Este verano de 2019 está siendo espantoso a nivel personal. Médicos, pruebas, análisis, hospitales, quirófanos, puntos, grapas y convalecencias. No solo mías (ojalá). Y porque para qué vamos a darnos un respiro si se puede averiar el ascensor de tu casa durante cuatro semanas (viviendo en un sexto), y quedarte sin internet ad infinitum. Ya que nos ponemos, pues redondeamos la putada, ¿no?
Pero los centros comerciales tienen compasivos wifis gratuitos, y con un poco de esfuerzo (putasescalerasdemierda), he querido recordaros que se cumplen cinco años de SOnC. Porque este blog sigue siendo parte de mí, es mi casa. Y aunque la salud y las circunstancias no están acompañando, os hago saber que continuamos por aquí (un poco maltrechos). Y que la intención es regresar. Con nuevos contenidos y entradas, por supuesto.
Y a falta de un solo cartelito, estos cinco años los vamos a celebrar con cuatro aberraciones visuales. A cual más terrible, pero que durante su confección he pasado un buen rato (falta me hacía). Espero poder encontrarme pronto mejor y volver a la carga, porque estar malita es un asco. Mientras, quiero celebrar con vosotros estos 1826 días de bitácora.
Este mes de abril, tal como hemos anunciado en nuestras redes sociales (twitter, facebook, instagram), SOnC lo va a dedicar a la ciencia ficción. Se trata de uno de mis géneros predilectos, junto a la narrativa de terror y la literatura fantástica. De hecho, en no pocas ocasiones se entremezclan, haciendo que algunas obras sean híbridos perfectos de sobrecogedora presciencia e insondable horror. MUAHAHAHA. En la presente bitácora podéis encontrar abundantes entradas dedicadas a la SF (tag sci-fi), así que para los habituales no habrá resultado ninguna sorpresa esta iniciativa. Si en octubre Sin Orden ni Concierto venera el terror y en noviembre se viste de noir, en abril escudriñamos las boiras del futuro. Y julio lo consagraremos a la fantasía, claro, aunque me temo que eso también es adelantarme demasiado. Quién sabe lo que puede suceder de aquí al verano.
Pero regresando a lo que nos atañe, en esta nueva sección anual (y van…)Abril de ciencia ficción, escribiré, haciendo honor al nombre del blog, de lo que me vaya apeteciendo. No he seleccionado los trabajos a reseñar todavía, por lo que hay espacio para vuestras sugerencias; aunque sí tengo claro que abarcarán diversas disciplinas: cine, manga, anime, literatura o whatever. Y no todas serán obras maestras, habrá de todo un poco, ya que prefiero dejar abierta la puerta a la improvisación. Un poquito de caos en la vida siempre viene fenomenal.
¿Es abril una elección arbitraria por mi parte? En absoluto. Abril es un mes importante en el mundillo de la ciencia ficción. En abril de 1908 nació la primera revista de la historia dedicada a tecnología: Modern Electrics. En abril también, pero de 1911, en ese mismo magazín se fue publicando por entregas la visionaria novela de anticipación Ralph 124C 41+: A Romance of the Year 2660, cuya calidad literaria podríamos considerar… vacilante (ejem). Y, finalmente, en abril de 1926, vería la luz la trascendental Amazing Stories, publicación cuya devoción a la SF fue exclusiva, ¡y que todavía permanece en activo!
¿Quiénes fueron los artífices de tamaña gesta? Pues solo una persona: Hugo Gernsback. Este luxemburgués nacionalizado estadounidense fue el fundador y director de Modern Electrics y Amazing Stories. Y el autor de Ralph 124C 41+: A Romance of the Year 2660. No se prodigó demasiado como escritor, porque sus talentos eran otros, y fue el principal impulsor del género. Hasta registró legalmente el término sciencefiction, y estableció sus cimientos básicos: narrativa, información científica y predicción. Por supuesto, el paisaje se fue ampliando, abarcando temáticas como la invasión de fuerzas externas a la humanidad (otros planetas, otras dimensiones, otros tiempos), cambios en la sociedad producidos por la ciencia y el desarrollo tecnológico, o la modificación tecnológica del ser humano, incluyendo la creación de inteligencia artificial.
Junto a Julio Verne y H.G. Wells, Gernsback es considerado «el padre de la ciencia ficción». Aunque también H.P. Lovecraft o Clark Ashton Smith lo bautizaron como «Hugothe rat«, por su costumbre de pagar muy poco (o nada) a sus autores. A estas alturas imagino que habréis deducido muy sagazmente (o lo sabíais de sobra) que Mr. Gernsback es el responsable de que los galardones más importantes de sci-fi lleven su nombre: los premios Hugo.
Sí, este señor es Hugo Gernsback con unas gafas para ver la televisión (1963) y con su Aislador o Isolator, que como el nombre indica, servía para eliminar todo ruido exterior y estimular la concentración (1926). Mr. Gernsback fue un hombre ingenioso y con la mirada dirigida siempre hacia el futuro. Sin él la ciencia ficción no sería tal como la conocemos. Al menos en Occidente. Porque, efectivamente, en Japón la senda de este género discurrió por otros parajes. Muy cercanos, incluso llegando a confluir con la de los baka gaijin pero, como era de esperar, con sus propias particularidades. Japan is different, camaradas otacos.
Siendo SOnC un blog enfocado en Japón y a raticos también en otros países de la Asia Oriental, era obligatorio que os ofreciera una pequeña introducción al fascinante mundo de la ciencia ficción nipona. Si os interesa mucho el tema, os recomiendo desde ya el volumen Destellos de luna. Pioneros de la ciencia ficción japonesa de Daniel Aguilar, que Satori (amor, amor infinito) publicó en 2016. Es una jodida maravilla, palabra de otaca demente. Por supuesto, de la misma editorial, no podéis perderos tampoco Japón Especulativo, una compilación bastante curiosa de 15 relatos de fantasía y ciencia ficción.
Este señor del bigote que sonríe levemente es Shunrô Oshikawa (1876-1914) y la bonita ilustración del zepelín corresponde a una de sus obras: Competitive Lunar Exploration (1907). Se trata de uno de los pioneros absolutos de la literatura de ciencia ficción en Japón, así como de la de detectives (suiri shôsetsu). ¿Podríamos considerar inaugurada la sci-fi en las islas con su Kaitô bôken kitan: Kaitei gunkan (1900)? Desde mi punto de vista esa sería una afirmación bastante arriesgada, sobre todo teniendo en cuenta que muchas características del género brotan con naturalidad en su propia mitología y folclore, apareciendo en cuentos clásicos como el de Urashima Tarô, recopilado por primera vez en el pretéritoNihongi (720); o el ya bien conocido en Occidente Taketori monogatari o Kaguya-hime monogatari, del s. X. Sin embargo, el título de «padre de la ciencia ficción japonesa» le corresponde a Unno Jûzô (1897-1949), cuyo nom de plume era Sano Shôichi.
La ciencia ficción aterrizó en Japón durante la era Meiji, la apertura del país al exterior hizo que se inundara de un nuevo mundo cultural, científico y tecnológico que los japoneses absorbieron con avidez. La actualización del Estado era un imperativo, y en ese ambiente de progreso e industrialización la sci-fi medró muy rápido. Los trabajos de Julio Verne fueron aceptados con entusiasmo; y muchos de los dilemas morales que planteaba expresaban con nitidez algunas de las inquietudes que los japoneses estaban afrontando: la disputa del clásico binomio tradición vs. modernización, miedo a la pérdida de la identidad nacional, etc. Este tipo de ansiedades, por otro lado lógicas, fueron canalizadas con naturalidad por la ciencia ficción. Y el género enraizó con fuerza. Sin embargo, hay que matizar que no fue hasta la II Guerra Mundial que empezó a ser tomado verdaderamente en serio. Hasta entonces se consideró más bien pseudoliteratura dirigida al público joven.
Las ilustraciones que veis pertenecen al primer superhéroe comiquero de la historia, que no fue Superman, sino este Ôgon Bato Murciélago Dorado. Creado en 1930 por Suzuki Ichiro y Takeo Nagamatsu, Ôgon Bat fue protagonista indiscutible de todos los kamishibai del país. Superpoderoso y con una gran capa roja, este valeroso paladín nacido en el extinto mundo de la Atlántida (viajó en el tiempo hacia el futuro) combate a los villanos del Japón de la era Shôwa. Vive en una fortaleza en los Alpes Japoneses y sabe volar, por supuesto. Se trata de un personaje clásico de la cultura popular nipona, que décadas más tarde fue honrado como merecía a través de varias películas, una serie de anime (Khalil seguro que la conoce bien) y diversos mangas.
Estas primigenias historietas empezaban a incluir la ciencia-ficción en sus contenidos, pero fue en el terreno literario y a través de magazines especializados (como ocurría en Occidente también, por cierto) donde el género extendía sus tentáculos. Hasta que la Guerra del Pacífico puso el país patas arriba. Mientras tanto, en 1920 apareció la publicación Shinseinen, dedicada a la tantei shosetsu (relatos de detectives), que en su vertiente henkaku (con fenómenos desconocidos y misteriosos) jugueteaba con la sci-fi. Uno de los autores más relevantes de ese periodo fue el celebérrimo Edogawa Ranpo (1894-1965). Todo lo que pueda decir sobre esta bestia parda de la literatura nipona es poco.
El señor tirado en la alfombra junto a su gato es Sakyô Komatsu (1931-2011); el del cigarrillo con cara de circunstancias, Kôbô Abe (1924-1993); el calvo que empuña una pistola, Edogawa Ranpo (1894-1965); y el último de corbata es Shigeru Kayama (1904-1975). Todos ellos son adorable gentuza que a su manera colaboraron para hacer colosal la ciencia ficción japonesa. Y no fueron los únicos (mi amado Yasutaka Tsutsui no puedo dejar de mentarlo), pero uno de ellos (adivinad cuál) resulta que es el amo y señor de Gôjira (1954). Y Godzilla lo cambió todo. En realidad fueron las bombas atómicas y la ocupación estadounidense las que supusieron un auténtico tsunami en numerosos aspectos (no solo culturales), y aportaron nuevos bríos a la sci-fi. Revistas como Uchujin (1957) o SF Magajin (1959), por ejemplo, fueron las que dieron voz a estos escritores. Pero la cosa no quedó ahí.
El género alcanzó su madurez, aunque debemos aclarar que el reconocimiento unánime no llegó hasta bien entrados los años 60. Sin embargo, logró permear otras disciplinas como el cine, el cómic o el anime. La SF era ya imparable. Osamu Tezuka (1928-1989) y su trilogía Mundo perdido (1948), Metropolis (1949) y Next World (1951) fueron ya un aviso; pero fue su Tetsuwan Atomu o Astroboy (1952) el que hizo historia, tanto en tebeo como animación. Fue un antes y un después, había nacido el mecha. Lo mismo podemos decir de Gôjira y todo ese fascinante rosario de films tokusatsu y kaijû eiga que invadieron las salas de cine y, sin tardar demasiado, las pantallas de televisión de los hogares nipones con series míticas como Gekkô Kamen (1958) o Urutoraman o Ultraman (1966).
