Manhwa

Hierba

Nadie presta atención a la hierba. Humilde, sencilla, está por todas partes. Pero es resistente, es fuerte y, a pesar de que se la pisotea y menosprecia, sobrevive. Esta preciosa metáfora es la que nos presenta, con gran delicadeza, el último manhwa que he leído: Hierba (2017) de la autora Keum Suk Gendry-Kim. En España ha sido publicado en febrero de este 2022 por Reservoir Books de Penguin, con traducción de Joo Hasun.

Pero antes de nada, os recomiendo muchomuchomucho la entrada que Serial Experiments Lab. ha realizado dedicada a esta obra. Es muy especial y seguro que os brindará una nueva perspectiva sensorial a la hora de conocer Hierba. Podéis disfrutarla AQUÍ.

Sí, lo sé, llego una miaja tarde, ha sido un cómic muy celebrado desde casi su aparición, con muchos premios, muchas nominaciones a cositas importantes y del que se ha hecho eco hasta la prensa generalista. A bombo y platillo. Y, ¿sabéis qué? Que lo merece, carallo. Además, que ya se haya escrito sobre Hierba por activa y por pasiva no es óbice para que en SOnC tenga también su espacio. Porque es un manhwa que me ha gustado mucho, y que también se me ha atragantado y me ha hecho sufrir.

No voy a contar nada que otros ya no hayan hecho pero así, de paso, os presento a Hermes Trismegistos Djehuty, Hermesito para los amigos. Para mi gran desgracia, Isis cruzó el arcoíris el 28 de diciembre de 2020. Lo pasé muy mal. Al cabo de un año, desde la gélida Siberia, Hermesito apareció en mi vida. Y estoy muy agradecida de su presencia y amistad, aunque Isis siempre estará conmigo. Siempre.

Siguiendo la estela de la entrada anterior, donde Nagisa Ôshima a través de su película La presa (1961) exponía la hipocresía e irresponsabilidad endémicas de la sociedad japonesa, sobre todo tras la Guerra del Pacífico (1937-1945), Hierba presenta el testimonio gráfico de esa negligencia vergonzosa en un contexto muy concreto, y cuyas consecuencias todavía se están sufriendo. Me refiero a la cuestión de la esclavitud sexual durante la ocupación japonesa de Asia Oriental y parte de Oceanía, una red institucionalizada de prostitución forzosa a la que, obscenamente, se denominaba «estaciones de consuelo» y a sus trabajadoras ianfu o «mujeres de solaz». Un negocio de trata de blancas establecido por el Ejército Imperial Japonés para entretenimiento y disfrute de sus soldados por Filipinas, Indonesia, Tailandia, la isla de Nueva Guinea, Myanmar, la entonces Indochina francesa, Malasia, China, Taiwán… y, por supuesto, Corea.

En resumen, para evitar que los pícaros soldados nipones fueran violando por doquier a las mujeres de los territorios que iban ocupando, pensaron que sería mejor idea atraerlas con falsas ofertas de trabajo o, directamente, secuestrarlas cuando iban al colegio, caminaban por el campo o estaban en sus casas, y encerrarlas en tugurios (perdón, «estaciones de consuelo») donde la milicia podría acudir y abusar de ellas con mayor comodidad. Ni comparado con hacerlo bajo un arbusto o detrás de la tapia de un corral, un poco de orden y disciplina, por favor.

Lee Ok-Sun

No hay un consenso sobre cuántas mujeres y niñas fueron esclavizadas en burdeles militares japoneses, pero se calcula que entre 300.000 y 400.000. La mayoría procedían de Corea y China. No quedan ya muchas, y se las llama, con cariño, halmoni (할머니 ), «abuela» en coreano. Y Hierba nos narra la vida de una de ellas, desde su niñez hasta el presente; nos cuenta sobre la tenaz voluntad de vivir de Lee Ok-Sun.

Porque la tragedia de estas personas no debería olvidarse jamás, y mucho menos ningunearse como ha hecho el Gobierno japonés durante décadas. A pesar de que se compensó económicamente a Corea por los estragos de la ocupación y en 2015 se llegó a un acuerdo definitivo para indemnizar a las esclavas sexuales, las disculpas fueron tibias; y en ese acuerdo no estuvieron representadas en ningún momento ni de ninguna forma las afectadas. Fue un pacto entre señoros: unos ávidos por recibir y robar gestionar la compensación económica; y los otros ansiosos por pasar página de un trance molesto como un mosquito. Y no es de extrañar, ya que una gran parte de los altos cargos políticos actuales de Japón son descendientes de los que administraron recursos e ingenio durante la Guerra del Pacífico, entre ellos también los prostíbulos.

Estados Unidos, al ocupar Cipango tras las bombas, no deseaba soliviantar demasiado los ánimos del país, y permitió que criminales de guerra, oficiales imperiales y otros personajes de abolengo fueran rehabilitados y recuperaran sus antiguas posiciones. Necesitaban a Japón además como aliado en la Guerra Fría, su reconstrucción era indispensable. Todo esto unido a que la sociedad japonesa no sanó sus heridas como debiera, y eligió permanecer indiferente a la carga de responsabilidad bélica (como muy bien supo expresar Nagisa Ôshima en sus obras), hace que siga siendo imprescindible que las calamidades de estas mujeres se hagan públicas. Las veces que sean necesarias. Es hacerles justicia. Porque, además, si el agresor no sana, la víctima tampoco.

