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Sarai-ya Goyô: La casa de las cinco hojas

No sé si lo he dicho alguna vez, pero soy admiradora de Natsume Ono. Por lo menos de los trabajos suyos que han caído en mis manos. No han sido muchos, pero me han impresionado lo suficiente como para estar atenta a sus movimientos. Me gusta su arte tan personal y característico, así como la elegancia sencilla de sus historias. Cuando Milky Way publicó su Ristorante Paradiso (2006) este año, me llevé una gran alegría ya que, por fin, una editorial en español había comenzado a fijarse en ella. Y no es precisamente una desconocida, tiene su fama (bien merecida). Pero no es de este manga del que voy a escribir hoy, eso quizás otro día. Esta entrada está dedicada a la adaptación animada de una de sus obras, Sarai-ya Goyô (2007-2010) o La casa de las cinco hojas.

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Esta imagen tan bonita pertenece a la serie. Porque si algo tiene, es un arte y unos fondos preciosos. Muy cuidados. El diseño de los personajes son los de Natsume Ono, que pueden gustar o no, pero encajan muy bien. En ese aspecto me ha encantado que respetaran el estilo tan peculiar de la mangaka, ajustándolo al medio animado con ternura. Y… me estoy adelantando, señores. Vamos a poner un poco de orden aquí, leñe. Empecemos por el principio aunque sea por una vez (y que no sirva de precedente).

La casa de las cinco hojas es un anime del 2010 que logró cierto renombre y ha estado, en general, bien considerado. El estudio que lo sacó a la luz fue Manglobe y decidió que con 12 episodios era suficiente. No voy a polemizar a causa de esta decisión porque, al contrario de lo que sucede con otras adaptaciones de manga, esta concretamente, no se ceba en descuartizamientos argumentales. Podríamos decir que es una introducción al mundo que se despliega en la obra original de Ono; una presentación que invita a profundizar más si se desea, pero que no deja tampoco cabos sueltos de importancia. Y eso es un alivio.

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¡Corre, neko-chan, corre!

La historia nos cuenta la llegada a Edo, en un momento indeterminado del período Tokugawa (1603-1868), de un rônin proveniente de una zona rural. Este rônin llamado Masanosuke Akitsu, a pesar de su excelente adiestramiento y físico, posee un temperamento muy poco conveniente para su oficio. Es apocado, inseguro; rehúye los conflictos y es demasiado compasivo. Así que no encuentra un empleo estable con el que poder mantenerse y sufre al ser consciente de lo que considera su propia incompetencia. Pero todo cambia cuando sus pasos se cruzan con los de un yakuza albino de nombre Yaichi. De forma involuntaria, Masa se ve mezclado con una banda de secuestradores denominada «Las Cinco Hojas». Su centro de operaciones es una taberna regentada por uno de los miembros, Umezô; y ahí se reúnen el resto de los compinches: la hermosa geisha Otake, el taciturno Matsukichi y el inescrutable Yaichi.

A pesar de lo que pueda aparentar, Sarai-ya Goyô no es un anime de acción. Es una serie que se toma con calma el desarrollo de los acontecimientos, que transcurren mediante las relaciones personales. Se van conociendo, poco a poco, las situaciones individuales de cada uno, sus vidas, qué les llevó a la delincuencia y a formar parte de «Las Cinco Hojas». Esto es un slice of life de gran profundidad psicológica; los perfiles de los personajes son minuciosos, poliédricos; y los continuos flashbacks ayudan muy bien a su gradual construcción. Aparecen más figuras, claro, que enriquecen todavía más un panorama de por sí complejo, pero que no se hace ni muy enrevesado ni cargante.

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Los dos personajes principales, Yaichi y Masanosuke, sienten una atracción mutua inmediata. Natural, ya que son dos polos opuestos. Mientras Masa, a través del cual se narra la historia, es un samurái de carácter ingenuo, espíritu puro y bastante tímido; Yaichi es todo lo contrario al candor: calculador y tremendamente flemático. Dos caras de una misma moneda: uno posee una intuición asombrosa, el otro una inteligencia afilada; uno es como un libro abierto, el otro un misterio envuelto en un enigma.

Me ha llamado mucho la atención cómo se representa ese estilo de vida de «mundo flotante» (ukiyo) tan propio de la época y que se dio en las ciudades principales de Japón como Kioto, Osaka y, por supuesto, en Edo, que sirve de marco a la serie. El hedonismo, el distrito rojo (Yoshiwara) y sus meretrices; pero desde la perspectiva no de la burguesía, sino de las gentes que conformaban esa realidad. Una realidad dura y algo triste, de la cual resultaba difícil huir. Este anime rezuma cierto fatalismo pero, a pesar de los dramas, todo fluye con una calma delicada. En general, deja buen sabor de boca y su mensaje es optimista.

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Sarai-ya Goyô no es para todo el mundo, he leído por ahí que lo califican de hipster… en fin. A cualquier cosa que se salga un mínimo de lo habitual se le pone esa etiqueta. Pero, como decía, sí es una serie que precisa, para verla en condiciones, quitarse uno de encima el chip de los anime comerciales; aunque está más cerca del costumbrismo, con pinceladas de intriga, que de un producto experimental. Es original, diferente, fresco; pero sosegado y ceñido a la representación de un tramo histórico muy concreto. Tiene un espíritu muy japonés. A los que les guste una buena historia con toques de poesía, algo de suspense y un drama sin ostentación, lo disfrutarán. Es una serie relajada y sencilla que, como todos los slice of life, da la sensación de que «no ocurre nada» en algunos momentos; pero nada (valga la redundancia) más lejos de la realidad.

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Ah, no hay romance. Aviso. A mí me ha resultado un descanso en ese aspecto porque a menudo en series de este tipo solo sirve para cargar las tintas sobre el drama, particularmente si no se sabe manejar bien. Así el resultado ha sido mucho más aséptico, realista y equilibrado. No es el anime del siglo, desde luego, pero sí lo bastante atractivo para mantener la atención de cualquier persona con un interés más o menos serio hacia Japón.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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Desafío: 3 días, 3 frases – 3

Y llegamos al último día de este curioso tag. Se me ha hecho un poco raro eso de publicar diariamente, pero reconozco que la experiencia ha resultado entretenida. Y, por supuesto, gracias de nuevo, tlacochcalcatl Khalil; a sus órdenes cuando lo conmine otra vez.

Para finalizar, me voy a tomar una licencia, y es que no va a ser una frase o una cita. Me temo que será algo más largo… en concreto una receta de cocina. Dudo si explicar primero su procedencia y la razón de que la haya elegido. Pero creo que no. Así será más divertido. Que aproveche.


Sesos a la molinera

Antes de nada hay que poner los sesos en agua fría durante una hora o dos. Después quite con cuidado las pielecillas y los filamentos sanguíneos que los envuelven. Cuando estén bien pelados, póngalos en una olla con bastante agua para que los cubra completamente (enrojecerán por estar desnudos y temblorosos ante usted). Añada una o dos cucharaditas de vinagre, sal, pimienta, un ramillete de flores y un dientecillo de ajo cuando haga glú-glú.

Cuando los sesos estén cocidos (es contraproducente entregarse a demasiadas excentricidades), pártalos en dos, dispóngalos sobre una fuente y vierta sobre ellos mantequilla fundida. Si usted conocía íntimamente a la molinera, los encontrará mucho más sabrosos. También pueden servirse en su propio cráneo, pero los cabellos son desagradables y se corre el riesgo de echar a perder el plato.


Esta receta tan peculiar es solo una entre las decenas que se encuentran en un libro muy especial para mí: La cocina caníbal (1970) de Roland Topor (1938-1997). Tenemos ojos de miope al gratín, hígado de suiza a la cazuela, guardabosques al vino de Madeira, vasco a la vasca, pies de majorette con huevos duros y un largo etcétera de absurdos culinarios totalmente hilarantes. Porque no sé si es obvio, pero se trata de un libro de humor. De humor muy negro.