Japón tenía (¡tiene aún!) su propia visión característica de la ciencia ficción, distinta de la occidental aunque se hubiera nutrido de ella. Resultó tal fenómeno además que traspasó fronteras. Leiji Matsumoto y sus deslumbrantes space operas, Kidô Senshi Gandamuo el Mazinger Z de Gô Nagaison clásicos también en Occidente. Por no hablar de Môto Hagio, Keiko Takemiya y otras miembros del Grupo del 24, que incrustaron la sci-fi en sus mangas transformando profundamente la demografía shôjo.
Sin embargo, los 80 para la literatura del género no resultaron especialmente brillantes, aunque las light novels crecieron bastante, ya que fue el formato elegido por la mayoría de autores. El medio audiovisual fue el gran afortunado con el auge paulatino del cyberpunk, que todavía perdura. Si Hayao Miyazaki y su steampunk ecologista en Nausicaä del valle del Viento (1984) ofrecían una faceta de la sci-fi más humanizada, la revolución llegó con Akira (1982-1990) de Katsuhiro Ôtomo. Otra vuelta de tuerca al nivel del Astroboy de Tezuka. Durante esa década Japón fue el epítome de la modernidad y el progreso tecnológico desmedido, y los mangaka así lo plasmaron.
En los 90 la fiebre continuaba, y la literatura, para variar, se recuperó gracias a las contribuciones de grandes como Kenzaburô Ôe o Haruki Murakami (este ya en los dosmiles). Y en la actualidad goza de muy buena salud, con escritores como Yûsuke Miyauchi o Tô Enjô. No obstante, si se debe recordar la última década del s. XX es por Kôkaku Kidôtai o Ghost in the Shell (1995), Neon Genesis Evangelion(1995-1996) y Cowboy Bebop (1998). Un trío mágico cuyas influencias todavía se dejan notar en la actualidad. Por supuesto, hubo y hay bastantes más trabajos que han contribuido a hacer de la ciencia ficción japonesa una de esas maravillas donde a los otacos nos gusta perdernos, como Kiseijû (1989), Serial Experiment Lain (1998), Planetes (1999), Paprika(2006), Psycho-Pass(2012), Wombs (2016), Made in Abyss (2017)… ¡qué sé yo!
Pero os recuerdo que esta entrada es un prefacio, una introducción. Un colocar el escenario para saber por dónde nos vamos a mover. ¿Te animas con la SF este abril? Buenos días, buenas tardes, buenas noches.
Ya ha pasado un año completo. O casi, faltan unos días todavía. Pero la idea de cómo ha sido este 2018 en términos de animación ya la tenemos todos más o menos clara, ¿verdad?. En SOnC al menos sí. Por lo que aquí tenéis las cinco series que más me han gustado y las cinco que más me han decepcionado. No incluyo largometrajes, eso para otro día. Como realizar este tipo de entradas me aburre muchísimo, al final he acabado reduciéndolas a una única anual: la presente. Por eso voy a añadirle una novedad, que consiste en hacer un pequeño adelanto de lo que se avecina este 2019. Siempre dentro de lo que he podido fisgar, porque desconozco los anime que todavía no han sido anunciados. Y alguno más que seguro se me ha escapado del radar.
Así que con este postmato dos pájaros de un tiro, y me olvido hasta dentro de doce meses de volver a escribir tostones. No obstante, en las Otakus Treintañeras iré dejando caer mis impresiones de las diversas temporadas junto a mis compis Pau y Magrat. Por lo que todo se encuentra perfectamente cubierto, camaradas otacos.
«Dos mujeres caminan bajo la nieve» (circa. 1750) de Suzuki Harunobu
2018 ha sido uno de esos años «cuesta abajo». Que empiezan bastante bien, se mantienen unos mesecillos y luego se precipitan a los abismos del Tártaro. No creo que haya sido en general peor que otros anteriores, pero para mí ha ido perdiendo lustre de forma manifiesta. Eso sí, lo que ha tenido de especial este 2018 es que los anime que han sobresalido lo han hecho por ser bastante singulares, distintos a lo acostumbrado. Ha sido una verdadera apuesta por la originalidad y la innovación, por intentar ofrecer algo diferente. Y se agradece el esfuerzo.
Lo bueno de ir cumpliendo años es que ya no desperdicias tanto tiempo con las cosas que no consiguen transmitirte nada (básicamente porque los momentos de esparcimiento son escasos), y la selección de material, por narices, tiene que ser más estricta. A causa de esto, es probable que echéis de menos series que os hayan entusiasmado, que mi criterio no coincida para nada con el vuestro. Es muy posible, de hecho. Sin embargo, y como siempre indico, esta es mi opinión. Y mi opinión no insulta a vuestra madre ni a vuestro perro ni a vuestro mejor amigo; solo es un juicio personal más entre los millones que burbujean por internet. Si no os agrada, podéis darle a la X del vértice superior derecho, y todos continuaremos nuestras vidas con alegría. De verdad de la buena.
Os recuerdo que son mis favoritos, y no tienen por qué coincidir con los que considero mejores. Ese sería otro tipo de listado. Tampoco siguen un orden en particular, simplemente irán cayendo conforme los vaya recordando. Empecemos.
Nada más comenzar el 2018, Masaaki Yuasa nos regaló, como dos bofetones bien estampados, uno de los anime del año. Un arranque fuerte, realmente fuerte. Podéis leer la reseña que le dediqué aquí. Devilman: crybaby no es solo un remake de la obra de Gô Nagai, es su actualización a los tiempos que corren, pero con gran lealtad al manga. Es la historia de cómo el mundo se va al carajo gracias al enorme esfuerzo conjunto de humanos y demonios. Porque todos contribuyen con su granito de arena al festival de sexo, violencia y destrucción.
No es un anime para pusilánimes, tanto por su salvaje historia como puesta en escena, que es espectacular: un derroche de fantasía y psicodelia feroz como no se ha visto en tiempo. Yuasa da un paso atrás para rendir pleitesía al clásico del tebeo, elige voluntariamente refrenar muchos de sus tics para centrarse en rejuvenecer y expandir la obra de Nagai. Es el trabajo menos Yuasa de los que ha realizado, aun así su característico buen hacer es perceptible. Sin duda, uno de los productos más destacados de este 2018. Guste o no.
Le eché el ojo a este anime de inmediato. Una de esas pocas ocasiones en las que mi olfato de perdiguero de Burgos atrofiado no ha fallado demasiado en las impresiones previas. Tenía dos cosas que me atraían: una expedición a la Antártida (¡viva la aventura!) y la dirección de la siempre estupenda Atsuko Ishizuka, que afortunadamente para todos, se está situando como una de las mentes creativas más importantes del panorama del anime actual. El hecho de que todas las protagonistas fueran chicas me hizo desconfiar un poco, no por ellas mismas, sino porque los japoneses aún conservan cierta tendencia a endilgar de serie cursiladas a los personajes femeninos. Como ya comenté por aquí, una historia sobre «adolescentes monas que se van de excursión al Polo Sur» podía convertirse en munición pesada dirigida directamente a mi circuito cerebral del sueño.
Pero Sora yori mo Tôi Basho nos demostró que pueden existir series con chicas de protagonistas que se comporten, sencillamente, como seres humanos. Sin espantosos melodramas juveniles con romance a dolor, sin venta de carne al por mayor para goce exclusivo masculino, o supermujeres con efluvios de testosterona. Nada de eso. Personas normales y corrientes. Un grupo de adolescentes que decide abrirse camino en el mundo con tesón y el indispensable apoyo que la amistad brinda. Una historia bien articulada, un elenco sólido y diverso, y una excelente dirección han hecho de Sora yori mo Tôi Basho una de las sorpresas más agradables de este 2018, cuya reseña podéis leer aquí.
Gaikotsu Shotenin Honda-san | Trailer| slice of life, comedia | 12 capítulos| DLE
|★★★1/2
Aquí he hecho un poquitín de trampa. Pero solo un poquitín, ¿eh? He unido dos anime de duración cortita en un mismo bloque. Tienen muchas cosas en común, como una producción discreta pero gran ingenio a la hora de aprovechar sus recursos; la comedia disparatada, su naturaleza episódica, y que van dirigidos a un público con cierto bagaje ya en cultura popular japonesa. Series para otacos ilustrados, otacos gafapasta (jojojo) o, simplemente, otacos un poco chiflados.
Pop Team Epic es una deliciosa locura posmoderna, de humor surrealista y satírico, en el que se ríen de todo y de todos. Hasta de ti. Se autoparodian continuamente y les gusta experimentar, espolvoreando como Campanilla purpurinas de irreverencia. Otro de los tesoros invernales de este 2018, disfruté mucho con sus chaladuras. Gaikotsu Shotenin Honda-san es mucho menos ambiciosa, pero es lo único que estoy viendo de los anime otoñales: la serie superviviente. Es divertida, irónica, veloz y un auténtico oasis de la risa para la otaquería más exigente. Y esas continuas referencias a clásicos del manga son impagables; pero no solo eso, la caricatura del mundo editorial, el microcosmos de la tienda y los eternos arquetipos de cliente resultan hilarantes. Un par de anime refrescantes y originales para todos aquellos que quieran desconectar de series más convencionales.
El cerebro tras esta serie tan peculiar es la genialosaMari Okada, y aunque no todo lo que su varita mágica ha tocado me gusta, con Hisone to Maso-tan me ha convencido por completo. Tenéis la reseña que escribí aquí, por lo que tampoco voy a alargarme demasiado ahora. Se trata de un slice of life neto, pero en un contexto militar con toques de comedia y una fuerte presencia de fantasía y folclore japonés. Una mezcolanza de lo más vistosa, sin duda. Y efectiva, porque es uno de los anime más curiosos del 2018. De hecho, es portentosa a la hora de plasmar la posición de la mujer en la sociedad japonesa. Os adelanto que no es muy buena.
Aparte de los interesantes apuntes sociológicos, Hisone to Maso-tan es entretenida y con unos maravillosos diseños de trazo cándido que le debemos a Yoshiyuki Itô. ¡Gracias! Porque uno de los fuertes de esta serie, precisamente, es el arte y la animación, que rinden pleitesía al mundillo del cómic, y se esmeran por brindarle una chispa analógica la mar de entrañable. Un amor de anime, aunque no sea perfecto (ni falta que hace).
Banana Fish es carne de Manga vs. Anime. Lo está pidiendo a gritos. Y caerá, claro que caerá. Por eso no me extenderé ahora mucho. Es una obra clásica del shôjo que rompió moldes. Continúa siendo sorprendente en la actualidad, incluso puede llegar a despistar. Porque aunque se trata de un anime que trabaja abiertamente la violencia (muuuucha violencia, otaquería), las mafias y bajos fondos, mantiene la típica idealización de la demografía, con sus argumentos rocambolescos, personajes trágicos y emociones desbocadas. Banana Fish es una flor rara que en manos de la directora Hiroko Utsumi ha florecido de manera espléndida. Si os está gustando, yo no me lo pensaría mucho y me lanzaría a por el manga de Akimi Yoshida. Es una maravilla, ¡su arte me tiene enamoradita!