No hay evidencia de que las personas denominadas como «mujeres de consuelo» fueran llevadas mediante amenaza o violencia por la milicia japonesa.

Tôru Hashimoto, alcalde de Osaka en 2012

Este bellaco, porque no hay otra manera de calificarlo, no es una excepción entre los populistas del Nippon Ishin no Kai y otros políticos nacionalistas y conservadores. Aunque se retractó de su declaración, tuvo la desfachatez de justificar la existencia de esclavas sexuales porque «los soldados necesitaban darse un respiro». Y así está el potaje, camaradas otacos. Tras el fallecimiento de Shinzô Abe, la situación continúa estancada, y las pobres halmoni siguen esperando en vano unas disculpas dignas.

Lee Ok-Sun y Keum Suk Gendry-Kim

Por mucho que teclee contextualizando el tema de las esclavas sexuales durante la ocupación japonesa, por más que presente cifras o afirmaciones deplorables por parte de politicuchos, nada va a ser tan revelador y brutal como el manhwa de Keum Suk Gendry-Kim. De hecho, me voy a quedar corta con esta reseña, lo que expresa y transmite esta obra es demoledor. No hay muchos tebeos tan escalofriantes como este, por eso también lo he etiquetado en «horror». Y, sin embargo, también es un cómic tierno y hermoso; muy triste y sutil, difícil de describir. Por eso lo adecuado es, simplemente, leerlo.

La autora, que ya había tocado esta temática en el mini-tebeo Sister Mija (2013), recopiló, a través de diversas entrevistas personales a Lee Ok-Sun, la historia de su vida. Poco a poco. La visitó durante varios meses en la residencia que el gobierno coreano tiene especialmente habilitada para las halmoni. Y no tuvo que ser nada fácil, porque preguntarle, mirándola a los ojos, por todas las desdichas y monstruosidades que sufrió, debió de ser chungo de narices. Y escucharlo todavía más. Aun así, Gendry-Kim supo plasmarlo todo sin caer en el exhibicionismo emocional o lo morboso, con un respeto y miramiento admirables.

La narración no es lineal, se abre como un abanico y se sirve de flashbacks para contarnos una historia sobre las miserias que traen las guerras. Es de lectura fluida, y engancha con inmediatez. Eso sí, hace falta tener un estómago forrado en acero inoxidable para acabarlo de una sentada, porque leer Hierba duele.

Comienza con el regreso de Lee Ok-Sun a su Corea natal en 1996. Gracias a un programa de televisión, ha conseguido contactar con su familia tras haber permanecido 55 años en la provincia de Jilin, China. En Corea la habían dado por muerta, pero no, no lo estaba. Tras esa pequeña obertura, viajamos a la niñez de Lee, en Corea. Una infancia penosa, de hambre, ignorancia y pobreza, pero en la que brilla también la esperanza. La pequeña Lee Ok-Sun sueña con ir al colegio, y mientras cuida de sus hermanos menores, se aferra a ese deseo que sus padres no le van a poder conceder. En vez de eso, la venden a una familia con la promesa de que con ellos sí podrá aprender a leer y escribir. Pero no va a ser así, su nueva «familia» la tendrá trabajando como una mula, y más adelante la venderá a otra distinta que también la explotará hasta que, a los quince años, la secuestren y la lleven a Manchukuo. Considerada un mero trozo de carne, tratada como esclava sexual.

No voy a entrar en las atrocidades que se describen ni en los avernos de crudo salvajismo a los que puede descender el ser humano. Solo decir que Keum Suk Gendry-Kim, con lucidez y calma, sin dramas, destrozará tu corazón. Es indescriptible. Pedofilia, violaciones, palizas, asesinatos, destrucción de la identidad personal… sin necesidad de ser explícita en su dibujo, consigue transferir al lector el dolor y la pena de su protagonista. Y bueno, no solo los suyos.

Lee Ok-Sun, tras haber sido contagiada de sífilis, quedará estéril a causa de un tratamiento bestial a base de mercurio. Esa desgracia y muchas más las presenciaremos, pero la autora es sabia, muy sabia. Entretejidos en la adversidad aparecen momentos hermosos donde podemos ver el indomable deseo de sobrevivir de Lee, su fortaleza, su compasión. Es también la nostalgia por regresar al hogar la que la mantiene cuerda entre tanta locura caníbal.

Gendry-Kim también aprovecha para narrar brevemente los sucesos históricos que rodean las vivencias de Lee Ok-Sun, como la masacre de Nankín, los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki o también cómo nadie se molestó en contarles a ella y a sus compañeras que la guerra había terminado. Y la autora siempre tendrá un momento para calmar la angustia a través de bellas estampas de paisajes con una naturaleza indómita, libre. Reflejando el alma de Lee.

Porque el arte de Gendry-Kim es otra de las maravillas de este manhwa. Escoge la austera tinta negra, y la usa como si estuviera realizando caligrafía. Los espacios son casi infinitos, en los cielos, en la nieve, en el viento, en los árboles; y muestran toda su inclemencia en los momentos más críticos, con brochazos salvajes y angulares llenos de ira. Es un dibujo bello y poderoso, que no solo plasma circunstancias formidables, sino que también cuenta la verdad de Lee Ok-Sun, que es la verdad de cientos de miles de mujeres.