Mi padre tenía este volumen y, como buena rata de biblioteca que era (soy), a los 7 años me animé, candorosamente, a leerlo. El título ya me producía bastantes recelos y, por ello mismo, resultaba un imán tremendo. Después de devorarlo, por supuestísimo, NO ENTENDÍ NADA; pero aun así lo continuaba repasando una y otra vez a escondidas. Me horrorizaba y fascinaba al mismo tiempo; las ilustraciones además eran tan malsanas e insólitas que me tenían hipnotizada. Y como en aquel entonces algunas estampas de Topor no me parecían que estuviesen al nivel de ese recetario imposible, comencé a dibujar mis propias versiones de los platos con rotulador rojo… en el mismo libro. Qué desgracia. Ahora me río, pero la cara que puso mi padre cuando descubrió mis fechorías pictóricas en un libro encima que no podía leer todavía, fue apoteósica. Montó la de San Quintín, lógicamente, pero a partir de entonces pude ojearlo ya con tranquilidad sin necesidad de encerrarme en el puto baño.

cocina caníbal roland topor
Esta era una de las ilustraciones de «La cocina caníbal». Pertenecía a una edición española de AHR del año 1972

El libro con mis garabatos gore sigue por ahí rondando en casa de mi madre; cuando lo considera oportuno, mi hermano saca a relucir el «desastre» para avergonzarme y reírse en mi jeta. Normal. La cocina caníbal me era muy querido y, conforme fui creciendo, lo llegué a apreciar infinitamente más. Esta receta era una de las que más me gustaban, por eso la he elegido.

Y esto ha sido todo, espero que os hayan gustado, aunque solo sea un poquito, estas citasfraseswhatever. Buenas noches, buenos días, buenas tardes.

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Desafío: 3 días, 3 frases – 2

Como ya comentaba ayer, lo mío no son las citas ni las frases, así que mis elecciones no van a ser especialmente brillantes ni profundas. Agradezco, de nuevo, a Khalil su nominación y os conmino a que visitéis su excelente blog. ¡Venga, ya tardáis!

Hoy he escogido una que está incluida en una película que adoro: Blue Velvet (1986) del director David Lynch. Es bastante famosa por lo que, con seguridad, la hayáis visto. Y si no ha sido así, es algo a lo que tenéis que ponerle remedio lo antes posible. En mi humilde opinión, uno de los mejores films de los 80 y mi favorita junto a The Elephant man (1980) y Eraserhead (1977) de este mismo autor.

La película en sí es muy turbia, retorcida, extraña. Con un argumento propio del cine negro, David Lynch creó una obra inquietante llena de referencias a Alfred Hitchcock y una atmósfera claramente surrealista. A Lynch le gusta jugar con los contrastes y, tras la apacible fachada tan American way of life de una población ordinaria estadounidense (Lumberton), se encuentra un submundo lleno de violencia y locura. De ese entorno procede el dueño del siguiente (y glorioso) exabrupto:

Fuck you, you fuckin’ fuck!

Porque, efectivamente, esta es la segunda cita por la que he optado. Creo que no hace falta traducirla, además al hacerlo pierde toda la gracia y esa rica sonoridad; pero, por si las moscas, sería algo así: «que te jodan, puto cabrón de mierda». Aunque acepto alternativas, por supuesto. El español tiene una paleta mucho más extensa de insultos que el inglés. El «de mierda» es cosecha mía, lo admito, pero le brinda el énfasis perfecto dado el contexto además en el que se expresa.

frankbooth

Este señor que veis que quiere follarse cualquier cosa que se menee, es el responsable de tamaña e ingeniosa grosería. He de decir que se pega casi toda la película con la palabra fuck en la boca, pero que eso no os lleve a engaño: Frank Booth es uno de los villanos más siniestros de la historia del cine. Sórdido, complejo, imprevisible, cruel… un psicópata que encima fue interpretado magistralmente por Dennis Hopper. Los matices de este hijo de la grandísima puta son soberbios. Todavía se me ponen los pelos de punta (pero de verdad) cuando lo veo tararear esa maravillosa canción de amor que es In Dreams de Roy Orbison, para pervertirla y hacer de ella algo asfixiante y horrible.

No voy a nominar a nadie en concreto, en realidad OS NOMINO A TODOS. Sí, tú, incauto que estás leyendo esto y no sé quién eres, ESTÁS NOMINADO. Os dejo con la canción leitmotiv de esta enorme película, un clasicazo donde los haya que siempre aporta elegancia y distinción allá donde suena.

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Desafío: 3 días, 3 frases – 1

Khalil I El Grande me ha retado para llevar a cabo una ardua tarea: durante tres días consecutivos, servidora, la paladín de las sumas bizarradas, deberá ofrecer en tributo tres frases a los osados lectores que desplomen sus ojos en los abruptos territorios de esta bitácora.

Bueno, dejando de lado mis habituales payasadas sin gracia, le agradezco a Khalil el haberse acordado de mí. Ya le he comentado que no me va a resultar fácil, porque no soy mucho de citas, pero por lo menos lo voy a intentar. Esta primera no es especialmente meditada, aunque sí me impactó bastante durante un largo tiempo… y todavía me hace cavilar.

It’s better to burn out than to fade away

Que se puede traducir algo así como «es mejor quemarse que languidecer» o similar. Esta extraída de una canción de uno de mis artistas predilectos desde niña (cosas de tener un hermano 10 años mayor), Neil Young. El tema fue incluido en uno de sus álbumes míticos, Rust Never Sleeps (1979) que Young grabó con su banda de toda la vida, Crazy Horse. Es un clásico. Esta frase además trajo cola ya desde el principio, John Lennon la criticó bastante; aunque en mi opinión, y con todos los respetos, no quiso comprender el auténtico significado de esta. Tiene un evidente cariz autodestructivo, pero no deja de ser una manera de expresar que es mejor finalizar algo con contundecia que dejarlo agonizar lentamente. Es una declaración aguda sobre lo que es el espíritu original del rock n’ roll. Digo «original» porque ahora esa rebeldía, incluso cierta rudeza, que lo caracterizaba se ha perdido prácticamente. El punk de los 70’s recuperó esa furia casi nihilista de su nacimiento, pero actualmente el rock se ha convertido en otra cosa. Si es que además se le puede llamar todavía así, claro. Pero ese ya sería otro tema diferente y cabrían miles de matizaciones.

Este verso fue, además, hallado en la nota de suicidio de Kurt Cobain. El rubio de Seattle era muy fan de Neil Young; en realidad este canadiense influyó muchísimo en las bandas que posteriormente conformarían el grunge. Se puede decir que fue como el padrino musical de ese movimiento.

La interpretación de esta frase, como todo en la vida, depende del cerebro que le haga frente. Desde mi punto de vista no tiene ni un mensaje negativo ni positivo, solo insta a la acción, a la toma de una decisión. Pero, ¡ah!, no todas las situaciones son iguales. En el contexto de la propia canción, alude a lo que antes he escrito sobre la esencia primitiva del rock, de hecho hace referencia a Elvis Presley y Johnny Rotten.

Y eso. No quiero alargame más porque no sé si esto os interesa mucho, la música y más el rock de los 70 no son temas de conversación frecuentes… salvo entre melómanos y músicos (soy ambas cosas). Así que me despido hasta la próxima máxima de mañana (buah, qué cacofonía, cuánta eme) y os dejo con la composición, para el que quiera escucharla. Es la versión acústica.

¡Se me olvidaba, las nominaciones! Creo que estáis casi todos ya, por lo que espero me disculpéis si hay repetición. Esto es voluntario, no me ofenderé en absoluto si optáis por pasar del asunto. Hay confianza.

Alba Lara de Mundo Anime

(que no sé si te gusta que te llamen Alba o Lara, tengo una amiga llamada Lara y me encanta su nombre; ya me dirás qué prefieres, no quiero meter más la pata)

El Rincón de Kuroneko

El Destino de la Flor de Cerezo

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

solanin

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1 año

Hoy 25 de agosto cumple 1 año este despropósito de blog. Ha pasado cagando leches, la verdad, sin darme apenas cuenta. Así que ahí nos tenéis a Isis y a mí, celebrándolo con un pastelito (a ella le daré su mousse de pato con espinacas luego, que es su preferido). Muchas gracias a todos los que de vez cuando os dejáis caer por aquí y leéis este catálogo de insensateces. No sois muchos, esta bitácora tiene muy poco tráfico aunque mi intención tampoco era hacer algo popular. Para ser honesta, en realidad no sé muy bien el objetivo de este blog… salvo el de puro desahogo, claro; por lo que desconozco si habrá un segundo aniversario. La vida da muchas vueltas y una es también bastante volátil.

