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To-y

Aquí estamos de nuevo, dispuestos a pringarnos hasta las orejas otra vez en el lodazal de una de las etapas más horteras de la humanidad: los 80s. Cierto que Japón vivió su momento de mayor gloria a nivel internacional, no había país más próspero, moderno, futurista y, a la vez, exótico y atractivo que Cipango. Fueron la segunda potencia mundial solo detrás de Estados Unidos, nación de la que era aliado. Era un país que estaba en boga, un milagro económico que alcanzó su cenit y que, de manera abrupta, se despeñó a principios de los 90. Estalló la burbuja inmobiliaria, la economía se estancó y las inacabables Décadas Perdidas fueron desangrando, lentamente, el país. Tomó el relevo en popularidad entonces Corea del Sur y, poco a poco, también lo está haciendo China. Las modas tienen bastante de clasista, apreciada otaquería.

No es que ahora Japón sea un estado menesteroso, ni muchísimo menos, pero las continuas crisis económicas le han quitado un poco el lustre de cara al exterior. Sin embargo, a los japonófilos nos la trae bastante al pairo todo eso, y hallamos interés en el país hasta en horas bajas monetarias, porque tampoco reflejan debacle cultural alguna, más bien al revés. Excelentes artistas y obras han surgido durante estos últimos decenios, es algo que todos sabemos.

Sin embargo, en la entrada de hoy regresamos al apogeo de Japón. Con una obra, además, muy querida entre un pequeño grupo de yayos y muy desconocida por una mayoría. Quizás tú, otaco imberbe, sí que conozcas To-y (1985-1987): pues que sepas que no sois muchos, enhorabuena.

La entrada de hoy está dedicada a la película de To-y (1987), porque como ocurre a menudo en el universo manganime, esta obra fue originalmente un tebeo que se adaptó al formato de vídeo doméstico. No es una OVA larga, apenas roza la hora de duración, de ahí que si no se han leído, aunque sea por encima, los primeros capítulos del manga, pueda despistar un poco. De momento el tebeo no está editado fuera de Japón y los scans solo alcanzan el primer volumen de la obra, que consta de 10 en total. Fue publicado entre 1985 y 1987 en Weekly Shônen Sunday, y en su 30 aniversario fue compilado en una edición especial de cinco tankôbon. Es un manga con cierto reconocimiento en Japón, así como el anime que nos atañe hoy, pero fuera de sus fronteras apenas tuvo repercusión. Y es una pena, porque su influencia es muy obvia en otras obras que sí conocemos muy bien en Occidente como Beck (2000), Nana (2006) e incluso Cowboy Bebop (no, no es broma).

El autor es Atsushi Kamijô, del cual sí que tuvimos publicado en España, gracias a Glénat, su obra Sex (1988-1992), que se adaptó también en una OVA (2018) precuela de la historia. Kamijô hizo su debut en 1983 y, como muchos mangaka de su generación, sufrió la influencia del enamorado de la cultura pop Hisashi Eguchi y el monstruo de Katsuhiro Ôtomo. Y To-y tiene tanto de uno como de otro, un influjo que Kamijô no ocultó en ningún instante y domesticó a su voluntad para crear una historia efervescente sobre una banda de punk y la industria musical nipona de los 80. De modo que, con estos precedentes, no estaría mal que alguna editorial se animara a publicar el tebeo. Yo lo dejo caer por aquí, quizá suene la flauta.

To-y tiene de protagonista a un adolescente del mismo nombre, el joven líder de una banda de punk llamada GASP y que tiene bastante prestigio en la escena underground. Sus seguidores, aunque no demasiados, son muy fieles y su número cada día aumenta un poco más. Entre sus fans se encuentra Niya Yamada y su inseparable gato Nya, una chica solo un año menor que Fuiji To-y pero que por su aspecto andrógino y comportamiento imprevisible aparenta bastantes menos. Niya sigue a todos lados a To-y, y tiene una fe sólida e ingenua en el futuro de GASP. Podría considerársela una especie de groupie, pero sin un componente sexual manifiesto. O eso parece.

Sin embargo, es To-y quien destaca sobre los demás, y la mánager Kashiko Katô, una ejecutiva agresiva de gran astucia, no dudará en utilizar malas artes para lograr ser su representante. Solo lo quiere a él, no le interesa el resto del grupo. Katô además tiene en su cartera al famoso idol Yoji Aikawa, rival de To-y y con el que ha tenido algún que otro encontronazo. To-y desprecia todo lo que encarna Katô, el poder de la industria musical que destruye la creatividad, engendrando productos comerciales como Aikawa, dirigidos solo a generar beneficios económicos. Él no quiere que se le utilice como a un juguete (toy), sino ser él mismo. Su prima, Hidero Koishikawa, que es una célebre cantante de pop cursi, desea que To-y halle la fama y, creyendo así ayudarle, conduce a Katô hasta él. Hidero, además, está enamorada de su primo (japoneses e incesto: ese horror) y no soporta la continua presencia de Niya.

Esta podría ser una introducción bastante simple de un argumento que, como imaginaréis, está repleto de las complejidades de las relaciones personales y profesionales que se dan en una banda de rock. La historia tira del tradicional tema del cantante con extraordinario talento unido a una banda quizá no tan brillante, y cómo la malvada industria musical aprovecha una posible brecha para acometer su misión: hacer dinero. Hacer dinero a costa del amor, la amistad, la libertad y, por supuesto, el propio arte. ¿Es algo exagerado? Cualquiera que haya metido un mínimo el hocico en el mundillo musical sabe que no, ni en los 80 ni ahora.

To-y es un chico apasionado en el escenario, capaz de darlo todo, pero en la vida real resulta distante, introspectivo y algo taciturno. Incluso es acusado de no estar realmente comprometido con la banda por Isami, bajista de GASP; o de no ser un auténtico punk por Momo, el batería. Sin embargo, To-y está sumido en sus propias batallas internas, resulta un poquito emo el chaval, aunque es totalmente comprensible. ¿Caerá al final en las garras de Katô?

Mi personaje favorito es, sin duda, Niya. Es alegre, inocente, poseedora de una naturalidad innata… resulta toda luz y espontaneidad. Como un gato. Y que esté acompañada del felinillo callejero Nya me terminó de encandilar. En el manga su faceta escolar tiene más presencia, siendo en el anime casi inexistente. Sin embargo, hay momentos algo turbadores entre ella y To-y. No obstante, habiendo leído un par de capítulos del manga, no parece (pero a saber) que la sangre llegara al río. No he podido evitar pensar que mi querida Ed de Cowboy Bebop absorbió muchas de las características personales de Niya. Asimismo, la insoportable Merle de Tenkû no Escaflowne (1996) también ha aprendido un par de cositas de ella.

Por otro lado, me ha llamado la atención el macarra del bajista, Isami, y el propio To-y, que tiene un ramalazo Bowie potente. Aparecen unas cuantas referencias musicales en el anime y es curioso, porque a pesar de ser una película centrada en el mundo de la música, no escuchamos ni una sola canción de los artistas en cuestión. El fondo es como una sucesión de composiciones inconexas que manan y se ajustan al enorme flujo de imágenes en movimiento que es este film, pero no suena ni un solo tema de GASP. Nos dicen que es un grupo de punk, pero realmente no lo sabemos, porque además el soundtrack es más bien pop y refrito de new wave.

De hecho, observando la facha de sus fans y de los propios componentes del grupo, yo juraría que el rollo de GASP tiene más relación con el post-punk o el rock gótico. Los seguidores de Yoji Aikawa miran con recelo incluso temor a los forofos de GASP, los consideran «raros», de otra tribu. Y eso es lo que este anime refleja también, un mundo que ya no existe en la actualidad, salvo de forma muy residual: el de las tribus urbanas relacionadas con la música. Los rockers, los mods, los metaleros, los punks, los indies, los góticos, los raperos… subculturas con sus propios códigos estéticos y que, casi siempre, se miraban por encima del hombro las unas a las otras, incluso podían llegar a agredirse físicamente.

Kaie es, por ejemplo, uno de los secundarios que reafirma mi idea de que el asunto trasciende el punk hasta alcanzar incluso el visual kei. Se trata del líder de la banda Penicillin Shock, telonera en ocasiones de GASP, y aunque el personaje está oficialmente inspirado en el artista japonés Katsuhiko Nakagawa (1962-1994), cuando lo vi tanto en el cómic como en el anime mi cerebro solo pudo pensar en Siouxsie Sioux y Muerte de Neil Gaiman, aunque esta última nació unos añitos más tarde. Así de loquita estoy ahora, camaradas otacos. Por cierto, que Kaie es un personaje bastante, bastante turbio. Desconozco que habrá sido de él en el tebeo, pero olisqueo contorsiones obsesivas. Eso me gusta.

En resumen, To-y plasma el inmortal conflicto majors vs. indies; la gran fábrica de música pop contra las bandas pequeñas de medios limitados pero autónomas. Todos quieren ganarse el pan con sus trabajos, ninguno lo tiene fácil del todo y ambas posiciones exigen grandes sacrificios de diferente índole. ¿Es posible compatibilizar la rentabilidad económica con la producción artística? El arte al servicio del dinero acaba pervirtiéndose tarde o temprano; pero la libertad creativa no suele dar de comer mucho tal como está planteado el mundo. Ay, dilemas, dilemas sin solución a la vista.

La película abarca el primer tankôbon y avanza un poco en el segundo, dejando la miel en los labios, aunque ofrece un final más o menos cerrado. La historia de GASP, To-y y el resto de la cuadrilla es evidente que prosigue, pero sobre el papel. ¿Resulta decepcionante por ello? Para nada. To-y no está concebido como un absoluto, sino como una promoción del manga, de modo que rinde vasallaje a la nueva cultura del videoclip tan de moda en los 80 y 90. La MTV era la emperatriz omnímoda del single y la música vinculada a la imagen, de la propaganda de las discográficas a través de un formato que atraía e hipnotizaba al público juvenil. Y To-y utilizó de manera magistral su lenguaje audiovisual. Tanto es así que el peso argumental no recae en los diálogos, que son muy justos, sino en las imágenes.

Se trata de un anime de gran dinamismo, colmado de planos audaces y gran imaginación; con recursos visuales ricos y variados, pero muy distintivos de la década de los 80. Y es que To-y es muy, muy PERO QUE MUY ochentero… y la sombra de Akira es muy alargada también. Ahí tenemos el consabido culto al cuerpo, la locura por la moda y el maquillaje o el capitalismo desaforado como única forma de existencia válida. Y Duran Duran, por supuesto, solo hay que ver la portada de su disco Rio (1982) y el cartel publicitario de la OVA.

Vale, vale, solo era una excusa para mencionar a Simon LeBon y sus secuaces, pero las similitudes están ahí. Y la propia animación es una de las mejores muestras del dibujo limpio y prolijo de esa década. Esos cuerpos estilizados y lozanos de hombros infinitos y piernas interminables, qué maravilla. Ese manierismo resulta todavía fascinante. La verdad es que To-y está realizado con gran atención al detalle, puede presumir de cientos de sutilidades que expresan con pureza las emociones de sus protagonistas. Sin necesidad de palabras. Su calidad es indudable, una joyita escondida de tiempos menos informáticos.

Por si no había quedado claro, To-y es un anime para adultos, no solo porque en menos de una hora trabaje temáticas tan arduas como la prostitución de las artes y su conversión en meros bienes de consumo. Tiene algunas escenas subidas de tono, aunque gracias al nervio cómico que Niya aporta quedan suavizadas; y los asuntos de una posible pederastia y el incesto tampoco es que sean raros en el manganime. Pero ahí están en To-y, de incógnito o no. Avisados quedáis.

