôtai o Ghost in the Shell (1995), Neon Genesis Evangelion (1995-1996) y Cowboy Bebop (1998). Un trío mágico cuyas influencias todavía se dejan notar en la actualidad.  Por supuesto, hubo y hay bastantes más trabajos que han contribuido a hacer de la ciencia ficción japonesa una de esas maravillas donde a los otacos nos gusta perdernos, como Kiseijû (1989), Serial Experiment Lain (1998), Planetes (1999), Paprika (2006), Psycho-Pass (2012), Wombs (2016), Made in Abyss (2017)… ¡qué sé yo!

Pero os recuerdo que esta entrada es un prefacio, una introducción. Un colocar el escenario para saber por dónde nos vamos a mover. ¿Te animas con la SF este abril? Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

manga

¡Vuelta al 2018 en 10 mangas!

Estamos en tiempo de listados, todo el mundo nos apresuramos a revisar lo que ha dado de sí el año, y confeccionar nuestros tops de obras destacables. No soy muy fan de este tipo de entradas, pero este 2018 ha sido, al menos para mí, espectacular a nivel manga. Se han publicado tebeos maravillosos que dudaba muchísimo poder encontrar en España. Así que, con sumo gusto y placer, os presento los cómics japoneses editados por estos lares que me han parecido más interesantes. Recordad, amiguitos, esta es una mera opinión personal en un blog minúsculo, no el Canon Pali. Y tal.

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«Mujer leyendo» (1840) de Utagawa Kuniyoshi

 

10. La isla de las pesadillas

Hideshi Hino | Horror, folclore, slice of life| Tomo único | Ediciones La Cúpula | ★★★1/2

Que Hideshi Hino sea uno de los maestros indiscutibles del terror, junto a Kazuo Umezu y Suehiro Maruo, es un hecho incontestable que ningún otaco con dos dedos de frente osaría rebatir. Es así, punto. Y en España no es un total desconocido, Ediciones La Cúpula lleva unos cuantos años ya publicando material suyo a buen ritmo, lo que siempre produce gran felicidad entre todos esos  infelices seres que amamos el género. Este 2018 nos ofrecieron un recopilatorio de 7 pequeñas historias de podredumbre y melancolía monstruosa, pero inspiradas en el rico folclore japonés: La isla de las pesadillas. Aquí tenemos a Hino-sensei en estado puro: su característico arte de trazo candoroso, moldeando deformidades al servicio de cuentecillos ingenuos donde lo grotesco y lo aberrante aúllan a la luz de un sol irreal. Una preciosidad de trabajo.

9. Holiday Junction

Keigo Shinzô | Drama, slice of life| Tomo único | ECC Cómics | ★★★1/2

Fue una de mis compras estrella este pasado Sant Chorche, le hinqué con muchísimas ganas el colmillo a este tomito que ECC tuvo el detalle de publicar en español. Todo lo que suponga acercar al público hispanohablante al mangaka Keigo Shinzô me parece fenomenal. Le dediqué hace ya un tiempecito una entrada a su estupendo tebeo Bokura no Funka Matsuri (2012), y llevo siguiéndole un tiempo la pista también a través de la editorial francesa Le Lézard Noir (la amo profundamente), que está editando su Tokyo Alien Bros (2015) y Moriyama-chû Kyôshûjo (2009) . Muy recomendables, por cierto.

Holiday Junction es una buena manera de presentar a este autor, de familiarizarse con su delicadeza mágica. Se trata de un volumen que recopila pequeños relatos de muy distinto pelaje, pero en los que el común denominador es el slice of life. Si os gustan Taiyô Matsumoto, Ken Niimura o Inio Asano, este mozo os entusiasmará. Tiene una manera serena, a ratos melancólica, de narrar sus historias, que atrapan por su elegante simplicidad. Su arte resulta fresco, espontáneo; y se adapta como un guante a la atmósfera tenue de los one-shots. Mi cuento favorito es el último, Un año en la vida de Bun-chan, un gato doméstico, y no solo porque su protagonista sea un lindo minino.