¿Recomiendo Hierba? Mucho, porque se trata además de un testimonio histórico de gran valor que nos obliga a mirar, a sentir, a reflexionar. Se trata de un clásico instantáneo y no es casual que haya logrado tanta fama. Es merecida. También espero que despierte conciencias, sobre todo entre japoneses. Una historia como esta es un puñetazo en el estómago, resulta imposible que pase desapercibida. Su honestidad es una supernova.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

anime, Radio

5 y 5 del 2017

Hola. Feliz Navidad. Y eso.

Cada vez me cuesta más y más y más realizar listados. Que perezón, por Luzbel. Pero la anual es necesaria, de hecho es una tradición en estos tres años de blog. En Somos Series presenté ya un ultra-resumen este jueves…

 …y aquí tenéis, por fin, su versión extendida definitiva con más detallicos. De todas formas, recordaros que mis compis, Magrat y Pau, de Otakus Treintañeras tendrán sus tops anuales listos dentro de muy poquito, no os los perdáis.

Este 2017, y os recuerdo que este es mi punto de vista, ha sido bastante meh en cuestión de estrenos. El nivel ha sido mediocre, aunque ha mejorado en el último tramo porque la temporada de otoño ha resultado ser, con diferencia, la mejor del año. Por lo que alguna cosilla he sacado en limpio, pero cada vez soy más difícil de conformar. Y es normal, con el tiempo (y es mucho, pero mucho tiempo el que llevo viendo anime, camaradas otacos), se van quitando las ganas de tolerar según qué cosas.

Por otro lado, las continuaciones han sido las que han brillado de verdad en 2017, una lluvia de estrellas que ha sido imposible de ignorar. Y a pesar de que solo acostumbro a incluir estrenos en los 5 y 5 anuales, en esta ocasión, motivada por la escasez de nuevas series dignas y la manifiesta superioridad de las enésimas temporadas, voy a hacer una excepción y añadir una continuación tanto en los fave ones como meh ones. Y es que tanto Uchôten Kazoku, 3-gatsu no lion, Hôzuki no Reitetsu o Shôwa Genroku Rakugo Shinjû han sido, y están siendo, las que han salvado del Gehenna a este annus horribilis animesco, donde la medianía e insipidez se han enseñoreado del panorama. Ha sido un año verdaderamente aburrido; lo que tampoco ha venido mal, sobre todo para poder ver anime con más calma y aprovechar la contingencia para escarbar un poquillo en obras del pasado.

Pero, ¿ha habido algún estreno que haya merecido la pena? Desde luego, pero el paisaje de este 2017 ha sido tan yermo que no lo puedo considerar un buen año. Espero que no se convierta en tendencia. Comprendo que los estudios no trabajan solo por amor al arte y que necesitan crear productos rentables. Pero rentabilidad no tendría que ser sinónimo de vulgaridad, a no ser que en realidad sea el propio público otaku el que esté adocenado cada vez más. Tendríamos que, entre todos, ser más exigentes. Que nos sirvan mierda para comer tan a menudo quizá tenga que ver un poco también con que estamos pidiendo y consumiendo con sumo gusto esa mierda.

Dejando las reflexiones a un lado, os recuerdo que los meh ones no son series chungas per se, sino decepciones en general, un matiz que avanza un poco más allá en la noción de anime simplemente malo. ¡Empecemos!

faveones

ACCA: 13-ku Kansatsu-ka
ACCA 13区監察課

ACCA: 13-ku Kansatsu-ka (reseña aquí), cuando recién acabé de verla, no me pareció una maravilla de serie, aunque sí bastante decente. No la consideré perfecta, pero sus virtudes eran las suficientes para tenerla presente al menos durante la temporada invernal. El estilo peculiar de Natsume Ono, que en color gana muchísimo, junto a un apartado artístico original y muy pop, brindaron frescura a una historia de trasfondo político inquietante pero enfocado, quizás, de una manera algo anticlimática. Con un elenco interesante pero un pelín desaprovechado; y un protagonista con una personalidad poco habitual entre las historias del género, donde suele abundar el carisma y cierta predisposición a la acción.

Aun así, ACCA: 13-ku Kansatsu-ka se ha ido perfilando como uno de los estrenos más atractivos del 2017. A pesar de sus defectos. No podía ser de otra forma visto el elocuente perfil bajo de este año, que obliga a destacar series que habrían pasado más discretamente  por nuestros resúmenes anuales. Por falta de mejor material, ACCA se encarama en mi top 5 con todo el derecho del mundo. Y no es mal anime, pero podría haber sido mucho mejor.


Little Witch Academy

リトルウィッチアカデミア

Como me ha sucedido con ACCA: 13-ku Kansatsu-ka, Little Witch Academy no me ha dejado encandilada, pero es un producto la mar de digno. Lo dejé aparcado unos meses, pero lo recuperé para realizar un Tránsito que no pude terminar de escribir por falta de tiempo. Pero caerá, eso seguro. Me ha convencido bastante más que otros anime normalitos como Tsuki ga Kirei, Just Because! o Konohana Kitan, que me empalagan y aburren a partes iguales. Little Witch Academy es competente y no se sale ni un milímetro de lo que se le exige a este tipo de anime dirigido a un público joven ávido de fantasía clásica. No es insólita, no sorprende ni ofrece nada nuevo al género de brujería kawaii.

Es un mahô shôjo a lo Harry Potter de historias y personajes sencillos muy identificables, pero que resuelven sus conflictos con soltura. Aventuras, comedia, misterio y un brindis por la amistad y el afán de superación. Un coming-of-age tradicional maravillosamente construido que no defrauda a los que disfrutamos del género… si no le reclamamos que se salga de sus propios límites. Porque es un anime bastante convencional, pero gratamente entretenido y sin afectación. A ratos peca de tontainas, aunque no es nada serio. Y es lo que tiene Little Witch Academy, que no se le deberían pedir peras al olmo.


Hôseki no Kuni
宝石の国

Como ya comenté en Somos Series hace unas semanitas, Hôseki no Kuni une una arriesgada propuesta visual con una historia que bebe directamente de la iconografía del Budismo de la Tierra Pura para crear una original historia de ciencia-ficción que juguetea con la tradición religiosa oriental de la reencarnación y la fantasía. Una flamante criatura que incorpora el CGI de manera descarada a la animación tradicional, y que no puedo evitar que me recuerde a mi querida Shôjo Kakumei Utena en muchos aspectos para bien.

De acuerdo con La esencia de la Salvación, de Eshin, los Diez Placeres no son nada más que una gota de agua en el océano comparados con los goces de la Tierra Pura. El suelo es allí de esmeralda y los caminos que la cruzan, de cordones de oro. No hay fronteras y su superficie es plana. Cincuenta mil millones de salones y torres trabajadas en oro, plata, cristal y coral se levantan en cada uno de los Recintos sagrados. Hay maravillosos ropajes diseminados sobre enjoyadas margaritas. Dentro de los salones y sobre las torres una multitud de ángeles toca eternamente música sagrada y entona himnos de alabanza al Buda Tathagata. Existen grandes estanques de oro y esmeralda en los jardines para que los fieles realicen sus abluciones. Los estanques de oro están rodeados de arena de plata y los de esmeralda, de arena de cristal. (…)Las orillas de estanques y ríos están cubiertas de bosquecillos con preciosos árboles sagrados que poseen troncos de oro, ramas de plata y flores de coral. Su belleza se refleja en las aguas. El aire está colmado de cuerdas enjoyadas de las que cuelgan legiones de campanas preciosas que tañen por siempre la Ley Suprema de Buda, y extraños instrumentos musicales, que resuenan sin ser pulsados, se extienden en lontananza por el diáfano cielo.
Una mesa con siete joyas, sobre cuya resplandeciente superficie se encuentran siete recipientes colmados por los más exquisitos manjares, aparece frente a aquellos que sienten algún tipo de apetito.
 El sacerdote y su amor (1953), Yukio Mishima 

Aunque la historia que cuenta, sobre todo la caracterización de los personajes, no sean especialmente rompedores, pues tira mucho de clichés, todo se encuentra ensamblado adecuadamente para que esos elementos, tan reconocibles y tan repetidos en la historia del anime, no acaben haciéndose tediosos, sino entrañables incluso. El monje con pintas de androide y sus ángeles de Charlie particulares, que no son tan asexuados como en un principio nos quisieron vender, se enfrentan a los habituales villanos aparentemente frígidos, pero que guardan, cómo no, un misterioso vínculo con el Sensei. Este sabe más de lo que dice, está ocultando información vital sobre la propia existencia de las Gemas, el intrincado mundo que los rodea y sobre su misma identidad.  Un «nada es lo que parece» de manual, pero de configuración eficaz.

Hôseki no Kuni es una serie dinámica y entretenida, que además gustará a los fans de la mineralogía, porque las propiedades gemológicas de cada personaje dan bastantes pistas sobre su personalidad y probable destino. De momento, ha sabido mantener el ritmo muy requetebién, la evolución del guion consigue retener el interés del espectador y engancha, porque ofrece variedad de manera equilibrada. Aventuras trepidantes y enigmas existenciales en un futuro muy, muy lejano donde el ser humano ha quedado ya muy, muy atrás.


Shôwa Genroku Rakugo Shinjû: Sukeroku Futatabi-hen
昭和元禄落語心中~助六再び篇

En cuestión de enésimas partes, podría haber elegido para este top 5 de mis anime favoritos de 2017 también 3-gatsu no lion, Hôzuki no Reitetsu o Uchôten Kazoku (reseña de mi compi Magrat aquí). Perfectamente. Pero me quedo con Shôwa Genroku Rakugo Shinjû: Sukeroku Futatabi-hen. No me gustó demasiado cómo se inició, pero acabó ganándome por completo. Para mí fue una triunfada de anime el año pasado y esta, su segunda temporada, también. Le tengo verdadero amor a esta serie. Un melodrama histórico hecho con cariño y pleno de matices y claroscuros, como la vida misma. Y como habitualmente ocurre con este tipo de series, aunque no sean muy abundantes que digamos (deberían aparecer más, pero el público adulto todavía tenemos que ganarnos nuestro espacio), la velocidad y cadencia del anime pueden resultar lentas para una parte importante de la otaquería. Sin embargo, Shôwa Genroku Rakugo Shinjû: Sukeroku Futatabi-hen sigue el ritmo que debe de llevar, ni más ni menos.


