Si algo bueno (¡milagro!) le encuentro al verano, son las noches. Concretamente las noches de agosto. Me gusta mucho mirar las estrellas y, para ello, tengo un cutre-telescopio desmontable que me suelo llevar a cuestas en la mochila allá donde proceda. El otro día estuve observando las Perseidas muy a gusto con un par de bocatas de tortilla… hasta que se echó a llover. Me cayó una tormenta encima de las guapas, pero mereció la pena. Y claro, entre cruce y cruce de cables, se me ocurrió hacer esta entrada. Son los días adecuados además. Hoy voy a escribir sobre la estupenda película Ginga Tetsudô no Yoru (1985).

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Ginga Tetsudô no Yoru ha tenido más encarnaciones, tanto en mangas como en otra película de factura más reciente, ya que está basada en la obra literaria del mismo nombre, que en castellano se ha traducido como El tren nocturno de la Vía Láctea (1927). Es una novela muy famosa y querida en Japón, escrita por el también celebérrimo Kenji Miyazawa (1896-1933). Seguro que habéis oído hablar de ella o directamente leído.

¿Por qué digo que son los días adecuados? Muy fácil: esta historia tiene lugar durante el festival Tanabata. Tanabata se suele celebrar durante el verano, las fechas oscilan entre el mes de julio y el de agosto; este 2015, tal como informa san Google, es el 20 de agosto concretamente. Pero también depende de la región, por supuesto. La Fiesta de las Estrellas o Tanabata, hace alusión a una bella leyenda de origen chino que cuenta cómo, solo una vez al año, una pareja de amantes, la princesa hilandera Orihime y el pastor Hikoboshi (Vega y Altair respectivamente) pueden reunirse atravesando la Vía Láctea, que durante el resto del año los separa. Esta festividad a veces suele coincidir con el O-Bon (que recién acabamos de dejar atrás, por cierto) dedicado a los antepasados y que comparte algunas costumbres similares, como la de echar a los ríos o al mar farolillos o deseos escritos atados en ramas de bambú. Pero no son la misma fiesta. En este libro Miyazawa aunó ambas festividades, ya que así servía mejor a sus propósitos.

«Tanabata» de Okumura Masanobu (circa 1740)

Kenji Miyazawa creo que es uno de los escritores que con más fuerza han influido en la cultura popular japonesa. Y también fuera de las islas niponas. Me viene ahora a la cabeza, por ejemplo, recordando este tag de Magrat en el que nombró Momo (1973) como una de sus recomendaciones literarias, a Michael Ende, su autor. Este alemán era un japonófilo empedernido, le encantaba Lafcadio Hearn (del que podéis leer algo en esta entrada antigua) y, por supuesto, Miyazawa. De hecho la influencia de Miyazawa-sensei es rotunda, sobre todo en su visión de la literatura ¿infantil? y esa forma de mezclar fantasía y realidad con cierta melancolía tan peculiar. No en vano, Ende estuvo trabajando con la que más adelante sería su segunda esposa, Mariko Sato, en la traducción de varios cuentos de Miyazawa. Conocía y amaba su obra. Pero donde mejor podemos reconocer el espíritu de este creador japonés es en Ghibli. Está por todos lados, Mi vecino Totoro, Pompoko, El viaje de Chihiro… qué sé yo. No es casual que Isao Takahata, antes de Ghibli, dirigiera y escribiera como proyecto personal Gôshu, el violoncelista (1982), una adaptación de un cuento corto de Miyazawa. Y ya en 2006 Ghibli produjo La Noche de Taneyamagahara, otro relato de él. Tanto Miyazaki como Takahata son sus admiradores declarados, y eso tenía que notarse.

Pero vamos, que a este autor se le encuentra desde en el reciente Punch Line, en clásicos como Ginga Tetsudô 999 hasta en descomunales (e imprescindibles) marcianadas como Mawaru Penguindrum. La verdad es que, pensándolo bien, Ikuhara le dio un repaso fino a El Tren de la Vía Láctea. Aunque eso ya sería tema para otra entrada. Miyazawa es un poeta y escritor muy querido en Japón, no tuvo mucha fama en vida (además falleció joven), pero su reconocimiento posterior fue gigantesco. No solo por artistas, sino por millones de lectores que desde la infancia leyeron sus obras. Por eso su influencia, en muy diferentes disciplinas, es más que patente. Las adaptaciones que se han hecho de sus cuentos y poemas son abundantes, pero tampoco voy a alargarme mucho con este asunto. Creo recordar que el gran Marc Bernabé hizo un pequeño ensayo al respecto que se incluyó en la edición de Satori de La vida de Budori Guskô (2013) para los que estéis interesados (deberíais).

Aquí os dejo un corto basado en uno de sus cuentos, El mesón de muchos pedidos, que me parece GENIAL. Si tenéis un poco de tiempo, merece la pena lo veáis.

Ginga Tetsudô no Yoru quizás suene más por su versión moderna (de la que no voy a escribir, esta entrada ya está comenzando a adquirir unas dimensiones respetables y no era mi intención). También es probable que los que hayáis visto Guskô Budori no Genki (2012) conozcáis de sobra esta versión de 1985. El director, Gisaburô Sugii, es el mismo y no tuvo contemplaciones a la hora de proseguir con unos protagonistas felinos casi idénticos. Porque esa es una de las primeras cosas que llaman la atención de esta película: los personajes principales son gatos. Yo encantada de la vida, nunca hay demasiados gatos. NUNCA.

Giovanni y Campanella
Campanella y Giovanni

El argumento es idéntico al de la obra literaria, y nos traslada al Japón rural; el mismo del que procedía Miyazawa, en el que tanto afán puso (era ingeniero agrónomo) y que tanto amaba también. Ahí, en un pueblecito, residen Campanella y Giovanni. Grandes amigos desde la infancia, pero ahora distanciados. Giovanni lo echa de menos, pero sus circunstancias personales no le permiten mucho tiempo libre. Su madre está postrada en cama, enferma; y su padre, desaparecido y con fama rara entre sus vecinos. A causa de ello, su hermana y él tienen que ganarse la vida para poder alimentarse. Él aún confía en el regreso de su padre, y trabaja en una imprenta por un sueldo miserable, lleno de esperanza. Sus compañeros en el colegio se burlan de él debido a su ingenuidad, el profesor observa cómo su rendimiento académico va decayendo y en el trabajo también es objetivo de comentarios crueles. La noche de Tanabata, observa a toda la gente del pueblo reuniéndose para acudir al río y disfrutar de la celebración. Giovanni, en un primer impulso, desea unirse a ellos y, sobre todo, estar con Campanella; pero la inseguridad y la sensación de saberse un marginado, lo ahuyentan. Así, decide dirigirse a La Columna de los Deseos, situada en una colina fuera de la aldea, para ver las estrellas. Y ahí empieza el viaje.

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Todo tiene su sentido en esta obra y, por supuesto, posee diferentes niveles de lectura. El simbolismo es riquísimo y las figuras alegóricas, continuas. Un niño disfruta de la historia, pero un adulto, con los conocimientos necesarios y cierta madurez, puede profundizar muchísimo más. Miyazawa hizo una miscelánea coherente de ciencia, elementos cristianos y budismo; todos ellos se combinan para crear un universo fantástico y delicadamente poético. La aventura comienza en sí en la Estación de la Vía Láctea, representada como un río a lo largo del cual, el tren recorrerá, desde la Cruz del Norte (constelación del Cisne) hasta la Cruz del Sur, un paisaje surrealista surcado de agudas metáforas. Esta Vía Láctea como curso fluvial, no es mas que el río Sanzu, que los difuntos en la tradición budista deben cruzar. También hay concesiones históricas, como una alusión implícita al desastre del Titanic que deparará momentos y conclusiones interesantes… pero no debo añadir más.