¿Recomiendo To-y? Solo por la estupenda experiencia visual que resulta, la sentencia es un sí rotundo. Pero por sí mismo es un anime al que le falta algo de contexto. No es que se haga incomprensible, pero se notan los huecos. Creo que es una excelente carnada para luego sucumbir al manga, donde me gustaría que To-y hiciera el memo, abandonase a GASP y se convirtiera en un trebejo. Esa sería una lectura muy interesante, pero ignoro si la historia continúa de esa manera o si tendré posibilidades de catarla algún día. De momento, esta OVA para mí ha sido y es un buen consuelo.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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Miscelánea de lacónicos: ¡últimos descubrimientos!

Una de las cosas que más me gusta hacer en internet, cuando tengo un poco de tiempo libre, es vagabundear por las webs dedicadas a la animación en general. Así, sin más. Curiosear, dejarme llevar y dar volteretas de enlace a enlace. Allez hop! Hacía ya bastante que no me podía permitir paseos cibernéticos, sin embargo estos días he aprovechado bastante bien mis horas de descongestión para ponerme al día con lo que se ha estado, y está, cociendo en el prodigioso submundo de los cortometrajes japoneses.

Y aquí os presento una selección de los 8 cortos que más han llamado mi atención en este mini chapuzón navideño. He descubierto obras bastante curiosas, algunas de hace unos años ya, pero realmente interesantes e, incluso, divertidísimas. Espero que disfrutéis de este pequeño regalo de Reyes que SOnC os deja en vuestras pantallas, para que paséis este último día de las navidades de manera diferente.

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8 – Tenohira no Niwa (2016) de Haruka Umemura

No hay que perder de vista a esta moza, Haruka Umemura, cuyo trabajo de primer año de la Universidad Nacional de Bellas Artes y Música de Tokio (Geidai) ha sido este delicioso Tenohira no Niwa o First Hand Memories. En él nos ofrece una perspectiva única, la visión ingenua y sencilla del mundo a través de un tubo de papel higiénico. La protagonista, una niña; de secundarios, un gato y un pez.

El guion está basado en una historia clásica del repertorio del rakugo: Ômu o The Parrot, popularizada por el rakugoka Kintarô. Como apenas dura 5 minutos, no debería extenderme mucho más, aunque sí puedo comentaros que es una preciosidad rebosante de las luces y texturas del verano. Pero de ese verano apacible de la infancia. Mención especial merece el apartado de sonido, tanto Chihiro Nagashima como el compositor Abe Sôshi han logrado expresar la ternura juguetona de la historia con gran sutileza.

7 – Slowly Rising (2016) de Hideki Inaba

Hideki Inaba es un videoartista freelance que está subiendo como la espuma. A no ser que, de repente, tenga algún tipo de traspiés, claro, ya que el mundo audiovisual es bastante… resbaladizo (dejémoslo ahí). Ha trabajado para los Red Hot Chili Peppers en la grabación de la película de su Getaway World Tour del 2016, y sus obras se están colando en diversos festivales independientes internacionales, incluso ganando premios. No está nada mal.

Este Slowly Rising es el vídeo musical que realizó para el músico holandés Stan Forebee, residente en Australia, aunque el tema en cuestión lo compuso bajo del nombre de BEATSOFREEN. El conjunto de música y animación no puede ser más sugestivo, un viaje psicotrópico sereno pero exuberante, que evoca la fertilidad devoradora de Perelín, La Selva Nocturna de Michael Ende. Un trabajo para quedarse hipnotizado frente a la pantalla, muy intrigante también.

6 – The tea time (2011) de Manabu Himeda

Todavía no tengo muy claro qué pensar de este artista, porque algunas de las obras que presenta en su web me parecen mitad tomadura de pelo, mitad genialidad. Todavía me tiene cavilando. No obstante, los trabajos que me gustan de Manabu Himeda me entusiasman, como es el caso de Na Ni Nu Ne No No (2014) o este mismo The tea time.

Se trata de un cortometraje con ese dominante aire infantil del estilo de Himeda, alegre, colorido, ingenioso. Y lleno de la poesía candorosa y loca de la niñez. Porque resulta que es como una canción para niños, con danzas de elasticidad prodigiosa y alusiones irónicas a los tópicos más conocidos de Japón. La cancioncilla de Masatake Himada y Matsunaga Yasushi es pegajosa y muy divertida, ni Gloria Fuertes la podría haber escrito mejor (es broma).  Y el arte resulta espectacular, a los occidentales nos puede recordar algo a las obras que el maravilloso animador Jeff Hale hizo para Sesame Street; pero para los que conocemos un poquito más la animación de la islas, Keiichi Tanaami y Yôji Kuri son referencias absolutas.

5 – Toshima, ciudad cultural del este de Asia (2018) de Haruko Kuno

Me ha encantado este vídeo promocional de la ciudad de Toshima. Es una cosita fascinante de apenas 1 minuto y 10 segundos, pero Haruko Kuno ha sabido transmitir con entusiasmo todo lo que ese barrio de Tokio puede ofrecer al visitante. La conexión con el espectador no puede estar más trillada, una niña; sin embargo, la directora ha exprimido los clichés de forma ultra-eficiente para acercar al público esta vecindad que tanto significa para la otaquería.

Ha sido un detalle muy bonito presentar en el corto a Osamu Tezuka (y ponerle la correspondiente boina a la chicuela), imagino que todos sabréis que en Toshima se encontraba la legendaria residencia Tokiwa, donde compartieron espacio Shôtarô Ishinomori, Hideko Mizuno, Fujiko Fujio o el propio Manga no Kamisama. Por cierto, que parece que la están reconstruyendo con total fidelidad, para hacer un museo con apertura en marzo del 2020. Gran noticia.

Regresando a la animación que nos incumbe, hay que destacar el uso de la rotoscopia. Para ello, el rodaje tuvo lugar en diversos emplazamientos de Toshima, que fue dirigido por Atsuhiro Yamashita. En resumen, se trata de un corto refrescante y de  excelente ritmo perfecto para sus propósitos turísticos. Bien majo, oigan.

4 – Harmonia (2017) de Tarafu Otani

Otro vídeo musical, esta vez del músico Yuichi Nagao y su canción Harmonia, incrustada en el pop, dance y techno, con claras influencias de la música de video-juegos. No me transmite gran cosa per se, sin embargo, cuando se alía con la animación de Tarafu Otani, todo comienza a florecer. Es una simbiosis alucinante donde la abstracción y el arte figurativo fluyen como el mercurio, licuando realidad y fantasía. Tengo debilidad por las acuarelas, lo admito, y en este corto adquieren gran protagonismo, aportando un dinamismo radiante. Harmonia es una continua metamorfosis, puro movimiento al servicio de la expresividad.

3 – Reneepoptosis (2018) de Renee Zhan

Este número 3 es un poco tramposo, pues no se trata de un corto en sí, sino del descubrimiento de una animadora: la estadounidense de origen japonés Renee Zhan. Si tenéis un poquito de tiempo, echadle un ojo a su canal de vimeo, porque no tiene desperdicio. Es graduada por la Universidad de Harvard, y en la actualidad prosigue con sus estudios de Cine y Televisión.

Este Reneepoptosis ha sido seleccionado para competir en la edición del 2019 del festival de Sundance, que tendrá lugar a finales de este mes de enero. Solo está disponible el trailer, que me ha puesto los dientes muy largos, aunque espero que más pronto que tarde podamos disfrutar de él completo. Su argumento es bastante curioso: tres Renees salen en busca de Dios, peregrinando a través de las montañas y valles de Renee, donde descubren todos los gozos, miserias y misterios que es ser Renee. ¡Yo quiero ver eso!

2 – Moving Colors (2014) de Taku Team

Como el nombre indica, Taku Team, Moving Colors es un cortometraje colectivo, realizado por varios artistas, que homenajean al gran animador Taku Furukawa, pionero del anime independiente y actual presidente de la Asociación Japonesa de Animación. Es pura abstracción, y el único tema que comparten es el color. Y el movimiento, claro. Cada miembro del Taku Team ha elegido su color favorito, realizando luego un pequeño ensayo visual de temática libre. Moving Pictures es una cadena de eslabones muy distintos entre sí, pero perfectamente enlazados.

¿Y quiénes son ellos? Pues Yû Tamura para el color verde, Yoshiyuki Kaneko para el negro, Takuma Hashitani para el naranja, Wataru Nakajima para el marrón, Hakhyun Kim para el púrpura, Moe Koyano para el turquesa, Yewon Kim para el verde menta, Shiho Morita para el rojo, Yasuaki Honda para el carmesí y Hiroco Ichinose para el color oro. En una obra de este pelaje, como bien imaginaréis, la música cumple un papel valioso, y se encuentra en manos de Tomohiro Higashikinjô, Toyomi Kobayashi y Ryusaku Ikezawa. En resumen, Moving Colors es un estupendo trabajo en equipo.

1 – The Yellow Ball (2015) de Xinxin Liu

Xinxin Liu es otro de mis grandes descubrimientos, una moza de origen chino asentada en Tokio de grandísimo talento. Y enamorada del arte occidental. Se encuentra estudiando en la Geidai, y sus obras están logrando cierto impacto a nivel internacional. Se lo merece, me tiene contentísima esta mujer. The Yellow Ball ha sido ya presentado en el Festival Internacional de Animación de Ottawa y el prestigioso Festival de Animación de Hiroshima, con excelentes críticas. Os aseguro que no es para menos, para comprobarlo solo tenéis que darle al play. Fácil.

The Yellow Ball es un cuento más allá del espacio y del tiempo, ambos recorridos por una pelota amarilla a la que todo el mundo manda a paseo. ¡A cascarla! Se trata de un cortometraje hilarante, que derrama su profundo amor hacia Matisse y Picasso con un brillante sentido del humor. Me he reído muchísimo con él. Es absurdo, chispeante e imprevisible, y he sentido una profunda empatía hacia la pelotita, ¡es un agente del caos encubierto! ¡Un respeto, coñe! La música de Shota Kowashi, por cierto, genial.

¿Qué os han parecido estas diminutas piezas de animación? ¿Os ha gustado alguna más que otra? Podéis escribir vuestras impresiones en los comentarios, aunque pueda parecer lo contrario, no muerdo. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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Memphis por la noche, Elvis en el tuétano

Debería haber publicado esta entrada hace ya algún tiempo, pero al final ha tenido que ser hoy. Estoy terminándola de escribir de madrugada, porque es de noche cuando mejor trabaja mi cerebro; y Mystery Train (1989), además, es una película nocturna y calurosa. Como ahora. Y perfecta para verse así. En la oscuridad y sudando. Es una de las pocas cosas que me gustan del verano: sus tinieblas.

Mystery Train es una película del año 1989 estadounidense dirigida por Jim Jarmusch. Jarmusch es un tipo bastante peculiar, es de Akron, Ohio. Con eso lo digo todo. De allí son Devo y The Black Keys, gente rara también. Y saco a relucir la música porque forma parte indispensable del film, sin duda. Su director es un melómano empedernido, un enamorado de la música popular del s. XX, y es algo que en casi todas sus películas ha dejado muy, muy claro.

Y os preguntaréis, ¿qué coño hace una película gringa en SOnC? Ya sabéis que aprovecho cualquier resquicio japonés en obras occidentales para escribir, y Mystery Train me ha ofrecido esa grieta de varias maneras. La productora del film fue JVC (The Japanese Victory Company) que, por si no lo sabéis, fue la empresa inventora del VHS; y un tercio de la película tiene de protagonistas a una pareja nipona. Desde mi punto vista, motivos suficientes para hacerle un espacio en el blog.

mysteryTrain

Mystery Train es un tríptico que despliega sus alas membranosas de murciélago con esa parsimonia tan típica de Jarmusch. Tres historias, tres bellísimos poemas dedicados al vacío, la decadencia y la soledad. Sin dramas, sin frenesí, solo cierto erotismo musical que lo empapa todo. La figura central de este film es, como brama su título, Elvis Presley. Está presente como un dios antiguo cuya presencia permea la realidad. Una realidad construida con los cascotes de una civilización ya perdida, que se visita como el turista que aún cree poder oler el sudor de Fidias en el Partenón. Elvis es un icono pop del s. XX, ha trascendido su propia música convirtiéndose en un mito posmoderno. Y al lugar más sagrado de su culto, Memphis (Tennessee), nos lleva Jarmusch.

Si Mystery Train da título al film, que es una de las canciones que popularizaría Elvis en 1955 y que mejor representa el Memphis Blues, (también es el nombre del imprescindible ensayo que Greil Marcus escribió en 1975), Blue Moon es la melodía al son de la cual danzan una serie de personajes que pululan en la noche. Mystery Train es una reunión excepcional de forasteros y desconocidos, arquetipos reconocibles del universo del director, que se distribuyen ordenadamente en tres espacios de porosidad taumatúrgica.

Far from Yokohama es el primer relato, el que nos lleva en tren a Memphis de la mano de dos jóvenes japoneses, Jun y Mitsuko, que se encuentran de peregrinaje por los Santos Lugares del Rock n’ Roll. Ella es fan de Elvis, él de Carl Perkins; y ambos saben que Graceland y Sun Records forman parte ineludible de su viaje. Allí se forjó el destino musical de muchos de sus héroes: Roy Orbison, Jerry Lee Lewis, Johnny Cash, Howlin’ Wolf o Rufus Thomas, el verdadero rey de Memphis, al que son incapaces de reconocer en la estación. Tampoco se percatan de que pasan por delante de Sun Records, porque en realidad Memphis tampoco es tan diferente de Yokohama. Y eso es precisamente lo que comienzan a rumiar. Es solo una ciudad más con sus propias deidades y santuarios, a los que ellos decidieron idolatrar.

Memphis no es la tierra prometida, es una zona crepuscular por la que, dando tumbos, estos dos mitómanos logran encontrar alojamiento en Arcade Hotel. Este se erige como un monolito cochambroso y mágico en el que ejerce de chamán absoluto Screamin’ Jay Hawkins. Y en torno a este lugar orbitarán las tres historias, sometidas a la gravedad de una luna triste. No hay televisión en las habitaciones, sin embargo se puede escuchar una emisora de radio donde Tom Waits, con voz enigmática, desgrana clásico tras clásico. También un decrépito retrato de Elvis gobierna desde la pared el cuchitril. Allí Jun y Mitsuko hacen el amor, observan la noche, duermen y examinan las fotos de su romería, como si fueran estampas coleccionables en un álbum.

Blue Moon. El sonido de un disparo. ¿Qué está sucediendo? Nada. Ante sus ojos se extiende un paisaje surrealista de huellas sonámbulas. That’s América. Jun y Mitsuko se van, su próximo destino es la casa de Fats Domino, en Nueva Orleans.

A Ghost es el relato de una joven viuda italiana, Luisa, que debe regresar a Roma junto al féretro de su marido. Sin embargo, a causa de un contratiempo con el avión, debe quedarse un día en Memphis. Un día en el que la ciudad la pondrá a prueba, un día en el que se topará con otra mujer solitaria, Dee Dee, en Arcade Hotel. Es curioso cómo ese alojamiento se convierte en la luz a la que acuden, como si fuera la salvación, todos los personajes. Un refugio de belleza destartalada como la propia ciudad.

Ambas ya no tienen a sus hombres. Luisa lo ha perdido, Dee Dee huye de él, con desesperación. Luisa es generosa y reservada; Dee Dee habladora y triste. Una quiere volver al hogar, otra quiere un nuevo hogar, lejos de Memphis, lejos de su ex-novio. Hacen buenas migas, y la noche, de nuevo, hace de las suyas.

Lost in Space brota como un episodio de violencia. Johnny, interpretado por Joe Strummer, está pasando una mala racha. Lo han echado del trabajo y su novia (Dee Dee) lo ha abandonado. Para descargar su frustración, decide irse de borrachera con su ex-cuñado (mi queridísimo Steve Buscemi) y su amigo Will, pero las emociones se le van de las manos cuando dispara al dueño de una licorería. ¿Dónde buscar amparo? En Arcade Hotel, efectivamente. Johnny, al que para su disgusto llaman Elvis, tiene mucho en lo que cavilar durante la noche. En la habitación más infecta del edificio.

Se trata de la historia más errática de las tres, donde aflora una calamidad que no tarda en derivar en una meditación de naturaleza telegráfica. Un relato que se dispersa y enreda en sí mismo, donde el absurdo y el alcohol son las guías de conducta.

Mystery Train es sorprendentemente compleja, a pesar de poseer una clásica narración lineal quebrada en tres cuentos. Nos muestra un Memphis contrario al idealizado por la fábula moderna; impregnado de música, qué duda cabe, pero con una melancolía y abandono inquietantes. Quizá decepción, o quizá no. Jarmusch plasma una ciudad desierta, extraña y desolada. Un lugar donde la fama del pasado es el mito del presente, cuya inmortalidad se encuentra en un estado de dignidad ruinosa. Sin embargo, a pesar de ser una oda al desencanto, el director también le otorga una mirada romántica en la que se percibe su amor al ocaso. Y la noche del alma, por supuesto.

Se trata de una película divertida, que narra desapasionadamente historias de diálogos lacónicos y triviales, pero que recogen con minuciosidad los retazos vitales de unos personajes que van, vienen, vuelven y desaparecen. Como Jarmusch, no tienen ninguna prisa por llegar a ninguna parte. Son personajes que deambulan en su paso por Memphis, no conocen bien su destino, o no lo han decidido todavía, pero eso no les impide continuar hacia delante. Ir más allá.

¿Recomiendo Mystery Train? Hay pocas películas de Jim Jarmusch que no aconseje ver, es un director que me gusta bastante. En este film me entusiasma concretamente el ambiente sobrenatural que se inhala, esa fragancia a David Lynch, y la imponente presencia de Screamin’ Jay Hawkins, que en su papel de recepcionista está abrumador. ¿He dicho alguna vez que soy fan a muerte de su música? ¿No? Pues lo proclamo ahora a los cuatro vientos. Amo a Screamin’ Jay Hawkins.

Mystery Train es un film único incluso dentro de la filmografía de Jarmusch, con una leve comedia solo comprensible para mentes sutiles. No es una obra para todo el mundo, y a riesgo de sonar asquerosamente elitista, me alegro de que sea así. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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We are X: muerte, dolor y éxtasis

No es necesario que me guste la música de una banda para informarme sobre ella, leer su historia o ver un documental que me cuente sus avatares. Si el grupo me resulta como fenómeno interesante, no tendré ningún tipo de prejuicio a la hora de conocerlo. Aunque me parezca que sus obras apesten, cualquier artista que se suba a un escenario a tocar sus canciones siempre me merecerá un mínimo de respeto. Es el caso de la formación legendaria japonesa X Japan, pioneros del visual kei e influencia impepinable en la gran mayoría de las formaciones de metal de las islas. Incluso encontramos vestigios de su enorme poder en Occidente, lo que no deja de resultar curioso y todo un mérito, teniendo en cuenta que la escena metálica es muy poco permeable a influencias foranas.

El metal es, salvo honrosas excepciones, más bien cosa de blanquitos occidentales. Me refiero a las bandas que triunfan a nivel internacional, por supuesto. ¿Podríamos decir que el heavy metal y su prole tienen un poso racista? Bueno, eso sería generalizar de manera muy arriesgada e injusta, permitiendo que el estereotipo del típico fan garrulo adorador, quién sabe la razón, de Odín y Mjölnir, se adueñara de la esencia de un colectivo musical bastante heterogéneo. Sin embargo, no hay que negar tampoco que se trata de una escena cerrada, hipermasculinizada y que se ha subespecializado además muchísimo. Lo que no ayuda precisamente a que músicos ajenos al círculo occidental anglófono traspasen su gruesa membrana. Pero X Japan lo hicieron. Tardaron, pero lo consiguieron.

Documental-We-are-X

La entrada de hoy está dedicada al documental We are X (2016), dirigido por Stephen Kijak y que tiene de protagonista a Yoshiki, batería de X Japan, y al resto de sus miembros, Toshi, Pata, Taiji, hide, Sugizo y Heath. Un vistazo tras las bambalinas de una de las formaciones musicales más grandes de la historia de la música popular japonesa, y descubrir a las personas que respiran bajo sus extravagantes máscaras. Y lo que se descubre es, a la vez, sorprendente, entrañable, triste y a ratos muy, muy extraño. La vida cotidiana de los rockstars suele serlo un poco.

Desconozco hasta qué punto puede interesarle a la otaquería un documental de este estilo, que suele inclinarse hacia géneros más suaves (j-pop, k-pop), pero como fanática de lo japonés, servidora procura engullir todo lo que puede sobre sus manifestaciones culturales. No solo de animanga vive el otaco. Creo. O eso me gustaría pensar. Y aunque no soy, ni muchísimo menos, seguidora de la música de X Japan, la reseña la voy a escribir  desde el más profundo respeto y admiración por la trascendencia que han logrado. Así que los talifanes podéis recoger los machetes, no va a ser una entrada dedicada a su música, sino al propio documental.

yoshikikijak
Yoshiki Hayashi y Stephen Kijak

Stephen Kijak es un director que se ha especializado en hacer documentales dedicados a formaciones musicales. Personalmente conocía su trabajo en Scott Walker: 30 Century man (2006) y Stones in Exile (2010), que aunque no me impresionaron, los consideré bastante correctos. Por lo que barruntaba que este We are X me iba a parecer una obra competente sin deslumbrar. Y así ha sido. Kijak escoge al lider de X Japan, Yoshiki, y lo utiliza de centro de gravedad para ir desgranando la historia de la banda.

10 de octubre de 2014. Estamos en el legendario Madison Square Garden de Nueva York, una de las catedrales principales de la música popular de los ss. XX-XXI donde han actuado los más grandes: Elvis Presley, Led Zeppelin, Madonna, U2, entre otras estrellas. X Japan están preparándose para tocar por primera vez en ese sagrado recinto del rock n’ roll, y son muy conscientes de lo que eso significa. Es un hito en su sinuosa y fascinante carrera, de grandioso éxito en su patria, y que se ve culminada con un justo reconocimiento internacional tras muchos años de trabajo y sufrimientos de diversa índole. Y así, mediante flashbacks intercalados con el presente, Yoshiki va narrando el nacimiento, crecimiento y evolución de la banda. En momentos puntuales cede el testigo a Toshi, el vocalista, y a otros miembros; pero sobre todo es él quien nos cuenta la historia de la que considera su vida y su familia: X Japan.

Cuando Rob Reiner estrenó en 1984 el maravilloso e imprescindible mockumentary This is Spinal Tap, muchas bandas de rock se sintieron ofendidas (véase Aerosmith) por la parodia de su mundo que representaba la película. Pero otros aceptaron por completo su mensaje, como Lemmy Kilmister, que haciendo gala de su archiconocida acidez, comentó: «Lamentablemente, todas las bandas de metal tienen o tuvieron algo de Spinal Tap». Eddie Van Halen también expresó: “Todo lo que veo en la película me ha pasado alguna vez”. Y ese es el quid que me ha hecho rememorar una y otra vez esta obra mientras veía We are X.  Pero sin el sentido del humor que sí contiene a raudales This is Spinal Tap. Porque la historia y evolución de X Japan es, por decirlo de una manera suave, tan tortuosa como podría esperarse de un verdadero dinosaurio del rock.

