Abril de ciencia ficción, paja mental

Abril de ciencia ficción: un pequeño prefacio

Este mes de abril, tal como hemos anunciado en nuestras redes sociales (twitter, facebook, instagram), SOnC lo va a dedicar a la ciencia ficción. Se trata de uno de mis géneros predilectos, junto a la narrativa de terror y la literatura fantástica. De hecho, en no pocas ocasiones se entremezclan, haciendo que algunas obras sean híbridos perfectos de sobrecogedora presciencia e insondable horror. MUAHAHAHA. En la presente bitácora podéis encontrar abundantes entradas dedicadas a la SF (tag sci-fi), así que para los habituales no habrá resultado ninguna sorpresa esta iniciativa. Si en octubre Sin Orden ni Concierto venera el terror y en noviembre se viste de noir, en abril escudriñamos las boiras del futuro. Y julio lo consagraremos a la fantasía, claro, aunque me temo que eso también es adelantarme demasiado. Quién sabe lo que puede suceder de aquí al verano.

Pero regresando a lo que nos atañe, en esta nueva sección anual (y van…) Abril de ciencia ficción, escribiré, haciendo honor al nombre del blog, de lo que me vaya apeteciendo. No he seleccionado los trabajos a reseñar todavía, por lo que hay espacio para vuestras sugerencias; aunque sí tengo claro que abarcarán diversas disciplinas: cine, manga, anime, literatura o whatever. Y no todas serán obras maestras, habrá de todo un poco, ya que prefiero dejar abierta la puerta a la improvisación. Un poquito de caos en la vida siempre viene fenomenal.

SONCscifi

¿Es abril una elección arbitraria por mi parte? En absoluto. Abril es un mes importante en el mundillo de la ciencia ficción. En abril de 1908 nació la primera revista de la historia dedicada a tecnología: Modern Electrics. En abril también, pero de 1911, en ese mismo magazín se fue publicando por entregas la visionaria novela de anticipación Ralph 124C 41+: A Romance of the Year 2660, cuya calidad literaria podríamos considerar… vacilante (ejem). Y, finalmente, en abril de 1926, vería la luz la trascendental Amazing Stories, publicación cuya devoción a la SF fue exclusiva, ¡y que todavía permanece en activo!

¿Quiénes fueron los artífices de tamaña gesta? Pues solo una persona: Hugo Gernsback. Este luxemburgués nacionalizado estadounidense fue el fundador y director de Modern Electrics y Amazing Stories. Y el autor de Ralph 124C 41+: A Romance of the Year 2660. No se prodigó demasiado como escritor, porque sus talentos eran otros, y fue el principal impulsor del género. Hasta registró legalmente el término sciencefiction, y estableció sus cimientos básicos: narrativa, información científica y predicción. Por supuesto, el paisaje se fue ampliando, abarcando temáticas como la invasión de fuerzas externas a la humanidad (otros planetas, otras dimensiones, otros tiempos), cambios en la sociedad producidos por la ciencia y el desarrollo tecnológico, o la modificación tecnológica del ser humano, incluyendo la creación de inteligencia artificial.

Junto a Julio Verne y H.G. Wells, Gernsback es considerado «el padre de la ciencia ficción». Aunque también H.P. Lovecraft o Clark Ashton Smith lo bautizaron como «Hugo the rat«, por su costumbre de pagar muy poco (o nada) a sus autores. A estas alturas imagino que habréis deducido muy sagazmente (o lo sabíais de sobra) que Mr. Gernsback es el responsable de que los galardones más importantes de sci-fi lleven su nombre: los premios Hugo.

Sí, este señor es Hugo Gernsback con unas gafas para ver la televisión (1963) y con su Aislador o Isolator, que como el nombre indica, servía para eliminar todo ruido exterior y estimular la concentración (1926). Mr. Gernsback fue un hombre ingenioso y con la mirada dirigida siempre hacia el futuro. Sin él la ciencia ficción no sería tal como la conocemos. Al menos en Occidente. Porque, efectivamente, en Japón la senda de este género discurrió por otros parajes. Muy cercanos, incluso llegando a confluir con la de los baka gaijin pero, como era de esperar, con sus propias particularidades. Japan is different, camaradas otacos.

Siendo SOnC un blog enfocado en Japón y a raticos también en otros países de la Asia Oriental, era obligatorio que os ofreciera una pequeña introducción al fascinante mundo de la ciencia ficción nipona. Si os interesa mucho el tema, os recomiendo desde ya el volumen Destellos de luna. Pioneros de la ciencia ficción japonesa de Daniel Aguilar, que Satori (amor, amor infinito) publicó en 2016. Es una jodida maravilla, palabra de otaca demente. Por supuesto, de la misma editorial, no podéis perderos tampoco Japón Especulativo, una compilación bastante curiosa de 15 relatos de fantasía y ciencia ficción.

Este señor del bigote que sonríe levemente es Shunrô Oshikawa (1876-1914) y la bonita ilustración del zepelín corresponde a una de sus obras: Competitive Lunar Exploration (1907). Se trata de uno de los pioneros absolutos de la literatura de ciencia ficción en Japón, así como de la de detectives (suiri shôsetsu). ¿Podríamos considerar inaugurada la sci-fi en las islas con su Kaitô bôken kitan: Kaitei gunkan (1900)? Desde mi punto de vista esa sería una afirmación bastante arriesgada, sobre todo teniendo en cuenta que muchas características del género brotan con naturalidad en su propia mitología y folclore, apareciendo en cuentos clásicos como el de Urashima Tarô, recopilado por primera vez en el pretérito Nihongi (720); o el ya bien conocido en Occidente Taketori monogatari o Kaguya-hime monogatari, del s. X. Sin embargo, el título de «padre de la ciencia ficción japonesa» le corresponde a Unno Jûzô (1897-1949), cuyo nom de plume era Sano Shôichi.

La ciencia ficción aterrizó en Japón durante la era Meiji, la apertura del país al exterior hizo que se inundara de un nuevo mundo cultural, científico y tecnológico que los japoneses absorbieron con avidez. La actualización del Estado era un imperativo, y en ese ambiente de progreso e industrialización la sci-fi medró muy rápido. Los trabajos de Julio Verne fueron aceptados con entusiasmo; y muchos de los dilemas morales que planteaba expresaban con nitidez algunas de las inquietudes que los japoneses estaban afrontando: la disputa del clásico binomio tradición vs. modernización, miedo a la pérdida de la identidad nacional,  etc. Este tipo de ansiedades, por otro lado lógicas, fueron canalizadas con naturalidad por la ciencia ficción. Y el género enraizó con fuerza. Sin embargo, hay que matizar que no fue hasta la II Guerra Mundial que empezó a ser tomado verdaderamente en serio. Hasta entonces se consideró más bien pseudoliteratura dirigida al público joven.

Las ilustraciones que veis pertenecen al primer superhéroe comiquero de la historia, que no fue Superman, sino este Ôgon Bat o Murciélago Dorado. Creado en 1930 por Suzuki Ichiro y Takeo Nagamatsu, Ôgon Bat fue protagonista indiscutible de todos los kamishibai del país. Superpoderoso y con una gran capa roja, este valeroso paladín nacido en el extinto mundo de la Atlántida (viajó en el tiempo hacia el futuro) combate a los villanos del Japón de la era Shôwa. Vive en una fortaleza en los Alpes Japoneses y sabe volar, por supuesto. Se trata de un personaje clásico de la cultura popular nipona, que décadas más tarde fue honrado como merecía a través de varias películas, una serie de anime (Khalil seguro que la conoce bien) y diversos mangas.

Estas primigenias historietas empezaban a incluir la ciencia-ficción en sus contenidos, pero fue en el terreno literario y a través de magazines especializados (como ocurría en Occidente también, por cierto) donde el género extendía sus tentáculos. Hasta que la Guerra del Pacífico puso el país patas arriba. Mientras tanto, en 1920 apareció la publicación Shinseinen, dedicada a la tantei shosetsu (relatos de detectives), que en su vertiente henkaku (con fenómenos desconocidos y misteriosos) jugueteaba con la sci-fi. Uno de los autores más relevantes de ese periodo fue el celebérrimo Edogawa Ranpo (1894-1965). Todo lo que pueda decir sobre esta bestia parda de la literatura nipona es poco.