Made in Abyss
メイドインアビス

No tengo mucho más que añadir a la entrada Manga vs. Anime que escribí sobre Made in Abyss en octubre. Si no es mi estreno animado preferido de este 2017, le falta poco. Y resulta estupendo que vaya a tener una segunda temporada, porque este tipo de relatos épicos requieren de un clímax y un desenlace. Siempre, sin excepciones. Sería una pena que dejaran sin finalizar su historia, aunque al menos nos quedaría el manga para aliviarnos. Que tampoco sería un consuelo menor, por cierto.


 

mehones

Aunque no estén incluidos en este top 5 de mediocridades, merecen una deshonrosa mención Vatican Kiseki Chôsakan, por la enorme vergüenza ajena que da por todo (y si digo todo es todo); Kino no Tabi por su memez, que ha defraudado a los que esperábamos un remake de su antecesora más apropiado; y Omiai Aite wa Oshiego, Tsuyoki na, Mondaji, que está inaugurando una moda vomitiva en lo concerniente a josei cortos subiditos de tono junto a Sôryo to Majiwaru Shikiyoku no Yori ni… que rezuman un machismo flipante. Si de verdad las japonesas se ponen cachondas con esta clase de historias, pues me temo que «Houston, tenemos un problema». Y serio.


Kuzu no Honkai
クズの本懐

Kuzu no Honkai tuvo una relativa buena acogida entre el público joven. Puedo entender la razón. Pero este anime no deja de ser un culebrón ecchi donde adolescentes, sin media neurona debo añadir, se dedican a retozar como bestezuelas en celo. Hay también un par de adultos igual de anormales, pero básicamente recrea el ambiente de un instituto de secundaria donde todos andan más salidos que el pico de una plancha. Una hipérbole de las relaciones sentimentales pero con el lógico filtro de la represión emocional japonesa. En un principio creí que podría llegar a encontrar resquicios de Inio Asano en el argumento y los personajes, porque la sociedad nipona posee una rica cultura sexual. Pero no, mis queridos otacos. Detrás de esa aparente complejidad, Kuzu no Honkai es tan simple, superficial y aburrida como el mecanismo de un botijo. Peca de pretenciosa, y falla miserablemente a la hora de reflejar la psique de sus personajes, que no dejan de ser meros peleles de su libido. Un anime soporífero que ni siquiera llega a divertir con sus idas y venidas.


Sakura Quest
サクラクエスト

Los que esperábamos de Sakura Quest un Shirobako del Japón rural, esperamos en vano. El tema del despoblamiento en esas zonas es bastante serio, y creí, pobre de mí, que el enfoque de la serie iría un poco por ahí. Una toma de conciencia del abandono de las regiones agrarias, el galopante envejecimiento de la sociedad nipona, la grave burbuja económica, el esfuerzo de una joven universitaria por levantar una pequeña población de su letargo y su encuentro con otras mujeres que luchan por un objetivo común, etc. Vamos, un slice of life majete con un trasfondo interesante. Pues no.

Sakura Quest resultó ser una sopa insulsa donde los habituales ingredientes de comedia, drama ligero y costumbrismo eran tan soporíferos como insulsos. No puedo decir que sea un desastre de serie, porque no lo es. Pero resulta aburrida, tediosa, monótona y pesada. Y repetitiva. No profundizan realmente en la problemática del pueblo, y hacen del encanto de la vida cotidiana (que lo tiene, no lo dudéis) un auténtico muermo. Una siesta de 24 capítulos, un anime en teoría dirigido al público adulto pero que en vez de querernos disfrutando, nos quiere durmiendo. Los personajes parecen casetas prefabricadas, no logré conectar ni empatizar con ninguno. Pero lo vuelvo a repetir: no lo considero mal anime, simplemente somnífero.


Kujira no Kora wa Sajô ni Utau
クジラの子らは砂上に歌う

Children of the Whales o de cómo el anime más prometedor de la temporada de otoño se ha ido a cavar zanjas a Namibia sin avisar en cuestión de pocos episodios. Continúa siendo una serie con un arte maravilloso, un concepto realmente atractivo y unos personajes bien diseñados. Sin embargo, conforme el anime ha ido avanzando, el CGI barateiro se ha apoderado de las escenas, el mundo presentado se ha ido desvirtuando y a los personajes los han empleado de punching ball. Para llorar muy fuerte, camaradas otacos. Tremenda decepción. ¿Es así también el manga o se trata de una adaptación desafortunada? No tengo ni idea, pero se me han quitado las ganas por completo de averiguarlo. Los boquetes del tamaño de Saturno (anillos incluidos) en el argumento son un insulto, la falta de coherencia para tirarse de los pelos. Y es una gran lástima porque  Children of the Whales lo tenía todo para ser una gran serie, de hecho de las más importantes del año. No habría sido difícil, de todas formas, con el gris horizonte de este 2017. Si solo se hubieran esforzado un poquito, lo habrían conseguido. Pero no. Kujira no Kora wa Sajô ni Utau es un completo desatino. Meh.