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Es una película tranquila, dejando su conveniente espacio a los silencios. Posee un aura de misticismo tenue pero que lo envuelve todo de misterio y calma; además se toma su tiempo para interpretar y describir lo que va sucediendo en el relato. Porque es conveniente leerlo antes, eso también debo aclararlo. La razón no es que sea imposible entender el film sin hacerlo; es que está dirigida a un público que ya conoce la obra. Todos los matices y guiños, que tan sutilmente están expresados, si no se ha leído antes, se pueden perder. Y sería una lástima.

Hay bonitos detalles que hablan del cariño y respeto que existe en esta película hacia Miyazawa, como el incluir toda escritura, tanto en el colegio, la imprenta, nombres de comercios, etcétera en esperanto. En esta lengua el autor tenía puestas muchas ilusiones y era su fervoroso defensor. El film se permite algunas licencias, pero en general es bastante fiel al cuento original. Capta muy bien esa inocencia y desdicha que emana de él, también ese amor por la naturaleza de la que Miyazawa se rodeó en vida. El drama está plasmado con suavidad, no hay afectación de ningún tipo, sino una gran dulzura contenida. Pero eso sí: es una historia triste. Elegantemente triste.

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La animación en la película es muy sencilla y propia de la época, pero no por ello un cagarro. Los colores, las texturas, recuerdan al mundo infantil; con trazos gruesos pero bien definidos. Esa «tosquedad» (que no es tal) naïf, brinda un encanto muy adecuado a la historia, y no deja de ser hermosa y profundamente espiritual. Acorde con la atmósfera, no esperéis mucho dinamismo; Ginga Tetsudô no Yoru desgrana de manera pausada una colección de instantes, casi como fotografías, que prefieren ahondar en la intensidad filosófica y emocional más que en la acción. Los cagaprisas tendrán que beberse una tila.

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En definitiva, es una película que nos habla de la amistad, de la búsqueda de la felicidad, la soledad, el egoísmo, la crueldad humana y el miedo a la pérdida. Miyazawa la escribió con su hermana desaparecida en mente, y el dolor que sentía lo expresó de una manera bellísima y, además, valiosa para la posteridad… aunque esa no fuera su intención. La recomiendo sin dudar. No es un obra convencional, claro, pero que eso no os pare los pies.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

9 comentarios en “El tren nocturno de la Vía Láctea

  1. Jo, no tenía ni idea del amor de Michael Ende por Japón… Ahora entiendo muchas cosas.. :3 ¡Lo que aprendo yo contigo!
    Parece el destino pero justo la semana pasada me saqué este libro de la biblio (me lo pienso leer nada más termine «Las hermanas Makioka», que por cierto me está maravillando. Mucho), tenía muchas ganas de leerlo desde que vi «La isla de Giovanni», peli en la que constantemente hacen referencia al texto original.
    La peli de la que nos hablas hoy me llama muchísimo la atención, a mi estas historias metafóricas, tristes, melancólicas… ¡Me pirran!
    Ah, y me apunto el corto para cuando tenga un ratito…
    Un bsazo, majetona y gracias por estas entradas que me dan la vida! ^^

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    1. ¡Aloha, Magrat! 😀

      OOOOH, TANIZAKIIIII!!!! «Las Hermanas Makioka» me recuerda un poco a «Orgullo y Prejuicio» de Austen, con las lógicas diferencias, pero se nota que Tanizaki leyó a la inglesa. Me gustó mucho la novela, es parsimoniosa, pero muy bonita y profunda ❤

      Espero que disfrutes con "El tren de la Vía Láctea", si tienes la edición de Satori con la traducción de Montse Watkins, presta atención a su prólogo (no es muy largo) cuenta cosas interesantes. Por lo que he averiguado, esta traductora no vivió mucho, pero fue pionera en tratar de acercar la literatura japonesa al mundo hispanohablante.