Si no habéis tenido la oportunidad de ver este falso documental, os adelanto que se trata del retrato de una banda de rock ficticia (Spinal Tap) que, a lo largo de los años, tuvo que reinventarse continuamente para continuar en la brecha, pasando por situaciones tanto penosas como extremedamente ridículas y absurdas. Todos los clichés del rock y el metal son caricaturizados, sin embargo hay que tener en cuenta que la realidad siempre supera a la ficción… por lo que este film muestra también la cotidianeidad de los artistas y las circunstancias disparatadas con las que tenían (¡tienen!) que lidiar. Doy fe de ello.

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X Japan en sus inicios

We are X tiene mucho de This is Spinal Tap, pero con la diferencia de que el documental de los japoneses es verídico y tiene muy poquito de comedia. De hecho, el director creo que capta muy bien la grandilocuente teatralidad de X Japan y la traslada al celuloide. Todo el film posee un tono de tragedia inconfundible: el sacrificio, la expiación, el renacer. Yoshiki casi parece Jesucristo. Y no es una pulla. La desgracia y el dolor han perseguido al líder de X Japan desde niño, que fue muy enfermizo, y cuyo padre se suicidó cuando tenía 10 años. Eso lo marcó profundamente. Y como les ocurre a casi todos los baterías del planeta, actualmente el físico de Yoshiki está bastante perjudicado. Y es algo en lo que hace hincapié nuestro protagonista: en la constante que es el dolor en su vida, pero que a pesar de ello, continúa adelante con todo su ser. Una actitud muy japonesa, por cierto, mantener los valores tradicionales del sentido del deber, el sacrificio personal en aras del bien común (sus fans), la dignidad ante la adversidad y una discreta pero obstinada humildad. A pesar de su estética iconoclasta, insólita en una sociedad conservadora como la nipona, el alma de X Japan persiste como netamente japonesa.

X Japan, al igual que otros grupos pioneros del visual kei como D’erlanger, Buck-Tick o Luna Sea, realizaron una fusión desconcertante entre Oriente y Occidente como solo en Japón podría brotar. El goth punk de Siouxsie and the Banshees, la insolencia de Sigue Sigue Sputnik, la ambigüedad sexual de David Bowie o los Hanoi Rocks y el efectismo de Kiss o Alice Cooper se unieron al kabuki y el eroguro. La imagen de estas bandas era realmente impactante, y su música la más veloz y dura del orbe terrestre. Ah, pero no solo eran capaces de componer auténticos trallazos metálicos, en su repertorio se fueron colando cada vez más baladas de gran sentimentalismo y ampulosidad. Antes de Céline Dion, estos metalheads nipones le otorgaron a las power ballads una dimensión melodramática y épica jamás escuchada con anterioridad. Y a principios de los 90, X Japan aterrizaron en Estados Unidos como unos verdaderos dioses del hard rock… pero se estrellaron. Al hermetismo habitual del panorama metálico hacia bandas no-anglófonas, se unió el hecho de que las hair bands del glam metal angelino, con las que los asimilaron, estaban muy denostadas; y el grunge, movimiento musical de naturaleza opuesta, comenzaba a triunfar. Llegaron tarde.

Pero esta no es la única aventura que cuenta el documental, pues empieza con la amistad de Toshi y Yoshiki desde niños, y cómo de adolescentes decidieron montar una banda de rock n’ roll en un ya lejano 1982. Es un rosario de confesiones y recuerdos ensamblados con las acostumbradas dinámicas internas de los grupos, sus choques de egos y las consecuencias de la fama en la vida personal. También de muerte y sectas destructivas. hide, guitarrista y gran apoyo musical de Yoshiki, aparentemente se suicidó en 1998; lo mismo ocurrió con el bajista Taiji, fallecido en 2011. Por otro lado, la separación de X Japan en 1997 fue debida a que Toshi, el cantante, cayó en manos de una secta que le lavó el cerebro literalmente. Tardó más de una década en poder salir.

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David Bowie y Yoshiki

We are X es un documental interesante para fans y como un primer acercamiento al grupo, pero no profundiza demasiado. Comprendo que Yoshiki es el líder de X Japan y que deba acaparar mucha de la atención, pero no tanta. Además se olisquea cierto aroma a santidad en su persona que quizá solo sea una manera de trasladar a pantalla el ambiente de fervorosa devoción que profesan sus millones de fans, pero que a mí personalmente me ha chirriado un poquito. Kijak se ha mantenido tras la valla, ha ofrecido la imagen de artista enigmático que fascina, pero no ha mostrado demasiado al ser humano, a excepción de los datos necesarios para concebir su hagiografía. Meh.

También deja muchos agujeros (y bastante oscuros, por cierto) a la vista, en los que habría sido necesario poner algo de luz; también que Kijak hubiera sido menos complaciente con X Japan y hubiese aparecido un poquito de labor de investigación, habría ayudado a equilibrar la obra. Pero eso no se atisba, es un documental amable con la banda que no cuenta solo con el beneplácito de Yoshiki, sino también con una supervisión directa de los contenidos. Y eso se nota. Todo el mundo sabe que una entrevista pactada siempre suele ser más aburrida que una que no; con We are X sucede algo similar.

No obstante, a pesar de sus defectos, formalmente es impecable, tiene buen ritmo y sabe cómo mantener la atención del espectador. Las aportaciones de celebridades occidentales (Stan Lee, Gene Simmons, Marilyn Manson, etc), así como sus conexiones con artistas como David Lynch, hacen el documental muy ameno. Utiliza los recursos tradicionales del género, aunque es mejor advertir que más que un documental objetivo, se trata de un tributo a X Japan, con todo lo que eso entraña para bien o para mal. Consigue transmitir con nitidez la esencia de la banda, con ese mensaje optimista oculto tras la máscara de fatalidad y afectación. Un grupo que vive para sus seguidores, y eso ya no es tan común en el mundo del rock (al menos en Occidente); una formación que los respeta y que considera su obligación ofrecerles siempre lo mejor de ellos mismos. La profesionalidad absoluta de X Japan queda muy clara.

¿Recomiendo We are X?, recomiendo este documental, incluso si no te gusta su música (como es mi caso). X Japan son ya historia de Cipango, forman parte inextricable de su cultura popular y a un poco que se ame el país, hay que conocer algo de ellos. Además, me ha parecido muy bien que el mainstream estadounidense se haya acercado, por una vez, a un grupo de rock que no pertenezca a su órbita cultural. Ha resultado una novedad muy atinada, deseo que aparezcan muchas más así. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

anime, Radio

¡Sin Orden ni Concierto en la radio!

Lo anuncié un poco de pasada en twitter, pero es cierto. SOnC tiene su pequeño espacio radiofónico en el programa Somos Series, que acaba de comenzar su andadura en la emisora Eres Radio, en el 91.2 de la FM de Madrid. Se trata de un proyecto coordinado y presentado por los periodistas David Cuevas y Jesús Ortega, en el que colaboramos un porrón de gente tratando distintas temáticas: videojuegos, crimen, historia, juegos de rol y… anime. Como el nombre indica, Somos Series está dedicado a series de televisión. Porsiaca. Y se emite en riguroso directo todos los jueves de 6 a 8 de la tarde.

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Así que ahí estaré una vez al mes, difundiendo la Sagrada Palabra Otaca a través de las ondas hertzianas hacia todo el universo. La sección mantiene el mismo nombre que el blog, pero al disponer de solo 10-15 minutos, se centrará sobre todo en series televisivas. Los contenidos tampoco serán tan especializados como en la bitácora escrita; y ya que se trata de un programa dirigido a una audiencia neófita, tendrá unas características diferentes.

  • Ausencia de la nomenclatura japonesa. Los títulos de las obras estarán en inglés o español para evitar confusiones.
  • Descarte de las demografías tradicionales shônen, shôjo, josei y seinen, que tienen cierto poso sexista y que además son poco conocidas por los occidentales profanos. Apuesta por los géneros habituales para la clasificación de anime: drama, terror, comedia, fantasía, ciencia-ficción, etc.
  • Salvo excepciones, se hablará exclusivamente sobre anime televisivo con una orientación más comercial que en la bitácora. Pero sin perder la personalidad de SOnC… prometo sorpresas, camaradas otacos.

Para todo lo demás, estará, como siempre, el blog, que es la raíz, corazón y cerebro de su vástago radiofónico. Y en el reproductor de un poco más abajo tenéis el programa enterito. No he dispuesto aún del tiempo necesario para poder escucharlo al completo, ni siquiera mi propia colaboración, por lo que no sé qué tal habrá salido. Si he de ser sincera, por mi parte fue un completo caos. Ahora me río, pero en el momento en el que me llamaron por teléfono estaba cagándome en todo lo cagable de la galaxia. ¿Por qué? Durante las tardes de los martes y jueves me encuentro en la Escuela Oficial de Idiomas aprendiendo mandarín. Tuve que escabullirme de clase y meterme en los baños para buscar algo de tranquilidad, pero nanay. Gente entrando, saliendo, tirando de la cadena, hablando… y con el estupendo plus de que se fue la luz en el ala oriental por un buen rato. Aun así, espero que disfrutéis del programa y de mi intervención, donde hablé un poquito de los estrenos destacados animescos en Netflix, Amazon Prime y la televisión japonesa. Dentro de unas semanas haré un resumen del 2017, con 5 anime estupendos y 5 anime decepcionantes, más o menos como lo que he ido realizando todos estos pasados años. Seguirá teniendo su versión bloguera, por supuesto, bastante más detallada.

Y, por supuesto, añado más aventuras radiofónicas, esta vez sin relación alguna con el mundo japonés, pero que estoy realizando con muchísima ilusión. En esta ocasión en una emisora local de la ciudad donde resido, Zaragoza: Radio Mai, 102.8 FM. Se llama Versus y en él yo me lo guiso y yo me lo como todo: guion, locución, ejecución técnica, etc. Se trata de un proyecto mucho más personal. Es un programa eminentemente musical, donde enfrento dos discos míticos de la música popular de los ss. XX-XXI y animo a la gente a participar para que elijan un vencedor. Para tal efecto, dejo disponible durante una semanita una encuesta en twitter.

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Empecé con esto de la radio con apenas dieciséis añitos, y ha sido siempre una constante en mi vida. He pasado por numerosas emisoras trabajando de técnico, dirigiendo programas, locutando, de invitada, de colaboradora… de todo. Porque en la radio siempre te toca de todo. Y aquí seguimos, es difícil deshacerse del virus una vez se inocula, ¡y que no me apetece para nada librarme de él, carallo! Hacer radio es una de las actividades más placenteras de mi vida junto a la lectura, la escritura y la composición musical. No podría subsistir sin ella. De momento, por la corta existencia de Versus han desfilado Joy Division, Siouxsie and the Banshees, The B52’s, R.E.M, Nara Leâo, Maysa, AC/DC… y este próximo miércoles enfrentaré a los legendarios Saicos de Perú contra los estadounidenses Sonics. Será una batalla interesante.

Admito que la otaquería suele tener unos gustos musicales radicalmente opuestos a los míos, que poquita cosa del J-Pop y derivados suelo aguantar, pero nunca se sabe. Os dejo en el reproductor de arriba el último Versus dedicado al Debut (1993) de Björk y el Born to Die (2012) de Lana del Rey. Si sentís más curiosidad, aquí tenéis el canal de ivoox donde podréis encontrar todos los programas emitidos hasta ahora. Gracias por vuestro apoyo. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

 

cine, largometraje

¡Mozuelas con ritmo! Swing Girls

Ahora que ha regresado Hibike! Euphonium con su segunda temporada, no he podido evitar que me viniera a la memoria esta película, que se ha convertido ya en un peazo clásico por derecho propio. Los que me leáis hace tiempo ya sabréis que KyoAni no me emociona demasiado, sobre todo porque ese estilo y diseños suyos tan característicos no me gustan nada. Eso no quita que vea sus producciones y las considere buenas series (algunas, claro), pero suelo preferir otros estudios. Es el caso, por ejemplo, de Hibike!, que empecé a verla con reticencia y me fue ganando poco a poco. Un shôjo de indudable espíritu spokon pero centrado en la música en vez de una raqueta o un balón. Las historias con adolescentes también suelen cargarme la cabeza muy rápido, por lo que Hibike! en mi caso particular es un auténtico meritazo que me agrade. Pero no podía ser de otra manera, es un anime con personajes atractivos, gran calidad técnica, un argumento sencillo pero bien desarrollado y… y música, joder, música. Que me gusta mucho la música. Por eso esta segunda temporada la esperaba también con ganicas.

Aprovechando su vuelta, he considerado oportuno hacer una reseña sobre una película que, sin duda, comparte bastantes elementos con Hibike! y que con toda probabilidad inspiró a Ayano Takeda y Hami para crear su manga. Swing Girls (2004) de Shinobu Yaguchi es bastante célebre, cosechó buenas críticas hasta en el extranjero y ganó unos cuantos premios de la Academia Japonesa de Artes y Ciencias Cinematográficas. No es un film olvidado underground de contenidos turbios, nada de eso. Es una cinta extremadamente comercial, de humor limpio, dirigida a toda la familia y, lo mejor de todo, excelente. Soy fan de Swing Girls. Seguro que la conocéis.

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No conocía de nada al director, Shinobu Yaguchi, y creo que no he vuelto a ver una película suya otra vez. Pero solo por esta Swing Girls le agradeceré por siempre el haber posado su pie en el planeta Tierra. No es un film rompedor ni extraordinario en ningún aspecto. En ninguno. Los actores son eficientes, con cierta sobreactuación pero nada especialmente molesto (Juri Ueno la mejor); la dirección competente y sencilla, sin jaleos; el guión fresco y su desarrollo es el esperado. Los que hemos tragado mucho manganime, encontraremos parámetros en Swing Girls muy conocidos. No deja de ser la típica historia zero to hero pero colectiva (el individualismo los japoneses lo llevan todavía un poquito mal) donde el compañerismo, el trabajo en equipo, el esfuerzo y espíritu de superación tienen fuerte protagonismo. Nada nuevo bajo el sol. Pero hasta las premisas más trilladas pueden alumbrar obras interesantes; y que sorprenden no por su originalidad, sino por su capacidad de absorber la atención y emocionar al espectador.

Hay dos tipos de personas en el mundo: las que tienen ritmo y las que no.

La historia la hemos leído muchas veces: tórrido verano japonés, instituto en pequeña población de Yamagata, clases de repaso, estudiantes haraganas tratando de sobrellevar el aburrimiento. La banda escolar está subiendo al autobús para infundir ánimos al equipo de béisbol en el partido que se celebra en una población cercana. Pero en sus prisas, olvidan que todavía no ha llegado el repartidor de la comida. Cuando este aparece ya es muy tarde, y el señor debe continuar su trabajo entregando el catering de un funeral. Sin embargo Suzuki-chan, que ha observado todo perezosamente desde una ventana, aprovecha la situación para proponer a su profesor que ella y sus compañeras deberían acercarles la comida. Pobrecitos, se morirán de hambre. Así que cogen un tren con todos los bentô y… se les pasa la parada. Con todo el calorazo, deciden ir caminando hacia su destino y entregar las viandas, aunque la comida llega en mal estado. Toda la banda del colegio tiene que ser hospitalizada por intoxicación alimentaria. Bueno, todos menos Nakamura-kun, el pringadillo, que por una vez su mala suerte le ha salvado el culo (y nunca mejor dicho). Este muchacho será un poco el paria de la orquesta, pero de tonto no tiene ni un pelo. Sabe que Suzuki-chan y sus amigas son en parte responsables de lo ocurrido, por lo que las reprende y exige hagan algo al respecto, pues a la semana siguiente se jugará un partido decisivo para el equipo de béisbol. Las zagalas no tienen ninguna intención de unirse a la banda, pero ven en ello una oportunidad para librarse de las tediosas clases de matemáticas y hacer el perro en el aula de la orquesta. No saben ni leer ni tocar música, pero les es indiferente. Lo que ellas desconocen es que el virus del jazz es altamente infeccioso, muy complicado de erradicar. Y cuando se quieren dar cuenta, ya es demasiado tarde.

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El argumento da muchas vueltas, es como una montaña rusa en la que se ha subido muchas veces pero que aun así continúa excitando. Se conocen sus curvas, loops e inversiones; las vueltas de tuerca y recursos se presienten de sobra. Pero a pesar de tener una estructura lineal, quizá sea esa misma simplicidad la que hace que toda la historia y sus personajes resulten tan entrañables. Precisamente esos personajes no están trabajados de una manera muy profunda. Son más arquetipos que personas: las rebeldes punks, la chica tímida e inteligente, la enamoradiza y ligona, el profesor frustrado, la gordita comilona, etc. Los mejor modelados son Suzuki y Nakamura, pero tampoco son el colmo de la complejidad. Personalmente me gusta mucho Tanaka-chan, que toca la batería (qué haríamos sin baterías… ¡morir! son los malditos cimientos, sin ellos todo se desmorona). Me encanta su personalidad y echo de menos más desarrollo, porque habría podido ser un personaje muy, muy jugoso. Pero ese es uno de los defectos de este film, unas figuras casi demasiado reconocibles y esquemáticas. Por otro lado, esta carencia se ve compensada por unas interpretaciones bastante potables y unos gags ocurrentes.

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Hay momentos inenarrables, la búsqueda de setas en el bosque con el advenimiento del gran jabalí salvaje es mi favorito, completamente absurdo y adornado con el incombustible What a wonderful world de Louis Armstrong. Y no solo eso. El espectador tiene la oportunidad de atisbar un ligero chispazo de lo jodido que es el mundo de la música, así, en general. Aunque también estimula a acercarse a él, porque es un film optimista y que contagia el amor por el jazz con verdadera pasión. Swing Girls es una película divertida apta para todos los públicos, pero no cae ni en el sentimentalismo (¡BIEN!), el romance imbécil (¡BIEN!) ni la moralina (¡REQUETEBIÉN!). Toda una proeza en los tiempos que corren de gazmoñería, que utiliza cualquier ocasión para untar de almíbar disney todo lo que huela a público familiar. Son muy pocas las películas de este tipo que suelo tolerar.

Me ha recordado en algunas cosas a The Commitments (1991), y os aseguro que es todo un halago porque es uno de mis musicales preferidos; pero Swing Girls carece de su drama, profundidad y dureza, pues no deja de tratarse de una comedia blanca sobre adolescentes en el Japón rural del s. XXI. Por cierto, adoro el retrato de la familia de Suzuki-chan, los desconchones en las paredes del centro escolar, los trenes y sus asientos vintage, el vertedero de los emo yankii, la vista de los tejados llenos de nieve… en resumen, la dirección artística y la ambientación son geniales. Naturales y realistas, pero pulcras. Un 10.

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Los temas de la banda sonora están interpretados por los propios actores, algunos de ellos no habían rozado un instrumento musical en su vida, así que estuvieron bastantes meses dedicándose de manera intensiva a aprender y… ¡ni tan mal! Son ellos mismos los que tocan e incluso llegaron a girar por Japón como big band profesional. La selección de piezas además es estupenda: Glenn Miller, Benny Goodman, Michel Legrand, Louis Prima, Ken Woodman, Billy Strayhorn… clásicos del jazz intemporales sin los que servidora, por ejemplo, no podría vivir. Imposible. Y como broche final, este tema en su versión original para cerrar los créditos. ¿Qué más se puede pedir, señores?

Swing Girls es una película divertida sin pretensiones. Por eso, aunque algunas situaciones resulten un poco inverosímiles, son licencias que encajan sin problemas en la atmósfera de entusiasmo y buen humor del film. No es una obra perfecta, tampoco lo busca porque su objetivo es solo entretener y dejar al espectador con una sensación agradable en el cuerpo sin viscosidades. Y lo logra. Merece la pena echarle un vistazo, sobre todo si se ha tenido un mal día. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

2017: un siglo de anime, cortometrajes

Lacónicos: Chispas de Tezuka

Tener una sección dedicada a cortometrajes y no escribir sobre Osamu Tezuka es un auténtico crimen. En la inauguración de este apartado hablé sobre su clásico Jumping (1984), pero su genio y figura merecen más, mucho más. Así que, para abrir el apetito a futuras entradas consagradas a Manga no Kamisama, he seleccionado 5 cortometrajes suyos que nos muestran otra faceta más, quizás no tan conocida. Forman parte de un DVD que fue publicado en España por Divisa hace 10 años, titulado Animación Experimental de Tezuka; y que en 2013 se reeditó en la recopilación Tezuka Pack con otras obras como Don Drácula y Unico, el pequeño unicornio.

El DVD original incluye 13 cortos diferentes, que es una forma estupenda de introducirse en la dimensión más audaz e imaginativa de Tezuka: sus jikken anime. Hay que tener en cuenta que precisamente esta vertiente es la que más apreciaba Manga no Kamisama; y la que más disfrutaba, porque se trata de pura creación, incluso sin las limitaciones de una narrativa. Un formato donde ponerse a prueba. Consideraba que la animación comercial, en la que fue pionero y destacó, era solo una manera de ganar dinero, y su espíritu artístico lo dirigía más bien hacia la experimentación. No creía que en Japón, salvo Yôji Kuri y su grupo, nadie estuviera trabajando de verdad por incluir al país dentro de la vanguardia internacional. Y Tezuka estaba seguro de que la animación de autor era donde realmente podía expresarse la originalidad; y para ello había que empezar a pensar en grande, dirigiendo las obras más allá de las fronteras del país. Esa independencia de la que hizo gala en la mayor parte de su carrera, también era un requisito para lograrlo. Tezuka se tomaba muy en serio sus cortos, ponía en ellos verdadera pasión y ahínco, muchísimo más que en sus trabajos convencionales (los que le daban de comer). Desdeñaba un poco sus proyectos nutricionales, pero gracias a ellos también el mundo del manganime es como lo conocemos actualmente. Y ni tan mal.

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Volviendo a los cortometrajes de esta compilación, son todos bastante distintos y la franja temporal que cubren va desde principios de los años 60 hasta finales de los 80, por lo que se puede observar la evolución creativa y filosófica de Tezuka con cierta nitidez. No obstante, muchos de ellos reflejan una de sus constantes vitales: el anti-belicismo. La II Guerra Mundial y el horror de Hiroshima y Nagasaki impactaron con fuerza en la vida de Tezuka, haciéndolo un fervoroso pacifista.

Mis cinco favoritos son los que analizo a continuación. No significa que sean los mejores, solo los que más me han gustado y, por supuesto, si el tema os interesa mucho, os animo a que investiguéis por vuestra cuenta más. Escarbar entre las obras de Manga no Kamisama siempre es una tarea gratificante.

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Aru Machi Kado no Monogatari o Tale of a street corner, es una de las cosas más bonitas y tiernas que veréis en mucho tiempo. De verdad de la buena. Es uno de mis cortometrajes animados favoritos de todos los tiempos, solo os digo eso. Son casi 40 minutos de metraje donde Tezuka nos habla, sencillamente, de la vida. No tiene un argumento concreto, es un caleidoscopio donde las piezas se van moviendo por la mano del destino y el hombre, creando sus propias figuras de alegría, desdicha, celos, amor, miedo, ira… Una numerosa familia de ratoncillos, una niña en un ático a la que se le cae su peluche, una polilla entrometida y maliciosa, un árbol melancólico que no consigue dispersar sus semillas, los personajes de los carteles pegados en un muro, una vieja farola y unos cuantos más, son los seres que pueblan un rincón de una calle en una ciudad anónima europea. Y lo que les sucede es lo que narra Tezuka. Con guerra incluida, por supuesto.

