Tránsitos

Tránsito XV: Bloodthirsty

Bueno, ya estamos definitivamente de regreso, y no se me ocurre una manera mejor que reengancharme con mi sección favorita de SOnC: mis amados Tránsitos. Porque el terror, el misterio y la truculencia son pura vida, camaradas otacos. Y después de unos meses bastante durillos, no puedo imaginar un retorno al hogar más estimulante que con una banda sonora de gritos desgarrados, tétricos clavicordios y carcajadas malvadas.  Porque eso es lo que vais a encontrar a continuación.

Ha sido reconfortante sumergirme en las cenagosas aguas de esta trilogía clásica del terror de Tôhô: Bloodthirsty. Completamente desfasada, esa es una de sus numerosas virtudes, sobre todo para aquellos que seáis fans del terror gótico más kitsch de la británica Hammer. Esta trilogía abominable está conformada por The Vampire Doll (1970), Lake of Dracula (1971) y Evil of Dracula (1974), las tres dirigidas por Michio Yamamoto con guion de Ei Ogawa. Y no, no tienen nada que ver entre sí, salvo por la temática vampírica y una macabra ambientación occidental.

Cuando los japoneses hacen suyo el legado cultural occidental, suelen suceder cosas bastante curiosas. Y si se trata ya del universo del terror, los resultados pueden parecer chocantes como poco. Al menos desde la perspectiva de esta parte del mundo. Y es que en Cipango han metabolizado nuestro pop para crear algo con vida y personalidad propias, nada que ver con nuestros amagos de turista a la hora de abordar Oriente, que suelen cebarse en un exotismo que roza la parodia. Japón nos ha asimilado bastante mejor, y los hijos de esa tremebunda digestión poseen ADN tanto oriental como occidental. Y una de esos innumerables vástagos es la trilogía que hoy nos compete: se trata de una quimera, un monstruo de Frakenstein donde las piezas del horror clásico gótico y del folclore japonés se han ensamblado con toda la ingenuidad que emana de una criatura recién nacida.

Así que lo primero que se debe tener en cuenta a la hora de visionar las obras que conforman Bloodthirsty es que son retoños de su tiempo, y que poseen todos sus encantadores defectos. Son el esfuerzo que realizó Tôhô por responder a la desbandada que se estaba produciendo en las salas de cine: la televisión drenaba sus espectadores. Daiei Films se declaró en bancarrota en 1971, así que Tôhô dio un paso adelante intentando ocupar su espacio en el terror. El enorme éxito taquillero de la Hammer era indudable, y otros países como España, Italia, México o Francia también se habían lanzado a crear sus propios films del mismo pelaje, por lo que Japón no iba a ser menos.  Y Bloodthirsty fue la visión del tándem Yamamoto-Ogawa del relato clásico de terror europeo. Toda una rareza, pues el experimento no se volvería a repetir hasta bastantes años después; aun así, su influencia es notoria en el posterior estallido del J-horror de los 90-2000s. Por eso debemos recordar que Bloodthirsty no es Netflix ni HBO, amiguitos, es otra cosa. Pertenece a otros tiempos, y su simplicidad forma parte de su fortaleza.

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¿Por qué despiertan, no obstante, cierto interés entre cinéfilos estas tres películas? Por la figura del vampiro. Japón es un país con un rico folclore en monstruos y demonios, fantasmas y espíritus vengativos. Los yôkai, yûrei y demás criaturas sobrenaturales se pasean con tranquilidad por las historias y vivencias de Cipango, con una carga de realidad que no poseemos en Occidente. Sin embargo, carecen del clásico vampiro o kyûketsuki, como lo llaman ahí. Lo han adoptado. Cierto que en su mitología existen criaturas con algunas características de los chupasangres, pero no son vampiros. Para Japón el vampiro es un fenómeno netamente extranjero, y es algo que, por cierto, queda una y otra vez recalcado en los tres films. Bloodthirsty es una especie de anomalía que despierta curiosidad no por su calidad, que es mediana, sino por su original forma de acondicionar el mito del nosferatu.

¿Fue esta la primera vez que se llevó a las pantallas de cine niponas al demonio hematófago por excelencia? Por supuesto que no, ese honor le pertenece a Onna kyûketsuki o Lady Vampire (1959), de Nobuo Nakagawa; aunque otros opinan que fue Kyûketsuga o Vampire moth (1956), del mismo director. Después se produjo un enorme vacío hasta la llegada de nuestros protagonistas de hoy; y de nuevo silencio absoluto hasta los años 90 (sin contar obras de animación como Vampire Hunter D, claro). De ahí la singularidad de Bloodthirsty en la historia del cine nipón aunque, por supuesto, su interés va mucho más allá.

Se trata de un trío de films que tienen lugar en un escenario contemporáneo, donde la modernidad y el terror decimonónico colisionan, en el que lo urbano y lo rural se enfrentan, donde superstición y racionalidad se encuentran y hacen las paces. Así que no solo las influencias de Terence Fisher o Roger Corman son evidentes con su regusto gótico; sino que hallamos con inusitada fuerza al Conde Yorga, vampiro (1970) de Bob Kelljan, incluso a nuestro entrañable Paul Naschy, al lujurioso Jean Rollin o Mario Bava. ¿Percibís cierto aroma a serie B? Es que Bloodthirsty es pura serie B. A pesar de Tôhô. Ya sabéis lo que hay.

The Vampire Doll (1970), también conocida como The night of the vampire, The Legacy of Dracula o Yûreiyashiki no Kyôfu: Chi o suu ningyô (algo así como «la muñeca sedienta de sangre de la casa encantada del terror»), es desde mi punto de vista, la más extraña y mejor construida de la trilogía. También la más sencilla, con una atmósfera onírica inquietante, hipnótica. Y no aparecen vampiros. Al menos no desde una perspectiva tradicional. Entonces, ¿a qué vienen esos títulos? Lo desconozco. Desde luego, el que más se ajusta a la obra es, como no podía ser de otra forma, el original japonés. The Vampire Doll tiene mucho de Edgar Allan Poe, de la claustrofobia de Psicosis (1960) y los recursos del horror occidental; sin embargo, cuenta una historia muy del gusto nipón. Impredecible pero trágica, con el melodrama a flor de piel.

Kazuhiko Sagawa hace bastante que no ve a su prometida por cuestiones de trabajo, por lo que decide ir a visitarla a su casa, una antigua mansión victoriana entre los bosques, apartada del mundo. Pero cuando llega ahí, descubre con estupor que ha fallecido en un accidente. Su madre, la señora Nonomura, una mujer taciturna y de mirada perdida, no le da demasiados detalles, pero lo invita a pasar la noche en la casa. Pasada una semana, la hermana de Kazuhiko, Keiko, está preocupada porque no tiene noticias de él. Convencida de que le ha pasado algo, decide acudir a la ominosa mansión acompañada de su novio, Hiroshi. Lo que en un principio parece un enigma sobre personas desaparecidas va creciendo hasta convertirse en algo inimaginable.

The Vampire Doll es una película corta, de apenas 70 minutos. Y sorprende que en tan poco tiempo sea capaz de narrar una historia tan sencilla pero con un desarrollo tan inesperado. Y aunque los medios no son espectaculares, la dirección de Yamamoto es rotunda y valiente. Por supuesto, el papel de los actores es esencial, y pese a que los personajes no son de gran complejidad, destaca la fabulosa interpretación de Kayo Matsuo como Keiko. Tanto en The Vampire Doll como en Lake of Dracula son mujeres las que llevan la mayor parte del peso de la película, y eso es de agradecer entre las habituales scream queens de la época, cuya iniciativa podría compararse al de un saco de patatas.

The Vampire Doll tiene cierta cualidad etérea que puede despistar al espectador occidental, porque entre la imaginería propia de la británica Hammer y sus clichés, se desliza un cuento de terror japonés, un clásico kaidan. Y para amenizar la historia, nada mejor que la banda sonora minimalista-gótico-yeyé de Riichirô Manabe, que tiene la virtud tanto de irritar hasta el infinito como de poner los pelos de punta. Esos clavicordios medio desafinados, que suenan como si los hubieran arrojado por unas escaleras abajo, son para no olvidarlos jamás; y brotan por doquier en cualquiera de las tres películas de Bloodthirsty, pues Manabe fue el compositor principal de todas ellas.

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Y tras el éxito que supuso The Vampire Doll, Yamamoto dirigió al año siguiente The lake of Dracula (1971), también conocida como Lake of Death, Japula, Dracula’s lust for blood o Noroi no yakata – Chi o suu me (algo así como «la mansión maldita: ojos sedientos de sangre»). Para ello contó con el elenco de secundarios de la película anterior y con Ei Ogawa al guion.  Y aquí, ¡por fin!, aparece un vampiro con toda la parafernalia: capa, ataúd, estacas de madera, colmillos, ojos inyectados en sangre, etc. Eso sí, sin acudir en ningún instante a elementos religiosos. Es Shin Kishida el que interpretará a un monstruo brutal, de poderes mesmerizantes y mirada salvaje que no articulará palabra hasta el final de la película. De nuevo la que impulsa la narración es el personaje femenino de Akiko, interpretado por Midori Fujita.

Akiko tuvo a los cinco años una vívida pesadilla que la ha perseguido hasta la edad adulta. Por eso, ya establecida en una casita junto al lago Fujimi con su hermana pequeña, decide exorcizar sus demonios pintando cuadros. Allí trabaja como la maestra del pueblo con tranquilidad, aunque la llegada de un extraño cargamento a la aldea empezará a viciar la atmósfera. Akiko, muy aprensiva, decide comentar sus inquietudes a su novio, Saeki, médico de un hospital cercano. Al principio intenta consolarla quitándole hierro al asunto, pero la llegada de una muchacha de la villa medio desangrada y catatónica a la clínica le hará cambiar de opinión.

Lake of Dracula tiene de provecho ese interés por el psicoanálisis que le otorga a la protagonista un fondo más redondo de lo esperado (aunque tampoco es para lanzar cohetes, ojo). La protagonista femenina representa el inconsciente, el pasado, las emociones; su novio, la racionalidad, el presente y la lógica. Un binomio bastante común en las películas de terror, pero que en este film se solventa de una forma fluida, sin conflicto. De hecho, la presencia de gore es prácticamente inexistente. Resulta meridiana la influencia del Dracula (1897) de Stoker, así como del culebrón gótico televisivo Dark Shadows, que ese mismo año finalizaría su emisión tras seis años en la ABC.

Resumiendo, Lake of Dracula es la historia de un trauma infantil que necesita solventarse al llegar la adultez. Pero, como todo producto típico japonés, hay más cera de la que arde y el melodrama desorbitado hará acto de presencia para explicar, en un desenlace que se precipita como un tobogán, una historia de demonios extranjeros y maldiciones familiares. Vale, tenéis razón, las peleas son ridículas, el recurso de los pájaros es más una caricatura que otra cosa y las caídas… ¡ay, esas caídas!  Es difícil reprimir la risa. Pero nadie dijo que esta trilogía no fuese de una candidez absurda.

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Evil of Dracula (1974) o Chi o suu bara (algo así como «la rosa sedienta de sangre») es el film que cierra la trilogía de Bloodthirsty. Es la más ambiciosa de las tres, la más compleja argumentalmente y que más personajes incorpora. Sin embargo, resulta la más floja también. Aquí además los personajes femeninos ceden su espacio a los masculinos, convirtiéndose en meros satélites sin ningún tipo de dinamismo ni capacidad de decisión. Sus preocupaciones se restringirán a los asuntos sentimentales, el amor y la belleza. Son el recurso sexual de una película cuyo pulso erótico es notable, sobre todo si lo comparamos con sus predecesoras.

El profesor Shiraki llega a un prestigioso internado femenino a impartir clases de psicología, donde el director, rápidamente, le informa de que pronto tomará su puesto, ya que su salud es frágil y la muerte de su esposa, en un accidente de tráfico, le impiden una dedicación plena. Shiraki se sorprende mucho de este ascenso forzado, pero su asombro irá a más tras sufrir una excepcional pesadilla, y todavía muchísimo más cuando conozca al médico del establecimiento, que lo instruirá sobre una serie de leyendas locales macabras que apuntan a unas misteriosas desapariciones entre las alumnas.

Evil of Dracula remite directamente a Lust for a Vampire (1971) de Jimmy Sangster. Sin más. Su dominio es diáfano. Y la que podría haber sido, por recursos y versatilidad, la mejor de la trilogía, se quedó en una amalgama grotesca en la que profesores recitan a Baudelaire como sonámbulos (concretamente El vampiro y La metamorfosis del vampiro), se realizan transplantes de cara al estilo troglodita y el argumento se embarra en un cieno incomprensible tratando de resultar sofisticado. Y es una pena, porque entre pezón y pezón, la digna interpretación de Toshio Kurosawa pierde su lustre. No obstante, sería injusto proclamar que Evil of Dracula es una bosta, porque la excentricidad japonesa siempre brinda sublimes momentos de poesía y bizarrismo, que en SOnC son bienvenidos con auténtico fervor.

Bloodthirsty es una trilogía solo apta para amantes de Japón y del terror clásico europeo. Una combinación que no se da en demasiadas ocasiones, por lo que su público objetivo es escaso. Si os atrevéis a catarlo, hacedlo con benevolencia. Es un producto entrañable a la vez que toda una rareza en la historia del cine nipón. No esperéis «pasar miedo» porque os sentiréis defraudados; Bloodthirsty es inocencia y chaladura, una trilogía donde los vampiros no son lo que parecen. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

2017: un siglo de anime, anime, cortometrajes, marionetas

Per aspera ad astra: mujeres en la animación japonesa

Se acerca ya el fin del 2017, durante el cual SOnC ha tratado de celebrar, a su cutre manera de blog amateur, el centenario de la animación japonesa. ¡Un siglo de anime, camaradas otacos! Por lo que la sección, si no toca ya a su fin con esta entrada (depende del tiempo que me reste para escribir otro post que tengo planeado), le queda realmente muy poquito. No ha sido el apartado de la bitácora que más lecturas ha tenido y eso, hasta cierto punto, resulta algo preocupante, pues denota falta de inquietud hacia las raíces, historia y esencia de nuestros amados dibujitos chinos. Pero eso ya sería otro tema, que enlazaría con la percepción de la cultura como mero producto de consumo y entretenimiento, una fábrica de dinero sin más. El capitalismo y sus cosillas de la mercantilización, ya sabéis.

Pero antes de que empiece a desvariar paseando por esos aromáticos cerros de Úbeda que Marx visitó un soleado 10 de diciembre de 1856, vamos a centrarnos en lo que toca hoy. Y es que, a pesar de que he intentado divulgar un poco el imprescindible legado de Tadahito Mochinaga, Tadanari Okamoto o Noburô Ôfuji, algo me resonaba por dentro continuamente: ¿y las mujeres en el anime? ¿dónde estaban? ¿dónde están? Porque haberlas, las hubo y las hay. Y no pocas. Pero creo que es de dominio público el recio machismo de la sociedad japonesa, por lo que su posición en el mundo de la animación estaba supeditada a la masculina. Aunque la presencia femenina puede rastrearse desde los años 50 y en abundancia, sus puestos eran menores. Por realizar el mismo trabajo recibían un sueldo considerablemente más bajo, no se les solían ofrecer tareas creativas o de cierta importancia; y en cuanto se casaban debían abandonar, según contrato además, su empleo, por lo que las posibilidades de medrar y desarrollarse profesionalmente eran casi nulas.

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«Mujer joven saltando desde el balcón del templo Kiyomizu» (1765) de Suzuki Harunobu

Al contrario que en el manga, donde la mujer fue ocupando su espacio a partir sobre todo de los años 70, el anime mantuvo una robusta presencia masculina. De hecho, actualmente todavía existe una enorme brecha entre hombres y mujeres, un techo de cristal que, poco a poco y lentamente, va tornándose más permeable. Aunque las mujeres ya están realizando labores fundamentales, como el diseño de personajes o la key animation, la dirección aún permanece sobre todo en manos varoniles. Así pues, la entrada de hoy está dedicada a esas personas que trabajaron y trabajan en un medio todavía adverso, luchando día a día contra los prejuicios, la minusvaloración y el desdén. Mujeres que decidieron saltar al vacío a pesar de las circunstancias y que han hecho, y están haciendo, historia en la animación japonesa. Cada vez van apareciendo más, con un talento equiparable y en ocasiones superior al de sus colegas masculinos, ocupando un lugar que les pertenece por derecho propio como los seres humanos con capacidad de pensar y crear que son.

Así que, un poco más abajo, tenéis a vuestra disposición una lista con 10 animadoras que merecen atención. Es probable que conozcáis a casi todas porque, como es patente, no son muchas las que consiguen asomar su cabeza a la superficie. La gran mayoría de mujeres que trabajan en el anime continúa desarrollando tareas en las que es difícil hacerse un nombre o destacar. Aunque, de forma paulatina, el panorama va virando. Las mujeres hemos estado en el mundo de la animación desde sus inicios, artistas como mi amada Lotte Reiniger (1899-1981), Lillian Friedman (1912-1989) o  Laverne Harding (1905-1984) son la muestra de ello, pero esta disciplina siempre ha sido un club de chicos. Muchas animadoras simplemente no aparecían en los créditos por el hecho de ser mujeres; otras optaban por cambiarse el nombre a su versión masculina para evitar ser ninguneadas.

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Las novelas de «Seirei no Moribito» (Kaiseisha, 1996) de Naoko Uehashi fueron ilustradas por Makiko Futaki.

En Occidente no lo tuvieron nada fácil, sin embargo en Japón las perspectivas eran todavía menos halagüeñas. Toei Doga o Mushi Pro contaban con personal femenino, pero no dejaban de reflejar la sociedad reaccionaria de la que habían surgido. Aunque hubo creadoras que combatieron con tenacidad la desigualdad, como Reiko Okuyama o Kazuko Nakamura, de las que hablo un poquito en el listado.

También en Ghibli, por nombrar otros estudios emblemáticos, trabajaron y continúan trabajando artistas como Masako Shinohara, que comenzó en Toei como el propio Miyazaki; Megumi Kagawa, que ha intervenido en todos y cada uno de los films de los estudios; Atsuko Kanaka, una de las mejores especialistas en escenas de acción de la actualidad; y la fallecida en 2016 Makiko Futaki, uno de los tesoros mejor guardados de Ghibli y cuya indeleble huella la podemos encontrar tanto en sus producciones como en otras obras legendarias como Tenshi no Tamago (1985),  Ginga Tetsudô no Yoru (1985) o Akira (1988). Mientras, todavía hay que soportar comentarios sexistas como el de esta noticia, que Hiromasa Yonebayashi utiliza para justificar que aún no haya entre las filas de Ghibli ni una sola directora. Por lo que en honor a todas esas mujeres que han trabajado, y trabajan, en el mundo de la animación japonesa va esta entradilla. En un siglo de anime también el esfuerzo y sudor de las mujeres poseen su lugar. Ojalá no hubiera que prestar atención al hecho de si el que ha dirigido tal obra o escrito tal guion es hombre o mujer. Ojalá. Sin embargo, mientras el mundo resulte así de desigual y subestime de forma tan injusta el empeño y labor de la mitad de la población del planeta, habrá que continuar alzando la voz.


Saori Shiroki (1984, Tokio) es una animadora independiente centrada en la realización de cortometrajes. Se ha especializado en la técnica paint-on-glass o pintura al óleo sobre cristal, y su estilo está muy influido por la animación europea de Aleksandr Petrov o Caroline Leaf. Este tipo de arte es una herramienta extraordinaria, si se sabe utilizar con la suficiente pericia, para expresar la intensidad y el fluir de las emociones. Y Shiroki es una verdadera maestra, pues con gran sofisticación consigue hacerlo. Sus obras, hasta ahora, poseen una robusta carga simbólica que las hace suavemente melancólicas, capaces de invocar sentimientos que se sentían ya lejanos. Y no trata temas sencillos (la muerte, el maltrato, la soledad), además siempre acude a recursos más propios del cine mudo que del mundo de la animación para brindar más efectismo a sus cuentos. Una creadora a quien no perder de vista.

Obras de interés: Monotonous Purgatory (2012), Yubi wo Nusunda Onna (2010)


Rie Matsumoto (1985, Japón) es una de las mentes más creativas que hay en estos momentos pululando en el mundillo del anime. No estoy exagerando, a esta mujer no le ha importado en ningún instante correr riesgos; y posee un background estilístico para mear y no echar gota. Le gusta jugar y experimentar con diversas influencias, lo que resulta maravilloso. Esa es su filosofía, aunque en ocasiones choque frontalmente con los acostumbrados corsés de la industria de la animación. Porque lo suyo es ganar dinero, las aspiraciones artísticas no son prioritarias para el negocio. Y estas constricciones son las que pueden acabar sofocando la llama de esta creadora. En Kekkai Sensen se la vio un poquillo apurada, sin embargo el resultado fue estupendo, sobre todo si lo comparamos con lo que está siendo la actual segunda temporada. No obstante, es en Kyôsôgiga donde podemos apreciar a una Matsumoto en su salsa; y con el generoso horizonte que otorga pensar que estamos solamente ante sus primeras obras, podemos sentirnos relativamente tranquilos. Rie Matsumoto tiene bastante que ofrecer aún, mucho que madurar y evolucionar. Y con semejante talento, esperamos grandes cosas de ella. Veremos si acaba superando nuestras expectativas. O no.

Obras de interés: Kekkai Sensen (2015), Kyôsôgiga (2013)


Kiyoko Sayama (1975, Saitama) ha dirigido unos cuantos animierder, no es por nada. Vampire Knight es una bosta gigantesca, y con un fandom tan enorme como el hedor que desprende. Pero no estoy aquí para ganarme enemigos, ni tampoco para que huyáis de esta señora. La he incluido por buenos motivos. Muchas veces en la vida no se puede elegir, y toca apechugar con lo que toca de la mejor forma posible. Y Sayama-sensei sabe dirigir. Es extremadamente competente. Además, como no podía ser de otra forma, ha estado involucrada en proyectos como Romeo x Juliet (2007), Nana (2006-2007) o Seirei no Moribito (2007) que compensan los bodrios en los que ha tenido que trabajar. Sin embargo, no se debe olvidar que se trata de una animadora orientada ante todo a la vertiente más comercial del anime, en la que se mueve con soltura y eficacia. ¿Es eso malo? No tiene por qué, pero también es cierto que en el mainstream hay muchas más posibilidades de tropezarse con un zarrio. Al menos con Kiyoko Sayama está garantizada la profesionalidad.

Obras de interés: Seirei no Moribito (2007), Skip Beat! (2008), Vampire Knight (2008)


Sayo Yamamoto (1977, Tokio) es una de las animadoras más populares de la actualidad. Obras como Michiko to Hatchin, que se han hecho hace tiempo ya un merecido hueco en el kokoro de los otacos, o la celebérrima Yuri!! on Ice la han catapultado a la fama. Estos anime pueden gustar más o menos, lo que es indudable es el talento de esta mujer, que hasta el mismo Satoshi Kon supo apreciar, invitándola a colaborar con él en Millennium Actress (2002). Aunque por cuestiones de políticas de estudio el asunto no llegó a cuajar. Lástima. Yamamoto ha trabajado en numerosos proyectos como Samurai Champloo (2004), que fue un antes y un después a nivel creativo para ella, X (2001), Space Dandy (2014) y un largo etcétera; además en diversos puestos, que oscilaron entre el storyboard, la dirección de episodios o la dirección asistencial. Siempre ha procurado aprender lo máximo posible del puesto que ha ocupado, y siempre ha insistido en crear personajes femeninos fuertes, que dejaran su marca como dueñas de su destino.

Obras de interés: Michiko to Hatchin (2008), Ergo Proxy (2006), Lupin III: the woman called Fujiko Mine (2012)


Con Reiko Okuyama  (1935-2007, Miyagi) voy a detenerme un poquito más, ya que se trata de una de las animadoras más importantes de la historia de Japón. Junto a Kazuko Nakamura, cambió muchas cosas. Ambas fueron pioneras en muchos aspectos.

Okuyama-sensei tuvo una infancia enfermiza que pasó sobre todo en cama, por lo que pronto desarrolló un gusto especial por el dibujo. Por no decir que era una chica rebelde que leía a Shakespeare y a Simone de Beauvoir. Sin embargo, su llegada a la animación fue casi accidental, pues cuando se presentó en Toei Doga para conseguir empleo, pensó que se trataba de una editorial que buscaba ilustradores para cuentos infantiles. Esto no la amilanó, ni mucho menos, y comenzó a trabajar para ellos como in-betweener o interpoladora. Esto sucedió en 1957, y en 1959, a pesar de la discriminación sexual que existía en la empresa, ascendió al puesto de segunda animadora. Pero las cosas se torcieron cuando se casó con su compañero de trabajo Yôichi Kotabe y quedó embarazada. Toei Doga esperaba que dejara su empleo y se convirtiera en ama de casa; sin embargo, Okuyama no lo hizo. Aunque los estudios amenazaron con despedir a su marido, ella no cedió y con el apoyo de los sindicatos del medio, entre cuyos miembros más activos estaba Isao Takahata, consiguió uno de los grandes logros laborales para la mujer, no solo en el gremio de la animación, sino en toda la nación: las japonesas, a partir de entonces, ya podrían casarse y tener hijos sin la obligación de renunciar a sus carreras profesionales.

Continuó trabajando para Toei Doga hasta 1976, donde fue la segunda al mando, por ejemplo, justo detrás de Miyazaki en la película Horus, Prince of the sun. A partir de entonces, trabajó como freelance junto a su marido en numeroso proyectos como Marco (1976) Taro, the Dragon boy (1979) o Jarinko Chie (1981), aunque también empezó a ilustrar libros para niños. Hasta que falleció en 2007, continuó dibujando y ocupándose de la animación.

Obras de interés: Mazinger Z (1972-1974), Hotaru no Naka (1988), Sally the Witch (1966-1968), Horus, Prince of the sun (1968)


Kazuko Nakamura (1934, Japón) es la primera mujer japonesa que se dedicó a los dibujos animados, por eso muchos la llaman «la madre del anime«. También fue la primera en dirigir la animación de una serie de TV completa: Ribbon no Kishi.

En 1956, Nakamura-sensei empezó a trabajar en Nichidô Eiga, un año después los estudios fueron absorbidos por Toei y se convirtieron en Toei Doga. Pero no duró mucho por allí, pues Osamu Tezuka, mientras visitaba el estudio para trabajar en Saiyûki (1960), se percató de sus impresionantes habilidades y la reclutó para su propia productora: Mushi Pro. Kazuko Nakamura estaba encantada, pues el ambiente de libertad creativa que se respiraba en Mushi Pro era muy diferente del de Toei Doga, en el que además tenía que lidiar con un recalcitrante sexismo. Nakamura pudo desarrollar su potencial casi en plenitud, pues aunque no consiguió dirigir como tal una obra, si logró convertirse en su animadora más importante. Fue en las dos primera películas de Animerama1001 Nights (1969) y Cleopatra (1970), donde Nakamura dejó su huella de manera más elocuente. Los diseños de los personajes femeninos se alejaban por completo de la acostumbrada hipersexualización, redefiniendo la feminidad de una forma más natural y emotiva. Osamu Tezuka apreciaba mucho a Kazuko Nakamura, ella fue una de esas escasas personas a las que acudió luego tras el desmantelamiento de Mushi Pro.

Obras de interés: Ribbon no Kishi (1967-1968), Aru Machi Kado no Monogatari (1962), Cleopatra (1970)


Sôbi Yamamoto (1990, Hiroshima) es la más joven de las animadoras elegidas para la lista. Y aunque todavía está un poquillo verde, con la sombra de Makoto Shinkai bastante visible en su obra, promete mucho, sobre todo dentro del sekaikei y yaoi. Es una creadora eminentemente indie, pero esto puede cambiar muy pronto. Solo para empezar, Studios Deen confió en ella para dirigir Meganebu!, un anime un pelín tontorrón pero que hará las delicias de aquellos que disfruten con historias donde la sencillez y la diversión primen. Un producto ligero y alegre para matar el tiempo, muy bien estructurado. Y ese parece ser, de momento, el camino elegido por Yamamoto, el de los relatos cotidianos donde las personas, sus sentimientos y percepción del mundo son esenciales. Un enfoque reflexivo y comercial a la vez, veremos con qué nos sorprende en el futuro.

Obras de interés: Meganebu! (2013), Robotica*Robotics (2010)


Atsuko Ishizuka (1981, Okazaki) llegó a esto de la animación un poco por casualidad. A ella lo que realmente le interesaba, desde el instituto, eran las artes gráficas y la música, por lo que solía realizar vídeo musicales animados. Uno de estos cortos, Gravitation (2003), llamó la atención simultáneamente de Madhouse y de NHK, ofreciéndole ambos una oportunidad para trabajar con ellos. Ishizuka eligió los estudios, ocupando el puesto de asistente de producción. Pero NHK no se rindió, y negoció con Madhouse una colaboración con su nueva empleada para realizar un video-clip: Tsuki-waltz (2004). Esa sería su primera obra profesional. A partir de entonces, Ishizuka iría ascendiendo en Madhouse, logrando trabajar en posiciones de mayor responsabilidad e importancia. Es una mujer diligente a la que le gusta ponerse a prueba, y uno de los cerebros creativos actuales de los estudios.

Obras de interés: Nana (2006-2007), Aoi Bungaku (2009), No Game No Life (2014)


Fusako Yusaki (1937, Fukuoka) es una especialista en claymation o animación con arcilla. De hecho es conocida en Italia como la regina della plastilina. Y es un título bien merecido que no seré yo quien lo discuta. ¿Y por qué es tan famosa en el país con forma de bota? Pues porque muy pronto, recién graduada en Bellas Artes, consiguió una beca para estudiar en  L’Accademia di Belle Arti di Brera, en Milán, allá en un lejano 1964. Y ya no volvió a Japón. Fue una buena decisión por su parte quedarse en Europa, pues con toda probabilidad en su tierra no habría tenido las mismas oportunidades. Y eso que en esa época tampoco por aquí las cosas eran estupendas para las mujeres. Fundó sus propios estudios independientes, Studio Yusaki, y empezó a trabajar realizando spots televisivos y colaborando con la RAI y la NHK.