El señor tirado en la alfombra junto a su gato es Sakyô Komatsu (1931-2011); el del cigarrillo con cara de circunstancias, Kôbô Abe (1924-1993); el calvo que empuña una pistola, Edogawa Ranpo (1894-1965); y el último de corbata es Shigeru Kayama (1904-1975). Todos ellos son adorable gentuza que a su manera colaboraron para hacer colosal la ciencia ficción japonesa. Y no fueron los únicos (mi amado Yasutaka Tsutsui no puedo dejar de mentarlo), pero uno de ellos (adivinad cuál) resulta que es el amo y señor de Gôjira (1954). Y Godzilla lo cambió todo. En realidad fueron las bombas atómicas y la ocupación estadounidense las que supusieron un auténtico tsunami en numerosos aspectos (no solo culturales), y aportaron nuevos bríos a la sci-fi. Revistas como Uchujin (1957) o SF Magajin (1959), por ejemplo, fueron las que dieron voz a estos escritores. Pero la cosa no quedó ahí.

El género alcanzó su madurez, aunque debemos aclarar que el reconocimiento unánime no llegó hasta bien entrados los años 60. Sin embargo, logró permear otras disciplinas como el cine, el cómic o el anime. La SF era ya imparable. Osamu Tezuka (1928-1989) y su trilogía Mundo perdido (1948), Metropolis (1949) y Next World (1951) fueron ya un aviso; pero fue su Tetsuwan Atomu o Astroboy (1952) el que hizo historia, tanto en tebeo como animación. Fue un antes y un después, había nacido el mecha. Lo mismo podemos decir de Gôjira y todo ese fascinante rosario de films tokusatsu y kaijû eiga que invadieron las salas de cine y, sin tardar demasiado, las pantallas de televisión de los hogares nipones con series míticas como Gekkô Kamen (1958) o Urutoraman o Ultraman (1966).

Japón tenía (¡tiene aún!) su propia visión característica de la ciencia ficción, distinta de la occidental aunque se hubiera nutrido de ella. Resultó tal fenómeno además que traspasó fronteras. Leiji Matsumoto y sus deslumbrantes space operas, Kidô Senshi Gandamu o el Mazinger Z de Gô Nagai son clásicos también en Occidente. Por no hablar de Môto Hagio, Keiko Takemiya y otras miembros del Grupo del 24, que incrustaron la sci-fi en sus mangas transformando profundamente la demografía shôjo.

Sin embargo, los 80 para la literatura del género no resultaron especialmente brillantes, aunque las light novels crecieron bastante, ya que fue el formato elegido por la mayoría de autores. El medio audiovisual fue el gran afortunado con el auge paulatino del cyberpunk, que todavía perdura. Si Hayao Miyazaki y su steampunk ecologista en Nausicaä del valle del Viento (1984) ofrecían una faceta de la sci-fi más humanizada, la revolución llegó con Akira (1982-1990) de Katsuhiro Ôtomo. Otra vuelta de tuerca al nivel del Astroboy de Tezuka. Durante esa década Japón fue el epítome de la modernidad y el progreso tecnológico desmedido, y los mangaka así lo plasmaron.

En los 90 la fiebre continuaba, y la literatura, para variar, se recuperó gracias a las contribuciones de grandes como Kenzaburô Ôe o Haruki Murakami (este ya en los dosmiles).  Y en la actualidad goza de muy buena salud, con escritores como Yûsuke Miyauchi o Tô Enjô. No obstante, si se debe recordar la última década del s. XX es por Kôkaku Kidôtai o Ghost in the Shell (1995), Neon Genesis Evangelion (1995-1996) y Cowboy Bebop (1998). Un trío mágico cuyas influencias todavía se dejan notar en la actualidad.  Por supuesto, hubo y hay bastantes más trabajos que han contribuido a hacer de la ciencia ficción japonesa una de esas maravillas donde a los otacos nos gusta perdernos, como Kiseijû (1989), Serial Experiment Lain (1998), Planetes (1999), Paprika (2006), Psycho-Pass (2012), Wombs (2016), Made in Abyss (2017)… ¡qué sé yo!

Pero os recuerdo que esta entrada es un prefacio, una introducción. Un colocar el escenario para saber por dónde nos vamos a mover. ¿Te animas con la SF este abril? Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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Liebster Award | 3

liebsterAnimepsy, desde su magnífica y flamante bitácora que os recomiendo desde ya, ha tenido el bonito detalle de nominarme al Liebster Award, ¡mil gracias, caballero! Como bien comenta él mismo, SOnC supera por una miqueta los 200 seguidores, pero es algo que se puede pasar por alto, ¿verdad? Lo importante, al menos desde mi punto de vista, es respetar la filosofía del premio:  ayudar a la difusión de blogs modestos que también tenemos mucho que aportar. ¡Pequeños (todavía) pero matones!

