anime, paja mental

Porque el verano muerde, porque me aburro, porque sí

A estas alturas creo que casi todo el mundo estará de acuerdo en que esta temporada de verano 2017 se presenta como una de las más flojérrimas en bastante tiempo. Mucha penita da, al menos su aspecto resulta de lo más mustio por lo que, tal como anuncié ya por twitter, no voy a comenzar ningún estreno. No dudo de que al final alguna serie consiga alcanzar cierto interés incluso sorprenda para bien, a pesar de lo que en inicio haya podido aparentar, pero tengo el cuerpo ya muy gandul para según qué cosas. Todos los anime estivales de este año o me provocan perezón con obesidad mórbida o los considero unos zarrios. Sin más. Si leo que alguno mejora basándome en las opiniones de colegas blogueros, quizá le dé su oportunidad. Sin embargo, no albergo grandes esperanzas y la desidia, además, se me apodera. Tienes pinta de tostón, veranito del 17, no offence.

Así que, ¿cómo puede perder el tiempo Sho-Shikibu? Pues imaginando que ya ha llegado su amado otoño, disfrutando del fresquecillo, las maravillosas hayas de fuellas rojas y escribiendo sobre los anime que piensa ver. Por supuesto, no se sabe todavía el total de estrenos, pero las tardes del estío derriten el cerebro y alucinar un ratillo tampoco viene mal. Y que este es mi blog y desvarío sobre lo que me da la gana, claro. No hay gran cosa todavía anunciada, apenas trailers ni demasiada información, no obstante algo he sacado en limpio. Que sirva de pequeño adelanto para olvidar el pegamento de este verano anestésico.

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El plato fuerte de este otoño, como ya sucedió en primavera, van a ser las segundas temporadas. Al menos para mí. Vuelvo a recordaros que aún desconocemos gran parte de la que va a ser la parrilla otoñal, así que son impresiones hasta justo este mismo preciso momento. Me encantaría que aparecieran nuevas obras que me obligaran a desdecirme, así que a la espera de un buen revés quedo.

¿Cuál va a ser mi prioridad absoluta? Pues Hôzuki no Reitetsu. Un día por desvelar de octubre y con un número indeterminado de episodios, regreserá a nosotros el maestro de ceremonias más sardónico de los Infiernos búdicos. Bueno, Hôzuki y toda la cohorte de personajes mitológicos y del folclore popular sinojaponés que desfilan sin cesar. Si la primera temporada y sus respectivas OVAS me encantaron, deseo fuertefuertefuerte que esta segunda logre, como mínimo, lo mismo. hoozukiSu humor negro y absurdo, el rico panorama cultural que despliega en cada capítulo, los pequeños sketches que aprovechan cada segundo para exhibir un espectáculo delirante que se ríe de sí mismo si hace falta, su elenco heterogéneo y dinámico, etc, etc, etc, hicieron hace unos años de esta serie una de mis favoritas sin ninguna duda. Se aprende un montón con ella y encima es divertidísima. Estoy ansiosa por el reencuentro y espero que no cambien demasiado el formato, que resulta perfecto. También es cierto que no todo el mundo disfruta con las historias autoconclusivas y muchos buscan una continuidad argumental en cada episodio; pero hay que tener en cuenta que la esencia de Hôzuki no Reitetsu es otra: las viñetas de comedia.

Osomatsu-san también tendrá su segunda tanda. Este clásico moderno no podía permanecer sin continuación, lo pedía a gritos. Sin saber aún fecha de estreno y cantidad de episodios, se deduce que será en octubre y constará de 25 capítulos. Pero a saber. Es curioso, pero dos de mis top otoñales son comedias. Me parece extraño porque es un género por el que no me suelo inclinar. En contadas ocasiones logro conectar con el sentido del humor de las series, la mayoría me produce vergüenza ajena o directamente sueño, sin embargo Hôzuki no Reitetsu y Osomatsu-san me engatusaron, sobre todo la primera. Para variar, mi tercera opción en las reanudaciones es algo diferente: Kekkai Sensen & Beyond.

La primera temporada, que sin duda me gustó, también me dejó un regusto agridulce. Así que esta será la oportunidad de resarcirme si va todo bien y no resulta un truñaco, por supuesto. Reconozco que, como no cuentan con Rie Matsumoto esta vez, siento bastante desconfianza. Para mí la presencia e ideas de Matsumoto fueron clave en 2015, y no todo el mundo además consiguió sintonizar con su forma de crear. Tratar de innovar es lo que tiene, que no siempre se redondea ni se comprende. Aun así, el parón que sufrió este anime lo perjudicó muchísimo. Veremos lo que nos depara Kekkai Sensen & Beyond, ya que Shigehito Takayanagi posee unas cuantas tablas y, aunque es probable que pierda originalidad, también podría ganar en solidez shônen. Un alivio para los más tradicionales.

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El asunto es peliagudo, porque muchos de los anime que han llamado mi atención guardan altas posibilidades de germinar como cerdadas supremas. Sinopsis incompletas, no fotos, no vídeos promocionales y un rosario de falta de datos estupenda. Pero es normal, estamos en julio; y, ¡qué carajo!, de esta manera también es divertido hacer apuestas. Empecemos.

Kujira no Kora wa Sajô ni Utau me atrae como un imán gigantesco. Del manga solo he tenido oportunidad de leer cinco capítulos (un dibujo precioso, por cierto), pero a poco que el anime le sea fiel, creo que tendremos entre manos uno de los productos más interesantes del otoño. No el que más, pero muy destacable. Está catalogado como shôjo, y no sé hasta qué punto seguirá los cansinos patrones de la demografía; aunque también pertenece a la ciencia-ficción, el misterio y la fantasía, así que a priori me tiene ganada. Su trailer es bastante elocuente en ciertos aspectos, me ha gustado mucho por lo que… ¡COMPRO!

En una línea más clásica dentro de la fantasía y el shôjo, en octubre se estrena también Mahôtsukai no Yome, que ha estado precedida de tres OVAS. Solo he visto dos de ellas, y no me han dicho gran cosa. El manga, que está siendo publicado por Norma y lo estoy siguiendo, ha terminado decepcionándome un poquillo. Quizá porque tira demasiado para mi gusto de los tópicos de la fantasía haciéndose previsible; y que la protagonista, con un ligero aroma a Mary Sue, tiene ese rollo de chica frágil e indefensa que me satura bastante. A pesar de que a estas alturas le encuentro más defectos que virtudes, la veré porque tengo fe en que me entretenga y los cuentos de hadas siempre merecen un par de vistazos. O tres. Harina de otro costal es Inu Yashiki, cuyo manga también estoy leyendo pero ¡sin desencanto alguno! Altamente recomendable, de hecho llevaba un tiempo calibrando si escribir una reseña de lo que tenía recorrido, pero sabiendo ahora de la serie, merece un manga vs. anime como la copa de un pino. Es uno de los estrenos relevantes de la temporada, una serie para adultos (existimos, ¡sí, estamos aquí!) y de temática inteligente. Sci-fi de calidad, mis queridos otacos. Y mucho, mucho más cuando se rasca la superficie, con Oku-sensei ya se sabe. A la dirección estará Keiichi Satô, así que no puede ocurrir nada malo, ¿me oís? NADA MALO. He dicho.

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Y para cerrar, aclaro que no he querido introducir ningún school life porque estoy hasta el moño de adolescentes. Es lo que sucede cuando trabajas demasiadas horas con ellos, que al final del día quieres enterrarlos vivos o arrojarlos por un puente. Atados y con bozal. Así que nada de Just Because! y otras majaderías de colegiales. La única excepción es Poputepipikku, pero los que ya conozcáis el tebeo sabréis que se trata de una cosita bastante enferma que poco tiene que ver con los entornos escolares. Tengo una curiosidad insana por este anime, que supongo será de duración corta (2-5 minutos) y me las veré luego canutas para lograr ver. Ese estilo de antigua tira cómica, donde las dos protagonistas vomitan sin parar insensateces (algunas bastante profundas, no es broma), en realidad es muy posmoderno, muy pop.

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Aunque tengan la mayoría de ellas fecha de estreno, en Occidente suelen pasar meses hasta que conseguimos visionarlas. La paciencia es una virtud, dicen. Reducir cabezas como hacen los shuar, una habilidad que no me importaría adquirir para ponerla en práctica en momentos de exasperación. A lo mejor encuentro algún tutorial en youtube al respecto. Volviendo a las películas, Godzilla: Kaijû Wakusei cuenta con mi beneplácito, a pesar de que la animación de Polygon Pictures no sea precisamente de mis preferidas. Pilotarán los directores de Ajin y Sidonia no Kishi con la colaboración de Gen Urobuchi, por lo que unos mínimos hay garantizados. Rezaremos a Nyarlathotep el Caos Reptante para un pronto estreno por estos lares.

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¿Merece la pena que me trague la película de ese clásico animierder que fue Dance with Devils? Porque el 4 de noviembre verá la luz Dance with Devils: Fortuna. Fue un bodrio tremendo al que le cogí cariño, sobre todo por Peluchón ❤ y esa autoparodia terrorífica que se gastaba. Risas, muchas risas. Ya lo decidiremos cuando llegue el momento, no hay por qué apresurarse, y menos con engendrillos de esta especie. Asimismo, en el undécimo mes se estrenará la adaptación a largometraje del clásico del manga de los años 70 Haikara-san ga Tôru, de Waki Yamato. Tuvo su serie televisiva hace casi cuarenta años también, y parece que contará con una segunda parte en 2018. Estoy bastante interesada en este film, pues trabaja temáticas sugestivas (liberación de la mujer) en un contexto histórico fascinante, la Era Taishô (1912-1926). Su protagonista es una mujer joven que ha sido educada de forma poco convencional, cercana a los tradicionales valores masculinos (practica kendo, bebe sake, rechaza las labores domésticas, viste al modo occidental, etc) y cree que una mujer debe casarse por amor y elección propia. Lo que se conocía en la época como una modan gâru (chica moderna). Apesta a shôjazo que mata, pero el planteamiento da la impresión de ser algo diferente. No obstante, ya sabemos cómo se las gastan los japoneses respecto al feminismo… todavía les queda un largo trecho por avanzar, bastante más que a los europeos.

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Menudo feeling tenían los anime de los 70, ¡inconfundible!

¿Me habré dejado alguna obra en el tintero? Seguro que sí. ¿Kino no Tabi, a lo mejor?Aunque para acabar de pulimentar la entrada, necesitaré más información, que supongo irán desgranando a lo largo de las semanas. Quizás esté pendiente por desvelar una joya animesca, ¡quién sabe! Por ahora, esto es lo que hay. Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

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Sobre narices y mangas

El otro día (bueno, hace un par de semanas o así) pillé mi enésimo rebote con el manga. En específico con el shôjo. Se me inflaron las narices y decidí darme un descansito. Adiós, shôjo, adiós. Los que me leáis, ya sabréis que no es precisamente mi género favorito y, a pesar de que existen muy buenos tebeos en esa demografía y no me importa consumirlos, tengo una especie de límite que cuando sobrepaso, me impide continuar leyéndolos. Al menos una temporada. La acumulación tanto de idioteces cursis como de clichés, me supera y la cabeza necesita una buena desintoxicación. Así que he dejado en barbecho unos cuantos mangas, enviado a la mierda otros tantos y en tebeos que se estén publicando ahora me he quedado con… 4. Y con «publicando» me refiero exclusivamente a través de scanlations, la gran mayoría de los mangas actuales que sigo ni siquiera están editados fuera de Japón. Ni tengo esperanza, por lo que aunque no haya nada como el formato físico y odie estar con la nariz pegada a la pantalla, debo agradecer a todos esos fansubs, que traducen por amor al arte, el poder acceder a obras más que decentes.

¿Y cuáles son esos 4 mangas con los que continúo? De uno de ellos hice reseña no hace mucho: Golden Kamuy. Para mi sorpresa y alegría, ha ganado el premio Taishô al que estaba nominado. Los otros tres son los que vienen a continuación, y de los que escribiré un breve resumen y algunas impresiones. No me parecen maravillosos, pero tampoco considero que sean una pérdida de tiempo. De momento, a lo mejor acaban tocándome las narices y los mando al cuerno también. Tengo en reserva varios más a los que no he hincado el diente y que me atraen bastante. Quizá lo haga si voy mejor de tiempo. Ya veremos. Insisto: son tebeos en progreso, sin finalizar. Lógicamente leo más mangas on-line, pero se trata de obras acabadas hace tiempo.

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Machida-kun no sekai es un shôjo atípico, de ahí que no lo haya mandado a cavar zanjas con el resto. El único que me ha sobrevivido. Por ahora. Efectivamente, ando algo quemadita con el asunto. Pero regresando al meollo, es un shôjo cuyo protagonista es masculino. No es algo tan habitual (aunque se dé, claro) y tampoco tenemos al clásico chico que se comporta como una shôjo-girl con argumento típico de shôjo. Eso es lo que le ocurre, por ejemplo, a Hatsu Haru o a la tremenda siesta de Nijiiro days, que después de tres o cuatro capítulos, toda esa supuesta gracia de ver a una cuadrilla de muchachotes sufriendo los habituales avatares de cualquier heroína del género, se diluye en pura letargia. Más de lo mismo pero con protagonistas que llevan pantalones. Machida-kun no sekai no tiene, de momento, nada de eso. Se trata de un slice of life escolar sencillo donde no es el romance lo que prima (que lo hay, conste, de baja intensidad), sino las relaciones personales en general. De hecho es la enorme capacidad de comprensión que tiene el protagonista por sus semejantes lo que hace que el manga avance. Una comprensión que trabaja por su deseo de hacer felices a los demás, pero que no lo incluye a él, de ahí también el lógico conflicto: tiene una concepción de sí mismo muy, muy pobre.