Yusaki-sensei fue una auténtica pionera, pues en la década de los 60 eran contadas con los dedos de una mano las mujeres que conseguían hacerse un nombre y triunfar. A lo largo de su carrera ha logrado multitud de galardones, ha sido jurado en los festivales de Annecy, Zagreb, Hiroshima, etc., y es profesora en l’Istituto Europeo di Design de Milán. Además sus películas forman parte de la exposición permanente del Museo Hara de Arte Contemporáneo, en Tokio. Fusako Yusaki es una leyenda que, más allá de Italia o Japón, apenas es conocida. Y es algo a lo que debería ponerse remedio.

Obras de interés: Naccio + Pomm (2001-2016), Peo in Svizzera (1997-2002), L’albero azzurro (1990- )


Fumiko Magari (1936, Okayama) es profesora en la Escuela de Animación Artística Laputa y dirige su propio estudio de animación, Magari Jimusho. Está especializada en stop-motion y ha realizado cientos de anuncios para la televisión, aunque ha trabajado en distintos campos, no solo el de la publicidad. El vídeo sobre consejos nutricionales que tenéis debajo forma parte de una serie de encargos que le hizo Nestlé en 2015. Es una de las mejores animadoras actuales en su especialidad, y no podía ser menos, pues se formó y comenzó a trabajar con los mejores: en MOM Production junto a Tadahito Mochinaga y en diversos proyectos con Tadanari Okamoto. No es muy fácil hallar material suyo en la red (¡y eso que es abundante!), pero si se es persistente, pueden encontrarse algunas cosillas. Y merecen muchísimo la pena echarles un vistazo. Fumiko Magari no solo trabaja el stop-motion o las marionetas, siempre ha estado abierta a otras técnicas y en sus más de cincuenta años de carrera así lo ha ido demostrando. No obstante, aunque recurre en ocasiones al CGI, es absoluta partidaria del trabajo manual. Es una artesana de corazón. Sus obras forman parte de los recuerdos de millones de japoneses, solo falta que la podamos descubrir en Occidente adecuadamente.

Obras de interés: Woof, the little bear (1983), Kentoshi monogatari (1999), Nutcracker Fantasy (1979), The New adventures of Pinocchio (1960)


Podría haber añadido también a Michiyo Yasuda, veterana de Ghibli que nos dejó el pasado octubre de 2016; Shizuka Hayashi, responsable de la animación en decenas de episodios y películas de Crayon Shin-chan; a Yamada Naoko, que forma parte de KyoAni y ha llevado la batuta en series como K-On! o Tamako Market; a Kon Chiaki, que ha dirigido un montonazo de series para ser mujer (Nodame Cantabile, Junjô Romantica, Golden Time, etc); a Kase Mitsuko, responsable de dirigir Ristorante Paradiso o realizar el storyboard de InuYasha; o a Jinbo Matsue, una de las primeras directoras de anime de la historia. Y otras cuantas más pero, como siempre indico, esta es mi selección personal y no tiene por qué coincidir con el criterio más extendido.

Espero que esta entrada os estimule a querer conocer y apoyar más a las animadoras japonesas. Personas de indudable capacidad y talento que merecen el mismo reconocimiento y oportunidades que sus colegas masculinos. Si además escribes en un blog, te animo a que dediques entradas a creadoras y profesionales del anime, entre todos podemos darles más presencia y contribuir con nuestro granito de arena a una mayor difusión de sus trabajos. Lo merecen. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Shôjo en primavera

Shôjo en primavera: La doncella de la mansión de las rosas

Ya estamos en primavera. Y Shôjo en primavera regresa con vosotros, pero porque así lo decidisteis en la encuesta de twitter, no os creáis. Obtuvo el segundo lugar tras quedar en tablas 2017: un siglo de anime y Manga vs. Anime. Al pobre Cómic Occidental lo relegasteis de manera humillante al último puesto, con apenas un par de votos. Sois crueles. Pero a la siguiente entrega me resarciré.

Excavando por internet en esas fosas solitarias donde permanecen en silencio los escasos fósiles del shôjo, una se da cuenta de que sobre todo fueron autores masculinos los que, en su génesis, impulsaron la demografía. Eso no quiere decir que no hubiera mujeres, que las había (Toshiko Ueda, Hideko Mizuno), pero eran muy, muy pocas. Y de momento no hay restos arqueológicos suyos legibles por la red. En ningún estrato. La Prehistoria del shôjo es dura, camaradas otacos, en múltiples aspectos. Hay que esperar hasta mediados de los años 60 para hallar alguna lectura disponible; y fue entonces cuando nuestra mangaka protagonista de hoy, Riyoko Ikeda, junto a otras compañeras de generación, comenzaron a manifestar sus primeros balbuceos editoriales. No sé si hace falta que aclare quién es esta creadora, pero es una señora muy importante. Suyo es el poder y la gloria de La Rosa de Versalles (reseña aquí), un clásico entre clásicos.

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Ikeda Superstar

Riyoko Ikeda formó parte del fabuloso Grupo del Año 24, en el que militaron diferentes mangakas. No hay un número fijo de componentes, aunque algunas de sus cabezas más visibles fueron (y son) Môto Hagio, Keiko Takemiya o Ryôko Yamagishi. No es la primera vez, ni será la última, que escriba sobre El Grupo del 24, porque revolucionaron el panorama a fondo. Junto al que se llamó Grupo post-24 y la labor de autoras como Shio Saitô, Kyôko Okazaki e incluso Rumiko Takahashi, es que podemos disfrutar del manga comercial tal como lo conocemos ahora. Su contribución fue fundamental, bara3porque estas creadoras no se limitaron a transformar el shôjo y shônen introduciendo temáticas hasta entonces impensables, sino que se adentraron en los paisajes estelares de la ciencia ficción, hurgaron en conceptos filosóficos complejos, escribieron historias intrincadas de gran calado o innovaron en la disposición y estructura de las viñetas para intensificar la emotividad. Enriquecieron, en general, el mundo del manga con perspectivas innovadoras, engendrando incluso nuevos géneros como el yuri o el yaoi. Estas mujeres estaban destinadas a hacer historia, no obstante todos los maestros deben dar sus primeros pasos, y no tienen por qué ser obras superlativas. Generalmente no lo son, pero sí resultan útiles para comprender mejor la evolución de los autores. E incluso a veces descubrir pequeñas gemas. 

Bara Yashiki no Shôjo (1967) o La doncella de la mansión de las rosas fue el debut de Riyoko Ikeda. Tenía 19 años cuando se publicó en Shôjo Friend, perteneciente a Kodansha, donde la mangaka desarrollaría luego la mayor parte de su carrera. No podía faltar en Shôjo en primavera como obra primigenia de una de las principales renovadoras de la demografía. bara1Se trata de un simple one-shot, pero muy elocuente respecto al estilo que más adelante desarrollaría. En él encontramos ese gusto por el misterio y la intriga que sus protagonistas querrán desentrañar; el recurso de la enfermedad terminal, presentado de manera romántica; el amor trágico no correspondido, y el símbolo que acompañará las obras de Ikeda de forma casi permanente: la rosa.

Es una obra muy sencillita y con la influencia de Osamu Tezuka bastante visible, sobre todo en sus técnicas cómicas y el diseño general de los personajes. La protagonista, Tomoko, no deja de ser un homenaje a la princesa Sapphire de Ribbon no Kishi (1953); y su hermano, Ken, un calco de Eiji Kusahara de Angel no Oka (1960). Y tampoco tiene nada de particular, estamos hablando de un tebeo primerizo, e Ikeda jamás negó su admiración por Manga no kamisama, del cual han aprendido (y continúan aprendiendo) muchísimos mangakasBara Yashiki no Shôjo además cumple 50 años este 2017, escribir un poquito sobre él es una manera de celebrar el medio siglo de carrera profesional de Riyoko Ikeda. Tampoco puedo alargarme mucho, ya que se trata de un manga muy breve, de escasas 32 páginas. Sin embargo, en tan sucinto espacio logra construir una arquitectura de relato sólida y coherente. No la más original del mundo, aún comparándola con sus contemporáneos, pero que a pesar de su aire bisoño, presagia en ciertos detalles una futura revolución.

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Bara Yashiki no Shôjo comienza en primera persona, como una confesión. La voz que nos adentra en este cuento de misterio duda de que la vayamos a creer, porque lo que tiene que relatarnos es extraordinario. Ella es Tomoko, una chica de unos 12 años un poco inocente pero audaz. Disfruta con su hermano, estudiante universitario, de una vida feliz y acomodada, sin grandes contratiempos. Un día, de camino a casa regresando del colegio, se tropieza con una muchacha. Parece que vive en la solitaria mansión de la colina, donde las rosas florecen. El encuentro la deja turbada por la belleza y extraño silencio de la joven. ¿Quién es esa enigmática muchacha de mirada triste? En muchas otras ocasiones volverá a aparecerse frente a nuestra protagonista y su hermano, Ken, sin conseguir ninguno de ellos dilucidar su identidad. Tomoko es una romántica empedernida, por lo que imagina que está enamorada de Ken y ansiosa por confesarle sus sentimientos. Al llegar el verano, y sin saber mucho más de la muy bella pero anónima doncella, reciben una invitación de su tío para pasar unos días en el campo. No lo dudan y deciden acudir, así además podrán ver a su elegante prima Shizu. Lo que ignoran es que van a ser unos días insólitos desde el inicio del mismo viaje.

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El elenco es un poco cliché, también se encuentra algo desdibujado (sobre todo Shizu y Kenichiro), pero tampoco se le puede exigir mucho más a un one-shot. Me ha sorprendido que, a pesar de la ingenuidad que destila Tomoko, es una moza con iniciativa y despierta. Algo no tan común en el shôjo, donde abundan las protagonistas apocadas y pasivas. Quizá se deba a que todavía es una niña, y se le conceden aún ciertas libertades. Los personajes femeninos mayores, sin embargo, ya presentan esa modestia femenina tan característica de la demografía, en la que el amor tiene un papel fundamental.

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Ikeda marca muy claramente dos mundos distintos en su manga: el contemporáneo y occidentalizado de Tokio, en el que Tomoko nos es presentada como una jovencita moderna y atrevida, que comparte aficiones sofisticadas con su hermano (comida francesa e italiana, visitas a exposiciones de arte europeo, etc); y el tradicional del ámbito rural, donde el elemento sobrenatural goza de su espacio natural y sella el desenlace. El festival de verano (¿quizá el O-Bon, relacionado con los difuntos?), con sus noches alegres y enigmáticas a la vez, firman la conclusión. El arte de Ikeda es limpio y fresco, con el típico dinamismo tezukiano y sin abusar de esos floripondios que luego infestarían el shôjo como si no hubiera mañana. De hecho, esa escasez floral resulta maravillosa, lástima que luego se convirtiera en marca de la casa. Los fondos y paisajes son bastante esquemáticos, sin demasiados pormenores, aunque competentes. Sin embargo, la expresividad de los personajes es genial, de lo mejor del manga.

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Bara Yashiki no Shôjo es un típico kaidan japonés, con final ambiguo incluido y sus momentos de suave melancolía. Todo con enorme candidez y vueltas de tuerca bastante pronosticables, pero en conjunto entretenido. Tiene la peculiaridad del elemento sobrenatural que en Riyoko Ikeda no es muy habitual; y a pesar de ser un manga verdecillo en algunos matices, resulta una lectura digna. Además el romance no tiene una presencia fuerte (¡qué alivio!), aunque sí su importancia. La doncella de la mansión de las rosas resulta un tebeo muy tierno en general, imprescindible para todos aquellos que admiren la obra de esta mangaka. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

2017: un siglo de anime, cortometrajes

La artesanía primordial de Noburô Ôfuji

No tenía muy claro qué publicar estos días en el blog. Algunas ideas me iban y venían, pero no terminaba de decidirme. Busqué consejo en la eterna sabiduría de vuesas mercedes, dilectos lectores, y en el pollo azul me respondisteis tal que así:

Me he visto en la obligación de hacer lo que más me estaba costando: escoger. Y mi elección ha sido 2017: un siglo de anime. Y es que, camaradas otacos, ¡no se cumple una centuria todos los años! De modo que he preferido darle un poquillo de prioridad. Aunque al fan promedio le importe un carajo. SOnC no os fallará nunca, siempre tratará los contenidos que menos os interesen. Aunque los hayáis votado. Por eso tenemos de protagonista a uno de los pioneros más importantes de la animación japonesa: Noburô Ôfuji (1900-1961). En el primer post de esta sección escribí sobre tres cortometrajes suyos, que se incluían en The roots of Japanese anime-Until the end of II WW (2009) de Zakka films. Hoy disertaré, para vuestro gozo y disfrute, sobre las cinco obras que me gustaron más de su catálogo. Aviso: es mi opinión, la opinión de una bloguera que encima no ha tenido la suerte de poder ver todo el repertorio del artista (ojalá); pero que desea aportar su granito de arena a la difusión de su figura y conmemorar los 100 años de anime de esta forma.

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Noburô Ôfuji trabajando

Cuando pensamos en el padre de la animación nipona, automáticamente el nombre de Osamu Tezuka brota en nuestra mente. Sin albergar ningún género de duda, Manga no Kamisama fue un antes y un después. Pero pocas veces somos capaces de retrotraernos más. Da la extraña sensación de que antes de Tezuka no existiera nada, pero sí que había gente esforzándose y creando. Y fueron famosos y todo. De hecho, el primer animador que traspasó las fronteras de Cipango y logró reconocimiento internacional fue nuestra estrella de hoy, Ôfuji-sensei. Curiosamente, Tezuka fue, con Tale of a Street corner (más información aquí), el primer vencedor de este prestigioso galardón que instauró el periódico Mainichi Shimbun en honor de Ôfuji tras su fallecimiento.

Noburô Ôfuji fue, además de pionero, una de las bases fundamentales en las que está sustentado el anime actual. Merece más reconocimiento entre los camaradas otacos, al menos que suene su nombre de algo. Sin embargo, considero poco probable que el seguidor habitual de Naruto soporte ver cortometrajes en B/N, silentes y con una calidad regularcilla sin echar algún ronquido que otro. Con todos mis respetos hacia la franquicia narutense, por supuesto. No es fácil ponerse con material antiguo, máxime si no se tiene experiencia previa y lo más importante: paciencia.

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Nunca es mal momento para colar porque sí una foto de Tezuka. Bueno, en realidad es que de Noburô Ôfuji solo hay disponible una. Meh.