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Aclaraciones: 1-Sí, esa trastornada del gorro soy yo 2-Efectivamente, vivo en una especie de pocilga 3-Sí, estoy a aguantándome la risa 4-Muy cierto, Isis es mucho más guapa que yo (pero se mea en el sofá)

Anyway, gracias. Gracias por leer estas palabras y gracias también al resto de compañeros bloggers que hacen esta afición infinitamente más divertida y didáctica. Y ya no digo más, no soy buena en estas cosas. Os dejo con musiquita. Un beso enorme a todos.

anime, largometraje, literatura

El tren nocturno de la Vía Láctea

Si algo bueno (¡milagro!) le encuentro al verano, son las noches. Concretamente las noches de agosto. Me gusta mucho mirar las estrellas y, para ello, tengo un cutre-telescopio desmontable que me suelo llevar a cuestas en la mochila allá donde proceda. El otro día estuve observando las Perseidas muy a gusto con un par de bocatas de tortilla… hasta que se echó a llover. Me cayó una tormenta encima de las guapas, pero mereció la pena. Y claro, entre cruce y cruce de cables, se me ocurrió hacer esta entrada. Son los días adecuados además. Hoy voy a escribir sobre la estupenda película Ginga Tetsudô no Yoru (1985).

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Ginga Tetsudô no Yoru ha tenido más encarnaciones, tanto en mangas como en otra película de factura más reciente, ya que está basada en la obra literaria del mismo nombre, que en castellano se ha traducido como El tren nocturno de la Vía Láctea (1927). Es una novela muy famosa y querida en Japón, escrita por el también celebérrimo Kenji Miyazawa (1896-1933). Seguro que habéis oído hablar de ella o directamente leído.

¿Por qué digo que son los días adecuados? Muy fácil: esta historia tiene lugar durante el festival Tanabata. Tanabata se suele celebrar durante el verano, las fechas oscilan entre el mes de julio y el de agosto; este 2015, tal como informa san Google, es el 20 de agosto concretamente. Pero también depende de la región, por supuesto. La Fiesta de las Estrellas o Tanabata, hace alusión a una bella leyenda de origen chino que cuenta cómo, solo una vez al año, una pareja de amantes, la princesa hilandera Orihime y el pastor Hikoboshi (Vega y Altair respectivamente) pueden reunirse atravesando la Vía Láctea, que durante el resto del año los separa. Esta festividad a veces suele coincidir con el O-Bon (que recién acabamos de dejar atrás, por cierto) dedicado a los antepasados y que comparte algunas costumbres similares, como la de echar a los ríos o al mar farolillos o deseos escritos atados en ramas de bambú. Pero no son la misma fiesta. En este libro Miyazawa aunó ambas festividades, ya que así servía mejor a sus propósitos.

«Tanabata» de Okumura Masanobu (circa 1740)

Kenji Miyazawa creo que es uno de los escritores que con más fuerza han influido en la cultura popular japonesa. Y también fuera de las islas niponas. Me viene ahora a la cabeza, por ejemplo, recordando este tag de Magrat en el que nombró Momo (1973) como una de sus recomendaciones literarias, a Michael Ende, su autor. Este alemán era un japonófilo empedernido, le encantaba Lafcadio Hearn (del que podéis leer algo en esta entrada antigua) y, por supuesto, Miyazawa. De hecho la influencia de Miyazawa-sensei es rotunda, sobre todo en su visión de la literatura ¿infantil? y esa forma de mezclar fantasía y realidad con cierta melancolía tan peculiar. No en vano, Ende estuvo trabajando con la que más adelante sería su segunda esposa, Mariko Sato, en la traducción de varios cuentos de Miyazawa. Conocía y amaba su obra. Pero donde mejor podemos reconocer el espíritu de este creador japonés es en Ghibli. Está por todos lados, Mi vecino Totoro, Pompoko, El viaje de Chihiro… qué sé yo. No es casual que Isao Takahata, antes de Ghibli, dirigiera y escribiera como proyecto personal Gôshu, el violoncelista (1982), una adaptación de un cuento corto de Miyazawa. Y ya en 2006 Ghibli produjo La Noche de Taneyamagahara, otro relato de él. Tanto Miyazaki como Takahata son sus admiradores declarados, y eso tenía que notarse.

Pero vamos, que a este autor se le encuentra desde en el reciente Punch Line, en clásicos como Ginga Tetsudô 999 hasta en descomunales (e imprescindibles) marcianadas como Mawaru Penguindrum. La verdad es que, pensándolo bien, Ikuhara le dio un repaso fino a El Tren de la Vía Láctea. Aunque eso ya sería tema para otra entrada. Miyazawa es un poeta y escritor muy querido en Japón, no tuvo mucha fama en vida (además falleció joven), pero su reconocimiento posterior fue gigantesco. No solo por artistas, sino por millones de lectores que desde la infancia leyeron sus obras. Por eso su influencia, en muy diferentes disciplinas, es más que patente. Las adaptaciones que se han hecho de sus cuentos y poemas son abundantes, pero tampoco voy a alargarme mucho con este asunto. Creo recordar que el gran Marc Bernabé hizo un pequeño ensayo al respecto que se incluyó en la edición de Satori de La vida de Budori Guskô (2013) para los que estéis interesados (deberíais).

Aquí os dejo un corto basado en uno de sus cuentos, El mesón de muchos pedidos, que me parece GENIAL. Si tenéis un poco de tiempo, merece la pena lo veáis.

Ginga Tetsudô no Yoru quizás suene más por su versión moderna (de la que no voy a escribir, esta entrada ya está comenzando a adquirir unas dimensiones respetables y no era mi intención). También es probable que los que hayáis visto Guskô Budori no Genki (2012) conozcáis de sobra esta versión de 1985. El director, Gisaburô Sugii, es el mismo y no tuvo contemplaciones a la hora de proseguir con unos protagonistas felinos casi idénticos. Porque esa es una de las primeras cosas que llaman la atención de esta película: los personajes principales son gatos. Yo encantada de la vida, nunca hay demasiados gatos. NUNCA.

Giovanni y Campanella
Campanella y Giovanni

El argumento es idéntico al de la obra literaria, y nos traslada al Japón rural; el mismo del que procedía Miyazawa, en el que tanto afán puso (era ingeniero agrónomo) y que tanto amaba también. Ahí, en un pueblecito, residen Campanella y Giovanni. Grandes amigos desde la infancia, pero ahora distanciados. Giovanni lo echa de menos, pero sus circunstancias personales no le permiten mucho tiempo libre. Su madre está postrada en cama, enferma; y su padre, desaparecido y con fama rara entre sus vecinos. A causa de ello, su hermana y él tienen que ganarse la vida para poder alimentarse. Él aún confía en el regreso de su padre, y trabaja en una imprenta por un sueldo miserable, lleno de esperanza. Sus compañeros en el colegio se burlan de él debido a su ingenuidad, el profesor observa cómo su rendimiento académico va decayendo y en el trabajo también es objetivo de comentarios crueles. La noche de Tanabata, observa a toda la gente del pueblo reuniéndose para acudir al río y disfrutar de la celebración. Giovanni, en un primer impulso, desea unirse a ellos y, sobre todo, estar con Campanella; pero la inseguridad y la sensación de saberse un marginado, lo ahuyentan. Así, decide dirigirse a La Columna de los Deseos, situada en una colina fuera de la aldea, para ver las estrellas. Y ahí empieza el viaje.

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Todo tiene su sentido en esta obra y, por supuesto, posee diferentes niveles de lectura. El simbolismo es riquísimo y las figuras alegóricas, continuas. Un niño disfruta de la historia, pero un adulto, con los conocimientos necesarios y cierta madurez, puede profundizar muchísimo más. Miyazawa hizo una miscelánea coherente de ciencia, elementos cristianos y budismo; todos ellos se combinan para crear un universo fantástico y delicadamente poético. La aventura comienza en sí en la Estación de la Vía Láctea, representada como un río a lo largo del cual, el tren recorrerá, desde la Cruz del Norte (constelación del Cisne) hasta la Cruz del Sur, un paisaje surrealista surcado de agudas metáforas. Esta Vía Láctea como curso fluvial, no es mas que el río Sanzu, que los difuntos en la tradición budista deben cruzar. También hay concesiones históricas, como una alusión implícita al desastre del Titanic que deparará momentos y conclusiones interesantes… pero no debo añadir más.

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Es una película tranquila, dejando su conveniente espacio a los silencios. Posee un aura de misticismo tenue pero que lo envuelve todo de misterio y calma; además se toma su tiempo para interpretar y describir lo que va sucediendo en el relato. Porque es conveniente leerlo antes, eso también debo aclararlo. La razón no es que sea imposible entender el film sin hacerlo; es que está dirigida a un público que ya conoce la obra. Todos los matices y guiños, que tan sutilmente están expresados, si no se ha leído antes, se pueden perder. Y sería una lástima.