Hajime Machida es el hermano mayor de una familia numerosa, muy responsable, generoso y atento. Siempre tiene palabras oportunas y honestas para todo el mundo y ayuda desinteresadamente a los que le rodean. Una buena persona, pero horrible estudiante. Tampoco es especialmente guapo, pero tanto los profesores como su familia saben que se puede confiar en él. Podríamos decir que tiene una inteligencia emocional fuera de lo común por su gran pureza… aunque siempre dirigida hacia los demás. Le gusta la gente, pero tiene un bloqueo extraño hacia todo lo que sea amor romántico. Y de eso va un poco este manga, no hay un argumento claro todavía, son anécdotas cotidianas que van presentando los personajes con los que supongo irá creciendo la obra. Lo realmente original es el enfoque que la autora brinda a todos esos sucesos corrientes, con una calma además reconfortante, alejada de las usuales montañas rusas emocionales del shôjo, pero de una inusitada profundidad. Tampoco se puede contar mucho más, solo hay traducidos 12 episodios. Último apunte: me encanta el dibujo. Es delicado, con un ligero toque desgarbado realmente bonito, muy rico en detalles.

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Cuando Norma anunció en noviembre que tenía la licencia de Mahôtsukai no Yome, no me sorprendió demasiado, pero me hizo un poquito más feliz. Unido a la novedad de que va a tener un anime precuela, podemos decir que el gran éxito que está teniendo en ventas tanto en Japón como Estados Unidos, justifican estas dos buenas noticias. Iba finalmente a claudicar y pedir por la Selva los tres tomos que hay publicados (soy impaciente), pero este mes ya se puso a la venta el primero en España, bajo el nombre de The Ancient Magus Bride.

Mahôtsukai no Yome es un manga que recomiendo encarecidamente a todo aquel que le guste la fantasía, la magia y las historias con una pizca de crudeza. No es exactamente dulce, de hecho se masca la tragedia; pero tampoco carece de instantes emotivos (sin pasarse). Tiene todas las características de la fantasía en abundancia, recrea un mundo entretejido con el humano muy creíble. No deja de ser, en el fondo, un cuento que huele un poco a La Bella y la Bestia, pero, ¡ay, amiguitos!, que es un producto japonés. Y se nota.

Todo comienza con la subasta de la huérfana Chise Hatori, que es adquirida por el desorbitante precio de 5 millones de libras. Su comprador, un misterioso mago no-humano llamado Elias Ainsworth. El mago de las espinas lo llaman las hadas, también despectivamente half-breed. No quedan muchos de su especie; pero Chise tampoco es una chica cualquiera, se trata de una valiosa y rara Slay Vega. Elias ha decidido hacerla su aprendiz y, más adelante, su esposa. Una Slay Vega convirtiéndose en mago es algo realmente extraño, como ya iremos viendo. No es oro todo lo que reluce. La vida y destino de una Slay Vega suelen ser trágicos y cargados de sufrimiento. Es algo que Chise, sin saber de su propia naturaleza, ya ha experimentado con sus 16 años de edad. No ha conocido nunca lo que es tener una familia o el amor, hasta que el enigmático (y con mala fama) Elias la compra y lleva a vivir consigo al sur de Inglaterra. Ahí no solo comenzará su adiestramiento y la revelación de un nuevo universo, sino el conocimiento del camino que la llevará a su muerte. Y hasta aquí puedo contar. El tebeo está repleto de hechizos, alquimia, criaturas mágicas de todo tipo, personajes atractivos y aventuras en lugares maravillosos y horribles. Pero, como los cuentos clásicos, tiene un reverso cruel y tenebroso. Ancient Magus Bride contiene todos los ingredientes que un seguidor de la fantasía occidental  pueda desear. Con bonitos detalles que aluden a Lovecraft, el druidismo o Harry Potter entre muchos otros. No decepciona, pero tampoco sorprende demasiado. Aunque, si tengo que ser sincera, hay un par de cosas que me enervan un poco:

  • La protagonista femenina, Chise. Pero es un tipo de personaje con el que se tiene que lidiar en cantidad de ocasiones cuando se lee manga comercial. Quizá conforme los capítulos avancen, mejore.
  • El romance. No tiene especial presencia ni es baboso; tampoco es la rehostia de original. Pero me pone un poco nerviosita cómo va ganando terreno. Ese rollo de «el amor lo vence todo» es cansino. Imagino que una persona más ¿romántica? no lo encontrará tan molesto.

