Cuando estoy malita y me obligan a postrarme en cama, me agobio. La lectura ayuda siempre, pero una es bastante nerviosita y necesita estar haciendo algo. Aunque sean pajaritas de papel. Maquinando lo que sea. Soy una enferma nefasta, lo admito. Por lo que durante estos días de trancazo arraigado en los pulmones, soltaré unas cuantas gilipolleces de más en el blog (si me dejan, claro, permanecer ociosa resulta un martirio). Es la fiebre, es la fiebre. MUAHAHAHA.

En este ratito en el que me está haciendo efecto el paracetamol, voy a escribir sobre la serie animada de Afro Samurai (2007). Tuvo una secuela en forma de largometraje, Afro Samurai: Resurrection (2009), con la que, lamentablemente, me pegué una buena siesta. Quizá es que me pilló en mal momento y si la volviera a ver ahora, no me aburriría tanto. Quién sabe.  Tampoco he tenido la oportunidad de leer el manga original (fanzinero total, eso me mola) de Takashi Okazaki, lo que quizás me habría ayudado a apreciar mejor el producto general. Quizás, quizás, quizás. Pero es la serie la que protagoniza la entrada de hoy, ¡no me distraigáis, coñe!

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Afro Samurai está ubicado en un Japón distópico que mantiene elementos medievales coexistiendo con alta tecnología cibernética y robótica. Y la necesaria chispa mística, claro. En ese panorama remoto, nuestro protagonista, el pequeño Afro, ha presenciado en vivo y en directo la muerte de su padre a manos del misterioso pistolero Justice. Ese es el destino, a largo plazo, de todo aquel que posea el hachimaki de mejor guerrero del mundo. El número 1, considerado una divinidad. Y ese era el padre de Afro, destronado cruelmente por el número 2. Resulta algo inevitable, tanto el camino del número 1 como el del número 2 es fenecer a causa de la ambición humana. La violencia no puede tener fin. Pero eso es algo que el joven Afro todavía no entiende, y decide consagrar su vida a la venganza. Justice lo estará esperando cuando crezca y esté preparado.

Quien considere una bizarrada mezclar el universo tradicional japonés con un negrata de pelucón kilométrico, debería saber que la realidad siempre supera a la ficción. El protagonista de Afro Samurai está inspirado en la figura histórica de Yasuke, un mozambiqueño de metro noventa que en el s. XVI fue guardaespaldas personal de Oda Nobunaga (toma ya) y nombrado incluso samurái. No está nada mal para un gaijin medieval.

Pero regresando a la serie, tenemos entre manos la típica, pero casi siempre efectiva historia, de niño huérfano desarraigado brutalmente, que busca su camino en el mundo a través del sacrificio. Su objetivo es, por supuesto, restaurar el honor de su padre. ¡Vendetta! Es acogido por un compasivo y severo sensei en cuyo dôjô cuida y adiestra a otros desdichados como él. A lo largo de los episodios, iremos conociendo el pasado de Afro y los desafíos que le plantea el presente a causa de poseer el hachimaki del número 2. Afro solo mira hacia adelante, y esa resolución también tiene sus consecuencias.

Este anime es grandilocuente y de épica supurante a borbotones. El drama, la tragedia, son de corte exageradamente (anti)heroico; y los personajes con los que nos iremos encontrando, bailan a ese son. Para rebajar un poco tanta intensidad, no puede faltar la consabida figura cómica: Ninja Ninja. Es el evidente alter ego de Afro; y cacarea y gesticula como buen histrión. A ratos tenía ganas de reventarle la cabeza, pero ese es otro tema. ¿Es una fanfarronada de serie? En algunos momentos así lo pensaba, porque contiene todos y cada uno de los clichés del chanbara que Tarantino, por poner un ejemplo fácil, ha trasladado a sus Kill Bill. Empezando por el propio personaje principal: Afro. Pero hay más.

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Afro es un auténtico badass nigga. Todo en esa actitud ultra cool que se gasta es propio de la Blaxploitation de los años 70. Por un lado, lo hace un personaje un pelín plano, tan lacónico y distante; pero, por otro, ahí está reflejado indudablemente el gran Jim Kelly (mis favoritas Enter the dragon y Black Samurai, tengo que decirlo) y resulta muy entrañable, aunque sea por enésima vez, toparse con homenajes así. La influencia de la Blaxploitation es muy potente en toda la serie y no ya solo en el personaje principal. La música jugaba un papel muy importante en este género cinematográfico, y en Afro Samurai no han descuidado ese aspecto en absoluto, poniéndolo en manos del ya mítico RZA. El OP es genial, se me hace muy rápido y escaso, con eso creo que lo digo todo.

Este es un anime perfecto para atraer público occidental masculino que no sepa mucho de nuestra querida y monstruosa maquinaria japonesa. Tiene todo lo que un profano espera encontrar: estereotipos. ¿Cuáles? Veamos: katanas, iconografía budista, samuráis, combates espectaculares, detallitos kawaii, sed de venganza, villanos rimbombantes, fanservice, millones de amputaciones y sangre, mucha sangre. Pero para hacerlo incluso más accesible, Afro Samurai se ha mezclado, como ya hemos visto, con elementos norteamericanos culturalmente más afines. Lo lleva en el ADN, una parte de la producción además es estadounidense. Fue grabada originalmente en inglés y los seiyû principales son, nada más y nada menos, que Samuel L. Jackson y Ron Perlman. WOW. Sí, wow. Por eso creo que no hicieron más capítulos. El dineral que debió de costar cada uno, y no solo por la contratación de actores de voz de primera fila, no tuvo que ser baladí.

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Afro Samurai es un anime corto, de tan solo 5 capítulos (GONZO K.K. al mando). Desde mi punto de vista, habría funcionado mejor como una sola unidad, en formato largometraje. Básicamente porque el argumento es simple y lineal; no necesitaban estirar más el chicle. Aunque admito que, entonces, muchas de las magníficas coreografías de las peleas se resentirían o, directamente, tendrían que desaparecer. Y así llegamos a uno de sus meollos: Afro Samurai es puro espectáculo visual (y del bueno). El que busque algo más de chicha, se decepcionará. No hay grandes entresijos ni sorpresas; muy predecible. Aclaro que no es una serie vacía de contenido, está muy bien hilvanada, pero tampoco se detiene en profundizar demasiado. Afro Samurai es un seinen típico de ensalada de hostias, con ligero descerebre, pero de un alicatado perfecto. Esa es su naturaleza y no se le debe exigir más.

¿La recomiendo? Meh. No es memorable para nada, aunque tampoco es un bodrio pestilente. Sobresale por su envoltorio, que es abrumador, y la función de entretenimiento la cumple sin más. Al que le guste el género, probablemente la disfrute sin mayor problema. Pero no es de esas series que volvería a ver. Al menos en un largo tiempo.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

2 comentarios en “Ma’Samurai brotha: Kinky Afro

  1. Ver esos gif me recordó una serie norteamericana con tintes del anime. Se llama «The Boondock» (no la pelicula), trata de una familia afroamericana que se va a vivir en un sector que la mayoría es blanca, y bueno ya puedes inferir por dónde va los tiros. Es bastante chistosa, aunque se pasa (enserio, se pasa de lo políticamente normal). Y también está que el creador de la serie le gusta mucho el anime.

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    1. Sí, conozco la serie, aunque admito que no me he parado a ver más de dos capítulos seguidos :/ Tengo un conocido que siempre me insiste en que la vea pero como él pasa olímpicamente de mis recomendaciones de anime (lo rechaza porque es japonés), no le he hecho mucho caso 😛 ¡Abrazoteeee! 😀

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