Hay bonitos detalles que hablan del cariño y respeto que existe en esta película hacia Miyazawa, como el incluir toda escritura, tanto en el colegio, la imprenta, nombres de comercios, etcétera en esperanto. En esta lengua el autor tenía puestas muchas ilusiones y era su fervoroso defensor. El film se permite algunas licencias, pero en general es bastante fiel al cuento original. Capta muy bien esa inocencia y desdicha que emana de él, también ese amor por la naturaleza de la que Miyazawa se rodeó en vida. El drama está plasmado con suavidad, no hay afectación de ningún tipo, sino una gran dulzura contenida. Pero eso sí: es una historia triste. Elegantemente triste.

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La animación en la película es muy sencilla y propia de la época, pero no por ello un cagarro. Los colores, las texturas, recuerdan al mundo infantil; con trazos gruesos pero bien definidos. Esa «tosquedad» (que no es tal) naïf, brinda un encanto muy adecuado a la historia, y no deja de ser hermosa y profundamente espiritual. Acorde con la atmósfera, no esperéis mucho dinamismo; Ginga Tetsudô no Yoru desgrana de manera pausada una colección de instantes, casi como fotografías, que prefieren ahondar en la intensidad filosófica y emocional más que en la acción. Los cagaprisas tendrán que beberse una tila.

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En definitiva, es una película que nos habla de la amistad, de la búsqueda de la felicidad, la soledad, el egoísmo, la crueldad humana y el miedo a la pérdida. Miyazawa la escribió con su hermana desaparecida en mente, y el dolor que sentía lo expresó de una manera bellísima y, además, valiosa para la posteridad… aunque esa no fuera su intención. La recomiendo sin dudar. No es un obra convencional, claro, pero que eso no os pare los pies.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

anime

¡Vete, verano, vete!

«Danza rural durante el O-Bon» de Shôtei (1936)

Hola, verano. Eres asqueroso. Quiero que acabes. Venga, dilo conmigo: aaadiióóóós. Bah, qué flojo, un poco más fuerte: AAAADIIIÓÓÓÓS. Nada. No hay manera. Debo seguir aguantándote unas semanas más.

El Caballero Estío me convierte en una especie de endriago, diabólico y muy difícil de gobernar. Entre la ira y la melancolía, basculo en una bipolaridad intolerable hasta para mí misma. Me gustaría permanecer en hibernación hasta octubre (es mi mes favorito). Lógicamente, no es posible. Tengo los anime de temporada para consolarme una miqueta. Algo es algo.

He comenzado con ellos bastante tarde y con algunos llevo una semana de retraso. Advierto que he sido más crítica de lo habitual. Cuando una no está de humor, no está de humor. Así que, no offence. Que este blog no es la Biblia ni mucho menos.

lagrimaslluvia

Y mejor que sea así. Estas son las series que, hablando sin tanta alusión philipdickianapiratesca, he mandado a cavar zanjas a Eritrea. Os mola el dibujito, ¿eh? Es un horror, lo sé, pero a veces me gusta hacer el imbécil con el paint.

AKAGAMI NO SHIRAYUKIHIME

赤髪の白雪姫

Este anime es mongolo, sin más. Abordé la temporada estival con esta serie, deduciendo que sería un aperitivo ligero que me estimularía a proseguir con el resto… y consiguió el efecto contrario. Mala elección hice. La fantasía, el folclore y las aventuras siempre son bienvenidos en mi ordenador; tontorrona de mí, pensé que sería un anime sin mucha sustancia pero que depararía alguna que otra sorpresa agradable. Pero no. Akagami no Shirayukihime es un muermo de los gordos. Coge los elementos propios de los cuentos de hadas infantiles y los convierte en una pastelada incomestible. Que sí, ahí está esa ingenuidad tan propia de ellos… pero coño, no trates al espectador como si fuera subnormal. Situaciones inverosímiles, conflictos que se resuelven de manera ridícula, personajes que caen del cielo porque sí… Y todo muy bonito y todo el mundo muy bueno y (casi) todos los machos encandilados con la heroína. No puedo decir que la moza sea del tipo lerdo porque no lo es; pero casi todo en este anime está llevado de una forma tan sumamente cursi y empalagosa, que se me hace completamente indigesta. No me aporta nada y está plagado de clichés. Me recuerda un poco, aunque argumentalmente no tengan mucho que ver, a otra serie del año pasado: Soredemo Sekai wa Utsukushii. Tienen esa melosidad pastosa de un caramelo toffee blandurrio, que cuesta horrores masticar y se te queda pegado en los dientes. Cierto es que solo he visto cuatro capítulos (después del primero se me quitaron las ganas, pero debía hacer la reseña apropiadamente); y a lo mejor el temita se anima un poco no haciéndose tan vacuo como hasta ahora. Pero lo siento, sobredosis de azúcar las justas. Esta especie de blancanieves con pelo rojo y sus trabajos de herboristería no son para mí.

shirayukihime

SHIMONETA

下ネタという概念が存在しない退屈な世界

Esta es una de tantas series que no entiendo por qué empiezo a ver. He logrado tragar dos episodios… y medio. No dudo de que a mucha gente este anime le esté gustando ya que es dinámico, ameno y a los personajes se les ve pinta de que vayan a estar bien enfocados (sobre todo porque son arquetipos bien reconocibles). Es una serie dirigida al público joven masculino japonés; es muy específica y se nota. Con esto quiero decir que, ese grado de represión sexual en el Japón distópico de esta obra, que supera con creces a la sociedad victoriana inglesa del s. XIX, solo puede asimilarlo para lograr una suspensión de la incredulidad adecuada, un sujeto adolescente que todavía no tenga mucha idea del tema y/o viva en un entorno conservador. Por otro lado, no puedo evitar percatarme de que este anime es un reflejo de la propia sociedad nipona, donde las relaciones personales suelen ser extremadamente pudorosas y cerradas. De ahí que el objetivo de la ¿villana? ¿heroína? de la serie, sea conseguir una libertad plena en la comunicación y expresión de la sexualidad. Pero de una sexualidad donde la mujer es un objeto, he de decir. Es curioso que todos los esfuerzos que realiza la moza, se centran en estimular la curiosidad del hombre: a través de típicas revistas porno masculinas o diluvios de fotografías eróticas donde solo aparecen chicas ligeras de ropa. Parece que la mitad de la población de ese Japón hipotético deba conformarse únicamente con eso. ¡Café para todos! Se trataría de una revolución sexual sesgada y aparente. No es casual tampoco que la única muchacha en la obra (aparte de la protagonista), que siente un afán sincero por conocer todo lo relativo al sexo, sea tratada como una demente a la que encima no se le brinda ni pizca de información. ¿Me sorprende todo esto? Pues no. En realidad Japón es así, por lo que es natural que se plasme de esta forma, como igualmente se hace en otros tantos miles de anime ecchi. Así que, a pesar de que contiene elementos interesantes, Shimoneta me ha provocado gigantescos bostezos con lagrimones incluidos. Más de lo mismo.

Efectivamente, LLEVA UNA BRAGA EN LA CARA
Efectivamente, LLEVA UNAS BRAGAS EN LA CARA
nifunifa
Sé que no llevan tilde, pero en el dibujito queda mejor así

CHARLOTTE

シャーロット

Partiendo de unos planteamientos bastante prometedores, Charlotte por el momento pincha y se queda como una pelota de baloncesto fofa. El desarrollo de las premisas es completamente infantil  y superficial, de una simplicidad casi ridícula; y los capítulos me acaban aburriendo un poquillo. La base del equipo principal, que recuerda lejanamente al de Suzumiya Haruhi no Yûutsu, dedicado a la reclutación de adolescentes con poderes especiales para «salvarlos» de los «malvados» científicos, tiene su gracia por ese regustillo comiquero. Las historias, hasta ahora de corte autoconclusivo (he visto hasta el episodio cinco), se despeñan más que fluir… pero. Pero. ¡Que no hemos alcanzado ni la mitad del anime, amiguitos! Aunque la presentación general de la serie me haya convencido poco, el trasfondo y varias tramas secundarias propuestas continúan ahí, no están para nada descartadas. Y son tentadoras. ¿Desarrollará la insoportable hermanita del protagonista algún tipo de poder? Es lo lógico, y espero que sea una habilidad bien chunga. Por darle algo de vidilla al tema, que de momento los poderes mostrados no han supuesto grandes problemas, todo muy inofensivo. ¿Quién es ese familiar misterioso (¿hermano mayor? ¿padre? ¿tío?) que aparece en la cabeza de Otosaka? ¿Por qué no es recordado convenientemente? ¿Tiene poderes también? ¿O es un «malvado» científico? Lo que en realidad deseo es que sepan jugar esas manos con inteligencia y que la serie adquiera, de una vez, una tonalidad más oscura. Lágrimas y crueldades a raudales, por favor. Charlotte lo está pidiendo a gritos.