Tanto la excelente música de Tatsuo Takai como la ambientación que le da al arte Ryô Arai, evocan esas elegantes comedias musicales de los años 50 como Lili (1953), Un Americano en París (1951) o Funny Face (1959). El estilo en general me recuerda mucho al de Walter Peregoy en La Bella Durmiente (1959), pero que en un ambiente urbanita resulta mucho más chic; y con las numerosas referencias artísticas con las que juegan (Rodin, Sharaku, Toulouse-Lautrec, Miró, etc) hacen de Tale of a street corner un clásico que no ha envejecido apenas.Sí, tenéis razón, estoy enamorada de esta obra, no puedo ser muy objetiva. Esta repleta de matices y detalles encantadores; también sarcásticos y tristes. Este fue el primer jikken anime de Tezuka, aunque personalmente no lo encuentro muy experimental. Es, simplemente, distinto.

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Mermaid o Ningyô es una auténtica delicia. Tiene una duración de 8 min 19 s, con una banda sonora de excepción: Prélude à l’après-midi d’un faune de Debussy, pero dirigida por el gran Isao Tomita (1932-2016). Tezuka tenía mucho ojo, y solo colaboraba con los que él consideraba eran los mejores. Tomita fue uno de ellos sin duda, y trabajaron juntos en más obras. Fue el principal introductor de la música con sintetizador en Japón, así como un compositor de primera línea hasta que falleció este pasado mes de mayo. Yo le tengo especial cariño y respeto, así que aprovecho para rendirle este diminuto tributo en el blog.

Isao Tomita
Tomita-sensei

Con el diseño de arte minimalista de Shigeru Yamamoto, Ningyô en su simplicidad y limpieza, narra la historia de un muchacho que es incomprendido y segregado cruelmente por su afición a soñar despierto. Solo él puede ver a una sirena con la que comparte fantasías y viajes, y su negativa a reconocer que solo es un producto de su imaginación tiene consecuencias feroces para él. En una sociedad con un gobierno totalitario, cualquier tipo de disidencia se considera un peligro y una traición, así que intentan convertir al joven en un ciudadano normal, en alguien que no vea sirenas donde solo hay peces. La influencia del Método Ludovico de A clockwork Orange (1962) es muy evidente. ¿Lo consiguen? ¿Tiene lugar en un mundo así este chico? Para averiguarlo, tendréis que verlo aquí  Es un cuento delicado lleno de melancolía, vaporoso y de gran elegancia tanto estructural como visualmente. Precioso.

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Onboro film o Broken down film es divertido y original. No para de fracturar convenciones de la animación para reírse de sí mismo, apoyándose en la metaficción, rompiendo la cuarta pantalla, etc. Broken down film es una película muda y en mal estado, donde los propios protagonistas que la habitan tienen que sufrir las consecuencias de su deterioro. No pueden realizar bien sus interpretaciones, por lo que se ven obligados a improvisar a menudo. ¿Y qué historia están intentando representar? Pues un típico silent-western con dama en apuros atada a las vías de un tren, un villano enorme y barbudo, y un héroe flacucho y algo torpe. Tezuka no tiene ningún reparo en autoparodiarse, y el trabajo que realizó para el envejecido del corto está realmente logrado. Recordemos que estamos en el año 1985, y de recursos informáticos nanay. Todo a manita como auténticos artesanos. En resumen, Onboro film es una curiosidad muy entretenida de ritmo especialmente ágil además.

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Con 8 min 25 s minutos de duración, Muramasa es el corto más tenebroso de los que tenemos en la entrada de lejos. Ese rojo que monopoliza la luz en el inicio es presagio de violencia. Tezuka se arropa con la sobriedad del pasado, escogiendo una presentación también acorde. La animación es puro bosquejo, sencilla y austera, haciendo hincapié en el dibujo, como un cómic animado; la música tradicional marca el compás, llevando todo el peso dramático, pues no hay diálogo.

Muramasa es el nombre de un antiguo clan japonés que se dedicaba a la forja de katanas. Eran tan peligrosas y eficaces, que se creía estaban poseídas por un espíritu maligno. Y de eso va un poco este corto. Un samurái encuentra casualmente una katana atravesando un montoncillo de paja en el bosque. Parece abandonada, así que decide quedársela. Pero lo que no sabe el guerrero es que esa espada está maldita, y enloquece a su dueño lentamente, impidiéndole considerar seres humanos a los que le rodean. Así que obliga a su amo a asesinar. Pero, inmediatamente después de matarlos, por unos instantes, este samurái logra observar la carnicería que ha ejecutado, y se empieza a atormentar. Aun así, totalmente subyugado por el embrujo de la espada, es incapaz de deshacerse de ella. Se trata de una evidente alegoría de la pérdida de control cuando se entra en una espiral de violencia, y la deshumanización lógica que conlleva. Un círculo vicioso. Tezuka, como ya comenté, era un anti-belicista convencido, y no dejó de plasmarlo en muchas de sus obras. Muramasa una más de ellas.

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Selfportrait o Jigazô es de las últimas obras animadas que nos legó Tezuka, y forma parte de un recopilatorio de 19 autorretratos, Animated Self-Portraits (1989), dirigido por David Ehrlich. En él participaron artistas como Kihachiro Kawamoto, Renzo KinoshitaJan Švankmajer. Es muy escueto, de apenas 10 segundos, pero Manga no Kamisama nos transmite su mensaje de forma muy clara: el proceso creativo tiene bastante de azar, y cuando las piezas encajan de cierta manera, puede llegar a ser muy lucrativo. Tezuka utiliza una máquina tragaperras como vehículo, y es la suerte la que hace coincidir las ruedas para que el rostro que todos conocen (y esperan) del autor, haga aparición; y ese es el rostro que escupe dinero. Desde luego, no le faltaba sentido del humor a Tezuka, pues su carrera profesional no estuvo exenta de numerosos altibajos económicos. Aunque cuando ganaba guita, lo hacía a espuertas, todo hay que decirlo.

¿Y cuáles son los otros ocho cortos que hay en Animación Experimental de Tezuka? Debo aclarar que también me gustan bastante, de hecho no encontré ninguno que me defraudara, aunque prefiera los cinco anteriores. Son interesantes y no dan puntada sin hilo, creo que merecen vuestra atención:

Osu (1962) o también Macho. Duración: 3 min 10 s. Crítica social y psicológica al hombre desde la óptica de un gato. Una buena reflexión. Podéis verlo aquí.

Memory (1964). Duración: 5 min 40 s. Jugando con distintas técnicas y estilos, Tezuka medita sobre la inconsistencia y plasticidad de la memoria humana. La ironía que no falte. Podéis verlo aquí.

Shizuku (1965) o también La Gota. Duración: 4 min 19 s. Los sufrimientos y delirios de un náufrago a causa de la sed, con un final muy divertido. Podéis verlo aquí.

Tenrankai no E (1966) o también Cuadros de una exposición. Duración: 32 min 10 s. Con Isao Tomita dirigiendo esta vez la composición de Músorgski que lleva el mismo nombre del corto. En realidad es un homenaje a esta pieza musical, pero transportada a los años 60. Un buen rapapolvo sociológico y bastante heterogéneo. Podéis verlo aquí.

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Tenrankai no E

Sôseiki (1968) o Génesis. Duración: 3 min 54 s. Una sátira sobre los primeros versículos del libro de Génesis, donde parodia desde la película de John Huston The Bible: In the beginning… (1966), hasta su propia obra, Astroboy.

Jumping (1984), de la que escribí aquí.

Push (1987). Duración: 4 min 17 s. Las máquinas pueden darte todo lo que quieras; ropa nueva, un flamante coche , un peinado moderno… nutren la vanidad con facilidad, pero ni siquiera Dios puede paliar la soledad o crear un planeta nuevo. Podéis verlo aquí.

Mori no Densetsu (1987) o La leyenda del Bosque. Duración: 29 min 28 s. Quedó inconclusa por parte de Tezuka, pues era solo la primera parte. Más adelante, en 2014, tuvo su correspondiente secuela. Utilizando de brújula la sinfonía nº4 de Chaikovski, La leyenda del bosque rinde tributo a pioneros como Winsor McCay, Paul Terry o Walt Disney. Mezcla distintos estilos y técnicas para contar una historia de espíritu ecologista. Podéis verlo aquí.

Higeo Oyaji

Y esto ha sido todo por hoy. Nunca son demasiadas entradas dedicadas a Tezuka, en realidad SOnC debería tener muchísimas más. Hay que ponerle solución, ¡hay que hacer algo! ¡Viva Tezuka, cabrones!

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

anime, mierder, paja mental

5 y 5 del 2015

Es un tópico, pero no deja por ello de ser cierto: ¡cómo pasa el tiempo, rediez! Se han sucedido ya 12 meses desde que hice la entrada dedicada a los 5 y 5 del 2014, y casi no me he enterado. La vida… la vida se desliza como angulas entre los dedos. Ay.

Ha sido un año donde ha habido, como era de esperar, de todo un poco; sin embargo (y siempre es mi opinión, y os recuerdo lo que pasa con ella) no he encontrado ningún anime que me haya emocionado del todo. Excepto uno. El año pasado Ping Pong, Hôzuki no Reitetsu y Shingeki no Bahamut sí que lo lograron. Me han gustado series, no puedo negarlo, pero no me han impactado. Osomatsu-san, por ejemplo, está siendo una ternura, algo irregular, pero divertida; nada más. Hibike! Euphonium se ha presentado muy digna, con buenos personajes, animación preciosa y argumento sólido; pero me ha resultado, en conjunto, anodina y el estilo de KyoAni se me suele atragantar. The Perfect Insider, que me he puesto con ella en vez de dejármela para ver en maratón, aunque no es caca de la vaca, se me ha deshinchado de una manera escandalosa (ay, Asano); me reafirmo en que lo que necesito es la novela y punto. Punch Line ha sido la insensatez del año sin duda, muy amena y confusa a la vez; pero nada memorable, vacía. Y luego han estado las desilusiones, que han sido abundantes. De hecho he flipado un poco con la cantidad de decepciones de este 2015. Unas han sido más gordas que otras, claro, y el verano marcó esta cuesta abajo generalizada.

Así que allá van mis 5 series preferidas de este año y las 5 que más me han desencantado. Estas últimas no son las que considero peores del 2015. Como comprenderéis, no he visto todo anime que se haya emitido (ni ganas) donde se pueden encontrar aberraciones tipo Diabolik Lovers More, Blood o los usuales insultos como Bikini Warriors. Esa clase de series no suelen entrar en mi radar. Sorry. El orden no es significativo, aviso. Las voy poniendo conforme me vienen a la cabeza y prau.

FAVEONES

 

Death Parade

デス・パレード

Esta serie fue un tiro a bocajarro nada más comenzar el año. Venía precedida de una OVA que auguraba material inquietante, y no defraudó. No defraudó demasiado, quiero decir. ¿Que podrían haber hecho un anime mucho más retorcido y haber profundizado más en ciertas encrucijadas morales? Por supuesto, pero el efecto tampoco fue tan tibio. ¿Que pudo hacerse algo repetitiva y no terminaba de arrancar en su argumento de fondo? Cierto, sin embargo a vista de pájaro Death Parade resulta equilibrada y amena, tiene una animación apropiada y unos personajes muy sugestivos. Tanto que algunos habríamos preferido saber más de ellos, y nos tuvimos que conformar con bocetos. Interesantes, pero bocetos. WOW. Menos mal que es de mis preferidas, no lo parece, ¿verdad? Lo es, lo es. Mi valoración general es muy positiva, pero no puedo evitar ser consciente de sus lagunas, sobre todo cuando su potencial era estratosférico. ¿Que optaron por una vía más conservadora? Una lástima, pero el resultado no ha sido malo ni mucho menos. No titubeo al decir que, para mí, es uno de los mejores productos de este 2015.

parade

Kurayami Santa

暗闇三太

Dudo mucho que alguno de mis escasos lectores haya visto esta serie. En realidad dudo que la hayamos visto más de 1000 personas en todo el planeta (fuera de Japón); y de esas 1000 personas, a más de la mitad le habrá parecido un tostón. Bueno, pues a mí no, y este es mi blog. Kurayami Santa, además de poseer una presentación original, en los escasos 5 minutos de duración de cada episodio se ha encargado de mostrar el Milagro Japonés de forma didáctica y, a la vez, contar pequeñas historias de moraleja escabrosa. Es un anime simple, accesible y para amantes de las curiosidades; me alegró bastante el final del verano. Sé perfectamente que Kurayami Santa no va a ser muy comprendido entre espectadores acostumbrados al anime estándar, pero no deja de ser una buena serie. Sus creadores han tenido la valentía de ofrecer algo distinto y la jugada, al menos a nivel artístico, no les ha salido mal. Otro tema es la respuesta comercial, claro. Me temo que no tendrá segunda temporada.

kurayamisanta

One Punch Man

ワンパンマン

Tengo que ponerla porque, aunque sigo teniendo mis reservas y no le voy a dejar pasar ni una, One Punch Man es una serie estupenda. No me llega al kokoro pero, indudablemente, es espectacular, muy divertida, con humor absurdo (del que me gusta), mucha acción y una trama que, aunque se haya leído o visto un millón de veces, saben conducir muy bien. No ha terminado todavía, pero me extrañaría sobremanera que la cagaran. One Punch Man es un ejemplo de anime básico dentro del género de acción y superhéroes que aprovecha con suma eficacia sus recursos y se ríe de sí mismo sin parar. Es lógico que guste y arrastre a tanta gente, es entretenimiento del bueno y con un ritmo excelente, no ha decaído mucho de episodio a episodio; así como la animación está siendo formidable (Madhouse, you know). Por méritos propios, a pesar de mi recelo, One Punch Man es de lo más destacado de este año. Y me gusta mucho, qué carallo.

onepunchman1

Yuri Kuma Arashi

ユリ熊嵐

Esta serie no es para todo el mundo. De hecho, cuando la empecé, no sabía siquiera si era para mí; y continué viéndola a pesar de que los primeros capítulos me dejaron con el culo torcido. Muy. No se podía esperar menos estando detrás Ikuhara. Abiertamente, es el anime enfermo del 2015. No es Utena, no es Mawaru Penguindrum (las comparaciones son odiosas, dicen); pero sus técnicas y procedimientos están ahí. Los fans de este señor disfrutamos y, a pesar de que me olía que sería una especie de reciclaje, Yuri Kuma Arashi es mucho más que decente, es un buen anime. Si se vencen los prejuicios y confusiones naturales, claro. Y luego está el tema de las lecturas a distintos niveles que tiene la serie, porque entre la abundante carga simbólica y su estructura peculiar, el anime de las ositas lesbianas antropófagas no es fácil de asimilar. Pero no es pretencioso y divierte, merece por completo estar en mi lista de 5 series favoritas porque logró con creces su objetivo: entretenerme y joderme la cabeza un rato. Gracias, Ikuni.

yurikuma

Kekkai Sensen

血界戦線

Es mi serie del 2015. A pesar de los pesares. A pesar de ese injustificablerastrerodespreciablemecagoentodolocagable hiato que estropeó el compás, dejándolo todo en un coitus interruptus cruel. Aun así, Kekkai Sensen es exuberante, hermoso, caótico, abrumador. Me quedo corta, puedo seguir soltando adjetivos rimbombantes hasta que muráis, pero voy a contenerme. Y aunque recuerde a Baccano! o Durarara!!, este anime sigue su propia pulsación, que es mil veces más salvaje. Lo que seguramente haga arrugar la nariz a una mayoría, que es ese patente desmadre en el que cae en la segunda mitad, fue una de las cosas que más me entusiasmaron. Y que conste que lo reconozco como defecto. Hubo momentos en los que se perdió en una vorágine que no pisaba tierra. Pero es que a mí personalmente me encanta esa sensación de ingravidez que genera la precipitación de acción y contenidos… para luego darte cuenta de que la información importante estaba siempre ahí. Todo ha sido una maniobra de distracción. Y orquestada para, en cierta manera, fastidiar al que aguarda los patrones habituales. Kekkai Sensen ha experimentado y le ha salido medio bien. No bien del todo, pero digno. Ojalá se arriesgara más y aparecieran más animes de esta clase, porque no son muchos. De hecho, Kekkai Sensen, en toda su maravillosa imperfección, es único en su especie.

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Hago una mención especial a Kagewani que, muy discretamente, está revelándose como una de las mejores series de horror y suspense de la temporada. Aunque admito que eso no es tampoco demasiado complicado. También debo nombrar, pero eso es por puro amor, la segunda temporada de Kamisama Hajimemashita. Es todo tan kawaii, tan shôjo, tan irreal… sigh. Es imposible no caer rendida a sus encantos. Que Nanami no sea una incapaz mental ayuda muchísimo también. Por cierto, me quedé con muchas ganas de echarle un ojo a Neko Nanka Yondemo Konai. Si alguien sabe dónde puedo verla, que lo escriba en comentarios, gracias. También estoy a la espera de tener el tiempo suficiente para poder dedicarme convenientemente a Lupin III. A Arsène siempre hay que otorgarle un lugar especial, es su privilegio como clasicazo.

 

borrachita
Nanami, toda borrachita, confesando su amor ❤

 

MEHONES

 

Como escribía al inicio, este 2015 ha estado lleno de chascos. Al menos para mí. Algunos los sospechaba, como Kyôkai no Rinne; otros me han dejado indiferente, como Kowabon o Sakurako-san; y también los hay a los que he enviado a escaparrar sin miramientos, antes de que la indignación me hiciera vomitar toda clase de ponzoña (Young Black Jack). Pero los que considero más sonados van a continuación. Hay de diferentes intensidades, y algunos incluso han obtenido la categoría de mierder.

Ore Monogatari!!

俺物語!!

Comenzó con unas premisas muy buenas, a pesar de que no conectara con su sentido del humor. Eso no fue óbice para que no pudiera observar sus virtudes (sobre todo en el manga) pero pasados ya unos pocos capítulos, creo que casi todos empezamos a olisquear que Ore Monogatari!! no iba a saber avanzar más allá de esas proposiciones iniciales. Unas ideas interesantes, donde el galán es un gigantesco mozo de corazón tierno, su amigo del alma un bishie inexpresivo y la damisela… la damisela una idiota. Que sí, que todo es una parodia, por eso Yamato tiene una personalidad femenina shôjesca tan exagerada. Pero en cada episodio se me hacía más y más insoportable; y como no se superaba la fase de la parejita, donde se caricaturizó todo cliché del género, me harté enseguida. Los esfuerzos por darle más protagonismo a Suna, por ejemplo, fueron bastante fofos. Y su hermana mayor, que es mi personaje favorito, no fue aprovechado adecuadamente. Resumen: Ore Monogatari!! se ha quedado en un anime normalito. Ni fu ni fa. ¿Que esperábamos demasiado de él? No estoy de acuerdo. Por mi parte solo le exigía que progresara, y lo que hizo fue repetirse, volverse monótono. Hubo capítulos mejores que otros y, visto lo visto, con 12 habrían sido más que suficientes. No me arrepiento de haberlo acabado (me costó), pero tampoco lo volvería a ver. Con eso creo digo todo.

oremonogatari2

Plastic Memories

プラスティック・メモリーズ

El anime más desaprovechado, desperdiciado, malgastado y todos los sinónimos que se os ocurran del año. El campeón del despilfarro. La materia prima con la que contaba era extraordinaria, de unas implicaciones profundas, filosóficas. Pero no. Convirtamos el debate de la inteligencia artificial y la inmortalidad en algo banal. En un melodrama guiado por unos personajes mediocres e irritantes. Aburramos a la gente, hagamos de la catalepsia una plaga mundial. Plastic Memories es la peor pesadilla de una buena idea: el adocenamiento. Es probable que haya pasado sin mucha pena ni gloria entre el aficionado medio; una serie más con lolis (qué asco les tengo) para quemar, aunque esconda en su interior la luz de lo que podría haber sido algo hasta magnífico.

plasticmemories

Charlotte

(シャーロット)

Tengo muy claro lo que sucedió con este anime: las sucesivas vueltas de tuerca terminaron desmoronando su estructura hasta reducirla a un amasijo donde la suspensión de la incredulidad falleció de infarto de miocardio. Por tanta emoción, muerte y tragedia intempestivas. Qué bien me he quedado. Una cosa es querer sorprender, y otra ser improcedente. No todo vale. La serie ya comenzó tambaleándose y, a pesar de que había buenas ideas, las utilizaron para crear una historia, aparte de inverosímil, infantil como un bebé lactante. Trabajar con la hipérbole conlleva riesgos muy serios: el ridículo es uno de ellos, quedar como presuntuoso otro. Una pena porque algunos secundarios eran un auténtico filón, pero : mierder tó. Nada más que añadir.

charlotte2

Gangsta

ギャングスタ

Qué lástima. Qué tremendísima lástima. Con una materia prima tan deslumbrante, unos primeros capítulos prometedores… y todo acabó rodando cuesta abajo hacia el más hediondo pozo de las inmundicias. Pero todo. Imagino que sabréis que Manglobe, el estudio que sacaba adelante la serie, se declaró en bancarrota; lo que tuvo que influir en la decadencia de Gangsta, tanto a nivel de animación como argumental. La degenaración paulatina además fue muy evidente. Y ese final… muy triste todo. Podría haber sido uno de los animes del año sin mucho esfuerzo. Pero se convirtió en mierder. Ojalá en el futuro se retome el proyecto, porque merecería la pena que esta historia tuviera una versión animada conveniente.

gangsta2

Dance with devils

ダンス・ウィズ・デビルス

Los que leáis habitualmente el blog, ya sabréis que hago una entrada semanal dedicada a este animierder. Lo he incluido en los Meh Ones porque el bizarrismo, que es la savia que mantiene en realidad en pie esta serie, ha sido relegado a la anécdota. Después de habernos ofrecido momentos de inefable placer con sus vergonzosos disparates, Dance with devils se ha moderado incomprensiblemente hasta devenir en un anime vulgar más. Y Peluchón ya no se exhibirá, todo fluffy él, meneando sus rápidas patitas y observando silenciosamente desde su cojín. Para el que no lo sepa, Dance with devils es una serie en tono de parodia y musical (sí, ¡musical! ¡VIVA!) con un argumento respetable y unos personajes que son para estrellarlos a 200 km/h contra un muro. Menos a Peluchón, claro. A pesar de que ha perdido gran parte de su gracia, se ve. Pero, ¡ay! este anime podría haber alcanzado la grandeza y ser un adefesio encantador.

pomeranian
Los pomerania demoníacos robóticos.

Y eso es todo por hoy. Pueden dejar sus quejas y razonamientos abajo. La descortesía no está autorizada. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

música, tags

Desafío: 3 días, 3 frases – 1

Khalil I El Grande me ha retado para llevar a cabo una ardua tarea: durante tres días consecutivos, servidora, la paladín de las sumas bizarradas, deberá ofrecer en tributo tres frases a los osados lectores que desplomen sus ojos en los abruptos territorios de esta bitácora.

Bueno, dejando de lado mis habituales payasadas sin gracia, le agradezco a Khalil el haberse acordado de mí. Ya le he comentado que no me va a resultar fácil, porque no soy mucho de citas, pero por lo menos lo voy a intentar. Esta primera no es especialmente meditada, aunque sí me impactó bastante durante un largo tiempo… y todavía me hace cavilar.