Espero de todo corazón que haya tenido una buena acogida entre los lectores, estaría genial poder contar con más obras de Keigo Shinzô en el futuro. Es un mangaka bastante prometedor, ¡sangre nueva!

8. Una mujer de la era Shôwa

Kazuo Kamimura/Ikki Kawijara | Drama, slice of life, histórico| Tomo único | ECC Cómics | ★★★★☆

Kamimura se está revelando para mí, de manera personal, como un gran retratista de la mujer japonesa. No es que ya no lo supiera de leídas, pero otra cosa muy distinta ha sido comprobarlo directamente a través de sus mangas. No lo llamaban shôwa no eshi, que se podría traducir como “el pintor de ukiyo-e de la era Shôwa”, por casualidad. Historia de una Geisha (reseña aquí)  me gustó bastante, El club del divorcio (1974) me enamoró por completo; y Una mujer de la era Shôwa (1977), aunque ya no fue una obra en solitario sino creada junto a Ikki Kawijara (Ashita no Joe, Tiger Mask), me ha parecido de lo más destacado de este 2018.

Shôwa Ichidai Onna o Una mujer de la era Shôwa cuenta la historia de Shôko Takano, hija ilegítima de un político prominente de la oposición y una célebre geisha tokiota. A la muerte de su madre, Shôko se ve totalmente abandonada a su suerte en un país en ruinas, de ciudades todavía humeantes tras la derrota en la II Guerra Mundial. Una nación en reconstrucción, lamiéndose las heridas, y con un largo y cruel camino por delante. Y así resulta ser la senda de Shôko, feroz y brutal, que modelará su carácter para hacerla una persona fuerte, implacable, glacial. Un relato que parece una cosa, y acaba convirtiéndose en algo insólito, huyendo del esperado melodrama lacrimógeno para centrarse en la mera supervivencia. Un manga abrupto y despiadado, no para todo el mundo.

7. Atelier of Witch Hat

Kamome Shirahama | Fantasía, slice of life, seinen| En publicación | Milky Way Ediciones | ★★★★☆

Tongari Bôshi no Atelier o The Atelier of Witch Hat es mi manga favorito actual de fantasía junto a La pequeña forastera de Nagabe. Los estoy siguiendo entusiasmada, cada uno en su estilo son como agua fresca de manantial. Siúil, a Rún fue publicado a finales del 2017, por eso no lo he incluido en este top, aunque no me han faltado ganas. Es un manga sensacional. Y The Atelier of Witch Hat, pese a su tono más tradicional, también lo es. Tenéis la reseña inicial que le escribí aquí, y sigo manteniendo con fervor todo lo que en esa entrada afirmé.

Kamome Shirahama me tiene contentísima con su extraordinario arte, que le debe tanto al art nouveau, al estilo del shôjo clásico de los 70-80 y el cómic europeo (Moebius, Pratt, Battaglia). Es minucioso, ornamentado, muy alegre también. No me canso de observarlo una y otra vez. La mangaka está construyendo una arquitectura sólida y fascinante para su mundo de fantasía, y sin caer en la infantilización. Porque, camaradas otacos, The Atelier of Witch Hat es un rotundo seinen, donde además la magia se conjura mediante tinta y pluma. No se recita, no se realizan gestos especiales: se dibuja. ¡Maravilloso! Uno de los tebeos más atractivos que se han publicado este 2018, sin duda. ¡No os lo perdáis!

6. La balada del viento y los árboles

Keiko Takemiya | Drama, shôjo, shônen-ai| En publicación | Milky Way Ediciones | ★★★★☆

¿Cómo no podía estar entre mis mangas preferidos del año Kaze to Ki no Uta o La balada del viento y los árboles? ¡¡Keiko Takemiya!! ¡¡Y una de sus mejores obras además!! Por supuesto, lo he estado siguiendo vía scanlations todo lo que he podido (no está completo, y el asunto se encuentra paradísimo desde hace más de un año, para más inri), de ahí que cuando supe que Milky Way había decidido hacerse con su licencia y publicarlo en España, lloré muy fuerte. De felicidad, se entiende. Por cierto, que es la primera vez que se publica fuera de Japón. Y menuda edición se están cascando, ¡las portadas son preciosas! Bueno, todo en general lo están haciendo muy requetebién. De momento van 2 tomos (en la edición original japonesa son en total 17, pero Milky Way lo hará en 10), así que os podéis hacer una idea de que la historia está, simplemente, calentando motores. ¡Aún estáis a tiempo de subiros al carro!