Meganes del mundo, venid a mí
Meganes del mundo, venid a mí

Por cierto: AMO al tipo bizarro ese chorreante al que no se le ve la cara tras su increíble melenón. Quiero más personajes así. El megane también me gusta salvo cuando está en modo fanboy, entonces es un pesao.

ROKKA NO YÛSHA

六花の勇者

Rokka no Yûsha es el anime épico que está cubriendo mis necesidades actualmente del género. Mucho mejor que Arslan Senki. Pero tiene defectos… como todo en el mundo. Solo para empezar, la animación es mierder, PERO MUY MIERDER, SEÑORES. El CGI quema las retinas. Y ESAS TETAS, WTF??!! ¿Por qué esas tetas? ¿A qué viene diseñar una princesa guerrera como una Playboy Bunny? ¿Y la peliblanca? ¿Qué significa esa horrorosa flor de la cabeza? ¿Es carnívora? Si tiene algo que ver con la Santa de la Flor, podrían haberle dado un aspecto menos propio de las carreras de Ascot. ¿Y el grandullón? ¿Por qué se parece a la Dama de Elche?

Bueno, ya vale de chorradas por mi parte. Pero sí, los diseños de algunos personajes me parecen bastante esperpénticos. Aunque la ambientación, una combinación de civilizaciones mesoamericanas, me gusta mucho. Desde luego, no es Shingeki no Bahamut, pero tiene un ritmo muy bueno y sabe mantener la intriga al estilo Agatha Christie con perspicacia. No he leído ni las novelas ligeras ni el manga, así que ignoro si están haciendo alguna barrabasada; solo puedo decir que la historia me agrada y retiene con agilidad mi atención. Lástima esa animación tan desastrosa, a ratos dan ganas de apagar directamente el ordenador.

rokka

ñam

KURAYAMI SANTA

暗闇三太

Me hago cargo perfectamente de que esta serie la seguiremos en total tres y el de la guitarra. Pero es realmente especial, una rara avis que disfruto bastante a pesar de su sencillez formal. Santa, un servidor del rey Enma del Infierno, es enviado a la tierra para tratar de mantener el equilibrio entre el mundo espiritual y el humano. El Inframundo está empezando a tener un problema de superpoblación a causa de la creciente maldad de los vivos. Santa, como criatura infernal que es, no entiende de ética o moral. Él está destinado a cumplir su misión, que es contrapesar, nivelar. Nada más. Y a ella se ajusta con fría precisión; Dark Santa y su martillo son implacables. Su actitud, en escasos tres minutos, obliga a la reflexión con acciones singulares y breves moralejas de una ironía cruel. La estética, inspirada en la cuna del anime (Tetsujin 28-gô, Astroboy) unida a fragmentos de imagen real de mediados de la era Shôwa, otorgan una atmósfera inquietante, casi apocalíptica, muy atractiva.

En sí es una serie muy simple, tanto a nivel argumental como de animación; pero es un caramelito para todo aquel que disfrute con lo tenebroso y quiera saber algo más sobre la época en la que se produjo el «Milagro japonés». De momento, sus «aventuras» tienen todas lugar al sur, en Kyûshû; y sabemos de dos criaturas más que, como Santa, ejercen la labor de enviar almas al infierno con sensatez (¡ejem!). ¿Las malas noticias? Solo hay cuatro episodios disponibles y las actualizaciones son leeeentas. Es de esperar dado que no es el anime más comercial del mundo. Pero merece MUCHO la pena.

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GANGSTA

ギャングスタ

Es mi anime preferido de la temporada. Hasta el OP me gusta (bueno, la música NI HABLAR), con esas influencias del cómic occidental tan pop art que puede recordar al de Cowboy BebopNo es una serie tan espectacular como Kekkai Sensen (mi favorita de la temporada pasada A PESAR DE LOS PESARES), pero las comparaciones son odiosas, teniendo en cuenta además que tocan palos distintos. Encuentro lógica esa mayor austeridad y contención en Gangsta, ya que se mueve por los bajos fondos urbanos. Es sórdido, es noir; la glorificación de la violencia es constante. Las referencias inevitables van desde el Sin City de Miller hasta Black Lagoon. El nombre de la ciudad es muy elocuente: Ergastulum. Para el que no lo sepa, las ergástulas eran un tipo de cárcel subterránea bastante cruel, donde iban a parar los esclavos rebeldes o prisioneros de guerra en la Antigua Roma. Son gentes de malvivir, mafiosos y marginados los que habitan Ergastulum, en definitiva. La animación me ha sorprendido gratamente, sobre todo por el aire vintage, muy noventoso; así como la caracterización totalmente individual de cada personaje. Se agradece ese tipo de detalles en las series de tipo coral, gran trabajo. Porque, aparte de una buena historia y sus pertinentes ramificaciones, el elenco que conforma la obra es fenomenal. Ni uno tiene desperdicio, hasta los personajes más insignificantes están perfilados con cuidado.

El desarrollo de la serie, hasta el episodio 5 que he visto, es apropiado y natural: a través de los ojos de Álex, que desconoce casi todo lo concerniente a Ergastulum; con los flashbacks oportunos que nos descubren el contexto pasado y las vidas de Nick y Worick. La información se raciona a conciencia para mantener la intriga con lo que, progresivamente, la perspectiva del espectador se amplía para hacerlo testigo de una realidad compleja, brutal. Intuyo que todavía no sabemos ni la mitad, y espero que esté a la altura de mis expectativas, que son MUY altas.

Por supuesto, me encanta el gatito negro. Miaow!

gangsta

Prosigo con Ore Monogatari!!, Arslan Senki, Kyôkai no Rinne y Durarara! x2 Ten, aunque no las comentaré a no ser que observe algo que merezca mención. No estoy viendo más series porque ninguna, aparte de las referidas, me atraía en exceso. Quería evitar un poco también los entornos escolares (es difícil) y huir de lolis lo máximo. Seguramente estén emitiendo alguna más que pueda gustarme, pero con ocho he cubierto el cupo. Tengo muchísimas ganas, pero ya en formato película, de ver Bakemono no Ko, que se estrenó en julio. No sé cuándo podrá caer en mis manos, pero la espero con ansias.

bakemononoko

Debo añadir que tenía esta entrada programada y se me olvidó por completo, ya que tenía previsto finalizarla a tiempo. JAJA. No fue así, por lo que salió a la luz como vil aborto durante un rato este lunes. Khalil fue de los «afortunados» en presenciar este despiste, uno entre los millones que infestan mi vida, dejando prueba de ello con su oportuno comentario. Sin él, ni me habría dado cuenta del desaguisado. En fin, no será la última vez que suceda. 

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

paja mental, tags

Black Wolf Blogger Award

blackwolfbloggeraward

¡Gracias, muchísimas gracias a Mishusina y a su siempre brillante y acogedora madriguera, por nominarme y entregarme este galardón! No he sido la única, comparten igual fortuna Wanda, Vannert, Belyath y Herreiere, al que no tenía todavía la suerte de conocer. Gracias al Black Wolf Blogger Award, he podido acceder a su bitácora porque, en realidad, este premio va un poquillo de eso también. Como el creador de este laurel internetero escribió:

«Estos premios de moda son una honesta intención de difundir, combinada con una intención traviesa de que vengan a nuestro blog.»

Es una manera de divulgar los trabajos de otras personas. Hay millones de mentes en el ciberespacio contando multitud de cosas interesantes, siempre satisface descubrirlas y, desde luego, ver también tu labor reconocida y apreciada. Así que gracias por partida doble, Mishusina, gracias.

people

Y siguiendo ese espíritu claro de divulgación, el premio lleva adjuntas varias preguntas para conocer mejor al autor. Así que allá van mis respuestas.

¿CUÁL FUE EL PRIMER LIBRO QUE LEÍSTE?