Por una vez en mi vida voy a ser organizada, así que comenzaré por el principio: la vida de Noburô Ôfuji. Nació en Asakusa, un barrio del noreste de Tokio, el 1 de junio de 1900. Su familia regentaba unos pequeños estudios de sonido donde se grababa en el formato de entonces, el gramófono. Fue el séptimo de ocho hijos y criado por su hermana mayor, Yae, a partir de los seis, pues su madre falleció. Con dieciocho años, entró a trabajar como aprendiz bajo la tutela de Jun’ichi Kôuchi, responsable de que este año nos encontremos celebrando los 100 años de animación, ya que se considera el pistoletazo de salida su pequeña obra Nakamura Gatana (1917). Ôfuji comenzó su carrera profesional como animador aprendiendo de uno de los auténticos precursores del anime, que debemos recordar que en esa época era denominado senga eiga, kôngo eiga o dôga eiga. Unos pocos años después crearía su propia compañía, Chiyogami Eigasha, y empezaría a desarrollar su peculiar estilo. Ôfuji, a causa de que no disponía de una economía boyante, tuvo que hacer de la necesidad una virtud, experimentando con las técnicas que se convirtieron en su marca de agua: la animación con siluetas y, ante todo, el cut-out. Más adelante también trabajaría sobre acetato, por supuesto, pero Ôfuji será reconocido por su maestría en la animación con recortes, donde aplicará los patrones del washi chiyogami. El washi es el tradicional papel de arroz, y el chiyogami una variedad que tiene impresa una serie de patrones geométricos o naturales con colores llamativos, todo muy propio de la cultura nipona. Apareció a finales de la era Edo, y Ôfuji decidió que eran estéticamente perfectos para sus creaciones.

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Folleto del corto «Canción de primavera» (1931) con el clásico chiyogami

Aunque no fue oficialmente el primero en utilizar el color, algunas de sus obras como Kogane no Hana (1929) fueron en origen producidas en Cinecolor.  Sin embargo, debido a la falta de medios en ese periodo, tuvieron que ser proyectadas en B/N. Más adelante, desarrollaría un procedimiento único en el que, motivado por las vidrieras de las catedrales, colorearía sobre celofán, y usaría las sombras de las siluetas (utsushi-e) para crear escenas de claroscuro muy curiosas. Lo encontramos en las admiradas Kujira (1952), un autoremake que se llevó las alabanzas de Jean Cocteau y Pablo Picasso en el Festival de Cannes de 1953; y Yûreisen (1956), también triunfadora entre la crítica en el festival de Venecia de 1956. Ambas están inspiradas en el trabajo de Lotte Reiniger (amo, AMO a esa mujer, siempre lo digo, es la verdad ❤ ) y  son la cúspide de su trabajo tanto a nivel técnico como de sutileza argumental. No voy a adelantar más porque sobre una de ellas escribo un poco más abajo.

Ôfuji posee en su inventario muchas, pero muchas obras que gracias a su afán por la experimentación e ingenio, se han convertido en historia del anime. Kuro Nyago (1929), por ejemplo, jugueteó con el sistema de grabación de sonido Tôjô Eastphone a pesar de que en origen fue muda (podéis verlo aquí). Si tengo que ser honesta, son tantas sus producciones que es imposible alcanzarlas todas. Al menos en Occidente. Me he quedado con las ganas de ver (¡agh!) su adaptación de Kumo no Itô (1946) de Ryûnosuke Akutagawa, que ganó el primer premio en el Festival de cine internacional de Venezuela. O la primera versión que realizó de su Kujira (1927), que ofrecía interesantes propuestas técnicas. Espero que con el tiempo podamos llegar a verlas. Snif.

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A Mickey Mouse le zurran la badana en «Journey to the West» (1934). Aparece también uno de los primeros Son Goku del anime, btw, con nube y todo.

Ôfuji representó una manera de concebir la animación opuesta a la de algunos de sus contemporáneos como el gran Kenzô Masaoka, que apostaba por un sistema de producción colectivo. Ôfuji era un individualista, cosa bastante singular en las islas, y solía trabajar en solitario, autofinanciándose. Comenzó a introducir además ciertos elementos eróticos en sus obras que no acababan de gustar al público japonés, el cual todavía contemplaba la noción del dibujo animado como algo ligero para toda la familia. Ôfuji en realidad se dirigía a un sector adulto, y todavía era un poco pronto para lograr que esa filosofía, de la animación como arte y no solo entretenimiento, se pudiera comprender. Y para muestra, un botón: a continuación tenéis un vídeo con un popurrí de varios trabajos suyos.

Y sin más dilación, os dejo con el quinteto de cortos que he seleccionado como introducción a su obra. De los que he logrado ver son mis favoritos, y si no se conoce a Ôfuji, creo que es una buena manera de familiarizarse con sus creaciones. Y cogerle el pulso, porque este artista era bastante particular. Siguen orden cronológico, para poder advertir la evolución del artista. Que aproveche.

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Obviando el asunto de que Kemurigusa Monogatari (1924) es de un misógino que echa p’atrás, es un corto de lo más divertido. Ya sabéis, no es buena idea juzgar las obras del pasado en base a los valores éticos y morales del presente. Aparte de injusto, nos impediría observar y disfrutar la pieza en sí. Una historia sobre tabaco es el segundo cortometraje que realizó Ôfuji por sus propios medios, recurriendo a la mezcla de imagen real y cut-out. Podéis verlo íntegro en este enlace, son unos tres minutos aproximadamente.

«Las mujeres nacieron del tabaco, por eso son como cigarrillos». Esta es la sentencia con la que un diminuto hombrecillo inicia el corto. Así que la muchacha que aparece, con cierto aire de geisha, decide aprisionarlo bajo un vaso de cristal. El resto es un tira y afloja entre los dos con un final algo abrupto. El argumento es casi lo de menos, de Kemurigusa Monogatari lo que importa es su realización. Es evidente que a Japón todavía le quedaba un trecho para lograr alcanzar el nivel norteamericano; los recortes son algo toscos y sus movimientos parece que no se encuentran bien sincronizados con el FPS de la película, siendo en algunos momentos demasiado rápidos para resultar naturales. Sin embargo, es interesante observar también esas limitaciones que muestra la obra, que son los primeros pasos además del futuro genio Noburô Ôfuji.

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El mini-macarra amenazando a la mozuela

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Hace mucho tiempo, lejos en el sur, había un castillo rodeado de cerezos. Y en él vivía una princesa más bella que una flor. Kokoro no Chikara (1931) es un relato infantil que contó con el apoyo del Ministerio de Educación y fue presentado como un chiyogami eiga. Es el cortometraje más largo de la lista, con una duración de dieciocho minutos, y podéis verlo subtitulado en este enlace.

En la ciudad de ese castillo sureño vive Dangobei, un hombre conocido por su cobardía y al que no paran de gastarle bromas pesadas. La última, unos niños azuzando a un perro para que lo ataque. Pero esta chanza tiene un desenlace insólito pues, mientras aterrorizado reza en un templete solicitando auxilio, su petición es concedida en forma de amuleto de la suerte. Con él será el hombre más fuerte de Japón. Toda su vida cambia. Gracias a ese talismán Dangobei se convierte en todo lo que no ha sido: una persona segura de sí misma y valiente, capaz de enfrentarse a cualquier situación. Acompañado por el perro y el gato que antes lo acosaban, decide presentarse a un concurso que el rey está celebrando: quien salga vencedor de los duelos se casará con la princesa y se convertirá en su sucesor. ¿Qué ocurrirá? ¿Se alzará Dangobei con la victoria? Ah, las cosas no van a ser tan fáciles.

Fuerza de voluntad tiene los habituales recursos cómicos para niños, con referencias al béisbol o también a monstruos del folclore japonés. Todo fácilmente reconocible para el público. Derrocha expresividad y energía; y al contrario de lo que se pueda olisquear a causa de los clichés, es una obra muy entretenida. Además contiene su mensaje, no es vacua. Técnicamente es una de las mejores representaciones de la especialidad de Noburô Ôfuji: el chiyogami. Sigue siendo en B/N y muda, pero la exuberancia visual con la que el autor dotó Kokoro no Chikara consigue que se echen poco de menos. De todas formas,  no hay que olvidar que era proyectada con el apoyo de una grabación musical ad hoc.

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Dangobei luchando contra sus rivales

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Kimigayo es el himno oficial de Japón, y su letra es un waka compuesto en la era Heian (circa 905), lo que le procura una antigüedad bastante significativa. Kokka Kimigayo (1931) es un corto de cuatro minutos, concebido para ser cantado, que hace hincapié en el yamato-damashii o virtudes nacionales del país. En esos años de expansión del Gran Imperio, con la inminente invasión de Manchuria (y lo que te rondaré, morena), el nacionalismo nipón estaba completamente on fire. Y es lo que tenemos en Kokka Kimigayo, una exaltación de los valores patrióticos con un ingrediente fundamental de hilo conductor: su himno.

El motivo central, y que se repetirá al inicio y al término, es el shiragiku o flor de crisantemo, que representa la figura del emperador, ya que es su escudo de armas. La leyenda del nacimiento de Japón o Kuniumi, con Izanagi e Izanami de protagonistas, también aparecen; junto al episodio de ocultamiento de Amaterasu, el monte Fuji y los símbolos del mítico primer soberano Jimmu, el arco y el cuervo yatagarasu. Noburô Ôfuji une el chiyogami y la animación de siluetas con sabiduría; pese a carecer de medios más modernos, pues fue una modesta autoproducción, Kokka Kimigayo resulta muy digno. Y bonito.

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Katsura Hime (1937) fue el primer corto en color (kodachrome) oficial de Noburô Ôfuji, pero no lo hizo solo. Colaboró junto a Shigeji Ogino (1899-1991), un alma valiente como él sin miedo a la experimentación; siempre desafiando los recursos técnicos de la época. Ogino fue un auténtico visionario del cual no he podido ver gran cosa, aunque me muero de ganas por hincarle el diente a su Hyakunen-go no aruhi (1933). De ideas afines, Ôfuji y Ogino sacaron adelante este corto de apenas cinco minutos que tiene dos partes bien diferenciadas. La primera es una somera exposición de lo que era la animación en color en esos momentos. Un documento de gran interés que nos acerca al cómo, asombrando por su meticulosidad y necesidad de talento. Las herramientas que usaban eran sencillas, pero el tesón y la pericia marcaban la diferencia. Muy educativo, la verdad, historia del anime 100%. La segunda parte es la aplicación práctica de lo que nos esbozaron minutos antes, una historieta donde un oni rapta a una princesa que viaja con su cortejo en un palanquín. Realmente espectacular. Aparecen algunos de los diseños clásicos que Ôfuji usaba en sus personajes, y el chiyogami gana en esplendor gracias al color. Los paisajes y la ambientación son estupendos también (esa cascada, ¡qué preciosidad!) y el movimiento general está muy logrado. Una pequeña maravilla tanto a nivel visual como documental.

Como el vídeo de youtube carece de subtítulos, os dejo el enlace del Archivo Nacional de Cine de Japón que sí los incluye en inglés. Tampoco son imprescindibles, no obstante los recomiendo para entender mejor el proceso de creación del eiga a color que se muestra en los minutos iniciales.

Yûreisen

He estado dudando hasta este momento con la selección del último corto. ¿Kujira o Yûreisen? Al final me he quedado con El barco fantasma por una mera cuestión cronológica, pero ambos me han gustado muchísimo. Grabada en Fujicolor, Yûreisen (1956) es una de las cimas artísticas de Noburô Ôfuji. Y él mismo sabía que lo iba a ser, por lo que desde un principio resolvió darle la misma proyección internacional que había otorgado a Kujira con tan buenos resultados. Y su plan funcionó, por supuesto, ya que logró su exhibición triunfante en varios festivales europeos. En el de Venecia de 1956 consiguió la Honorable Mención por Película Experimental. Toma ya.

Yûreisen es una experiencia profundamente tétrica de once minutos; pero también posee una belleza inigualable. Está a la altura de las obras de su mayor influencia, Lotte Reiniger, superándola incluso al introducir las delicadas texturas de los celofanes. Un stop-motion sombrío de fluidez maravillosa, con el espíritu del exquisito wayang kulit sobrevolándolo todo. La música de Kôzaburô Hirai exalta todas esas sensaciones de pavor y excelencia. Perfecta. El argumento no es muy complejo, es la manera de narrarlo lo que resulta fascinante. El corto comienza con las manos de Ôfuji en plena faena, al modo kirigami, recortando ese ominoso Mar Amarillo donde tendrá lugar la acción. Y menuda acción, Yûreisen es realmente dinámico. Es la historia de un barco pirata a la deriva, destrozado y con sus tripulantes asesinados, ¿cómo ha podido ocurrir algo semejante? Ôfuji revive a los muertos para contárnoslo con solemnidad y rica imaginación.

La próxima entrada, rompiendo brevemente el orden de lo que elegisteis en twitter, estará dedicada a los estrenos de la temporada de primavera 2017. La siguiente ya será todo un señor manga vs. anime, que lo tenía olvidado al pobrete. Había que recuperarlo. Por cierto, ¡gracias de nuevo por vuestra colaboración en la votaciones! Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

anime, mierder, paja mental

5 y 5 del 2016

Sí, ha llegado esa época del año. Ya tocan los inevitables repasos de lo que ha dado de sí, también de lo que se avecina. Aunque la previa de este invierno todavía tardaré en hacerla. Bastante, añado (entre nosotros, es un rollazo confeccionarla). Este 2016 he comenzado muchas series que me han acabado aburriendo o directamente decepcionado. Creo que la oferta parecía más suculenta que en 2015, pero se ha ido desinflando como una pelota de baloncesto pinchada. No han botado ni . Chof, chof. Caca. Pero, por otro lado, también he tenido grandes alegrías. No ha sido un año tan sosito como el anterior, no se puede negar que movimiento ha habido. Y eso además se agradece, que sepan mantener tu atención ocupada… aunque luego todo concluya en una esparraguera.

No voy a hacer una entrada excesivamente larga, para mí son días complicadetes, así que procuraré ser concisa y directa, ¡a ver si lo consigo, claro! Como siempre, informar que esta es mi opinión, una más. No estoy en posesión de la verdad ni aspiro a ello, solo vuelco mis impresiones con las que puedes estar de acuerdo o no. No me estoy metiendo contigo ni insultando a tu familia, a tu perro o a tu hámster. Solo escribo sobre animanga y tú puedes también compartir ideas en los comentarios. Siempre siguiendo escrupulosamente las mínimas reglas de cortesía y sin faltar. Me parece un poco ridículo tener que recordar estas cosillas, pero vivimos tiempos bastante absurdos, sobre todo en internet. Bueno, allá vamos.

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Mob Psycho 100

モブサイコ100

Su serie hermana (al menos lo es mi cabeza) One Punch Man también fue una de mis fave ones del año pasado. Era inevitable que Mob Psycho 100 apareciera por aquí. De hecho, a pesar de que duplica algunos de sus recursos y ha perdido a causa de ello fuelle en efectismo, me ha gustado muchísimo más que su antecesora. Quizá porque el argumento lo veo más redondo o la temática me atrae más. Admito que me habría encantado que este anime me sorprendiera, pero las teclas que ha pulsado hacían la melodía general bastante reconocible. Nada nuevo bajo las estrellas, un sólido shônen de cabo a rabo, sin embargo no defrauda. Es fresco, es entretenido. No obstante, el problema que le veo a Mob Psycho 100 y a su hermano brota a largo plazo. Si no se reinventan, quemarán la fórmula muy rápido. Es lo que tienen los fuegos de artificio, aunque resulten espectaculares. Último apunte: ¡una animación GENIAL! A pesar del ordenata.