      La Isla de Giovanni la tengo en esa infinita lista de pendientes para ver, me echa un poco para atrás porque me huelo (es posible que no sea así, es una intuición) un poco de ñoñería, pero verla TENGO que verla. Le echaré de nuevo un vistazo a tu reseña, no obstante 😉

      Es una alegría que disfrutes con este tipo de entradas, gracias, Magrat ❤ No son las más populares, pero sí es cierto que son con las que más disfruto escribiendo.

      ¡Besazoooooooooooooooooooooooos!!!!! ❤ ❤ ❤

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  2. Ah Kenji Miyazawa. La única obra que leí de él fue The Restaurant of Many oders. Un cuento corto, pero excelente. También esa obra inspiró a Sui Ishida para hacer el «restaurante Ghoul» y unas cuantas variantes en su manga. No sé, después de leer tu entrada me quedo claro que debo de leerme «El tren nocturno de la vía láctea», de alguna u otra manera. Jejeje, creo haber visto varias referencias de ese ejemplar en otras partes, bastante triste el final (eso dicen). Siempre trato de evitar estas historias (lloro como un río), pero por ti haré una excepción.
    P.D: El corto de TRMO me recordó una adaptación a la obra «El medico rural» de Kafka por Koji Yamamura. Muy bueno también te lo recomiendo 😀
    ¡Abrazos!

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    1. ¡Holasss Vannert! 😀

      El tren de la Vía Láctea es triste, sí, no te voy a decir nada del final, pero es acorde a la atmósfera general del cuento. Melancólico todo. Pero boniiitoooooo 🙂 Dale una oportunidad, en serio 😉 OOOh, tengo en mi lista de pendientes ese corto!! Lo adelantaré un poquito entonces. Este finde, que estoy de relax, me estoy viendo una serie cortita (creo que más adelante haré reseña de ella, me está convenciendo la cosa) y La isla de Giovanni. Si no acabo muy loca, me lo pondré también 😉

      ¡Gracias por pasarte, Vannert! 😀 ¡Abrazossss!! ❤

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      1. A mi me Spoilearon el final 🙂 Pero no te preocupes, tenia planeado leerlo sin objeción alguna. Y no te esfuerces de más, podré esperar una o dos semanas para tus reseñas.
        ¡Abrazos!

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  3. Querida Sho, me has hecho entrar en crisis porque no conozco la obra ni de Miyazawa ni de Ende, sobre todo por cómo hablas de la enormísima influencia del primero ¡¿Qué rayos he hecho con mi vida?! xD
    Pero en fin, con tus entradas siempre aprendo algo nuevo y ahora sé que debo darles prioridad en mi lista de pendientes, y a esta película también. Ya me habían hablado de ella, pero la dejé de lado porque las críticas que me llegaron no eran muy buenas que digamos (aunque siempre la recuerdo porque, como bien dices, los gatos NUNCA son demasiados), pero ahora todo tiene una explicación y sé que debo leerme la obra primero ^.^
    Y un ligero off topic, por acá llueve todas las malditas noches y ya echo de menos una noche despejada para observar estrellas, snif…
    ¡Un besazo!

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    1. ¡Hola, Mishusina! 😀

      Uf, aquí todos queremos lo que no tenemos… yo echo de menos muchísimo la lluvia, en esta ciudad casi no hay precipitaciones y cuando las hay, para mí es una tremenda alegría. Esto es un puto desierto JODERRRRR
      Vale, ya está, ya me he calmado.
      🙂
      Pero sí, para ver la estrellas, lo mejor una noche despejada sin luna y bien lejos de la ciudad. Y sin lluvia, por supuesto 😀

      Miyazawa es puro amor, no te arrepentirás si decides leer algo de lo suyo. Sus cuentos iban principalmente dirigidos a los niños, pero en fin, que es una literatura infantil perfectamente aprovechable por un adulto. De hecho a mí me habría encantado poder disfrutar de sus historias de niña y poder redescubrirlas luego de adulta. Pero me temo que ese privilegio solo lo han tenido japoneses en su mayoría. En otra vida, si eso existe, quizás 🙂

      ¡Gracias por comentar, Mishusina! ¡Besazoooooo! ❤

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