Inuyashiki
いぬやしき

Inuyashiki es el manga. Period. La serie no es digna de pertenecer a MAPPA, ni le llega a la suela de los zapatos al tebeo. El CGI es el eterno caballo de batalla de la animación actual, e Inuyashiki es el ejemplo meridiano de lo complicado que resulta hacerlo encajar. No tengo mucho más que decir porque Inuyashiki es una desgracia de anime. Por supuesto que ha habido decenas de series peores en este 2017, pero con la materia prima de la que partía, resulta inconcebible que hayan metido la pata de semejante forma. Han convertido un robusto seinen en un shônen descerebrado, ese sería el resumen de lo ocurrido. Un anime sin un ápice de reflexión ni matices, donde todo es blanco o negro y los personajes parecen maniquís articulados. Planos, mecánicos.

Si lo que se busca es pasar el rato mediante una historia de violencia sin demasiadas complejidades, bien, entonces es tu serie. Pero resulta que el manga no es eso. Con Inuyashiki MAPPA se ha conformado con arañar la superficie y ofrecer un producto perfecto para los amantes de ensaladas de hostias y armas a tutiplén. Pero a costa de mutilar la obra original y convertir su relato en una vulgaridad cuya esencia es tan profunda como un charco. SOnC no se puede conformar con esto.


Shingeki no Bahamut: Virgin Soul
 神撃のバハムート VIRGIN SOUL

Shingeki no Bahamut: Virgin Soul comenzó muy bien y acabó muy mal. Que fueran 24 episodios no ha ayudado mucho, pues el chicle de su argumento no se podía estirar tanto. Y Nina, la nueva protagonista, me ha defraudado bastante. Ya en un principio no es que fuera un personaje que me gustase especialmente, aunque podía entender que sus encantos hubieran conquistado a una mayoría porque carisma tenía. Y era la que llevaba las riendas de la trama. Pero los personajes tan estrepitosos, que incluso llegan a rozar la parodia, acaban irritándome bastante. La moza esta no llegó a ese punto porque, sencillamente, se fue desinflando como una pelota vieja de cuero para caer en los brazos del tópico romántico más aburrido del mundo.

Pero lo malo de Shingeki no Bahamut: Virgin Soul no es Nina. Para nada. La arquitectura de la serie comenzó a desmoronarse aproximadamente hacia su mitad, por no haber sabido construir un antagonista en condiciones, haber continuado a través de un argumento deshilachado (en algunos momentos hasta incongruente) y desperdiciar el potencial de sus secundarios en general. Las puertas que abre se olvidan o ignoran, precipitando a la serie entera al limbo de la mediocridad. Qué lástima, que gran lástima cuando el envoltorio es impecable. Aquí si que podemos aseverar que segundas partes nunca fueron buenas.


Y este ha sido para Sin Orden ni Concierto lo más destacado del 2017. Podéis dejar vuestras opiniones con respeto y cortesía en los comentarios. El que se pase un pelo será directamente borrado. Sin contemplaciones. Esto es solo anime, camarada otaco, no una diatriba sobre la conveniencia de considerar a tu madre trabajadora sexual, o lo desagradable que resulta para la vista el aspecto de tu amigo peludo cuadrúpedo. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

cine

Megumi en el país del Juche y otras aventuras pesadillescas

Las entradas dedicadas al cine son, con diferencia, las más ignoradas de SOnC. Pero como a su encargadilla resulta que le gusta mucho ver pelis y es algo lerda en lo referente a visión comercial, ha decidido no solo continuar escribiendo sobre él, sino naufragar a tope dedicando el post a un documental. Y no a un documental cualquiera, no: Abduction: The Megumi Yokota Story (2006). Hay pocas cosas que desmotiven más a los camaradas otacos que una historia basada en hechos reales de hace cuarenta años. Que encima haya politiqueo de por medio lo empeora. Nada, pero nada cool, uf. Sin embargo, creo que ya hemos dicho que Sho-Shikibu es un poco babieca para algunos asuntos, por lo que aquí tenéis el próximo gran éxito de su triunfante blog. Aún estáis a tiempo de cerrar la pestaña y olvidar que esta bitácora existe, por cierto.

¿Sigues aquí? Vaya, qué sorpresa. Gracias, amable lector, espero que no te arrepientas. La chica de kimono rojo que aparece en la foto es Megumi Yokota, cuya ausencia es la protagonista absoluta de hoy. Desapareció sin dejar rastro el 15 de noviembre de 1977 cuando volvía del colegio a casa, en Niigata, una ciudad costera en el noroeste de Japón. Tenía 13 años. Durante muchos años sus padres la buscaron desesperados, sin tener ninguna noción de lo que podía haberle ocurrido; hasta que el periodista Teruaki Masumoto los puso sobre la pista de algo mucho más extravagante de lo que habían imaginado: Megumi podría haber sido secuestrada por agentes secretos de Corea del Norte.

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Megumi Yokota

Efectivamente, suena a telefilme barateiro de sobremesa, idóneo para echarse una buena siesta. Demasiado bizarro para tomárselo en serio, si no fuera porque todo ocurrió de verdad. La realidad superó a la ficción, ya que no solo Megumi fue abducida, 13 ciudadanos japoneses más sufrieron sus mismas circunstancias entre 1977 y 1983. Esa cifra fue al menos la reconocida oficialmente por el gobierno norcoreano, sin embargo se sospechan muchas más víctimas de otras nacionalidades también.