La verdad es que no lo recuerdo, sinceramente. Desde que era bebé, y no exagero, he tenido siempre un libro delante de las narices. No es que fuera ninguna genio, fue cosa de mis padres y por un motivo la mar de banal: era malísima comedora. Como no había forma humana de mantenerme quieta a la hora de darme la papilla (sobre todo si llevaba plátano), adoptaron una técnica de distracción bastante eficiente que consistía en ponerme libros en los morros… mientras intentaban colarme la cuchara en la boca. Quizá el libro más viejo que tengo noción haber leído, herencia de mi hermano, es un recopilatorio de cuentos de hadas rusos de Ediciones Susaeta. Los restos de comida que aún quedan incrustados en sus páginas dan fe de ello.

Firebird
Ilustración de Iván Bilibin para el cuento «El pájaro de fuego» del año 1899. Esta leyenda la conozco muy bien desde pequeñaja.

¿POR QUÉ ESCRIBES?

Vaya pregunta… ¿Por qué respiro? Pues por lo mismo escribo. Lo necesito y encima me gusta. No hay mucho misterio.

¿TIENES MUSA O INSPIRACIÓN?

No, no tengo musa. Ni muso. Pero la inspiración siempre proviene de los lugares más insospechados: de cómo se mueve un chico mientras sube al tranvía, de los comentarios en los blogs, del bote de champú que leo cuando estoy sentada en el trono, de la melodía del bajo en una canción… Nos pasa a todos. Pero debo reconocer que muchas ideas también me vienen mientras estoy en ese estado de duermevela, antes de caer del todo en los brazos de Morfeo. Esos momentos en los cuales los pensamientos fluyen con una ligera chispa de conciencia. Ahí se me ocurren cosas muy, muy locas.  Pero no solo aplicadas a la escritura, claro. Luego las pulo para hacerlas comestibles y ¡manos a la obra!

¿ESCRIBES LO QUE VIVES O VIVES LO QUE ESCRIBES?

Ambas. Y depende de lo que escriba también.

Nichi2
Este podría ser perfectamente yo lidiando contra la pereza que me tiene agarrotada este verano. Porque ¡sí, lo habéis adivinado! tengo otra entrada a medio cocer y a punto de explotarme en la cara. Tic-tac.

NOMINACIONES

Laberinto Invernal

Los animes de Magrat

It Grew into Castrophany

El Kafé Khalil

El destino de la flor de cerezo

El Refugio de los Incomprendidos

No hay ninguna obligación de aceptar este galardón ni de contestar a las preguntas. Muchos estaréis de vacaciones y tendréis tantas ganas de poneros a ello como de que os arranquen las uñas con unos alicates. Es comprensible. Pero con estos galardones, que conste, van incluidos mi admiración y respeto. Por mi parte, me despido con una linda tonadilla lobuna. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

TV on the Radio – Wolf Like Me

anime, literatura

Literatura Azul

Hace un tiempo que no escribo sobre literatura, y no es por falta de ganas. Más bien porque van brotando cosas por el cerebro y no me paro a pensar si faltan otros contenidos. No en vano este blog se llama como se llama.

Ya empecé a barruntar algo cuando leí las estupendas recomendaciones de Wanda en su entrada Tag: si te gusta… al toparme con Aoi Bungaku (2009) y coincidir con ella plenamente en que es una maravilla de anime. Pasó bastante desapercibido en su momento y también ha sido, en general, poco comprendido. No porque sea especialmente complejo, sino a causa de que se aleja de las temáticas y estructuras habituales de las series comerciales; y porque es un homenaje a clásicos literarios japoneses del s. XX. Son adaptaciones de historias cortas cuyos autores son imprescindibles, y quizá como en Occidente no son tan conocidos, han podido dejar traspuesto a más de uno.

Seis pequeñas historias, doce capítulos. Y tanto la dirección como el diseño de los personajes estuvieron en manos de gente tan interesante como Takeshi Obata (Death Note, Bakuman), Tite Kubo (Bleach), Tetsurô Araki (Death Note, Attack on Titan) o Atsuko Ishizuka (Nana). Imagino que ya os habréis dado cuenta de que son staff de Madhouse, como la misma serie.

Pero no me voy a centrar en el anime, sino en las narraciones en las que está basado. Quizá así resulte más fácil para el que no lo haya visto o para aquel que simplemente no le gustó, dejarse empapar de su espíritu y entenderlo mejor. Pero, ante todo, espero que sirva de estímulo para que os atreváis a leer los propios relatos en sí (en el caso de que no lo hayáis hecho todavía), ya que fueron, y son, fundamentales en la literatura japonesa moderna. Si después del rollo patatero que viene a continuación (es de los gordos, advierto), sigues sin convencerte… pues nada, ancha es Castilla.

Aoi-Bungaku

CAPÍTULOS 1, 2, 3 y 4

Ningen Sikkaku

人間失格

(1948)

«La irracionalidad… Me producía un cierto placer. Mejor dicho, me hacía sentir cómodo. El seguir las normas establecidas me parecía mucho más temible —me parecía que había en eso algo tremendamente poderoso—, era un mecanismo incomprensible; no podía continuar sentado en esa habitación fría y sin ventanas. Fuera se extendía el océano de la irracionalidad, y lanzarme a nadar en sus aguas hasta morir se me hacía más placentero.»

Indigno de ser humano, Osamu Dazai

El autor, Osamu Dazai
El autor, Osamu Dazai

Este es uno de los libros más terribles que he tenido el placer de leer. Una auténtica downward spiral a las cloacas de la humanidad. Me encanta. Me sorprende que, en una sociedad tan encorsetada como la japonesa y encima en plena posguerra, surgiera un alarido literario como este. Pero estamos hablando de Osamu Dazai (1909-1948) y en vida tampoco se caracterizó por cohibirse precisamente. Porque Indigno de ser humano (1948) tiene mucho de autobiográfico: las andanzas de un joven de provincias, con problemas desde la infancia de adaptación social y síntomas de alienación, por los bajos fondos de Tokio tras abandonar la universidad.

Dazai es estoicamente explícito en sus minuciosas descripciones de los sentimientos que lo dominan: asco, incomprensión, desprecio por sí mismo, odio profundo a la humanidad. Recuerda un poquillo a Memorias del subsuelo (1864) de Dostoyevski, ¿verdad? Es muy probable que Dazai encontrara inspiración en esa obra, pero Indigno de ser humano es mil veces más salvaje y descarnado. Alcohol, prostitución, sanatorios mentales, drogas, abusos sexuales, suicidio. En esa sordidez el autor traza un retrato nihilista y desesperado de su propio yo; sin tapujos, sin hipérboles. Nitidez y simplicidad. Yozo, el protagonista, en un principio intenta fingir ser normal, a pesar de saberse distinto, mediante la máscara del bufón; pero, al convertirse en adulto, reconoce plenamente su fracaso como ser humano al ser incapaz de cumplir las expectativas de la sociedad. Una sociedad a la que observa lleno de repugnancia y de la que siempre se ha sentido ajeno. Yozo es un marginado, un perdedor (so why don’t you kill me?) y solo encuentra alivio temporal de esa angustia existencial en el sexo y los estupefacientes. Era un punk rocker.

Pero Indigno de ser humano no son solo las correrías autodestructivas de un inadaptado; no debe abordarse además solo por la mera curiosidad morbosa que despierta la caída libre de un paria. Eso sería tristemente superficial y, seguramente, a Dazai le haría esbozar una sonrisa despectiva que confirmaría su nula fe en la especie humana. Sus planteamientos y dilemas son totalmente vigentes, a pesar de que son hijos de una época clara de confusión y desarraigo; por eso hace mucho ya que esta obra se convirtió en un clásico atemporal.

Osamu Dazai, como el protagonista de este relato, intentó suicidarse en varias ocasiones. A la quinta fue la vencida, se arrojó al río Tama junto a su amante. No había cumplido los 40.

CAPÍTULOS 5 y 6

Sakura no Mori no Mankai no Shita

桜の森の満開の下

(1947)

«El hombre se fue en secreto. Los cerezos estaban en flor. Tan pronto como entró en el bosque, le vino a la mente la sonrisa perversa de la mujer. Le dolió más que cualquier cosa que hubiera experimentado antes. El dolor lo atormentaba. Entonces, un viento frío procedente de las cuatro direcciones infinitas rodeó su cuerpo y lo atravesó, penetrando en su carne transparente y llenando por completo el vacío entre las flores. El viento bramaba; él gritó desesperado y corrió. El vacío más absoluto.»