Y finalizo los fave ones con una mención especial para Hataraku Saibô, que ha hecho con sus aventuras de espíritu pedagógico, herederas del clásico europeo Il était une fois… la Vie (1986), nuestro verano mucho más llevadero. Para los otacos que nos estábamos muriendo del asco por la terrible sequía animesca estival, ha resultado una pequeña alegría. Luzbel la bendiga.
Aquí van mis mayores decepciones de este 2018. Un par de series las terminé porque albergaba diminutos resquicios de esperanza (soy una romántica, ains; mentira, es terquedad), pero continuaron siendo grandes chascos. Esperaba muchísimo más de ellas, una lástima.
Violet Evergarden
Trailer | Fantasía, melodrama, slice of life | 13 episodios | Kyoto Animation| ★★1/2
Schmaltzy. Del yiddish shmalts ‘grasa de animal derretida’. Exageradamente emotivo. Sentimiento cursi, pasión grandiosa acompañada de un exceso de sensiblería.
Ese adjetivo es el que mejor define Violet Evergarden. Y esa fastuosidad emocional va acompañada de una no menos espectacular puesta en escena. Porque todo en este anime es grandilocuente. La idea de la que parte es muy buena, y KyoAni ha sabido estar a la altura con una animación preciosa y cuidada. Pero el abuso de sentimentalismo lo convirtió para mí en un plato empalagoso, totalmente incomestible. No me importa echar un par de lloros de vez en cuando, creo que hasta es sano. Sin embargo, Violet Evergarden me saturó hasta la náusea. Una tiene sus límites. Y la historia, además, se estaba tornando de un predecible bastante fastidioso. Así que tuve que decirle adiós. Ya no tengo el cuerpo para cierto tipo de caramelitos pegajosos que, además, no me aportan nada.
Cada vez que intentan animar una obra de mi querido Junji Itô, acaban realizando una chapuza suprema. Se me saltan las lágrimas de la aflicción ¡¡¡AAAYYY!!! La he visto entera, claro, para hacer la experiencia masoquista más completa. Imagino que la pobre Shinobu Tagashira habrá hecho lo que ha podido, porque las historias que ha seleccionado son todas verdaderas joyitas. No obstante, si el presupuesto con el que se cuenta no resulta muy alto y la adaptación que se escribe pueril, no sirve de nada tener una buena materia prima. Itô Junji: Collection es un anime deshilvanado y tristón, bastante mediocre. Solo recomendable como curiosidad para los fans del mangaka. Es una serie que no aconsejo ni para familiarizarse con los tebeos de Itô, solo puede estropear la futura lectura. Así que si no has leído nada de él, no roces ni con un palo esta lastimosa criatura.
Wotaku ni Koi wa Muzukashii
Trailer | Comedia, romance, slice of life | 11 episodios | A-1 Pictures| ★★☆☆☆
Si hay algo por lo que no paso es por el aburrimiento. Si un anime no me distrae un mínimo, su destino es la cruel actividad del escaparre, que consiste en quitar garrapatas al ganado, por si no lo había aclarado alguna vez. Y a Wotaku ni Koi wa Muzukashii lo mandé a escaparrar pasados cuatro o cinco capítulos. Es cierto que no hay muchas series cada temporada dedicadas al público adulto, pero es que cositas insustanciales como esta tampoco contribuyen a mejorar el panorama.
La comedia ligera, si es demasiado ligera y además aderezada con personajes que son un cliché del cliché del cliché, se convierte en una farsa insulsa. Y anodina. Por mucho que se esfuercen en colar algunas referencias o la clásica autoparodia, el conato de acercarse a la otaquería de cierta edad queda en eso: en un intento. Y lo que permanece en el fondo solo es el sempiterno tedio del romance. Podrían haberse esforzado un poquito más, tampoco lo tenían tan difícil.
Happy Sugar Life comenzó siendo un enigma, una serie enfermísima con la capacidad de convertirse en uno de los anime más poderosos del año… o caer en los tentáculos de la más infecta ignominia. Y sucedió lo segundo, por supuesto. El género de terror es uno de los más complicados de manejar, sobre todo cuando se toma la decisión de tomar el sendero de la psiquiatría. Happy Sugar Life traspasó el límite de la comedia, donde el horror todavía puede mantener cierta dignidad, para acabar en el ridículo y lo grotesco. Porque ni su aparente comedia es efectiva ni sus extravagancias poseen lógica interna; simplemente es una escalada de desvaríos que pretenden pasar por inteligentes. Qué pena que una serie con un potencial tan enorme haya quedado en un alarde pretencioso. Qué pena. Esta ha sido, sin duda, mi mayor desilusión del 2018.
Tsurune: Kazemai Kôkô Kyûdôbu
Trailer | Spokon, shônen, slice of life | 13 episodios | Kyoto Animation| ★★1/2
Los lectores veteranos de SOnC ya sabréis que el spokon y servidora no solemos hacer buenas migas. Hay excepciones (Ping Pong, Chihayafuru, Sangatsu no Lion, Ashita no Joe, Haikyû! y alguna cosa más), pero no es lo mío. Me duermo. Literalmente. En Tsurune deposité ciertas esperanzas porque trabaja una de las artes marciales japonesas que más me gustan, el kyûdô; sin embargo, ha resultado ser más de lo mismo. El enésimo shônen deportivo con los pronosticables traumas, los habituales arquetipos y las consabidas dinámicas personales. Las chicas, como siempre, aparecen como el tradicional recurso decorativo. Y mucho rollo de la fuerza de la amistad, el valor de la disciplina y la perseverancia, y blablablá. Qué sueño, parfavar.
Tsurune podría haber sido otra cosa, pero KyoAni decidió no arriesgar y apegarse a los parámetros más clasicotes del spokon. Contentará a la mayoría de los fans de los estudios y del género; pero a espectadores más exigentes probablemente sepa a poco. A mí directamente me manda a la cama. Todavía quedan unos cuantos capítulos y puede sorprender con una remontada; pero a servidora ya la han perdido.Tsurune=siesta.
No voy a alargarme demasiado con lo que he oteado en el horizonte del 2019, pero alguna cosilla tengo que destacar. Porque es imposible no hacerlo. Voy a señalar solo las series que espero con muchas ganas; anime que me ha dado una impresión más comedida lo dejo para esa dimensión paralela donde Sho-Shikibu es más paciente y organizada.
¿Por dónde empezar? Pues por las continuaciones. Segundas, terceras temporadas que aguardo con ilusión y que deseo que no se descalabren por el camino. El 7 de enero inauguramos el año con la segunda temporada de Mob Psycho 100. Un comienzo fuertecito, como a mí me gusta. Y estoy muy ansiosa por empezar con ella, es un trabajo que me convence mucho más que One-Punch Man (que también me gusta, ojo), quizá porque el tema sobrenatural me tira bastante.
En primavera, en concreto en abril, nos aguarda la largamente esperada tercera entrega de Chihayafuru. Uno de los escasos spokon que soporto, y no solo aguanto, sino que disfruto muchísimo. Con esta serie (bueno, en realidad con el manga) he aprendido un montón sobre cultura tradicional japonesa, por no hablar de que tengo unas ganas locas de reencontrarme con Chihaya y Taichi (¡muere, Arata! bueno, no, los megane me parecen tan monos…). Deseo con toda la intensidad de mi tenebroso kokoro que resulte una tercera temporada, como mínimo, a la altura de sus predecesoras.
Sin fecha confirmada tenemos las segundas temporadas de Pop team Epic y Made in Abyss, que prometen grandes momentos de irreverencia y ferocidad. A partes iguales. Espero ambas con expectación, sobre todo Made in Abyss, donde aguardo a Nanachi con impaciencia. La adoro.
En enero estrenan, aunque no se trate de una continuación sino una especie de remake, Boogiepop never laughs. Soy fan de la original Boogiepop Phantom, así que tengo el listón muy alto para esta nueva ¿recreación? Veremos qué sale de aquí. Dôkyonin wa Hiza, Tokidoki, Atama no Ue, que comienza el 9 de enero, la quiero ver porque sale un gato. Amo los gatos. Y ya. Bueno, en realidad se trata de un slice of life con un dúo escritor solitario-gato de protagonista; y aunque no confío en que sea una maravilla, al menos que me distraiga. Gatos, gatos, gatos.
Uno de los estrenos que más ansiosa estoy esperando es el del clásico de Osamu TezukaDororo, que tuvo ya una adaptación animada de 26 episodios a finales de los 60. Tengo unas expectativas MUY altas, lo que he visto me ha dejado con los dientes MUY largos, y que se encuentre a cargo del proyecto MAPPA es buena señal. O suele serlo. Kazuhiro Furuhashi se encuentra al timón, por lo que unas garantías mínimas hay aseguradas. También será en enero.
De los que no sabemos fecha son los siguientes: Kabukichô Sherlock, Vinland Saga, Dorohedoro y Nijûseiki Denki Mokuroku. Estos cuatro me interesan bastante. Kabukichô Sherlock va a tener detrás a la directora Ai Yoshimura, artífice de ese engendro perverso al que le dediqué un exhaustivo animierder: Dance with devils. No creo que se trate de una obra tan demente (todavía echo de menos a Peluchón ❤ ), pero hay comedia y misterio asegurados. De Vinland Saga y Dorehoro aún no se sabe gran cosa, pero no pienso perdérmelos. Al menos los primeros episodios, claro. Respecto a Nijûseiki Denki Mokuroku, se trata de un anime histórico centrado en el drama y el romance. Tiene lugar a finales de la era Meiji, una época fascinante; y es KyoAni el encargado del proyecto. Tiene buena pinta, veremos si no acaba siendo una babosería.
Seguro que me he dejado alguna serie más en el tintero, pero tampoco quería eternizarme. Solo es un vistazo, ya veremos qué nos acaba deparando el 2019. De momento, esto es lo que nos ha ofrecido el 2018 y estas han sido mis impresiones finales. Feliz navidad y feliz año nuevo por adelantado, que paséis unas excelentes fiestas. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.
Si hace cuatro años alguien me hubiera dicho que iba a mantener durante tanto tiempo un blog dedicado a Japón y su cultura popular, desde luego no le habría creído. Pero aquí estamos. La primera sorprendida soy yo. En los anteriores aniversarios comenté algo similar, pero es que es verdad. ¡Sin Orden ni Concierto cumple 4 añitos! ¡Pero qué locura es esta, por Luzbel!
Y para conmemorar que continúa siendo una de las bitácoras animescas más ignoradas del planeta, y que tiene 17 seguidores menos que el año pasado, ¡vamos a tirar la casa por la ventana! ¡Hay que celebrarlo por todo lo alto! Y estrenamos así nuevo dominio:
También le hemos renovado el vestuario un poco, que hacía un tiempecito que llevaba el mismo traje. Para dar la bienvenida al nuevo año con algo de frescura, y tal. Por supuesto, no podía faltar mi cutre engendro realizado con Paint, un clásico con el que os torturo de vez en cuando y que, en esta ocasión tan especial, no podía faltar para vuestro espanto y vergüenza ajena. En el fondo sé que os gustan un poquito, venga, reconocedlo. Y yo me lo paso tan bien creando estas deformidades… ains.