¿Y en qué consiste el Liebster Award? Pues para paticipar en él solo hay que seguir unas normas muy sencillas:

  • Agradecer a quién te ha nominado y seguir su blog

  • Visitar todos los blogs que han sido nominados junto al tuyo, ya que este premio trata de dar a conocer blogs con menos de 200 seguidores para que éstos crezcan

  • Responder a las 11 preguntas que te haga la persona que te nominó

  • Nominar a 11 blogs con menos de 200 seguidores y avisarles personalmente que han sido nominados 

  • Realizar 11 preguntas a los blogs nominados o pedirles que te cuenten 11 cosas personales sobre ellos

Animepsy se contenta con que escribamos 11 cosillas (con algo de sustancia, se entiende) sobre nosotros mismos, así que allá va mi decálogo +1 de secretos inconfesables…


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yiMi familia pensaba a pies juntillas que iba a ser un chico. Hasta el día que nací, yo era Unai. Pero una fría noche de primavera, apareció mi rubicunda y diminuta persona, y les chafé los planes onomásticos. Las opciones que se barajaron fueron Cécile (como mi abuela materna) o Arrako (una virgen que tiene su santuario en la zona de mi pueblo). Afortunadamente, mi madre al final escogió Beatriz, en recuerdo de una amiguita suya de la infancia que murió de meningitis.

erSoy una persona nocturna. Desde siempre. Para mí ha sido toda la vida un suplicio tener que madrugar y hacer vida durante las mañanas. Soy muchísimo más productiva, y me siento infinitamente mejor, durante la noche y la madrugada. Me he ganado bastantes veces por esta característica motes tan ingeniosos como el de «marmota», o ser considerada una persona lenta y perezosa. Sin embargo, no soy ni una cosa ni la otra, aunque me encante dormir.

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sanTengo una colección bastante grande de muñequitos y figuritas relacionadas con el mundo del cómic occidental: Poison Ivy, Tormenta, Galactus, Wonder woman, Rondador Nocturno, Juggernaut, Thor, Batman, Doctor Extraño, Jean Grey, Visión, Viuda Negra, Loki, Elektra, Magneto, Detective Marciano… ¡qué sé yo! Pero no la cuido tanto como se merece, y a menudo debo protegerla de las ávidas pezuñas de mis sobrinas.

siDetesto el verano, el sol y el calor. En ese orden. Me quemo con bastante facilidad y también tengo una propensión bastante engorrosa a que me den yuyus por el bochorno (suelo tener la tensión bajilla). Por lo que cuando llega el verano, sobre todo en el horno crematorio de Mañoland, me convierto en un engendro malhumorado que se arrastra por las calles emitiendo quejidos lastimeros.

wuNo tengo color favorito, dependiendo de mi estado de ánimo me inclino más hacia uno u otro. Hace unas semanas sentía predilección por el granate profundo. Sin embargo, en estos momentos el que más me gusta es el verde tierno, ese que brota en las yemas de los árboles durante la primavera, y que suena como un vibrante Fa mayor.

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liuSiempre que visito una población que no conozco procuro acudir a su cementerio. Me encanta el arte funerario, y soy de la opinión de que las necrópolis dicen muchas cosas interesantes de los núcleos urbanos humanos. Suelo tomar también fotos, teniendo siempre cuidado de respetar la privacidad de los difuntos (borro los nombres) y no molestar al resto de visitantes.

qiSoy asquerosamente jodida con la comida, resulto de un maniático insoportable. Desde bebé. Volvía locos a mis padres a la hora de comer, sobre todo si había filete o pescado. La mesa se convertía en un auténtico campo de batalla porque no quería comerlos, me daban un asco tremendo (me lo siguen dando). Por otro lado, existen pocas verduras, frutas o legumbres que no me entusiasmen. El plátano, quizá. Blegh. Sin embargo, no me considero vegetariana.

baMe encanta escribir cartas. Sí, esas cosas que se garabatean con un boli sobre un papel, se doblan, se meten en un sobre y se envían por correo. Mantengo corresponcencia solo con dos personas (los demás, comprensiblemente, se han ido retirando), y cuando me voy de viaje siempre envío postales a las personas que quiero. Últimamente no resulta tan sencillo, en algunos países eso de encontrar sellos y un buzón es toda una aventura.