En el bosque, bajo los cerezos en flor, Ango Sakaguchi

ango-sakaguchi
Ango Sakaguchi y la podredumbre

Ango Sakaguchi (1906-1955) fue un escritor atrapado por la brutal realidad de un Japón sumido en la guerra. Tras la derrota y el país inmerso en la más total consternación, una nueva generación de intelectuales (Buraiha) plasmó esta etapa mediante la trasmutación de los valores tradicionales nipones en símbolos de una civilización caduca y vencida. Esta «Escuela Decadente», cuyos miembros llevaban una vida de lo más disoluta, simplemente expresaba el derrumbe de la identidad japonesa. Con los escombros crearon obras donde se enaltecía la autodestrucción y degeneración, pero a través de hermosas y terribles historias. La fantasía, lo sobrenatural y el misterio fueron sus géneros predilectos.

Sakaguchi hizo lo propio pero tiñéndolo de un profundo sentimiento filosófico que ahondaba sus raíces en el budismo. En este Sakura no Mori no Mankai no Shita hallamos dos personajes dominados por sus miedos y depravaciones: una femme fatale y un ladrón asesino. Dos caras de una misma moneda para demostrar que el ser humano es un monstruo viviendo tanto en una civilización sofisticada como en la agreste montaña. Y todo esto contado de manera sencilla y linda, porque este relato de apenas 20 páginas es realmente bello. Embauca muy bien a los lectores que no estén acostumbrados al terror, porque fluye como un río, nítido, fresco; y sin que uno se percate, ya se encuentra absorbido por el horror.

El argumento hace hincapié precisamente en eso: en el horror que se esconde detrás de la belleza, y su alegoría absoluta es la flor del cerezo. Ejemplo meridiano de la marca de agua de este movimiento literario: pervertir los iconos e ideales de Japón. De ahí la ambientación rural tan tradicional o la ubicación cronológica en la Edad Media. El cuento narra el encuentro de un bandido de las montañas con la mujer de un viajero, al que roba y mata. La hace su esposa, fascinado por su hermosura, la misma fascinación morbosa que siente por un bosque de cerezos cercano. A partir de ahí, comienza una relación enfermiza y aberrante entre ellos, dominada por la malevolencia femenina, que los acaba consumiendo. Sakaguchi escribe sobre la soledad, la inevitabilidad y el dolor existencial; es imposible no sentir cierta empatía hacia sus protagonistas por muy despreciables que sean.

CAPÍTULOS 7 y 8

Kokoro

こころ

(1914)

«Al final, insististe en que te contara mi pasado como si desplegara un rollo de pintura. Fue entonces cuando por primera vez sentí en mi corazón respeto hacia ti. Mostraste la decisión de sacar algo de mis entrañas, de absorber la sangre caliente que brotaba de mi corazón. Entonces, yo aún estaba vivo y no quería morirme. Así que prometí acceder a tu deseo otro día y me quité de encima por ese instante tu petición. Ahora sí; ahora, voy a intentar abrirme yo mismo el corazón y verter su sangre en tu cara. Si con ella puedes concebir una vida nueva en tu pecho, una vez que haya cesado el latido del mío, estaré contento.»

Kokoro, Natsume Sôseki

Natsume Sôseki (izquierda) con su nieta, Hisayo, y su amigo el médico Gyôtoku Toshinori (de pie) en 1911
Natsume Sôseki (izquierda) con su nieta, Hisayo, y su amigo el médico Gyôtoku Toshinori (de pie) en 1911

Creo que no es un secreto que Testarudo-sensei es uno de mis escritores japoneses favoritos. Como lo es también el de millones de personas, claro. No sabría decir cuál es la obra que más me gusta de él, pero Kokoro (1914) sin duda está en mi top junto a Soy un gato (1906). La verdad es que no podrían ser obras más distintas, cada una representante de una etapa diferente de Sôseki. Mientras la dedicada al felino anónimo, que observa con sorna y displicencia a los humanos que le rodean, es una sátira social divertidísima, llena de fino humor y jovialidad; Kokoro es un drama escrito en un estilo sobrio, donde se profundiza en la psicología humana desde una perspectiva filosófica típica del zen. Pero ambas, de forma incuestionable, son digna representación de lo que dio de sí este gran escritor y muestra de la completa madurez literaria que alcanzó Japón en la era Meiji (1867-1916) tras siglos de aislamiento.

Fueron años en los que la apertura al mundo trajo lógicas incertidumbres. El miedo a perder la identidad cultural o el terror a convertirse en juguete de Occidente como le sucedió a China tras las Guerras del Opio (1839-1842/1856-1860); así que Japón se sumió en un proceso de modernización sin precedentes que exigía abandonar parte de las antiguas formas para poder medrar en el contexto global. Como bien indica Carlos Rubio en el prólogo de la edición de Gredos (2003) de Kokoro: «Utilizar al bárbaro para dominar al bárbaro». Pero eso sí, sin olvidar lo patrio: el tôyô no dôtoku, seiyô gei de Sakuma Shôzan. En el campo de la literatura ocurrió algo similar pero más lentamente, ya que surgieron los correspondientes obstáculos derivados de la lengua y, más importante todavía, de la mentalidad y pensamiento. Se vio en la obligación de metabolizar siglos de legado occidental en muy poco tiempo y, sobre todo, asimilar el individualismo, la importancia del YO frente al colectivo. Los escritores Meiji tuvieron la difícil misión de modernizar una tradición literaria anclada en patrones endogámicos y obsoletos tras 250 años de confinamiento; y crear obras que pusieran en el mapa a Japón. Sin ellos y su esfuerzo, ahora no podríamos disfrutar de Yukio Mishima o Yasutaka Tsutsui; y mucho menos del que fue la cima de ese periodo histórico: Natsume Sôseki (1867-1916).

Sôsekineko billete de 1000 yenes
Sôsekineko de 1000 yenes

Sôseki siempre fue un lobo solitario en lo que se refiere a la literatura; como Carlos Rubio bien explica, mantuvo una fuerte independencia creativa con una personalidad muy marcada en sus obras; aunque no impermeable. No creó escuela ni tuvo seguidores, pero sí se supo rodear de otros escritores (caso de Akutagawa) o personajes que lo estimularan intelectualmente. A causa de sus experiencias vitales y educación (china, occidental y japonesa), desarrolló una suerte de aversión hacia todo lo occidental pero que, aun así, no pudo evitar plasmar en sus obras. Incorporó con gran maestría el análisis psicológico de Henry James para plagarlo de lirismo típicamente japonés.

Y eso es lo que hallamos en Kokoro. Un libro titulado con una palabra taaaaaan japonesa, que es complicadísimo traducirla a otras lenguas sin cercenar los múltiples matices de su concepto; pero un libro que, inevitablemente, también despide aroma a Occidente. La obra está escrita en primera persona y consta de tres partes diferenciadas. El argumento empieza con un ingenuo estudiante que, fascinado por la impasible personalidad de un intelectual, decide tomarlo como sensei. La misteriosa misantropía que emana de este hombre, espolea la curiosidad del joven, que se verá satisfecha en la tercera parte del libro mediante una carta. En esta carta, sensei le relata a su discípulo parte de su juventud y el triángulo amoroso en el que se vio envuelto. Sencillo, ¿no? LOS COJONES.

Kokoro es una obra de gran intimidad, de fuerte carga dramática pero extraordinariamente cerebral. Profunda y diáfana, trata multitud de temáticas, entre ellas la dicotomía entre tradición y modernidad, la culpabilidad, la traición y, por supuesto, el amor. Apenas hay diálogos, porque es una historia plena de silencios y omisiones. Omisiones de poderosas consecuencias.

CAPÍTULOS 9 y 10

Hashire, Melos!

走れメロス

(1940)

«Melos estaba enfurecido. Tenía la determinación de hacer cualquier cosa que debiera para librar a la tierra de aquel despiadado y malvado soberano. Melos no sabía nada de política. Era un simple pastor de una aldea remota que pasaba sus días tocando la flauta y cuidando de sus ovejas. Pero Melos era un hombre que sentía el aguijón de la injusticia más profundamente que la mayoría.»

¡Corre, Melos!, Osamu Dazai

Cartel de
Cartel de «Damon and Pythias» (1914), primer largometraje de la historia dedicado a este antiguo mito griego y en el que está inspirado «Hashire, Melos!»