Muchas gracias a todos los lectores y compañeros blogueros que os dejáis caer por aquí. De verdad de la buena. No sois muchos, siempre lo comento, pero sois los únicos responsables de que Sin Orden ni Concierto prosiga su andadura. Es así de simple. No sé cuánto durará el experimento, pero deseo que os siga haciendo tan feliz como me lo hace a mí. Un beso enorme para todos. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.
Volando como pajarillos se han pasado estos tres años de blog. No tenía intenciones de que la aventura durara tanto, de hecho no me tomé esta bitácora muy en serio, solo como una forma de desahogo temporal sin seguir ninguna pauta. De ahí el nombre también. Pero, de momento, está resultando un proyecto bastante longevo para lo que a mí, la inconstancia y el despiste personificados, me suelen aguantar las cosas. Me aburro con facilidad y soy demasiado volátil. Sin embargo, aquí estamos. Tres años. Vaya. ¿Habrá más? Quién sabe. Por ahora incluso me han reclutado para las Otakus Treintañeras (un honor, una alegría); y espero que Magrat y Pau no se estén arrepintiendo, ya que no soy especialmente competente trabajando en equipo.
He estado pensando estos días pasados en hacer algo especial por el tercer aniversario; pero luego, reflexionando, no me venía ninguna idea chula en particular. Así que he preferido escribir una entrada sencilla, con un cartelito cutre de los míos, y proseguir con el ritmo habitual del blog. O sea, ninguno, porque mis lectores ya sabéis que publico cuando me apetece sin más. No voy a alargarme, por lo que solo resta agradeceros que continuéis allí, al otro lado de la pantalla, amados lectores. No sois muchos y por eso mismo me resultáis más queridos. Vuestra paciencia para soportar ciertos tostones es admirable. También un abrazo muy fuerte a la comunidad bloguera que forma parte de mi pequeño círculo. Soy poco habladora, pero os leo a todos y sois una fuente de inspiración siempre. Es bueno haberos conocido.
Y esto ha sido todo por hoy. Mañana más y mejor. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.
Judit es un personaje de la cultura occidental bien conocido y que representa el espíritu de sacrificio por la patria y, a su vez, el uso legitimado del poder femenino (weibermacht) para lograr un fin mayor. Surge del Libro de Judit, que aunque es considerado apócrifo por la mayoría de Iglesias cristianas y el judaísmo, la católica y ortodoxa sí la incluyen en su canon. Sabemos que la crónica que relata no tiene ninguna verosimilitud histórica y se trata de pura ficción, pero es un símbolo muy reconocible de la posición femenina y su capacidad de actuación en una sociedad fuertemente patriarcal. Judit (la judía), hermosa viuda de reputación intachable y residente en Betulia (la virginidad), es la elegida por Yavé para liberar a su pueblo de la amenaza expansionista del invasor Nabucodonosor. Su máximo general Holofernes se ha enamorado de ella, trance que Judit aprovecha para ganarse su confianza, emborracharlo y cortarle la cabeza. Son los habituales atributos de belleza y artes de seducción que se asignan a la mujer los que consiguen una victoria sobre el hombre, humillándolo. Judit utiliza las únicas herramientas de poder que le son permitidas, y en nombre de Dios y para satisfacción de los suyos, vence sin necesidad de batalla. Judit es una heroína para los hebreos, al estilo de Jael o Ester, que mediante su hermosura y astucia logran salvar a su país.
Esta narración de fervor patriótico y abnegación por el bien común protagonizada por una fémina, por lo que no faltan elementos eróticos palpitando en el subterráneo, ha sobrevivido al paso del tiempo casi indemne, y traspasado las fronteras de Occidente. Se trata ya de una figura universal, de ahí que llegara a Japón también sin dificultades y tengamos hoy entre manos una reseña un poco inusual. Porque la obra protagonista también lo es bastante.
Segunda versión de «Judit decapitando a Holofernes» (1621) de Artemisia Gentileschi
La Judith de Shimodaes una pieza teatral firmada porBertolt Brecht y que no salió a la luz hasta el 2006. ¿Por qué habiéndose escrito en 1940 tardó casi 70 años en publicarse? Aquí es donde comenzamos a penetrar en la selva enmarañada de la creación de esta obra. El primer interrogante se resuelve de la siguiente manera: se pensaba que era un trabajo inconcluso y no se le prestó suficiente atención. Pero el doctor en literatura Hans Peter Neureuter consiguió reconstruir los pedazos que se tenían de ella, forjando una creación completa. Según las notas que dejó el propio Brecht, la intención original era la de realizar una película cinematográfica, pero el proyecto no avanzó por esos derroteros.
¿Cómo llegó a concebir Brecht una obra de estas características? Su admiración por la Ópera China, el Nô o el Kabuki es bien conocida, así que elegir una temática oriental para una pieza literaria no debería haber extrañado a nadie. No sería la primera vez además que lo hiciera, pues, por ejemplo, El consentidor y el disentidor (1930) se basa en una obra del Nô; o El alma buena de Szechwan (1943) tiene de protagonista a la joven prostituta china Shen-Té. La Judith de Shimoda empezó gestarse en su exilio de Finlandia, cuando huía de los nazis. En esos momentos vivía en la finca de la gran escritora Hella Wuolijoki. Fue ella la que le dio a conocer las obras de un autor japonés que la entusiasmaba: Yûzô Yamamoto (1887-1974). Yamamoto era un hombre muy comprometido con las causas sociales, por lo que Nyonin Aishi, Tôjin Okichi Monogatari (1929), en su traducción inglesa de Glenn W. Shaw como The sad tale of a woman, the story of Chink Okichi. conquistó a Brecht por su sensibilidad feminista, la denuncia del patrioterismo de los poderosos, y el menosprecio y olvido hacia el héroe cotidiano tras su gesta.
Bertolt Brecht de jovenzano cuando todavía era estudiante de medicina en Munich, circa. 1917
El alemán decidió volcar la obra teatral de Yamamoto a su manera. Desconozco hasta qué punto, y esto ya es mi opinión personal, no fue un adueñamiento poco ético del trabajo del japonés; por no decir que gran parte de esta nueva versión contó con mucho del talento y esfuerzo de su anfitriona Wuolijoki. Resulta un tema algo escabroso, aunque también la mar de interesante, qué diantres. Un creador tan importante para las artes escénicas del s. XX como fue Brecht también poseía sus opacidades; no en vano por muy genio que fuera, humano también. Sin embargo, La Judith de Shimoda tiene la indeleble marca de los temas brechtianos: el sacrificio individual en pos del beneficio colectivo; y la presencia del personaje femenino fuerte que debe desenvolverse en un entorno hostil dominado por hombres. El hecho de que la puesta en escena sea una especie de metateatro, un teatro dentro de otro teatro, también es una característica inherente al autor.
Brecht relacionó la historia de la geisha Okichi con la Judit judeocristiana, pero centrándose sobre todo en el después. El mismo Yamamoto hizo lo propio en la obra original, criticando duramente a otros literatos que preferían escribir solamente sobre su hazaña, escogiendo ignorar la vida ulterior de la heroína. Fue el caso del escritor Gisaburô Jûichiya, cuyo Tôjin Okichi Rahamen (1928) tuvo hasta una adaptación al cine por parte del maestro Kenji Mizoguchi en 1930. De esa cinta solo han sobrevivido 4 minutos.
La leyenda moderna de Okichi es bien conocida, y en Shimoda posee su propia ruta turística. Bastantes autores la abordaron, siendo la de Yamamoto la más singular por su enfoque. Una perspectiva que Bertolt Brecht abrazó con entusiasmo y respetó, haciendo especial hincapié además en ella. Su historia da comienzo con las arduas negociaciones entre japoneses y norteamericanos en una época en la que el país estaba abriéndose al exterior. La desconfianza mutua y las diferencias culturales ralentizaban un proceso que impacientó tanto a los estadounidenses que amenazaron con destruir poblaciones con sus buques de guerra. Los diplomáticos nipones se vieron forzados a recurrir a las artes de una famosa geisha, Okichi, para calmar los ánimos de sus beligerantes huéspedes. Al principio Okichi se niega, pero apelando a su deber patriótico y compasión, finalmente cede logrando que el cónsul americano no inicie ningún ataque.
Okichi y su samisen impidieron una gran carnicería, y aunque su labor no le resultó agradable, la sociedad japonesa tampoco perdonó que se relacionara con extranjeros. Estaba prohibido por ley. Su vida después del acto heroico fue una espiral de degradación y tristeza, convertida en una paria alcohólica y combatiendo los falsos rumores que se acrecentaban con el paso de los años. Okichi no cayó en la autocompasión, ella fue una mujer orgullosa que luchó hasta el último día por su dignidad y la dignidad de todas las mujeres japonesas.
SAITO: El consistorio está muy, muy enfadado contigo, Okichi. Se ha considerado la posibilidad de enviar al cónsul tu cabeza en un cesto. El rumor de tu testarudez y necedad ha llegado hasta su excelencia el mismo príncipe Isa. Está ahí dentro.
OKICHI: No soy ninguna criada. Soy una cantante. Enviaré a mi criada.
SAITO: No seas desvergonzada. Te reclaman a ti.
OKICHI: No iré a casa de los extranjeros. Después no podría dejarme ver en ninguna casa de té. (Alza la voz.) Vosotros sois los desvergonzados al pedirme algo así. ¿Por qué las autoridades han pegado carteles por doquier diciendo que no debemos tener nada que ver con los extranjeros y no debemos aceptar nada de ellos, que ni siquiera debemos dejarlos entrar a la casa de té? Ahora ordenan que vaya y les sirva. A vuestros ojos, cosas como las geishas son mujeres a las que se manda donde se os viene en gana, pero a mí no me gustan expresiones del tipo «cosas como». También una mujer es una persona.
«Vista del puerto de Shimoda desde el cementerio americano» de Wilhelm Heine (1856)
El argumento de la obra está ubicado en Shimoda, una pequeña ciudad costera del este de Japón, donde se gestó el crucial Tratado Harris (1858). Faltaba ya muy poco para los profundos cambios de la Restauración Meiji, y Japón había comenzado a abrirse a las potencias extranjeras después de siglos de aislamiento. La caída del sakoku tuvo lugar concretamente en 1853 con la Convención de Kanagawa, siendo este el primer acuerdo internacional entre Japón y una potencia foránea, Estados Unidos. Se acordó que en los puertos de Shimoda y Hakodate podrían atracar barcos norteamericanos y se permitiría la presencia de un cónsul en el país también. Y el primer cónsul occidental que pisó Japón fue Townsend Harris, responsable del Tratado de Amistad y Comercio, o Tratado Harris, en el que Estados Unidos asentaría su posición y aumentaría sus privilegios a la hora de comerciar con Cipango. Pero no fue una negociación sencilla, y son las dificultades que surgieron en su consecución el telón de fondo y motivo de desgracias para la protagonista de La Judith de Shimoda.