It’s better to burn out than to fade away

Que se puede traducir algo así como «es mejor quemarse que languidecer» o similar. Esta extraída de una canción de uno de mis artistas predilectos desde niña (cosas de tener un hermano 10 años mayor), Neil Young. El tema fue incluido en uno de sus álbumes míticos, Rust Never Sleeps (1979) que Young grabó con su banda de toda la vida, Crazy Horse. Es un clásico. Esta frase además trajo cola ya desde el principio, John Lennon la criticó bastante; aunque en mi opinión, y con todos los respetos, no quiso comprender el auténtico significado de esta. Tiene un evidente cariz autodestructivo, pero no deja de ser una manera de expresar que es mejor finalizar algo con contundecia que dejarlo agonizar lentamente. Es una declaración aguda sobre lo que es el espíritu original del rock n’ roll. Digo «original» porque ahora esa rebeldía, incluso cierta rudeza, que lo caracterizaba se ha perdido prácticamente. El punk de los 70’s recuperó esa furia casi nihilista de su nacimiento, pero actualmente el rock se ha convertido en otra cosa. Si es que además se le puede llamar todavía así, claro. Pero ese ya sería otro tema diferente y cabrían miles de matizaciones.

Este verso fue, además, hallado en la nota de suicidio de Kurt Cobain. El rubio de Seattle era muy fan de Neil Young; en realidad este canadiense influyó muchísimo en las bandas que posteriormente conformarían el grunge. Se puede decir que fue como el padrino musical de ese movimiento.

La interpretación de esta frase, como todo en la vida, depende del cerebro que le haga frente. Desde mi punto de vista no tiene ni un mensaje negativo ni positivo, solo insta a la acción, a la toma de una decisión. Pero, ¡ah!, no todas las situaciones son iguales. En el contexto de la propia canción, alude a lo que antes he escrito sobre la esencia primitiva del rock, de hecho hace referencia a Elvis Presley y Johnny Rotten.

Y eso. No quiero alargame más porque no sé si esto os interesa mucho, la música y más el rock de los 70 no son temas de conversación frecuentes… salvo entre melómanos y músicos (soy ambas cosas). Así que me despido hasta la próxima máxima de mañana (buah, qué cacofonía, cuánta eme) y os dejo con la composición, para el que quiera escucharla. Es la versión acústica.

¡Se me olvidaba, las nominaciones! Creo que estáis casi todos ya, por lo que espero me disculpéis si hay repetición. Esto es voluntario, no me ofenderé en absoluto si optáis por pasar del asunto. Hay confianza.

Alba Lara de Mundo Anime

(que no sé si te gusta que te llamen Alba o Lara, tengo una amiga llamada Lara y me encanta su nombre; ya me dirás qué prefieres, no quiero meter más la pata)

El Rincón de Kuroneko

El Destino de la Flor de Cerezo

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

solanin

anime

¡Agur, primavera! Here comes the fuckin’ summer!

Ya toca escribir las conclusiones animescas de lo que ha dado de sí esta temporada primaveral del 2015. Tempus fugit. Todavía estaba disfrutando de los estertores del frío cuando hice la última reseña de esta clase: envuelta en mis chaquetitas, mis amadas bufandas y con mis gorros (me gusta llevar gorros, sombreros y artefactos varios sobre la cabeza); pero ya tenemos aquí el agobio del calor, la sensación pegajosa en el aire, los olores a humanidad por doquier y ese sol martirizándome. Odio el verano, soy persona de otoño e invierno; y en la ciudad en la que vivo lo paso francamente mal porque un día estás a 40 ºC y al otro también. O más. Me siento fatigada y somnolienta continuamente… y de un humor de perros. Encima me quemo con facilidad y me salen sarpullidos. Me pongo hecha un cristo en verano, doy pena, lo sé. Snif.

Bueno, ya me he desahogado un poquito y me he quejado como una abuela. A los que os guste el verano, disfrutad todo lo que podáis, ¡es vuestro momento! Servidora lo llevará como pueda, procurando no sufrir una combustión espontánea y con una sonrisa agarrotada en la cara. Los que viváis en el cono sur, que sepáis QUE OS ENVIDIO y que se me está licuando el hígado por exceso de bilis. Verdes se me están poniendo las mejillas.

Antes de que se me olvide, aviso de que a partir de este jueves 18 de junio hasta mediados de julio, mi presencia en el blog se reducirá. No es un hiato, o a lo mejor sí (depende del tiempo del que disponga), pero seguro mis entradas serán más escasas. Por eso estoy apelotonando un poco estas tres últimas, ya que no quería dejarlas pendientes.

Buenopongámonos serios, ¿qué ha pasado esta primavera? Pues lo de siempre: que ha habido series buenas… y no tan buenas. Repasemos las que me han sobrevivido.

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«Cazando luciérnagas» de Shuntei Miyagawa (circa 1900)

Kyôkai no Rinne

境界のRINNE

Kyôkai no Rinne va a proseguir durante el verano y continuaré viéndola. Con 10 capítulos vistos de 25, solo puedo decir que es una serie agradable y que cada semana la consumo sin problemas. No tiene nada por lo que destaque, es más de lo mismo: Takahashi style. Un par de episodios me han dado ganas de echarme a llorar, pero por lo demás se mueve en una mediocridad apacible que no molesta. En general me está resultando descafeinada y algo repetitiva; con unos personajes normalitos pero, como ya he indicado, no me cansa e incluso la espero con ganas. Soy consciente de sus defectos y que la autora, es evidente, ya no tiene mucho más que aportar. Peeeeeeeero a sus fans menos exigentes (yo lo soy, se lo perdono casi todo) nos mantiene contentillos. El arco argumental principal está asomando ahora la nariz (o eso creo) así que todavía queda carretera por delante. Veremos qué sucede, pero las pautas principales de este anime son ya muy claras, es meridiano qué se puede esperar y qué no de él.

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Arslan Senki

アルスラーン戦記

A pesar de la animación-cochambre, algunas situaciones absurdas e inverosímiles, el tratamiento infantil que roza la payasada de algunos personajes (ese arcipreste Bodan, qué dolor) y un desarrollo del argumento a trompicón limpio, Arslan Senki es capaz de mantenerse solo en pie. La lástima es que detrás de este proyecto haya una cuadrilla de asnos, porque con semejante chocolatina era complicado cagarla… y lo están haciendo en muchos aspectos. ¿Por qué la sigo viendo? Es una buena pregunta. Con otros anime del género he tenido menos contemplaciones, pero es que no poseían el mismo trasfondo.

La serie está claramente inspirada en la épica de Amir Arsalan, pero salvo por el nombre y algunas cosillas sueltas, se parecen tanto como una morsa a un canguro. Pero son estas referencias históricas y culturales también las que me están haciendo ver este anime. Alusiones a la mitología semíticagnosticismo y mitraísmo, ensambladas en un contexto fantástico que evoca directamente a KashanElam, el Imperio medo, Bactria y la antigua Persia en general ♥. Lo que no sé es qué pinta una provincia romana (Lusitania) situada en el Atlántico, como representante de la fe monoteísta en su variante más fanática; pero «aceptamos barco» ya que Arslan Senki no deja de ser ficción.

Todo esto y que, en el fondo, no es mala historia a pesar de ser previsible, es lo que me estimula a seguir con ella. El hecho de que no se anden con medias tintas a la hora de mostrar el gran peligro que supone combinar Estado y Religión, también es un punto a su favor bastante grande. Solo deseo que no acabe aburriéndome y que la animación no empeore todavía más… porque hasta yo tengo mis límites de tolerancia con temas que me gustan.

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Hibike! Euphonium

響け!ユーフォニアム

Es posible que esta haya sido la serie que con menos ilusión he seguido esta temporada. Hay dos cosas que no me gustan de ella: el exceso de nenas moe y el leve aroma a spokon. Es algo personal y que no tiene nada que ver con mi valoración del anime, el cual me parece bastante bueno. Algunos episodios se me han hecho desesperadamente lentos, recreándose en aspectos que aportaban más bien poco al conjunto de la historia; pero los personajes están tan bien elaborados y ese lenguaje corporal… ¡ese lenguaje corporal tan genialmente plasmado! Debo admitir que es una serie que, aunque no va cambiar el rumbo de la historia, dentro de la sencillez de su planteamiento ha sabido explorar de forma estupenda los avatares y pensamientos de una panda de adolescentes. Cada uno con sus peculiaridades y circunstancias, pero sin caer en lo plano. Es un anime muy rico en matices. No va a ser una de mis obras favoritas de esta primavera debido a mis gustos particulares, aunque comprenderé a la perfección que sí lo sea de mucha gente. Y claro, luego está Taki-sensei…

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 Punch Line

パンチライン

La verdad es que Punch Line me está gustando. Como ya preveía, todo lo que se insinuaba de manera aparentemente inconexa ha ido adquiriendo sentido, unificándose en una trama vibrante. No es nada del otro mundo, pero ya solo por la forma de presentarla, absurda y muy colorida, me ha ganado. Viajes en el tiempo, conspiraciones a nivel planetario, fantasmas traviesos, el Fin del Mundo… y con la guinda de lo que, probablemente, sea una estructura circular. Entiendo que a muchos la naturaleza de la serie los haya confundido y se hayan hartado; pero solo es cuestión de esperar unos seis capítulos para observar cómo va cobrando vida. El ecchi es completamente anecdótico y aunque algunos diseños son demasiado moe para mí, resultan al final detalles sin importancia. No tengo ni idea de cuántos episodios van a ser, pero su clímax está a la vuelta de la esquina. Espero no defraude.

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Kekkai Sensen

血界戦線

Es mi serie de la temporada. Fin.

Bueeeeno, voy a contar algo más. Que es inteligente, vertiginosa; tiene una música excelente, una galería de personajes vigorosa y la comedia es como a mí me gusta: puntual e insensata. El universo de Kekkai Sensen, tan exuberante, me tiene lanzando espumarajos por la boca. ¿Lo malo? Que doce episodios van a saber a muy poco. Técnicamente además está siendo impecable, con una dinámica brutal. Reconozco que, con todo lo que me entusiasma, no me apetece leer el manga. Su ámbito es el anime, donde puede dar rienda suelta a su espectacularidad. No obstante, como me voy a quedar con ganas de más, probablemente me termine consolando acudiendo a él. Quizá hasta me deje sorprender.

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 Ore Monogatari!!

俺物語!!

Ore Monogatari!! es la perfecta parodia del shôjo. Toma sus clichés, los retuerce, varía la perspectiva y se ríe sanamente del género. Pero os voy a contar un secreto: a estas alturas ya no aguanto a Yamato. Soy consciente de que esa exacerbación de la típica heroína es lógica dado el enfoque que tiene la serie. Es una burla realmente, una caricatura… pero con 10 capítulos he tenido suficiente. Tengo ganas de reventarle la cabeza. Tampoco hay un hilo argumental claro además, pero es cierto que no hemos alcanzado ni la mitad de la serie, todo puede cambiar y encauzarse. Tengo fe… pero también poca paciencia.

¿Estas pequeñas contingencias superan la hilaridad, los tremendos gags y buenos momentos que, en general, me hace pasar Ore Monogatari!!? Me gustan mucho Sunakawa, su hermana y Takeo; creo que son personajes adorables y bien confeccionados, amén de que la animación no ha decaído. Incluso los drama moments han sido potables. Por lo que no debería ser así, pero es un asunto de desgaste en mi caso. Veremos.

oremonogatari

No tengo todavía muy claro qué voy a ver este verano. Salvo continuaciones primaverales y alguna segunda parte como Durarara! x2 Ten, no he trabajado de verdad en una primera selección. Tampoco dudo de que Gangsta o Akagami no Shirayuki-hime son prioridades y tengo enorme curiosidad por Kurayami Santa. Pero poco más he husmeado. Estoy abierta a más posibilidades, claro, pero hasta que no regrese al hogar y/o encuentre algo de tiempo, no me pondré a ello.

¡Nos leemos!

नमस्ते