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Fune wo Amu

舟を編む

Ojalá no hubiera visto la película, porque el factor sorpresa en el anime se ha volatilizado por completo. Y el argumento tiene una serie de giros que habría disfrutado más acudiendo completamente virgen. Pero tampoco es justo quejarme demasiado, rediez. La estoy disfrutando infinitamente más que el film. Sin ser mala cinta, conste en acta, no puede plasmar la cantidad de matices y detalles que estoy observando en el anime, enriqueciendo la historia que conocía. No quiero ni imaginar la novela en la que está basado todo, claro. No sé cuándo podrá caer en mis manos, quizá nunca. Fune wo Amu es como la propia creación de un diccionario, serena y profunda. De ritmo pausado y que no gustará demasiado a los espíritus impacientes. Es un anime para público adulto (¡también existimos, jopetas!) y sus prioridades son distintas. Una de sus grandes virtudes es no caer en el melodrama sobado; que no haya adolescentes hiperhormonados dando por saco también es un alivio, uf. Además Majime es un hombre encantador y su gato tortilla también. ME LOS COMO, ÑAM-ÑAM.

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Tonkatsu DJ Agetarô

とんかつDJアゲ太郎

Este 2016 me he enganchado un montón al anime de duración corta. Desde la adorable Muco hasta insensateces como Bananya. No quitan mucho tiempo y la mayoría ofrecen diversión concentrada. No todas las que empecé me han gustado, como por ejemplo Nyanbo!, que a pesar de una interesante propuesta visual, se me hizo tediosa a causa de sus personajes estereotipados. Pero, sin lugar a dudas, Kanojo to Kanojo no Neko, inspirada en el cortometraje del mismo nombre (reseña aquí), fue una mini-serie que sí disfruté y me dejó buen sabor de boca. Modesta pero esponjosa como un bizcochito. También me ha gustado mucho Onara Gorô, una bizarrada de humor surrealista que casi nadie habrá sabido apreciar. El que conozca un poco al animador Takashi Taniguchi y sus extraños cortos, ya sabe qué esperar de la sabiduría que irradia el señor Pedo Gorô. Muy escatológico todo, soy fan. Sengoku Chôjû Giga es para los amigos de la historia y tradición japonesas, de hecho es recomendable saber un poco de ambas si se quiere captar algo. Es una serie graciosa y con un arte curioso. Recomendable.

Sin embargo, mi anime preferido en este formato ha sido Tonkatsu DJ Agetarô, que también ha logrado ser uno de mis favoritos de este 2016. Sus premisas son básicas pero han sabido desarrollarlas de forma tan inteligente y amena, que ciertas carencias se pasan por alto sin problema. Además que los melómanos y amantes del tufillo nostálgico del disco y hip hop incipiente de los años 70, lo hemos disfrutado todavía muchísimo más por sus guiños y referencias a la cultura DJ. Entrañable y muy, muy salado.

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¿»In the Court of the Crimson King«? Nah, es Tonkatsu DJ Agetarô :3

Shôwa Genroku Rakugo Shinjû

昭和元禄落語心中

Todo lo que tengo que contar sobre este anime lo podéis encontrar aquí. Es una reseña que escribí antes de que finalizara su emisión, y a día de hoy no cambio ni una sola coma. Esa opinión vertida continúa vigente. Lo único que puedo añadir es que, lamentablemente, no ha aparecido ninguna serie que haya desbancado Shôwa Genroku Rakugo Shinjû de mi top 2016. Es mi favorita del año, sin más. Deseo con todas mis fuerzas que la segunda temporada a la que le restan pocas semanas para su estreno (¡por fin, por fin!) esté a la altura y nos brinde grandes momentos también.

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3-gatsu no Lion

3月のライオン

Le tenía un poco de miedo a esta serie porque olisqueaba dramas y traumas ciclópeos y, sobre todo, diabetes. El que uno de los personajes fuera el típico renacuajo kawaii sin nariz ya me puso en guardia. La armadura completa me puse. No sé si lo he dicho alguna vez, pero los niños me repelen. Cuando era niña también los rechazaba, que compartiera rango de edad con ellos no fue óbice para que me siguieran disgustando. Pero, sobre todo, odio el cliché del niño tierno que lo arregla todo gracias a su dulzura e inocencia. Ok, pisa el freno de la misantropía un poco, querida Sho. Volvamos al tema que importa: 3-gatsu no Lion. Todas mis reticencias respecto a este anime se han ido atenuando gracias a Luzbel. Que lo hayan dotado de una visión introspectiva llena de simbolismo, y una calculada dosificación de la expresión de las emociones ha sido todo un acierto. Aunque, si tengo que ser honesta, lo que me hace continuar la serie es su maravilloso arte. La historia no me entusiasma pero la encuentro interesante; y los personajes van creciendo a buen ritmo. Algún capítulo se me ha hecho más pesado que otro, pero en conjunto la valoro de forma muy positiva. Además los gatetes molan muchísimo.

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No busquéis, no he incluido Yuri on Ice. A pesar de que no me parece mal anime ni mucho menos y cumple su función de entretenimiento conmigo, no la considero al nivel de las cinco anteriores. La cosa no es para tanto, resumiendo. Hay un hype tremendo con esta serie que no logro descifrar, pero seguramente muchas de mis opiniones también resulten incomprensibles para otros. Biodiversidad lo llaman. Y eso.

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Como adelantaba al principio, este año he comenzado bastantes más series que el pasado 2015. Me han resultado tentadoras un buen número, pero gran parte también han acabado en agua de borrajas. Unas me han aburrido y otras me han decepcionado; algunas las he finalizado, otras las he dropeado sin compasión. Shumatsû no Izetta, por ejemplo, me sorprendió con un inicio decente y me fue aburriendo pooocooo a pooooooco. 再见! Hai to Gensô no Grimgar tenía un bonito arte en acuarela… pero el argumento acabó siendo de un subnormal insultante. Megadrop. En Norn9:Norn+Nonet no se salvaba ni el apuntador, horrible y cursi, un animierder en toda regla. A cavar zanjas. Descubrí que Handa-kun poseía rasgos muy persistentes que lo emparentaban sin duda con la familia del ajo. Adieu! Sakamoto desu ga? despertó mis instintos homicidas y OrangeOrange no aguanté el manga, el anime menos todavía. Podría continuar despotricando un ratillo, pero prefiero centrarme en las cinco que, de una forma u otra, me ha fastidiado que no estuvieran a la altura de mis expectativas.

 

Boku dake ga Inai Machi

僕だけがいない街

Erased es el ejemplo meridiano de cómo una serie lo puede tener todo para ser grande y, conforme avanza, empiezan a aparecer goteras por todas partes hasta que una inundación lo engulle todo. Se puede lograr achicar agua, pero ya no será lo mismo: todo se ha echado a perder. Este anime fue una decepción completa. Tengo que hacer esfuerzos para tratar de recordarlo incluso, así que imaginad cuán triste me llegó a parecer. No puedo decir que fuese una mierda total, porque no lo creo. Pero sí resultó al final vulgar y pretenciosa, con decenas de flecos y alguna que otra incoherencia gorda. Supermeh.

erased

Kôtetsuyô no Kabaneri

甲鉄城のカバネリ

El género zombi está ya bastante agotado, así que a priori un anime de esa temática no me atraía demasiado. Pero decidí probar y el primer capítulo me engatusó hasta las cachas. Una animación old school estupenda, unas propuestas originales dentro de lo que cabía y una galería de personajes aparentemente vigorosa. ¿Iba a ser la serie de acción y terror del año? JAJAJA. No. La cosa no tardó tanto como pensaba en torcerse, y se convirtió en una ensalada de hostias previsible y estúpida. Una muesca más en el cinturón. Kôtetsuyô no Kabaneri intentó salir de la horma con excelentes intenciones (ese ramalazo steampunk es glorioso) pero se cayó de culo. Plof. Es posible que a los fans del género les haya satisfecho, pero una ya está muy de vuelta de todo. Este anime es simplemente un cagarro con ínfulas, he dicho.

kab

91 days

Y al hilo de lo que escribía sobre Kabaneri, ¿se debe transigir con todo contenido de aire adulto y aceptarlo como bueno sin más? Solo porque se salga de los patrones habituales no quiere decir que tenga que ser excelente por obligación. A 91 days le sucede un poco eso. Cuando te has cansado de ver películas sobre mafiosos y te enfrentas a una nueva obra de la temática, esperas que te atrapen y ofrezcan una perspectiva diferente. Un mínimo, porque es un campo muy trillado. Muy trillado y tan repleto de clichés que provoca náuseas. Y 91 Days es una recopilación de topicazos y referencias mal digeridas que me aburrieron muchísimo. He visto esto miles de veces. Con ciertos géneros se tendría que ser más exigente, sobre todo porque cuando se trabajan, acaba siempre lloviendo sobre mojado. Yo por lo menos intento serlo, a fin de no perder tanto el tiempo. Los demás pueden hacer con el suyo lo que quieran, por supuesto.

91days

Joker Game

ジョーカー・ゲーム

Más de lo mismo pero con un resultado no tan cansino. Joker Game fue la gran esperanza del anime para adultos tras la apoteosis de Shôwa Genroku Rakugo Shinjû. Y es que durante los primeros capítulos parecía que todo marchaba sobre ruedas… más o menos. Pero al alcanzar el ecuador de la serie, muchos ya se habían dado cuenta de que su formato estaba echando a perder su enorme potencial. Lo que podría haber sido una buena serie sobre espionaje y la II Guerra Mundial, se quedó en mera anécdota. No un mal producto, pero perfectamente olvidable. Con algún episodio más brillante que otro, aunque en general mediocre. Una lástima, la verdad. No me importó terminarla de ver, sin embargo no repetiría experiencia ni en broma.

jokergame.gif

Fukigen na Mononokean

不機嫌なモノノケ庵

¿Cómo decir NO a una serie sobre yôkai y el folclore japonés? Personalmente no podía resistirme a verla, aunque el aire general me repeliera un poco por too happy. Y sí, es un too happy anime, de preciosa animación, brillantes colores ácidos y protagonista bobalicón que esconde un misterioso y gran poder. Creo que no me suena de nada. Pero como resultaba tan ligera y agradable, la veía semanalmente con ganas. Hasta que me di cuenta de que el anime estaba finalizando… y no había ocurrido absolutamente nada de importancia. Fukigen na Mononokean era un bonito manojo de globos que se los llevaba el aire. ¡Adiós, adiós! Por mucho que hubiera yôkai supermonosos, siempre se esperaba algo de contenido. Y todo quedó en una simple presentación. Si tienen planeado hacer una segunda temporada, entonces cierro la boca. Si la cosa al final permanece así, Fukigen na Mononokean engrosará las filas de esa ingente cantidad de series que quedaron petrificadas en la flor de su existencia. Lloremos.

kawaii

That’s all, folks. Con vuestro permiso, voy a dormitar un rato. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

cortometrajes, marionetas, Tránsitos

Tránsito IX: Lacónicos maravillosos

Para este noveno Tránsito he querido fusionar dos secciones. La que nos concierne por época del año y la dedicada a cortometrajes, los Lacónicos. Así que he seleccionado 5 relacionados con lo maravilloso, el terror o lo sobrenatural. No los he meditado mucho, pero sí he procurado que fueran diferentes entre sí para aportar más variedad dentro de la temática. Los 5 me parecen curiosos, cada uno a su manera; y ofrecen una visión diacrónica bastante interesante de las múltiples facetas que posee la animación japonesa, sobre todo en la escena independiente.

okamoto

Es una lástima que no podamos acceder a material de Tadanari Okamoto (1932-1990) con la misma facilidad que tenemos con otros creadores. Okamoto-sensei siempre será uno de los máximos referentes en animación independiente; y siempre procuró no repetir ni técnicas ni motivos ni métodos. Con él cualquier cosa era posible. Por eso no he querido dejar pasar la oportunidad de incluirlo en esta lista, aunque el corto en sí solo tenga de sobrenatural el personaje del kitsune. Me da igual. Lo meto porque sí y porque me sale del coño. Además el que también fue gran amigo suyo, Kihachirô Kawamoto, tuvo su espacio en los Tránsitos del año pasado. Okamoto no podía ser menos.

Okon Jôruri o La balada mágica (1982) de Tadanari Okamoto es requetefeténdelosfetenes. Una historia sobre la soledad de la vejez y la enfermedad. Pero ante todo sobre el egoísmo humano. Okon es un kitsune que con sus jôruri es capaz de sanar. Un jôruri es una pieza musical que hace especial énfasis en la historia narrada más que en su música. Se interpreta con un shamisen, que es el que utiliza Okon bajo la atenta mirada de una anciana campesina, Itako, postrada en cama. Los dos se hacen amigos pero, como muy bien nos ha hecho notar a lo largo de los siglos el folclore japonés, yôkai y humanos no pueden mantener una relación saludable. Tristeza nâo tem fim, pivetes.

Okamoto utiliza sobre todo el stop-motion y el papel maché para desarrollar Okon Jôruri, pero también de forma imaginativa intercala animación tradicional. Asimismo incorpora abundantes elementos del kabuki, que brindan más profundidad dramática. Es un cuento triste y muy conmovedor, fijo que os hará derramar alguna lagrimita.

shinagawa

Los amantes del escritor Howard Phillips Lovecraft ya estamos habituados a que sus adaptaciones, sean en el medio que sean, resulten digamos que… un poquito estrafalarias. Eso siendo amable. Hay excepciones, claro, pero hasta donde yo sé, sus relatos no han tenido todavía una película, una animación, un corto o un tebeo dignos de su transcendencia. Otro tema es la capacidad que ha tenido la obra de este escritor para inspirar a otros artistas a lo largo de las décadas. Me encanta El joven Lovecraft, por ejemplo, pero las adaptaciones en sí suelen ser irregulares. ¿Es el caso de este El horror de Dunwich y otras historias (2007) de Ryo Shinagawa? Pues un poco sí… pero no. Japón funciona a una frecuencia bastante distinta de Occidente; y la influencia de Lovecraft se ha dejado notar de muy bizarras e interesantes formas. Ya solo por eso la obra de Shinagawa merece un vistacillo.

Se trata de una colección de 3 cortometrajes basados en los cuentos El grabado en la casa (1920), El horror de Dunwich (1928) y La ceremonia (1923). Utiliza un stop-motion de arte decadente, muy lovecraftiano he de decir, pero de ricos y desgarbados detalles. El primero tiene todavía una fuerte impronta de Edgar Allan Poe; el segundo es uno de los celebérrimos del ciclo clásico de los Mitos de Cthulhu; y el tercero rinde homenaje a Arthur Machen. Amo sobre todas las cosas a Machen, ¿lo había dicho alguna vez? Pues me repito: Arthur Machen es M-A-R-A-V-I-L-L-O-S-O. Volviendo al turrón, son tres adaptaciones bastante respetuosas con los originales. Les faltan, por supuesto, los millones de matices y pormenores de los relatos, pero son cortos decentes.

Shinagawa quiso otorgarles un compás lento, solemne; con planos muy estáticos donde el movimiento lo aportan la cámara o diversos elementos inanimados (la llama de una vela, el agua de la lluvia, el viento agitando cortinas, etc). Las marionetas permanecen inmóviles gran parte del tiempo, y sus expresiones varían bastante poco. Salvo en La ceremonia, los grises y tonos apagados son los predominantes; lo que unido a su ritmo pausado resulta perfecto para ambientar esos parajes fantasmagóricos de la Nueva Inglaterra de Lovecraft. Si no se conoce nada la obra del escritor, en mi opinión no son la tarjeta de presentación más adecuada. Sin embargo, para los fans seguro resultarán tres delicias entrañables.

tsuji

Kumo wo Miteitara o Mirando una nube (2005) de Naoyuki Tsuji es sin duda el corto más extraño de los 5. Forma parte de una trilogía que Tsuji-sensei dedicó a las nubes, 3tsu no Kumo, siendo el segundo de ellos. En el vídeo adjunto empieza a partir del minuto 3 y 40 segundos. Como la mayoría de la obra de este autor, el corto está realizado en carboncillo y es de ejecución muy simple. El argumento lo es más: un muchacho observa desde la ventana de su clase las nubes en el cielo, y aburrido decide dibujar una en su cuaderno. Lo que no espera es que su garabato cobre vida y salga del papel, invadiendo el mundo real, absorbiendo todo lo que le rodea. ¡Pánico en el colegio!

Mirando una nube encierra la esencia de las pesadillas. De ritmo lento pero inexorable, con una singularidad onírica, espectral, que Tsuji-sensei sabe marcar muy bien mediante borrones difuminados. El tiempo fluye como una enorme baba densa y sucia, arrastrando el pasado. Mención especial para la música de Makiko Takanashi, de una sencillez extrema también pero hipnótica. Me ha gustado mucho. No obstante me refiero a la que aparece en el DVD, en youtube no es la misma. De hecho la que tenéis aquí solo son efectos sonoros sin apenas melodía. Una lástima, porque ese bajo en obstinato y el lento arrastre de la púa contra las cuerdas otorgan un ambiente escalofriante. Muy logrado, sí señor.

akino

Se trata de un videoclip para el proyecto vocaloid Sasanomaly (Nekobolo es el capitán en realidad) del que no puedo decir nada bueno, así que mejor me callo. No me gusta su música, sin más. Y sí, me salto el OP de Natsume, como hago con el 99,9% de ellos, QUÉ PASA. La canción en sí cuenta de manera metafórica los problemas para expresar los sentimientos y emociones personales; también la ausencia de algunos, la confusión que provocan y la necesidad de aparentar. Nada nuevo bajo el sol de la hiper-reprimida (cada vez menos) sociedad japonesa. El vídeo se centra en la persecución amorosa de un hombre hacia una mujer, ambos se metamorfosean continuamente. Una para huir, otro para llegar hasta ella. El típico amor no correspondido desde la perspectiva masculina, la trampa de la vida que es el enamoramiento. ¿Qué sucederá al final? El clip también lo muestra, y su conclusión es pesimista y ambigua al mismo tiempo.

Lo que en realidad me entusiasma de The Synesthesia Ghost (2015) de Atsushi Makino es el concepto de mezclar distintas formas de animación e imagen en movimiento: taumatropos, cutouts, fenaquistiscopios, marionetas articuladas, flip books, animación con siluetas, libros pop-up, CGI, imagen real… Desde lo más antiguo hasta lo contemporáneo, pero guardando una estética vintage casi steampunk muy curiosa. Lo más importante del conjunto de la obra sin duda. Solo por eso merece la pena verlo, porque es precioso.

kataoka

Y cerramos, tal como hemos abierto estos Tránsitos, con una criatura del folclore japonés. Esta vez acudimos a nuestros traviesos amigos los tanuki, que tienen una habilidad similar a los kitsune: metamorfosearse (henge). Es el corto más antiguo de los recomendados y no por ello el menos atractivo. La década de los años 30 del s. XX suena muy, muy remota, ¿se hacía algo bueno entonces? Pues sí, amiguitos, se hacían muchas cosas buenas. Entre ellas este Shôjôji no Tanuki-bayashi Ban Danemon (1935) de Yoshitarô Kataoka.

El cortometraje ahonda sus raíces en la historia y fábulas clásicas japonesas para llevar a cabo su argumento. El protagonista es, nada más y nada menos, que el general samurái Ban Dan’emon (1567-1615); y se ve inmerso en uno de esos fenómenos sobrenaturales que tanto abundan en las noches de Japón: el tanuki-bayashi. ¿En qué consiste el tanuki-bayashi? Pues tendréis que ver el cortometraje para saberlo, aunque el argumento es harto humilde. Nuestro campeón y borrachín Ban Dan’emon acepta el reto de vencer al bakemono que mantiene encantado un castillo, pero solo porque esos 1000 ryô de la recompensa le vendrán de perlas para conseguir sake. Nada más entrar, el ambiente fantasmal es bastante patente, pero a Ban Dan’emon, que no es solo un fanfarrón, le resbala. Atrapada en una enorme tela de araña, se encuentra una insinuante damisela a la que rescatará, pero ella no es lo que parece…

Como es de prever, tiene mucho de Félix el gato  y todas esas creaciones tan estupendas de Max Fleischer. Eran los referentes inmediatos de Yoshitarô Kataoka, ineludibles. La caricaturización, el humor grueso, la fantasía desmedida, etc.; aunque técnicamente utiliza recursos bastante avanzados y llamativos para la época. Shôjôji no Tanuki-bayashi Ban Danemon es una pieza de museo merecedora de nuestra atención, pues tiene un par de ases en la manga que continúan sorprendiendo incluso ahora.

Espero que disfrutéis de estos pequeños tesoros. He preferido no alargarme mucho para no daros la chapa como de costumbre. A veces puedo ser breve, ¿eh? Si surge algún problema con la reproducción de los enlaces, avisadme en comentarios, por favor. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

cortometrajes, MUAHAHAHA

Otra de lacónicos

Aunque no os lo creáis, una de las entradas más leídas de esta bitácora, con bastante diferencia, es la que dediqué a cortometrajes: Los lacónicos. Flipante. Es curioso como posts en los que no puse demasiado tesón, han resultado ser los más visitados; y otros en los que utilicé más tiempo y recursos, han pasado casi desapercibidos. Grandes Misterios de la Humanidad.

Así que, aprovechando la ocasión de que el sábado pasado estuve de madrugada bizarra, buscando y viendo cosas extrañísimas, la entrada de hoy la dedicaré a varios cortos animados con los que me topé… y me gustaron. Tranquilos, no son marcianadas (bueno, algunos un poco), pero me apetecía darles presencia en el blog ya que, además, parece no desagrada la temática. La selección es random total, de hecho me fui encontrando con ellos de forma casual a lo largo de la noche. He seleccionado 7. ¿Por qué 7? Porque del montón que vi, 7 fueron los que más gracia me hicieron. Todos son actuales, casi podrían considerarse una pequeña embajada de lo que se está meneando ahora en Japón. O no. Aclaro que muchos de los creadores me son completamente desconocidos, así que es un placer compartir con vosotros estos descubrimientos. Here we go.

THE MOON THAT FELL INTO THE SEA

Akira Oda

(2013)

Lo que de verdad me ha llamado la atención de este corto, aparte de la preciosa animación, es la libre interpretación que existe de la historia que cuenta. Estoy segura de que cada persona que lo vea sacará conclusiones diferentes. Y eso que el argumento no es complicado ni mucho menos, es lineal y, como dice el título, narra las andanzas de la luna tras caer al mar. Allí se va encontrando con diferentes personajes marinos que la guían, despistan e incluso utilizan hasta la conclusión de su viaje. De ritmo pausado y misterioso, The moon that fell into the sea tiene vocación poética; y no está exento tampoco del consabido aire filosófico. Un cuento para niños que no los trata como si fueran subnormales profundos. A tener en cuenta.

MACKY AND EUCKY IN MIDNIGHT GALLERY

Rushio Moriyama

(2015)

Me ha encantado, qué maravilla, qué divertido, qué todo, joder. Admito que la estética vintage me llama la atención inmediatamente y mi predisposición suele ser buena, por lo que este Macky and Eucky in Midnight Gallery ya tenía una parte de la batalla ganada conmigo. Pero, ¡es que es realmente genial! Coge todo lo bueno de esas primigenias animaciones de Oswald the Lucky Rabbit, Mickey Mouse o Felix the Cat y les da un aire fresco y moderno, incluso incorporando elementos contemporáneos como móviles o… mejor no digo más. Estos supuestos anacronismos no resultan para nada molestos, su inserción es muy natural y juegan hasta un papel interesante en algunos de los gags. Es un corto que me ha sorprendido de principio a fin; siguiendo las pautas del cartoon clásico infantil, con su argumento sencillo, recursos caricaturescos y sentido del humor ingenuo, logra entretener a las mil maravillas. Y la música… estupenda la música… y ese final, ay. Sin duda es un cariñoso homenaje a todos esos pioneros de la animación de hace ya casi 100 años.

VIEW

TANNOKOJO

(2012)

Ni puta idea de quién es Tannokojo. Lo único que sé de él es que es de Nagasaki.¡Konnichiwa, chico del sur! Tampoco tengo claro si estoesto y esto están relacionados de alguna forma con View, pero algo se barrunta.

No es el corto más perfecto a nivel técnico ni mejor estructurado, pero su dinamismo me ha cautivado.  Especialmente a destacar el estilo abocetado, muy manga, del dibujo y el uso puntual del color. La música, sin ser especialmente original tampoco, es el contrapunto que termina de energizarlo todo, ¡muy bien! La lástima es que, a pesar del potencial mostrado, parece que el tal Tannokojo no ha movido más material desde hace 3 años… Si alguien sabe algo más del nota este, que lo deje en comentarios, gracias.

I CAN’T BREATHE

Sayaka Kihata

(2015)

Una bonita historia repleta de bonitas alegorías: la amistad inocente de dos niños. Aunque el abanico de sentimientos que representa es bastante variado y su expresión muy sutil. La animación con arena siempre transmite cierta ensoñación y delicadeza que, en este caso, junto a ese flujo de música envolvente, otorgan una sensación de ligera melancolía. Me ha gustado mucho su serenidad, que ha sido capaz de plasmar el entramado psicológico humano con sencillez cuando se enfrenta a circunstancias serias.

FRAGMENTS OF JOURNEY

Yuki Hayashi

(2014)

No soy fan de Moskitoo, tengo que ser honesta. Me parece una siesta de esas pesadas de la que te levantas luego con la cabeza como un bombo. Pero el vídeo de este tema, Fragments of Journey, es, literalmente, deslumbrante; más bien considero que lo que sobresale con diferencia es el corto, y la canción es solo su banda sonora. Y no es que cuente algo muy preciso en particular; es todo como muy etéreo y dirigido más a provocar sensaciones que ideas. La animación es original, a veces parece purpurina o gotas de agua, otras un cuadro de Seurat. Quizá algo estática, pero es que la melodía y ambiente lo exigen; y en conjunto resulta un corto luminoso y tranquilo. Soy malvada, qué le voy a hacer, por eso en algunos momentos me daba la impresión de estar viendo un anuncio de compresas... pero solo han sido unos segundos, nada serio.

SMALL PEOPLE WITH HATS

Sarina Nihei

(2014)

Este corto es una de las cosas más retorcidas e irritantes que he visto en mucho tiempo. MOLA. Lo relacioné directamente con Yôji Kuri por la acidez que segrega, René Laloux por la irreverencia y Švankmajer por esa atmósfera mecánica y silenciosa. Small People with hats es una pequeña abominación cruel, ejecutada con simplicidad pero a rebosar de sadismo y mordacidad. La primera vez pensé: ¿qué mierdas acabo de ver? Tuve que ponérmelo un par de tandas más, estaba claro que no era un mero corto arty incoherente. Y, efectivamente, todo tiene su sentido y significado. Que aproveche.

END OF THE WORLD

Osamu Kobayashi

(2004)

Al director de este fenómeno de corto sí que lo conozco, sobre todo por Beck, Kemonozume y Paradise Kiss. En poco menos de diez minutos pega un repaso de los majos a la ciencia ficción, el punk, el cómic occidental y un montón de cosas más. Pero este corto en realidad forma parte de un grupo de 5 que Studio 4º C realizó para una recopilación llamada Sweat PunchY anda que no se nota que están ellos detrás. De esos 5, me quedé con este.

End of the world  es un batiburrillo algo confuso, pero muy divertido, donde se olisquea a Taiyô Matsumoto, Tank Girl (algún día escribiré sobre ese tebeo… ay) o el Mojo World de Marvel. Por ejemplo. Comprimido en tan poco tiempo, el resultado es bastante viva la virgen; y no creo que merezca la pena que explique algo de la sinopsis. Este corto se ve y punto. Lo normal es que no guste, aviso.

Eso ha sido todo por hoy, he preferido no liarme más. A veces me parece que escribo demasiado para lo que trato de explicar en realidad; y que sin necesidad de ser tan rebuscada, podría expresar las ideas de manera más eficaz. Vamos, que soy una rollera. Así que voy a procurar simplificar a partir de ahora. Si el maldito cerebro me lo permite, claro.

Espero que disfrutéis de los cortos. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

animación occidental

Subversión y la televisión líquida: Æon Flux

Afirma un antiquísimo mito que, hace millones de eones, la MTV retransmitía música. Y no solo eso, programas especializados en géneros determinados, conciertos completos, entrevistas con artistas y… lo más increíble de todo: dibujos animados. Pero no unos dibujos animados cualquiera, no, ¡dirigidos a adultos! Alucinante, ¿verdad?  Pues sí.

Uno de esos programas donde ponían garabatos en movimiento, se llamaba Liquid Television (1991-1995) y tenía la osadía de centrarse en obras de artistas independientes, informar sobre festivales de animación y televisar series como Beavies & Butt-Head o la que hoy nos compete: Æon Flux. Oh, wait. ¿Pero este blog no es sobre manga, anime y otros entes japoneses? Æon Flux es norteamericana y su creador, Peter Chung, coreano. Efectivamente, todo eso es cierto. Pero he considerado oportuno hacer una reseña sobre esta serie por los siguientes muy sensatos motivos:

  • La influencia de la animación japonesa en Æon Flux es brutal, de hecho está concebida casi como un seinen.
  • Es un pequeño hito en Occidente a tener en cuenta al tratarse de una serie dirigida al público adulto por completo. Algo bastante insólito en su época, ya que todavía se estaba batallando con el prejuicio de que la animación era solo para niños.
  • Es mi blog y escribo de lo que me da la gana.

Æon Flux no es, ni muchísimo menos, la primera animación occidental que se hizo para seres humanos ya plenamente desarrollados. No os llevéis esa impresión. Eso sería minusvalorar a mucha gente importante como Servais (¡¡lo amo!!), Topor o Bakshi entre otros. Pero siendo ese tipo de producto escaso en comparación por esta zona del planeta, sí supuso por parte de MTV una jugada audaz. Eran otros tiempos, desde luego, la Music Television actual produce arcadas.

Así que henos aquí, en 1989, cuando al británico Japhet Asher se le ocurrió que ya era hora de producir un espacio televisivo donde los animadores y demás creativos hicieran un poco lo que les saliera de los genitales. Y en el seno de la MTV brotó este cajón de sastre donde tuvieron cabida multitud de formatos y estilos, heterogéneo a tope. Liquid Television fue una anomalía maravillosa, que con solo media hora y a una velocidad incontenible, se atrevió a acercar al público general experimentos y demás bizarrías animadas.

Liquid Television tuvo una primera encarnación con tres temporadas y luego una segunda vía web el pasado año 2014, pero que solo duró 5 episodios. Aunque es en esta primera etapa de los 90’s donde encontramos una de sus series más emblemáticas: nuestra protagonista Æon Flux.