Se cree que la Okichi histórica se suicidó en 1892 arrojándose al río Inauzawa a causa del desprecio social al que se vio sometida, pero en realidad ni siquiera llegó a mantener una relación profesional (y mucho menos sentimental) larga con Townsend Harris, pues aunque la empleó como sirvienta, la despidió a las pocas semanas. No obstante, que los hechos reales no impidan contar una buena historia, y La Judith de Shimoda sin duda vuelca en sus páginas unas inquietudes e ideas muy interesantes, incluso para el lector o espectador actuales.
«Peluquera» de Kitagawa Utamaro, circa. 1798
Una visión completamente distinta de todo este asunto la otorgaron, por supuesto, los estadounidenses. La película El bárbaro y la geisha (1958), de ese titán del séptimo arte que fue John Huston, presenta los eventos históricos desde su perspectiva, por supuesto, y aunque no resulta tampoco un despropósito en ese aspecto, embellece una situación a favor de los norteamericanos de manera bastante descarada. Los japoneses son hostiles y arteros, muahaha, aunque tampoco demasiado (recordemos que en el momento del rodaje los amigos americanos tenían ocupado el país). Townsend Harris (John Wayne) salva del cólera y un terrible incendio a todo el mundo (¡cómo no!) y la relación con Okichi (Eiko Andô) es romántica y con perdices de plato principal. Ella queda reducida a la figura de espía con espíritu bondadoso, al habitual cliché asiático de muñeca de porcelana.
La película en sí no tiene nada de memorable, quizá las ambientaciones y la dirección artística son lo más destacado por su espectacularidad y belleza, pero poco más. Fue rodada en su mayor parte en los Estudios Eiga de Tokio, en Kioto y Kawana; y Huston hizo uso del por entonces novedoso CinemaScope, que realzó su grandeza exótica. El bárbaro y la geisha es más bien una curiosidad realizada y presentada con mucho tino, pero que sabiendo un poco más de la materia, provoca algo de vergüencilla ajena. Esto no es óbice para reconocerle su mérito en el campo del entretenimiento, porque no aburre en ningún instante.
John Wayne haciendo de John Wayne pero en Japón y con geishas cuidándolo mucho.
La Judith de Shimoda es una pieza fascinante y profunda, una aproximación por parte de Occidente a Japón sin caer en los típicos tópicos de exotismo trasnochado o en el agotador paternalismo poscolonial. Era algo de esperar tratándose de una obra de Brecht, no obstante. Ignoro si a la otaquería más castiza pueda interesarle, probablemente no, y esta entrada sea la enésima que se pase por alto de SOnC. Sin embargo, también creo que si se tiene verdadero interés por el país del sol naciente, La Judith de Shimoda es una de esas lecturas que no deben faltar, pues acerca uno de esos personajes que forman parte ya de la mitología moderna japonesa, y que plasma de forma contundente la esfera en la cual todavía la mujer nipona se ve constreñida. Buenas días, buenas tardes, buenas noches.
A estas alturas creo que casi todo el mundo estará de acuerdo en que esta temporada de verano 2017 se presenta como una de las más flojérrimas en bastante tiempo. Mucha penita da, al menos su aspecto resulta de lo más mustio por lo que, tal como anuncié ya por twitter, no voy a comenzar ningún estreno. No dudo de que al final alguna serie consiga alcanzar cierto interés incluso sorprenda para bien, a pesar de lo que en inicio haya podido aparentar, pero tengo el cuerpo ya muy gandul para según qué cosas. Todos los anime estivales de este año o me provocan perezón con obesidad mórbida o los considero unoszarrios. Sin más. Si leo que alguno mejora basándome en las opiniones de colegas blogueros, quizá le dé su oportunidad. Sin embargo, no albergo grandes esperanzas y la desidia, además, se me apodera. Tienes pinta de tostón, veranito del 17, no offence.
Así que, ¿cómo puede perder el tiempo Sho-Shikibu? Pues imaginando que ya ha llegado su amado otoño, disfrutando del fresquecillo, las maravillosas hayas de fuellas rojas y escribiendo sobre los anime que piensa ver. Por supuesto, no se sabe todavía el total de estrenos, pero las tardes del estío derriten el cerebro y alucinar un ratillo tampoco viene mal. Y que este es mi blog y desvarío sobre lo que me da la gana, claro. No hay gran cosa todavía anunciada, apenas trailers ni demasiada información, no obstante algo he sacado en limpio. Que sirva de pequeño adelanto para olvidar el pegamento de este verano anestésico.
El plato fuerte de este otoño, como ya sucedió en primavera, van a ser las segundas temporadas. Al menos para mí. Vuelvo a recordaros que aún desconocemos gran parte de la que va a ser la parrilla otoñal, así que son impresiones hasta justo este mismo preciso momento. Me encantaría que aparecieran nuevas obras que me obligaran a desdecirme, así que a la espera de un buen revés quedo.
¿Cuál va a ser mi prioridad absoluta? Pues Hôzuki no Reitetsu. Un día por desvelar de octubre y con un número indeterminado de episodios, regreserá a nosotros el maestro de ceremonias más sardónico de los Infiernos búdicos. Bueno, Hôzuki y toda la cohorte de personajes mitológicos y del folclore popular sinojaponés que desfilan sin cesar. Si la primera temporada y sus respectivas OVAS me encantaron, deseo fuertefuertefuerte que esta segunda logre, como mínimo, lo mismo. Su humor negro y absurdo, el rico panorama cultural que despliega en cada capítulo, los pequeños sketches que aprovechan cada segundo para exhibir un espectáculo delirante que se ríe de sí mismo si hace falta, su elenco heterogéneo y dinámico, etc, etc, etc, hicieron hace unos años de esta serie una de mis favoritas sin ninguna duda. Se aprende un montón con ella y encima es divertidísima. Estoy ansiosa por el reencuentro y espero que no cambien demasiado el formato, que resulta perfecto. También es cierto que no todo el mundo disfruta con las historias autoconclusivas y muchos buscan una continuidad argumental en cada episodio; pero hay que tener en cuenta que la esencia de Hôzuki no Reitetsu es otra: las viñetas de comedia.
Osomatsu-san también tendrá su segunda tanda. Este clásico moderno no podía permanecer sin continuación, lo pedía a gritos. Sin saber aún fecha de estreno y cantidad de episodios, se deduce que será en octubre y constará de 25 capítulos. Pero a saber. Es curioso, pero dos de mis top otoñales son comedias. Me parece extraño porque es un género por el que no me suelo inclinar. En contadas ocasiones logro conectar con el sentido del humor de las series, la mayoría me produce vergüenza ajena o directamente sueño, sin embargo Hôzuki no Reitetsu y Osomatsu-san me engatusaron, sobre todo la primera. Para variar, mi tercera opción en las reanudaciones es algo diferente: Kekkai Sensen & Beyond.
La primera temporada, que sin duda me gustó, también me dejó un regusto agridulce. Así que esta será la oportunidad de resarcirme si va todo bien y no resulta un truñaco, por supuesto. Reconozco que, como no cuentan con Rie Matsumotoesta vez, siento bastante desconfianza. Para mí la presencia e ideas de Matsumoto fueron clave en 2015, y no todo el mundo además consiguió sintonizar con su forma de crear. Tratar de innovar es lo que tiene, que no siempre se redondea ni se comprende. Aun así, el parón que sufrió este anime lo perjudicó muchísimo. Veremos lo que nos depara Kekkai Sensen & Beyond, ya que Shigehito Takayanagi posee unas cuantas tablas y, aunque es probable que pierda originalidad, también podría ganar en solidez shônen. Un alivio para los más tradicionales.
El asunto es peliagudo, porque muchos de los anime que han llamado mi atención guardan altas posibilidades de germinar como cerdadas supremas. Sinopsis incompletas, no fotos, no vídeos promocionales y un rosario de falta de datos estupenda. Pero es normal, estamos en julio; y, ¡qué carajo!, de esta manera también es divertido hacer apuestas. Empecemos.
Kujira no Kora wa Sajô ni Utau me atrae como un imán gigantesco. Del manga solo he tenido oportunidad de leer cinco capítulos (un dibujo precioso, por cierto), pero a poco que el anime le sea fiel, creo que tendremos entre manos uno de los productos más interesantes del otoño. No el que más, pero muy destacable. Está catalogado como shôjo, y no sé hasta qué punto seguirá los cansinos patrones de la demografía; aunque también pertenece a la ciencia-ficción, el misterio y la fantasía, así que a priori me tiene ganada. Su trailer es bastante elocuente en ciertos aspectos, me ha gustado mucho por lo que… ¡COMPRO!
En una línea más clásica dentro de la fantasía y el shôjo, en octubre se estrena también Mahôtsukai no Yome, que ha estado precedida de tres OVAS. Solo he visto dos de ellas, y no me han dicho gran cosa. El manga, que está siendo publicado por Norma y lo estoy siguiendo, ha terminado decepcionándome un poquillo. Quizá porque tira demasiado para mi gusto de los tópicos de la fantasía haciéndose previsible; y que la protagonista, con un ligero aroma a Mary Sue, tiene ese rollo de chica frágil e indefensa que me satura bastante. A pesar de que a estas alturas le encuentro más defectos que virtudes, la veré porque tengo fe en que me entretenga y los cuentos de hadas siempre merecen un par de vistazos. O tres. Harina de otro costal es Inu Yashiki, cuyo manga también estoy leyendo pero ¡sin desencanto alguno! Altamente recomendable, de hecho llevaba un tiempo calibrando si escribir una reseña de lo que tenía recorrido, pero sabiendo ahora de la serie, merece un manga vs. anime como la copa de un pino. Es uno de los estrenos relevantes de la temporada, una serie para adultos (existimos, ¡sí, estamos aquí!) y de temática inteligente. Sci-fi de calidad, mis queridos otacos. Y mucho, mucho más cuando se rasca la superficie, con Oku-sensei ya se sabe. A la dirección estará Keiichi Satô, así que no puede ocurrir nada malo, ¿me oís? NADA MALO. He dicho.
Y para cerrar, aclaro que no he querido introducir ningún school life porque estoy hasta el moño de adolescentes. Es lo que sucede cuando trabajas demasiadas horas con ellos, que al final del día quieres enterrarlos vivos o arrojarlos por un puente. Atados y con bozal. Así que nada de Just Because! y otras majaderías de colegiales. La única excepción es Poputepipikku, pero los que ya conozcáis el tebeo sabréis que se trata de una cosita bastante enferma que poco tiene que ver con los entornos escolares. Tengo una curiosidad insana por este anime, que supongo será de duración corta (2-5 minutos) y me las veré luego canutas para lograr ver. Ese estilo de antigua tira cómica, donde las dos protagonistas vomitan sin parar insensateces (algunas bastante profundas, no es broma), en realidad es muy posmoderno, muy pop.
Aunque tengan la mayoría de ellas fecha de estreno, en Occidente suelen pasar meses hasta que conseguimos visionarlas. La paciencia es una virtud, dicen. Reducir cabezas como hacen los shuar, una habilidad que no me importaría adquirir para ponerla en práctica en momentos de exasperación. A lo mejor encuentro algún tutorial en youtube al respecto. Volviendo a las películas, Godzilla: Kaijû Wakusei cuenta con mi beneplácito, a pesar de que la animación de Polygon Pictures no sea precisamente de mis preferidas. Pilotarán los directores de Ajin y Sidonia no Kishi con la colaboración de Gen Urobuchi, por lo que unos mínimos hay garantizados. Rezaremos a Nyarlathotep el Caos Reptante para un pronto estreno por estos lares.
¿Merece la pena que me trague la película de ese clásico animierder que fue Dance with Devils? Porque el 4 de noviembre verá la luz Dance with Devils: Fortuna. Fue un bodrio tremendo al que le cogí cariño, sobre todo por Peluchón ❤ y esa autoparodia terrorífica que se gastaba. Risas, muchas risas. Ya lo decidiremos cuando llegue el momento, no hay por qué apresurarse, y menos con engendrillos de esta especie. Asimismo, en el undécimo mes se estrenará la adaptación a largometraje del clásico del manga de los años 70 Haikara-san ga Tôru, de Waki Yamato. Tuvo su serie televisiva hace casi cuarenta años también, y parece que contará con una segunda parte en 2018. Estoy bastante interesada en este film, pues trabaja temáticas sugestivas (liberación de la mujer) en un contexto histórico fascinante, la Era Taishô (1912-1926). Su protagonista es una mujer joven que ha sido educada de forma poco convencional, cercana a los tradicionales valores masculinos (practica kendo, bebe sake, rechaza las labores domésticas, viste al modo occidental, etc) y cree que una mujer debe casarse por amor y elección propia. Lo que se conocía en la época como una modan gâru (chica moderna). Apesta a shôjazo que mata, pero el planteamiento da la impresión de ser algo diferente. No obstante, ya sabemos cómo se las gastan los japoneses respecto al feminismo… todavía les queda un largo trecho por avanzar, bastante más que a los europeos.
Menudo feeling tenían los anime de los 70, ¡inconfundible!
¿Me habré dejado alguna obra en el tintero? Seguro que sí. ¿Kino no Tabi, a lo mejor?Aunque para acabar de pulimentar la entrada, necesitaré más información, que supongo irán desgranando a lo largo de las semanas. Quizás esté pendiente por desvelar una joya animesca, ¡quién sabe! Por ahora, esto es lo que hay. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.
Esta es una de esas entradas que tengo atascadas desde hace meses. No porque no sepa qué escribir, el motivo es bastante más estúpido: se me olvida. Iba a formar parte de los Tránsitos del pasado octubre, sin embargo mi fabulosa memoria ha decidido que sea un día fresco y lluvioso de febrero la que alumbre esta reseña literaria. Bienvenida al mundo de internet, cariño, no te va a leer mucha gente pero por fin estás aquí.
El próximo mes de abril hará un año de la muerte de una de las grandes escritoras del noiren Japón: Masako Togawa (1933-2016). Si Edogawa Ranpo es el padre del género en las islas, Masako Togawa es la madre. Y menuda madre además. Esta mujer fue de lo más peculiar, tuvo una vida apasionante y multifacética. Da la sensación de que en nuestra actual sociedad hiperespecializada, una persona no pueda dedicarse a dos, tres, cuatro o diez actividades profesionales diferentes y hacerlo encima bien. Como si fuéramos hormiguitas concentradas en una única labor. Pues va a ser que los humanos, por norma general, pueden desarrollar distintas habilidades perfectamente. Togawa es lo que hizo. Era cantante y compositora de canción francesa, escritora, actriz, empresaria, guionista de TV y tertuliana. Casi nada. Pero es a su vertiente literaria a la que nos vamos a referir. Porque esta señora, aparte de un aspecto estrafalario con su pelo afro tricolor, ganó el prestigioso galardónEdogawa Ranpo en 1962 con su primera novela: La llave maestra (1961). Masako Togawa iba escribiendo sus obras detrás de los escenarios, entre canción y canción. En ellas plasmaba fragmentos de su propia vida y de la realidad que respiraba. Así nació también la novela de la reseña de hoy, The Lady Killer (1963), que triunfó por todo lo alto.
Masako Togawa y su potente voz de contralto
Masako Togawa fue todo un personaje, muy célebre y querido en su país. Y ahora que parece que está tan de moda atacar el feminismo, señalar que esta dama fue feminista y murió feminista. Defensora también de la comunidad LGTBI, resultó un espíritu libre que no se dejó atar por las convenciones de un Japón conservador. Venció. No voy a eternizarme escribiendo su vida y milagros, pero es importante destacar que fue activista convencida, una creativa original y pionera audaz en diversos campos. Masako Togawa consiguió salir adelante en un género, elsuiri shôsetsu, que había sido tradicionalmente feudo masculino. No escribió novelas dirigidas a un público femenino al que le gustara el noir, dejemos eso claro. Ese es un prejuicio, con cierto arraigo todavía, que da por hecho que las mujeres crean para mujeres, y los hombres para toda la gente. La perspectiva neutra y universal es, por defecto, la masculina; mientras que la femenina es específica, representa únicamente el universo de la mujer y solo tiene relevancia para ella. Pues no. Masako Togawa en los años 60 dejó muy claro que esto no era así. Una visión femenina del género negro podía ser tan válida, global y atractiva para todos como la masculina.
Suiri shôsetsu se traduce como ficción de misterio, donde el sendero del razonamiento y la deducción son primordiales. Pero, como podréis imaginar, en Japón tomó características peculiares, ya que se trata de una nación de fuerte personalidad. Comparte un aire con el cine polar francés, o al menos así lo percibo yo: la calma, la sordidez y un realismo brutal. El suiri shôsetsu también se preocupa mucho por expresar esa eterna frialdad que destila la sociedad nipona, la profunda soledad y las venganzas que se deciden en silencio y sirven ultracongeladas. Todo con una elegancia de tintes líricos maravillosa, desplegándose con serenidad incluso en los escenarios más lóbregos.
Portada de la edición publicada por Dodd, Mead & Co. en 1985
¿Cumple esas directrices The Lady Killer? Por supuesto, trabajó en asentarlas de hecho. Existen unas cuantas autoras en la actualidad como Natsuo Kirino, Miyuki Miyabe o Mitsuyo Kakuta, que han contribuido a esa tremenda explosión del suiri shôsetsu o noir japonés contemporáneo. Ahora que se ha relajado un poco el hype, es un momento excelente para escarbar entre las raíces y recordar de dónde procede todo este alboroto. Y Masako Togawa es uno de los cimientos sin duda. De las novelas escritas por ella que han caído en mis manos, The Lady Killer es mi favorita; aunque supongo que no será la mejor. Dilucidar esos abismos de la qualité ya es oficio de entendidos, y solo soy una lectora. Lo que no he conseguido ver es su adaptación al cine, rodada en los estudios de la inefable, gloriosa y mítica productora Shaw Brothers de Hong Kong. Algún día caerá, espero.
Togawa plasmó con su pluma minuciosa un aspecto de la fémina japonesa que se ignora de manera flagrante: el rostro de millones de mujeres que no son ni kawaii, ni sumisas, ni se comportan de forma infantil, ni tampoco cumplen con el arquetipo de femme fatale. Solo son personas, normales y corrientes, inmersas en sus vidas grises. Algunas incluso basculando en los límites de la marginalidad. ¿Qué sucede con las mujeres que no son ni especialmente hermosas ni sexies? ¿Son menos mujeres, carecen de interés? Para Togawa sí que lo tenían… y continúa siendo así para otros escritores aún. Ella abrió la veda del personaje femenino dentro del noir que no se deja encorsetar por las exigencias sociales y estilísticas del género. Adiós, muñeca de porcelana; sayonara mujer dragón; hola,mujer melancólica.
La melancolía es un sentimiento muy curioso que, con suma facilidad, puede mutar en plaga y licuar el corazón con su bilis. La mujer melancólica de Togawa no está loca, pero la amargura la ha transformado. En silencio, lentamente. ¿Y por qué surge esta melancolía? Los motivos no son únicamente sentimentales. Puede ser algo tan acuciante como la falta de dinero o el nacimiento de un hijo muerto; pero irá creciendo, poco a poco, hasta que detone en un calculado estallido de oscuridad sin fin.
«Belleza verdadera» (1897) de Toyohara Chikanobu
The Lady Killer es una obra corta, meticulosa y absorbente. El punto de vista gira como una peonza de un personaje a otro, creando una atmósfera de atmósferas traslúcidas. A pesar de su estructura, no resulta borrosa en ningún momento porque el estilo nítido y agudo de Togawa no da pie a la confusión. Todos los personajes aparecen delineados con pericia y claridad según su relevancia, enmarcados en su propia realidad desapasionadamente. Porque los espacios que describe la autora son los que conoció en vida muy bien, la noche de los clubs tokiotas con su pintoresca fauna. Entre ellos se mueve Ichirô Honda, un ingeniero de éxito casado con una rica heredera. Es un hombre atractivo que presume de un narcisismo indigesto y esconde un talante cobarde. Nada tampoco del otro mundo, como él hay cientos, pero que sabe sacar provecho muy bien de su aspecto algo exótico. Tiene una noción del mundo muy propia del hombre japonés de la época, donde la mujer no deja de ser un bonito accesorio intercambiable.
Son los años 60, el país disfruta en pleno del «Milagro japonés» que tras la derrota en la II Guerra Mundial y la ocupación americana, relanzó a Japón de nuevo a la palestra como una nación moderna y competitiva. Honda representa eso. Indolente, egoísta, brillante… y víctima de su triunfo. Pura testosterona. Tiene mucha seguridad en sí mismo y es un gran seductor. Lleva incluso un listado pormenorizado, al que llama Diario del cazador, en el que explica sus numerosas conquistas sexuales. Pero sus presas, a las que deshumaniza sin contemplaciones, no son del todo casuales. Siempre son mujeres vulnerables y solitarias, doloridas por la falta de afecto. Honda estudia con precisión a la víctima elegida y se metamorfosea en el tipo de hombre que anhela. Miente sin ningún tipo de rubor para lograr sus fines. Y a la noche siguiente a por otra. Y otra, y otra, y otra. Sin mirar atrás y sin remordimientos, convertidas en trofeos cinegéticos de su diario. Es una compulsión de la que no puede escapar y a la que muy pocas se resisten.
Honda se acercó y colocó la mano en su rodilla. Ella la rechazó pero sólo consiguió avivar su deseo, y él se echó encima, tirándola al suelo y atacándola con manos y labios. Se resistió con ferocidad.
Después de treinta minutos Honda se rindió. No podía creer que estuviera pasándole eso a él… ¿Por qué? Se separó de ella y la miró a los ojos.
—Lo siento. Hoy no tengo ganas —le dijo.
Se arregló la falda que casi le había quitado en la lucha. Tenía lágrimas en los ojos.
Ichiro se preparó para marcharse. Se levantó y se dirigió a la puerta. A medio camino se detuvo.
—¿Tienes novio?
