cómic occidental

17 miradas a Japón

Aquí seguimos, con fiebre pertinaz y asfixiándome cada vez que intento hacer algún tipo de esfuerzo, por lo que continuaré disertando aleatoriamente hasta que desfallezca cianótica perdida. Estoy de coña. Este fin de semana tengo tantas obligaciones acumuladas que, aunque sufra una combustión espontánea o acabe escupiendo los pulmones a cachos, tengo que mover el culo. No hay remedio. Ains. Ya moriré el domingo a la tarde, si eso.

Una de mis últimas adquisiciones (de segunda mano, añado) y que me ha dejado, en general, satisfecha, es el manga del que voy a escribir a continuación. Se trata de un volumen recopilatorio que aúna los trabajos de muy diversos creadores. Tanto es así que más o menos la mitad son occidentales (francófonos) y la otra mitad, japoneses. Se trata de Japan as viewed by 17 authors (2006), y fue un proyecto bastante curioso.

El artista Frédéric Boilet, uno de los primeros occidentales que logró cierto prestigio en el mercado del manga en el mismo Japón (todo un pionero), fue el propulsor de esta iniciativa. Pero creo que antes debería ir un poco más atrás en el tiempo y explicar algunas cosillas, como La Nouvelle Manga. El contexto, en este caso, es importante. Sobre todo para conseguir apreciar en plenitud el esfuerzo y trabajo que supuso este tebeo.

La Espinaca de Yukiko
La Espinaca de Yukiko es deliciosa. Os la recomiendo.

L’Épinard de Yukiko (2001) de Boilet comenzó algo que todavía no sabemos si ha llegado a algún sitio. Plantó una semilla, asentó una intención. Y plasmó una noción que muchos artistas y lectores teníamos en la cabeza desde hace mucho tiempo: que el cómic, tebeo, manga, novela gráfica o como demonios queráis denominarlo, es en realidad un mismo medio, una misma expresión artística que no debería cerrar sus puertas a ninguna influencia que potencialmente enriquezca su panorama. No es la primera vez, ni será la última, que repita esta idea en Sin Orden ni Concierto (tú ya lo sabes, Khalil). La Nouvelle Manga fue y es el empeño por integrar y reconciliar dos mundos aparentemente ajenos; el de la BD (Bande dessinée) y el de la manga. Occidente con Oriente. Aprovechar las carencias y virtudes de uno y otro, realzar sus similitudes (que son más de las que nos pensamos) para crear algo más fuerte e interesante. ¿Tentador? No ya solo eso: es lógica pura.

Boilet, que junto a Kiyoshi Kusumi parió el término inspirado claramente en la Nouvelle Vague cinematográfica, hizo hincapié en la feminización del término manga. La manga para él no es el manga. La manga es aquel cómic japonés que se centra, para entendernos, en el slice of lifeun tebeo dirigido a adultos y alejado de los productos consumidos masivamente por adolescentes, que son los que han invadido prácticamente Occidente (el gran Moebius no tenía una opinión especialmente buena de él, btw). Casi hasta el punto de que se identifica, erróneamente, la superindustria otaku con la totalidad del manga, que engloba muchísimos géneros y demografías. Esta manga, con sus historias de gran sutileza y complejidad psicológica, desprovista de los clichés y sobrecarga dramática del manga superventas, es el complemento perfecto para la BD que, a pesar de su tremenda riqueza visual, se halla(ba) perdida en contenidos sci-fi y fantásticos de guion vacío. El objetivo de Boilet era (¿y es?) una combinación de:

  • Lograr que el público general occidental se deshaga del prejuicio de que el tebeo japonés es exclusivamente para niños y adolescentes.
  • Mezclar lo mejor de ambos continentes para ofrecer obras atractivas, capaces de atraer tanto al público casual japonés como europeo. No es necesaria una especialización previa.

Lo de atraer al público nipón, en concreto, lo veo crudo, ya que tanto la industria como los lectores japoneses son muy poco permeables (cada vez menos, no obstante) a la influencia o inclusión de autores extranjeros en su cultura. Pero ese ya sería otro tema. La Nouvelle Manga es transcultural y de espíritu universal (como lo es, en realidad, casi toda expresión artística); muy ambiciosa. Quizá evidencia cierto elitismo por parte de Boilet, pero no deja de poseer su punto de razón.

Y en este marco se halla Japan as viewed by 17 authors. Con la colaboración de la Embajada, el Instituto Francés y algunos centros educativos en Japón, se llevó a cabo un proyecto que culminó en la creación de un álbum recopilatorio heterogéneo de pequeñas historias cotidianas. Algunas íntimas y dulces; otras surrealistas y descaradas. Dependiendo del creador, claro. No todos ellos se adscriben al movimiento de la Nouvelle Manga, pero sí apoyan, a su manera, la filosofía que defiende.

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Así que esta aventura comiquera arrancó con esa invitación a 16 autores para que escribieran sobre nuestro amado Cipango. De 10 a 16 páginas como máximo. Los mangakas nipones acudirían a sus lugares de nacimiento; los europeos a otras localizaciones de las islas. De sur a norte, así Japan as viewed by 17 authors atraviesa el país, como una especie de guía turística, pero muy particular.

Sintiéndolo mucho por mis paisanos franceses, en conjunto sus contribuciones son mucho más descoloridas que las de sus colegas japoneses. Se han apalancado demasiado en el rol de turista y sus distintas versiones (unas más estúpidas que otras); por lo que las perspectivas que han ofrecido del país rozan a veces el típicotópico aburrido. Pero hay excepciones, claro. En una obra coral donde confluyen estilos y autores tan diferentes, es complicado que guste todo; aunque hay un mínimo nivel de calidad.

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«At the seaside»

Me han gustado especialmente:

At the seaside de Kan Takahama. En las islas Amakusa… nostalgia, el agridulce pesar del amor que se sabe perdido y gatitos. ¿Qué más puedo pedir? Un bonito dibujo. Pues mira, también lo tiene.

Summer Sky de Jirô Taniguchi. Una sencilla y tranquila historia de amor inconclusa, que deja una profunda sensación de melancolía. Tiene lugar en Tottori. Preciosa.

Now I can die! de Aurélia Aurita. Una cuenta atrás personal de su viaje a Japón, comenzando por su destino, la isla de Tokushima, en unos baños termales. Enfocado como experiencia vital. Muy divertido y dinámico, con un sentido del humor fresco y limpio. El dibujo, de corte infantil y a ratos esquemático, me ha encantado por su certera expresividad.

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«Now I can Die»

The New Gods de Nicolas de Crécy. Relato ácido y turbio. Una crítica despiadada a todo lo que le rodea, incluido él mismo. El dibujo resalta la atmósfera densa y angustiosa que sufre el protagonista en una Nagoya vulgar y agotadora. Pero tiene su puntito kawaii también.

Kankichi de Taiyô Matsumoto. Tiene lugar en Kanagawa y es mi favorito de todos los que aparecen. Y no porque sea fan a muerte de este señor, que conste, es que es la mejor historia de todas de largo. Mágica y sorprendentemente simple, con ese inconfundible y maravilloso arte de Matsumoto. Una diminuta gema.

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«Kankichi»

The sunflower de Little Fish. Elegante como él solo, muy cinematográfico. No tiene diálogos pero es tremendamente elocuente. Uno de mis preferidos. Enérgico y de gran pureza visual. Tiene lugar en Tokio.

The festival of the Bell-horses de Daisuke Igarashi. En la indómita región de Tôhoku, concretamente en Iwate, tiene lugar el festival Chagu Chagu Umakko. En él se rinde homenaje a los caballos, en agradecimiento por su duro trabajo en los campos de arroz. ¿Sueño o realidad? La aventura en la que se ve inmerso el niño de esta historia es, aunque conocida, bastante simpática y reconfortante. Muy Miyazaki, por cierto.

Sapporo Fiction de Étienne Davodeau. Es un alivio leer el consabido paseo turístico, pero desde una perspectiva diferente y mediante una historia entretenida. Mucha ternura en ella, sin babosería y para nada pretenciosa. Genial.

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«The festival of the Bell-horses»

Japan as viewed by 17 authors es irregular aunque era de esperar. A pesar de ello, merece un vistazo atento porque esconde sorpresas agradables y la intención además del artífice general, Frédéric Boilet, la respeto y comparto. Me habría gustado leer un viceversa: autores japoneses meditando y escribiendo sobre Francia. Para hacer el intercambio cultural completo, digo. A lo mejor se ha hecho ya, lo desconozco (si sabéis algo, podéis dejarlo en comentarios). No obstante, lo que sí hubo fue una secuela pero centrada en CoreaKorea as Viewed by 12 Creators (2009), que no ha caído todavía en mis manos. Ntsch. Todo llegará, todo llegará.

¿Lo recomiendo? Sin reservas. A todo enfermo de japonofilia le tendría que interesar aprender lo máximo posible sobre el país, y con este tebeo se consigue. Y eso, calidades y gustos aparte, también hay que tenerlo (muy) en cuenta.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

 

manga, paja mental

El caminante de Jirô Taniguchi

Estas fechas están siendo complicadas, se me están acumulando muchas cosas por dentro. Un día estás hablando con un amigo con normalidad y al otro, de repente, se ha ido para siempre. Así que, para no variar, la huida hacia delante ha sido mi remedio: atiborrarme de trabajo, aumentar el ritmo de los ensayos, dibujar doscientos mil carteles para el festival… pero las costuras tienen un aguante, claro. Y antes de estallar, diría que ha sido providencial que me regalaran El caminante de Jirô Taniguchi. El domingo es mi cumpleaños y, aunque mis escasas amistades nunca saben qué regalarme (con la música hace años que no lo intentan), hoy mi mejor amigo se ha marcado un bullseye que se lo agradeceré toda la vida. Lo he leído con voracidad y la calma que me ha invadido después, a pesar de que no ha reducido el dolor, me ha permitido llorar. Para mí ha sido un gran paso. Así que, sin más preámbulos que no vienen a cuento, allá va mi reseña sobre esta obra.

El caminante

歩くひと

1990-1998

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He aquí una de mis viñetas favoritas de este manga. Y describe muy bien la esencia que intenta transmitir: disfrutar al máximo de los diminutos placeres de la vida, que se deben saber buscar también. 

Es curioso, porque hace unas semanas hablaba con Magrat sobre Taniguchi además.

Para empezar, este tebeo no tiene argumento en sí. Son pequeñas historias donde no se relata nada en particular, pero a la vez se dicen muchas cosas. Odiseas cotidianas. El protagonista no tiene nombre, es un hombre anónimo que se dedica a pasear (en ocasiones con su perro) y, a través de su mirada, podemos descubrir las maravillas de lo que se considera ordinario. No existen grandes diálogos, a veces no hay ni texto; es un cómic de silencios, el poderoso lenguaje visual de Taniguchi lo expresa ya todo.

La simplicidad argumental de este manga (literalmente va de un hombre que camina, el título no es ninguna metáfora rebuscada), contrasta a su vez con un arte bastante prolijo. Un arte que nos induce a poner en práctica lo mismo que el propio personaje principal: examinar con cariño y quietud todo pequeño detalle que surja ante nuestros ojos. Los que conozcáis a este autor, ya sabréis que su estilo es muy clásico, limpio, de reminiscencias occidentales; y en El caminante no hay grandes variaciones al respecto. Presta una atención especial a la arquitectura, muy precisa y que estampa perfectamente los escenarios que se pueden encontrar en una pequeña ciudad japonesa. Permite al lector sumergirse por completo, como si él mismo deambulara por ella.

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Es muy interesante observar los procesos mentales del protagonista, que se ven perfectamente plasmados en sus acciones: el vagar y dejarse llevar por los pies como forma de meditación. No se trata de ninguna psicología tortuosa, es espontánea y sosegada, con la que fácilmente uno puede sentirse identificado. Se trata de un hombre inteligente, de carácter tranquilo y algo juguetón, que se adapta con afabilidad a las circunstancias y hace sus propias elecciones también, no es un pelele de las eventualidades. Tiene una admirable e innata curiosidad por todo lo que le rodea, así como un profundo respeto. Sus caminatas son casi todas solitarias, pero cuando aparece alguna interacción con otras personas, es siempre sutil y llena de significado. No sabemos mucho más de él, tampoco es relevante, salvo que tiene una esposa bastante hacendosa y un hogar que es mi ideal: yo quiero vivir en una casa como la suya. Idéntica. Algún día…

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De todos los relatos que aparecen, ha habido algunos que me han gustado especialmente: Paisaje borroso, Amanecer, El sueño continúa y Noche de luna. Los dos últimos no aparecieron originalmente en El caminante, pero en esta edición definitiva que Ponent Mon acaba de publicar, decidieron incluirlos también para redondear la obra.

Paisaje borroso me hizo mucha gracia, porque hace tiempo me pasó algo similar a lo que narra. Al hombre se le rompen las gafas después de un pelotazo, y descubre una nueva e interesante perspectiva mediante sus vidrios resquebrajados. Servidora se pasó casi un mes sin cambiar los cristales rotos porque, precisamente, me gustaba ver las cosas así. Puedo llegar a ser muy excéntrica, lo admito. Por eso esta historia concreta me ha hecho sentir cierta camaradería entre chalados.

Noche de luna es un precioso homenaje al Sanshirô de Natsume Sôseki, con viaje a través del tiempo incluido y en esta edición, a todo color encima. Es divertida, con bonitos guiños para los que hayan leído el libro original y un misterioso gato como catalizador de la extraña aventura. Qué más puedo pedir.

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El caminante es un manga hermoso y reflexivo, repleto de instantes inolvidables. Va más allá de lo que se pueda considerar como slice of life, así que los impacientes, los que reclamen drama o algo de acción, si desean acercarse a este tebeo, deberán reducir las revoluciones de su motor. El caminante es una obra plácida, que condensa lo más característico de su autor y que, lamentablemente, puede dejar a muchos lectores indiferentes. No es un manga fácil a pesar de que sea formalmente simple. But it’s worth a shot.

Voy a darme unas mini-vacaciones de esto. Nos leemos pronto.