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Æon Flux no es para todos los públicos. Sé perfectamente que digo esto mucho en el blog, lo que me hace cavilar un poco sobre mi criterio a la hora de seleccionar contenidos. ¿Demasiadas marcianadas? ¿Debería moderarme? ¿A estas alturas de mi vida (dios míooooo) me he convertido en una hipster de mierda? Bueno, da igual, a lo que iba: esta serie tiene contenido explícito violento y sexual. EXPLÍCITO. MUY. Luego ya el arte y su dirección general continúan siendo, en el s. XXI, nada convencionales. También advierto que Æon Flux ha provocado reacciones viscerales en muchos de los que la han visto. Despierta amores y odios profundos; en mi caso no ha sido ni una cosa ni otra, pero comprendo perfectamente que para algunas personas sea así.

¿Y de qué va todo este embolao (porque lo es)? Por la misma naturaleza de la serie, resulta algo complicado hablar de un argumento consecutivo, pero sí se puede ofrecer una mínima guía. Æon Flux es ciencia-ficción distópica, y nos traslada a una realidad surrealista, altamente tecnológica, fluida como el mercurio y violenta. Brega y Monica, países con modelos de Estado opuestos, se encuentran sumidos en una agresiva guerra fría. Brega es una especie de dictadura capitalista con las deficiencias que eso conlleva y Monica una nación anarquista. Los personajes principales son el líder supremo de Brega, Trevor Goodchild, y una espía de Monica, Æon Flux. Ella no es una anti-heroína, es simplemente ella; carente de moral y disciplinada. Él es un controlador nato, perverso aunque de intenciones sorprendentemente puras. Ninguno de ellos es villano, tampoco bueno.

Aunque la serie se centra más en Æon, todo gira en torno a esta pareja. Su relación de amor/sexo/odio, en la que intentan someterse, matarse y seducirse implacablemente, es vital. Las distintas misiones en las que se ve involucrada son el arranque inicial de la obra, y a través de ellas van sucediéndose los acontecimientos. Hay humor raro, guarrerías varias y sadomasoquismo; mucha acción y conceptos que difícilmente se esperaría encontrar en un entorno sci-fi.

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Esta serie no fue planteada para que se prolongara en parrilla demasiado, de hecho los primeros seis capítulos, todos de 2 minutos, son totalmente inconexos. Aunque fueron luego agrupados y presentados como episodio piloto en las recopilaciones. La considerada segunda temporada, con una duración de 5 minutos por capítulo, sigue las mismas pautas y muestra a la protagonista principal muriendo en cada uno de ellos de forma bastante mongólica. Mongólica, pero si uno lo piensa bien, muy probable. Son casi todas muertes fortuitas y los accidentes en la vida suelen ser, en esencia, estúpidos. Esta primera fase de Æon Flux, que iría desde el episodio piloto emitido en 1991 y la segunda temporada de 1992, es quizá la más desconcertante. Y sin diálogos. No hay un hilo conductor, son pequeñas historias autoconclusivas orientadas formalmente a la acción. Pero no puede ser más engañoso.

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Si osáis shippear a la parejita protagonista, SUFRIRÉIS

Tras el fuerte impactó que produjo y ya Liquid Television fuera de emisión, Æon Flux continuó en solitario una tercera y última temporada de 10 capítulos en 1995. Esta vez con una duración de 20 minutos cada uno y… ¡la aparición de diálogos! Todo lo que había quedado esbozado en la primera y segunda, adquiere mayor hondura y complejidad en la tercera. Peter Chung pisó a fondo y nos mostró también las facetas más personales de los protagonistas, sorprendiendo con la intensidad de sus sentimientos y reacciones frente a ellos. Los enormes dilemas morales obligan al espectador a replantearse muchas cosas, las aristas son flagrantes; pero ya sabíamos desde el principio que no estábamos frente a una obra común. Los argumentos siguen siendo impredecibles tanto en desarrollo como desenlaces.

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Si no se presta atención, solo se percibe un continuum de ensaladas de hostias, tiros, acrobacias y centellas de sexualidad chocante. No hay nada peor que repantingarse para verÆon Flux, esperando encontrar un producto tradicional que lo dé todo mascado. Las claves están ahí, pero requieren un poco de esfuerzo.

Peter Chung, que ya tenía experiencia previa trabajando en Hanna-Barbera o Disney, con Æon Flux se nota que simplemente tenía ganas de experimentar, sin ceñirse a unas reglas o patrón comercial. Pero no solo a nivel argumental, sino estructural y artístico. Los planos que utiliza son en ocasiones sorprendentes, así como la dinámica general de la animación. El dibujo es único, una mezcla genial de anime japonés e influencia europea. Europea, sí. Lo primero que viene a la mente es el estilo de Egon Schiele (1890-1918), tanto en la obscenidad que a veces exhibe como en ese manierismo de los personajes que retuerce sus cuerpos y expresiones. Si Schiele os repele, ni os acerquéis a Æon Flux, porque os parecerá el horror.

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«Hombre desnudo con toalla roja» (1914) de Egon Schiele

Por supuesto, la huella del cómic europeo a través de Moebius, en concreto su trabajo en la mítica Métal Hurlant, es también muy evidente. O la de mi amada Elektra Asesina de Miller, pero acudiendo a América esta vez. Así que tenemos un engendrillo amoroso que no es ni del todo occidental ni del todo japonés, con múltiples influencias amasadas vigorosamente y todo ello presentado con el único objetivo de hacer explotar la cabeza. Para mí, perfecto.

El influjo de Æon Flux ha sido potente, se atisba en los lugares más insospechados porque fascinó a muchos creadores de anime y recogieron muchas de sus ideas para incorporarlas a sus propias obras. Desde algo aparentemente inofensivo como la saga de Slayers de Hajime Kanzaka hasta trabajos más serios y reflexivos como Ghost in the shell. Pero claro, esta serie es un millón de veces más extraña.

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No se le pueden pedir peras al olmo, como tampoco se le puede pedir a Æon Flux la configuración de una serie comercial. A pesar de su éxito y enorme proyección, todavía se encuentra a parsecs del presente. Se adelantó a su momento y continúa siendo una visionaria que no es del todo comprendida. Una prueba de ello es ese colosal excremento que fue (y es) la adaptación cinematográfica del 2005 con Charlize Theron a la cabeza. No entendieron NADA y la cagada, lógicamente, fue nivel manada de triceratops. Lo más higiénico sería reunir todas las copias de la película existentes en el planeta y enterrarlas muy profundo en un cementerio nuclear de Nuevo México. No os acerquéis a esa cosa porque de Æon Flux solo tiene el nombre.

¿La recomiendo? Sí y no. Depende de la tolerancia de cada uno hacia ciertas temáticas (porque se ve DE TODO) y, por supuesto, las ganas personales de contemplar algo raro de cojones. ¿Me gusta? Sí.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

anime, largometraje, literatura

El tren nocturno de la Vía Láctea

Si algo bueno (¡milagro!) le encuentro al verano, son las noches. Concretamente las noches de agosto. Me gusta mucho mirar las estrellas y, para ello, tengo un cutre-telescopio desmontable que me suelo llevar a cuestas en la mochila allá donde proceda. El otro día estuve observando las Perseidas muy a gusto con un par de bocatas de tortilla… hasta que se echó a llover. Me cayó una tormenta encima de las guapas, pero mereció la pena. Y claro, entre cruce y cruce de cables, se me ocurrió hacer esta entrada. Son los días adecuados además. Hoy voy a escribir sobre la estupenda película Ginga Tetsudô no Yoru (1985).

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Ginga Tetsudô no Yoru ha tenido más encarnaciones, tanto en mangas como en otra película de factura más reciente, ya que está basada en la obra literaria del mismo nombre, que en castellano se ha traducido como El tren nocturno de la Vía Láctea (1927). Es una novela muy famosa y querida en Japón, escrita por el también celebérrimo Kenji Miyazawa (1896-1933). Seguro que habéis oído hablar de ella o directamente leído.

¿Por qué digo que son los días adecuados? Muy fácil: esta historia tiene lugar durante el festival Tanabata. Tanabata se suele celebrar durante el verano, las fechas oscilan entre el mes de julio y el de agosto; este 2015, tal como informa san Google, es el 20 de agosto concretamente. Pero también depende de la región, por supuesto. La Fiesta de las Estrellas o Tanabata, hace alusión a una bella leyenda de origen chino que cuenta cómo, solo una vez al año, una pareja de amantes, la princesa hilandera Orihime y el pastor Hikoboshi (Vega y Altair respectivamente) pueden reunirse atravesando la Vía Láctea, que durante el resto del año los separa. Esta festividad a veces suele coincidir con el O-Bon (que recién acabamos de dejar atrás, por cierto) dedicado a los antepasados y que comparte algunas costumbres similares, como la de echar a los ríos o al mar farolillos o deseos escritos atados en ramas de bambú. Pero no son la misma fiesta. En este libro Miyazawa aunó ambas festividades, ya que así servía mejor a sus propósitos.

«Tanabata» de Okumura Masanobu (circa 1740)

Kenji Miyazawa creo que es uno de los escritores que con más fuerza han influido en la cultura popular japonesa. Y también fuera de las islas niponas. Me viene ahora a la cabeza, por ejemplo, recordando este tag de Magrat en el que nombró Momo (1973) como una de sus recomendaciones literarias, a Michael Ende, su autor. Este alemán era un japonófilo empedernido, le encantaba Lafcadio Hearn (del que podéis leer algo en esta entrada antigua) y, por supuesto, Miyazawa. De hecho la influencia de Miyazawa-sensei es rotunda, sobre todo en su visión de la literatura ¿infantil? y esa forma de mezclar fantasía y realidad con cierta melancolía tan peculiar. No en vano, Ende estuvo trabajando con la que más adelante sería su segunda esposa, Mariko Sato, en la traducción de varios cuentos de Miyazawa. Conocía y amaba su obra. Pero donde mejor podemos reconocer el espíritu de este creador japonés es en Ghibli. Está por todos lados, Mi vecino Totoro, Pompoko, El viaje de Chihiro… qué sé yo. No es casual que Isao Takahata, antes de Ghibli, dirigiera y escribiera como proyecto personal Gôshu, el violoncelista (1982), una adaptación de un cuento corto de Miyazawa. Y ya en 2006 Ghibli produjo La Noche de Taneyamagahara, otro relato de él. Tanto Miyazaki como Takahata son sus admiradores declarados, y eso tenía que notarse.

Pero vamos, que a este autor se le encuentra desde en el reciente Punch Line, en clásicos como Ginga Tetsudô 999 hasta en descomunales (e imprescindibles) marcianadas como Mawaru Penguindrum. La verdad es que, pensándolo bien, Ikuhara le dio un repaso fino a El Tren de la Vía Láctea. Aunque eso ya sería tema para otra entrada. Miyazawa es un poeta y escritor muy querido en Japón, no tuvo mucha fama en vida (además falleció joven), pero su reconocimiento posterior fue gigantesco. No solo por artistas, sino por millones de lectores que desde la infancia leyeron sus obras. Por eso su influencia, en muy diferentes disciplinas, es más que patente. Las adaptaciones que se han hecho de sus cuentos y poemas son abundantes, pero tampoco voy a alargarme mucho con este asunto. Creo recordar que el gran Marc Bernabé hizo un pequeño ensayo al respecto que se incluyó en la edición de Satori de La vida de Budori Guskô (2013) para los que estéis interesados (deberíais).

Aquí os dejo un corto basado en uno de sus cuentos, El mesón de muchos pedidos, que me parece GENIAL. Si tenéis un poco de tiempo, merece la pena lo veáis.

Ginga Tetsudô no Yoru quizás suene más por su versión moderna (de la que no voy a escribir, esta entrada ya está comenzando a adquirir unas dimensiones respetables y no era mi intención). También es probable que los que hayáis visto Guskô Budori no Genki (2012) conozcáis de sobra esta versión de 1985. El director, Gisaburô Sugii, es el mismo y no tuvo contemplaciones a la hora de proseguir con unos protagonistas felinos casi idénticos. Porque esa es una de las primeras cosas que llaman la atención de esta película: los personajes principales son gatos. Yo encantada de la vida, nunca hay demasiados gatos. NUNCA.

Giovanni y Campanella
Campanella y Giovanni

El argumento es idéntico al de la obra literaria, y nos traslada al Japón rural; el mismo del que procedía Miyazawa, en el que tanto afán puso (era ingeniero agrónomo) y que tanto amaba también. Ahí, en un pueblecito, residen Campanella y Giovanni. Grandes amigos desde la infancia, pero ahora distanciados. Giovanni lo echa de menos, pero sus circunstancias personales no le permiten mucho tiempo libre. Su madre está postrada en cama, enferma; y su padre, desaparecido y con fama rara entre sus vecinos. A causa de ello, su hermana y él tienen que ganarse la vida para poder alimentarse. Él aún confía en el regreso de su padre, y trabaja en una imprenta por un sueldo miserable, lleno de esperanza. Sus compañeros en el colegio se burlan de él debido a su ingenuidad, el profesor observa cómo su rendimiento académico va decayendo y en el trabajo también es objetivo de comentarios crueles. La noche de Tanabata, observa a toda la gente del pueblo reuniéndose para acudir al río y disfrutar de la celebración. Giovanni, en un primer impulso, desea unirse a ellos y, sobre todo, estar con Campanella; pero la inseguridad y la sensación de saberse un marginado, lo ahuyentan. Así, decide dirigirse a La Columna de los Deseos, situada en una colina fuera de la aldea, para ver las estrellas. Y ahí empieza el viaje.

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Todo tiene su sentido en esta obra y, por supuesto, posee diferentes niveles de lectura. El simbolismo es riquísimo y las figuras alegóricas, continuas. Un niño disfruta de la historia, pero un adulto, con los conocimientos necesarios y cierta madurez, puede profundizar muchísimo más. Miyazawa hizo una miscelánea coherente de ciencia, elementos cristianos y budismo; todos ellos se combinan para crear un universo fantástico y delicadamente poético. La aventura comienza en sí en la Estación de la Vía Láctea, representada como un río a lo largo del cual, el tren recorrerá, desde la Cruz del Norte (constelación del Cisne) hasta la Cruz del Sur, un paisaje surrealista surcado de agudas metáforas. Esta Vía Láctea como curso fluvial, no es mas que el río Sanzu, que los difuntos en la tradición budista deben cruzar. También hay concesiones históricas, como una alusión implícita al desastre del Titanic que deparará momentos y conclusiones interesantes… pero no debo añadir más.

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Es una película tranquila, dejando su conveniente espacio a los silencios. Posee un aura de misticismo tenue pero que lo envuelve todo de misterio y calma; además se toma su tiempo para interpretar y describir lo que va sucediendo en el relato. Porque es conveniente leerlo antes, eso también debo aclararlo. La razón no es que sea imposible entender el film sin hacerlo; es que está dirigida a un público que ya conoce la obra. Todos los matices y guiños, que tan sutilmente están expresados, si no se ha leído antes, se pueden perder. Y sería una lástima.