—Oh, no. No tengo ninguno.
(…) Esa mujer era distinta a la que había aceptado sus besos, con el cuerpo temblándole de emoción, en la torre de Tokyo apenas unas horas antes. Ahora la veía tal y como era de verdad: obtusa… egoísta… una mujer perdida en sueños de amor verdadero… ignorante… nada.
Pero un día descubre que varias de sus amantes han sido estranguladas. Siendo las muertes de cada una de ellas coartadas encadenadas para Honda, pues lo único que tienen en común esas mujeres asesinadas es que se acostaron con él. Sabe que algo siniestro lo acecha, de cazador ha pasado a presa; y la policía no tarda en darle alcance. Su rutina nocturna en Tokio es a nivel moral bastante reprobable, pero resulta algo muy diferente de matar a varias personas con sus propias manos. Es inocente de los crímenes pero, ¿quién ha tejido esa concienzuda trampa en la que ha caído?
Masako Togawa encauza con habilidad una historia donde nada es lo que parece. Sus dos protagonistas, envueltos en los tentáculos pegajosos del odio, la culpabilidad y el resentimiento, acaban destruyéndose mutuamente. Dos monstruos que se han creado el uno al otro. El desenlace es inesperado, y quizá no satisfaga a todos los lectores, pero al menos no deja ninguna incógnita por desvelar. Todas las piezas del engranaje, que en un principio parecen tan ajenas unas de otras, encajan con precisión milimétrica. No es un argumento que deje buen sabor de boca, Togawa no posee ese leve toque idealizado de Agatha Christie, por ejemplo, que permite un suspirillo de alivio al final. De hecho su visión afilada de la sociedad japonesa es cruda y tiene mucho de ambivalente, sobre todo en lo que respecta a la moralidad. Por eso puede despistar un poco al lector occidental, acostumbrado a finales más categóricos.
¿Recomiendo The Lady Killer? Sí. Es una obra ágil que se lee con facilidad, muy concisa y elegante. Una buena novela de misterio y policial que, si no se está familiarizado todavía con el noir japonés, resulta una introducción perfecta. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.
Sí, ha llegado esa época del año. Ya tocan los inevitables repasos de lo que ha dado de sí, también de lo que se avecina. Aunque la previa de este invierno todavía tardaré en hacerla. Bastante, añado (entre nosotros, es un rollazo confeccionarla). Este 2016 he comenzado muchas series que me han acabado aburriendo o directamente decepcionado. Creo que la oferta parecía más suculenta que en 2015, pero se ha ido desinflando como una pelota de baloncesto pinchada. No han botado ni ná. Chof, chof. Caca. Pero, por otro lado, también he tenido grandes alegrías. No ha sido un año tan sosito como el anterior, no se puede negar que movimiento ha habido. Y eso además se agradece, que sepan mantener tu atención ocupada… aunque luego todo concluya en una esparraguera.
No voy a hacer una entrada excesivamente larga, para mí son días complicadetes, así que procuraré ser concisa y directa, ¡a ver si lo consigo, claro! Como siempre, informar que esta es mi opinión, una más. No estoy en posesión de la verdad ni aspiro a ello, solo vuelco mis impresiones con las que puedes estar de acuerdo o no. No me estoy metiendo contigo ni insultando a tu familia, a tu perro o a tu hámster. Solo escribo sobre animanga y tú puedes también compartir ideas en los comentarios. Siempre siguiendo escrupulosamente las mínimas reglas de cortesía y sin faltar. Me parece un poco ridículo tener que recordar estas cosillas, pero vivimos tiempos bastante absurdos, sobre todo en internet. Bueno, allá vamos.
Mob Psycho 100
モブサイコ100
Su serie hermana (al menos lo es mi cabeza) One Punch Man también fue una de mis fave ones del año pasado. Era inevitable que Mob Psycho 100 apareciera por aquí. De hecho, a pesar de que duplica algunos de sus recursos y ha perdido a causa de ello fuelle en efectismo, me ha gustado muchísimo más que su antecesora. Quizá porque el argumento lo veo más redondo o la temática me atrae más. Admito que me habría encantado que este anime me sorprendiera, pero las teclas que ha pulsado hacían la melodía general bastante reconocible. Nada nuevo bajo las estrellas, un sólido shônen de cabo a rabo, sin embargo no defrauda. Es fresco, es entretenido. No obstante, el problema que le veo a Mob Psycho 100 y a su hermano brota a largo plazo. Si no se reinventan, quemarán la fórmula muy rápido. Es lo que tienen los fuegos de artificio, aunque resulten espectaculares. Último apunte: ¡una animación GENIAL! A pesar del ordenata.
Fune wo Amu
舟を編む
Ojalá no hubiera visto la película, porque el factor sorpresa en el anime se ha volatilizado por completo. Y el argumento tiene una serie de giros que habría disfrutado más acudiendo completamente virgen. Pero tampoco es justo quejarme demasiado, rediez. La estoy disfrutando infinitamente más que el film. Sin ser mala cinta, conste en acta, no puede plasmar la cantidad de matices y detalles que estoy observando en el anime, enriqueciendo la historia que conocía. No quiero ni imaginar la novela en la que está basado todo, claro. No sé cuándo podrá caer en mis manos, quizá nunca. Fune wo Amu es como la propia creación de un diccionario, serena y profunda. De ritmo pausado y que no gustará demasiado a los espíritus impacientes. Es un anime para público adulto (¡también existimos, jopetas!) y sus prioridades son distintas. Una de sus grandes virtudes es no caer en el melodrama sobado; que no haya adolescentes hiperhormonados dando por saco también es un alivio, uf. Además Majime es un hombre encantador y su gato tortilla también. ME LOS COMO, ÑAM-ÑAM.
Tonkatsu DJ Agetarô
とんかつDJアゲ太郎
Este 2016 me he enganchado un montón al anime de duración corta. Desde la adorable Muco hasta insensateces como Bananya. No quitan mucho tiempo y la mayoría ofrecen diversión concentrada. No todas las que empecé me han gustado, como por ejemplo Nyanbo!, que a pesar de una interesante propuesta visual, se me hizo tediosa a causa de sus personajes estereotipados. Pero, sin lugar a dudas, Kanojo to Kanojo no Neko, inspirada en el cortometraje del mismo nombre (reseña aquí), fue una mini-serie que sí disfruté y me dejó buen sabor de boca. Modesta pero esponjosa como un bizcochito. También me ha gustado mucho Onara Gorô, una bizarrada de humor surrealista que casi nadie habrá sabido apreciar. El que conozca un poco al animador Takashi Taniguchi y sus extraños cortos, ya sabe qué esperar de la sabiduría que irradia el señor Pedo Gorô. Muy escatológico todo, soy fan. Sengoku Chôjû Giga es para los amigos de la historia y tradición japonesas, de hecho es recomendable saber un poco de ambas si se quiere captar algo. Es una serie graciosa y con un arte curioso. Recomendable.
Sin embargo, mi anime preferido en este formato ha sido Tonkatsu DJ Agetarô, que también ha logrado ser uno de mis favoritos de este 2016. Sus premisas son básicas pero han sabido desarrollarlas de forma tan inteligente y amena, que ciertas carencias se pasan por alto sin problema. Además que los melómanos y amantes del tufillo nostálgico del disco y hip hop incipiente de los años 70, lo hemos disfrutado todavía muchísimo más por sus guiños y referencias a la cultura DJ. Entrañable y muy, muy salado.
Todo lo que tengo que contar sobre este anime lo podéis encontrar aquí. Es una reseña que escribí antes de que finalizara su emisión, y a día de hoy no cambio ni una sola coma. Esa opinión vertida continúa vigente. Lo único que puedo añadir es que, lamentablemente, no ha aparecido ninguna serie que haya desbancado Shôwa Genroku Rakugo Shinjû de mi top 2016. Es mi favorita del año, sin más. Deseo con todas mis fuerzas que la segunda temporada a la que le restan pocas semanas para su estreno (¡por fin, por fin!) esté a la altura y nos brinde grandes momentos también.
3-gatsu no Lion
3月のライオン
Le tenía un poco de miedo a esta serie porque olisqueaba dramas y traumas ciclópeos y, sobre todo, diabetes. El que uno de los personajes fuera el típico renacuajo kawaii sin nariz ya me puso en guardia. La armadura completa me puse. No sé si lo he dicho alguna vez, pero los niños me repelen. Cuando era niña también los rechazaba, que compartiera rango de edad con ellos no fue óbice para que me siguieran disgustando. Pero, sobre todo, odio el cliché del niño tierno que lo arregla todo gracias a su dulzura e inocencia. Ok, pisa el freno de la misantropía un poco, querida Sho. Volvamos al tema que importa:3-gatsu no Lion. Todas mis reticencias respecto a este anime se han ido atenuando gracias a Luzbel. Que lo hayan dotado de una visión introspectiva llena de simbolismo, y una calculada dosificación de la expresión de las emociones ha sido todo un acierto. Aunque, si tengo que ser honesta, lo que me hace continuar la serie es su maravilloso arte. La historia no me entusiasma pero la encuentro interesante; y los personajes van creciendo a buen ritmo. Algún capítulo se me ha hecho más pesado que otro, pero en conjunto la valoro de forma muy positiva. Además los gatetes molan muchísimo.
No busquéis, no he incluido Yuri on Ice. A pesar de que no me parece mal anime ni mucho menos y cumple su función de entretenimiento conmigo, no la considero al nivel de las cinco anteriores. La cosa no es para tanto, resumiendo. Hay un hype tremendo con esta serie que no logro descifrar, pero seguramente muchas de mis opiniones también resulten incomprensibles para otros. Biodiversidad lo llaman. Y eso.
Como adelantaba al principio, este año he comenzado bastantes más series que el pasado 2015. Me han resultado tentadoras un buen número, pero gran parte también han acabado en agua de borrajas. Unas me han aburrido y otras me han decepcionado; algunas las he finalizado, otras las he dropeado sin compasión. Shumatsû no Izetta, por ejemplo, me sorprendió con un inicio decente y me fue aburriendo pooocooo a pooooooco. 再见! Hai to Gensô no Grimgartenía un bonito arte en acuarela… pero el argumento acabó siendo de un subnormal insultante. Megadrop. En Norn9:Norn+Nonet no se salvaba ni el apuntador, horrible y cursi, un animierder en toda regla. A cavar zanjas. Descubrí queHanda-kunposeía rasgos muy persistentes que lo emparentaban sin duda con la familia del ajo. Adieu! Sakamoto desu ga? despertó mis instintos homicidas y Orange… Orange no aguanté el manga, el anime menos todavía. Podría continuar despotricando un ratillo, pero prefiero centrarme en las cinco que, de una forma u otra, me ha fastidiado que no estuvieran a la altura de mis expectativas.