Osamu Dazai era tremendo, un alcohólico drogadicto cuyas excelentes obras suelen ser billete al interior de una mente atormentada por el aislamiento y la culpabilidad. Pero también poseía una faceta luminosa que dejó brillar, por ejemplo, en sus Cuentos de Cabecera (1945), una reinterpretación fresca y cáustica de cuatro cuentos populares japoneses; y en este  ¡Corre, Melos! (1940). Dazai creó esta pequeña historia tomando numerosos elementos de la balada de Schiller Die Bürgschaft (El Rehén) de 1799 que, a su vez, estaba inspirada en la leyenda clásica que el poeta latino Higinio incluyó en sus Fabulae (tenía que decirlo, por una vez que sale algo de lo mío por aquí…)

Hashire, Melos! es un cuento que narra la aventura de un pastor enfrentado al tirano de Siracusa para demostrarle que el ser humano sí es digno de confianza, y que no todos son presa de la avaricia y el egoísmo. Como es condenado a morir crucificado por intentar asesinar al gobernante, pide que se le permita regresar a su aldea a la boda de su hermana. En su lugar, deja como rehén a su mejor amigo, Selinuntio; si en tres días no ha vuelto, será ejecutado en su nombre. El tirano, con amargura y sarcasmo, accede a la petición seguro de que Melos no va a cumplir su promesa; y Melos se echa a correr para poder hacer todo a tiempo.

Sí, querido lector, Dazai escribiendo sobre algo completamente contrario a su filosofía vital. No sé las razones que llevaron al escritor a seleccionar esta historia en concreto, pero es más que llamativo. ¡Corre, Melos! es una apología de la amistad, la esperanza y la fuerza de voluntad. ¡No hay que rendirse, amiguitos, el poder de la justicia y el amor siempre triunfan! Me ha salido un poco tipo Amelia de Slayers, pero el rollo es ese.

elpoderdelajusticia

CAPÍTULO 11

Kumo no Ito

蜘蛛の糸

(1918)

«En medio de la noche solo el hilo de la araña del paraíso resplandecía en su delgadez, suspendido a mitad del cielo, donde no brillan la luna ni las estrellas.»

El hilo de la araña, Ryûnosuke Akutagawa

Primer número de la revista infantil
Primer número de la revista infantil «Akai Tori» donde fue publicado «Kumo no Ito»

Tres días antes de suicidarse, Ryûnosuke Akutagawa (1892-1927) empezó a maquillarse el rostro de blanco. Su intención era que la gente se fuera acostumbrando a verlo muerto. Desde luego fue un hombre peculiar al que no me hubiera importado conocer en otra vida. Es uno de los grandes literatos de Japón, con un estilo puro y elegante. Muy hermoso, detallista; pero tampoco carente de cierta violencia contenida. Como otros escritores de su generación, renegaba de la anterior y su gusto por el naturalismo. La era Taishô (1912-1926) traía consigo otro tipo de preocupaciones y aspiraciones artísticas pero, como su amigo Natsume Sôseki, siempre buscó su propio camino. Su vida estuvo marcada por el miedo a la locura, que destruyó a su madre, y su visión del mundo fue bastante melancólica.

Akutagawa se caracterizó, entre otras cosas, por aunar la tradición literaria occidental con la oriental, pero siempre con una acentuada voluntad de recrear lo japonés sin hacerle perder su esencia. Era un esteta que despreciaba todo aquello que oliera a política; y que se centró únicamente en la literatura y el lenguaje como vehículo de trasmisión de lo que consideraba la energía de la vida (seimei). Aunque siempre de la manera más cristalina y metódica posible. Y como ejemplo de esa intención integradora con Occidente y reinterpretar lo antiguo venido de su patria, tenemos este pequeño relato El hilo de la araña (1918). Probablemente se inspiró en «La fábula de la cebolla», incluida en Los hermanos Karamazov (1880) y en una recopilación de parábolas budistas del año 1894.

El argumento nos acerca a los padecimientos en el Infierno de un criminal llamado Kandata, que es observado por Buda desde el Paraíso. Este, en su infinita compasión, al recordar la única buena acción que tuvo el malhechor en vida (no mató conscientemente a una araña mientras caminaba), decide otorgarle otra oportunidad de salvación. Para ello, decide lanzarle un hilo de araña que le permita trepar y salir. ¿Y qué sucede entonces? Pues tendréis que leerlo, claro.

CAPÍTULO 12

Jigokuhen

地獄変

(1918)

«Pero el horror más destacado, sin embargo, era un carruaje tirado por bueyes que se despeñaba rozando las copas de los árboles de espadas que tenían ramas puntiagudas como colmillos, y en ellos, como si fueran espetones, estaban traspasadas por pilas y pilas de cuerpos de almas muertas. En ese carruaje, cuyas cortinas habían sido levantadas por las furiosas ráfagas del infierno, una dama de la corte tan lujosamente ataviada como una emperatriz o una princesa se retorcía en agonía, su negro cabello flotando en medio de las llamas y el blanco cuello extendido hacia arriba.»

El biombo del infierno, Ryûnosuke Akutagawa

ryunosuke_akutagawa
Akutagawa ahumándose un rato

«La extravagancia y el horror están en sus páginas, pero no en el estilo, que siempre es límpido.» No voy a ser yo la que le discuta la opinión a Borges, porque además la comparto al 100%. El biombo del infierno (1918) es de una crueldad refinada y, a la vez, grotesca. Muy representativa de Akutagawa. Está inspirado en un cuento, «Ryoushû, pintor de imágenes budistas, se alegra al ver su casa en llamas», perteneciente a la colección de cuentos Uji Shûi Monogatari del s. XIII. Es un relato de terror, por si no había quedado claro, y nos cuenta la historia del pintor Yoshihide. Este maestro sin igual de los pinceles es un hombre cruel y bestial. Maltrata a sus discípulos y es grosero; pero se toma implacablemente en serio su trabajo y la máxima el arte por el arte. No puede pintar algo que no haya visto antes, por lo que es capaz de auténticas aberraciones para lograr sus propósitos. Pero Yoshihide tiene un lado humano personificado en su hija, que encarna toda la gracia y belleza que no tiene su progenitor. Esta trabaja en el palacio del Señor Horikawa, el cual encarga a su padre que pinte en un biombo una representación del Infierno.

Si no habéis leído el cuento, os podéis hacer una idea de por dónde van los derroteros de la historia. Akutagawa no solo se limita a contar un relato de terror. Es un prolijo estudio psicológico (se incluye a sí mismo también, ojo) y de las relaciones de poder entre los protagonistas; un manifiesto de su propio ideario vital y artístico. Está lleno de recovecos y argucias interesantísimos que enriquecen la lectura, trascendiendo el género de terror. El biombo del infierno va más allá. Además está narrado en primera persona a través de lo que sería un testigo presencial, aunque desconocedor de todos los hechos al completo. Este testigo, un servidor devoto del Señor Horikawa, tiene una visión muy subjetiva de todo el asunto. Su filtro particular añade más oscuridad a ciertos eventos, lo que obliga al lector a sacar sus propias conclusiones. Akutagawa no lo da todo mascado, y eso es genial.

Pormenor de
Pormenor de «Jigoku-zoshi» de Tosa Mitsunaga, finales del s. XII

Bueno, tras parir este rinoceronte de entrada, con vuestro permiso, me voy a morir un rato. Ya volveré, si eso, otro día.

rashomon
PLOF
paja mental, tags

Tag: Escrito a mano

Esto no puede ser, tengo una entrada enquistada ahí de mala manera pero da igual, me apunto a un bombardeo antes de rematarla (no me queda nada, pero me estoy haciendo de rogar a mí misma). Ha sido Karen de Rincón de Animes, la bitácora más chic de la blogosfera, la que me ha nominado para realizar este mini-tag. Es muy elemental aunque bastante elocuente: escribir todo en una hoja, hacer foto de la misma y nominar a más personas.

Primero, ya disculparéis la magnífica chapuza que me he montado yo solita. Mi móvil hace unas fotos aberrantes, no tengo scanner y he usado una cámara que he pillado por ahí. Segundo, espero no encontréis muchas dificultades a la hora de entender mi letra, porque es bastante mala.

Alláááá vaaaaaa…

Eso ha sido todo. Ahora, sí que sí, voy a continuar con la entrada pendiente antes de que emerja desde el editor de texto y me devore las entrañas.

¡Buenas noches!

P.D.: Quiero nominar a otra persona más,  Alba de Mundo Anime. Mientras escribía ya sabía yo que se me iba a olvidar algo… Menuda cabeza tengo.