Por fin ha caído en mis manos. Llevaba deseándola mucho tiempo y aquí la tengo. Es una verdadera preciosidad, se ha convertido inmediatamente en uno de los tesoros de mi hogar. No me canso de repasar sus páginas, una y otra vez, observando, leyendo. Para todo aquel que ame y disfrute de la faceta crepuscular de Japón, es una obra imprescindible. Cuando me enteré de que Quaterni la había publicado, y encima en español, no me lo podía creer. Pero sí, inconcebible, entre la alegría y el estupor me hallo. ¡Los milagros ocurren! ¿Que de qué estoy hablando? Pues de lo que podríamos considerar un bestiario. El primero de su clase japonés, del s. XVIII. Todo lo que hayáis podido leer o ver sobre yôkai, yûrei y otras criaturas sobrenaturales de Cipango, ha bebido de alguna forma de la obra de Sekien Toriyama. Es una referencia absoluta.

Tampoco es que no se hubiera escrito antes nada sobre demonios y entidades fantasmales, pero sí fue la primera vez que se plasmó de manera sistemática. Sekien fue pionero con este conjunto de grabados, que por otro lado también ahondaba las raíces de un ukiyo-e ya en el corazón de su despegue. Y gracias a él, lo que permanecía de forma un tanto marginal en la literatura y vivía sobre todo en la tradición oral, con el riesgo que implicaba su distorsión y/o desaparición, alcanzó enorme popularidad. Autores posteriores como el querido Shigeru Mizuki (1922-2015), le deben muchísimo, y sin él no concebiríamos de la misma forma el mundo de los yôkai.
Sekien Toriyama tenía ya sesenta años y había gozado toda su vida de una posición desahogada en Tokio. No tenía ninguna necesidad de realizar una obra de estas características, pero según se comenta en el prefacio, un librero vio los dibujos que había realizado sobre estos monstruos y lo animó a publicarlos. La creatividad y el talento no son cuestión de edad. Así es como vio la luz su primera antología, en 1776: Gazu Hyakki Yagyô o El desfile nocturno de los cien demonios ilustrado. La dividió en seis tomos: Sombra, Luz, Viento, Lluvia, Último día y Mañana.

Sekien se inspiró en un emakimono anónimo de la era Muromachi, que representaba una de las leyendas más conocidas del folclore japonés: el Hyakki Yagyô. Como buen mito, posee distintas vertientes y ramificaciones; no obstante, todas hablan de lo mismo: una noche de verano al año, los yôkai, oni, yûrei, kitsune, etc., guiados por el clan nûrihyon, salen en procesión por las calles y caminos sembrando el caos. Aquel humano que se cruce con ellos, corre el riesgo de morir o ser abducido. La protección frente a esta comitiva sobrenatural recae en mantras o hechizos antidemoníacos. Una suerte de romería paranormal que se podría fácilmente relacionar con otras más familiares por estos lares, como la Almetas pirenaicas o la Santa Compaña gallega y asturiana.
Pero no todo quedó ahí. El éxito cosechado por esta recopilación de dibujos obligó a crear una obra más, Cien demonios del presente y el pasado ilustrados (1779). Y luego otra y otra: el Suplemento de los cien demonios del presente y el pasado (1780) y La bolsa de los cien utensilios aparecidos al azar (1784). Y esta edición de Quaterni incorpora, por supuesto, la totalidad de estos cuatro libros en un solo volumen.
El dibujar temerosamente la cara de un demonio que nunca han visto probablemente sea imposible en términos reales. Pensé que con esto podía espantar a alguien y decidí dibujar la imagen de cosas extrañas casi inexistentes. Sin embargo, ha habido muchas personas que han elogiado varias veces mis obras, pero, ¿qué pensarían estas personas si se les aparecieran los demonios?
Sekien se documentó con cuidado exquisito. A la hora de bosquejar estos monstruos acudió no solo al patrimonio japonés, sino también al coreano, indio o chino, pues la cultura nipona tiene una fuerte influencia de ellos. Es el caso, por ejemplo, del Shahaijing: El libro de las montañas y el mar, del s. VI. Aunque también se encuentran influjos más peregrinos.

Los monstruos incluidos en el primer libro son los más conocidos, y conforme vamos buceando en los siguientes, Sekien nos va sorprendiendo con criaturas y situaciones cosechadas de su propia imaginación también. El último de ellos es un poco diferente, pues está dedicado, casi exclusivamente, a objetos o tsukumogami. Son bastante graciosos, y nacieron de la fértil invención del autor.
Tengo ilustraciones favoritas, por supuesto, como la hermosa simplicidad del Funayûrei, la delicadeza del Hitodama o la soledad mística que transmite la Kageonna. Pero no puedo quedarme solo con esas tres, hay decenas y decenas más que me parecen alucinantes. Podría escribir una entrada completa (de esas que os molan, de tres mil y pico palabras, jojo) dedicada a cada una de las láminas que componen esta Guía ilustrada de monstruos y fantasmas de Japón. Sin duda. Porque lo merecerían.

La edición de Quaterni es excelente. El volumen es muy manejable y flexible, lo que permite moverse entre sus páginas con comodidad y sencillez. Hay que tener en cuenta que se trata de un manual, de una guía por la que vagabundear, saltando de una parte a otra, para consultar y curiosear. Es un libro muy útil para el amante del folclore japonés; útil y asombroso. Por eso también el trabajo del traductor, Isami Romero, es importantísimo, pues ha añadido acertados comentarios y bibliografía para cada criatura. Por supuesto, incluye un índice alfabético con los nombres de todos los monstruos.
Las láminas que reproducen los dibujos de Seiken, aunque a mí me habría gustado fueran más grandes (que habría exigido un tamaño considerable y un precio también bastante más alto), son de gran calidad; y la finura y minuciosidad de su trazo en tinta se disfrutan con inmenso detalle. Ninguna queja, y la verdad es que me he quedado como una lerda mirando durante minutos y minutos la mayoría de los grabados. Su sutileza es emocionante.
Los wakas hacen estremecer a los dioses del Cielo y de la Tierra, pero las cosas que dibujo son demonios que no se pueden ver, me he dejado guiar por mi imaginación y he dejado en mi alma estas cosas extrañas. La pluma ha enloquecido y lo que ha dibujado será para los historiadores de este mundo algo vergonzoso.
Madre mía si levantara la cabeza Sekien-sensei… ¿Se sorprendería de la magnitud y gigantesco impacto de su trabajo? Preguntas, preguntas, preguntas.
Honestamente, resulta todo un lujo poder acceder a una de las obras más trascendentes e influyentes del ukiyo-e y la mitología japonesa. Cualquier fan del animanga debería también saber apreciarla, pues por sus grabados desfilan la gran mayoría de los yôkai y entes que pululan en series y tebeos. Aunque no guste el terror o lo siniestro, las 450 páginas de esta Guía ilustrada de Monstruos y fantasmas de Japón es un pedazo de la Historia del Arte que, como mínimo, se debería ojear una vez en la vida. Sencillamente maravillosa.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches.