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Koe no Katachi: crudo como el sushi

聲の形

Koe no Katachi o La forma de la voz en español, es un manga que todavía no he terminado de leer. Básicamente porque está sin finalizar, aunque su autora, Yoshitoki Ouima, ya ha anunciado que el 12 de noviembre acaba. Hasta ahora van 7 volúmenes y he leído 54 capítulos.

Hace un tiempo leí el one-shot del mismo nombre y me encantó… aunque también me dejó muy mal cuerpo. Lo que podría haber sido un melodrama supurante de moralina, en realidad resultó un retrato despiadado de la crueldad e hipocresía humanas. Sin zarandajas ni sentimentalismos. ¡GRACIAS! Así que cuando me enteré de que estaban desarrollando la idea principal del one-shot en una serie, decidí darle una oportunidad.

kjoe no katachi

AVISO: El que busque una historia bonita con una moraleja en la que triunfe esa verdad mentira universalmente aceptada de que el ser humano en el fondo es bueno (vete a la puta mierda, Rousseau), lo lleva claro. Esto es un manga realista. Claro que hay búsqueda de perdón, claro que hay deseo de redención: no es un manga gore, leñes. Es un drama, es un shounen, no una tragedia griega. Pero es realista, insisto, lo que equivale a que no haya compasión.

Sí, soy consciente: estoy dando rodeos sin explicar el argumento; porque hasta yo, cuando me enfrenté la primera vez a la lectura de este manga, tenía mis prejuicios. Y MUCHOS. ¿La razón? Los dos temas principales de Koe no Katachi: la minusvalía física de su protagonista femenina y el acoso escolar. Si no se saben llevar bien (y encima un 2×1) pueden surgir auténticos monstruos de la diabetes; pero Koe no Katachi ha sabido esquivar con maestría los escollos. De hecho, el one-shot original, tuvo problemas a la hora de encontrar un magazine que lo publicara debido a su contenido y cómo se trataba… a pesar de que además había sido premiado. Líos judiciales retrasaron su salida tres años. Para flipar. La ultra-corrección política de la sociedad japonesa en algunos aspectos es desesperante: no pasa nada si dibujas una historia de una tipa que se lo monta con pulpos, pero ojito con qué cojones dices sobre el bullying o los discapacitados. DE ESO NO HAY EN JAPÓN, COÑO, NO INVENTÉIS.

Shouko Nishimiya
Shouko Nishimiya

Pero regresemos al meollo: ¿de qué va Koe no Katachi? El planteamiento es el mismo que el del one-shot y, a partir de ahí, Yoshitoki Ouima lo hace crecer.

Este manga tiene dos protagonistas principales: el tarambana y egoísta Shouya Ishida; y la sumisa y tímida Shouko Nishimiya, que es sorda. Ella accede a la misma clase del colegio que Ishida y, poco a poco, de la curiosidad inicial que provoca en sus compañeros, pasa a ser una víctima en toda regla de acoso escolar. Este acoso además capitaneado por Ishida, cuya insidia espolea la crueldad del resto.

Los perfiles psicológicos son diáfanos: la pasividad y bondad insoportables de Nishimiya provenientes de la profunda culpabilidad que siente por su discapacidad; y la ferocidad y odio irreflexivos de Ishida por la búsqueda de reconocimiento a toda costa. Pero hay mucho más, claro. La mangaka no se corta ni un pelo a la hora de plasmar la actitud cobarde de los que giran la cara hacia otro lado, el fariseísmo e insensibilidad de los profesores, la desbandada irresponsable cuando hay que asumir el mal cometido, el chivo expiatorio como solución exclusiva, etc, etc, etc.: un repaso a la sociedad japonesa de los que hacen historia (y muchos matices serían también extrapolables a otras sociedades, por supuesto). El sempiterno odio a lo distinto, el desdén hacia el débil. Y todo visto, al menos al principio, desde el punto de vista del villano Ishida, cuya evolución es trascendental para la historia. Su caracterización es genial. La serie, como ya hemos dicho, retoma el one-shot y se sitúa cinco años después del espantoso bullying al que someten a Nishimiya. Prefiero no contar más del argumento, todo lo que añadiera sería estropearlo sin remedio.

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No es una serie para corazones delicados, a mí hubo momentos en los que me generó un rencor y desprecio que pocas veces había sentido antes leyendo mangas. Menos aún es para los que andan a la caza de romance, este tebeo no va de eso, aunque pueda parecerlo. Tampoco busca dar lecciones éticas, lo que es un verdadero alivio. Es un manga duro pero, por supuesto, sabe dar treguas y tiene momentos ocurrentes (me encanta la sobrinita hafu de Ishida, tenía que decirlo). Aunque no se aleja mucho de la amargura, no hay puntada sin hilo. Y todo ello a través de un dibujo de trazo grueso y algo desmañado, pero de una enorme dulzura. Los personajes tienen un toque moe que lejos de molestar, hacen un interesante contraste con la historia. No es un dibujo bonito ni detallado, y tampoco hace falta que lo sea.

Veremos qué final le otorga a su historia Yoshitoki Ouima. Se puede intuir lo que tiene pensado (si es eso, a mí no me gusta, pero es que no soy fan de los happy endings) e iría acorde al espíritu general del manga que, a pesar de su aspereza y que pone a los seres humanos a la altura de las cloacas, es optimista.

No digo más (bastante morralla he soltado). Solo resta LEER.