De buenas a primeras, no me habría acercado a una obra sobre personas desaparecidas ni de coña. Esta temática no suele ser de mi gusto y acaba aburriéndome, pero quizá la manera en la que llegué hasta a ella me hizo superar mi prejuicio inicial. Una de mis directoras de cine favoritas es Jane Campion, que aunque no ha sido demasiado prolífica, si me ganó con cintas como Bright Star (2009) o Retrato de una dama (1996). Son mis preferidas de su filmografía, y rebuscando por internet alguna obra más relacionada con ella, topé con este documental que resultó ser de su producción. Así que, confiando en su buen criterio y observando que tenía vinculación con Japón, decidí darle la correspondiente oportunidad.

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Megumi y sus dos hermanos gemelos

Abduction: The Megumi Yokota story no ha sido la única obra dedicada a este turbio asunto, pero sí fue la responsable de su fuerte impacto internacional. En Japón el caso de Megumi era muy conocido, y la preocupación social que generaba mantuvo la atención pública ocupada durante décadas. Un enigma sin resolver que, conforme avanzaban los años y se averiguaban más datos, su misterio se acrecentaba. Y con ello el sufrimiento de una familia que tampoco había cejado en su búsqueda ni un segundo. De la desatención de la policía, que cerró el caso considerando que Megumi simplemente se había fugado de casa, pasaron a una situación estrafalaria como pocas en la que el gobierno japonés no sabía cómo proceder. Se calcula que unas noventa personas en total fueron secuestradas y llevadas a la fuerza a Corea del Norte desde diferentes puntos de la costa japonesa. También desde Corea del Sur. Las familias afectadas en Japón unieron fuerzas y comenzaron a realizar presión. El caso de Megumi era especialmente cruel, pues fue la única menor de edad raptada. Pero, ¿cómo saltó esto a la luz? Y no menos importante, ¿por qué Corea del Norte cometió semejante tropelía?

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A Corea del Norte no se le llama gratuitamente «el reino ermitaño». Aunque se trata de un término heredado de la antigua dinastía Joseon, describe muy bien la situación actual. Es uno de los países más desconocidos del planeta, que vive en un régimen aislacionista y de relativa autarquía, siguiendo estrictamente los preceptos de la Idea del Juche. El Juche es el alfa y el omega de la nación, una filosofía vital, religiosa y política que lo vertebra absolutamente todo. Esbozada por el presidente eterno Kim Il-sung (1912-1994), nutrida por el líder eterno Kim Jong-il (1941-2011) y sustentada por el Secretario General del Partido de los Trabajadores de Corea Kim Jong-un (1983), se trata de una adaptación a la idiosincrasia coreana de ciertos planteamientos comunistas, pero alejados bastante del marxismo clásico. El Juche es profundamente nacionalista, defiende la etnicidad como pilar básico de las sociedades y propugna la protección de los linajes; de ahí que esté enfrentado al concepto de globalización capitalista, cuyo máximo exponente es Estados Unidos. yokota22Pertenecer a la raza coreana es un orgullo y hay que defender su singularidad y pureza. El Juche explica que todos los seres humanos tienen los mismos derechos y obligaciones, pero no son iguales en capacidades; de ahí que solo algunos tengan una aptitud natural para ser líderes y puedan gobernar. Estas personas son diferentes de las masas y sus cualidades los hacen idóneos para el poder. Este talento, por supuesto, es hereditario, y está plenamente representado en el linaje de los Kim. El Juche también otorga prioridad total al ejército y a la disciplina militar (songun), pues es la única manera de defender la independencia de la patria. Es el principal motor social y económico de Corea del Norte, dirigiendo también su política exterior. Ellos son el último bastión viviente e incorrupto del socialismo, aunque se trate de un socialismo con mucho de confucianismo y rescoldos del Imperio de Corea.

No es fácil intentar comprender lo que sucede en ese país, tanto por la falta de información que no sea pura propaganda, como por la histeria de los medios de información occidentales. Se tiende a ridiculizar un régimen político anacrónico que parece salido de los profundos años 50, pero con esa risita nerviosa que brota cuando hay también un pellizco de miedo. Poco a poco se ha ido averiguando algo más, eso también es cierto, pero el hermetismo continúa siendo la tónica. Y lo que trasciende resulta confuso y nada halagüeño. Conociendo por encima este contexto, no resulta complicado deducir que ese estado de paranoia incesante llevara a la toma de resoluciones tan grotescas como secuestrar a ciudadanos de otros países. ¿Con qué motivo? Adiestrar a espías norcoreanos en sus lenguas y costumbres para infiltrarse en sus sociedades. Recordemos que técnicamente Corea del Norte se encuentra en guerra.

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Esta era la familia de Kim Jong-Il en 1981. Su cuñada y dos de sus hijos se encuentran detrás. Junto a él, su por entonces heredero, Kim Jong-nam, fallecido en febrero de 2017 en circunstancias… rocambolescas.