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jiuSoy una persona bastante introvertida y tímida, por no decir extremadamente desconfiada. No suelo hablar mucho, y mi aspecto en general es huraño (también es verdad que tengo un genio fuertecito). Sin embargo, cuando me pongo a escribir soy una locomotora y suelto unos rollos macabeos de impresión. También soy muy despistada, lo que me ha ocasionado más de un disgusto serio.

shiUna pieza musical por la que he sentido desde niña muchísima afinidad y que pienso que expresa en cierta forma mi manera de ser es la siguiente:

shiyiDe pequeña me gustaba subirme a los árboles, era toda una experta trepadora. Ahora no tengo muchas ocasiones de hacerlo, pero estar ahí tranquilamente sentada sin que nadie me molestara, observando el panorama o simplemente leyendo, era uno de mis placeres infantiles. También me entusiasmaba pasear sola por el monte, aunque había un momento al año en el que no me importaba la compañía (de hecho era muy divertido ir con amigos): finales de septiembre ¡para coger setas! En eso soy un poco hobbit, ¡siento debilidad por ellas! :3

Nominaciones

Como estos días mucha gente ha estado realizando ya el tag, no sé muy bien a quién nominar. Si ya lo has finiquitado hace poco, mis disculpas. Si no, tampoco es una obligación hacerlo. El Liebster Award tiene un hermano mayor llamado Best Blog Award que puede otorgarse a bitácoras de más de 200 seguidores, por lo que nominaré indistintamente a bitácoras grandes y pequeñas. Como no deseo que nadie responda a algo que no le apetezca contar, me uno al equipo de Animepsy y solo pido que escribáis 11 curiosidades sobre vosotros mismos. Y aquí van mis elegidos:

Pau del Blog de una Pauutopía

Jiro de Análisis Manga

Khalil del Kafé Khalil

Darío de Cuatro torbellinos parlantes

Sr. Pazos de Serial Experiments

Jane y Umibe de El Destino de la Flor de Cerezo

Mr. Boketto de El Tengu de Papel

Mu de Entre sábanas y Almohadas

Rizen de El Agua es blanca

Shelly de The shattered feeling

Tengo una memoria desastrosa así que, por favor, no os sintáis ofendidos si me he olvidado de alguno de vosotros. Estáis totalmente nominados por mi parte aunque mi cerebro defectuoso no se haya acordado. De verdad de la buena. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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La Belladona de la Tristeza

A estas alturas del partido, imagino que los escasos lectores que se pasean por estos lares ya se habrán percatado de mi inclinación natural por las bizarradas. De la que voy a escribir hoy puedo decir que es una de las más elegantes. ¿Cómo llegue hasta ella? Pues gracias a mis torpes pesquisas sobre Manga no Kamisama. Descubrí que, en la década de los 70, Tezuka estuvo involucrado en un proyecto llamado Animerama, el cual vio la luz en sus estudios de por entonces, Mushi Pro. Animerama es una trilogía fílmica, dirigida al público adulto, de contenido sexual potente. Y a partir de ella, podemos afirmar que manaron las trombas de hentai que plagan el universo de la animación japonesa.

Senya Ichira Monogatari (1969) y Cleopatra (1970) gozaron de la intervención directa de Tezuka, pero la última y estrella de hoy, Kanashimi no Belladonna (1973), NO. Creo sinceramente que su ausencia benefició a la película, porque las dos primeras tienen bastante de ese aire pueril que a veces se gastaba Manga no Kamisama, y no han soportado bien el paso del tiempo. La Belladona de la Tristeza es otro cantar. Pero muuuuy distinto, y además tuvo como animador a Seiichi Hayashi, del cual ya conté algo previamente aquí.

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哀しみのベラドンナ

Hay que prepararse bien a la hora de ver esta película. No se parece a nada de lo que hayáis catado hasta ahora. Sí, en Utena se perciben sus influencias (una barbaridad), pero continúa siendo una extravagancia, incluso en la actualidad. Si habéis visto El Topo (1970) de Jodorowsky, podréis reconocer una parte de la melodía. Belladonna of sadness no es una marcianada ininteligible, el argumento es muy claro y el desarrollo de la historia también; es su manifestación la que es única. Fue una obra incomprendida en su época y el canto del cisne de la productora de Tezuka, Mushi Pro. Manga no Kamisama era, ante todo, artista y después… bastante después, hombre de negocios. Buscaba, tanto a través del manga como la animación, libertad creativa. Para ello necesitaba dinero, que conseguía de sus célebres obras dirigidas al público infantil y juvenil. Pero no hay que llevarse a engaño: disfrutaba trajinando en ambos registros. Animerama, a pesar de ser un proyecto original y distinto, supuso un gran gasto económico que no se vio compensado por ganancias en absoluto. Fue una sangría que, unida a ruindades internas en la productora y el desinterés de Tezuka, llevaron a la bancarrota a Mushi Pro. Kanashimi no Belladonna se llevó a cabo casi por puro orgullo; todo el mundo sabía que los estudios no podían financiar la obra, no obstante, y con Osamu ya fugado del lugar, se terminó. Quizás por eso la película también está impregnada de la melancolía de los que trabajaron en ella, conscientes de que iba a ser la última. Quizás por ello su animación es parca, y lo que predominan son los planos estáticos de las extraordinarias ilustraciones de Kuni Fukai.

Actualmente no sé yo si es apreciada como debiera, por lo que sigue abandonada en el cajón de los experimentos fallidos. Experimental, avant-garde y todos los adjetivos que se os ocurran del estilo, ES; que no está hecha para el éxito masivo también es cierto, y que a la mayoría de la gente la deja con el culo torcido… pues también. Pero a pesar de no ser perfecta y tener defectos llamativos, es una obra que supuso un esfuerzo valiente de creatividad y pericia. Es un hito al que tener en cuenta seriamente.

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Kanashimi no Belladonna cuenta una historia poco sorprendente: durante la Edad Media, los enamorados Jean y Jeanne desean casarse, pero se topan con las dificultades propias del campesinado. Esas dificultades son la falta de riqueza y, principalmente, el típico señor feudal malnacido. Este hijo de la grandísima puta, ejerce su derecho de pernada sobre Jeanne y la viola sin contemplaciones. Pero no queda todo allí, su amado Jean comienza a odiarla por lo sucedido, dejando a Jeanne en una condición psicológica insostenible. En ese estado de vulnerabilidad y desolación, donde el sufrimiento la está consumiendo, hace acto de presencia un diminuto personaje que, lentamente, irá creciendo y manipulando los sentimientos de Jeanne. El resto os lo podéis figurar, Junketsu no Maria es una gansada en comparación.

La Belladona de la Tristeza pulsa las teclas de la crueldad, la injusticia, la traición, el chantaje, la envidia… Habla del enorme poder del sexo y su malinterpretación histórica; de la pasividad femenina y el castigo que recibe cuando se libera y transforma en acción. Y vuelvo a recordar: hay sexo en esta obra. Mucho. Y en el fondo tooooda la película va de eso, pero sin pornografía. La visión que se tiene de él, es la propia de la época; y posee ciertas pretensiones reivindicativas feministas que, desde nuestra visión contemporánea, resultan más que ingenuas, torpes. Pero siempre lo subrayo: no suele ser acertado juzgar obras del pasado desde el punto de vista actual.

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No es conveniente tampoco abordar esta obra en plan gandul, porque exige temple y mente abierta. No fue concebida para un gran público, y puede resultar incómoda por los sentimientos que despierta. Porque en realidad es un viaje emocional… aunque sea a través de un argumento bastante normalito. Su original presentación, la cadencia y ritmo (a ratos parece un videoclip) donde la música tiene un papel imprescindible, el rico simbolismo y la tragedia que relata, están construidos específicamente para remover de lo lindo. Es un producto de salvaje imaginación, de belleza opulenta; pero que fácilmente puede atragantarse si no se mastica bien. Su baza principal es la gran expresividad de un arte primoroso, ejecutado y canalizado con sutileza… pero que requiere perseverancia.

En Kanashimi no Belladonna además encontramos muchas influencias del arte occidental: las desinhibidas serpientes de agua y ondinas de Klimt, los cuerpos descoyuntados de Schiele, la psicodelia decadente de los 70 o la exuberancia de mi admirado Philippe Druillet. No en vano, la película es una adaptación libre de la obra literaria francesa La Sorcière (1862) del historiador Jules Michelet, del que recoge también una visión compasiva del paganismo, la crítica al fanatismo medieval y un homenaje muy particular a Juana de Arco. Se trata de una bonita flor venenosa, que si no se recolecta con guantes, puede producir una buena urticaria.

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¿Recomiendo Belladonna of Sadness? Oh, por supuesto, pero hay que saber bien a lo que uno se enfrenta. Puede resultar un poco pretenciosa, a veces perversa y siempre extraña. Ya solo por su singularidad merece la pena verla; pero no se trata ni de una tarta de chocolate ni de un plato de spaghetti, esto son angulas con muuuucha guindilla.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.