Hay bonitos detalles que hablan del cariño y respeto que existe en esta película hacia Miyazawa, como el incluir toda escritura, tanto en el colegio, la imprenta, nombres de comercios, etcétera en esperanto. En esta lengua el autor tenía puestas muchas ilusiones y era su fervoroso defensor. El film se permite algunas licencias, pero en general es bastante fiel al cuento original. Capta muy bien esa inocencia y desdicha que emana de él, también ese amor por la naturaleza de la que Miyazawa se rodeó en vida. El drama está plasmado con suavidad, no hay afectación de ningún tipo, sino una gran dulzura contenida. Pero eso sí: es una historia triste. Elegantemente triste.

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La animación en la película es muy sencilla y propia de la época, pero no por ello un cagarro. Los colores, las texturas, recuerdan al mundo infantil; con trazos gruesos pero bien definidos. Esa «tosquedad» (que no es tal) naïf, brinda un encanto muy adecuado a la historia, y no deja de ser hermosa y profundamente espiritual. Acorde con la atmósfera, no esperéis mucho dinamismo; Ginga Tetsudô no Yoru desgrana de manera pausada una colección de instantes, casi como fotografías, que prefieren ahondar en la intensidad filosófica y emocional más que en la acción. Los cagaprisas tendrán que beberse una tila.

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En definitiva, es una película que nos habla de la amistad, de la búsqueda de la felicidad, la soledad, el egoísmo, la crueldad humana y el miedo a la pérdida. Miyazawa la escribió con su hermana desaparecida en mente, y el dolor que sentía lo expresó de una manera bellísima y, además, valiosa para la posteridad… aunque esa no fuera su intención. La recomiendo sin dudar. No es un obra convencional, claro, pero que eso no os pare los pies.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

anime

¡Vete, verano, vete!

«Danza rural durante el O-Bon» de Shôtei (1936)

Hola, verano. Eres asqueroso. Quiero que acabes. Venga, dilo conmigo: aaadiióóóós. Bah, qué flojo, un poco más fuerte: AAAADIIIÓÓÓÓS. Nada. No hay manera. Debo seguir aguantándote unas semanas más.

El Caballero Estío me convierte en una especie de endriago, diabólico y muy difícil de gobernar. Entre la ira y la melancolía, basculo en una bipolaridad intolerable hasta para mí misma. Me gustaría permanecer en hibernación hasta octubre (es mi mes favorito). Lógicamente, no es posible. Tengo los anime de temporada para consolarme una miqueta. Algo es algo.

He comenzado con ellos bastante tarde y con algunos llevo una semana de retraso. Advierto que he sido más crítica de lo habitual. Cuando una no está de humor, no está de humor. Así que, no offence. Que este blog no es la Biblia ni mucho menos.

lagrimaslluvia

Y mejor que sea así. Estas son las series que, hablando sin tanta alusión philipdickianapiratesca, he mandado a cavar zanjas a Eritrea. Os mola el dibujito, ¿eh? Es un horror, lo sé, pero a veces me gusta hacer el imbécil con el paint.

AKAGAMI NO SHIRAYUKIHIME

赤髪の白雪姫

Este anime es mongolo, sin más. Abordé la temporada estival con esta serie, deduciendo que sería un aperitivo ligero que me estimularía a proseguir con el resto… y consiguió el efecto contrario. Mala elección hice. La fantasía, el folclore y las aventuras siempre son bienvenidos en mi ordenador; tontorrona de mí, pensé que sería un anime sin mucha sustancia pero que depararía alguna que otra sorpresa agradable. Pero no. Akagami no Shirayukihime es un muermo de los gordos. Coge los elementos propios de los cuentos de hadas infantiles y los convierte en una pastelada incomestible. Que sí, ahí está esa ingenuidad tan propia de ellos… pero coño, no trates al espectador como si fuera subnormal. Situaciones inverosímiles, conflictos que se resuelven de manera ridícula, personajes que caen del cielo porque sí… Y todo muy bonito y todo el mundo muy bueno y (casi) todos los machos encandilados con la heroína. No puedo decir que la moza sea del tipo lerdo porque no lo es; pero casi todo en este anime está llevado de una forma tan sumamente cursi y empalagosa, que se me hace completamente indigesta. No me aporta nada y está plagado de clichés. Me recuerda un poco, aunque argumentalmente no tengan mucho que ver, a otra serie del año pasado: Soredemo Sekai wa Utsukushii. Tienen esa melosidad pastosa de un caramelo toffee blandurrio, que cuesta horrores masticar y se te queda pegado en los dientes. Cierto es que solo he visto cuatro capítulos (después del primero se me quitaron las ganas, pero debía hacer la reseña apropiadamente); y a lo mejor el temita se anima un poco no haciéndose tan vacuo como hasta ahora. Pero lo siento, sobredosis de azúcar las justas. Esta especie de blancanieves con pelo rojo y sus trabajos de herboristería no son para mí.

shirayukihime

SHIMONETA

下ネタという概念が存在しない退屈な世界

Esta es una de tantas series que no entiendo por qué empiezo a ver. He logrado tragar dos episodios… y medio. No dudo de que a mucha gente este anime le esté gustando ya que es dinámico, ameno y a los personajes se les ve pinta de que vayan a estar bien enfocados (sobre todo porque son arquetipos bien reconocibles). Es una serie dirigida al público joven masculino japonés; es muy específica y se nota. Con esto quiero decir que, ese grado de represión sexual en el Japón distópico de esta obra, que supera con creces a la sociedad victoriana inglesa del s. XIX, solo puede asimilarlo para lograr una suspensión de la incredulidad adecuada, un sujeto adolescente que todavía no tenga mucha idea del tema y/o viva en un entorno conservador. Por otro lado, no puedo evitar percatarme de que este anime es un reflejo de la propia sociedad nipona, donde las relaciones personales suelen ser extremadamente pudorosas y cerradas. De ahí que el objetivo de la ¿villana? ¿heroína? de la serie, sea conseguir una libertad plena en la comunicación y expresión de la sexualidad. Pero de una sexualidad donde la mujer es un objeto, he de decir. Es curioso que todos los esfuerzos que realiza la moza, se centran en estimular la curiosidad del hombre: a través de típicas revistas porno masculinas o diluvios de fotografías eróticas donde solo aparecen chicas ligeras de ropa. Parece que la mitad de la población de ese Japón hipotético deba conformarse únicamente con eso. ¡Café para todos! Se trataría de una revolución sexual sesgada y aparente. No es casual tampoco que la única muchacha en la obra (aparte de la protagonista), que siente un afán sincero por conocer todo lo relativo al sexo, sea tratada como una demente a la que encima no se le brinda ni pizca de información. ¿Me sorprende todo esto? Pues no. En realidad Japón es así, por lo que es natural que se plasme de esta forma, como igualmente se hace en otros tantos miles de anime ecchi. Así que, a pesar de que contiene elementos interesantes, Shimoneta me ha provocado gigantescos bostezos con lagrimones incluidos. Más de lo mismo.

Efectivamente, LLEVA UNA BRAGA EN LA CARA
Efectivamente, LLEVA UNAS BRAGAS EN LA CARA
nifunifa
Sé que no llevan tilde, pero en el dibujito queda mejor así

CHARLOTTE

シャーロット

Partiendo de unos planteamientos bastante prometedores, Charlotte por el momento pincha y se queda como una pelota de baloncesto fofa. El desarrollo de las premisas es completamente infantil  y superficial, de una simplicidad casi ridícula; y los capítulos me acaban aburriendo un poquillo. La base del equipo principal, que recuerda lejanamente al de Suzumiya Haruhi no Yûutsu, dedicado a la reclutación de adolescentes con poderes especiales para «salvarlos» de los «malvados» científicos, tiene su gracia por ese regustillo comiquero. Las historias, hasta ahora de corte autoconclusivo (he visto hasta el episodio cinco), se despeñan más que fluir… pero. Pero. ¡Que no hemos alcanzado ni la mitad del anime, amiguitos! Aunque la presentación general de la serie me haya convencido poco, el trasfondo y varias tramas secundarias propuestas continúan ahí, no están para nada descartadas. Y son tentadoras. ¿Desarrollará la insoportable hermanita del protagonista algún tipo de poder? Es lo lógico, y espero que sea una habilidad bien chunga. Por darle algo de vidilla al tema, que de momento los poderes mostrados no han supuesto grandes problemas, todo muy inofensivo. ¿Quién es ese familiar misterioso (¿hermano mayor? ¿padre? ¿tío?) que aparece en la cabeza de Otosaka? ¿Por qué no es recordado convenientemente? ¿Tiene poderes también? ¿O es un «malvado» científico? Lo que en realidad deseo es que sepan jugar esas manos con inteligencia y que la serie adquiera, de una vez, una tonalidad más oscura. Lágrimas y crueldades a raudales, por favor. Charlotte lo está pidiendo a gritos.

Meganes del mundo, venid a mí
Meganes del mundo, venid a mí

Por cierto: AMO al tipo bizarro ese chorreante al que no se le ve la cara tras su increíble melenón. Quiero más personajes así. El megane también me gusta salvo cuando está en modo fanboy, entonces es un pesao.

ROKKA NO YÛSHA

六花の勇者

Rokka no Yûsha es el anime épico que está cubriendo mis necesidades actualmente del género. Mucho mejor que Arslan Senki. Pero tiene defectos… como todo en el mundo. Solo para empezar, la animación es mierder, PERO MUY MIERDER, SEÑORES. El CGI quema las retinas. Y ESAS TETAS, WTF??!! ¿Por qué esas tetas? ¿A qué viene diseñar una princesa guerrera como una Playboy Bunny? ¿Y la peliblanca? ¿Qué significa esa horrorosa flor de la cabeza? ¿Es carnívora? Si tiene algo que ver con la Santa de la Flor, podrían haberle dado un aspecto menos propio de las carreras de Ascot. ¿Y el grandullón? ¿Por qué se parece a la Dama de Elche?

Bueno, ya vale de chorradas por mi parte. Pero sí, los diseños de algunos personajes me parecen bastante esperpénticos. Aunque la ambientación, una combinación de civilizaciones mesoamericanas, me gusta mucho. Desde luego, no es Shingeki no Bahamut, pero tiene un ritmo muy bueno y sabe mantener la intriga al estilo Agatha Christie con perspicacia. No he leído ni las novelas ligeras ni el manga, así que ignoro si están haciendo alguna barrabasada; solo puedo decir que la historia me agrada y retiene con agilidad mi atención. Lástima esa animación tan desastrosa, a ratos dan ganas de apagar directamente el ordenador.

rokka

ñam

KURAYAMI SANTA

暗闇三太

Me hago cargo perfectamente de que esta serie la seguiremos en total tres y el de la guitarra. Pero es realmente especial, una rara avis que disfruto bastante a pesar de su sencillez formal. Santa, un servidor del rey Enma del Infierno, es enviado a la tierra para tratar de mantener el equilibrio entre el mundo espiritual y el humano. El Inframundo está empezando a tener un problema de superpoblación a causa de la creciente maldad de los vivos. Santa, como criatura infernal que es, no entiende de ética o moral. Él está destinado a cumplir su misión, que es contrapesar, nivelar. Nada más. Y a ella se ajusta con fría precisión; Dark Santa y su martillo son implacables. Su actitud, en escasos tres minutos, obliga a la reflexión con acciones singulares y breves moralejas de una ironía cruel. La estética, inspirada en la cuna del anime (Tetsujin 28-gô, Astroboy) unida a fragmentos de imagen real de mediados de la era Shôwa, otorgan una atmósfera inquietante, casi apocalíptica, muy atractiva.

En sí es una serie muy simple, tanto a nivel argumental como de animación; pero es un caramelito para todo aquel que disfrute con lo tenebroso y quiera saber algo más sobre la época en la que se produjo el «Milagro japonés». De momento, sus «aventuras» tienen todas lugar al sur, en Kyûshû; y sabemos de dos criaturas más que, como Santa, ejercen la labor de enviar almas al infierno con sensatez (¡ejem!). ¿Las malas noticias? Solo hay cuatro episodios disponibles y las actualizaciones son leeeentas. Es de esperar dado que no es el anime más comercial del mundo. Pero merece MUCHO la pena.

santa2

GANGSTA

ギャングスタ

Es mi anime preferido de la temporada. Hasta el OP me gusta (bueno, la música NI HABLAR), con esas influencias del cómic occidental tan pop art que puede recordar al de Cowboy BebopNo es una serie tan espectacular como Kekkai Sensen (mi favorita de la temporada pasada A PESAR DE LOS PESARES), pero las comparaciones son odiosas, teniendo en cuenta además que tocan palos distintos. Encuentro lógica esa mayor austeridad y contención en Gangsta, ya que se mueve por los bajos fondos urbanos. Es sórdido, es noir; la glorificación de la violencia es constante. Las referencias inevitables van desde el Sin City de Miller hasta Black Lagoon. El nombre de la ciudad es muy elocuente: Ergastulum. Para el que no lo sepa, las ergástulas eran un tipo de cárcel subterránea bastante cruel, donde iban a parar los esclavos rebeldes o prisioneros de guerra en la Antigua Roma. Son gentes de malvivir, mafiosos y marginados los que habitan Ergastulum, en definitiva. La animación me ha sorprendido gratamente, sobre todo por el aire vintage, muy noventoso; así como la caracterización totalmente individual de cada personaje. Se agradece ese tipo de detalles en las series de tipo coral, gran trabajo. Porque, aparte de una buena historia y sus pertinentes ramificaciones, el elenco que conforma la obra es fenomenal. Ni uno tiene desperdicio, hasta los personajes más insignificantes están perfilados con cuidado.

El desarrollo de la serie, hasta el episodio 5 que he visto, es apropiado y natural: a través de los ojos de Álex, que desconoce casi todo lo concerniente a Ergastulum; con los flashbacks oportunos que nos descubren el contexto pasado y las vidas de Nick y Worick. La información se raciona a conciencia para mantener la intriga con lo que, progresivamente, la perspectiva del espectador se amplía para hacerlo testigo de una realidad compleja, brutal. Intuyo que todavía no sabemos ni la mitad, y espero que esté a la altura de mis expectativas, que son MUY altas.

Por supuesto, me encanta el gatito negro. Miaow!

gangsta

Prosigo con Ore Monogatari!!, Arslan Senki, Kyôkai no Rinne y Durarara! x2 Ten, aunque no las comentaré a no ser que observe algo que merezca mención. No estoy viendo más series porque ninguna, aparte de las referidas, me atraía en exceso. Quería evitar un poco también los entornos escolares (es difícil) y huir de lolis lo máximo. Seguramente estén emitiendo alguna más que pueda gustarme, pero con ocho he cubierto el cupo. Tengo muchísimas ganas, pero ya en formato película, de ver Bakemono no Ko, que se estrenó en julio. No sé cuándo podrá caer en mis manos, pero la espero con ansias.

bakemononoko

Debo añadir que tenía esta entrada programada y se me olvidó por completo, ya que tenía previsto finalizarla a tiempo. JAJA. No fue así, por lo que salió a la luz como vil aborto durante un rato este lunes. Khalil fue de los «afortunados» en presenciar este despiste, uno entre los millones que infestan mi vida, dejando prueba de ello con su oportuno comentario. Sin él, ni me habría dado cuenta del desaguisado. En fin, no será la última vez que suceda. 

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.