Los primeros indicios de que algo extraordinario estaba sucediendo en las costas de Japón fueron recogidos por la prensa, los testigos de las desapariciones de las víctimas no dejaban lugar a dudas: eran secuestros. Y aunque había sospechas sobre quién cometía estas fechorías, faltaban pruebas. En realidad no las hubo hasta que ex-espías norcoreanos comenzaron a hablar de sus entrenamientos, los cuales habían sido llevados a cabo gracias a la ¿colaboración? de japoneses. Japoneses que habían sido llevados a la fuerza al norte del paralelo 38. Decenas de familias rotas, después de casi diez años, empezaron a tener esperanzas de volver a abrazar a sus hijos y hermanos. Pero no fue hasta los años 90 que pudieron observarse los primeros resultados.

Tras la caída del Muro de Berlín (1989) y la Peretroiska de Mijaíl Gorvachov, se dio fin a la Guerra Fría, y los gobiernos comunistas del este de Europa emprendieron su apertura al capitalismo. Corea del Norte, totalmente ajena al Otoño de las Naciones, acabó sin el fuerte respaldo económico de la Unión Soviética, que se estaba desintegrando. Las consecuencias fueron desastrosas. Unido a un potente ciclo de sequías e inundaciones, el país del Juche sufrió entre 1995 y 1999 una terrible hambruna que se estima mató entre uno y tres millones de personas. Fue tan espantosa la situación que Kim Jong-Il se vio obligado a solicitar auxilio internacional. Esta pequeña ruptura de su aislamiento exigía la normalización de relaciones con los países que iban a brindarle su ayuda. Ese fue el caso de Japón. Era la oportunidad que los familiares de los secuestrados buscaban, y apremiaron al gobierno nipón, que hasta entonces los había ignorado, para exigir su paradero y regreso. Desgraciadamente, las cosas no iban a ser tan simples. Sobre todo para Megumi.

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Junichirô Koizumi, primer ministro de Japón entre 2001 y 2006.

Abduction: The Megumi Yokota story narra todos estos hechos y muchos más. Su inicio es el del clásico reportaje televisivo sobre personas desaparecidas, con un estilo muy de tabloide y algo sentimental. No muy atrayente, casi vulgar. Pero conforme los acontecimientos se van desgranando, el documental crece, crece y crece. De lo que parecía la ordinaria fuga de una adolescente, se alcanza el nada desdeñable nivel de conflicto político internacional. Y en el centro de su compleja trama, la tragedia de una familia normal y corriente. Una familia además que aún sigue esperando, pues si los hechos originales gozan de reminiscencias casi surrealistas, lo kafkiano no tardó luego en apoderarse de la situación general. La lucha por el regreso de Megumi se convirtió en leitmotiv de sus vidas, aunque ya no puedan recordar los rasgos de su hija con claridad; aunque estén buscando a una persona que ya no existe; aunque la vida de Megumi ya sea más coreana que japonesa. Su combate es una forma de canalizar el dolor para que no los destruya. Y eso es lo que los directores, Patty Kim y Chris Sheridan, logran transmitir con sencillez.

No obstante, ¿vive todavía Megumi? A pesar de que Pyongyang aseguró que había fallecido en 1993, rectificando luego a 1994, en Japón la creencia generalizada es que sigue respirando. Se casó con un surcoreano que también había sido secuestrado, tuvo una hija en 1987 y, padeciendo una fuerte depresión, se suicidó en el hospital donde estaba internada. Sin embargo, las cenizas que fueron remitidas a Japón como supuestos restos de Megumi no fueron concluyentes en los análisis de ADN. Las muestras no coincidían y parecían contaminadas. A esas alturas, sus padres, con casi ochenta años de edad, estaban al límite de sus fuerzas; pero aún no se rindieron, y en 2014 tuvieron la oportunidad de conocer en Mongolia a su nieta y biznieta.

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Esta es la familia de Megumi Yokota. Su padre, Shigeru, su madre, Sakie, y sus dos hermanitos.

Me habría gustado que Abduction: The Megumi Yokota story hubiera contado algo más sobre el resto de víctimas, sobre todo de los que lograron volver a Japón. Pero se trata de la historia de Megumi, una vivencia que ha adquirido por derecho propio la categoría de leyenda. Muy real, pero de características tan extrañas que parecen un disparate. Existe también un manga, que tuvo la colaboración directa de los padres de Megumi, y su correspondiente adaptación al animeproducido por el gobierno de Japón. También varios documentales más y un dorama, relatando su vida y las circunstancias de su rapto.

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Patty Kim, Jane Campion y Chris Sheridan

El caso de Megumi Yokota es un culebrón en toda regla que no tiene visos de solucionarse, sobre todo teniendo en cuenta la proverbial sinuosidad de Corea del Norte, muy poco proclive a ofrecer información salvo fuerza mayor. Es un Estado que todavía tiene que recuperarse del desastre humanitario de hace veinte años, y que considera a tres cuartas partes del planeta su enemigo. Megumi forma parte ya de la cultura popular del país (por desgracia) y, como tal, es muy interesante saber de su crónica, que engarza además con acontecimientos históricos importantes del Asia Oriental. Abduction: The Megumi Yokota story es una de las maneras más íntegras de acercarse a su drama. Es un documental clásico, que a ratos pierde la objetividad y que tampoco arriesga demasiado formalmente, pero es su contenido el que asombra. ¿Lo recomiendo? Sin resultar una maravilla, y eso que es una obra multipremiada, sí. Merece un vistazo atento. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.