La semana pasada estuve conversando por mi assbook personal con un buen amigo sobre el tema del acoso escolar. Sí, ese buen amigo que me recomendó que creara este blog, por cierto. Más o menos opinábamos igual y, además, nos tocaba la moral bastante un asuntillo que, tanto por redes sociales como por algunos magazines interneteros, se difunde con una alegría vomipurgante: los niños que sufren acoso escolar triunfarán en la vida como Bill Gates (porque en el fondo son unos cerebritos) y los hostigadores acabarán trabajando en una granja removiendo estiércol. O algo similar. Vaya montón de mierda. Imagino que es una forma (estúpida) de consuelo pero la vida, en realidad, es muy puta, y no funciona así. Lamento el spoiler. A cada uno, dependiendo de las circunstancias y su esfuerzo personal, le irá mejor o peor independientemente de que haya sido víctima o un cabronazo. De hecho, y según mi experiencia, a los hijos de perra no les suele ir mal; y haber sido víctima tampoco te convierte automáticamente en buena persona. Hay de todo en la viña del Señor. Y de esas reflexiones inútiles compartidas, me vino a la mente una película que tenía pendiente desde hace un tiempo: The King of Pigs (2011).
Se trata de un largometraje de factura coreana, dirigido por Yeon Sang-ho, que se llevó varios premios por distintos festivales a lo largo y ancho del planeta. No es una obra, ni mucho menos, desconocida; y obtuvo el suficiente prestigio como para poner en el mapa a su creador, que ya se está labrando un nombre. Fue su opera prima… y vaya estreno. Dwaejiui Wang o The King of Pigs es un producto de bajo presupuesto, y eso se nota sobre todo en la animación. Para los que seáis puntillosos en ese aspecto: esta no es vuestra película. Tampoco está dirigida a todos los públicos, es exclusivamente adulta y de contenido feroz. Para los que tengan cierta sensibilidad: esta no es vuestra película. Yeon Sang-ho trata no solo la temática del bullying, sino el de la violencia social sistémica. Y lo hace desde su visión particular, que es pesimista y bastante alejada de la corrección política. Para los que prefieran un enfoque de trasfondo moral claro: esta no es vuestra película. Tras las necesarias puntualizaciones, dejo a vuestra elección el continuar leyendo o cerrar la pestaña.
Con esta imagen comienza The King of Pigs. Sí, es una mujer muerta estrangulada. Todo un manifiesto de lo que vamos a ir encontrando. No es violencia gratuita, tampoco hay esa ensalada de hostias limpia del tipo al que estamos acostumbrados en la mayoría de los shônen o seinen. Esto es crudo y realista, no hay idealización por ningún lado. Pero, ¿quién es ella? Pues la esposa de Crybaby Kyiung-min, uno de los tres protagonistas principales. El trío se cierra con Jong-suk y el impredecible Chul.
La razón de que haya matado a su mujer no la sabremos hasta casi el final pero, mientras tanto, después de llorar desesperadamente bajo la ducha, llamará a su antiguo compañero de estudios Jong-suk. Quiere quedar, tras quince años de silencio, para recordar viejos tiempos. Y menudos tiempos.
Lo que podría considerarse un ejercicio de inofensiva nostalgia, no es más que el retorno a esa época de sus vidas donde se cruzaron con Chul. En realidad todo gira alrededor de él. Porque sus propias existencias tampoco han variado demasiado desde entonces, son una patética prolongación de la miseria moral e implacable dominación a la que se vieron sometidos en el colegio. Pero Chul llegó para cambiarlo todo: les dio esperanza.
Si no quieres ser un imbécil, tienes que convertirte en un monstruo
Esa es la filosofía de Chul. Una filosofía de connotaciones terroríficas a las que ni Kyiung-min ni Jong-suk son ajenos; pero que la brutalidad que los rodea les hará aceptar a su manera. Chul es el caos que amenaza el orden establecido. El orden donde una élite tradicional adinerada (visualizada por Jong-suk como perros) gobierna a los pobres, mediocres y parias (los cerdos). Y Chul se enfrenta a ellos a pesar de sí mismo, ya que es criatura de la desesperación y el vacío. Ni la razón ni la indiferencia sirven para esquivar el régimen de perros y cerdos. La falsa neutralidad de los profesores, y no ya solo en la escuela, es su aquiescencia. No hay salida: sumisión o muerte.
La solución de Chul es una escalada de depravación simple. Para vencer al Mal, hay que superarlo en maldad. Pero se trata de un remedio falso y que conduce a la autodestrucción. El gato fantasma, uno de los recursos narrativos importantes del largometraje, declara, con toda la perversidad y lógica del mundo, que siempre serán unos losers aunque se conviertan en monstruos. Unos monstruos que abusarán encima de los que sean más débiles que ellos, perpetuando así la estructura que odian y tanto les hace sufrir.
Yeon Sang-ho es despiadado en su repaso a la naturaleza humana. Nadie se salva de la quema. La cobardía de los cerdos es indiscutible, plasmada en la figura de Kyiung-min; también su resentimiento y envidia, que vemos, sobre todo, en Jong-suk. Y es que la escuela no es más que un reflejo de la sociedad a la que pertenece: sus rígidos estamentos y su dinámica sustentada en el miedo y abuso de poder. Así que tanto en el colegio como en la vida cotidiana, encontraremos maltrato físico y psicológico, intimidación e, incluso, abuso sexual. La violencia sistémica como forma de control, utilizada además por todos. Una sociedad psicópata cuyo valor fundamental es el dinero, que la vertebra por completo. Aunque tampoco carece de la hipocresía de las apariencias.
The King of Pigs es feísmo animado. Yeon Sang-ho no solo lo utiliza como posible recurso estético; sino que se regodea en todo lo repugnante de la sociedad y le aplica un espejo magnificador para crear la sátira perfecta. Esta es su pequeña venganza, que pretende incomodar a un público que ha desarrollado tolerancia a la moralina (y que encima la exige). De eso no hay en The King of Pigs. La perspectiva de la víctima siempre es dura… y más cuando se considera sin recurrir al maniqueísmo, que suele ser lo habitual. Hace falta coraje para hacer algo así.
La organización y desarrollo de The King of Pigs es simple. Corren en paralelo, a veces superponiéndose, pasado y presente. Los flashbacks pertinentes son los que llevan las riendas de la película, pero será el presente el que revele su imprevisible desenlace. El ritmo es claramente ascendente y no decae en casi ningún momento. Pero, si hay algo que echarle en cara de verdad a esta película, sin duda es la deficiente animación. Solo para empezar, tiene unos fondos y CGI que dan ganas de llorar fuertefuertefuerte. Se debe a su ajustadísimo presupuesto aunque admito que refuerza muy oportunamente la sensación de crudeza y fealdad. En conjunto sorprende su gran expresividad, a pesar de la obvia imperfección; y los diseños de los protagonistas, sencillos pero personalizados, son excelentes. Creo que una animación mejor no habría beneficiado para nada el vigoroso impacto que The King of Pigs provoca. Así está muy requetebién.
¿Recomiendo The King of Pigs? Diablos, SÍ. Aparte, si gusta, es irremediable tirarse de cabeza al segundo largo del autor, The Fake (2013) , en el que muchas de sus consignas se exponen en más profundidad. Pero hay que saber a qué atenerse. No es una película fácil por muchos y variados motivos; su digestión será obligatoriamente lenta tanto por la dureza como por el potente bagaje simbólico con el que trabaja. Exige, además de un buen estómago, algo de actividad cerebral por parte del espectador. El que avisa no es traidor.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches.