Tránsitos

Tránsito VI: Kitarô, el chico del cementerio

Era inevitable aludir a este icono de la cultura popular japonesa. Kitarô, el chico de un solo ojo. Kitarô, el último de la tribu de los yûrei. Kitarô, el mozuelo nacido en un cementerio que lucha por la paz entre humanos y yôkai.

kitarô2
Kitarô y su papá en Bomarzo, digo en la puerta del Infierno.

Las encarnaciones que ha tenido han sido múltiples a lo largo de las décadas y en diversos formatos: manga, anime, live-action… Desde finales de los años 50 del s. XX hasta ahora, Kitarô y su macabra troupe han poblado el imaginario colectivo de Japón. Y no es para menos ya que su origen, precisamente, es el folclore, que cristalizó por primera vez en los años 30 mediante los kamishibai callejeros. Pero el responsable directo de su éxito, el creador del Kitarô moderno es Shigeru Mizuki con su GeGeGe no Kitarô. Mizuki, aparte de ser conocido por Kitarô, se ha centrado a lo largo de su trayectoria artística como mangaka en la temática sobrenatural y bélica. Hace unos pocos años, de hecho, recibió el premio Eisner por su obra autobiográfica Sôin Gyokusai Seyo! (1973), basada en sus terribles experiencias durante la II Guerra Mundial en Papúa Nueva Guinea. Un tebeo que, desde ahora, os recomiendo y del que quizá, más adelante, haga reseña. Y aún hay más: este 2015 ha sido galardonado con su segundo Eisner por Showa: A history of Japan, lo que os puede dar una idea de la importancia de este autor no ya solo en Japón, sino en el mundo del cómic general. Con sus 93 años ahí lo tenéis, como un jefazo, dominando el percal.

Mizuki
A Mizuki le gustan las hamburguesas. Y sí, le falta el brazo izquierdo. Lo perdió durante la guerra.

Pero regresando a Kitarô y su alumbramiento, os comentaba que su ascendencia era claramente popular. Se basa parcialmente en un pequeño cuento del periodo Edo donde un kosodate yûrei o «fantasma que cría un bebé», es el protagonista. Hay diferentes versiones, pero todas ellas provienen, ¡oh, sorpresa!, de China. Los patrones en común narran la historia de una mujer que compra o bolas de arroz o caramelos o sake dulce en cierto puesto callejero. El tendero observa algo sospechoso en ella, por lo que decide seguirla hasta un templo budista donde desaparece. Al día siguiente, el vendedor habla con el monje encargado del templo, contándole su experiencia. Este le explica que hace poco una joven embarazada había muerto allí, y deciden inspeccionar su tumba. Al remover la tierra, encuentran junto al cadáver de la mujer un bebé vivo comiendo caramelos o bolas de arroz.

Con esa raíz, Masami Itô escribió el primer relato con Kitarô de estrella en un kamishibai: Hakaba no Kitarô (1933). Más adelante, y con el permiso de Itô, Shigeru Mizuki que sabía bien de su trabajo, comenzó a construir al Kitarô que ahora conocemos. Lo hizo sobre todo a través del mercado de alquiler de libros, pero era un espacio que, con la llegada de la televisión, tenía los días contados. Ya fue publicando en la Shônen Magazine, a partir de 1964, cuando alcanzó cotas de éxito importantes. Pero al tiempo tuvo que cambiar el nombre. Al patrocinador del momento, Hakaba Kitarô  (hakaba es cementerio) le parecía demasiado tétrico, así que el propio Mizuki rebautizó su obra como GeGeGe no Kitarô.

kitarô1
Un primigenio Kitarô surge de la tumba de su mamá.

Y es esa primera etapa del manga, cuando todavía se titulaba Hakaba Kitarô, la que vamos a considerar. Más bien su adaptación animada, que tardó en llegar como tal varias décadas. No es que no hubiera habido anime sobre GeGeGe no Kitarô hasta entonces, no penséis que estoy tan chiflada. Existen, si no llevo mal la cuenta, 5 versiones distintas con la presencia ocasional incluso de Isao Takahata (casi nada, colegas) en algunas de ellas. Pero no de Hakaba Kitarô. Y, por fin, en 2008 llegaron 11 episodios producidos por Toei (no huyáis, que os veo) que fueron televisados en noitaminA.

La historia comienza con la llegada de una pareja de yûrei a un vecindario de Tokio. Ellos son los últimos de su clan y se encuentran gravemente enfermos. Mizuki, el vecino al que se presentan, está aterrorizado al descubrir que no son humanos; pero tolera hasta tal grado su presencia, que llega a hacerse cargo de su hijo cuando fallecen. Él sabe muy bien que no es un niño normal y lo teme, aunque a pesar de ello se responsabiliza de él. A partir de ahí, suceden las aventuras de Kitarô acompañado de su padre, que ha permanecido en este mundo a través del globo ocular de su cadáver.

kitarô5
Padre e hijo

La galería de personajes es muy buena: desde el pequeño psicópata de Kitarô, su padre» el ojo de la sabiduría», el apestoso hanyô de Nezumi Otoko (lo amo, ES LO PEOR), la cantarina Neko-san, Johnny el guitarrista ególatra… hasta el propio Shigeru Mizuki en diversos avatares. Yôkai de todo tipo, hombres lobo, vampiros, mafiosos, el primer ministro de Japón, doppelgängers sin media neurona y muchos más brotan como lindas florecillas en este anime. Uno se encariña paulatinamente de ellos (luego se sufre) porque están muy bien bosquejados, 11 episodios saben a poco. Es un producto original pero asequible, que picotea del romance, el suspense, el terror, el drama y… lo grotesco. Hay para todos los gustos. Eso sí, tiene a veces unos puntazos bastante crueles. Con la comedia negra es lo que toca.

Neko-san huele a rata...
Neko-san huele a rata…

La animación en general me ha gustado mucho. Los colores tirando a sepia, de apariencia aguada junto a un filtro envejecedor, dan un aspecto vintage muy apropiado al espíritu de la serie. Aparecen más técnicas y recursos de manera esporádica, pero todas con la costura tradicional. El que busque grandes efectos o un arte moderno, no los encontrará aquí. Los diseños de los personajes también son anticuados, muy 70-80’s, pero realmente fantásticos. El esfuerzo por lograr una ambientación shôwa ha merecido la pena, por eso mismo es probable que no termine de agradar al consumidor medio de anime actual. Eso sí, la ejecución técnica es impecable y contemporánea, no se puede decir en ningún momento que sea mala. Otra cosa es que el conjunto final luego guste, claro.

Debo reconocer que los openings suelen asquearme por regla general. Una gran mayoría me parecen insoportables, pero esta es una de esas pocas excepciones: me encanta. Que tenga el garbo inconfundible del cómic occidental ya me gana inmediatamente; pero no es solo eso, claro. Es enérgico, divertido y el tema musical, Mononoke Dance de los veteranos Denki Groove, va ni que pintado para su dinámica.

kitarô4

Conforme la serie avanza, se hace más amena y disparatada. Casi todos son capítulos autoconclusivos pero hilvanados unos con otros. Ese humor negro y absurdo, lleno de truculencias varias, va aumentando poco a poco. Las historias son de aire ingenuo, a veces casi infantil, pero bien guiadas y con bastantes sorpresas. La muerte no respeta a nadie, solo digo eso.

En resumen, es un anime ligero y perfecto para ver durante estas fechas tan propicias para lo macabro. El que conozca el universo de GeGeGe no Kitarô, encontrará algunas diferencias lógicas pero, ante todo, una visión un poco más sobria e indudablemente interesante. El que no, es la forma perfecta de introducirse en él.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

cine, largometraje, literatura, Tránsitos

Tránsito V: Cuentos de lluvia y de luna

Creo que todavía no he hecho una entrada dedicada al séptimo arte japonés. Tampoco es que este blog esté enfocado en él, más bien al mundo del manganime; pero como en general escribo sobre todo lo relacionado con Japón que me gusta, aprovecho estos Tránsitos para presentaros una película que encaja perfectamente en ellos. Tranquilos, solo quedan unos días y ya dejaré de lado lo macabro por un rato. Por un rato.

Podría haber elegido cualquier film actual entre ese boom que ha supuesto en Occidente el J-Horror. Hay películas que me gustan del género, que conste, y muchas. Pero hoy no. Hoy toca un clásico del cine nipón. Hoy me centraré en Ugetsu Monogatari (1953) del grandísimo Kenji Mizoguchi (1898-1956).

ugetsu9
Póster de la película por Sentarô Iwata (1953)

Para empezar, Ugetsu es una palabra que designa una luna brumosa de fulgor pálido, rodeada de nubes cargadas de lluvia. Ese momento en el cielo está relacionado con la aparición de seres enigmáticos y fabulosos en la tradición asiática. Monogatari lo podríamos traducir como historia, leyenda, cuento.

Ugetsu Monogatari tiene raíces literarias, como muchas películas. Se trata de un libro de relatos, nueve en total, del escritor Ueda Akinari (1734-1809) y publicado en 1776. Creo que no voy a insistir mucho en la relevancia de este autor en la literatura japonesa, pero se trata de una de sus figuras clásicas más importantes. Este caballero, por sus circunstancias vitales, tuvo un profundo apego a todo lo místico y sobrenatural plasmándolo, lógicamente, en su obra. Se podría decir que Ueda Akinari fue un pionero de la weird fiction en Japón y su libro más célebre, este Ugetsu Monogatari o Cuentos de lluvia y de luna (Trotta, 2002) como se ha traducido al español, no deja de ser una recopilación de cuentos góticos o kaidan. Y de los más importantes en las islas. La influencia china no podía faltar, en realidad son adaptaciones de relatos de la Dinastía Ming (1368–1644) pero acomodadas enteramente a Japón y, sin duda, empapadas de su espíritu poético y emocional, alejado del racionalismo del Continente. Ya imaginaréis que, a pesar de que fue un escritor dirigido a un sector creciente y educado de la población (la Edad Media ya quedaba atrás), conformado por comerciantes y pequeños burgueses (chônin), su influencia y trascendencia no ha sido, por eso mismo, pequeña.

Para el que esté interesado, existe un tebeo de la mangaka Tokiko Hiwa del mismo nombre, pero no adapta todos los relatos. La verdad, desconozco si la intención era solo hacer tres cuentos (vaya ful) o cancelaron la publicación, pero no es del todo mala lectura y el dibujo es más que decente. Aunque lo idóneo habría sido completarlo.

ugetsu3

Pero la película de Mizoguchi tampoco podemos decir que sea una adaptación fiel del yomihon de Akinari. Es similar a lo que le sucede a Kwaidan (1964) respecto a Lafcadio Hearn, pero bastante más severo. El film se inspira en los temas presentados en la obra literaria y, además, no cuenta nueve historias sino que surge una completamente nueva basada en dos de ellas. Por no hablar de la influencia extranjera, sobre todo en la subtrama, de mi querido Maupassant a través de su novela Décoré ! (1883).

Ugetsu es un jidaigeki o drama de época; y nos traslada a los últimos años del violento período Sengoku (1467-1568), en las costas norteñas del lago Biwa. En un entorno rural, deprimido y castigado por la guerra, viven dos matrimonios vecinos y parientes: Genjurô/Miyagi y Tôbei/Ohama. El protagonista, Genjurô, es un campesino que quiere probar suerte vendiendo cerámica en la ciudad más cercana, Nagahama. Su cuñado, Tôbei, sueña con convertirse en un samurái y decide, en contra de la sensatez de su esposa Ohama, ir también. A Genjurô le va bien, la guerra impulsa la venta de su mercancía; y regresa a casa con dinero y regalos para su mujer e hijo. Tôbei, sin embargo, sufre un desengaño por no ser aceptado siquiera como mero soldado, teniendo que volver con el rabo entre las piernas. Pero la ambición no ha desaparecido, al igual que la avaricia de Genjurô empieza a crecer sin medida. Arriesgando incluso la vida, consigue hacer una nueva remesa de cerámica en pleno ataque y saqueo de su aldea. Miyagi, su mujer, le sugiere que no es necesario tanto afán, porque estando los tres juntos y teniendo lo básico para vivir, es ya feliz. Pero Genjurô está cegado y, después de intentar ir los cinco a la ciudad navegando a través del lago, deja a Miyagi y a su hijo en la orilla. Promete volver en 10 días. Pero al llegar a la ciudad, todo cambia. El negocio marcha bien, pero Tôbei huye con su parte del dinero abandonando a Ohama; y Genjurô se cruza con la misteriosa Dama Wakasa, que le pide lleve algunas piezas a su mansión de Kutsuki. Los destinos de los cuatro discurren por muy diferentes caminos. Las mujeres padecen las consecuencias de la guerra, mientras que los hombres se pierden en dos mundos ajenos a la crueldad de la realidad. La temática de fondo es clara: la naturaleza humana ante la calamidad.

ugetsu2

Ugetsu no deja en buen lugar al género masculino y lo hace responsable de las desgracias femeninas. No os llevéis a engaño, Mizoguchi no era feminista ni nada parecido, pero tenía una visión de la mujer bastante peculiar para su tiempo. Aun así, se deja entrever su compasión y sensibilidad por el ser humano en general. Todo tiene un leve aire fatalista en el que la aceptación del destino, con entereza, es parte de esa calma tan característica de la película. El desarrollo y desenlace no son los que un espectador occidental pudiera esperar; aunque alguien acostumbrado a meterse litros y litros de mangas y anime en vena, quizá no los halle tan inusuales. Añadir que este director no estaba muy de acuerdo con el final, pero en mi humilde opinión está muy bien como está.

¿Y dónde está lo fantasmagórico aquí? Más bien parece una historia dramática con pinceladas bélicas y cierta crítica social. Pues bien, Ugetsu es eso y más. Tiene el pesimismo propio del naturalismo, el melodrama del shinpa, características del y, entretejido, el elemento sobrenatural con la sutileza que solo un japonés puede otorgar. Lo maravilloso se acepta, en cierta forma, como parte de la vida; no existe una dicotomía tan pronunciada como en Occidente. Eso puede llevar a la superstición fácilmente, pero también a saber expresar esta faceta con orden y eficacia.

SOURCE CREDIT -
SOURCE CREDIT – «British Film Institute»

El film trascurre con parsimonia; es de una elegancia zen incluso en momentos de angustia. Realmente hermoso. Muestra sin tapujos un drama social sin grandes aspavientos pero sin abandonar la emotividad cuando se requiere. Me gustaría destacar el uso de los silencios musicales. Escalofriantes. La música, de pautas tradicionales, juega un papel importantísimo, pero tiene su lugar y está dosificada con un cuidado milimétrico. No es como ese runrún de fondo continuo que suena habitualmente en la mayoría de las películas. Tiene su significado, al igual que su ausencia.

A veces da la sensación de estar viendo una sucesión de pinturas o cuadros, con esos planos largos, serenos y en movimiento horizontal. Pero no cercenados, sino unidos en secuencia. Y merecen ese tratamiento, porque las composiciones son de una delicadeza casi hipnótica, y necesitan admirarse. Aunque son de gran sobriedad también, casi tendiendo a la abstracción.

En conjunto, es una obra armoniosa y asequible. No es un producto comercial, eso seguro, pero cualquier persona con un mínimo de sensibilidad y curiosidad por Japón la podrá disfrutar sin dificultades. A pesar de que sea en B/N o de hace 60 años, que eso tampoco deberían ser inconvenientes. La estructura no es compleja, aunque las historias que narra son ricas y plenas de matices. Eso es lo bueno, mediante una aparente simplicidad formal, Mizoguchi cuenta muchas cosas. Y cosas para nada complicadas de entender además.

ugetsu8

Si no conocéis todavía a Kenji Mizoguchi, esta es una buena manera de introduciros en su filmografía. Ugetsu me parece la mejor película de las que he visto de él, pero es solo mi opinión, y no me dedico a la crítica de cine. Con ella recibió el León de Plata en el Festival de Venecia, por si os interesan los galardones, y es su obra más famosa. ¿La recomiendo? SÍ, SÍ, SÍ, SÍ y SÍ.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Tránsitos

Tránsito IV: Hôzuki no Reitetsu OVAs

Vamos a relajar una miaja el tono de los Tránsitos, porque esto ya se me está poniendo un poco demasiado lóbrego. Que aunque soy fanática de lo tenebroooossoooomuahahaha, también se disfruta más si se coloca, de vez en cuando, algo de luz. Por lo que sin abandonar la temática general, hoy me centraré en una comedia. Comedia negranegrísima pero comedia al fin y al cabo.

Me refiero al que fue uno de mis animes favoritos del pasado 2014, Hôzuki no Reitetsu. Lo amo. Pero no voy a hacer reseña de la serie completa, sino de las OVAS que este año se fueron publicando en unas ediciones limitadas del manga. Fueron tres. Tres emotivos episodios en los que pude reencontrarme con todas esas bellas personas (muertas), todos esos bellos demonios, todas esas bellas deidades, todos esos bellos perros, gatos y demás criaturas inclasificables que pueblan los Infiernos budistas nipones.

Si no has oído hablar de este anime (que lo dudo) o no sabes de qué va exactamente su rollo, te remito a las reseñas de dos compañeros blogueros que pueden resolver algunas dudas: Callmejean y Angelique. Porque es recomendable que antes se vea la serie de 13 capítulos, claro. Estas son sus opiniones que no tengo por qué compartir, pero en la variedad de perspectivas bien razonadas se aprende mucho; y tú, amado lector, deberías (si no lo haces ya) informarte lo máximo posible para crear tu propio criterio. La coronela Sho-Shikibu ha hablado, descansen.

Hôzuki

Las OVAS siguen la misma estructura que los capítulos, dos pequeñas historias independientes con sus propios personajes que tienen de nexo a Hôzuki, el oni mano derecha del Gran Rey Enma-Ô, gobernante el Inframundo. No sé si merece la pena detenerme un poco aclarando en qué consiste la existencia tras la muerte en el budismo japonés, pero creo que unas someras explicaciones, a riesgo de importunaros como buena pedantesabihondainsoportable que soy, no os harán mucho daño. O podéis saltaros el siguiente párrafo, más sencillo todavía.

Para empezar, el Infierno budista (Jigoku en Japón) no es no solo uno, está conformado por 8 reinos distintos (o 16, si se sigue la tradición de los 8 infiernos calientes y los 8 fríos) que, a su vez, están subdivididos en infinitesimales zonas con sus propias (ejem) especialidades. Cada uno de estos reinos tiene su rey, tribunales y ayudantes; y las almas son juzgadas cada vez que ingresan en uno. Todo perfectamente jerarquizado y ordenado, como podéis comprobar, que no hace más que reflejar la influencia del enorme engranaje de la burocracia imperial china. ¿China? Sí, amiguitos, el budismo (y otras expresiones culturales del continente) fue penetrando en Japón en los períodos Asuka (552-710), Nara (710-794) y Heian (794-1192) con un potente dominio de las escuelas budistas chinas, por lo que no es de extrañar encontrar características del Imperio Celeste no solo en la religión, sino en otros muy variados campos. Este complejo dispositivo burocrático además está muy bien reflejado en el anime. Este Infierno, a su vez, tiene raíces indoeuropeas aunque no os lo creáis, pues proviene del hinduismo. Pero lo más importante a resaltar de todo este rollo patatero es que, a diferencia del Infierno occidental, el budista no es eterno ni irreversible. Las almas, según sus méritos, pueden reencarnarse en los diferentes reinos de la existencia (Jingoku es solo uno), aunque la estancia temporal en ellos es variable. Recordad que el objetivo del budismo no es vivir felices para siempre jamás, sino alcanzar el Nirvana. Y el Nirvana no es el Cielo… es, resumiendo en plan guarro, una forma de dejar de existir.

«La cortesana del Infierno» de Kawanabe Kyôsai (1874)

Así que en estas OVAS, como en la serie, encontramos una parodia fresca del Infierno budista (y todo lo que se les pone por delante). Un infierno plagado de personalidades del folclore e historia japoneses que, lógicamente, no son muy conocidas en Occidente. Ahí tenemos a los guardianes Gozu y Mezu, a Momotarô, al general Yoshitsune Minamoto o a Hakutaku entre otros. También hay referencias literarias y guiños a personajes del mundo del manganime. Es un batiburrillo de cultura popular, religión y folclore bastante curioso. Creo que al tratarse de una serie tan japonesa (mogollón), no ha logrado captar la atención demasiado más allá de las islas; y ha quedado relegada un poco. Comprensible, pero una lástima. ¿Y estas tres OVAS qué? Pues yo diría que casi pueden considerarse 3 episodios «perdidos» de la serie, caramelitos de consuelo para aquellos que nos quedamos con ganas de más. Porque no ofrecen nada nuevo. Vayamos con ellas entonces.

OVA 1

La primera parte tiene de estrellas a los grimosos pececitos-flor de Hôzuki. Sí, esos entes de ojos abultados y gritos espeluznantes que cultiva en su jardín con la paciencia y esmero de una ancianita inglesa hacia sus rosales. Se acerca el festival Kingyo sou (el de los peces dorados, los bichos estos) donde esos engendros del infierno (nunca mejor dicho) son los protagonistas, y Hôzuki consigue, para amenizar el evento, la actuación de la super idol Maki. Esta siente un profundo repelús hacia todo lo que tenga que ver con los pececitos, pero su profesionalidad está fuera de toda duda. Básicamente esta primera parte es el troleo constante al que se ve sometida Maki y, como es un personaje que me cae fatal, me resultó divertidísimo. No obstante, más allá de mis gustos personales hacia la peach idol, es bastante ameno y ocurrente; con el habitual humor negro y absurdo sobrevolando el terreno.

Referencias a tener en cuenta:

  • Shôtoku Taishi (Príncipe Shôtoku). Político de primera línea de la era Asuka. Impulsó con fuerza el budismo, centralizó el gobierno y fue la primera persona en referirse a Japón por su nombre, Nihon. Eso y un montón de cosas más. Aparece en los billetes de 10.000 yens.
  • Monte Hari (Hariyama). También montaña de la aguja, es un lugar del infierno reservado a los niños.

La segunda parte nos muestra un poco la vida en el barrio rojo del infierno, pero a través de los ojos del gato paparazzi Koban. Hay dos tramas, siendo la principal la dedicada al intento de modernización, con las sugerencias de Hôzuki, de un host club regentado por un kitsune; y la secundaria, los sucesos trágicos que forzaron a nuestro querido gatito a convertirse en un nekomata y, finalmente, su reencuentro con el destino. Es un desfile continuo de disparates y situaciones rocambolescas la mar de graciosas donde Hôzuki y su sádico racionalismo son los astros indiscutibles. Muy bien construida esta segunda parte del capítulo, la verdad. En pocos minutos ocurre de todo.

Referencias a tener en cuenta:

  • Yoshiwara. Antiguo yûkaku o barrio rojo de Edo (actual Tokio).
  • Taikomochi. La versión masculina de las geishas.
  • Aburaage: Tofu frito cortado en rodajas. Según la tradición es uno de los platos favoritos de los kitsune.

Hôzuki2

OVA 2

El pusilánime de Momotarô (en este anime lo es) siente un terror cerval hacia las muñecas. Más bien le tiene miedo a casi todo, y cuando Hôzuki le presenta a unas fantasmagóricas zashiki-warashi que parecen sacadas de The Shining, por poco se mea en los pantalones. Estas mellizas yôkai de comportamiento escalofriante, son enviadas por Hôzuki, con toda la mala baba del infierno, a la casa de su eterno rival Hakutaku, donde trabaja también Momotarô. La comedia absurda aquí pierde intensidad, aunque la pequeña historia que cuenta es interesante y con un final tierno (un poco dulzón para mi gusto, pero bueno).

Referencias a tener en cuenta:

  • Muñeca ichimatsu. Un tipo de muñeca tradicional japonesa. Hay una leyenda urbana que asegura que un ejemplar adquirido en Hokkaido, fue poseído por su joven dueña al morir de gripe española. Su nombre es Okiku y le crece el pelo.

La segunda parte vuelve a tener de protagonista a la insufrible de Maki, que es introducida en el negocio de las idols infantiles mediante una banda tipo Sailor Moon pero de origen chino. A ella le encasquetan el papel más lamentable, cuyos fans son todos una caterva de frikazos lolicons y stalkers de la peor especie. A todo esto se une la villana del grupo, que es una trastornada de cuidado. Os podréis imaginar que estando Hôzuki cerca, el tema degenera de lo lindo y acaba de una manera, sin embargo, bastante chocante. Esta pieza es solo una caricatura de todo ese mundillo de los idols que, a pesar de estar trilladísimo, no deja de tener su punto de diversión. Aunque no aporta nada. Flojito, pero te echas unas risillas.

Hôzuki3

OVA 3

Hokutaku dibuja como la peste porcina, vamos, horriblemente mal; así que Hôzuki decide que debe recibir clases del apamplado Nasubi (el chico berenjena), que tiene especial talento para las artes. Todo se convierte, en plena exposición, en una ensalada de hostias donde Hôzuki, por supuesto, vence a su rival Hokutaku. ¡La venganza japonesa sobre China! He de decir que tanto la serie como esta OVA desprenden un ligero tufo nacionalistilla nipón que, aunque no se hace ofensivo ni molesto, es vistosazo. Se trata de medio episodio bastante sencillo pero enormemente efectivo en lo que respecta a la comedia. No hay grandes complejidades, y el repaso que le pega al arte contemporáneo, con esa eterna incomprensión popular que sufre, es gracioso.

Referencias a tener en cuenta:

  • Onmyôdô. Cosmología ocultista japonesa de raíces chinas, bastante antigua, que aplica su filosofía a campos diversos como la astrología, la adivinación o la creación de amuletos y sortilegios protectores.

Esta última parte de la tercera OVA para mí, sin duda, es la mejor de todas. No pude parar de partirme el culo, sobre todo en los últimos minutos. Hasta Isis se acercó preocupada a mi lado por si me estaba dando un algo. Qué raro es que me ría de esta manera ahora, buf. Prosiguiendo con las dudosas habilidades artísticas de Hokutaku, el argumento nos cuenta cómo con su nuevo maestro de dibujo Nasubi (creo ya he comentado es un poco desustanciado) comienzan a traer al mundo real sus obras desde el papel. Esto es posible gracias a las capacidades sobrenaturales que posee Hokutaku, ya que no deja de ser una deidad de importancia en el panteón chino. La cantidad de engendros y monstruosidades (¡¡¡ese gatopollo, aaagh!!) que surgen e invaden el Infierno, están a punto de acabar con las vidas de nuestros protagonistas. Una locura épica. Y todo mientras Nasubi reflexiona, en voz alta, sobre la esencia del verdadero artista y la trascendencia de sus obras.

hôzuki4

Para finalizar, añadir brevemente que la animación y arte son impecables, como lo fueron también en toda la serie en general. No encuentro ni un solo «pero» de auténtica importancia. Todo fluye con soltura y está rematado con atención hasta en los detalles más pequeños. Pero sin agobiar, muy natural y agradable.

No sé cuándo volveré a desternillarme así tan frenéticamente, la verdad, pero espero que sea con una segunda temporada de Hôzuki no Reitetsu. La esperanza es lo último que se pierde, ¡no me quitéis esa ilusión!

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

literatura, Tránsitos

Tránsito III: Sopa de Miso

Y proseguimos con los Tránsitos. No sois muchos los que estáis siguiendo esta senda así que, a los que vagáis por ella conmigo, muchas gracias. No hay paisajes amables ni sucesos corrientes, aunque para aquel que disfruta con la oscuridad, no dejará de tener su punto fascinante.

Enganchando con la temática del Tránsito II, me apetecía escribir sobre un libro. Hoy no hay ni manga ni anime en el menú. Se trata de In za Misosûpu o Sopa de Miso (1997) de Ryû Murakami, que no debe confundirse con Haruki Murakami (pobre hombre, el Nobel se le resiste). Y NO, no son parientes.

Ryû Murakami (Sasebo, 1952) ha sido siempre un hombre inquieto que no se ha conformado solo con escribir, sino que también ha hecho cine o formado parte de bandas de rock (como batería, he de decir, y todo el mundo sabe que los baterías están majaras). Es muy amigo de Ryûichi Sakamoto, al que admiro muchísimo. Pero su carrera profesional ha estado encauzada en las letras, gracias a las cuales ha recibido no pocos galardones. Sopa de miso es una de esas obras laureadas y de las más célebres. Culodemalasiento-san (va todo mi cariño, que conste) posee un estilo muy particular con una serie de temáticas y preocupaciones recurrentes: cultura pop, leve nihilismo, violencia y potente crítica social. Muy posmoderno todo. Criado cerca de una base americana en Nagasaki, tuvo tiempo de empaparse de presencia norteamericana y observar sus consecuencias tanto en un entorno próximo como en todo el país. Y su balance no fue positivo. Pero claro, esto es resumir de manera bastante grosera… aunque tampoco tengo intenciones de hacer aquí una tesis doctoral sobre su obra.

yukoshimizu
Esta es la portada que realizó la maravillosa ilustradora Yuko Shimizu para la edición italiana de Mondadori de la novela.

No esperaba ver a mamá allí (…) así que no podía ser ella a pesar de que fuera igual. Cuando me cogió de nuevo le mordí la muñeca con tal fuerza que se me adormeció la mandíbula. Pensé que no tenía otra alternativa, no sabía qué hacer. Mamá gritaba a todo pulmón. Creo que le atravesé la piel hasta dar con una arteria, porque empecé a sentir su sangre en la boca, mucha sangre, y yo mordía tan fuerte que no podía respirar y me la tragué toda como un bebé que chupa el pecho de su madre, excepto que era sangre. Sentí que tenía que hacerlo, que si no me la bebía toda me iba a ahogar. ¿Has probado alguna vez sangre humana, Kenji?

Estas palabras son de Frank, el antagonista de Sopa de miso. Él es un norteamericano de aspecto algo desagradable pero nada del otro mundo. Un gaijin más entre los miles que se acercan a Tokio en viajes de negocios y que de paso, hacen turismo sexual. Nadie se fija en él especialmente, a los extranjeros se los evita. Con mucha cortesía, eso sí. Pero Frank es bastante más de lo que aparenta. Es su guía en el Tokio nocturno, Kenji, protagonista de la novela, el que con una afilada intuición percibe desde el principio algo que no va bien. Conforme pasan las horas, el conflicto entre razón e instinto se va haciendo más intenso, llevando a Kenji a un estado casi de paranoia. ¿Por qué? La razón principal es el asesinato y desmembramiento de una adolescente en Kabukichô, distrito en el que Kenji trabaja; y otro posterior de un mendigo en la zona también. El joven guía turístico del barrio rojo de Shinjuku cree estar atando cabos.

Hasta aquí tendríamos la primera capa en el delicioso pastel que es Sopa de miso. Porque hay más. Aparte de la exposición totalmente desapasionada de lo que es una parte del negocio del sexo en Japón (el de a pie de calle), donde tanto colegialas, mujeres adultas como prostitutas extranjeras tienen sus propios lugares y jerarquía; Ryû Murakami plasma muy bien la visión de una sociedad deshumanizada, xenófoba, inmersa en una tremenda soledad individual y enfocada en unos valores vacíos, superficiales. Segunda capa.

Para los extranjeros, en este país hay muchas cosas que parecen extrañas, pero yo soy incapaz de explicar la razón de la mayoría de ellas. Me suelen hacer preguntas como: si Japón es uno de los países más ricos del mundo, ¿por qué tiene el problema de los karoshi, individuos que, literalmente, se matan trabajando? O comprendo que lo tengan que hacer las chicas de los países asiáticos más pobres, pero ¿por qué se prostituyen las estudiantes en un país tan rico como Japón?

kabukicho
Kabukichô es «la ciudad que no duerme» y en ella existe gran variedad de oferta sexual para todo tipo de gente. Parte de estos negocios están controlados por la Yakuza. También hay restaurantes, game centers, cines y karaokes 😛 (Foto de Jeremy Sutton-Hibbert para The Guardian)

La tercera capa sería esa absorción enfermiza de la sociedad nipona de todo lo que sea estadounidense. Y no se ha metabolizado nada bien, porque entre el evidente complejo de inferioridad, permanece, irreductible, la noción de extranjero, de lo «de fuera» frente al orgullo de lo patrio. Una suerte de esquizofrenia social que no se reflexiona, se sufre y asimila. Frank no es solo un abunai gaijin (que lo es y de verdad), es la representación máxima del demonio extranjero. Un demonio que Murakami utiliza para reflejar como un espejo todas las deficiencias y contradicciones de esa colisión Japón-Occidente que supuso la derrota de la II Guerra Mundial y cuyos coletazos se siguen advirtiendo. En Azul casi transparente (1976) lo estampó, no obstante, de manera más directa. Un demonio que, como tal, carece de compasión, es un depredador nato y es descrito desde el principio con características inhumanas: justo como la sociedad en la que se mueve.

murakami
Murakami, muy serio, meditando sobre la hecatombe venidera de la sociedad japonesa

Sopa de miso está contada en rigurosa primera persona y el tiempo que abarca es corto, apenas un par de días. No se trata solo de una narración, los pensamientos y sensaciones de Kenji son en realidad el timonel de todas sus experiencias. Salvo una pequeña parte casi al final de la novela, donde coge las riendas Frank para explicar su vida, es Kenji nuestro Virgilio en este particular descenso a los infiernos de la noche tokiota. Pero con la enorme diferencia de que hemos estado acompañados continuamente por el Diablo.

La maldad nace de sentimientos negativos como la soledad, la tristeza y la ira. Proviene de un vacío interior que parece haber sido labrado con un cuchillo, el vacío que queda cuando te arrebatan algo muy importante. No voy a decir que Frank tuviera una tendencia especialmente cruel o sádica, ni que fuera la viva imagen de un asesino. Pero sentía que tenía dentro un vacío más grande que un agujero negro y que no había forma de prever lo que podía salir de él.

Sin duda, uno de los momentos culmen de esta novela es el del pub de omiai. Feroz, minucioso. Todos los personajes se exhiben como marionetas huecas, protagonistas de una escena exquisita de estupor y brutalidad. Murakami presenta todo como un enorme lienzo, resaltando ciertos pormenores que ponen los pelos de punta. Conforme lo iba leyendo, no podía evitar pensar en la tercera tabla de El Jardín de las Delicias de El Bosco, dedicada al Infierno. No por la voluntad moralizadora, que Murakami no tiene ni por asomo, sino por esa obsesión por el detalle casi hiperrealista que une al desmoronamiento mental. Y todo en una atmósfera densa, onírica; contada, recordemos, en primera persona. Pero no se trata solo de una simple labor descriptiva la de Kenji, sus propios mecanismos psicológicos de adaptación y defensa hacen de este singular momento algo muy humano, justo todo lo contrario de lo que le rodea.

bosch
El que haya leído el libro, ya sabe por qué he elegido este detalle concreto del Infierno del Bosco…

Ryû Murakami, a través de una historia de terror, aprovecha para darle un repaso de los majos a la sociedad nipona. Y no solo queda ahí, a la estadounidense y por extensión a Occidente en general. La relación que establecen Kenji y Frank es una traslación meridiana de la existente entre Japón y Estados Unidos. Pero no solo es una crítica social, Sopa de miso es mucho más, es una novela psicológica en su fondo. Que el autor aúne sin complejos diferentes características y géneros, es lo que hace de esta obra algo realmente único. La etiqueta de thriller psicológico, que es a la que se suele recurrir para catalogarla, se queda corta. Pero muy corta. Es una obra cruel y entintada con ese desengaño melancólico tan peculiar de la literatura japonesa. Una excelente lectura, pero fuerte para según qué paladares. Cruda, diría yo.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Tránsitos

Tránsito II: Kami no Kodomo

Este segundo Tránsito está dedicado a un Portador de Muerte, que también tienen su papel en esto del fenecer. Existen muchos tipo de dadores de muerte, por supuesto, desde bacterias, reptiles hasta meteoritos. El de hoy es humano, que son la peor ralea de todos. Y, de entre ellos, he escogido al más despiadado: el asesino en serie.

Kami no Kodomo es un manga bastante perturbador. Creado por los hermanos Nishioka en 2009, tiene de protagonista a un muchacho que, desde su niñez, ha poseído una personalidad de rasgos psicopáticos bastante acentuados. Pero no me voy a adelantar. Los Nishioka Kyôdai, que así suena más yakuza, son una encantadora parejita de ilustradores cuyas obras son de lo más singular. Llegaron a publicar en la mítica Garo, por lo que os podréis hacer una idea de que lo suyo no es el manga comercial. Y aunque solo he tenido acceso a cuatro o cinco de sus obras, los rastros con los que me he ido topando me han dejado salivando desaforadamente (repugnante, lo sé). Admito que es completamente insensato hacerme ilusiones con que publiquen en España algo de ellos (este Kami no Kodomo mismo), pero la esperanza es lo último que se pierde. No hay mucho que contar sobre ellos personalmente, se han guardado mucho de proteger su intimidad (hacen bien) y, salvo cuatro datos biográficos vagos y dos fotografías enanas nada agraciadas, poco más se sabe. Pero el mundo literario y artístico que han ido construyendo es fascinante, lleno de inocencia perversa y un marcado afán por transmitir la belleza de lo grotesco. Kami no Kodomo no es distinto.

kami-no-kodomo

Así nos da la bienvenida este manga, mediante la bendición de un Prithvi Mudra en la mano derecha del protagonista. Todo un Satán, el auténtico Señor de la Tierra, nos mira desde sus ojos enrojecidos. El hijo de Dios encarnado para liberarnos a través de su venganza; pero no nacido como sol invictus, sino bajo el influjo de un sol negro. Sí, la simbología de este tebeo es densa; choca bastante con la apariencia general del arte limpio, estilizado y de influencias cubistas.

El argumento parte con la propia gestación de este zagal, del que no llegamos a saber el nombre en ningún momento. Lo suyo no es para nada normal desde el principio, aunque no se puede dilucidar si se trata de un delirio producto de su cabeza o algo real. Este hombre no se desarrolla en el útero sino en el estómago, y la primera emoción que siente es el miedo a morir digerido por su propia madre. Su alumbramiento, repleto de connotaciones místicas, tiene lugar a través del recto, por lo que nace rodeado de sangre y excrementos. Un nacimiento impío, impuro, que se cerrará con un desenlace de magnitud similar. Un círculo de inmundicia completo. Me recordó un poco al personaje principal de El Perfume (1985) de Patrick Süskind, aunque nuestro protagonista de hoy goza a lo largo de la obra de una vida ordinaria, en una ciudad pequeña, con unos padres corrientes.

kami no kodomo2

Él se sabe especial y distinto; no es como los demás. Desprecia a sus padres, a los niños de su edad con los que evita mantener contacto; y, a causa de su aislamiento voluntario (y otro tipo de actividades… digamos que poco higiénicas), sus progenitores lo llevan con otros niños problemáticos. Pero no sirve de nada, claro, y su soberbia y el asco que siente por la especie humana no decrecen en absoluto. Él mismo describe sus procesos mentales y sensaciones, sus experiencias y acciones. Todos sus síntomas apuntan, como bien deduciréis, a un grave trastorno mental y de personalidad, que pasa desapercibido al menos en su auténtica envergadura. Así que conforme va creciendo, aprende a mimetizarse con el resto de la gente que lo rodea, a mantener un perfil medio, a fingir ser como los demás. Pero su verdadero yo no tarda en aflorar y comienza a matar.

El desfile de barbaridades es tremenda: coprofilia, necrofilia, maltrato animal, suicidios, parricidio, acoso escolar de la peor especie, canibalismo, pederastia, tortura, asesinato. Y no falta tampoco la secta mesiánica. Una especie de espiritualidad depravada, demoníaca, lo rodea todo; no en vano a veces se representa al protagonista como un efebo Belcebú, Señor de las Moscas. Kami no Kodomo recoge el legado de lo mejor de cada serial killer histórico (y alguno cinematográfico como el señor Lecter) haciéndolo converger en la figura de este mozalbete. Mozalbete mediante el cual también se aprovecha para hacer una crítica implacable de la sociedad y naturaleza humanas. Con mucha lucidez, he de decir.

kami no kodomo4

El Hijo de Dios, a pesar de que es un manga, está concebido como un Ehon o libro ilustradoNo hay diálogos, la historia transcurre a través de una narración en primera persona, cruda y sencilla. Son once capítulos de gran impacto visual y no muy largos; la lectura se hace ágil y, a pesar de que los dibujos son de naturaleza estática, la energía que emana de las viñetas es sobrecogedora. Con un estilo pulcro, de aire infantil y casi esquemático, logra transmitir el horror de una manera eficaz. Y sin recrearse demasiado en detalles truculentos. No hace falta. Todo hay que decirlo, el arte es muy hermoso, lo mejor de Kami no Kodomo. Las influencias son variadas, van desde el gran maestro Seiichi Hayashi hasta el surrealismo pasando por Marc Chagall y la psicodelia. Llama mucho la atención cómo a través de un arte tan candoroso se trabaja una temática tan feroz y subversiva. Es hasta poético. El contraste resulta atroz, aunque es marca de la casa. Al menos en los tebeos que he catado de los Nishioka.

kami no kodomo3

Kami no Kodomo es un manga duro, muy duro, a pesar de su apariencia delicada. No da tregua y, con unos recursos concisos, bosqueja el retrato, muy sobrio, de un asesino nato. Una gran mayoría de los que hayáis leído esta mini-reseña no tocaréis ni con un palo esta obra (comprensible), pero el que no tema enfrentarse por un rato a los recovecos más oscuros de la mente humana (pero muy oscuros, colegas), lo disfrutará. Es una historia breve como una cuchillada, profundiza lo suficiente para no decepcionar. Porque hay que recordar que son solo una decena de episodios, nada más.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

anime, largometraje, literatura, marionetas, Tránsitos

Tránsito I: Shisha no Sho

Ya huelo octubre… ya está cerquita. El mes que más disfruto del año por muchos motivos. Me encanta el otoño. Y, a finales, se celebra el infausto Halloween que la cultura anglosajona ha mercantilizado con eficacia. Pero, como bien sabréis, no es una festividad exclusiva norteamericana o británica; es bastante antigua y, por lo menos en Europa, se lleva conmemorando desde hace muchísimos siglos. Una celebración pagana que se arropó con la vestimenta del cristianismo (como tantas otras) y que en España se festeja de muy diversas formas, incluyendo calabazas bastante tiempo antes de que llegaran las fes monoteístas.

Estos días que recuerdan a los difuntos y sus espíritus errrrrrabuuuuundooossss, siempre me llamaron la atención; he observado las tradiciones de la zona de donde provengo con curiosidad y cómo la noción de la muerte ha ido evolucionando. Actualmente es casi como un tabú, se pasa de puntillas a su lado o se disfraza como si fuera un carnaval para despojarla de su carga inexorable. Antes se concebía de una manera más natural, se asumía aunque se la temiera; su papel en la sociedad era más abierto. El tema de la muerte era un asunto del colectivo que concernía a todos. Ahora, sumidos en una mentalidad de la celebración de la vida, la juventud y lo inmediato, todo lo concerniente a ella ha pasado prácticamente al ámbito privado. Y más en los entornos urbanos. ¿Es eso malo? No tiene por qué, solo ha cambiado.

Así que, a partir de hoy hasta el 1 de noviembre, voy a ir publicando una serie de entradas, alternándolas con otras si tengo tiempo, dedicadas a la temática. Obras relacionadas con la muerte y todo lo que la rodea en distintos avatares. Admito que no serán del gusto de muchos, pero la selección que tengo preparada posee su interés, os lo prometo. Además Japón tiene una riqueza vinculada al mundo de los muertos extraordinaria, seguramente debida a que su concepción, influida fuertemente por el shinto y budismo (karma, samsara, satori), es muy diferente a Occidente. Mientras aquí la existencia es lineal y tiene un fin, en Oriente es circular. Y eso también es interesante explorarlo.

Voy a empezar con un largometraje al que amo con todas mis fuerzas. Tenía una reseña a medio escribir sobre él y, finalmente, la he dirigido hacia estos Tránsitos con los que os voy a fastidiar una temporadilla. Se trata de El Libro de los muertos (2005) del gran Kihachirô Kawamoto (1925-2010).

kawamoto1

En Los lacónicos ya hice referencia a este autor a través de su imprescindible cortometraje Dôjôji (1976). Me alegró muchísimo que a Ambriosa le gustara, porque no es un artista muy conocido en Occidente; y su trascendencia, al menos en lo que se refiere a la animación con marionetas y stop-motion, es primordial. Hay gente que lo equipara a Hayao Miyazaki, al menos en lo que fue su interés por acercar a todo tipo de público, no solo el infantil, contenidos y temáticas de gran hondura a través de un lenguaje audiovisual poético. Es probable, pero la gran diferencia es que Miyazaki se hizo con su lugar a nivel mundial y Kawamoto apenas es conocido fuera de Japón. ¿Por qué? Quizás se deba a que Kawamoto no se preocupó tanto por hacer sus obras accesibles al resto del mundo. Son MUY japonesas tanto en sus historias, cómo las desarrolla y su sensibilidad. Eso no quiere decir que un habitante de otro lugar del planeta no pueda disfrutarlas, pero sí requerirá por su parte de más atención y, sobre todo, mente abierta.

Este artista se centró, básicamente, en trasladar el espíritu del Bunraku al cine y televisión, modernizándolo e incorporando influencias de otras disciplinas escénicas como el o el Kabuki. Quizá para un occidental esto de las marionetas pueda parecer un arte menor, algo pueril o dirigido a un público poco exigente. Pero en Oriente, desde Indonesia pasando por Vietnam, India, China hasta Japón, poseen una larga tradición que se toma muy en serio y forma parte de su idiosincrasia.

Por otro lado, no está de más señalar que Kihachirô Kawamoto recibió un fuerte influjo en su educación sobre marionetas y stop-motion en Praga, bajo la tutela de uno de los más grandes de la especialidad: Jirí Trnka (1912-1969). Si no lo conocéis, os animo a que busquéis cosas de él, sobre todo si os gustan los cuentos de hadas y el folclore centroeuropeo, porque su labor fue deslumbrante. Pero volviendo a Kawamoto, tras haber estado trabajando en los míticos estudios Tôhô como asistente de dirección artística a las órdenes (ON YOUR KNEES, NOW!) de Akira Kurosaway casi con cuarenta años, decidió empaquetar sus cosas e irse a la República Checa (entonces Checoslovaquia) para aprender del mejor lo que realmente le gustaba hacer de verdad. Y no os creáis que fue un viaje sencillo, que estamos hablando de meter el hocico en un país del eje comunista en plena Guerra Fría y a un paso de la Primavera de Praga. Circunstancias complicadas. Kawamoto se encontraba en un momento de impasse vital donde no sabía si desistir rotundamente de sus pretensiones sobre la animación de marionetas o buscar otros horizontes más prácticos. Finalmente, ganó el Arte y cuando regresó a su tierra con la sugerencia de Trnka de aplicarse con la historia y cultura japonesas, se dedicó de lleno a la creación de obras independientes donde pudo explayarse a gusto, controlando además todo el proceso de alumbramiento. Y siempre mantuvo presente y respetó a su sensei occidental Trnka: uno de sus cortometrajes más conocidos por estos lares, fue esa maravilla de La Bella Durmiente (1990), en colaboración con los estudios checos de su antiguo maestro.

Kihachirô Kawamoto, poco a poco, se fue haciendo un lugar, no poco importante, dentro del panorama artístico audiovisual de su país. Por méritos propios. Realizó sobre todo cortos y marionetas para dos series de televisión muy célebres en Japón, basadas en los clásicos literarios Romance de los Tres Reinos (1982-1984) y Heike Monogatari (1993-1994). Kawamoto solo hizo dos largometrajes; Shisha no Sho fue el último y en él podemos encontrar toda su habilidad, imaginación y filosofía expresada en total plenitud; es, sin duda, su magnum opus. Era un proyecto que tenía en mente desde hacía bastante tiempo, pero no pudo llevarlo a cabo hasta que consiguió los fondos suficientes. El mundo audiovisual es caro, amigos. MUY caro.

kawamoto2
Kawamoto en su taller

El Libro de los Muertos o Shisha no Sho, está basado en la novela del mismo nombre de Shinobu Orikuchi (1887-1953), escrita en 1943. No he tenido la fortuna de encontrar ninguna de sus obras en ningún idioma que pueda comprender; solo las he hallado en japonés y no entiendo nada más allá de dos estupideces colgando que no me sirven mas que para ponerme de mala hostia (la impotencia, la frustración de ser una ignorante). Sé que Orikuchi fue un importante etnólogo y folclorista, muy admirado en su momento, cuyas obras se enfocaban, como buen estudioso de la cultura y religión de su país, en temas bastante tradicionales. Con esos pocos datos, mi atención ya la tenía; y tampoco me extrañó que Kawamoto eligiera a este autor para su segundo largometraje. Mi idilio no iba a poder ser. Me hubiera gustado tener acceso a la obra original en algún momento porque esta reseña habría resultado más completa; pero el mundo no es justo y servidora es una inepta con la lengua de Sôseki. Así que de ahí no puedo contaros nada, lo lamento.

La historia arranca en el período Nara (710-794), un momento de esplendor cultural donde la influencia china era muy poderosa y el budismo se consolidó como religión estatal. Esto se observa claramente en la protagonista femenina, la dama Iratsume, que se entrega a la copia de un sutra recién llegado de China con fervor. En realidad el budismo colma toda la película en sí. Hasta su desenlace, que a ojos de un occidental puede resultar inconcluso, es toda una apología de su filosofía. Iratsume, sumida febrilmente en su labor de realizar 1000 copias del Amitâbha Sûtra, cree en un arrebato místico ver el rostro de Buda entre dos montañas; por lo que tras finalizar el trabajo, decide dirigirse hacia ese lugar. Ahí encuentra un templo budista, en el que tienen prohibida la entrada las mujeres; pero al tratarse de una noble de Nara, los monjes la instalan en unas estancias donde sí puede permanecer.

kawamoto6

Pero no es el rostro de Buda el que ha contemplado Iratsume, sino el del príncipe Ôtsu, ejecutado muchos años atrás. ¿Por qué sigue entonces su espíritu allí? Según el budismo, algunas almas que al morir todavía sientan un lazo fuerte con el mundo de los vivos, pueden persistir. Ese fue el caso de Ôtsu. Su muerte, orquestada por la esposa del emperador temiendo que accediera el trono, la tenía plenamente aceptada. Ya de rodillas y con el verdugo preparado tras él, había logrado cierto estado de ataraxia. Pero, de repente, todo se derrumbó. Entre el gentío, vio el rostro de Mimimo no Toji, y el deseo arraigó en él. Los deseos son germen de ataduras; y el amor no es algo diferente. Así que, enamorado y con el ansia de compartir su vida con Mimimo no Toji, el príncipe Ôtsu fue decapitado. Y es también otra confusión de identidad, la que hace creer a Ôtsu que Iratsume es Mimimo no Toji, aunque esta solo sea su antepasada. Y aquí tenemos dos tipos de deseos, el de la obsesión religiosa y el de la pasión amorosa, que confluyen para revelar una enseñanza que no os pienso contar, claro.

kawamoto2

Kawamoto deja flecos en el argumento, pero es algo completamente intencionado. Es como un típico cuento budista, de fuerte bagaje moral pero con una lección no tan obvia. Hay que reflexionar. El simbolismo es muy rico y, por supuesto, de naturaleza búdica; aunque con las nociones mínimas son fáciles de captar. El ritmo de la obra es sereno, elegante, contemplativo; pero no aburre a no ser que uno tenga la sensibilidad en el ojete.

Y es curioso cómo un argumento de inclinaciones tan sobrias, posea el espectáculo visual que tiene. Es de una belleza opulenta, minuciosa y, a la vez, de una delicadeza sin afectación. La pericia de Kawamoto, el diseño y construcción de sus marionetas, ropajes y expresiones; las ambientaciones y la finura de la animación en 2D, son mágicos. Va a ser muy difícil que alguien en el futuro alcance el grado de perfección que Kawamoto consiguió en esta obra.

kawamoto5

.

Me vais a permitir un pequeño consejo: si tenéis intenciones de ver esta película,  JAMÁS (así, en mayúsculas) optéis por una versión doblada. Si es que la hay en español. Kawamoto era muy meticuloso absolutamente con todo, incluidos los seiyû, la música, el sonido ambiente, etc. No dejaba nunca nada al azar, la experiencia de contemplar sus obras la concebía como algo total. Shisha no Sho es una obra que bebe directamente de la tradición antigua japonesa, donde la faceta oral era indispensable. Así que haced un favor al universo y buscadla subtitulada.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.