Boku dake ga Inai Machi
僕だけがいない街
Erased es el ejemplo meridiano de cómo una serie lo puede tener todo para ser grande y, conforme avanza, empiezan a aparecer goteras por todas partes hasta que una inundación lo engulle todo. Se puede lograr achicar agua, pero ya no será lo mismo: todo se ha echado a perder. Este anime fue una decepción completa. Tengo que hacer esfuerzos para tratar de recordarlo incluso, así que imaginad cuán triste me llegó a parecer. No puedo decir que fuese una mierda total, porque no lo creo. Pero sí resultó al final vulgar y pretenciosa, con decenas de flecos y alguna que otra incoherencia gorda. Supermeh.
Kôtetsuyô no Kabaneri
甲鉄城のカバネリ
El género zombi está ya bastante agotado, así que a priori un anime de esa temática no me atraía demasiado. Pero decidí probar y el primer capítulo me engatusó hasta las cachas. Una animación old school estupenda, unas propuestas originales dentro de lo que cabía y una galería de personajes aparentemente vigorosa. ¿Iba a ser la serie de acción y terror del año? JAJAJA. No. La cosa no tardó tanto como pensaba en torcerse, y se convirtió en una ensalada de hostias previsible y estúpida. Una muesca más en el cinturón. Kôtetsuyô no Kabaneri intentó salir de la horma con excelentes intenciones (ese ramalazo steampunk es glorioso) pero se cayó de culo. Plof. Es posible que a los fans del género les haya satisfecho, pero una ya está muy de vuelta de todo. Este anime es simplemente un cagarro con ínfulas, he dicho.
91 days
Y al hilo de lo que escribía sobre Kabaneri, ¿se debe transigir con todo contenido de aire adulto y aceptarlo como bueno sin más? Solo porque se salga de los patrones habituales no quiere decir que tenga que ser excelente por obligación. A 91 days le sucede un poco eso. Cuando te has cansado de ver películas sobre mafiosos y te enfrentas a una nueva obra de la temática, esperas que te atrapen y ofrezcan una perspectiva diferente. Un mínimo, porque es un campo muy trillado. Muy trillado y tan repleto de clichés que provoca náuseas. Y 91 Days es una recopilación de topicazos y referencias mal digeridas que me aburrieron muchísimo. He visto esto miles de veces. Con ciertos géneros se tendría que ser más exigente, sobre todo porque cuando se trabajan, acaba siempre lloviendo sobre mojado. Yo por lo menos intento serlo, a fin de no perder tanto el tiempo. Los demás pueden hacer con el suyo lo que quieran, por supuesto.
Joker Game
ジョーカー・ゲーム
Más de lo mismo pero con un resultado no tan cansino. Joker Game fue la gran esperanza del anime para adultos tras la apoteosis de Shôwa Genroku Rakugo Shinjû. Y es que durante los primeros capítulos parecía que todo marchaba sobre ruedas… más o menos. Pero al alcanzar el ecuador de la serie, muchos ya se habían dado cuenta de que su formato estaba echando a perder su enorme potencial. Lo que podría haber sido una buena serie sobre espionaje y la II Guerra Mundial, se quedó en mera anécdota. No un mal producto, pero perfectamente olvidable. Con algún episodio más brillante que otro, aunque en general mediocre. Una lástima, la verdad. No me importó terminarla de ver, sin embargo no repetiría experiencia ni en broma.
Fukigen na Mononokean
不機嫌なモノノケ庵
¿Cómo decir NO a una serie sobre yôkai y el folclore japonés? Personalmente no podía resistirme a verla, aunque el aire general me repeliera un poco por too happy. Y sí, es un too happy anime, de preciosa animación, brillantes colores ácidos y protagonista bobalicón que esconde un misterioso y gran poder. Creo que no me suena de nada. Pero como resultaba tan ligera y agradable, la veía semanalmente con ganas. Hasta que me di cuenta de que el anime estaba finalizando… y no había ocurrido absolutamente nada de importancia. Fukigen na Mononokean era un bonito manojo de globos que se los llevaba el aire. ¡Adiós, adiós! Por mucho que hubiera yôkai supermonosos, siempre se esperaba algo de contenido. Y todo quedó en una simple presentación. Si tienen planeado hacer una segunda temporada, entonces cierro la boca. Si la cosa al final permanece así, Fukigen na Mononokean engrosará las filas de esa ingente cantidad de series que quedaron petrificadas en la flor de su existencia. Lloremos.
That’s all, folks. Con vuestro permiso, voy a dormitar un rato. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.
Hacía un tiempecito que no realizaba un tag, así que este ha caído como agua de mayo. ¡Muchas gracias, Rizen, por tenerme en cuenta! Ella es, junto a Matías (Sekainime) y Jane & Umibe (El Destino de la flor de cerezo), mis «hermanos blogueriles», pues empezamos más o menos al mismo tiempo. Así que os exhorto a que paséis por la bitácora de mi «hermana blogueril» El agua es blanca, y echéis un vistazo atento a todos sus contenidos, porque merecen la pena.
Pero regresemos al meollo: ¿de qué va este tag? Pues consiste en pillar la última letra del nombre del blog que te nominó y con ella elegir un seiyû, un personaje, un manga, una serie de anime y una película animada que comiencen con dicha letra. Luego nominar a 3 bitácoras más. ¡Difundamos el otaquismo por el universo entero! Rizen también ha ofrecido la alternativa de elegir la letra de su nick para llevarlo a cabo, y esa ha sido mi opción. Viva la letra N, nasal, alveolar y sonora. Empecemos.
Un seiyû
Es una de las bestias pardas del anime, sin él no tendríamos a Spike deCowboy Bebop, a Ryôga de Ranma 1/2, a Togusa de Ghost in the shell, a Daniel Carneiro Jr. en Michiko to Hatchin… ¡qué sé yo! Decenas y decenas y decenas de personajes imprescindibles más. Pero lo he escogido en concreto por el papelazo que ha realizado este año en Shôwa Genroku Rakugo Shinjû como Sukeroku Yûrakutei. En realidad los actores que interpretaban a los rakugoka lo han hecho de forma excepcional, pero Kôichi Yamadera me gustó especialmente. Y eso, ahí lo tenéis, amando a Pikachû.
Un personaje
No lo he meditado mucho: Nausicaä. Para mí es de cajón. Aparte de que AMO el filmKaze no Tani no Nausicaä (1984), ella representó muy bien lo que serían a partir de entonces las clásicas protagonistas de los estudios Ghibli: personas. Ni más ni menos que personas, nada de arquetipos timoratos o lúbricos de lo que supuestamente es la feminidad. Puta o santa. Pues va a ser que no. Gracias, Miyazaki-sensei.
Un manga
Me hace ilusión hablar de este manga porque creo, o esa es mi impresión (puedo estar equivocada), que no lo conoce mucha gente, a pesar de que el autor sí que es bastante célebre (y con motivo). Me refiero al grandísimo Naoki Urasawa, y el tebeo del que hablo se llamaN.A.S.A(1988). Desde luego no se encuentra al nivel de obras como Yawara!, Monster o 20th Century Boys, pero es una colección de one-shots muy aconsejable y divertida. La primera historia, que lleva el mismo título que el tankôbon, es entrañable: el sueño de un hombre maduro por convertirse en astronauta, por lo que decide construir un cohete con la ayuda de un amigo. Todos los relatos tocan temáticas diferentes pero comparten la chispa de humor absurdo, la dureza de la realidad y una conclusión curiosa. Incluye además el primer manga que publicó Urasawa: Beta!! (1983).
Una serie de anime
Podría haber elegido, por ejemplo, Nodame Cantabile, Neon Genesis Evangelion,Nana,Natsume Yûjinchô o Nichijô, que me gustan todas mucho. Pero prefiero decantarme por una serie que me ha costado conseguir lo inenarrable. Y la he terminado hace unos días. A ver, que fue una cuestión de media hora… porque es un anime de capítulos de 1 minuto y medio más o menos. Y son doce en total. Se trata de Neko Nanka Yondemo Konai, es del año pasado y una de esas micro-gilipolleces deliciosas que suelo engullir con sumo placer. Importante: hay gatos. Dos, Kuro y Chin. Y de eso va todo el tema, un mangaka encuentra en un desolado día de nevada una caja con dos mininos. Abandonados para morir en la calle, ¡qué crueldad! Los lleva a casa y se los presenta a su hermano pequeño, que se dedica al boxeo. ¿Terminará congeniando con los bichillos, que no le han hecho excesiva gracia cuando han asomado sus hocicos? Pues claro que sí. Pero más cosas sucederán en la vida de nuestro púgil, muchas (y asquerosas) más…
Una película de anime
Nitaboh (2004) la recomiendo ante todo para los fans de la música. No tiene ni la mejor animación, ni el mejor desarrollo, ni los mejores personajes. Es un largometraje de tipo medio sin descender a lo mediocre. Pero es interesante y se hace querer conforme avanza. El problema que suelo encontrar en esta clase de películas que se deslizan entre la medianía es que me acaban aburriendo, sin embargo Nitaboh no lo hizo. Toda una virtud. Cierto que deja escapar los posibles momentos de clímax haciendo que resulte demasiado homogénea; no obstante esa particularidad tiene una ventaja: no hay apenas melodrama baboso. Toda la cuestión de las emociones se solventa con serenidad, que no frialdad. Y eso es porque Nitaboh se concentra en contar su historia, sin aspavientos, pero bien narrada. ¿Y cuál es esa historia? Pues la vida del músico Nitarô Akimoto (1857-1928), que revolucionó la técnica y composición del shamisen creando un nuevo género, el Tsugaru-jamisen. He de añadir además que este hombre era ciego. El relato del anime comienza en su niñez, la enfermedad, su búsqueda vital, cómo fue desarrollando su destreza y método, etc. Realmente un film fascinante, se aprende un montón.
Solo resta agradecer de nuevo a Rizen su nombramiento y escribir mis tres nominados, que son:
Espero no haberme repetido, soy bastante despistadilla. Por supuesto, no es obligatorio realizarlo. Luzbel me libre de forzar a nadie a nada. Pero si estás leyendo esto y te apetece hacerlo igualmente, ¡anímate y sin vergüenza! Lo importante es propagar la plaga del otaquismo por toda la galaxia. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.
Edición 23/10/2016
Angelique en su tag, rápida como el rayo, ha añadido una categoría más: mangaka. Me ha parecido una idea estupenda porque, ¡son la piedra angular del otaquismo! Así que me sumo a su propuesta y la incorporo también. ¡Más vale tarde que nunca!
Un mangaka
Y no escojo una, sino dos. Dos autoras que actualmente me gustan mucho y, por suerte además, se están haciendo un hueco en el panorama editorial en español gracias a Milky Way y Tomodomo: Natsume Ono y Asumiko Nakamura. Ambas tienen estilos muy peculiares que se alejan por completo del manga tradicional; pero son, junto a otras mangaka como Akino Kondô, Est Em, Murai, Fumiko Fumi, etc, creadoras que con su talento están abriendo nuevos caminos en el mundo del manga. Sin mucha pirotecnia, pero ahí están. Aquellos que estén acostumbrados a leer cómic más comercial, quizá les resulten chocantes sus dibujos e historias, pero os aseguro que merecen toda nuestra atención. Siempre cuesta hacerse un poco a lo distinto, pero existe vida más allá de Shônen Jump. Espero poder tener más material suyo entre manos pronto.