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Tsukikage Baby no es Sakamichi no Apollon, eso que vaya por delante. El registro de Yûki Kodama en este manga es completamente diferente, aunque el estilo, tanto en el dibujo como a la hora de tratar la historia, es el suyo. Inconfundible. Y eso se agradece porque existe una mínima calidad garantizada.

El tebeo posee como telón de fondo una danza tradicional japonesa, llamada Owara, propia de la zona de la prefectura de Toyama. En septiembre tiene lugar un importante festival llamado Kaze no Bon, donde el owara es el centro de atención. Un baile muy elegante y refinado, de difícil ejecución, y que Kodama ha sabido plasmar muy bien en el manga. Pero no solo en el dibujo, la manera de transmitir el amor y devoción que sienten los personajes de Tsukikage Baby hacia este baile, es certera. Si no interesa mucho el asunto o lo de las coreografías y demás ni fu ni fa, lo mejor es no leer este manga. Porque hay owara por un tubo.

El argumento trata sobre el impacto que provoca en una pequeña población cerca de Yatsuo, la llegada de una muchacha tokiota. Su madre ha muerto y decide acudir a su tierra, para vivir con su abuela. Pero Hotaruko, que así se llama la mozuela, realmente ha ido hasta allí por otro motivo: está enamorada de un viejo amigo de su madre, que reside en el pueblo y dirige una pequeña cafetería. No todo queda ahí, el sobrino de Madoka (el amigo de su madre), Hikaru, ha descubierto que Hotaroku baila extraordinariamente bien el owara, pero solo en determinadas condiciones.

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Como buen slice of life, hay más cera de la que arde; y girando en torno al owara, una serie de interrogantes respecto al pasado de Hotaruko, su madre, Madoka e incluso Hikaru, que se irán desvelando. Hay que dejar claro que muchas de las situaciones que Yûki Kodama narra, no se llegan a comprender del todo si no se tiene en cuenta que está plasmando una sociedad rural, pequeña y muy cerrada. Es algo que la autora hace muy bien. Hotaruko, por ejemplo, es una extranjera; no se explica que ejecute tan bien su owara. También es cierto que Hotaruko, sospechosamente parecida a Sawako de Kimi ni Todoke, no es la persona más social del planeta. Es tímida, reservada pero, al contrario de Sawako, tiene una faceta dura y hasta a ratos descortés. Ella tiene muy claro que ha ido hasta ahí por Madoka, el resto del mundo no tiene importancia, por lo que no merece la pena relacionarse con nadie más ni en el instituto ni en ningún otro sitio. Y entonces entra en juego el owara, mediante el cual iremos conociendo a la gente de este pueblo; y Hotaruko se irá abriendo, lentamente, a los demás.

La historia está bien construida y el desarrollo es pausado; son los personajes los que flojean un poquillo más, porque se llegan a desperdiciar algunos secundarios de la manera más tonta. Es una obra coral, así que se comprenden algunas deficiencias hasta cierto punto. Hikaru y Zenji son los que me han atraído más, junto al tañedor megane de shamisen, al que se le ve en un par de capítulos y desaparece, ¡qué pena! Por lo demás, va todavía por el episodio 32, quién sabe cómo puede evolucionar Tsukikage Baby. Es un manga bonito para aquellos que disfrutamos con la cultura japonesa; tiene un argumento sólido y unos personajes dignos. Pero no deslumbra ni emociona tanto como Sakamichi no Apollon. Por ahora.

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De los tres, el que más me está gustando es Machida-kun no sekai con diferencia, y eso que es el más corto en capítulos escaneados; el que menos Mahôtsukai no Yome, porque me parece más shôjo que otra cosa… y no precisamente para bien. Pero no son malos mangas ninguno de ellos. He hecho una criba bastante salvaje, y es algo que estoy ya aplicando desde este invierno en el anime. Solo he visto tres y esta primavera me temo que haré algo similar. Ha llegado un momento en el que me he hartado definitivamente ya de ver y leer porquerías o mediocridades. Bajo mi criterio, por supuesto. Una cosa es hacerlo involuntariamente durante unos primeros capítulos, y otra seguir por inercia o porsiaca. Hasta aquí. Y si me pierdo algo, siempre están los colegas blogueros para hacerme caer en la cuenta.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.