La balada del viento y los árboles tiene todo lo que se puede esperar del buen shôjo que las mangaka del Grupo del 24 practicaban: ambientación idealizada europea, entorno escolar exclusivo, arcos argumentales rocambolescos deudores del folletín decimonónico, complejos retratos psicológicos y tragedias, muchas tragedias. Y crueldades. Y abusos, y violaciones y… mucha sordidez forrada con un precioso dibujo repleto de flores y estrellitas. Kaze to Ki no Uta tuvo problemas en su época por su contenido fuertecito, pero cuando por fin salió a la luz tuvo un impacto trascendental. Su influencia ha sido muy evidente, brota como setas en obras como Banana Fish o Shôjo Kakumei Utena, por poner un par de ejemplos. Un clásico entre clásicos que nadie debería perderse. De verdad de la buena.

5. Mi vida sexual y otros relatos eróticos

Shôtarô Ishinomori | Erótico, Sci-fi, biográfico| Tomo único | Ediciones Satori | ★★★★☆

Con este peazo de manga me vais a permitir que me explaye a gusto. Porque lo acabo de finalizar y estoy muy emocionada, así que allá voy. No es ningún secreto que Satori Ediciones es una de mis editoriales predilectas, y más de una vez he comentado que la labor que están realizando por acercar la cultura popular japonesa y su literatura al público hispanohablante es monumental. Así que, cuando me enteré de que tenían planeado sacar una colección dedicada al mundo del manga, me estremecí de la emoción. Y cuando supe que su primera incursión iba a ser de Shôtarô Ishinomori, la alegría fue plena.

Según comentaron en el XXIV Salón del Manga de Barcelona, la intención es ir publicando obras de autores selectos, clásicos y contemporáneos. Para este 2019 han anunciado el josei de Miyako Maki, en tres tomos, Seiza no Onna (1973); y parece que están tras la pista también de algunos trabajos de Leiji Matsumoto. Como comprenderéis, estoy que no quepo en mí del gozo, y con muchísimas ganas de paladear todas las delicias que nos tengan reservadas. Espero que les vaya fenomenal y los lectores respondan, porque lo ocurrido con Ponent Mon ha sido un golpe bajo.

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Sobre el Rey del Manga, Shôtarô Ishinomori, ya escribí un poco en esta entrada que dediqué a su estupendo Ryûjin Numa (1957-1964) o El estanque del dios Dragón, dentro de la sección Shôjo en primavera del blog. Así que no me voy a extender mucho más, pero para refrescaros un poco la memoria, Ishinomori-sensei es una figura clave en la historia del tebeo japonés. No le tenía miedo a ningún género ni demografía, los trabajó prácticamente todos; experimentó e innovó tanto en formas como contenidos y, por si no fuera poco, en 2007 recibió de manera póstuma el certificado de El libro Guinnes de los récords como el autor que ha publicado más números de comics: 770 títulos diferentes (500 tankôbon) en total. Un creador incansable, y al que hasta Tezuka le tenía unos pocos celillos, a pesar de que su relación era buena.

Y de toda la colosal obra de Ishinomori, Satori se ha lanzado a publicar como su primer manga Otona-na Ishinomori o Mi vida sexual y otros relatos eróticos, que ha contado con la fantástica traducción de Marc Bernabé. Es un profesional como la copa de un pino, que además se nota que ama el cómic japonés. Este tomo de casi 400 páginas es una recopilación de 15 one-shots dirigidos exclusivamente al público adulto y fuerte carga concupiscente. Hay escenas bastante explícitas aunque no alcancen la categoría de pornografía, pero el sexo es el hilo conductor que une todos estos relatos.

¡Sí, brindemos con Ishinomori! ¡Feliz Navidad! Bueno, ejem, prosigamos. Estamos hablando de relatos escritos y dibujados entre 1969 y 1975, Mi vida sexual y otros relatos eróticos es un tankôbon electrizante. Para disfrutarlo, en primer lugar hay que desterrar la gazmoñería; y en segundo, ser conscientes de la época y el país donde fueron creados. Después de estas aclaraciones, que me habría encantado no tener que hacer (aunque visto el percal no queda otra), creo que os podéis hacer una idea del tono general del tebeo, y si os puede interesar o no. Por mi parte, os adelanto que me ha encantado, y lo he gozado de principio a fin. Como sucede con la mayoría de recopilaciones, es una obra muy heterogénea, donde se encuentran desde alucinaciones psicodélicas, humor bizarro, violencia, perversiones, noir, retrato social descarnado, reflexiones filosóficas y retales de la propia vida de Ishinomori.  Un gran manga.

4. Mi experiencia lesbiana con la soledad

Kabi Nagata | Yuri, slice of life, biográfico| Tomo único | Fandogamia | ★★★★☆

En la entrada que dediqué hace más de un año al yuri, «El delicado cultivo de la iris japónica», seleccioné este manga como uno de los más interesantes del género. Y no tenía ninguna esperanza en que lo llegaran a publicar en España. Pero, afortunadamente, he tenido que comerme mis palabras con patatas. Y muy feliz de tener que hacerlo. Fandogamia Editorial no solo lo editó aquí, sino que se lanzó a traer más obras de Kabi Nagata, como su Diario de intercambio (conmigo misma). Toma ya. ¡Muchas gracias!

Sabishisugite Lesbian Fuzoku Ni Ikimashita Report o Mi experiencia lesbiana con la soledad es un relato de reclusión, tristeza y enfermedad; pero también de superación y búsqueda, aunque conduzca a puertos insólitos. Como autobiografía que es, resulta curioso que no caiga en la autocompasión, sino que prefiera enfocarse en un cerebral autoanálisis. En realidad, el salvavidas de la protagonista. Este cómic es una puerta abierta no solo a su vida íntima como mujer soltera lesbiana, sino a sus procesos mentales, dolencias y pensamientos. Y todo contado con una delicada e imaginativa sencillez con la que es muy difícil no empatizar. Por no hablar del paisaje que se otea al fondo: una sociedad con un pudor extremo en las relaciones humanas, poco flexible hacia lo distinto, y que estimula cierto aislamiento enfermizo.

Mi experiencia lesbiana con la soledad narra una historia real y cruda, pero no exenta de sentido del humor. Es un manga que se siente próximo, susceptible de gustar a todo tipo de público adulto, aprecie el yuri o no. De hecho, si uno se deshace de los prejuicios, encontrará, simplemente, la historia de una mujer joven por hallar su lugar en el mundo. Una de las sorpresas editoriales de este 2018, sin duda.

3. Pink

Kyôko Okazaki | Josei, slice of life, drama| Tomo único | Ponent Mon | ★★★★1/2

No voy a añadir mucho más a lo que ya escribí en la reseña que dediqué a este maravilloso manga en Otakus Treintañeras. Se trata de un josei que hizo historia junto a otros trabajos de la propia Kyôko Okazaki y de Moyocco Anno. Lograron revolucionar la demografía, que se encontraba completamente estancada en un lodazal de cursiladas más propias de un shôjo hortera que de un ¿género? dirigido a personas adultas. Tomó el nombre del color que se asigna a las mujeres, que las encorseta en angustiosos roles de género, para pervertirlo y transformarlo en un alarido, una gran carcajada también, desgarrando así la concepción tradicional de la feminidad nipona. Pink es una crítica descarada y resplandeciente que señala la gran hipocresía social japonesa, a la vez que retrata la caótica vida de una Tokyo Girl en los happy eighties.

La idea principal que planea sobre todo el manga es la de la prostitución. Pero no solo la ejercida por las profesionales del sexo, sino la que todos, de una manera u otra, desempeñamos en diferentes ámbitos de nuestra vida. Toda ella rebozada en una crujiente comicidad de tono irreverente y surrealista, para nada libre de ciertad ferocidad amarga. Pink es una obra para reír y para reflexionar, directa y honesta; pero también cruel y dolorosa. Imprescindible.

2. Catarsis

Môto Hagio | Shôjo, fantasía, surrealismo | Tomo único | Tomodomo | ★★★★1/2

Este es el manga que llevaba esperando con más ansiedad del 2018. Primero, Tomodomo anunció que lo publicaría durante el primer semestre del año. Pasó el verano y servidora continuaba aguardando, impaciente. ¿Habría sucedido algo con la licencia? ¿Con los requisitos que pudiera exigir Môto Hagio en su edición española? ¿Se había incendiado la imprenta? ¿Tomodomo se iba a declarar en bancarrota? Muchas estupideces, y otros motivos también más razonables, me cruzaron por la mente. El año estaba acabando, y Hanshin o Catarsis no había visto todavía la luz. Por fin, en noviembre, pude tenerlo en mis manos. No sin que antes Correos extraviase mi paquete, por supuesto, y volviera a encontrarlo cuando ya estaba a punto de perpetrar una escabechina en la pertinente sucursal.

Catarsis es un tomo recopilatorio de 12 historias extrañas, inquietantes, que abarcan desde la década de los 70 (Sayo se cose un yukata, El invernadero, Marine), pasando por los 80 (Mitad, Camuflaje de ángel, El falso rey, Amigo K) y ahondando en los 90 (La niña iguana, Las pastillas de ir a la escuela, Al sol de la tarde, Catarsis, El niño que volvía a casa). Veinte años de carrera durante los cuales Hagio trabajó multitud de géneros y temáticas desde muy distintas perspectivas, otorgando al shôjo una nueva dimensión. Tengo preparada una reseña específica para Catarsis, por lo que no me alargaré más; pero sí puedo deciros que es un verdadero privilegio el poder acceder a la obra de Hagio en castellano, y mucho más con las extraordinarias ediciones que Tomodomo nos está brindando.

1. Miss Hokusai

Hinako Sugiura | Josei, slice of life, histórico| 2 tomos | Ponent Mon | ★★★★★

Todo lo que pueda decir sobre esta obra es poco, así que lo resumiré de esta forma: la amo mucho. Es ya uno de mis tesoros más preciados. Y como sucede con Catarsis, le tengo preparada reseña, por lo que no me extenderé demasiado. Miss Hokusai lo tiene todo: un arte elegante, limpio, pleno de lirismo; y unas historias que, como pequeñas estampas, van plasmando la efervescente y rica cultura urbana de los chônin y el ukiyo-e. Todo a través de los ojos de la hija del gran pintor Hokusai.

Hinako Sugiura fue una gran erudita del periodo Edo, al que decidió dedicarse en exclusiva, abandonando el mundillo del manga. Una pena, en cierta forma. Hace un año escribí una entrada sobre su cómic Hyaku Monogatari (1986-1993), que fue el último que realizó antes de retirarse. En ella explico alguna cosica sobre su vida y persona, por si os interesa.

Solo me resta agradecer a Ponent Mon su enorme esfuerzo por habernos traído esta preciosa obra, y que lamento muchísimo que no vayan a poder dedicarse al manga como lo han hecho hasta ahora. Lo que sí puedo afirmar es que me han hecho muy feliz este 2018, tanto con Pink como con Miss Hokusai o El bosque milenario. Y deseo que pronto salgan del bache y puedan regresar al tebeo japonés con fuerzas renovadas.


Y esta ha sido mi selección de mangas del 2018 que, como ya he comentado al inicio, ha sido, desde mi punto de vista, un año excelente. Podría haber elegido también otros títulos, como Chiisakobee (lo estoy siguiendo vía Le Lézard Noir, no obstante) o la edición integral de La Princesa Caballero que ha publicado Planeta Cómic (estoy contentísima con ella); pero el listado quería que fuese de 10 tebeos, no 80. Y eso. Que paséis una buena noche en compañía de vuestros familiares, y que el Olentzero os traiga muchas cosicas bonitas.

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